Los ojos de Sigma abrieron con debilidad, supo que era de madrugada ya que los rayos de sol ingresaban entre las persianas y se oía el cantar de los pájaros. Se sentó en la cama perezosamente y sobo su nuca, mientras comenzaba a ser consciente de su alrededor.
Recordó su segundo día de clases, que fue una montaña rusa llena de emociones diferentes y en constante pánico, hasta que el día finalizó con una conversación serena entre él y Dazai. Lo recordó con una sonrisa, pero después formó una mueca y murmuró para sí mismo.
— ¿Por qué estoy pensando en ella? —una nube imaginaria con el rostro infantil de Dazai apareció encima suyo, era como si aún la estuviese escuchando.
Decidió prepararse, haciendo la misma rutina de siempre y saliendo de su habitación, con su uniforme y su cabello formado en un moño alto.
Se dirigió hacía la cocina, donde se encontró a su madre preparando su desayuno. El asombro en él era evidente, ya que pocas veces se veían. Ella se percató de su presencia pero decidió ignorarlo.
— Buenos días. —Sigma saludo, aunque no fue correspondido.— ¿Qué haces aquí?
Cuestionó, con cierto semblante serio pero también rogando por recibir un poco de su cariño o atención. Recibió una mirada de mala gana, para después resoplar y centrar nuevamente la vista en lo que estaba preparando.
La apariencia de la progenitora es diferente a cualquier madre de familia; llevaba el cabello recogido pero unos cuantos mechones caían sobre su cara, cubría su desnudez con una bata, ojeras marcadas y un cigarrillo en sus labios. Fuera de casa se mostraba como una verdadera belleza pero, dentro de la casa, era descuidada y mostraba su verdadero ser.
— Es mi casa, ¿dónde más quieres qué esté? —soltó entre dientes.
— No me refiero a eso. —se corrigió.— sino a… olvídalo.
Sigma sabía que sería una pérdida de tiempo entablar una comunicación madura y cero conflictiva con su madre, constantemente vivía a la defensiva.
Preparó su café acompañado de unas galletas con chispas y tomó asiento frente a la mesa, mientras su madre continuaba preparando el desayuno en absoluto silencio. Pese a que ambos acostumbraban al apreciado silencio, Sigma buscaba la manera correcta de hablarle acerca de un pequeño asunto. El sonido del cuchillo chocar contra la tabla de madera comenzaba a asustarlo aún más, sabiendo los posibles escenarios que podrían ocurrir.
Relamió sus labios y lentamente abrió su boca, a su vez que apretaba los puños sobre la mesa.
— Necesito dinero.
Su madre se frenó abruptamente, alzó su cabeza y lo miró sobre su hombro. Sigma no la quería ni ver, temía por su vida y se podía notar por como sus puños temblaban.
— ¿Dónde está el dinero que te di hace dos días? —soltó fríamente.
— Es que… —balbuceo.
— ¡No puedo darte dinero a cada rato y más sabiendo como estamos económicamente!
— Sólo es un poco… necesito para el almuerzo.
La madre formó una mueca y maldijo en voz baja, aunque igualmente llegó a oídos de su hijo.
— ¿Qué has hecho con tu dinero?
— Un amigo me pidió y, como tenía poco, se lo di.
— Imbécil. —soltó sin pensarlo, haciendo que Sigma se sintiera mal.— Eso te pasa por imbécil.
Sigma agachó su cabeza, dejando que sus mechones de cabello cubrieran su expresión. A la madre no le conmovió ni un poco y despegó su mirada de él.
— No te daré dinero hasta el mes que viene, así que trata de sobrevivir por tu propia cuenta.
Él comprendió y se levantó de su mesa. Ni siquiera tocó el café que se había preparado ni las galletas con chispas que tanto adoraba, ya que sentía cierta amargura dentro suyo. Se colocó la mochila y desapareció de allí.
Honestamente, no sabía qué era lo que esperaba con aquella interacción. No era la primera vez que se quedaba sin dinero a los días después que se lo daban, pero habían pasado años desde la última vez que ocurrió. Aprendió a una muy temprana edad como ser responsable con el dinero y cómo gastarlo, si los demás niños de su edad se compraban dulces apenas le daban la mesada, Sigma en cambio ya estaba pensando en cómo debería gastar en alimento y que le durase la semana.
Sacudió la cabeza con desgano, caminando hacia la escuela con paso lento. Pronto comenzaría a sentir hambre, ya que ignoró su desayuno. Pero era lo que menos le importaba en estos momentos, su mente ya estaba trabajando en un plan para conseguir comida en lo que quedaba del resto del mes sin que muriese de hambre.
¿Quizás podría preguntarle a Atsushi si lo dejaba pasar el rato en su casa? Atsushi no dudaría en responder que sí, conociéndolo. En eso se quedaría a cenar, y luego regresaría a su casa. Atsushi probablemente se preguntaría al cabo de unos días porque Sigma querría pasar las tardes con él tan seguido, pero a la vez seguro entendería su situación… Su mejor amigo conocía cómo eran sus padres, después de todo.
Le causaba un poco de vergüenza tener que pedir ayuda, pero no tenía más remedio…
Cuando llegó a la escuela, miró disimuladamente a su alrededor para ver si había un pelirrojo en específico cerca. Pensó en Dazai y sobre la conversación que tuvieron el día anterior, sintiendo una calidez en su pecho al recordar cómo ella aceptó ser su amiga. Sigma, en realidad, no era tan bueno con las chicas en general- Si una lograba captar su atención, le resultaba muy difícil acercarse a hablar, debido a lo muy tímido que era. Dazai era diferente, no era un crush ni mucho menos quería buscar una relación con ella, de hecho era la primera amiga que había hecho desde primaria, y eso fue ya mucho tiempo atrás.
Esperaba que estuviera bien, le molestaba el trato que recibía por parte de su novio. Le dio escalofríos imaginar que el pelirrojo se enterase de que habían hablado en el patio del colegio a solas ayer. Eso podría resultar en muchos malentendidos…
A lo lejos vio a Atsushi, hablando con una chica de cabello corto y con un broche de mariposa. Dudó si saludar o no, pero Atsushi justo dio un giro y cruzó miradas con él.
— ¡Oh! Buenos días Sigma —Atsushi dijo con una sonrisa.
—Buenos días… —retornó el saludo—. Oye, ehm…
Atsushi ladeo la cabeza, como si un perro se tratase.
— ¿Qué sucede?
La chica miró a ambos con curiosidad, provocando que Sigma se pusiera más nervioso.
—No, nada, es solo que… ¿puedo ir a tu casa después de clases? —preguntó finalmente—. Hace rato que no nos juntamos…
— ¡Claro! Siempre eres bienvenido en mi casa, Sigma, ya sabes eso —se rió animadamente—. Por cierto, ella es Yosano, no sé si ya te la presenté.
Sigma sonrió tímidamente. — Solo la he visto de lejos, un gusto conocerte, Yosano…
—Igualmente, Sigma —su voz era amable, abierta a conversar con él—. Atsushi nos ha contado mucho sobre tí.
— ¿E-En serio? —se sobresaltó, no esperando aquello.
—Por supuesto que he hablado de ti —Atsushi se cruzó de brazos, aunque se veía un poco avergonzado al decirlo—. Somos amigos desde siempre, compartimos muchas anécdotas juntos.
—Espero poder verte más seguido, Sigma —dijo Yosano.
—Si… —juntó ambas manos, tronando sus dedos—. Bueno, será mejor que vaya a la sala, la campana está por sonar…
Atsushi asintió, levantando la mano con un gesto de despedida.
— ¡Nos vemos después!
Sin nada más que decir, Sigma se apresuró en llegar a su salón.
Sigma quedó aliviado al saber que después iría a la casa de su mejor amigo, ya que llevaba tiempo sin visitarlo y sabía que, cada vez que iba, los padres de Atsushi lo recibían como si se tratara de un príncipe.
Ingresó con una sonrisita, se sentó en su pupitre y musitó una melodía mientras iba sacando sus útiles. Su día inició mal pero, ahora tenía una diminuta esperanza en que todo mejoraría.
Segundos después, Dazai ingresó con un chico de anteojos y que caminaba a su lado pese a que tuviera sus ojos cerrados. Sigma entrecerró sus ojos, no recordaba haberlo visto días atrás.
Dazai alzó su cabeza, analizándolo a cada uno de sus compañeros con un semblante hasta encontrarse con Sigma, a quien le sonrió levemente y agitó su mano de lado a lado. Él elevó un poco su mano y murmuró un "hola" que obviamente no fue escuchado.
Su compañero ni siquiera se giró para ver a quien saludaba, prefirió seguir de lado hasta sentarse en un rincón y proceder a comer los dulces que tenía guardado en sus bolsillos.
La clase inició, Sigma comenzó a tomar sus apuntes y escuchaba en silencio, cada tanto desviaba su mirada hacia el inmenso ventanal donde observaba el exterior.
Bostezo, dejando caer una lágrima.
Después se acomodó sobre sus brazos, apoyando el mentón y observando perezosamente la clase.
— Muy bien, alumnos. Finalizamos con la clase de hoy. —después de dos horas, anunció lo que tanto anhelaba escuchar.
Se acomodó en su asiento y estiró sus brazos hacia arriba. Contempló a su alrededor, dándose cuenta de cómo todos habían huido aprovechando los pocos minutos de su libertad. Él hizo lo mismo; se colocó de pie y salió allí.
Cuando apenas cruzó la puerta, un brazo lo rodeó sobre su hombro y un rostro familiar se aproximó hacia el contrario.
— ¡Buenos días, mi buen amigo! —Nikolai saludo energético, mientras lo zamarreaba.
Sigma se sobresaltó, quedándose unos segundos en silencio hasta que procesó sus palabras y frunció un poco el ceño, mientras le quitaba la mano de encima. Fyodor estaba allí también; mirando con el mismo semblante serio y sus brazos cruzados.
Recordó la actitud que ambos tuvieron la última vez contra él, sintiéndose humillado e incapaz de defenderse. También recordó la amarga noche que tuvo, en la cual llegó a su casa, con el uniforme manchado y sin el dinero de la comida, así que pasó la mitad de la noche lavando su uniforme a mano.
— Nikolai… ¿Por qué me hablas como si nada?
— ¿De qué hablas?
Oprimió sus labios y desvió la mirada durante unos segundos antes de hablar.
— Me pediste que te comprara una gaseosa y después escupiste sobre mi.
Fyodor y Nikolai intercambiaron miradas, como si intentarán recordar de lo que estaba hablando. Nikolai hizo un gesto simulando que estaba loco y Fyodor soltó una risilla, causando un desconcierto en Sigma.
— No lo recuerdo.
— ¿Cómo que no? —insistía Sigma.— Tuve que limpiar mi uniforme y, mira, aún tiene una mancha diminuta.
Se señaló así mismo y Nikolai miró con desinterés durante unos segundos, después esbozó una sonrisa y negó con su cabeza.
— Imposible, eso no es mío.
— Sigma, ¿estás durmiendo bien? —Fyodor se entrometió, mostrando una pequeña sonrisa burlona.
Un tic se formó en el ojo derecho de Sigma, no comprendía cómo podían olvidarse de algo que sucedió hace dos días. Apretó su puño e hizo contacto visual con el culpable.
— No estoy para chistes. Devuélveme mi dinero, por favor. —exigió.
Sin embargo, ambos se dieron la media vuelta y comenzaron a caminar.
—No seas tan terco —Nikolai hizo un gesto con la mano, indicando que ya dejara de hablar—. ¡De verdad que no recuerdo nada! Estás siendo muy molesto, Sigma…
Sigma se detuvo, su corazón sintiéndose como si hubiese dado un vuelco de repente.
Puede que de verdad no recuerde nada… Sigma pensó, frunciendo el ceño. Después de todo, estaba muy concentrado jugando con Fyodor cuando le di la bebida… Pero no me convence del todo.
—P-puede que sea cierto, ¡pero no significa que no debas devolver mi dinero…!
Nikolai hizo un puchero a la vez que Fyodor hizo una mueca expresando molestia.
—No pensé que fueras ese tipo de persona que llora por perder unos cuantos yenes —dijo Fyodor con voz gélida, provocando que Sigma se sobresaltara.
Sacó de su bolsillo dos monedas de quinientos yenes, prácticamente arrojándolas hacia Sigma y causando que cayesen a sus pies.
— ¿Es la cantidad correcta? —se encogió de hombros, no esperando una respuesta—. Lo que sea, ya me estás aburriendo.
El par empezó a alejarse de él, dejando a Sigma solo en el pasillo con una cara llena de estupefacción. No esperaba aquel tipo de trato por parte del ruso, puesto que en un principio lo había tomado como un chico callado, a pesar de que diera algo de miedo.
Miró las monedas a sus pies, suspirando con pena y agachándose para recogerlas. No le regresaron todo el dinero, ambas bebidas habían costado más de mil yenes, pero al menos le alegraba el hecho de haberse atrevido a insistir…
Pero no quería volver a molestar a Nikolai y Fyodor nuevamente, ya que eran los primeros amigos que hizo en su primer día. Tendría que conformarse con esto.
Guardó las monedas en su bolsillo, tratando de evitar sentirse humillado.
Debatió consigo mismo por unos segundos si seguirlos o no, hasta que finalmente comenzó a caminar en dirección donde habían ido ambos. Le causaba temor el mero pensamiento de haberlos enojado, no quería tener ningún tipo de drama escolar y apenas se estaba salvando de aquella situación con Dazai y su novio. Tenía que disculparse con ellos, lo más pronto mejor.
Quería zafarse del incómodo inconveniente, así que se aproximó hacia ellos y tomó a Fyodor del hombro, ganándose una mirada seria por ambos.
— Lo siento, no quise sonar así… —titubeo, desviando la mirada.
Ante la distracción, el dúo aprovechó para cruzar miradas y sonreír con una diversión siniestra que solían compartir diariamente. Eran perfectos uno al otro, más cuando compartían el mismo fetiche de contemplar cómo sus víctimas se retorcían del miedo y se disculpaban pese a que no fuese su culpa.
Y cierta excitación se incrementaba en el interior de ambos. Sumamente retorcido.
— Lo lamento, en serio. —insistió, cabizbajo.
Nikolai le revolvió y desordenó su cabello, a su vez que soltaba una carcajada. Sigma se mostró asombrado, aunque también asustado por el cambio radical de su comportamiento.
— ¡Ya, ya, entendimos! Está todo bien ¿verdad, Fyodor?
— Si. —contestó, sonriendo levemente.
Sigma sintió como si se hubiese sacado un peso de encima y suspiró con una sonrisita. Quería evitar todo conflicto posible, no quería que sus primeras semanas en el colegio fueran una pesadilla.
— ¡Vámonos a comer! —Nikolai se colocó en el medio, abrazó a sus amigos por encima de sus hombros y los guió animadamente.
Se dirigieron hacia el comedor y, como ninguno disponía de dinero y Sigma metió miles de excusas, decidieron comer lo que ofrecía la escuela gratuitamente.
Pensaron que fue una buena decisión, pero no, la comida tenía un aspecto terrorífico y olía pésimo. Sigma se rehusó a comer, Nikolai igualmente le saco el plato para comer y Fyodor contempló el suyo.
— Termina tu plato, Fyodor. Estos alimentos ayudarán a combatir tu anemia. —Nikolai le susurró al contrario, aún así Sigma escuchó y prefirió disimular.
Observó a su alrededor y analizó a cada uno de sus seres cercanos; Atsushi compartía su almuerzo con su grupo de amigos. Dazai, pese a que estaba acompañando a Chuuya, se la veía desanimada y desconcertada. Por último dirigió su atención nuevamente en Atsushi, ya que ahora le estaba haciendo frente a un chico con apariencia gótica y ambos gruñian, no parecía que fuese una discusión grave.
La campana sonó y todos se dirigieron a sus salones. Sigma se apartó de sus amistades y, en medio de la avalancha, unos folletos se arrojaron hacia arriba y cayeron encima de varios estudiantes.
— ¡Fiesta esta noche en mi casa! ¡Traigan alcohol y muchas mujeres, que será la mejor fiesta! —exclamó un adolescente.
Los demás gritaron al unísono de emoción, a Sigma no le llamó la atención y se metió al salón.
No tenía intenciones de ir a una fiesta, había asuntos mucho más importantes que realizar como para gastar su tiempo divirtiéndose. Aunque dudaba mucho de que lo haría, ya que Sigma era un introvertido al cien por ciento y detestaba estar rodeado de tanta gente… Apenas estaba sobreviviendo en la secundaria, y recién estaba terminando la primera semana de clases todavía.
Se sentó en su pupitre, listo para la siguiente clase y olvidándose por completo de la fiesta.
No fue hasta que terminó el día de clases que recordó nuevamente, cuando estaba guardando sus cosas en la mochila para ir a encontrarse con Atsushi. Una parte de él estaba emocionado de pasar la tarde con su mejor amigo, había pasado un tiempo desde la última vez que los dos se reunieron así.
Nikolai y Fyodor se asomaron a la sala, sin embargo. No esperaba verlos frente a la puerta de su salón, pero se sonrojó de la vergüenza cuando Nikolai llamó su nombre con voz fuerte y emocionada, causando que sus compañeros lo miraran con curiosidad. Terminó de guardar sus cosas y salió rápidamente de la sala.
— ¿Qué pasa? —preguntó Sigma con un suspiro.
— Vas a la fiesta, ¿verdad? — sonrió dulcemente Nikolai, pero Sigma resistió hacer una mueca al ver tal expresión en él.
— No… Ya tengo planes para otra cosa, lo siento.
Nikolai hizo un puchero, abriendo la boca para decir algo. No dijo nada al final, ya que Fyodor puso su mano en el hombro del otro.
— Si cambias de opinión nos avisas — dijo el ruso con tono aburrido—. Nosotros vamos a ir de todas formas.
No se esperaba que aceptaran su decisión tan fácilmente, abriendo los ojos en sorpresa para inmediatamente calmar su expresión a una más neutral. Ya veía el momento en que ambos se retractaban y lo obligaban a ir quisiese o no, pero nada de eso ocurrió. Nikolai parecía querer protestar, pero simplemente se cruzó de brazos como un niño pequeño que estaba molesto.
Se despidieron rápido, sin tener nada más que decir. Aún confundido ante tal interacción, decidió que era mejor no pensarlo mucho y se dirigió hacia el salón de Atsushi.
Unas voces hablando entre sí con tono fuerte llamó su atención al acercarse al salón, extrañandose al reconocer que una de ellas era de su mejor amigo. Apresuró el paso y, efectivamente, era Atsushi discutiendo a viva voz con otro chico pelinegro que no conocía.
Pudo verlo durante segundos, ya que después su visión fue interrumpida por unas personas que se acumulaban y empujaban entre sí con tal de ver la discusión. Sigma se sobresaltó al escuchar una golpiza seguido de una ovación. Aunque, obviamente, los espectadores se dividían entre aquellos que querían ver un poco de sangre y otros que intentaban calmar la situación.
— ¡Háganse a un lado! —Sigma exclamó y, desesperado, empujó a los estudiantes hacia un lado para así acercarse aún más.
Debió empujar a unas cuantas personas, hasta que quedó en primera fila y no pudo reaccionar ante la escena.
Era Atsushi, sujetando al pelinegro del cuello de su camisa y dándole una mirada indiferente. Estaba despeinado, con su camisa arrugada y unas cuantas marcas producto de golpizas.
— ¡Deja de molestarme o te romperé la cara en pedazos, Akutagawa! —alzó su voz y afirmó el agarre en su camisa.
Akutagawa, quién también llevaba marcas y se veía derrotado, lo apartó de un solo empujón. Ambos jadeaban, intentando recuperar la respiración mientras el pelinegro daba señales de que quería continuar con el enfrentamiento.
— ¡Atsushi!
El nombrado se giró al mismo tiempo que mostraba una expresión de asombro y, al reconocer a Sigma entre la multitud, se acercó. Akutagawa formó una mueca.
— ¿Qué haces aquí?
— Quería saber… —arrastró lentamente sus palabras, mientras observaba el estado de su amigo, asegurándose que todo estuviese bien— …Quería saber si sigue en pie nuestro plan.
Atsushi lo escuchaba, con la misma sonrisa amigable de siempre, a su vez que estiraba sus brazos.
— Por supuesto. Aunque, estaba pensando, que podríamos ir a la fiesta de la que todos están hablando. Es una buena oportunidad para conocer personas.
Sigma desvió su mirada, pensándolo durante unos segundos que parecieron una eternidad. Era una decisión compleja de responder, ya que odiaba estar en sitios completamente llenos de desconocidos o sonreír forzadamente ante cualquier interacción con un desconocido mientras sostiene una lata vacía de alcohol.
Aunque le parecía buena idea, porque esta vez estaría acompañado de Atsushi.
— Si no quieres ir, lo entenderé. —Atsushi habló ante el silencio.
— Quiero ir.
Se apresuró para contestar, ganándose una mirada de asombro. Inclinó su cabeza hacia un lado y le sonrió, al mismo tiempo que un hilo de sangre se deslizaba fuera de su fosa nasal, posiblemente a causa de las golpizas de Akutagawa.
— ¡Bien! Entonces a la salida nos vemos.
— Atsushi, tu nariz… —murmuró Sigma, de su bolsillo sacó un pañuelito descartable, le dio una forma para que pudiese entrar en una de sus fosas nasales e introdujo con cuidado.— Es la primera vez que te veo pelear… ¿Qué sucedió?
Antes de que Atsushi pudiera contestar, el grito de un profesor paralizó a los alumnos presentes, que rápidamente desarmaron el círculo y apareció la temible figura.
Supo lo que sucedió con solo ver la apariencia de sus estudiantes y la vena de su frente explotó. Les hizo saber de cuanto lo habían decepcionado, que estaba irritado por sus constantes discusiones y más discursos digno de un profesor cansado.
Atsushi le regaló una mirada a Sigma, como si estuviese pidiendo ayuda para salir de la situación.
— ¡Vamos a la dirección y hablaremos con sus padres! —el profesor señaló el pasillo y con la otra mano insistía al dúo en que caminarán.
Sigma no lo dudó demasiado y eligió seguirlos a una distancia apropiada, no quería que el profesor de su mejor amigo lo notará y regañara por no estar en clases.
Además prefería acompañarlo en su peor e incómodo momento.
Esperó por unos minutos fuera de la sala del director hasta que vio llegar a los padres de Atsushi. Le llamó la atención al ver que los padres de Akutagawa no estaban en ningún lado, nunca los vio llegar. Pensó que, quizás, él tenía un problema similar al suyo, pero era mejor no asumirlo. Media hora más tarde salió Atsushi con mirada avergonzada, recibiendo un reto por parte de su madre en voz baja para que nadie más los escuchara.
Aún no se habían dado cuenta de que Sigma estaba allí, pero de todas maneras hizo oídos sordos para no avergonzar más a Atsushi.
Cuando finalmente notaron a Sigma, la madre de Atsushi se alegró bastante al enterarse de que los acompañaría a cenar. Se fueron juntos y, al cabo de un rato, Atsushi le susurró que definitivamente no lo dejarían ir a la fiesta después de aquella pelea, pero que podrían escapar sigilosamente si tan solo fingía que Sigma se quedase a "dormir."
Sigma asintió con inseguridad, no del todo convencido pero al mismo tiempo sin ganas de refutar a su mejor amigo.
