05 - Inseguridad

SANTUARIO

En el interior del coliseo, el Santo de Aries no podía concentrarse en su batalla, por mucho que tratara le era imposible retirar su celosa mirada del aprendiz del Santo de Virgo, quien trataba inútilmente de mantener el ritmo de aquel combate pero sólo era reducido en la arena por el cuerpo del hindú, provocando que un tenue rubor se apoderara de los pómulos del Omega.

Era obvio su fijación por el alfa.

Esto alimentaba la inseguridad del Santo de Aries, quien los contemplaba con notorio enfado desde el otro extremo del coliseo. Acaso el hindú no se percataba de las intenciones de ese Omega?, quiso intervenir pero fue detenido por su compañero de entrenamiento.

— Debes confiar en él, Mü. — acotó el de Tauro tratando de calmar a su amigo, quien sin percatarse había comenzado a elevar pequeños montículos de rocas.

Esto hizo reaccionar al lemuriano, quien lentamente comenzó a bajar aquellos montículos, a juzgar por su rostro lucía avergonzado, si bien Aldebaran era el único que sabía su secreto, no era propio del Ariano perder el control. Por lo que tras un cansado suspiro procede a marcharse a su templo.

Tenía mucho que pensar.

Una de ellas era su relación con el Santo de Virgo, la cual no parecía tener futuro. Siempre debían esconderse, fingir que no eran más que Caballeros al servicio de la diosa Athena, cuya finalidad era proteger el mundo terrenal, sus sentimientos no tenían cabida en el Santuario, jamás podrían aspirar a una vida juntos. Esto lo hacía preguntarse cuánto duraría realmente esa seudorelación.

"— Quédate a mi lado, Mü"

Tres años era el tiempo que tenían de aquella clandestina unión. Una que inició desde los sucesos de la Guerra Santa. Para ninguno era un secreto su atracción por el otro; de hecho fue el Santo de Virgo el que dio el primer paso, atrapando los labios del lemuriano contra los suyos.

Ese fue el inició de todo.

Mü nunca había sentido atracción por algún Omega, reconocía el atractivo masculino de los Betas varones en Jamir pero ninguno había capturado su atención, no como Shaka. Desde que lo conoció quedó prendado de su fuerza, sin duda sería alfa.

Un arrogante alfa.

Lo cautivaba su serenidad. Aquello lo hacía meditar en que generalmente los alfas tenían un temperamento más dominante e impetuoso. Incluso él mismo reconocía su testarudez, pero Shaka actuaba con tanta tranquilidad que no podía evitar sentirse atraído. Su aroma a orquídeas e incienso lo relajaban, despertaba en él deseos de yacer a su lado. Por lo que recordaba, desde pequeños el aroma de Shaka lo calmaba. Sin embargo, su sola atracción representaba un peligro para el Santuario, cuyas normas fijaban que una relación Alfa-Alfa estaba prohibida, pues nunca podrían dar herederos al Santuario, como Santos de Athena debían asegurar la protección de su Diosa. Darle descendencia al Santuario, por lo que ese tipo de relación se castigaba con el exilio.

"— No tengo miedo, Mü."

Ambos conocían las consecuencias pero aún así decidieron ceder a aquel sentimiento. Aspirar a una ilusión, pues sólo en un mundo de ilusiones podrían vivir lejos las represalias del Santuario. Por un lado, Shaka consideraba que aquellas leyes eran retrógradas. Por el otro, Mü le encontraba cierta lógica. Según los manuscritos, aquellos que mantenían una unión Alfa-Alfa no podían satisfacerse durante su época de celo, tampoco tener descendencia o formar un vínculo. Por donde lo vieran aquellas relaciones no tenían futuro. Tarde o temprano el Alfa sucumbiría ante el celo de un Omega o la necesidad de reproducirse y crear descendencia con algún Beta u Omega.

Los alfas eran dominantes. Tarde o temprano tendrían problemas por su territorio, llegando a lastimarse mutuamente al sentirse amenazados por el otro. Biológicamente los subgéneros alfa no eran compatibles. Sin embargo, el Ariano nunca tuvo problemas con el Santo de Virgo. Cuando llegaba el respectivo celo de cada uno, en casos como esos el otro no tenía problemas en satisfacerlo, eso no los hacía menos Alfas.

El Ariano nunca se sintió insatisfecho con el guardián de la sexta casa, tampoco necesitaba buscar el calor de un Omega o Beta. Sin embargo, por momentos no podía evitar cuestionarse si no había nada "anormal" en él, incluso Shaka reaccionaba al celo de los Omegas pero él no. Ante esto Shion aducía que algunos alfas tenían problemas para identificar aromas. Mü había tenido numerosas batallas, por lo que ignoraba si aquella condición era congénita o producto de una de ellas. Según su maestro esto se podía resolver con la maduración sexual del alfa. Los lemurianos eran longevos, aquello jugaba en contra, aunque al Santo de Aries no lo enfadaba no poder reaccionar ante el aroma de los Omegas. De hecho, de no ser por su periodo de celo y aroma, podría pasar como un Beta.

«Un poderoso Beta.» pensó con amargura pues aunque fuera un Beta nunca podría tener algo público con Shaka.

Un Alfa con un beta del mismo sexo nunca podrían tener descendencia o vincularse, lo cual también era una pérdida de genes para el Santuario. Si no mal recordaba, Hakurei había impuesto esas normas buscando preservar la seguridad del Santuario, acto que fue aceptado por Sage, su gemelo alfa. Las leyes de ambos no sólo protegían a Athena, protegían al mundo terrenal, por esa razón su maestro había decidido mantenerlas. Shion era el primer patriarca Omega en la historia del Santuario, el orgullo de Hakurei quien había cedido su puesto de patriarca a su hermano.

Mü no podía ir contra su maestro.

En especial cuando habían muchos consejeros celosos de su poder. En su mayoría Alfas retrógradas que no querían recibir órdenes de un Omega. El alfa ya podía imaginarse el caos y las críticas que caerían sobre su maestro si exponía su relación con Shaka. Todos culparían a su maestro de su "desviación".

Él no deseaba deshonrarlo.

En la Cámara patriarcal, el sumo pontífice se encontraba sosteniendo una importante conversación con el Santo de Libra, la cuál tenía como foco la audiencia que su diosa tuvo con el rey del Olímpo. Según la consorte de Zeus, era importante que Athena como protectora de la tierra hallará al responsable de aquel atentado contra los dioses, eso si quería seguir manteniendo el control del mundo terrenal, de lo contrario habían muchos dioses dispuestos a tomar el cargo, entre ellos Ares y Apolo. Aunque claro está, Ares era la mejor opción para la reina del Olímpo, después de todo era el hijo legítimo de Zeus.

"El príncipe del Olimpo"

Aquello enfadó notablemente a Shion, era evidente que más de uno deseaba el derrocamiento de Athena. Sin embargo, lo que más lo impactó fue el dictamen de Zeus, el cual tampoco pareció agradar a su alfa.

— ¿Milo traerá a un Dios? — cuestionó con incredulidad el Santo de Libra.

— Al escolta personal de la Diosa Hera. — aclaró.

Tras lo ocurrido en los dominios de la diosa Ilitia, Ares y Afrodita, el Olímpo ponía en tela de juicio la capacidad de Athena para enfrentar a aquel que osaba provocar a los dioses. Por esa razón, el máximo regente del Olímpo había decidido colocar entre las filas del Santuario a uno de sus mejores guerreros, con el fin de mantenerlos informados de las acciones de la diosa. Hera propuso a su mejor guerrero y escolta personal.

"Aloes de Silfos".

Un alfa que gozaba no sólo del respeto de la diosa, si no del mismo Zeus. Por lo que aunque no lo desearan, el Santuario se veía en la obligación de colaborar.

— Ofreció a su propio escolta.— meditó Shion, quien no podía evitar sentirse intrigado, por lo que tenía entendido, aquel guerrero nunca abandonaba a Hera, en especial tras los sucesos de la Gigantomaquía. — Esto debe ser más grave de lo que pensamos para orillar a la misma reina del Olímpo a dejar a su escolta para hallar al culpable.

— Ella odia a Athena — acotó con desconfianza Dohko, quien dudaba de la aparente " buena acción" de la diosa — ¿Por qué nos ayudaría?

— Profanaron el templo de la diosa Ilitia y el dios Ares, dos de sus hijos. — comentó observando con detenimiento un bosquejo de las zonas atacadas. Al parecer, todo guardaba relación con la diosa Hera. Quizás ahora entendía su verdadera preocupación por hallar al responsable.— El ataque no sólo fue a los templos de sus hijos, también al de la diosa del amor. — sopesó, para nadie era un secreto que la diosa era la debilidad de Ares, quien a su vez era el punto débil de Hera.

Ahora Dohko entendía la situación. Alguien planeaba atentar contra la orgullosa diosa del Olímpo, y en el proceso tomar control del mundo terrenal, por esa razón Athena debía intervenir antes que lo hicieran los demás dioses.

— Entre ellos está el traidor. — aseguró el de Libra refiriéndose a aquellos dioses que ocupaban los 12 tronos en el Olímpo. — Hades y Poseidón no guardan rivalidad con Hera, pero...

— Los hijos de Zeus sí. — declaró con severidad el patriarca — Debemos evitar una Guerra Santa.

— Según el informe de Camus y Shura, seres sin rostro atacaron el templo de la diosa Ilitia. — informó Dohko tratando de hallar al Dios que podría estar orquestando esta conspiración.

— Así es, eran liderados por un encapuchado — recordó — a juzgar por su impresión, se trataba de un Alfa. Sin embargo, no pudieron percibir su cosmos.

— Podría haber sido un Beta.

— Un Beta no posee tanto poder. — aseguró el Omega, si bien ninguno de los Dioses pertenecía a una casta, sí poseían un poderoso cosmos, uno que no podían ocultar. Por lo que surgía la interrogante, acaso habían más personas confabulando contra la diosa?

— Quizás esté ocultando su cosmos. — comentó el Santo de Libra

— ¿Cómo explica que lo hiciera? — cuestionó

— Encontró una forma de hacerlo mediante los elixires o...— meditó sus palabras — esa capa oculta algo más que su identidad.

Debían estar alertas.

En una taberna de Rodorio, un joven de medianos cabellos castaños yacía absorto en la verificación de la nueva mercadería, si bien aquello no era un trabajo propio de los Omegas, cuyas funciones generalmente se limitaban a la limpieza o atender a aquellos que ingresaban al lugar. Sin embargo, Atlamo el dueño de la taberna había reconocido su habilidad con las cuentas, por lo que usualmente lo ayudaba con la administración del lugar.

— Toma un descanso, Glen — acotó un alfa de mediana edad, limpiando los tarros del estante — todavía es temprano.

— No hace falta, señor Atlamo. — esbozó el castaño extendiendo aquella plancheta donde anotaba las especificaciones de la mercadería — he culminado con el inventario.

Aquel envejecido alfa no pudo evitar sonreír, sin duda contratar al castaño había sido una buena decisión. No sólo era atractivo, lo cual elevaba las visitas a la taberna, era analítico, astuto a la hora de negociar mercadería en los pueblos adyacentes.

— Nunca dejas de sorprenderme, niño. — halaga el mayor dejando uno de los tantos tarros que secaba — Anda, puedes ir a la plaza a distraerte si quieres ó — esbozó con picardía — esperar a aquel Santo del Santuario que tanto te gusta.

Aquello provocó un sonrisa ladina en el Omega, quien procedió a retirarse a la parte trasera de la taberna. Si no mal recordaba había llegado hace menos de un año a Rodorio, desde entonces observaba continuamente al Santo de Cáncer, quien era un cliente recurrente de la taberna donde se hospedaba y trabajaba, donde a diferencia de la mayoría que habitaba Rodorio, él no provenía de alguna provincia adyacente. Era originario de Henares, un pueblo dedicado a la diosa Hécate, sus habitantes eran conocidos como adoradores de la muerte y la hechicería, quizás por eso sintió atracción por el Santo de Cáncer. Un alfa como él no pasaba desapercibido, por días lo observó, a diferencia de los otros alfas parecía más concentrado en apostar que en los Omegas, pero lo que nadie veía eran las almas que lo rodeaban. Aquello le llamaba la atención.

Nunca había conocido a alguien con esa cantidad de almas.

La primera vez que lo vio fue cuando el viejo Atlamo lo envió por insumos para la taberna, durante ese trayecto su caballo fue emboscado por Minotauros, al parecer provenientes del bosque de Sacro, en ese momento el Santo de Cáncer junto al de Capricornio interceptaron a aquellas criaturas, momento en el que el canceriano lo salvó de caer del caballo, dejándolo en una zona aparentemente segura.

"— Apártate niño o podrías salir lastimado — espetó abalanzándose sobre los Minotauros"

El castaño quedó maravillado cuando vio al Santo de Cáncer usar las ondas infernales.

"— Puede manipular las almas."

Desde aquel día se sintió atraído por Deathmask.

La segunda vez que lo vio fue en la taberna. Su personalidad llamaba su atención, para ser un Santo de Athena distaba mucho de sus compañeros. Le agradaba su humor negro, pero quizás lo que más llamaba su atención eran las almas y que a diferencia de los otros alfas parecía ser indiferente a sus encantos. Sus compañeros solían advertirle que lo evitara, aduciendo que era un alfa "tétrico", ignoraba su nombre pero sabía que lo llamaban "Deathmask", a él no le parecía aterrador, sádico tal vez, pero no aterrador.

De hecho era atractivo.

En más de una ocasión atendió su mesa cuando jugaba pero como a todos los demás, el alfa parecía no prestarle atención, salvo para su pedido. Cuando intentaba entablar una conversación o llamar su atención, alguien interrumpía, alfas en su mayoría intentando intimar con él.

"— Me estás evitando, Glen? — inquirió uno de los alfas tomándolo del brazo al momento de dejar sus tarros.

— ¿Por qué no lo dejas en paz y te apresuras a tirar? — intervino con burla el de Cáncer — Quiero ganar. Además, es obvio que no está interesado. — se mofó clavando sus penetrantes orbes azulados en el Omega — Verdad?

El castaño negó, dándole la razón al Santo de Cáncer, lo cual enfadó al otro alfa, quien lo soltó para centrarse en el juego.

[•••]

En otra ocasión, el castaño llevaba pesados paquetes a la parte trasera de la taberna, al ver que se le iban a caer, el Santo de Cáncer lo intercepta sosteniendo aquellas cajas.

— No deberías cargar todo esto tú solo. — espetó recibiendo un gesto de sorpresa por parte del Omega.

— Tú... — susurró

El Santo de Cáncer lo ayudó a dejar aquellos pesados paquetes al viejo Atlamo, aduciendo que no debería explotar Omegas.

— Es más fuerte de lo que crees. — defendió el envejecido alfa retirándose al almacén.

Deathmask observó de arriba abajo al castaño, físicamente no parecía muy fuerte. Por lo que únicamente se limitó a dejar escapar un pesado suspiro y regresar al Santuario. Debía darle su reporte al patriarca. Sin embargo, antes que pudiera abandonar el lugar, es interrumpido por la voz del Omega.

— Estos días no viniste a la taberna.

El alfa se detuvo, aduciendo que el patriarca lo envió a una misión, de haber estado en su turno observándolo desde el otro extremo de la barra como era su costumbre se habría percatado. En efecto, aquel día el castaño no había asistido a su turno, su celo había llegado y tuvo que encerrarse en su recamara.

— Me has estado observando. — acotó el Santo de Cáncer

— ¿Lo notaste? — preguntó con un notorio rubor en los pómulos al sentirse descubierto

— No pasas desapercibido.

Aquello hizo sonreír al Omega, quien había confirmado que no era indiferente para el Santo de Cáncer.

— ¿Por qué lo haces? — preguntó el alfa.

El castaño lo vio con aparente confusión. Sin embargo, se aventuró a responder, después de todo esta era la primera conversación que tenía con el alfa.

— Las almas...— acotó atrayendo la atención del Santo de Cáncer, quien lo observa interrogante — Puedo ver las almas.

Esto sorprendió al guardián del Yomotsu, generalmente las personas sólo podían ver las almas que lo rodeaban cuando hacía uso de sus técnicas, pues concentraba una gran cantidad de cosmos haciéndolas visibles. Sin embargo, el castaño podía ver las almas que lo rodeaban sin dificultad.

— Eres una sorpresa. — esbozó el mayor.

Aquellas palabras hicieron sonreír al castaño. Sin embargo, había que lo aquejaba todavía.

— ¿Por qué nunca dijiste nada? — preguntó provocando que el alfa lo observe interrogante — Creí que no me notabas.

El Santo de Cáncer esbozó una sonrisa burlesca, atribuyendo la conducta del Omega al temor cuando lo salvó de los Minotauros, por esa razón prefería ignorarlo, después de todo no sería el primero en temerle tras presenciar su poder.

— Hasta pronto, niño bonito. — se despidió dispuesto a volver al Santuario, sin duda había sido gratificante conocer a alguien con esa habilidad.

— Mi nombre es Glen. — aclaró con porte arrogante"

El castaño no pudo evitar sonreír ante aquel recuerdo.

"Deathmask"

Aquel alfa despertaba cada vez más su interés.

TEMPLO DE VIRGO

En el interior de los dominios del hindú, el alfa se encontraba manteniendo una conversación con el peliaqua, quien últimamente iba mucho a Virgo.

— Milo volverá en un mes. — informó el rubio sirviendo más de aquel té que parecía relajar a su compañero

— Espero que esté bien... — esbozó afligido

— Aioria dijo que no es una misión peligrosa. — acotó — Athena sugirió que vayan los dos. Sin embargo, Milo prefirió ir solo.

El peliaqua bajó la mirada abatido, entendía que el Escorpión quisiera estar solo, estaba dolido. Quizás tenía un lazo con el guardián de Capricornio pero aún podía sentir el dolor de su destinado; y es que hay conexiones tan fuertes que ambos pueden sentir lo que el otro, incluso si están en lugares separados, aunque aquella conexión cada vez se debilitaba más. Un día desaparecería y dejaría de sentir al Escorpión.

— Te avisaré si escucho algo. — aseguró

— Gracias, Shaka. — sonrió tomando aquella infusión que le había ofrecido, habían pasado gran parte de la tarde hablando sobre la partida del escorpión, que habían dejado de lado lo que aquejaba al rubio — Cómo te va con Mü?

A juzgar por la severa expresión del alfa, era evidente que algo no iba bien. Al parecer tenía problemas con el guardián del primer templo.

Últimamente discutían mucho.

— Shion me encomendó entrenar a un guerrero.

El Santo de hielo lo observó atento.

— ¿Cuál es el problema? — preguntó sin entender el motivo de la disputa

— Es un Omega.

El peliaqua ahora entendía por dónde iba el asunto. No podía decir que entendía a Mü. Cuando tenía una relación con el Santo de Escorpio, no le afectaba que entrenara a algún omega, todos en el Santuario conocían su relación. Confiaba en Milo, después de todo nadie se metería con el Alfa/Omega de alguien de la orden dorada. Sin embargo, Shaka y Mü no tenían una relación convencional. Su situación era diferente, aunque el hindú siempre mantenía un límite en su trato.

— Me enerva la inseguridad de Mü.

El Santo de hielo fijó sus profundos orbes sobre el rubio, si bien el hindú estaba biológicamente atraído a los Omegas, esto sólo ocurría cuando el celo de estos se activaba, pero no había implicación emocional. Algo que sí tenía con el guardián del primer templo.

— Le has dicho que no tiene de qué preocuparse? — inquirió el peliaqua

— No importa cuánto se lo diga o cuánto evite a los Omegas, él es el que no confía en mí, ni en nuestra relación.

El peliaqua lo observó con tristeza. Quizás por esa razón se decía que la relación entre alfas estaban condenadas al fracaso.

Continuará...

Algunos puntos:

• Las relaciones Alfa-Alfa están prohibidas en el Santuario, a diferencia de una relación Alfa- Beta (masculino) las cuales son mal vistas pero no son castigadas, dado que no se pone en duda la "virilidad" del alfa.

• Hay un traidor en el Olimpo?

• Quién está conspirando contra Hera y Athena?

•La conexión de Camus y Milo cada vez se debilita más.