PARTE II
Capítulo 8
El Recuerdo, la Cámara y el Olvido
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Se hallaba en el extremo de una sala muy grande, apenas iluminada. Altísimas columnas de piedra talladas con serpientes enlazadas se elevaban para sostener un techo que se perdía en la oscuridad, proyectando largas sombras negras sobre la extraña penumbra verdosa que reinaba en la estancia. Con el corazón latiéndole muy rápido, Harry escuchó aquel silencio de ultratumba. ¿Estaría el basilisco acechando en algún rincón oscuro, detrás de una columna? ¿Y dónde estaría Ginny?
Sacó su varita y avanzó por entre las columnas decoradas con serpientes. Sus pasos resonaban en los muros sombríos. Iba con los ojos entornados, dispuesto a cerrarlos completamente al menor indicio de movimiento. Le parecía que las serpientes de piedra lo vigilaban desde las cuencas vacías de sus ojos. Más de una vez, el corazón le dio un vuelco al creer que alguna se movía. Al llegar al último par de columnas, vio una estatua, tan alta como la misma cámara, que surgía imponente, adosada al muro del fondo. Harry tuvo que echar atrás la cabeza para poder ver el rostro gigantesco que la coronaba: era un rostro antiguo y simiesco, con una barba larga y fina que le llegaba casi hasta el final de la amplia túnica de mago, donde unos enormes pies de color gris se asentaban sobre el liso suelo. Y entre los pies, boca abajo, vio una pequeña figura con túnica negra y el cabello de un rojo encendido.
—¡Ginny! —susurró Harry, corriendo hacia ella e hincándose de rodillas—.¡Ginny! ¡No estés muerta! ¡Por favor, no estés muerta!
Dejó la varita a un lado, cogió a Ginny por los hombros y le dio la vuelta. Tenía la cara tan blanca y fría como el mármol, aunque los ojos estaban cerrados, así que no estaba petrificada. Pero entonces...
—Gin-Gin, por favor, despierta —susurró Harry desesperado, su pulso no se sentía casi, Harry la sacudió. La cabeza de Ginny se movió, inanimada, de un lado a otro.
—No despertará —dijo una voz suave. Harry se enderezó de un salto. Un muchacho alto, de pelo negro, estaba apoyado contra la columna más cercana, mirándole. Tenía los contornos borrosos, como Harry si lo estuviera mirando a través de un cristal empañado. Pero no había dudas sobre quién era, era idéntico que en los anuarios.
—Tom Ryddle —dijo Harry convencido con las manos en puños—. ¿Qué le hiciste?
—Todavía está viva —contestó Ryddle—, pero por muy poco tiempo.
Harry lo miró detenidamente.
—¿Cómo es que estás aquí? Estuviste en Hogwarts hace cincuenta años.
—Soy un recuerdo —respondió Ryddle tranquilamente—. Guardado en un diario.
Ryddle señaló hacia los gigantescos dedos de los pies de la estatua. Allí se encontraba, abierto, el pequeño diario negro que Harry había visto a su hermano.
—He esperado este momento durante mucho tiempo, Linfred Potter —dijo Ryddle—. Quería verte. Y hablarte.
Harry no pasó por alto el hecho de que lo había llamado Linfred, pero decidió no decir nada al respecto.
—Sobre ella... Bueno, ésa es una cuestión interesante —dijo Ryddle, con agrado—. Es una larga historia. Supongo que el verdadero motivo por el que Ginny está así es que le abrió el corazón y le reveló todos sus secretos a un extraño invisible.
—¿De qué hablas? —dijo Harry realmente confundido.
—Del diario —respondió Ryddle—. De mi diario. La pequeña Ginny estuvo escribiendo en él durante muchos meses, contándome todas sus penas y congojas: que sus hermanos se burlaban de ella, que tenía que venir al colegio con túnica y libros de segunda mano...
Mientras hablaba, Ryddle mantenía los ojos fijos en Harry. Había en ellos una mirada casi ávida.
Ginny jamás le había dicho eso a Harry, de repente se sintió mal, ¿Es que acaso no era de suficiente confianza para ella como para que se sintiera con la libertad de contarle acerca de todas esas inseguridades?
—Es una lata tener que oír las tonterías de una niña de once años —siguió—. Pero me armé de paciencia. Le contesté por escrito. Fui comprensivo, fui bondadoso. Sobre todo cuando me enteré que ella era perteneciente a una familia de los Sagrados 28... Ya te imaginarás mi sorpresa al saber que ella era la primera mujer en 7 generaciones Weasley y que además era la séptima niña, supongo Linfred que entiendes el gran potencial mágico que tiene esa niña... Y Ginny, simplemente, me adoraba.
Ryddle se rió con una risa potente y fría que parecía ajena. A Harry se le erizaron los pelos de la nuca.
—Si es necesario que yo lo diga, Linfred, la verdad es que siempre he fascinado a la gente que me ha convenido. Era precisamente su alma lo que yo quería, toda la fuerza... toda la magia acumulada. Me hice cada vez más fuerte alimentándome de sus temores y de sus profundos secretos. Me hice más poderoso, mucho más que la pequeña señorita Weasley. Lo bastante poderoso para empezar a alimentar a la señorita Weasley con algunos de mis propios secretos, para empezar a darle un poco de mi alma...
—¿Qué quieres decir? —preguntó Harry, con la boca completamente seca.
—¿Todavía no lo adivinas, Linfred Potter? —dijo sin inmutarse Ryddle—. Ginny Weasley abrió la Cámara de los Secretos. Ella retorció el pescuezo a los gallos del colegio.
—No —susurró Harry.
—Sí —dijo Ryddle con calma—. Por supuesto, al principio ella no sabía lo que hacia. Fue muy divertido. Me gustaría que hubieras podido ver las anotaciones que escribía en el diario... Se volvieron mucho más interesantes... Querido Tom —recitó, contemplando la horrorizada cara de Harry—, creo que estoy perdiendo la memoria. He encontrado plumas de gallo en mi túnica y no sé por qué están ahí... y había sangre enterrada en mis uñas.
Ryddle herbía en gusto en sus ojos, a Harry le dió pánico.
—Todo iba perfecto con ella... hasta que comenzó a escribir acerca de tu hermano... Ese mocoso fue el que terminó de alejarla del diario... lo último que me escribió fue: Oh Tom, creo que ya no necesito escribir en el diario, Harry me ha mostrado que realmente no estoy tan sola y él me agrada, bueno él y Hermione... con ellos no me siento sola. Después de eso pasó un tiempo hasta que alguien nuevo abrió el diario... la pequeña y tonta Sangre mestiza de Susan Bones... Debiste leerla: Nadie me ha comprendido nunca como tú, Tom... Estoy tan contenta de poder confiar en este diario... Es como tener un amigo que se puede llevaren el bolsillo... La tonta y pequeña Susan echó la serpiente de Slytherin contra los cuatro sangre sucia y el gato del squib. Con ella fue más sencillo, tenía mucha menos voluntad y fuerza que Ginny, y muchos más miedos e inseguridades, sus notas eran tan divertidas...
Querido Tom, no recuerdo lo que hice la noche de Halloween, pero han atacado a un gato y yo tengo manchas de pintura en la túnica. Querido Tom, Luna me sigue diciendo que estoy pálida y que no parezco yo. Hoy ha habido otro ataque y no sé dónde me encontraba en aquel momento. ¿Qué voy a hacer, Tom? Creo que me estoy volviendo loca. ¡Me parece que soy yo la que ataca a todo el mundo, Tom!
Harry tenía los puños apretados y se clavaba las uñas en las palmas.
—Y entonces de alguna forma que no comprendo... lo encontraste tú... y nada podría haberme hecho tan feliz. De todos los que podrían haberlo cogido, fuiste tú, la persona a la que yo tenía más ganas de conocer...
Harry tuvo que recordarse que él creía que era Linfred, lo mejor era mantenerlo así, aun así se fijó en el hecho de que aparentemente a Ryddle no le importaba que él fuese pelinegro y su hermano mellizo pelirrojo, o tal vez la tinta negra hacía que fuese como esas películas Muggles... y hacía que todo se viera en blanco y negro, fuese como fuese, Harry dejó eso de lado, no era importante justo ahora.
—¿Y por qué querías conocerme? —preguntó Harry tanteando terreno, necesitaba saber...
—Bueno, verás, Ginny no hablaba mucho de tí, no al menos como hablaba de tu hermano... pero Susan me lo contó todo sobre ti y tu hermano —dijo Ryddle—. Toda la fascinante historia.
Sus ojos vagaron por la cicatriz en forma de rayo que Harry tenía en la frente, y su expresión se volvió más ávida.
—Quería averiguar más sobre ustedes, hablar con ustedes, conocerlos si era posible, así que decidí mostrarte mi famosa captura de ese zopenco, Hagrid, para ganarme tu confianza. Me había llevado cinco años averiguarlo todo sobre la Cámara de los Secretos y descubrir la entrada oculta... Sólo el profesor de Transformaciones, Dumbledore, creía en la inocencia de Hagrid. A Dumbledore nunca le gusté tanto como a los otros profesores... Me di cuenta de que no sería prudente volver a abrir la cámara mientras siguiera estudiando en el colegio. Pero no iba a desperdiciar todos los años que había pasado buscándola. Decidí dejar un diario, conservándome en sus páginas con mis dieciséis años de entonces, para que algún día, con un poco de suerte, sirviese de guía para que otro siguiera mis pasos y completara la noble tarea de Salazar Slytherin.
—Bueno, pues no la has completado —dijo Harry en tono triunfante—. Nadie ha muerto esta vez, ni siquiera el gato. Dentro de unas pocas horas la pócima de mandrágora estará lista y todos los petrificados volverán a la normalidad.
—¿No te he dicho todavía —dijo Ryddle con suavidad— que ya no me preocupa matar a los sangre sucia? Desde hace meses mi nuevo objetivo has sido tú. Imagina mi disgusto cuando alguien volvió a abrir mi diario, y ya no eras tú quien me escribía, sino Susan.
El enojo brilló en los ojos de Tom por un momento.
—Ella te vio con el diario y se puso muy nerviosa. ¿Y si averiguabas cómo funcionaba, y el diario le contaba todos sus secretos? ¿Y si, lo que aún era peor, te decía quién había petrificado a todos? Así que esa mocosa esperó a que tu dormitorio quedara vacío y te lo robó. Debo admitir que fue muy inteligente... esa niña voló en escoba hasta la ventana de tu dormitorio, y así como entró salió, aparentemente vio a tu hermano hacer algo similar y eso le dio la idea. Pero yo ya sabía lo que tenía que hacer. Era evidente que tú ibas detrás del heredero de Slytherin. Susan era fácil, pero necesitaba un alma más fuerte, necesitaba a Ginny... así que utilicé a Luna Lovegood para traer a Ginny hacia mí, solo que la estúpida siguió a Susan, tuve que aturdirla y olvidarla con varita de Susan y bueno, cuando abandoné a Susan, ella se desmalló, debo decir que eso nunca le pasó a Ginny Weasley, pero esta vez estaba listo para ella... Susan la había traído a la cámara, aquí es donde siempre fui más fuerte.
»Ginny luchó y gritó y se puso muy pesada... Pero Susy me obedecía totalmente... Había obtenido la cantidad de vida necesaria de esas dos mocosas para que yo pudiera salir al fin de las páginas. He estado esperándote desde que llegamos. Sabía que vendrías... Tengo muchas preguntas que hacerte, Linfred Potter.
—Yo también ya que lo mencionas —dijo Harry aprovechando la oportunidad.
—¿A sí? ¿Qué pregunta tienes Linfred?
—¿Todo lo ves en blanco y negro? Porque digo si tu recuerdo es así...
—Lo hacía, hasta ahora que por fin he salido de las páginas de este diario, ahora empiezo a ver todo en color, mi vitalidad regresa. Ahora Linfred —dijo Ryddle, sonriendo—, ¿Cómo es que un bebé sin un talento mágico extraordinario derrota al mago más grande de todos los tiempos? ¿Cómo escapaste sin más daño que una cicatriz, mientras que lord Voldemort perdió sus poderes?
—¿Desde cuando te llamas así a ti mismo? Hay que ser muy egocéntrico para hablar de uno mismo en tercera persona.
—Es un nombre que yo ya usaba en Hogwarts, aunque sólo entre mis amigos más íntimos, claro. ¿Crees que iba a usar siempre mi sucio nombre muggle? ¿Yo, que soy descendiente del mismísimo Salazar Slytherin, por parte de madre? ¿Conservar yo el nombre de un vulgar muggle que me abandonó antes de que yo naciera, sólo porque se enteró de que su mujer era bruja? No, Linfred. Me di un nuevo nombre, un nombre que sabía que un día temerían pronunciar todos los magos, ¡cuando yo llegara a ser el hechicero más grande del mundo!
—No lo eres —dijo. Su voz aparentemente calmada estaba llena de odio.
—¿No soy qué? —preguntó Ryddle bruscamente.
—No eres el hechicero más grande del mundo —dijo Harry, con la respiración agitada—. Y estás lejos de ser el más poderoso... tu podrás ser descendiente de Slytherin, pero hay magia mucho más antigua y poderosa.
—No hay ser humano en la tierra con tal poder.
—Yo no estaría tan seguro —dijo Harry disfrutando ver el rostro de Riddle con un leve rastro de confusión—. Hay una persona, más poderosa que tú con el poder de los primeros magos y brujas, poderes que solo poseían Merlín y Morgana.
—¿Quién sería esa persona?
—Estás más mal de lo que creía si crees que voy a decírtelo.
—Entonces no existe niño.
—No estaría tan seguro... después de todo... hasta donde sé, si hay algo que nunca has podido tocar es Eilen.
—Esa magia se extinguió hace mucho tiempo, se perdió la línea mágica.
—Creo que entonces te faltó hacer la tarea Riddle.
Riddle abrió la boca, pero no dijo nada. Llegaba música de algún lugar. Ryddle se volvió para comprobar que en la cámara no había nadie más. Pero aquella música sonaba cada vez más y más fuerte. Era inquietante, estremecedora, sobrenatural. A Harry le puso los pelos de punta y le pareció que el corazón iba a salírsele del pecho. Luego, cuando la música alcanzó tal fuerza que Harry la sentía vibrar en su interior, surgieron llamas de la columna más cercana a él. Apareció de repente un pájaro carmesí del tamaño de un cisne, que entonaba hacia el techo abovedado su rara música. Tenía una cola dorada y brillante, tan larga como la de un pavo real, y brillantes garras doradas, con las que sujetaba un fardo de harapos.
El pájaro se encaminó derecho a Harry, dejó caer el fardo a sus pies y se le posó en el hombro. Cuando plegó las grandes alas, Harry levantó la mirada y vio que tenía un pico dorado afilado y los ojos redondos y brillantes. El pájaro dejó de cantar y acercó su cuerpo cálido a la mejilla de Harry, sin dejar de mirar fijamente a Ryddle.
—¿Fawkes? —musitó Harry, sintiendo la suave presión de las garras doradas.
—Linda mascota Potter... pero nosotros estábamos tratando asuntos más importantes... —dijo Ryddle, sonriendo todavía con ganas—. En dos ocasiones, en tu pasado, en mi futuro, nos hemos encontrado. Han sido dos ocasiones en que no he logrado matarte. ¿Cómo sobreviviste? Cuéntamelo todo. Cuanto más hables —añadió con voz suave—, más tardarás en morir.
Harry pensó deprisa, sopesando sus posibilidades. Ryddle tenía la varita; él tenía a Fawkes y el Sombrero Seleccionador, que no resultarían de gran utilidad en un duelo. No prometían mucho, la verdad. Pero cuanto más tiempo permaneciera Ryddle allí, menos vida le quedaría a Ginny...
Harry percibió algo de pronto: en el tiempo que llevaban en la cámara, los contornos de la imagen de Ryddle se habían vuelto más claros, más corpóreos. Si Ryddle y él tenían que luchar, mejor que fuera pronto.
—Nadie sabe por qué perdiste tus poderes al atacarme —dijo bruscamente Harry—. Yo tampoco. Pero sé por qué no pudiste matarme: porque Daisy murió para salvarme. Una vulgar hija de muggles —añadió, temblando de rabia—; ella evitó que nos mataras. Y yo te he visto de verdad, te vi el año pasado. Eres una ruina. Apenas estás vivo. A esto te ha llevado todo tu poder. Te ocultas. ¡Eres horrible, inmundo!
Ryddle tenía el rostro contorsionado. Forzó una horrible sonrisa.
—O sea que alguien pagó tu sangre con la suya. Sí, ése es un potente contra hechizo. Tenía curiosidad, ¿sabes? Porque existe una extraña afinidad entre nosotros, Linfred Potter. Incluso tú lo habrás notado. Los dos somos de sangre mezclada. Tal vez somos los dos únicos hablantes de pársel que ha habido en Hogwarts después de Slytherin. Incluso nos parecemos físicamente... Pero, después de todo, sólo fue suerte lo que te salvó de mí. Eso es lo que quería saber.
Harry permaneció quieto, tenso, aguardando que Ryddle levantara su varita. Pero Ryddle se limitaba a exagerar más su sonrisa contrahecha.
—Ahora, Linfred, voy a darte una pequeña lección. Enfrentemos los poderes de lord Voldemort, heredero de Salazar Slytherin, contra el famoso Linfed Potter.
Harry, notando que el miedo se le extendía por las entumecidas piernas, vio que Ryddle se detenía entre las altas columnas y dirigía la mirada al rostro de Slytherin, que se elevaba sobre él en la oscuridad. Ryddle abrió la boca y silbó... pero Harry comprendió lo que decía.
—Háblame, Slytherin, el más grande de los Cuatro de Hogwarts.
Harry se volvió hacia la estatua. Fawkes se balanceaba sobre su hombro. El gigantesco rostro de piedra de la estatua de Slytherin se movió y Harry vio, horrorizado, que abría la boca, más y más, hasta convertirla en un gran agujero. Algo se movía dentro de la boca de la estatua. Algo que salía de su interior. Harry retrocedió hasta dar de espaldas contra la pared de la cámara y cerró fuertemente los ojos. Sintió que el ala de Fawkes le rozaba el rostro al emprender el vuelo.
Harry quiso gritar: «¡No me dejes!»
Una gran mole golpeó contra el suelo de piedra de la cámara, y Harry notó que toda la estancia temblaba. Sabía lo que estaba ocurriendo, podía sentirlo, podía ver sin abrirlos ojos la gran serpiente desenroscándose de la boca de Slytherin. Entonces oyó una voz silbante.
—Mátalo.
El basilisco se movía hacia Harry, éste podía oír su pesado cuerpo deslizándose lentamente por el polvoriento suelo. Con los ojos cerrados, Harry comenzó a moverse a ciegas hacia un lado, palpando con las manos el camino. Ryddle reía...Harry tropezó. Cayó contra la piedra y notó el sabor de la sangre. La serpiente se encontraba a un metro escaso de él, y Harry la oía acercarse. De repente oyó un ruido fuerte, como un estallido, justo encima de él, y algo pesado lo golpeó con tanta fuerza que lo tiró contra el muro. Esperando que la serpiente le hincara los colmillos, oyó más silbidos enloquecidos y algo que azotaba las columnas. No pudo evitarlo.
Abrió los ojos lo suficiente para vislumbrar qué sucedía. La serpiente, de un verde brillante y gruesa como el tronco de un roble, se había alzado en el aire y su gran cabeza roma zigzagueaba como borracha entre las columnas. Temblando, Harry se preparó a cerrar los ojos en cuanto el monstruo hiciera ademán devolverse, y entonces vio qué era lo que había enloquecido a la serpiente. Fawkes planeaba alrededor de su cabeza, y el basilisco le lanzaba furiosos mordiscos con sus colmillos largos y afilados como sables. Entonces Fawkes descendió. Su largo pico de oro se hundió en la carne del monstruo y un chorro de sangre negruzca salpicó el suelo. La cola de la serpiente golpeaba muy cerca de Harry, y antes de que pudiera cerrar los párpados, el basilisco se volvió. Harry miró de frente a su cabeza y se dio cuenta de que el fénix lo había picado en los ojos, aquellos grandes y prominentes ojos amarillos. La sangre resbalaba hasta el suelo y la serpiente escupía agonizando.
—¡No! —oyó Harry gritar a Ryddle—. ¡Deja al pájaro! ¡Deja al pájaro! ¡El chico está detrás de ti! ¡Puedes olerlo! ¡Mátalo!
La serpiente ciega se balanceaba desorientada, herida de muerte. Fawkes describía círculos alrededor de su cabeza, silbando su inquietante canción, picando aquí y allá en el morro lleno de escamas del basilisco, mientras brotaba la sangre de sus ojos heridos.
La cola de la serpiente volvió a golpear contra el suelo. Harry se agachó. Un objeto blando le golpeó en la cara. El basilisco había lanzado en su furia el Sombrero Seleccionador sobre Harry, y éste lo cogió. Era cuanto le quedaba, su última oportunidad. Se lo caló en la cabeza y se echó al suelo antes de que la serpiente sacudiera la cola de nuevo.
—Ayúdame..., ayúdame... —pensó Harry, apretando los ojos bajo el sombrero—, ¡ayúdame, por favor!
No hubo una voz que le respondiera. En su lugar, el sombrero encogió, como si una mano invisible lo estrujara. Algo muy duro y pesado golpeó a Harry en lo alto de la cabeza, dejándolo casi sin sentido. Viendo todavía parpadear estrellas en los ojos, cogió el sombrero para quitárselo y notó que debajo había algo largo y duro. Se trataba de una espada plateada y brillante, con la empuñadura llena de fulgurantes rubíes del tamaño de huevos.
—¡Mata al chico! ¡Deja al pájaro! ¡El chico está detrás de ti! Olfatea... ¡Huélelo!
Harry empuñó la espada, dispuesto a defenderse. El basilisco bajó la cabeza, retorció el cuerpo, golpeando contra las columnas, y se volvió para enfrentarse a Harry. Pudo verle las cuencas de los ojos llenas de sangre, y la boca que se abría. Una boca lo bastante grande para tragarlo entero, bordeada de colmillos tan largos como su espada, delgados, brillantes, venenosos...La bestia arremetió a ciegas. Harry, al esquivarla, dio contra la pared de la cámara. El monstruo arremetió de nuevo, y su lengua bífida azotó un costado de Harry. Entonces levantó la espada con ambas manos. El basilisco atacó de nuevo, pero esta vez fue directo a Harry, que hincó la espada con todas sus fuerzas, hundiéndola hasta la empuñadura en el velo del paladar de la serpiente.
Pero mientras la cálida sangre le empapaba los brazos, sintió un agudo dolor encima del codo. Un colmillo largo y venenoso se le estaba hundiendo más y más en el brazo, y se partió cuando el monstruo volvió la cabeza a un lado y con un estremecimiento se desplomó en el suelo.
Harry; apoyado en la pared, se dejó resbalar hasta quedar sentado en el suelo. Agarró el colmillo envenenado y se lo arrancó. Pero sabía que ya era demasiado tarde. El veneno había penetrado. La herida le producía un dolor candente que se le extendía lenta pero regularmente por todo el cuerpo. Al extraer el colmillo y ver su propia sangre que le empapaba la túnica, se le nubló la vista. La cámara se disolvió en un remolino decolores apagados. Una mancha roja pasó a su lado y Harry oyó un ruido de garras.
—Fawkes —dijo con dificultad—. Eres estupendo, Fawkes... —Sintió que el pájaro posaba su hermosa cabeza en el brazo, donde la serpiente lo había herido. Oyó unos pasos que resonaban en la cámara, y luego vio una negra sombra delante de él.
—Estás muerto, Linfred Potter —dijo sobre él la voz de Ryddle—. Muerto. Hasta el pájaro de lo sabe. ¿Ves lo que hace, Potter? Está llorando.
Harry parpadeó. Sólo un instante vio con claridad la cabeza de Fawkes. Por las brillantes plumas le corrían unas lágrimas gruesas como perlas.
—Me voy a sentar aquí a esperar que mueras, Linfred Potter. Tómate todo el tiempo que quieras. No tengo prisa.
Harry cayó en un profundo sopor. Todo le daba vueltas. Tenía la cabeza confundida, estaba seguro de que alguna vez su mamá y la mamá de Lavinia habían dicho algo acerca de las lágrimas de Fénix, pero no recordaba exactamente qué era, sus pensamientos eran confusos.
—Éste es el fin del famoso Linfred Potter —dijo la voz distante de Ryddle—. Solo en la Cámara de los Secretos, abandonado por sus amigos, derrotado al fin por el Señor Tenebroso al que él tan imprudentemente se enfrentó. Sabías que sucedería.
En lugar de oscurecerse, la cámara se volvía más clara. Harry movió un poco la cabeza, y allí estaba Fawkes, apoyándole todavía la suya en el brazo. Un charquito de lágrimas brillaba en torno a la herida... Sólo que ya no había herida.
Pero claro... entonces sí que recordó las palabras de su madre cuando hablaba con los padres de Lavinia.
"Las Lágrimas de Fénix son inmensamente curativas, contra muchos venenos y sanan cualquier herida, incluso te salvan si estás al borde de la muerte y no tiene el cargo de la sangre de unicornio, porque el Fénix lo da voluntariamente" esa había sido la voz desesperada de Lily cuando la mamá de Lavinia estaba muriendo.
"Las lágrimas de Fénix no funcionarán en mi caso Lily... es algo que ya he probado, descuiden estaré bien, no es necesario que consigan un Fénix, ya he hecho yo la prueba... no funcionarán en mí, porque la magia que albergo es más poderosa que ellas, tanto más que el fénix respeta la magia"
—Márchate, pájaro —dijo de pronto la voz de Ryddle trayendo a Harry a la realidad—. Sepárate de él. ¡He dicho que te vayas!
Harry levantó la cabeza. Ryddle apuntaba a Fawkes con la varita de Harry. Sonó como un disparo y Fawkes emprendió el vuelo en un remolino de rojo y oro.
—Lágrimas de fénix... —dijo Ryddle en voz baja, contemplando el brazo de Harry—. Naturalmente... Poderes curativos..., me había olvidado... —miró a Harry a la cara—. Pero igual da. De hecho, lo prefiero así. Solos tú y yo, Linfred Potter..., tú y yo...
Levantó la varita. Entonces, con un batir de alas, Fawkes pasó de nuevo por encima de sus cabezas y dejó caer algo en el regazo de Harry: el diario. Lo miraron los dos durante una fracción de segundo, Ryddle con la varita levantada. Luego, sin pensar, sin meditar, como si todo aquel tiempo hubiera esperado para hacerlo, Harry cogió el colmillo de basilisco del suelo y lo clavó en el cuaderno en un arranque de enojo.
Se oyó un grito largo, horrible, desgarrado. La tinta salió a chorros del diario, vertiéndose sobre las manos de Harry e inundando el suelo. Ryddle se retorcía, gritando, y entonces... Desapareció.
Se oyó caer al suelo la varita de Harry y luego se hizo el silencio, sólo roto por el goteo de la tinta que aún manaba del diario. El veneno del basilisco había abierto un agujero incandescente en el cuaderno. Harry se levantó temblando. La cabeza le daba vueltas, como si hubiera recorrido kilómetros con los polvos flu. Recogió la varita y el sombrero y, de un fuerte tirón, extrajo la brillante espada del paladar del basilisco.
Le llegó un débil gemido del fondo de la cámara. Ginny.
Harry corrió hacia ella, Ginny se sentó, y sus ojos desconcertados pasaron del inmenso cuerpo del basilisco a Harry, con la túnica empapada de sangre, y luego al cuaderno que éste llevaba en la mano. Profirió un grito estremecido y se echó a llorar.
—Harry..., ah, Harry...
Pero él no la dejó seguir su peyorativa, simplemente la abrazó fuerte, eso fue suficiente para sorprenderla y hacer que se callara.
—Por Morgana, Gin-Gin, estaba muy preocupado por tí —aflojó un poco su abrazo e hizo aquello que Lily siempre hacía con él y Lavinia cuando tenían problemas, le besó su frente dejando sus labios ahí por un tiempo, encontrando que era tranquilizante tanto para su corazón como para el de Ginny.
No supo por cuánto tiempo se mantuvieron así, abrazados, pero ninguno de ellos habló, Harry solo mantenía los ojos cerrados, agradecido de que ella estaba bien, de que Ginny estaba a salvo. Ella también había cerrado sus ojos, el abrazo de Harry le daba una paz y una tranquilidad como ella jamás había conocido, como ella jamás había sentido, podía serse a ella misma en armonía en ese abrazo, era como haber encontrado un equilibrio, le gustaba y aceptaba esa sensación como suya. Harry no se sentía diferente, sentía que ese era justo el lugar donde debía estar, como si por fin las piezas de su vida estaban teniendo un orden.
—Harry, te juro que no quería... Ryddle me obligaba a hacerlo...
—Se acabó Gin-Gin, todo está bien —dijo Harry, cogiendo el diario para enseñarle a Ginny el agujero hecho por el colmillo—. Ryddle ya no existe. ¡Mira! Ni él ni el basilisco.
—¡Me van a expulsar y a Susan! —se lamentó Ginny, incorporándose torpemente con la ayuda de Harry—. Siempre quise estudiar en Hogwarts, desde que vino Bill, y ahora tendré que irme y... ¿Qué pensarán mis padres?
—Ginevra Molly Weasley, mírame —dijo tomando el rostro de Ginny entre sus manos—. No van a expulsarte Calabacita, no fue tu culpa... tu no tienes nada que ver en esto, para el caso... tu no petrificaste a nadie, y aún Susan, tampoco fue su culpa y si a ustedes las expulsan, se que podemos arreglar algo... hay un colegio de magia en América, y con los contactos adecuados seguro que entras, así que deja de preocuparte.
Ginny notó tanta convicción y seguridad en los ojos de Harry que le creyó.
Harry tomó el Sombrero, la espada, el diario y el colmillo y acomodándolo todo, salió de la cámara tomado de la mano de Ginny mientras seguían al Fénix.
Llegaron a un bloqueo de piedras y Harry vio a su hermano desmayado con un hilo de sangre saliendo de su cabeza, se inclinó a revisarlo, aparentemente estaba solamente desmayado. Entonces oyó la voz de Lavinia en su cabeza y se le sumó la voz preocupada de Hermione... y supo lo que tenía que hacer. Después de colocar sus recuerdos de la cámara en la mente de Linfred se giró hacia Ginny.
—Nadie puede saber que estuve aquí Gin-Gin.
—Lo sé.
—Le dejé mis recuerdos a Linfred... aunque nuestra conversación se queda en privado —dijo guiñando un ojo a la pelirroja, quien le sonrió débilmente. Entonces Ginny se abalanzó hacia él y lo abrazó por el cuello. Cuando lo soltó le besó la mejilla.
—Gracias Harry, por venir por mí.
—Siempre Gin-Gin.
Entonces Harry recordó algo importante y vertió los recuerdos de Dobby en Linfred, no sabía porqué, pero tenía la impresión de que eso sería de mucha ayuda.
Fawkes cantó de nuevo, estaba esperando a Harry... a quien condujo por las tuberías hasta una salida en el lago negro, Harry le agradeció y volvió con sumo cuidado a la torre de Gryffindor.
Y Ginny despertó a Linfred, a quien convenció de que se había desmayado por el cansancio, a Ginny le asombró cómo Harry logró encajar ambas historias, cualquiera hubiera dicho que Linfred fue quien la salvó... para el caso, eso creían sus padres y Dumbledore. Ahí Ginny descubrió algo que Harry no le había dicho, que Tom Riddle era Voldemort, ella brincó ante el susto y entendió que si Harry se lo hubiera dicho, su reacción no habría sido natural.
A Ginny la mandaron a la enfermería y luego a la Torre de Gryffindor a descansar, habría un banquete, o eso alcanzó a escuchar, también escuchó que Linfred y Ron recibirían el premio por Servicios Especiales al colegio y 200 puntos a cada uno. Ginny pensó que no era justo, pero Harry lo quería así y ella no era nadie para decir nada, iba camino a la Torre cuando todos iban al comedor, se sentía solitaria y aparentemente Luna y Susan habían sido liberadas antes, y por lo que Ginny escuchó, sin recuerdos de nada... ¡Cuanta Suerte!
• • •
—¡Harry Potter ha liberado a Dobby! —dijo el elfo apareciendo en presencia de Harry en el medio de la sala común, afortunadamente vacía.
—¿Qué hice Dobby? —preguntó Harry y Dobby le explicó lo que había pasado con el Diario y el calcetín—. No he sido yo, ha sido mi hermano.
—Yo no he visitado al hermano de Harry Potter, y no había forma de que supiera de mí, yo se que fue gracias a Harry Potter.
—Solo prométame que no volverá a intentar salvarme la vida.
Una sonrisa amplia, con todos los dientes a la vista, cruzó la fea cara cetrina del elfo.
• • •
Ginny entró insegura a la sala, pero en cuanto pisó dentro su inseguridad se fue, ¿cómo? no lo sabía, pero ella sabía que Harry estaba ahí, lo encontró en un sillón, no estaba en la cena.
—Te estaba esperando.
—No estás en el banquete, tus papás estarán ahí creo.
—Ellos no me necesitan ahí, estarán muy ocupados con el nuevo triunfo de mi hermano.
Y sin pensárselo dos veces Ginny se tiró en el sillón con él, desde lados opuestos del sillón, ambos hablaron de todo lo que pudieron acerca de la cámara, Ginny le confesó lo que Voldemort había puesto en su mente el tiempo que estuvo desmayada y Harry prometió ayudarla con esos demonios.
Más tarde, ambos seguían hablando cuando Hermione entró corriendo hacia Harry y gritó: «¡Lo conseguiste! ¡Lo conseguiste!» Y entonces los tres había hablado de lo sucedido, Ginny no tenía miedo de compartirlo con Hermione, sabía que ella era parte del equipo.
Pasaron las semanas y las noches siempre eran la peor parte para Ginny, al menos las noches que no pasaba dormida con Harry y Hermione en la sala común, esas pocas noches a la semana ella dormía muy bien, pero si se veía obligada a dormir en su cuarto, siempre la despertaban las pesadillas, siempre eran las noches...
Una noche la llamaron al despacho del Director, Harry y Hermione estaban en la Sala común, a la cuál había llegado nada menos que Lily Potter.
Habló con Hermione y Harry y les pidió que se fueran al aula de transformaciones con la Profesora McGonagall, ellos obedecieron cuando ella les dijo que los alcanzaría allí. Cuando llegó, les puso la regañiza de su vida, por las reglas, las pociones y todo lo que habían hecho y luego les dijo que habían tenido que borrar la memoria de todos los alumnos en Hogwarts, que había sido un consenso y una orden de Dumbledore y los padres, todos los profesores habían votado que era lo mejor para los alumnos.
—Tía Lily, a nosotros no nos olvidaste —observó Hermione.
—Ni a tí, ni a Ron, ni a Linfred ni a Harry, ustedes necesitan recordar.
—Gracias —dijeron ambos niños.
—Disfruten los últimos días en la escuela, Oh y por cierto Harry cielo... ¿Podrías decirle a tu hermano que se irán con los Weasley estas vacaciones? Tu padre y yo tenemos un trabajo importante y estaremos de viaje por tres semanas.
Los ojos de Harry brillaron y cuando iban de vuelta a la sala común Hermione decidió tomarle el pelo.
—Por lo menos disimula un poco Harry.
—Oh, Cállate Cookie.
• • •
Ginny llegó al despacho del Director y encontró ahí a sus padres. Comentaron acerca de sus pesadillas, y ella tuvo que admitirlas, Dumbledore ofreció una solución, eliminar los recuerdos malos.
—Solo se elimina lo malo ¿Cierto?
—Solo lo malo Señorita Weasley.
—¿Ella recordará todo lo demás, no es cierto? —preguntó Molly—. No quisiéramos que perdiera el año.
—Descuide Señora Weasley, ella solo olvidará lo malo, así, ella podrá dormir por las noches y no despertará a sus compañeras. Solo una advertencia, puede que sienta que tiene lagunas mentales, es normal, ya encontrará la manera de cubrirlas cuando hable con sus amigos y su familia.
Con esta resolución los padres de Ginny y ella misma aceptaron la opción.
Dumbledore decidió iniciar con los hechos de la cámara, luego vería lo posterior... Pero buscando en la mente de la Señorita Weasley, se encontró con un detalle, una sorpresa inesperada... no había sido Linfred Potter quien la había salvado, había sido Harry Potter.
Dumbledore tomó una decisión. No podían arriesgarse a que ella recordara la cámara y el hecho de que fuera Harry y no Linfred quien estaba involucrado en el hecho, hacía todo más fácil. Podía borrarlo todo y ella estaría más tranquila, Harry Potter no tenía mucha influencia en la vida de la Niña, no era amigo de sus hermanos, así que sin pensarlo mucho más, Dumbledore simplemente arrancó todos los recuerdos de Harry Potter de la mente de Ginny Weasley... le costó más de lo que había esperado tirar del hijo que representaba la presencia de Harry en la vida de la pequeña Weasley, pero al final, no logró quitarlos, no revisó cada recuerdo... simplemente decidió que encerrarlos con una cerradura mental era buena idea, si Harry Potter se iba, los recuerdos dolorosos también se irían.
Okey... Esta parte es una de mis partes favoritas que seguido ustedes me preguntan cómo pudo ser, pero recuerden que mucho de lo que ahorita vemos como simple, tiene más importancia que incluso lo que recalco mucho en la historia... sin más nos vemos la próxima. No crean que me olvidé... simplemente mi vida de adulto es absorvente.
Ale
