Capítulo 21
Siempre era difícil volver a la vida real después de una infiltración especialmente dura y larga. Fate lo sabía bien, no por nada era la agente que más veces había trabajado de infiltrada, motivo que le había valido un ascenso meteórico a subinspectora. No tenía problema en ausentarse de su casa y convertirse en otra persona, y tampoco le importaba si la misión se complicaba y resultaba más larga de lo que en un principio le habían dicho. Nadie la esperaba al volver, así que no tenía prisa en cruzar su umbral y retomar las cosas tal como las había dejado. Hasta ese momento. Ahora todo era diferente. Conocer a Nanoha había alterado su ritmo de vida y se había sorprendido a sí misma encontrándose tensa, nerviosa y desesperada por dar carpetazo a un caso importante al que había dedicado muchas semanas. Solo porque, en teoría, cerrar ese asunto la dejaría libre para poder hablar con ella, aclararle las cosas y ver si quedaba algo que salvar después de lo vivido. Las primeras horas una vez estuvo fuera de Midchilda se sucedieron rápido, como siempre. Presentó los informes, firmó las declaraciones, contestó preguntas e ingresó en la sala de cuidados de la comisaría para que le retiraran la baliza de seguimiento y le efectuaran análisis de distintos tipos para confirmar que su salud era adecuada después del confinamiento. La psicóloga le hizo el test acostumbrado después de cada infiltración y Fate respondió de memoria a todas aquellas cuestiones que ya se sabía. No mintió, pero tampoco pudo decir de verdad todo lo que sentía. Lo primordial era que nada obstruyera el caso, que nada pusiera en tela de juicio la culpabilidad de Yuuno Scrya sujetándose a alguna confraternización inadecuada durante el operativo. Cuando todo estuvo listo, volvió a su casa, metió la llave en la cerradura, abrió la puerta y dejó la maleta en el suelo. Fate pasó sus primeras horas de libertad abriendo las ventanas y subiendo las persianas de todo el apartamento, sintiéndose agobiada al recordar la celda donde había tenido que vivir. Se duchó con agua caliente durante cerca de media hora y durmió. La primera noche, con la luz del pasillo encendida, solo para recordarse que ya no estaba en el penal, donde los horarios de las presas habían regido su vida, obligándola a vivir tal como ellas lo hacían. Era una mujer fuerte, ya había pasado por aquello en otras ocasiones, pero su mente estaba demasiado colapsada por lo que pasaría después, por lo que pudiera estar pensando Nanoha en aquellas primeras horas, cuando digiriera la verdad, cuando fuera consciente de que la jefa de la que se había enamorado, era en realidad una policía encubierta de la que apenas sabía nada. Puede que los días en que no pudieran verse ni hablar bastaran para hacerla sentir que nada de aquello tenía sentido, ¿qué opciones tenía Fate, realmente? Solo esperar a que Nanoha decidiera mantenerse firme en su idea principal de darle opción a explicarse, solo rezar, como nunca antes en su vida había hecho –ni siquiera cuando esta corría peligro–, para contar con el tiempo a su favor. De modo que pasó su primera noche en casa mirando el techo y fumando distraídamente dentro del dormitorio, algo que nunca había hecho, pero que deseaba solo para reiterarse que podía. «Todo ha terminado», se dijo a sí mismo. «Supéralo de una vez». Se quedó dormida sin saber si se refería al caso o a su relación con Nanoha.
Durante los días que siguieron, su rutina prosiguió inalterable. Dedicaba al trabajo más horas de las que eran recomendable y se negó en rotundo a tomarse la baja para descansar que sus superiores le habían propuesto. Se acostaba tarde y pasaba gran parte de la noche releyendo informes y asegurándose de que todas las declaraciones de los testigos estuvieran bien sujetas. Llegó a llamar tanto al fiscal que este terminó por amenazarle con dejarla fuera del juicio si seguía insistiendo.
…
El otoño pasó y diciembre avanzó hasta su segunda quincena antes de que el caso del, ahora ex doctor, Yuuno Scrya fuera visto para sentencia y declarado culpable por robo, estafa y tentativa de homicidio en primer grado, debido a las ingentes cantidades de morfina y heroína sin diluir que estaba suministrando a sus pacientes recluidas. Además, durante la vista se descubrió que tenía otros pequeños delitos acumulados en su haber, así como documentos oficiales que no estaban en vigor. La pena fue considerable. Jamás volvería a ejercer la medicina. Fate dejó la chaqueta en el respaldo de la silla del despacho y suspiró. Puso la carpeta sobre el estante y tocó con los dedos la huella roja que el cuño había dejado al estampar las palabras «cerrado» en la tapa. El día anterior, Scrya había sido llevado a prisión y ahora podían por fin archivar todo lo relacionado con el caso. Al fin podría volver a su vida normal, si es que algún día lograba habituarse a no estar conferida a las normas del penal. Volver a casa tras una infiltración duradera siempre le costaba varias semanas de inquietud, insomnio y malestar. Nunca sabía si estaba sola, a salvo o tranquila. Le costaba reconciliar su casa con el lugar al que volvía, y sabía que todavía tardaría un poco en poder hacerlo. El ambiente en la comisaria era ya festivo. Por todas partes se oían al mismo tiempo las felicitaciones por el caso concluido y los planes que se tenían para las fiestas que se acercaban. Ella, a no ser que las cosas cambiaran, pensaba ofrecerse voluntaria para cubrir algún servicio en Navidad. Si tuviera que estar sola en su casa, dando vueltas a la cabeza y rememorando lo perdido, temía volverse loca. Que se fueran de vacaciones aquellos que tenían hijos, maridos o esposas. Los que habían ahorrado para esquiar, volver a sus pueblos o sentar a treinta familiares a la mesa. En cuanto a ella… ¿Qué tenía ella en claro? Nanoha no había dado señales, ella no había podido ponerse en contacto con ella y había pasado más de un mes desde su breve conversación en la cárcel. Ahora todo estaba aclarado y tal como había prometido no había cejado en el empeño y había trabajado de sol a sol, deslomándose y dando al caso de Scrya prioridad máxima para resolverlo a la mayor brevedad. Todo había pasado, pero ya no sabía con qué iba a encontrarse. No tenía claro qué hacer. ¿Debía buscarla? ¿Debía esperar a que ella lo hiciera antes? ¿Darle más tiempo o no darle ninguno? ¿Se habría enfriado ya el calor de aquel café de máquina que ella había tomado en la cárcel y con cuyo gusto en los labios le había dicho que esperaría?
- ¿Subinspectora?
Fate se sobresaltó y se dio la vuelta para mirar hacia la puerta. No recordaba haberla dejado abierta, pero también era cierto que había puesto el informe en el estante y volvía a tenerlo en las manos, no podía confiar en sí misma esos días. Lo dejó y miró a la agente que tenía enfrente.
- Las presas afectadas por el exceso de morfina ya han sido trasladadas a la unidad para adicciones del penal, seguirán cumpliendo condena allí con un régimen de seguridad alto y consideraciones por su colaboración policial. –explicó.
- Bien. Me alegro. Esperemos que puedan superarlo. Eso era todo lo que quedaba pendiente, yo mismo archivaré los ingresos si quieres, Signum. Vete a casa y empiece a desenredar las lucecitas del árbol con tu familia.
- Muchas gracias, subinspectora, pero, ¿va a seguir trabajando? ¿Tan cerca de Navidad? –al ver que Fate se encogía de hombros, la joven agente la miró– Pues entonces debería avisar a su amiga, la está esperando desde hace un buen rato en la salita de café.
A veces las personas tenían intuiciones, y en aquel momento, Fate tuvo una. Por eso no necesitó preguntar a qué amiga se refería la agente. Salió del despacho apresuradamente y recorrió el pasillo intentando evitar que la detuvieran con felicitaciones, palmaditas o buenos deseos navideños. Esquivó la máquina de agua y a un par de compañeros que charlaban en mitad del pasillo sobre las entradas conseguidas para el último partido de la temporada de no sé qué deporte. Abrió la puerta del office y entró. Nanoha estaba allí, llevaba un vestido de un gris azulón muy favorecedor que le caía hasta las rodillas. Sus mejillas estaban enrojecidas y se retorcía las manos con nerviosismo. Cuando la miró, sonrió, pero no se acercó.
- Lo oí en las noticias. –explicó.
- Acabamos de recibir los papeles sellados por el comisario. –graznó Fate, con una voz que no parecía la suya– El caso ha quedado oficialmente cerrado esta mañana a primera hora. –se acercó lo que las rodillas temblorosas la dejaron– Yo… no sabía si debía llamarte o si me mandarías a la mierda. Se alargó, ha pasado tiempo, tenemos tanto de qué hablar, tengo tanto que explicar…
Nanoha se acercó a ella y le cogió la mano. Entrelazaron sus dedos y permanecieron en silencio durante unos momentos oyendo solo de pasada el trasiego de la comisaría. Esta vez, cuando ella habló, lo hizo con voz segura y calmada.
- He tenido mucho tiempo para pensar y para decidir. Es cierto que debemos decirnos muchas cosas. No puedo ni imaginarme lo que ha debido ser para ti estar encerrada entre criminales sin haber hecho nada, sin poder contar la verdad, dejando que creyeran lo peor de ti, el sufrir malos modos y tratos incómodos cuando únicamente estabas ahí para cumplir con tu deber. Para salvar vidas.
- Bueno… –apretó su mano, temiendo que la retirara– No todo fue tan malo, la verdad.
- Me confesaste todo en cuanto te fue posible, y si bien me sentí engañada en un principio, ahora he comprendido que de haber sabido la verdad en su momento, probablemente te habría estorbado o lo habría echado todo a perder.
- Jamás te habría puesto en peligro de ese modo, Nanoha. Nunca. Y de haber podido, aunque me rasgara por dentro, incluso habría intentado que te trasladaran a otro lugar para que no te vieras envuelta en nada de lo que pasó.
- Lo sé. –con la mano que tenía libre, Nanoha le acarició el brazo– Sé que has hecho lo indecible por protegerme, y que es la razón por la que tras dar declaración no tuve siquiera que acudir a la vista. Intento decirte que, si bien quiero escucharte y que me cuentes todo, creo que merecemos una oportunidad.
Fate parpadeó varias veces, mirándola sin apenas creer lo que oía. Tenía claro que quería contarle y explicarle todo, desde por qué había aceptado la infiltración hasta todo lo que había sucedido después. Si hacía falta le repetiría su declaración oficial, y después le hablaría de cómo ella, con su inocencia y dulzura, se le había ido metiendo en la piel cada día un poco más. Le diría que amaba su piedad y su compresión. Y de ser necesario, le suplicaría en todos los idiomas creados por el hombre.
- ¿Estás hablando en serio?
- No mentí cuando dije que te quería. –respondió ella– Y soy lo bastante lista como para saber cuándo algo vale la pena. Siempre supe que tú la valías.
- Nanoha… si me aceptas ahora, te aseguro que no habrá manera de que te libres de mí el resto de tu vida. –se atrevió a acercar su brazo libre hasta rodearla por la cintura– Has hecho que me enamore de ti como una tonta y si tú quieres, pagarás por ello pasando el resto de tu vida conmigo.
Con una sonrisa, Nanoha acabó con la distancia que los separaba y se lanzó a sus brazos, dejando que la envolviera con toda su fuerza, sintiendo por fin la paz, la calma y el amor que únicamente había experimentado en su vida cuando había estado en los brazos de esa mujer. Ahora poco le importaba cómo se habían conocido, de qué forma había surgido su relación. ¿Acaso no eran especiales y difíciles al mismo tiempo las vidas de todas las parejas? Lo que contaba, lo que de verdad tenía importancia, era que ambas estaban seguras la una de la otra. ¿Acaso no había dicho una vez que los príncipes y princesas no siempre estaban en los castillos? Parecía que su princesa se dedicaba a un honroso servicio público, llevaba placa y pistola. No parecía una mala opción.
- ¿Está en disposición de hacerme cumplir con esa sentencia, agente? –sonrió, acariciándole la mejilla.
- ¿Qué puedo decir? Ese es mi trabajo. Después de todo, soy una mujer de ley.
- ¿Pasarás la Navidad conmigo? –susurró Nanoha, sintiendo cómo ella la alzaba de las caderas, poniéndola de puntillas hasta que sus narices se acariciaron y sus labios se abrieron– ¿Y lo que sea que venga después?
- Nada podría impedírmelo, Nanoha.
