08 Desconfianza y Acercamiento
SANTUARIO
En el interior del templo de la Urna, el peliaqua se preparaba para pasar su celo con el guardián de Capricornio, si bien aún restaban dos meses para esto, debía estar preparado. Por esa razón, durante aquellos días solicitó a los sanadores un brebaje que impida un posible embarazo, aduciendo que estaban en tiempos de guerra, no podía bajar la guardia, afortunadamente aquella solicitud había sido aprobada por el patriarca. Sin embargo, tarde o temprano tendrían que darle descendencia al Santuario.
«Milo...»
Estaba tenso, la reacción en su cuerpo era un indicador de que su celo seguiría su curso. Y con ello, todo lo que implicaba su vínculo con el Capricornio. Sin más el Omega intentó centrarse nuevamente en su lectura pero al sentir la presencia de alguien en la biblioteca, procede a dirigir sus profundos orbes zafiro hacía la entrada de aquel recinto.
— Shura... — susurró con asombro
Frente a él se encontraba el Santo de Capricornio, cuya iracunda mirada no pasó desapercibida para el aguador, quien lo observaba expectante desde uno de los libreros que conformaban su biblioteca privada.
— ¿Ocurre algo? — preguntó con aquel porte serio que tanto lo caracterizaba, recibiendo una dura mirada por parte del mayor, quien intentaba modular sus feromonas, las cuales dejaban en claro su enfado.
— No deberías pasar tanto tiempo con Shaka. — espetó con severidad.
La molestia del alfa era evidente. Sin embargo, el peliaqua no parecía hallar sentido a sus palabras, por lo que procede a arquear una ceja en evidente desconcierto, provocando un prominente rubor en el Capricornio, quien no puede evitar desviar la mirada incómodo.
— Quiero evitar malos entendidos. — aseveró, los alfas eran posesivos y él no era la excepción, sobre todo cuando el Omega que amaba no sentía lo mismo por él.
El peliaqua pareció comprender el enfado del mayor, después de todo en el Santuario no era bien visto que un alfa pasara tanto tiempo con un Omega con vínculo.
— No ocurrió nada inapropiado. — aclaró ofendido, tenía un fuerte sentido del deber, por lo que aún si no lo amaba, respetaría su lazo con el alfa.
Un incómodo silencio se formó entre ambos, si bien tenían un vínculo, aún ignoraban cómo dirigirse el uno al otro, su lazo era impuesto, por lo que no era sencillo abordar algunos aspectos que en otras circunstancias serían normales, en especial cuando se trataba de las normas del Santuario. A pesar de eso, el alfa procede a fijar sus profundos orbes jade en la silueta del peliaqua, quien se encontraba dándole la espalda en evidente enfado. Por lo que tras un profundo suspiro, el alfa se aproxima hasta el peliaqua abrazándolo por la espalda, acción que sorprende al aludido, quien podía sentir los fuertes brazos de Shura rodeando su cuerpo, provocando que un fuerte rubor se instalara sobre sus pómulos. Sin embargo, le permite mantener aquel contacto. Ante esto, el Capricornio desciende su rostro hasta fundirse en el cuello del Omega, aspirando sus feromonas.
— Nuestro lazo no ocurrió como hubiera querido.— acotó liberando sus feromonas, las cuales se mezclaban con el aroma a menta del peliaqua, quien en un acto de reflejo relajó su cuerpo perdiéndose en aquella embriagante esencia. Ambos habían acordado intentar llevar una relación Alfa-Omega, poco a poco se irían acercando, por lo que era mejor poner de su parte, al menos eso era lo que le había aconsejado el Santo de Virgo.
Frecuentemente visitaba al rubio en busca de calma, después de todo con él podía desahogarse. No tenía esa misma confianza con otro compañero de la orden, quizás el Santo de Virgo no era un Omega como Aioros o Afrodita pero era un alfa muy sensato. Por esa razón habían congeniado desde su llegada al Santuario, formando una estrecha amistad. Esto lo llevó a meditar en que quizás sus visitas al rubio estaban colocando en una mala posición a Shura, su alfa.
Aún recordaba su conversación con el hindú.
« — Tarde o temprano tendrán que acercarse, Camus. — advirtió el rubio sosteniendo entre sus manos aquella infusión que le había ofrecido — Puedes amar a Shura?
El peliaqua guardó silencio tratando de contener aquella aflicción que sentía al pensar en el Escorpión. Por lo que lentamente posó su mano sobre su marca de unión, aquella que lo unía al guardián de Capricornio.
Su alfa.
— Quiero hacerlo. — confirmó provocando una sutil sonrisa en el hindú.
— Dense una oportunidad — aconsejó, recibiendo un asentimiento por parte del Omega. — él te entrenó, estuvo a tu lado desde pequeño, dudó que no puedan llegar a amarse.
— No lo amo — declaró — pero lo quiero lo suficiente para intentarlo, y... hacerlo feliz»
El peliaqua meditó las razones que lo retuvieron en buscar al guardián de la décima casa, una vez establecida la resolución del patriarca. No lo había dicho pero sentía culpa, los enfrentamientos entre Milo y Shura lo afectaban, le dolía estar en esa situación, sobre todo el haber involucrado al Capricornio, Milo y Shura nunca tuvieron una mala relación pero ahora el Escorpión lo odiaba. Se sentía egoísta al haber involucrado al mayor en esa situación. Shura era un alfa respetable en el Santuario, pero gracias a lo sucedido algunos Santos dorados lo observaban con recelo, en especial Aioria, quien con frecuencia iniciaba una confrontación. Se sentía egoísta de haber involucrado al Capricornio, todo lo que recordaba era el temor de ser marcado. En ese momento lo único que deseaba era aferrarse a Shura, sentirse seguro. Como cuando era pequeño, cuando corría a los brazos del mayor al experimentar temor.
«Milo...»
Quería al alfa a su lado pero era imposible. El miedo lo dominó, aquel día se aferró al Capricornio, quien seguía representando una zona segura. Los dos siempre mantuvieron una buena relación, apreciaba a Shura, pero lo había arrastrado a un infierno. Sentía que le había quitado la oportunidad de formar una vida con el Omega que deseara, ni siquiera sabía si estaba interesado en algún Omega, de ser el caso se sentiría terrible. Shura cargaba el estigma de marcarlo, si bien era algo que afectaba a ambos, el Capricornio era el que llevaba la etiqueta de haber arrebatado su destinado a uno de sus compañeros. Un ejemplo era Aioria "¡Pudiste evitarlo!", espetó mordaz.
Todos en el Santuario estaban enterados del lazo entre ambos, sólo el Patriarca y la orden dorada sabían lo que había tras ese lazo. Entre los reclutas y los Santos de Plata se extendía el rumor que el guardián de los hielos había cambiado de Alfa, considerando más digno al Capricornio, por lo que había decidido rechazar a su destinado. Otro rumor era que el Capricornio había intervenido en su relación aprovechando su misión en Chasis para seducir al galo. Sin duda una imagen que no quería para Shura. El peliaqua podía sentir el dolor del mayor, que el alfa se sintiera culpable lo hacía sentirse peor, sentía que su egoísmo lo había arrastrado a eso. Shura en ningún momento le había recriminado por las miradas recibidas, nunca denotó enfado, tampoco le dijo:
"¡¿Por qué quisiste que te marcara?! "
Únicamente se disculpaba, eso lo hacía sentir peor.
"¿Estás bien con esto?"
Ante todo Shura se preocupaba por él.
"Podrás llegar a amar a tu alfa?"
Las palabras del patriarca hacían eco en su mente. Amarlo? Quería hacerlo, pero no quería dejar ir su amor por el Escorpión. Las parejas destinadas eran casos atípicos, si bien aquella existencia inigualable, atraída por el instinto y el cuerpo los conectaba de una manera especial, nada los obligaba a estar juntos.
Nada los obligaba a armarse.
«Pero amo a Milo...» pensó el galo
— Lo lamento, Shura. — susurró con pesar, atrayendo la atención del mayor quien lo observaba confuso — Esto debe ser un castigo para ti. — esbozó colocando la palma de su mano sobre su lazo.
Un silencio sepulcral reinaba en el Olimpo, en el especial donde se encontraban reunidos seis de los doce dioses que representaban los 12 tronos. A la cabeza se encontraba Zeus, el máximo regente de los dioses, a su lado yacía la Diosa del matrimonio, quien últimamente no se separaba de su consorte, si no estaba encerrada en su palacio, estaba a su lado.
— Hurtaron tres elixires. El de Ares fue el último — informó Zeus, obteniendo una estupefacta mirada de los presentes, entre los cuales se encontraban Herácles, Hefesto, Hermes y Dionisio.
— Esto se está saliendo de control, padre — acotó Herácles
— Debemos tomar medidas — advirtió con severidad la diosa, observando con detenimiento a los presentes, evaluando quién podría ser el conspirador. No dudaba qué entre los bastardos de Zeus estuviera el traidor, después de todo su sola existencia representaba una calamidad para la diosa y su poder.
«Deberían haber muerto...» maldijo
Los 12 tronos estaban conformados por Zeus, Hera, Poseidón, Ares, Athena, Herácles, Apolo, Artemisa, Hefesto, Afrodita, Hermes y Dionisio. Sin duda tenía una larga lista. Sin embargo, podía descartar a algunos dioses, entre ellos a Poseidón, dado que no tenía rivalidad con el emperador de los mares, por lo que sus sospechas se reducían a seis dioses y dos de ellos no se encontraban presentes.
Tenía un mal presentimiento.
Discretamente la regente del Olimpo posó sus penetrantes orbes sobre cada uno de los dioses, deteniéndose inicialmente en Hefesto, el dios de la forja, aquel a quien en todo momento le negó afecto. Nunca lo reconoció como su hijo. Para la diosa no era un secreto la envidia y el odio que el dios de la forja sentía hacía su hermano Ares, el cual se incrementó tras el engaño de Afrodita. Sí bien aquellos hechos eran pasados, Hefesto no lo había olvidado, aún mantenía un fuerte rencor hacia el dios de la guerra.
«Es el único con el poder de crear un arma capaz de matar a un dios.»
Era alguien a quien no podía subestimar.
Con respecto a Herácles. Toda su vida mortal fue un infierno gracias a Hera, quien provocó muchas de sus tragedias, una de ellas fue sembrar la locura en el semidios, una que lo hizo asesinar a sus propios hijos y a su consorte de aquel tiempo "Deyanira". En verdad se ensañó mucho con él.
Hermes era otro bastardo de Zeus. No lo creía capaz de atentar contra ella, mucho menos contra Ares pero Hermes la odiaba, la odiaba con la misma intensidad con la que respetaba a Zeus. Nunca perdonó su ayuda a Dionisio, por lo que constantemente le daba un pésimo trato, también había intentado numerosas veces asesinar a su progenitora. Mentiría si dijera que lamentó la muerte de la ninfa Maya. Sin embargo, tras aquel suceso había nombrado a Iris como su mensajera personal. No confiaba en ningún bastardo de Zeus.
Dionisio. Toda su infancia estuvo llena de muerte y tragedia por su culpa. Ocasionó la muerte de todo aquel que lo amó y protegió, entre ellos la muerte de su madre Séleme, la cual fue calcinada por la luz divina de Zeus. También lo sumergió en la locura haciéndolo errar por gran parte del mundo durante largo tiempo, aquel maléfico sólo pudo ser roto por Rea, quien compadecida de su locura y de los desbordes de la Diosa del matrimonio, lo purificó devolviéndole la cordura.
Apolo y Artemisa la odiaban por la muerte de su madre Leto en Troya. Sin embargo, aquel sentimiento había sido sembrado desde hace mucho tiempo. Antes de ser dioses, Hera les hizo la vida imposible, hizo sufrir a Leto de muchas formas. Mató a Calixto, la guerrera de Artemisa al involucrarse con Zeus, ahora pertenecía a la constelación de la Osa Mayor. Tuvo un fuerte altercado con Artemisa, quien juró que lo pagaría. Los dioses de la cacería podían estar tras todo esto, eran poderosos pero sobre todo rencorosos.
Apolo era un dios poderoso, déspota, altanero y egocéntrico. Siempre lo trató de bastardo, quizás el bastardo más poderoso que haya tenido Zeus. Ante la muerte de Leto, Apolo juró acabar con ella. Sin embargo, Ares y sus hijos no tenían nada que ver en su venganza. Amargamente pensó que ellos tampoco tenían nada que ver con las aventuras de Zeus. Tarde meditaba sobre ello, había cometido actos imperdonables pero sobre todo irreparables.
Todo era para asegurar su poder.
— ¿Dónde están Apolo y Artemisa? — cuestionó con severidad
El regente del Olimpo había dado una orden directa para que los dioses que representaban los 12 tronos acudieran a la reunión. Los únicos que tenían permitido ausentarse eran Athena, quien como protectora del mundo terrenal debía hallar al responsable de aquel atentado contra los dioses, Poseidón se encontraba realizando una expedición con sus marinas, aduciendo haber percibido una oscuro cosmos en sus mares, los otros eran Ares y Afrodita, quienes se encontraban en Tracia protegiendo el cuerpo de un debilitado Eros.
— Apolo fue herido a causa de una criatura salvaje de Artemisa. — informó Zeus, aduciendo que ambos dioses se encontraban en la Isla Sagrada de los dioses de la caza. — Su cuerpo se está regenerando en Delos. Por esa razón no ha vuelto al Olimpo.
La Diosa del matrimonio no pudo evitar desconfiar del bastardo de Zeus, debía haber recibido un daño muy grande para que precise restablecer su cuerpo. Era demasiada coincidencia que estuviera herido cuando Ares había logrado herir a aquel encapuchado
— ¿Dónde fue herido? — indagó tratando de no llamar la atención, nunca había sido afecta al arrogante dios, por lo que muchos tomaron aquella falsa "preocupación" como un intento de quedar bien con Zeus.
— Abdomen y vientre, según Dionisio. — respondió con naturalidad, aduciendo que esperaba su pronta recuperación, pues de haber una guerra necesitarían de su poder.
Aquello atrajo la atención de Hera, quien lo observó expectante, Ares le había advertido que logró herir a aquel encapuchado, incrustándole su espada en el vientre, por lo que eso dejaría profundas lesiones.
«No puede ser coincidencia...» sopesó
La diosa no podía acusar abiertamente a Apolo, no sin pruebas, pues Zeus no sospechaba de ninguno de sus hijos, pese a que Apolo ya había conspirado antes contra el Olimpo. Sí era él el responsable, ella misma se encargaría de ejecutarlo.
SANTUARIO
En el interior del templo de la Urna, el galo se encontraba manteniendo una conversación con el guardián de Capricornio, quien bajaba la mirada abatido.
— No eres un castigo. — confesó girando el cuerpo del menor hasta tenerlo frente a él, posando una suave caricia en el contorno de su rostro. — Eres mi Omega.
Dicho esto, el aguador no pudo evitar fundirse en un abrazo al cuerpo del mayor, quien fijó sus profundos orbes jade sobre su marca de unión, meditando sobre su lazo con el peliaqua. Tenía el odio de Milo, eso era un hecho que no podía cambiar. Sin embargo, no quería que Camus se sintiera culpable.
¿Cómo decirle que estar a su lado no era un castigo?
Él amaba a Camus, pero dudaba que sea el momento para confesarlo, temía que lo odiara, que lo creyera capaz de utilizar lo ocurrido en Chasis para marcarlo, aduciendo que quizás nunca trató realmente de reprimir su instinto. Temía la reacción del aguador, que lo odiara. Ambos tenían una marca que no podían romper, no deseaba pasar su vida con alguien que lo odiaba con la misma intensidad con la que él lo amaba.
Su relación era impuesta, pero no podía evitar sentir celos hacía Shaka, últimamente el peliaqua pasaba mucho tiempo en Virgo, de estar Milo, pensaría que lo buscaría, pero dado su misión podía sentirse tranquilo. Sin embargo, le desagradaba sentir aquel sutil toque a incienso y orquídea, uno que impregnaba el templo de Shaka. Ignoraba el por qué de sus constantes visitas a Virgo, pero no podía contener su aprensión, por lo que procedió a segregar sus feromonas, tratando de eliminar todo rastro del alfa.
Estaba celoso.
Sin dudar se aferró al cuerpo del menor, impregnándolo de su aroma. Sin embargo, al pasar sus penetrantes orbes jade sobre el escritorio, logra divisar un brebaje, por la etiqueta podía saber su contenido, aquella pócima evitaría un embarazo, por un momento no pudo evitar sentir cierta decepción, su Omega no deseaba engendrar un hijo de él. Entendía la situación, pero aquello causaba una incómoda sensación en su pecho. Camus sólo lo aceptaba en su cama para calmar su celo, los 4 primeros días el calor sería insoportable para el Omega, aún con los supresores, pasando aquellos días los síntomas serían manejables. Al tener el calor de su Alfa, aquellas dolencias se marcharían con velocidad. Ese era su trato, hablar sobre un hijo estaba fuera de lugar según el Capricornio. Sin embargo, un día tendrían que tocar el tema. Por otra parte, Afrodita le había sugerido acercarse al peliaqua, ganar su afecto. Y con el tiempo decirle sus sentimientos, después de todo ya era su Omega, tenía mejores posibilidades de conquistarlo.
— Te elegí como mi alfa. — esbozó el menor hundiendo su cabeza en el pecho del mayor, no podía leer sus pensamientos pero sí sentir su tristeza, por lo que no dudó en segregar sus feromonas para apaciguar los ánimos de su alfa. — Juro estar a tu lado.
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Su alfa
En ese momento un recuerdo vino con fuerza a su mente.
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AÑOS ATRÁS
Un pequeño Camus observaba sentado desde las gradas a un caballero de plata Omega confesarse al guardián de Capricornio, quien sin perder su característico porte serio procede a rechazarlo de manera educada para posteriormente dirigirse nuevamente hacía el pequeño Omega para continuar con su entrenamiento, debían fortalecer su aire frío. Sin embargo, al llegar hacía el menor, éste le pregunta sobre su tipo de Omega.
— ¿Por qué preguntas algo así? — cuestionó con desconcierto
— A menudo rechazas a todo Santo de plata que se te acerca — respondió con obviedad, aduciendo que sólo había dos razones que explicaran su comportamiento, una era que estaba interesado en otro Omega, pero no lo veía posible, pues el mayor estaba más absorto en su entrenamiento que en una relación, lo que dejaba como resultado que aquellos Omegas que le confesaron sus sentimientos no eran su tipo, por ello ni siquiera había aceptado una cita con ellos, pese a tener la misma edad que tuvo Saga cuando anunció su relación con el guardián de Sagitario, 15 años.
Al oír aquello el Capricornio no pudo evitar ruborizarse, cuestionándose internamente cuántas declaraciones había presenciado el menor para llegar a esa conclusión?
— Eres demasiado observador.
El Omega esbozó una escueta sonrisa, muy parecida a una mueca, en señal de satisfacción. Sin embargo, eso no desviaría su atención.
— ¿Cuál es tu tipo de Omega? — preguntó recibiendo un cansado suspiro por parte del mayor, quien era consciente que no desistiría hasta obtener una contestación, por lo que procede a meditar su respuesta.
— No tengo un tipo de Omega en mente — aseguró — pero las características que buscaría son: alguien inteligente, fuerte — analizó dirigiendo sus profundos orbes jade hacía el amplio cielo — no muy desbordante, pero sobre todo centrado. — finalizó acariciando la cabeza del Omega, quien le deseaba que encontrara a aquel Omega que cumpliera esos estándares.
Sin querer lo había descrito.
«Camus...»
Ignoraba cuánto tiempo estuvo enamorado del peliaqua sin saberlo. Quiso decir algo pero fue detenido por el embriagante aroma a menta que segregaba el menor. Uno que lo hizo sucumbir hasta su cuello, inhalando con deseo aquella zona, pasando sus labios por aquella blanquecina piel, haciendo estremecer al Omega entre sus brazos, quien parecía perderse entre aquella seductora esencia que ambos emanaban. Esto lo llevó a pensar en que quizás habían compartido una mayor cantidad de feromonas de lo habitual, lo cual podía resultar contraproducente, pero no deseaba alejarse, aquella esencia que segregaba el aguador lo hacía perder el razonamiento, cegado por el deseo procedió a besar el pálido cuello del Omega, quien jadea ante ese tacto pero sobre todo ante las caricias que el mayor iba realizando sobre su cuerpo, descendiendo hasta su cintura para aferrarlo con fuerza a él. Su aroma lo excitaba a tal grado que no dudó en depositar voraces besos sobre el cuello del menor, quien gemía al sentir al alfa deshaciéndose de su verde polera, para posteriormente acomodarlo sobre un pequeño escritorio. El peliaqua podía sentir la erección del alfa frotarse contra su cuerpo, ocasionando que la suya comenzara a despertar. Al sentir aquello, el mayor no dudó en acariciar sus torneadas piernas llevándolas a su cadera. Al recabar en el rumbo que estaba tomando aquella situación, el peliaqua intenta detenerlo con esfuerzo. El aroma de Shura lograba doblegarlo.
— Shura... — jadeó tratando de no dejar caer su peso sobre aquel escritorio, el cual tenía ahora varios documentos regados sobre el suelo. Sí no ponía un alto terminarían entregándose sobre aquel escritorio. — Shura...
El Capricornio se detuvo al escuchar el llamado del peliaqua, quien se encontraba sumamente sonrojado y jadeando. Al percatarse de lo que estaba haciendo, procede a separarse agitado, disculpándose con el menor.
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Lo deseaba.
— Es verdad... — esbozó pasando una de sus manos por la cintura del menor atrayéndolo a su cuerpo, apoyando su frente sobre la del Omega, quien jadeaba tratando de regular su respiración. Necesitaba ir más lento y el alfa parecía entenderlo. — Tendremos todo el tiempo del mundo para esto.
Dicho esto, el Capricornio procede a abandonar la habitación para dirigirse a su templo, necesitaba ducharse. Su alfa interno le pedía fundirse con el Omega.
Continuará...
Algunos Puntos:
• Los Omegas del Santuario deben solicitar un brebaje especial para evitar un embarazo. Sin embargo, para obtenerlo este debe ser aprobado por el patriarca.
• Los Dioses de la caza están tras estos ataques?
• El celo de Camus se acerca y ha pactado pasarlo con Shura.
