06 - Hostilidad
En la profundidad de un espeso bosque, el Santo de Escorpio observaba con detenimiento los alrededores en busca de los dominios del dios de la guerra. El trayecto era tétrico y desolado, la escasa iluminación y los árboles secos lograban dar un aspecto tenebroso a aquella zona de Tracia. Sin embargo, esto no era lo que perturbaba al heleno, quien por momentos no podía evitar sentirse observado.
Un siniestro cosmos cubría el lugar.
— Quién anda ahí? — preguntó amenazante preparándose para atacar.
— Tu debes ser un Santo de Athena — dijo una voz grave y varonil emergiendo entre la maleza
Frente al heleno se hallaba un hombre de profundos orbes azul metálico, hebras tan oscuras como la noche, piel nívea que contrastaba con su imponente figura. Aquel guerrero portaba una armadura con el símbolo del pavo real. No había duda, era el escolta personal de la Diosa Hera. Sin embargo, aquel siniestro cosmos no provenía de él.
¿Acaso pertenecía al dios de la guerra?
— Mi nombre es Aloes de Silfos. — se presentó dirigiendo sus penetrantes orbes sobre el alfa, indicándole que podía bajar la guardia.
— Milo de Escorpio. — esbozó retirando aquel rojizo aguijón con el cual lo había amenazado segundos atrás
— Fui enviado a recibirlo. Mi señor lo está esperando. — indicó señalando un empinado camino, el cual terminaba en la cima de lo que parecían ser los escombros de un recinto.
— Este cosmos... — inquirió fijando sus profundos orbes sobre aquel tenebroso bosque.
Al percatarse de la inquietud del heleno, el azabache explica que no debe preocuparse, aduciendo que no se trataba de un cosmos enemigo. Sin embargo, reconocía que no era seguro quedarse demasiado tiempo, después de todo ese bosque era el campo de caza de dos de los hijos de Ares.
— Los conocerás en su momento. — esbozó guiándolo a través de aquel inhóspito camino.
A medida que avanzaban, el escorpión podía notar rastros de lucha, cráteres en la tierra, murallas derribadas y rastros de armas, todo acompañado por un fuerte hedor a sangre, el cual cubría la tierra bajo sus pies.
— Lucharon con valor y ferocidad. — acotó el mayor refiriéndose a los guerreros caídos — no puede esperarse menos de los guerreros de mi señor Ares.
— Creí que sólo servías a Hera. — inquirió con extrañeza
— Servir a mi diosa implica servir al príncipe del Olimpo. — esbozó con obviedad — Debo velar por su seguridad como si se tratara de la de mi propia diosa.
Aquella respuesta preocupó notablemente al Escorpión, no sólo era un peligro para el Santuario tener entre sus filas a un guerrero de la Diosa del Olimpo, sino a uno que servía fielmente al dios de la guerra cruel, quien desde la era del mito deseaba derrocar a Athena para gobernar el mundo terrenal.
— ¿Ella está aquí? — preguntó refiriéndose a la regente del Olimpo, recibiendo una negativa por parte del mayor, aduciendo que mientras no se encontrara a su lado, ella no abandonaría el Olimpo.
Esto confirmaba las sospechas del Patriarca, la diosa Hera le temía a algo, prueba de ello era que se había recluido en su palacio en el Olimpo, mientras se mantuviera al lado de Zeus nadie podría dañarla. Sin embargo, esto no era lo único que perturbaba al Escorpión, quien no se quedaría de brazos cruzados.
« Camus...»
Debía llegar a Hera.
Quizás no era apropiado, pero debía intentarlo. Y si alguien podía conseguir una audiencia sin el conocimiento de Athena, este era el alfa.
— Eres la mano derecha de Hera, no es así?
El azabache asintió observándolo con desconfianza, gesto que pareció no importarle al Escorpión, quien sin inmutarse solicitó una audiencia con la orgullosa diosa, argumentando que tenía una petición.
— Romper un lazo.
Aloes no pudo evitar observarlo con cierta burla, aduciendo que Hera jamás cumpliría su deseo. La diosa del matrimonio defendía con recelo los lazos Alfa-Omega y aquella unión debía respetarse, después de todo los lazos no dependían del amor.
— Tu deseo es imposible, Escorpio.
SANTUARIO
En las gradas del coliseo, dos caballeros se encontraban observando la batalla que disputaba el Santo de cáncer contra algunos Santos de plata, quienes trataban a toda costa de reducirlo en la arena. Sin embargo, aquel arrogante alfa era demasiado hábil para burlarlos, parecía disfrutar jugar con la fuerza de su rival hasta sacarlos bruscamente de la arena, no importaba si se trataban de betas u omegas, el de Cáncer los atacaba sin remordimiento.
— Tan brusco como siempre — acotó el sueco, quien no pudo evitar esbozar una sonrisa, ciertamente el de Cáncer no había cambiado. Desde pequeño disfrutaba probar su fuerza en batalla, no le importaba la casta de su rival, él luchaba por igual contra su oponente, esa actitud era lo que le agradaba.
«— No me importa si eres Omega. No tendré piedad contigo. — advirtió un pequeño alfa de hebras azuladas y sonrisa sádica subiendo a la arena.
Aquello provocó una sutil sonrisa en el sueco. Usualmente sus oponentes solían subestimarlo por su apariencia,conteniéndose en batalla. Sin embargo, aquel prepotente alfa era diferente.
— No necesito tu piedad — esbozó con arrogancia »
Desde ese día una estrecha amistad había nacido entre ambos guerreros, una que con el tiempo fue haciéndose más estrecha, en especial para el sueco, quien había llegado a desarrollar sentimientos por el alfa, llegando al grado de alejar a cuanto Beta u Omega del Santuario se aproximara con otras intenciones al de Cáncer, pero este no parecía corresponder a sus sentimientos. Por otra parte, el Santuario no podía permitirse desperdiciar los genes de la orden dorada, quienes tenían el deber de dejar descendencia para garantizar la protección de su diosa. Como era el caso de Saga y Aioros, quienes tenían dos gemelos alfas ó Dohko y el patriarca, quienes tenían un vínculo y futuros planes para tener un cachorrito, otro era Shura, quien había marcado al acuariano, era cuestión de tiempo para que ambos tuvieran descendencia. Pronto los demás caballeros deberían seguirlos, no podía haber más de 10 años de diferencia entre la nueva generación.
Esa era la ley impuesta por Hakurei.
Los gemelos de Saga tenían 5 años, si en los siguientes 5 años, la orden dorada no había encontrado un vínculo, el patriarca tenía el deber de enlazarlos con aquel guerrero que considerara adecuado. Generalmente la unión era entre la misma orden, otra opción eran los Santos de plata o alianzas políticas. Sin embargo, el sueco no deseaba ser unido a ningún alfa. Si debía formar un vínculo deseaba que esa persona fuera Deathmask, pero su sentimiento era unilateral.
¿En verdad le era indiferente?
No pudo evitar fijar su celeste mirada sobre el alfa. Debía indagar qué significaba realmente para el guardián del Yomotsu, pero sobre todo si existía alguien que le interesara. Según el Capricornio, Deathmask no tenía interés en formar un vínculo con nadie en particular, aduciendo que prefería a las almas del Yomotsu. Al recabar en aquello, el sueco no dudó en solicitar la ayuda del mayor, si bien los tres eran muy unidos, Shura y Deathmask eran alfas, existían aspectos dónde sólo ellos podían entenderse. Además, el Capricornio conocía perfectamente sus sentimientos por el Santo de cáncer, por lo que aquella petición no le resultaría extraño. Sin embargo, eso no quería decir que no debía convencerlo.
— ¿Por qué haría algo como eso? — cuestionó arqueando una ceja en claro gesto de disconformidad
— Por nuestra amistad, pero sobre todo... — esbozó acercándose sugerente, posando una de sus manos sobre el pecho del alfa, la cuál comenzó a subir con seductoras caricias hasta su hombro. — Porque me aprecias mucho
El Capricornio no pudo evitar reír ante las ocurrencias del sueco, quien usualmente hacía gala de su seducción para conseguir lo que deseaba. Aunque en este caso su objetivo no era seducirlo, si no todo lo contrario, quería incomodarlo lo suficiente para quebrar aquella rectitud que tanto lo caracterizaba, solicitando que indagara sobre lo que Deathmask sentía por el Pisciano. Sin embargo, aquello no era algo a lo que el Capricornio estuviera dispuesto a ceder. Apreciaba a Afrodita pero no revelaría nada íntimo sobre el alfa, nada que el guardián del Yomotsu no quisiera que supiera al menos. Ante esto, el Omega no tuvo más opción que cambiar de estrategia, aduciendo que podría deslizar el comentario afirmando que estaba interesado en un alfa, la impulsividad del Cangrejo haría el resto, pero antes que el mayor pudiera responder o separarse del Omega, es interrumpido por una áspera voz.
— ¿Interrumpo algo? — ambos voltearon a ver al caballero de cáncer, quien los observaba con los brazos cruzados en aparente enfado. Al parecer había terminado su encuentro y no le había agradado encontrarlos en esa situación.
— No. — aclaró rápidamente el Capricornio, tratando de mantener aquel porte serio que tanto lo caracterizaba, pero las feromonas del alfa habían comenzado a incomodarlo — Sólo hablábamos, Afrodita no quería que los reclutas lo escucharan.
— ¿Escuchar qué? — cuestionó clavando su penetrante mirada sobre el sueco, quien no sabía exactamente qué decir. Sin embargo, tras un cansado suspiro, el Capricornio procede a intervenir.
— Afrodita está interesado en un alfa. — respondió con parsimonia
El Santo de Cáncer endureció su mirada, sin poder creer lo que había escuchado pero a juzgar por la expresión del Capricornio aquello era cierto. Sin embargo, en lugar de la reacción que esperaban, el alfa se mantuvo en silencio para posteriormente dirigirse a los bebederos, desconcertando enormemente al de Piscis.
— ¿No dirás nada? — cuestionó con enfado el Pisciano
— ¿Por qué debería interesarme? — respondió con evidente molestia, tomando su toalla con brusquedad — Éxito en tu cacería, Pececito.
— ¿Te irás? — cuestionó incrédulo, observando al alfa abandonar el coliseo, pero no para dirigirse a su templo, su dirección eran las afueras del Santuario.
—... Debo ir a Rodorio. — sentenció recibiendo una furibunda mirada del menor
— ¿A ver al Omega de la taberna? — acotó con gesto acusador.
— A apostar. — aclara — Puedes venir...— Dijo deteniéndose para voltear a verlo, colocando una mano sobre su cuello.
— No, gracias. — respondió tajante, lo último que quería era volver a ver a ese Omega.
El de Cáncer se limitó a encogerse de hombros dispuesto a marcharse, no comprendía la aprensión de su compañero hacía Glen, si bien aquel Omega era atractivo, no era su tipo. No obstante, debía reconocer que le agradaba, aquella habilidad que poseía para ver almas lo intrigaba, quizás por esa razón y la similitud entre sus aldeas se llevaban tan bien.
TRACIA
En el interior del palacio del dios de la guerra, un guerrero de hebras azabache se encontraba manteniendo una sería conversación con el príncipe del Olimpo, informándole sobre la llegada del caballero de Athena, provocando una siniestra sonrisa en la deidad.
— Tráelo ante mí.
— Como ordene, mi señor. — sentenció inclinándose ante el dios para posteriormente ordenar a los soldados rasos que permitieran el ingreso del Escorpión.
Tras unos minutos las puertas del gran recinto fueron abiertas dejando pasar al caballero de Athena, quien con paso seguro se aproximó al depestal del señor de la guerra, quien lo observaba estoico desde su trono, su cosmos divino era aterrador. Sin embargo, no era el mismo que rodeaba los bosques de Tracia, aquel siniestro cosmos no se compraba en nada con el que emanaba el señor de la guerra. El poder del dios era mucho más aterrador, lo que contrastaba mucho con su apariencia. Como todo dios del Olimpo, el Ares estaba dotado de belleza, su atractivo sólo podía compararse con su brutalidad, pues desde la era del mito, el señor de la guerra era conocido como un dios sangriento y despiadado en batalla, por lo que era normal que poseyera un cuerpo bien trabajado, piel acanelada y mirada fiera. Sus hebras escarlata resaltaban aquellos orbes zafiro que parecían paralizar a quien lo viera, por primera vez el Santo de Escorpio no pudo evitar sentirse como una presa, quizás aquella era la verdadera diferencia entre un mortal y un dios.
— Milo de Escorpio. — se presentó haciendo una reverencia, tratando de evitar el contacto visual con el dios, quien portaba su armadura y su legendaria lanza, aquella que uso en numerosas batallas contra su diosa
— Sirves a Athena. Diosa de la guerra "justa" — dijo con burla, provocando el enfado del Escorpión, quien elevó su mirada para enfrentar al dios, en su presencia no permitiría que nadie ofendiera a Athena. Ella era lo que Ares nunca sería
— Athena es la protectora de la tierra, Diosa de la guerra y la sabiduría. — defendió, aduciendo que ella representaba la guerra justa, lo bueno en el mundo, pero había algo que el escorpión ignoraba.
— Ningún dios es justo — sentenció Ares — Y ninguno está libre de pecado. Todos somos egoístas, incluso Athena.
Aquella siniestra sonrisa del dios logró petrificarlo, odiaba esa sensación, sentirse intimidado, pero sobre todo insignificante ante un cosmos divino.
— El castigo a Medusa. — recordó Ares — El collar maldito, aquel que fue forjado por Hefesto y maldecido por Athena, el que provocó la trágica muerte de Armonía, mi hija.— sentenció con amargura — ¿esas muertes te parecieron justas?
Milo calló, conocía la historia de Medusa y el castigo impuesto por Athena. Sin embargo, ignoraba lo del collar maldito, entre los dioses se decía que Athena fue la responsable pero nadie en el Santuario admitía tal acusación.
— Eso no...
— Preguntáselo a tu diosa. — interrumpió — Estoy seguro que no lo negará. — acotó posando su penetrante mirada sobre el Heleno — Quizás Athena haya reencarnado como mortal para expiar sus pecados, pero eso no cambiará lo ocurrido. — sonrió con malicia — No busques inocencia, porque eso no existe en un dios, aquellos que tienen el poder y aquellos que desean el poder, no son inocentes. — esbozó poniéndose de pie para posicionarse frente al Heleno, quien ante la burla hacía Athena no se había inclinado ante el dios. — La diferencia entre Athena y yo, es que yo ataco de frente.
El señor de la guerra era osado, orgulloso. Eso lo llevaba a ser frontal, a luchar de frente contra su oponente, sin necesidad de manipulaciones o a través de otros. Por esa razón, Athena y Ares representaban las dos caras de la guerra, Ares era la guerra cruel, el odio y la venganza en batalla, lo frontal, por eso era conocido como dios del valor, representaba el lado más oscuro de la guerra, aquella donde la vida y la muerte se encuentran. Athena representaba la guerra estratégica, aquella que se valía de la astucia, la calma y la racionalidad en batalla. Sin embargo, lo "justo" no existe en una guerra, las estrategias de la diosa comúnmente se basaban en engaños, manipulación, todo en nombre de lo que es justo, al menos "justo" para el dios que rige, Athena basaba su estrategia estudiando el lugar correcto, el momento correcto y la persona correcta para desencadenar la guerra, al menos es lo que Ares recordaba tras los sucesos de la guerra de Troya, aquella que tenía un significado más oscuro que el secuestro de Helena y la ofensa causada por la manzana dorada. La caída de Troya favoreció a Athena y su poderío en aquella época.
— ¿La muerte de cientos de civiles te parece justo? — sonrió con sorna — Disfruto de la brutalidad de la guerra, el caos y la sangre que trae consigo, me otorga grandeza, pero no hay honor en vencer a quien no puede defenderse. — le sostuvo la mirada con dureza — Tu diosa no representa lo bueno en el mundo.
Las palabras del dios de la guerra lograron alterar terriblemente al escorpión, quien no dudó en enfrentarlo, dispuesto a usar su Scarlet Needle contra el dios. Sin embargo, antes que su aguijón escarlata pudiera tocarlo, su cuerpo fue paralizado por un siniestro cosmos. Todo a su alrededor fue tornándose oscuro. Por un instante el Escorpión se vio en otro lugar, frente a él yacía el Santo de Hielo observándolo con temor.
" — Camus? — preguntó incrédulo
— Ya nada nos une — esbozó entre lágrimas, a su lado el alfa podía ver el vínculo que los unía romperse.
— No!
— Milo! — gritó el peliaqua antes de caer a un oscuro abismo.
El Heleno intentó sostenerlo pero fue imposible, el peliaqua había desaparecido dentro de aquella oscuridad, gritó su nombre con desesperación intentando descender a aquel abismo pero por mucho que trataba no avanzaba, era como si no pudiera descender. Al cabo de unos segundos, en las profundidades podía ver al aguador emerger entre la oscuridad, pero no estaba solo, Shura lo sostenía entre sus brazos, ahora él era su alfa.
— Juro estar a tu lado — fueron las palabras del peliaqua hacía el Capricornio, cuyo vínculo resplandecía con fuerza, uniéndose al alfa, quien lo besó para sellar aquel juramento.
El escorpión observaba con dolor cómo el frágil vínculo que lo unió alguna vez al aguador se desintegraba."
— NO!!! — cayó de rodillas, apoyando sus manos sobre el pavimento para sostenerse. Todo su cuerpo temblaba, sudaba frío. Nunca había sentido un terror similar.
"— Arrodillate ante nuestro padre, Santo cobarde o te enfrentarás a nosotros. — dos sombras vigilantes se presentaron con voz siniestra."
Se trataba de Fobos y Deimos, hijos del señor de la guerra y la diosa del amor. Ambos eran conocidos como los demonios del miedo y el terror. Se decía que Fobos podía ingresar a la mente de su oponente y sacar sus más grandes miedos, fue así como se dio cuenta que el miedo más grande del Escorpión era perder el amor de su Omega. Por otra parte, Deimos podía convertir el miedo en terror, potencializándolo a niveles desesperados, paralizando con ello el cuerpo del Heleno, llenándolo de miedo y dolor.
— Suficiente. — ordenó Ares rompiendo aquel trance hipnótico al que habían sometido al escorpión.
— Qué... demonios? — dijo recuperando la movilidad de su cuerpo.
Al verlo, Fobos y Deimos sonrieron de forma siniestra posicionándose al lado de su padre. Eran gemelos, sin embargo, para el Heleno resultaba imposible distinguirlos, parecían ser una copia exacta del otro, ambos tenían cortos cabellos escarlata, expresión siniestra y piel acanelada, sin duda eran una versión más pequeña del señor de la guerra. Al recuperar la movilidad, el Santo de Escorpio los observó iracundo, los odiaba por jugar con su dolor. Ignoraba la edad de los gemelos, su apariencia era similar a la edad de los de los Santos de bronce, pero no podía confiarse en ello, por lo que niños o no, se encargaría de darles una lección, o eso pretendía cuando fue detenido por la voz de Ares, quien siente la ira y el odio en él.
— Has perdido a tu destinado. — confesó atrayendo la atención del Heleno, quien voltea a verlo con una dura expresión.
De alguna manera su historia le recordaba a su relación con la Diosa del amor, aquella que fue forzada a casarse con Hefesto. Sin embargo, esto no impidió que se amaran, como tampoco lo impidió el exilio del Olimpo, cuando ambos fueron capturados por la red de Hefesto y exhibidos ante todos los dioses de manera humillante. Desde aquel día ambos dejaron el Olimpo, donde a diferencia de los demás dioses, ellos habían hecho su vida en el mundo terrenal. Él tenía su legión en Tracia y Afrodita era protectora de la Isla de Chipre.
— Estoy aquí por una misión. — espetó con furia el Heleno, quien no estaba dispuesto a tolerar otra ofensa a su persona.
— Mi señor Ares — intervino Aloes intentando calmar los ánimos, pidiéndole con cordialidad al dios que no se desviara del tema. Por lo que tras un cansado suspiro, el dios de la guerra procede a relatar lo ocurrido durante el ataque a su templo. Aduciendo que Fobos y Deimos lucharon contra el encapuchado para defender el templo de su padre pero no podían adentrarse en la mente del encapuchado. Los gemelos por primera vez comenzaron sentir miedo, aquel encapuchado no sólo era inmune a su poder, también era un excelente guerrero, logró desarmarlos rápidamente. Sin embargo, antes que pudiera atacar a los gemelos, fue detenido por una furiosa voz, se trataba del dios de la guerra quien gritaba con furia "No te atrevas a tocarlos, tu lucha es conmigo."
El dios de la guerra luchó contra el encapuchado, estaba enfadado. Aquellos seres no sólo habían osado profanar el templo de su amada en Chipre. Se habían atrevido a dañar a uno de sus hijos, Eros. Quien había llegado a Tracia llevándole un mensaje de Afrodita. Cuando el ataque inició, Eros intentó proteger el templo de su padre pero fue herido. Ahora se encontraba en otra habitación del palacio siendo atendido por la diosa de amor.
Aloes culminó la historia aduciendo que al ver a Eros herido, Ares desató su furia contra esas criaturas, abalanzándose sobre el encapuchado, quien al sentir la ira del dios de la guerra, no le quedó opción que huir, dirigiendo un ataque hacía un inconsciente Eros, uno que había sido bloqueado por Ares, quien no dudó en recibir aquel impacto en su lugar.
— Mi señor Ares logró herirlo antes que pudiera escapar, pero era tarde, había logrado hurtar el elixir de mi señor.
— ¿Qué contenía el elixir? — indagó Milo
— Aquella poción lo nutría como dios de la guerra cruel. — respondió aduciendo que parte de la fortaleza del dios se encontraba en aquella poción, si caía en manos equivocadas podía causar mucha destrucción.
— ¿Qué demonios era ese ser? Nadie puede escapar de nuestro poder. — Los gemelos estaban furiosos, ni siquiera los dioses podían escapar de su poder pero aquel encapuchado lo había logrado.
— Eso no es todo. — Aloes señaló las heridas del dios Ares, las cuales sanaban con demasiada lentitud.
Aquello logró sorprender al Escorpión. No era usual que las heridas de los dioses tarden en regenerarse.
— Lo mismo ocurre con Eros. — confesó Aloes, aduciendo que la herida en el abdomen del dios del amor tampoco había sanado.
Dicho esto, el Santo de Escorpio pidió ser guiado a los aposentos del dios del amor, con el fin de examinar los daños causados. Ares aceptó de mala gana, no deseaba que nadie perturbara el descanso de Eros. Sin embargo, debía ceder si querían hallar al culpable. Antes de retirarse, el dios ordenó a los gemelos custodiar la entrada a su templo, recibiendo un asentimiento por parte de Fobos y Deimos, quienes desaparecen en un manto de oscuridad llamando a Milo "Santo cobarde"
[•••]
Al llegar a la habitación, los sirvientes le informan a su señor que Eros yacía dormido. La ambrosía traída por Aloes lo había ayudado a recuperarse cayendo en un profundo sueño. Aquello sorprendió al Heleno, los dioses eran inmortales, pocas cosas podían herir de gravedad a un dios. Sin embargo, aquel encapuchado lo había logrado, las heridas de Ares y Eros no sanaban, tuvieron que recurrir a la ambrosía para regenerar sus cuerpos.
"Sólo un dios puede herir a otro." pensó Milo.
Al ingresar en los aposentos del dios del amor, el escorpión pudo observar a un adolescente de cortos cabellos rubios preso de un profundo sueño, sus ensortijados cabellos lograban realzar sus finas facciones, sin duda era un dios muy joven o esa era la imagen que aparentaba, a simple vista era menor que Fobos y Deimos, pero su apariencia distaba bastante de los gemelos, siendo esta más angelical, atractivo como se esperaba del dios del amor. Al verlo, Ares se posicionó al lado de su hijo, procediendo a acariciar con suavidad los sedosos rizos del menor, acto que llamó la atención del Escorpión, quien no pudo evitar observar el cálido gesto y el cambio en la mirada del dios, la cual pasó de cruel a una más afectiva. Por lo que tenía entendido, Eros no era el primer hijo que tenía con la diosa del amor, pero sí el primero que criaron juntos, por esa razón Ares le tenía un afecto especial: Su primera hija fue Armonía, quien fue criada como hija de Hefesto, el dios de la forja. Fobos y Deimos fueron criados por Ares y Enio, la destructora de ciudades. Anteros al igual que Afrodita había nacido como adulto, esto permitió que Eros rompiera la maldición que le impedía crecer. Si bien Ares amaba a todos sus hijos, tenía mayor predilección por Eros, quien a menudo se jactaba de ser el más amado.
Ares continuó acariciando su cabeza, desde el ataque de Tifón, no había vuelto a experimentar terror en batalla. Sin embargo, el ver peligrar la vida de Eros había cambiado todo. Nunca creyó que algo superará lo que experimentó al luchar contra Tifón, no hasta que vio a sus hijos en peligro.
— Dile a Athena que quiero la cabeza del responsable — espetó dirigiéndose con dureza hacía el Escorpión — o tomaré la suya.
SANTUARIO
El Capricornio se encontraba caminando en dirección al templo de Acuario, con el fin de intercambiar feromonas y pasar un momento a solas con el Omega, con quien días atrás había llegado a un acuerdo respecto a sus períodos de celo.
El celo de los Omegas eran intensos, por lo que el alfa pasaría aquellos períodos de celo con el aguador en el templo de la Urna. Sin embargo, aún permanecerían en templos separados, al menos hasta que el clímax de su vínculo finalizara, todo con el fin de evitar un embarazo. Por lo que para calmar aquella necesidad de sentirse cerca, intercambiarían feromonas con regularidad, si bien no era el momento de tener un cachorrito, tarde o temprano tendrían que darle descendencia al Santuario, pero aquello era un tema que tocarían más adelante.
« Camus...»
No pudo evitar rememorar aquella época en la que quedó prendado del Omega, en un inicio creyó que se trataba de atracción, no sería algo nuevo, Camus era un Omega muy atractivo, lo suficiente para atraerlo físicamente, no creyó que fuera algo de lo que debiera preocuparse, en su momento Afrodita también le pareció un Omega sumamente hermoso, con la convivencia aquel atractivo había dejado de ser una distracción para el alfa, pero con el aguador no ocurría lo mismo. En aquel tiempo no podía dejar de verlo o estar pendiente del Omega, constantemente lo buscaba con la mirada, sentía enfado cuando lo hallaba al lado de Milo. Cuando lo veía abrazando al peliaqua sentía una gran molestia, una que era notoria para Deathmask y Afrodita, quienes pedían que controlara sus feromonas, las cuales causaban malestar en el sueco, quien podía sentirse mareado.
« — Esa actitud no es propia de un caballero — espetó retirándose a su templo, ver al Heleno invadir el espacio personal del peliaqua lo enervaba, sobre todo porque Camus ya no necesitaba un instructor, así que sólo pasaba tiempo con el Capricornio en los entrenamientos, cuando coincidían en la biblioteca o cuando les tocaba patrullar juntos.»
Él mismo comenzó a notar que estaba pendiente del aguador, donde en uno de los entrenamientos cuerpo a cuerpo, tuvo una batalla con el Omega, en la cual tras propinarle un golpe de palma en el estómago, logró quedar sobre su cuerpo, reduciéndolo. Sintió su rostro arder cuando sus orbes jade se toparon con los orbes zafiro del peliaqua, quien se encontraba demasiado cerca de su rostro. Sólo pudo reaccionar cuando lo declararon ganador de la batalla, sin duda aquello no era sólo atracción, ignoraba cómo o cuándo pero había desarrollado sentimientos por el aguador. Sin embargo, este amaba a otro alfa.
Sin más el Santo de Capricornio sacudió su cabeza haciendo a un lado aquellos recuerdos. Debía cruzar el templo de Virgo para llegar a su destino, pero antes de poner un pie en los dominios del hindú, pudo visualizar que este no se encontraba solo, Camus se encontraba en la entrada del templo abrazando al rubio, quien parecía corresponder con afecto aquel contacto.
— Te veré mañana — se despidió el Omega dispuesto a retirarse a sus dominios.
Una vez que el aguador estuvo lo suficientemente lejos, el Capricornio dejó escapar un leve gruñido, no podía evitar sentir celos del Santo de virgo. A quien el aguador visitaba a menudo, descendiendo con regularidad a su templo para pasar la tarde con él.
— Es de mala educación escuchar conversaciones ajenas, Shura. — acotó el rubio al percatarse de su presencia
Ante lo dicho, el azabache no pudo evitar observarlo con desafío, tenía la idea que si el aguador pudiera elegir un alfa que no fuese el Santo de Escorpio, este sin duda sería Shaka.
— Siento hostilidad en ti — esbozó el hindú mostrando una sonrisa arrogante. Una que hizo enfurecer al Capricornio — Parece que en verdad te importa Camus.
— Eso no te incumbe. — espetó iracundo
— Que la ira no nuble tu juicio. — sonrió el rubio, cuyo cosmos había cambiado tornándose tan amenazante como el del Capricornio. No tenía nada personal contra Shura, pero no permitiría una falta de respeto en su templo.
— Deseo pasar por tu templo. — siseó, tratando de contener su enfado para no iniciar un enfrentamiento con el hindú, quien asintió a su petición, permitiéndole pasar por Virgo. No era el lugar, ni la ocasión para desatar una batalla de mil días.
Al marcharse, el Capricornio ascendió en dirección al templo de la Urna, debía tener una conversación con el peliaqua.
— Parece que le importas más de lo que pensaba, Camus. — susurró el hindú viendo la figura del Capricornio perderse entre los demás templos.
Continuará...
Algunos Puntos
• Ares pudo herir al encapuchado, eso dejará una pista?
• Shaka y Camus mantienen una estrecha relación, la cual puede ser malinterpretada. En el Santuario no es común que un alfa pase tanto tiempo con un Omega, más si este tiene un vínculo.
