Thomas Bennet respiró hondo; después de una muy larga y compleja negociación, había logrado llegar a un acuerdo. Al principio, el dueño del banco se negó a otorgarle el préstamo, ya que 10.000 libras era una suma considerable y no tenía garantías suficientes para pagarlas. Finalmente, tuvo que poner de garantía a Longbourn, y los intereses de la deuda eran de 10% al año.
Reconocía que, a pesar de todos los contratiempos y las dificultades que iban a tener para poder pagar la deuda, estaba relativamente tranquilo. Sabía que disponía de las 5.000 libras del contrato matrimonial, y con ello pagaría la mitad de la deuda. Tenía solo que esperar unas semanas más a que llegara su hermano Gardiner, y convencerlo que firmara el permiso para que pudiera usar ese dinero. No había motivos para que Fanny se enterara.
Debía además comenzar a ahorrar lo más posible; debía hablar con Fanny para cortar sus expensas y la de sus hijas… Aunque reconocía que, hasta ese momento, nunca había tenido éxito. Además, iba a vender algunos de las primeras ediciones que tenía en su biblioteca y los pocos objetos de valor que había en Longbourn. Pensaba que, con la venta, podría llegar a recaudar unas 1000 libras adicionales.
La otra opción que paso por su cabeza, era vender Longbourn. De esa forma pagaría la deuda, sus hijas tendrían una dote de unas 5.000 libras cada una de ellas, y su esposa 10000 libras. Aunque, estaba convencido que, si vendía Longbourn, su esposa iba a protestar vehementemente por toda la eternidad, y no iba a tener paz por el resto de su vida. No, esa opción, no era la más aconsejable.
En el camino de regreso a Longbourn, por primera vez tuvo un fuerte y punzante dolor en el pecho, pero a los pocos minutos el dolor pasó. Pensó que era a causa de todo el ajetreo de los últimos tres días. No estaba acostumbrado a viajar tanto ya que su vida era extremadamente sedentaria. Pasaba horas encerrado en su estudio leyendo, y solo salía de Longbourn cuando era estrictamente necesario.
Llegó a su casa después que el sol se había ocultado en el horizonte. Su esposa y Jane lo estaban esperando muy ansiosas en la puerta.
La primera en hablar fue Fanny, quién muy excitada exclamó, "¡Gracias, Sr. Bennet! Mi hermana estuvo hoy en la tarde y me contó las maravillosas noticias. ¿Es cierto que Jane es ahora la heredera de Longbourn?"
El Sr. Bennet asintió. "Si, es cierto, Querida. Ya no tienes motivos para preocuparte por si me muero antes que tú."
Jane sonrió dulcemente y agradeció a su padre por la distinción. Si bien su tía le había dicho que ella era la heredera de Longbourn, hasta que su padre lo confirmó, tenía serias dudas que fuera así. Era consciente que su padre favorecía a Elizabeth, y pensaba que no iba a tener en cuenta que ella era la mayor, y, por ende, a quien le correspondía ser la heredera.
Muy excitada, Fanny seguía hablando sobre su buena fortuna, "Estoy tan contenta, Sr. Bennet. Tenía tanto miedo de tener que depender de la caridad de mis hermanos y no tener un techo donde vivir..."
Dado que era casi la hora de cenar, el Sr. Bennet se fue a su habitación a cambiarse de ropa y guardar los comprobantes en su despacho.
Estaban en mitad de una animada cena y celebración familiar, cuando la Sra. Hill muy agitada, le avisó al Sr. Bennet que había un soldado del regimiento del coronel Forster en la puerta que necesitaba hablar urgente con él.
