Disclaimer: Los personajes no son míos, la historia sí.

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Título: No correspondido.

Día 9.

Prompt: Hanahaki.

Sinopsis: De ocho billones de corazones, cayó por uno que no latía por ella.

Rating: T.

Propuesta tomada de la tabla "Angstruary 2022" del grupo de FB Helsa Amor Verdadero.


El dolor en el estómago fue horrible, jamás había sentido nada que se le asemejara antes.

Al principio pensó que se trataba de la resaca típica e inevitable después de una noche de excesos, se levantó del cuerpo —Gabriel o Ryder, no estaba segura— sobre el que durmió para correr al baño e intentar no hacer un desastre que Isabela, sin importar lo mucho que la quisiera, le haría limpiar; apenas entró al pequeño cuarto del departamento cuando el dolor la obligó a caer de rodillas justo frente al váter y abrió la boca por reflejo —en ese momento no se sintió avergonzada con la familiaridad que tenía para ese tipo de situaciones—… y entonces pasó.

La somnolencia que aún adormecía su cuerpo se evaporó en cuanto sus ojos azules vislumbraron el contenido en el váter —y no es que fuera fanática de mirar el alcohol ingerido abandonar su cuerpo, sino que la falta de acidez característica reemplazada por el inesperado sabor metálico le resultó extraña—, se limpió la boca con la mano y un grito de horror escapó de su garganta seca al contemplar sus dedos manchados por finos hilos de sangre.

Kristoff fue el primero en aparecer tambaleándose por la puerta, tenía la camisa mal abotonada, la cara llena de lápiz labial y su zapato izquierdo no se veía por ningún lado.

—Carajo —había musitado antes de cerrar la puerta tras de él para ir a ayudarla.

La tomó de los hombros para que se pudiera de pie, la obligó a enjuagarse la sangre de la boca y a ir en busca de su abrigo mientras él se buscaba las llaves del Jeep en los bolsillos del pantalón, Elsa apenas y recordó tirar de la cadena, se sujetaba el vientre como si alguien la hubiera apuñalado y su mano mantuviera sus órganos dentro para seguir con vida.

La cara de su madre, fría y calculadora, lista para gritarle por no haber aparecido en toda la noche, se suavizó antes de crisparse de consternación en cuanto la hubo visto. Así de deplorable se veía, entonces.

—¿Vomitar pétalos de rosas? —Agnarr arrugó el entrecejo.

—La conocemos como la enfermedad de Hanahaki —respondió el doctor Sweet.

A Elsa le agradaba el hombre, la atendía desde que tenía doce años y siempre encontraba la forma de sanarla.

—¿Hanahaki?

—La enfermedad de un mal amor.

Sus padres se quedaron muy quietos ni bien las palabras abandonaron la boca del medico y le dirigieron miradas de preocupación, pero la blonda no estaba en condiciones de pensar en él, aunque la asfixiante presión en su pecho dijera todo lo contrario.

—¿Hay… hay alguna cura? —preguntó Iduna.

A su madre le gustaba pretender que ese hombre no existía, le gustaba pensar que los meses que Elsa pasó internada en el psiquiátrico y otros pocos en rehabilitación serían los que cambiarían la vida de su hija para siempre. Soñaba que algún día Elsa estaría mejor y que se olvidaría de él.

Elsa no era tan optimista.

—Podemos remover la infección con cirugía… es la única solución, las flores florecen en el corazón y los pulmones —informó—, sin embargo, cualquier sentimiento es extraído también, véanlo como una especie de daño colateral.

Los ojos verdes de su padre brillaron con algo que Elsa no veía en un tiempo: esperanza.

—¿Usted… usted lo dice enserio, doctor Sweet?

—El procedimiento no es sencillo, pero sí que es efectivo.

Elsa, ahí sentada en la camilla con el vestido manchado de todo el alcohol que se derramó y le derramaron encima, los pies helados por el frío de la sala de emergencia, las mejillas sonrosadas y el rímel corrido que le manchaba los ojos de tanto llorar de dolor, su cabello corto sobre los hombros y el abrigo enorme de Kristoff porque no encontró el suyo, pensó que, quizá, podría estar en paz. Finalmente.

Lo había intentado de todo. Desde un juramento ante Dios hasta la hipnosis, y nada funcionó. Y ya estaba cansada de vivir así: ir a la cama y despertar deseando lo mismo, que él se presentara en su puerta para decirle que, finalmente, se había enamorado de ella. Que estaba listo para dejar a esa mujer con la que se casó e iniciar una vida juntos, tener una familia y una casa hermosa con un jardín grande rodeado de una cerca blanca.

Ahora lo veía, era su última oportunidad de recuperarse a sí misma.

—Elsa tiene que decidir si acepta la cirugía o si espera a que la enfermedad pare por sí sola, como tu doctor, te recomiendo que te sometas al procedimiento…

—Estoy de acuerdo —sus padres le dirigieron miradas optimistas—… yo quiero la cirugía.

El doctor Sweet le sonrió.

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La cabeza le daba vueltas y sentía que la habían abierto a la mitad… quizá fuese porque justo eso le hicieron. Tardó un momento en recordar dónde se encontraba; las brillantes luces blancas, el fuerte olor a desinfectante, el sonido de las máquinas y el aire frío la aturdían.

—Está despierta —la voz de su madre sonó de fondo—. Llamen al doctor.

Elsa perdió la consciencia antes de que Sweet llegara.

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—Todo parece en orden, la herida no te molesta —Elsa negó con la cabeza aunque ya había establecido eso—. Los puntos se ven bien, apenas y se notará la cicatriz.

—Gracias, doct.

Sweet le sonrió.

—¿Cómo podremos…? Digo, me preguntaba —Iduna la tomó de la mano—. Mi esposo y yo… nosotros…

—Queremos saber si la cirugía fue… exitosa.

Elsa miró al doctor Sweet, expectante. Los medicamentos y el cansancio después del procedimiento no le habían permitido pensar en la verdadera razón por la que se encontraba en esa situación.

—Bueno… solo hay una forma de saberlo.

Sus padres se posicionaron a su lado casi por instinto cuando el doctor se volvió hacia ella con su móvil en alto. Una fotografía de un hombre abarcaba la pantalla.

—Elsa, me gustaría mucho que me dijeras cómo te sientes al verlo.

Los ojos oceánicos de la rubia se toparon con unos orbes esmeraldas muy familiares. Observó con interés el cabello pelirrojo bien peinado, las pecas color canela sobre la piel de melocotón y unos sonrosados labios carnosos fruncidos en una sonrisa torcida… y donde alguna vez su corazón se revolvió de adoración y pena, la albina se maravilló al sentirlo lleno de calma.

—Yo…

—¿Sí?

La mano temblorosa de su padre se fortaleció al tomar la suya, su madre se puso muy rígida, en guardia, lista para escuchar su respuesta.

—Estoy muy cansada, quisiera dejar de ver a Hans Westergaard.

Un gemido de alivio escapó de los labios de Iduna, quien se echó a llorar casi de inmediato, el apretón con el que Agnarr se aferraba a ella se volvió suave mientras plantaba una cascada de besos en su sien izquierda. Elsa, por el contrario, no pudo hacerles caso alguno, estaba demasiado ocupada saboreando aquella victoria.

Después de tantos años había sido capaz de decir el nombre de Hans Westergaard sin desear ahogarse.


ACLARACIONES:

Hanahaki: Se trata de una condición ficticia en la cual el enfermo vomita y tose pétalos de flores por un amor unilateral o mejor dicho mal correspondido. Donde la única cura es remover la "infección" mediante cirugía, sin embargo cualquier sentimiento también es extraído mediante la operación como daño colateral.

Nunca había leído sobre esta enfermedad antes, espero que les guste.

Gracias a mi querida Deli, no he tenido tiempo para responder, pero ya lo haré this weekend. Hope you guys enjoyed this update. We only have one left.

Hasta mañana. HH.