07 - Dudas del pasado.
SANTUARIO
En el interior de la cámara patriarcal, el sumo pontífice se encontraba examinando con sumo detenimiento los expedientes de la orden dorada. Debía escoger entre ellos una pareja acorde para el sueco, lo cual dejaría a cinco alfas sin un lazo del mismo rango, entre los cuales se encontraban los Santos de Aries, Tauro, Leo, Cáncer, Virgo y Escorpio. Una opción para sus guerreros eran los Santos de plata o alianzas políticas, como la que tenía con Asgard. Sin embargo, su mayor preocupación era su discípulo, si bien era un poderoso alfa, todavía no podía reaccionar ante el celo de los Omegas.
— ¿Mü aún no encuentra al Omega indicado? — preguntó el Santo de Libra sacándolo de sus pensamientos, posicionándose al lado de su Omega.
— No debo apresurar a Mü. — esbozó con calidez, procediendo a tomar entre sus manos los registros de los Omegas masculinos de Jamir, pues su discípulo no parecía mostrar interés en algún Beta u Omega femenino, actuando indiferente ante su presencia.
— Serás muy feliz cuando Mü le de un heredero al Santuario. — acotó
Ante lo dicho, el patriarca no pudo evitar sonreír. En verdad los 12 eran sus hijos ante sus ojos, en especial Mü. Aún recordaba cuando lo recibió de Jamir, su discípulo tenía 5 años. Él lo crió, lo entrenó, pero sobre todo, lo educó y lo amó como a su propio hijo.
— Aún tiene tiempo — comentó observando con atención los expedientes de Aspros y Deuteros, los futuros custodios de Géminis — Los gemelos de Aioros todavía tienen 5 años.
— ¿Por qué no lo intentamos? — propuso besando con anhelo el cuello de su Omega tratando de seducirlo pero cuando procedió a tocar lascivamente uno de sus muslos, este se aleja abruptamente, aduciendo que no podía darse el lujo de dejar desprotegido al Santuario. Aquel nuevo enemigo había frustrado sus planes de tener un cachorrito con su alfa.
— Ya lo hemos hablado, Dohko. — acotó con seriedad — No es el momento.
— ¿Cuándo lo será?! — exclamó iracundo
Tener una familia era el mayor deseo del Santo de Libra, pero las obligaciones del Omega eran un constante obstáculo. Shion estaba absorto en sus obligaciones, antes que Omega era el Patriarca, tenía una posición que cuidar. Por mucho que deseara formar una familia con Dohko, nunca parecía ser el momento correcto.
— No podemos bajar la guardia. — explica tratando de mediar la situación pero el alfa no parecía escucharlo. — Es mi deber asegurar el bienestar del Santuario.
— SOBRE ANALIZAS TODO! — acusó el castaño cansado de que su Omega sobre pensara tanto las cosas.
—TU NO ESTÁS EN MI POSICIÓN! — explotó iracundo, Dohko no era un Omega, no tenía nada que demostrar, a él no lo cuestionaban por cada decisión. Los consejeros alfas esperaban su caída, era claro que preferían ser dirigidos por un alfa. Dohko no tenía la misma presión que él.
Ser el primer patriarca Omega Santuario era un gran peso.
— NUESTRO VÍNCULO NUNCA HA SIDO UNA PRIORIDAD PARA TI!
Aquellas palabras hirieron profundamente al Omega. Sin embargo, se mantuvo firme, no podía darse el lujo de quebrarse frente a su alfa, ante todo era el patriarca.
— Mi única prioridad es hallar al traidor. — Sentenció provocando que el alfa abandonara furioso la cámara patriarcal, dando un fuerte portazo.
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Lo había lastimado.
«Eres un idiota...»
Dijo mentalmente dejándose caer con aflicción sobre su escritorio, tirando al suelo varios documentos, entre los cuales estaban los del consejo, pero nada de eso le importaba.
— ¿Por qué no puedes apoyarme?... — cuestionó con pesar al no sentirse comprendido por su alfa.
RODORIO
En el interior de un dormitorio adyacente a la taberna, un joven de medianos cabellos castaños se encontraba manteniendo un candente encuentro con un alfa de tez morena, quien lo aferraba con fuerza contra su cuerpo embistiéndolo con desenfreno.
Esta era su 4 sesión.
— Deathmask — jadeó apoyando sus manos sobre los hombros del alfa, sintiendo más fuerte sus estocadas. Sin embargo, en cada orgasmo el alfa sólo repetía un nombre.
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Afrodita
Al culminar el acto sexual, el Omega intentó regular el ritmo de su respiración. Aquella sesión había sido demasiado intensa pero placentera, aún podía sentir la esencia del alfa abriéndose paso entre sus piernas.
— ¿Quién es Afrodita? No es la primera vez que dices su nombre — cuestionó sin apartar su vista del mayor, quien sólo se limitó a buscar su ropa, la cual yacía esparcida por todo el dormitorio.
— Nadie que te importe. — espetó sentándose en el borde de la cama, dejando al descubierto parte de su desnudez. Concediendo una excitante visión al castaño, quien no pudo evitar deleitarse al posar sus profundos orbes zafiro en la trabajada espalda de aquel ardiente alfa.
— ¿Es el Omega que estaba contigo? — indagó
Para el castaño no había pasado desapercibido el interés de aquel Omega en Deathmask, por esa razón no dudó en rodearlo con sus brazos en aquella ocasión, sabía perfectamente que el alfa no tenía un vínculo. Sin embargo, esto le sirvió para confirmar sus sospechas.
El dolor en los ojos del sueco le confirmó sus sentimientos por el Santo de Cáncer.
— Él está interesado en otro alfa. — aclaró con evidente molestia, a la par que tomaba con brusquedad su pantalón. Sin embargo, para el castaño no había pasado desapercibido aquella celosa actitud.
— Te interesa. — afirmó recibiendo una furibunda mirada del mayor, quien se negaba a aceptar sus verdaderos sentimientos por el Santo de Piscis, aduciendo que sólo se trataba de un compañero de armas. Sin embargo, debía reconocer que lo enervaba la idea de que aceptara a algún alfa. Ignoraba de quién se trataba pero conociendo al Sueco debía ser un alfa de su mismo rango.
«Un caballero dorado.» meditó el mayor
— ¿Debo ponerme celoso? — inquirió el castaño, recibiendo una inquisitiva mirada por parte del canceriano, quien le recuerda que no desea nada serio.
— Conoces nuestro trato, niño. — respondió sonriendo de lado
Tras lo dicho, el castaño sonrió aproximándose sugerente hasta donde se encontraba sentado el alfa, procediendo a besar lascivamente su cuello, descendiendo entre lujuriosas caricias hasta sus hombros, logrando que dejara escapar pequeños suspiros.
— Tu custodias la taberna y yo te ayudo con tus apuestas — esbozó deleitándose de aquel cuerpo que horas atrás le había pertenecido — Esto sólo es una forma de... — meditó recargando su cabeza en el cuello del mayor, al cual abrazaba por la espalda — reforzar nuestros acuerdos.
El Santo de Cáncer no pudo evitar dejar escapar una sonora carcajada. Aquel chico siempre lo sorprendía. Fue un mes atrás que decidió ceder a su proposición de yacer juntos.
❴Flash back❵
La taberna estaba prácticamente vacía, eran altas horas de la noche, por lo que muchos se dirigían a su hogar, a excepción del Santo de Cáncer, quien se encontraba recargado en la parte trasera del almacén, absorto en sus pensamientos. No deseaba volver al Santuario, no cuando el celo del sueco había iniciado, pese a la lejanía entre sus templos, aquel aroma a cobre y cerezas que emanaba el pisciano, amenazaba con despertar su alfa interno, por esa razón solía mantenerse el mayor tiempo posible en Yomotsu, donde no pudiera afectarlo el celo del Omega. Sin embargo, estaba cansado de permanecer en ese lugar, pese a su insistencia, el patriarca no le había asignado ninguna misión, por lo que no tenía permitido ausentarse demasiado tiempo del Santuario. Lo único que deseaba era perder la conciencia al volver al Yomotsu. No comprendía porqué el celo del sueco lo afectaba tanto, por momentos sentía como si este lo llamara.
« Afrodita...»
En momentos como esos el Santo de Cáncer odiaba tener que luchar contra sus instintos, su alfa interno le exigía tomar al Santo de Piscis y marcarlo como su compañero.
Aquella lucha interna era enloquecedor.
— Estás perturbado — acotó el castaño sacándolo de sus pensamientos, había culminado su turno en la taberna, por lo que se dirigía al cuarto que alquilaba, el cual se encontraba al lado del almacén.
— No es nada. — esbozó apagando su cigarrillo, dispuesto a volver al Santuario. Sin embargo, cuando estuvo a punto de adentrarse en aquel oscuro camino, fue detenido por la suave voz del menor.
— Puedes acompañarme. — dijo llamando la atención del alfa, quien lo observa interrogante. — Me refiero a... pasar la noche conmigo.
No era la primera vez que el castaño se le insinuaba, dejando entrever su atracción por el guardián del Yomotsu, pero a juzgar por el semblante del mayor podía asegurar que rechazaría su proposición.
—...Suelo ser directo, lo siento. — Un fuerte rubor se había apoderado de los pómulos del castaño, en verdad se sentía avergonzado ante la mirada del alfa.
El Santo de Cáncer pareció notarlo, por lo que procedió a relajar su postura.
— Ser directo no es malo. — aclaró recuperando aquel porte burlesco y despreocupado que tanto lo caracterizaba.
Ante lo dicho, el castaño no pudo evitar esbozar una sonrisa cínica, acordando aquella distancia que mantenía con el alfa, quedando a escasos centímetros de su rostro para poder liberar sus feromonas, aquel seductor aroma a sándalo provocaba que el alfa sucumbiera ante el cuello del Omega, inhalando con deseo aquella zona donde provenía con mayor intensidad aquella embriagante esencia. Si bien no era enloquecedor como el del sueco, era lo suficientemente atrayente para alejarlo de sus pensamientos, y quizás eso era lo que necesitaba.
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Dejar de pensar en Afrodita.
Sin dudarlo, procedió a sujetar con rudeza la cadera del castaño acercándolo a su cuerpo.
— ¿Qué esperas de mí, niño? ¿Acaso no mides las consecuencias? — cuestionó con voz ronca cerca de su oído, provocándole un fuerte jadeo.
— Pasa esta noche conmigo. — confesó sellando los labios del alfa en un demandante beso, uno que el mayor no dudó en corresponder, entrelazando su lengua contra la del castaño, a quien sujetaba con fuerza, frotándose contra su cuerpo. Aquellas fricciones entre ambos habían logrado despertar en el alfa el deseo de tomarlo. Sin embargo, antes debía aclarar un punto importante.
— No busco algo serio, niño. — dijo con seriedad.
— ¿Quién dijo que busco un alfa? — esbozó una sonrisa maliciosa, para posteriormente ser acorralado contra uno de los muros.
Desde aquel día ambos tuvieron encuentros pasionales en la recámara del Omega. Por esa razón, el castaño se sentía cómodo al tocarlo, si bien al de Cáncer no le gustaban las muestras de afecto, se había acostumbrado al contacto del Omega, por esa razón no se sobresaltó cuando lo abrazó frente al sueco, quien se mostraba incómodo, seguramente por el descaro del Omega y la falta de reacción del de Cáncer. Sin embargo, había un hecho que el sueco ignoraba, esto era la incomodidad del alfa, aunque no lo demostraba, no es que lo molestara que el castaño lo rodeara entre sus brazos o liberara sus feromonas, no era algo nuevo, lo que lo hizo sentirse incómodo fue que lo hiciera frente al guardián de la doceava casa. Cuando pretendía apartarlo fue interrumpido por su pregunta, sobre sí Afrodita era su Omega. Al oír aquello negó rápidamente, aduciendo que no había nada entre ambos, sólo eran amigos. Sin embargo, el alfa no podía evitar sentirse incómodo por la mirada de Afrodita ante los coqueteos de Glen, por esa razón en un impulso no pudo evitar seguirlo. Algo dentro de él no quería dejarlo ir pero fue detenido por el castaño, quien aducía que su compañero no quería estar en ese lugar.
"Es claro que no le agradaban las tabernas"
Toda aquella tarde el Santo de Cáncer estuvo intranquilo, tenía la sensación que debía buscar su a compañero, pero qué se supone que haría?, ¿Decirle que malinterpretó la escena con Glen? Afrodita no era su Omega, de hecho ni siquiera consideraba que fuera su tipo de alfa, no eran nada más que amigos. Aquella atracción que sentía por el sueco era sólo eso.
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Atracción.
No arruinaría su amistad con Afrodita por sus deseos de alfa. Lo que sentía no era más que lujuria o al menos eso pensaba el guardián del Yomotsu, quizás aún no se daba cuenta de qué forma veía al sueco.
— Debo irme. — sentenció colocándose sus prendas, provocando que el castaño se separara de su torso, no sin antes aspirar las feromonas de su cuello. Le encantaba aquel olor a ceniza y roble que desprendía el alfa.
A medida que se vestía, el canceriano no pudo evitar dirigir sus penetrantes orbes hacia el Omega, el cual se encontraba observando de forma hipnótica las almas que lo rodeaban.
En verdad lo intrigaba.
Por lo que sabía, el castaño provenía de Hallen, un pueblo dedicado a la magia negra, en especial la nigromancia. De hecho, Hallen y Henares eran aldeas hermanas. En aquel pueblo se decía que la habilidad de ver las almas de los muertos era una regalo de Hécate, Diosa de la magia y la hechicería, Reina de los fantasmas y los espíritus, Protectora de los cruces de caminos, y una de las tres diosas lunares.
"Fuí elegido por Hécate"
El castaño le había comentado que escapó cuando atacaron su pueblo, era muy joven cuando partió de Hallen pero mantenía sus tradiciones y culto a su diosa. Fue durante ese trayecto que fue herido en el vientre, lo que le provocó problemas de fertilidad.
Nunca podría concebir.
Desde aquel día cayó sobre el castaño el estigma de "Omega defectuoso", esto sumado a su habilidad para ver las almas, hacía que no pudiera permanecer demasiado tiempo en un sólo lugar. Así fue como llegó a Rodorio. Como un "Omega defectuoso" era consciente que ningún alfa lo elegiría como su compañero, por lo que era visto como un "Omega de turno", por esa razón tuvo que aprender a defenderse por sí mismo. Si bien su apariencia era la de un joven grácil y delicado, su verdadero ser era todo lo contrario, era cínico, astuto pero sobre todo manipulador cuando se trataba de sobrevivir.
«No somos tan diferentes, niño» pensó Deathmask
Por momentos el alfa no pudo evitar centrar sus profundos orbes en el vientre del Omega, el cual albergaba una profunda cicatriz. Una que al Santo de Cáncer no le parecía normal. Sin embargo, por mucho que lo había intentado, el castaño nunca le permitió examinarlo a detalle, aduciendo que era un asunto doloroso para él.
— Es desagradable, ¿no? — preguntó percatándose de la mirada del alfa sobre su cicatriz, por lo que procedió a cubrirse
El rostro del Omega había adquirido un semblante melancólico. Uno que no pasó desapercibido para el guardián del Yomotsu.
— Soy un Omega defectuoso. — acotó forzando una sonrisa — Tiene ventajas... No tienes que preocuparte por fecundarme. — Pese a que el rostro del castaño mostraba una gran sonrisa, amargas lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, provocando que ocultara su rostro entre sus piernas, detestaba mostrarse de esa manera, en especial frente al alfa, a quien esperaba que abandonara la habitación. Sin embargo, este únicamente se limitó a despeinar su cabello, aduciendo que no lo ve como un "Omega defectuoso". Uno perverso, quizás.
Ante lo dicho, el castaño no pudo evitar reprimir una risa, en verdad el Santo de Cáncer era un alfa muy inusual y no lo decía únicamente por las almas que lo rodeaban.
— Nos vemos, niño bonito. — se despidió abandonando aquel recinto, siendo seguido por la profunda mirada del castaño, quien cada día se sentía más atraído por el guardián del Yomotsu.
Entre los riscos que rodean los 12 templos, el Santo de Libra se encontraba absorto en sus pensamientos, a juzgar por su expresión era claro que se sentía dolido, no comprendido. Deseaba tener una familia con su Omega. Ya habían esperado demasiado tiempo, pero siempre había un inconveniente. Le dolía pensar que no era una prioridad para Shion. Si bien, él ya había criado a Shiryu y a Shunrei en los 12 picos, quería su propia familia con su Omega, pero quizás esta nunca llegaría.
— ¡Maldición! — exclamó iracundo, propinando un fuerte golpe a un muro de roca hasta desmoronarse.
— ¿Maestro Dohko?
Una conocida voz se hizo presente, atrayendo la atención del mayor, frente a él se encontraba el guardián del primer templo observándolo preocupado.
— ¿Se encuentra bien? — preguntó posando su vista en aquel montículo de roca, era evidente que había discutido con su maestro.
— No es nada, Mu — acotó desviando su mirada, lo último que deseaba era inmiscuirlo en sus problemas de pareja. — Tu maestro te debe estar esperando. Ibas a verlo, ¿no?
El ariano asintió pero en lugar de retirarse procedió a levitar aquel montículo, intentando regresarlo a su posición. Quizás no era tan cercano al Santo de Libra como lo era con su maestro pero era consciente de lo importante que era el alfa para el patriarca, por lo que no podía pasar por alto el estado ofuscado en el que el mayor se encontraba.
— Mi maestro tiene muchas preocupaciones. — dijo tratando de mantener aquel temple que tanto lo caracterizaba, recibiendo por su parte un sonoro bufido del Santo de Libra.
— Shion es demasiado necio. — suspiró exasperado
— Usted no se queda atrás. — acotó con una divertida sonrisa
Aquello logró aplacar un poco la frustración del mayor, quien últimamente dudaba del rumbo que estaba tomando su relación con su Omega. Cada día Shion estaba más absorto en sus labores, eran pocas las ocasiones en las que podían estar juntos o intimar. Aún como su mano derecha en el Santuario, sentía que no era una propiedad para el Omega. Entendía su posición como patriarca, pese a ser su alfa y segundo al mando no se sentía inferior a él, tampoco lo incomodaba que su Omega gozara de un mayor rango, eso no lo hacía menos alfa o menos poderoso que Shion. Él se enamoró del peliverde por su fortaleza e inteligencia, su firmeza en sus decisiones, pero odiaba estar siempre en segundo plano, no se sentía importante para su Omega.
— ¿Cómo confesaron sus sentimientos? — preguntó intrigado el ariano, provocando que el alfa arqueara una ceja desconcertado, ciertamente no esperaba esa pregunta. Sin embargo, ante la sonrisa sincera del menor, no tuvo otra opción que responder.
—...Yo no sabía cómo decírselo — colocó su mano en el cuello a modo de nervios — fue al culminar la Guerra Santa cuando decidí que no quería alejarme de él — cerró los ojos rememorando aquel día — cuando Shion despertó comenzó a decir que le gustaría pasar el resto de su vida a mi lado.
Un fuerte rubor se había apoderado de los pómulos del mayor, quien esbozaba una tenue sonrisa al recordar aquel hecho.
— Y de la nada Dohko preguntó si eso era una propuesta para vincularnos. — agregó una tercera voz descendiendo entre las escaleras, se trataba del patriarca — le dije que sí.
Al recabar en su presencia, el ariano hizo una reverencia ante su maestro. Sin embargo, este parecía más atento al Santo de Libra, con quien se observaba con afecto, al parecer habían dejado atrás su disputa con aquella declaración, por lo que el guardián del primer templo procedió a dejarlos a solas, después de todo ambos lucían más tranquilos y ruborizados. Por lo visto, tras su altercado el patriarca había decidido buscar al Santo de Libra pero no esperaba verlo con su discípulo, se conmovió ante las palabras de su alfa. Sobre todo ante aquellos recuerdos, cuando aún eran los Santos de Aries y Libra.
— ¿Recuerdas nuestro primer beso? — preguntó el patriarca posicionándose al lado de su alfa, quien asiente ruborizado.
— Fue asombroso — dijo enternecido, rememorando como el ariano había tomado la iniciativa besándolo en el campo de batalla — realmente me tomó por sorpresa.
— Todavía no sé de dónde saqué el valor para hacerlo — acotó cubriendo su prominente sonrojo
— Bueno, siempre eres así en tus ideas — confesó con burla — si algo entra en tu cabeza, nada te lo quita.
— Me estás llamando terco? — cuestionó elevando una ceja
— Por mi integridad física prefiero no responder la pregunta — Sonrío divertido, relajando al Omega, quien no pudo evitar reprimir una risa, para posteriormente centrar su vista en el alfa, mirándose por largo tiempo.
— ¿Qué nos está pasando? — preguntó con melancolía
— ...Crecimos. — indicó el alfa, observándolo con tristeza.
No podía negar que amaba a su Omega, quien durante tanto tiempo había sido su mejor amigo, hermano amante. No quería perderlo, sólo hubo una ocasión donde tuvo miedo y celos de perder su afecto.
Por años creyó sentir únicamente amistad por el Omega, al menos hasta que lo vio interesado en Albafica de Piscis, un alfa cuya sangre era letal. En un inició Dohko pensaba que se trataba de un Omega por su belleza, pero era un alfa. Un poderoso alfa según Manigoldo. Shion siempre trataba de estar cerca de él, esto enfadaba a Dohko, quien no podía evitar sentir aprensión hacia el Santo de Piscis, quien constantemente rechazaba los acercamientos de Shion, sus intentos por entablar una amistad o quizás algo más. Lo que Dohko ignoraba es que el lemuriano tenía otras razones para intentar acercarse a Albafica, una era la soledad del alfa, pero la más importante era que el Santo de Cáncer lo amaba, deseaba tener una relación alfa-alfa. Si bien aquella relación estaba prohibida, Shion podía ver auténtico amor en los ojos de ambos alfas. Cuya relación era imposible, no sólo por el Santuario, sino por la sangre envenenada de Albafica. El lemuriano nunca reveló su relación, en especial cuando Manigoldo y Albafica murieron en la guerra santa. Albafica nunca encontró una cura para su veneno pero eso no impidió que amara a Manigoldo. Constantemente yacía con el alfa en el Yomotsu. En aquel lugar entre los límites de la vida y la muerte consumaron su amor. Las palabras de Shion le dieron el valor a Albafica de aceptar sus sentimientos por Manigoldo, quizás no era lo correcto, quizás iba en contra de lo estipulado por su maestro, pero no toleraba ver aquella tristeza en ambos en guerreros, en especial en Albafica, cuya vida era solitaria.
"El que tema a la muerte, que no nazca"
Las palabras de Manigoldo lo habían hecho reflexionar, al Santo de Cáncer no le importaba enfrentar al Santuario por Albafica. Reconocía que le dolería perder el amor del maestro Sage pero le era más doloroso imaginarse con otra persona. Manigoldo pretendía enfrentar al Santuario, aquel coraje sólo pudo ser detenido por la Guerra Santa.
En la actualidad Shion nunca cambió la norma, ignoraba si entre sus filas alguno tenía la misma historia que sus compañeros, pero debían tener el mismo valor que Manigoldo. Sólo al que lucha, a un auténtico guerrero, al que se atreviera a hacerle frente al Santuario, en especial a él, se le permitiría abolir esa norma. Aquel que demostrara la valía de sus sentimientos.
"El que tema a la muerte, que no nazca"
Nunca olvidó esas palabras.
Desde sus pláticas con Albafica, el pisciano lo trataba mejor, le permitía pasar las tardes con él en el templo de Piscis, lo cual enfadaba al Santo de Libra, ver aquel afecto de Albafica a Shion lo enervaba. Sin embargo, debía aceptar que quizás Albafica hubiera sido un alfa más acorde para Shion, después de todo el lemuriano lo amaba y este parecía corresponder a su afecto. Por momentos Dohko no podía evitar preguntarse si el ariano unió su vida a él por amor o por llenar aquel vacío que le dejó la muerte de Albafica.
— Quizás debiste unir tu vida a Albafica. — esbozó el alfa provocando que el sumo pontífice lo observara con sorpresa. —...A veces pienso que me escogiste por descarte.
Eso le dolió a Shion, quien no podía decirle el secreto que albergaba. No podía romper su juramento hacía el Santo de Cáncer.
— Nunca tuve nada con Albafica. — aclaró
—... Pero tampoco fue solamente un amigo.
El Santo de Libra no dudaba que Albafica cediera sin queja a los mandatos de Shion. Tenía un gran sentido del deber, por lo que no lo afectaría no ser una prioridad en su vida, o quizás sólo era él a quien Shion no podía ver como una prioridad. El alfa recordaba el dolor en los ojos de Shion ante la muerte de Albafica, el Omega lloró desconsolado sobre su armadura. Vengó su muerte, pero nunca superó su partida. Hasta la fecha, el lemuriano visitaba las tumbas de sus compañeros de armas, en especial la de Manigoldo y Albafica, cuyas tumbas yacían una al lado del otro.
— Tu lo querías, Shion. — confesó con tristeza
— ¿Siempre será un fantasma entre nosotros? — preguntó con dolor
Continuará...
