Aclaraciones: la portada no me pertenece, es de la artista fery_dds.
–Póker –dijo la mujer, sonriendo triunfalmente.
–Joder –dijo uno de los hombres.
–¿Otra vez? –murmuraba otro.
Kid tenía el ceño fruncido, arrojó sus cartas sobre la mesa, sin ignorar la muesca que tenía la madera justo donde él estaba sentado. Definitivamente estaba cabreado, esa noche había perdido demasiada pasta. No tenía sentido, aquella mujer los estaba prácticamente humillando.
Con su cara de mosquita muerta, habían caído totalmente en sus redes. Ya habían perdido cuatro rondas contra ella, en cada una apostaban cada uno dos de los grandes y eran cinco jugando.
Nami se frotaba las manos, ansiosa. Una partida más y tendría el dinero suficiente para este mes, el siguiente y para esa cena pendiente con Nojiko. Quería reír, pero aguantó las ganas, aún tenía que mantener la fachada de chica buena.
–Estás haciendo trampas, zorra –la había acusado el pelirrojo sin despegar la mirada de ella.
Empezaban los problemas.
La cara de ella no cambió. Ladeó la cabeza, como si no entendiera bien a qué se refería. Tomó las cartas y comenzó a barajar de nuevo.
–No te hagas la tonta –le gritó, levantándose abruptamente del sitio.
La silla chirrió contra el suelo de manera muy molesta. Kid se acercó peligrosamente a Nami, a la que sacaba dos cabezas de altura, era intimidante. El resto de hombres también se habían acercado un poco, estaba en un callejón sin salida. Tenía que ser más astuta que ellos si quería escapar de esa.
–Tienes alguna carta escondida, seguro –insistió el pelirrojo, mirándola de arriba abajo.
–No sé de qué me hablas –respondió ella, poniendo cara de pena, pero eso ya no le servía.
–¿Y si juega desnuda? –sugirió un tipo.
Todos rompieron a reír, incluido el jefe, que se relamió el labio inferior pensando en ello. Un escalofrío recorrió la espalda de Nami. Ya había vivido situaciones como esa, era una mujer. Tampoco ayudaba el tipo de ambientes por los que se solía mover.
–Suena tentador –rió ella también, pero de forma más suave– Pero es que hace frío y hoy va a llover …
–Por eso no te preocupes –le murmura aquel hombre, inclinándose hacia ella, sujetándole el mentón– Que te puedo calentar de sobra.
Y todos volvieron a romper a reír. Nami tragó sonoramente, su rostro peleaba para mostrar sus verdaderas emociones. Estaba en una mezcla entre asustada y asqueada. Apartó la mano de Kid con suavidad y no perdió la sonrisa en ningún momento.
–Bueno, puedo meditarlo –le respondió a sus asquerosas insinuaciones– Pero si me disculpas, necesito ir al baño un momento. Cosas de chicas.
Se apartó del hombre e iba a agarrar su mochila cuando uno de esos tipos la detuvo.
–Por precaución –rió.
Nami sentía que cada célula de su cuerpo le gritaba un "corre de ahí ahora mismo", pero hizo caso omiso. No pensaba largarse sin su botín, sabía lo que significaba volver con las manos vacías a casa de Arlong. No estaba dispuesta a recibir otra paliza. Esos tipos eran duros de roer, más de lo que había pensado. Fue su error subestimarlos.
–No tardes –le ordenó el pelirrojo, tomando la mochila con las pertenencias de la chica como aviso.
La chica asintió intentando parecer tranquila y desapareció pasillo adentro, aguantando las ganas de vomitar por el fuerte olor que provenía de la puerta de la derecha, el baño de hombres. Negó varias veces mientras se tapaba la nariz con fuerza, luego caminó al de mujeres y encendió la luz, cerrando a sus espaldas la puerta.
Peligro.
Unos ojos grises escrutaron cada centímetro de su cuerpo. Un escalofrío recorrió su espalda. Un hombre la miraba desde la esquina del baño, tirado en el suelo. Parecía haber perturbado su sueño, pues la mirada asesina que le había dedicado le revolvió el estómago. Creyó recordar haber visto esas mismas facciones en otro lado.
Se quedó estática en el sitio, sin saber qué decir o hacer. Él sí que era peligroso, y no parecía pertenecer a la banda a la que minutos antes estaba dando una paliza a las cartas. No, ese hombre de cabello negro era muy diferente a ellos, le daba muy mala espina.
Di algo o estás muerta.
Parpadeó un par de veces antes de atreverse a romper el contacto visual. Con el rabillo del ojo vio la bolsa abierta con algún billete asomando, sobre el lavabo y la cocaína cortada en dos líneas perfectas. Unió puntos rápidamente. El hombre había relajado la mirada, al parecer Nami no era la persona que estaba esperando.
–¿Y tú quién coño eres? –le preguntó de mal humor.
–Disculpa, no pensé que hubiera nadie–dijo con timidez fingida– Me he perdido. Me llamo Laura.
Iba a tantear el terreno, ver si ese hombre era tan peligroso como mostraba, si podía jugar con él y aprovecharse de la situación. Con el rabillo del ojo había calculado cuánto dinero había en la bolsa, con eso podría comprarse un móvil nuevo de última generación.
¿Solo uno? No, podía incluso cinco o seis… Pagar la renta de varios meses, invitar a Nojiko a cenar cada día si quisiera… Perder la mochila a cambio no le pareció tan grave. Iba a dar un golpe mucho más gordo de lo que esperaba.
–Está bien, señorita Laura –pronunció con un irónico respeto, levantándose del suelo, sacudiéndose el polvo– Ahora me dices la verdad.
– Había salido de la estación y esos tipos vinieron y me han intentado… ya sabes –dijo por lo bajo, encogiéndose de hombros, se podía imaginar el resto de la frase– He podido escaparme un par de minutos, pero tienen mis cosas.
El hombre sombrío asintió varias veces para sí mismo, se estaba rascando la perilla mientras la volvía a escrutar con la mirada, una pequeña sonrisa asomó entre sus labios.
Nada mal. Esa chica no estaba nada mal.
Nami tragó en secó, cada mirada de ese hombre la ponía más y más incómoda. Tal vez era un terrible error intentar jugársela, tal vez sería mejor dar media vuelta e irse…La palabra "muerte" que tenía tatuada en la mano tampoco la tranquilizaba.
Pero por encima de su miedo, odiaba a Arlong, no iba a darle el gusto de volver a golpearla.
–No perteneces a ellos, ¿verdad? –preguntó de nuevo con esa inocencia– ¿Me podrías ayudar, llamar a la policía o algo?
El hombre soltó una carcajada. Esa mujer comenzaba a divertirlo.
–Señorita Laura, la policía no va ayudarla. Nunca se atreverían a pisar este barrio.
Mierda. Tal vez se pasó con la mentira, él no parecía tener intención alguna de ayudarla. Nami no pudo evitar levantar una ceja, ¿qué pretendía? Si el cuento de la damisela en apuros no funcionaba, ya nada lo haría.
–Pero yo tengo ganas de desquitarme –se encogió de hombros.
La mujer no terminó de entender a qué se refería. El hombre se rió ante su confusión, la apartó del lavabo y se acercó a esnifar otra raya de la droga que había preparado rato antes, luego hizo lo mismo con la última. Cerró un momento los ojos y se apretó las sienes con excesiva fuerza.
No era la primera vez que Nami veía a alguien drogarse, pero aquel tipo era extraño. Parecía sufrir a la vez que tenía el subidón de cocaína. Una vez acabó, volvió a dedicarle una larga mirada, sus pupilas estaban muy dilatadas, tanto que se veían aún con la poca luz del baño.
–Te puedo llevar a casa después, señorita Laura –se burló de nuevo– Si dejas de mirarme con esos ojos de cordero degollado.
No esperaba directamente sacar una ventaja de todo aquello, pero tal vez ella accedía a ser un poco más amable con él después de ayudarla. Echaba un poco de menos la compañía femenina.
–Gr-gracias –respondió ella con la voz temblorosa, esta vez no estaba fingiendo.
Aceptó sin saber qué había firmado un pacto con sangre, que había vendido su alma al diablo. Que después de aquello, se iba a involucrar en un mundo mucho más oscuro de lo que había conocido hasta ahora. Su vida había sido un juego de niños en comparación a lo que estaba por venir.
Y Trafalgar agarró la bolsa de dinero junto a un gorro blanco que yacía en el suelo, abandonando el baño y dejando a Nami de nuevo sola en aquel maloliente cubículo, esperando el regreso de su extraño, inesperado y sádico salvador.
