CLVII
Guerreros caídos
Tokio de Cristal, 05 de diciembre de 2992, 01:12p.m.
Rei estaba preocupada.
Mirando desde la ventana del décimo piso del edificio en que se encontraban refugiadas, entendió que la contienda que estaba viendo era bastante desigual, porque eran solamente cinco Sailor Senshi contra un Galthazar. Después de ser testigo del poder de los Galthazar en el video de vigilancia que Amy había recuperado, Rei juzgaba que ni un batallón de Sailor Senshi podría derrotar siquiera a uno de ellos. Y aquellas Sailor Senshi que habían aparecido para enfrentar a Frostbite no lucían demasiado experimentadas.
—Deberíamos alejarnos de este lugar —dijo Rei a las demás, abandonando la ventana—. Ese Galthazar se nota que puede encontrarnos dondequiera que estemos.
—No vamos a huir —dijo Serena con una voz perentoria—. Si ese tipo nos encuentra, destruiré los fragmentos del Cristal de Plata. Es lo único que podemos hacer para evitar que lo obtenga.
Mina y Lita tragaron saliva.
—¿Destruir el Cristal de Plata? —preguntó Mina con descortés incredulidad—. ¿Y qué hay con todo eso de Sailor Moon siendo la única que puede detener a esos Galthazar? Es obvio que el mundo la necesita nuevamente.
—Si me transformo en Sailor Moon, y resulta que no soy capaz de derrotar a los Galthazar, ¿qué hacemos? —dijo Serena, con un tono que indicaba cierta desesperación, como si el hecho de ser Sailor Moon fuese demasiado para ella—. Además, se supone que ella fue quien salvó el mundo en varias ocasiones. ¿De verdad creen que soy la persona correcta para desempeñar ese rol?
Mina iba a responder, pero Lita la frenó, dedicándole una mirada como diciendo "déjamelo a mí".
—Serena, no importa si eres la persona correcta para salvar el mundo una vez más —dijo, inclinándose delante de su amiga, hablando con firmeza—. No se trata de que Sailor Moon sea una persona con ciertas características y ver si uno las cumple o no. Se trata de lo que decidas hacer. ¿Quieres ver a los Galthazar triunfar?
Serena tragó saliva.
—Por supuesto que no.
—¿Qué estarías dispuesta a hacer para evitar que eso suceda?
Serena se quedó en silencio por un momento, recordando lo que había visto en el laboratorio, tanto en el video como en la batalla que tuvo lugar después. Cuando tomó la palabra, lo hizo con voz trémula..
—Si tuviera los medios, cualquier cosa.
—Entonces, ¿qué te detiene para tomar estos cristales, y…?
Lita se detuvo, pensando en algo que había pasado completamente por alto. En su afán por hacer que Serena adoptara el rol de Sailor Moon, se había percatado de que no sabía cómo iba a lograrlo.
Amy iba a intervenir, cuando escuchó tres estampidos, seguidos de unos temblores que sacudieron el edificio completo. Cuando el tumulto se acabó, Serena se asomó por la ventana, y vieron a las Sailor Senshi tiradas en el suelo, sacudiéndose la cabeza y poniéndose de pie, pero no pudo ver a Frostbite por ningún lado. Lo único que indicaba hacia dónde había ido era la leve estela blanca que se dirigía al palacio de Tokio de Cristal.
Palacio de Tokio de Cristal, un minuto más tarde
La primera ronda de la batalla entre los Galthazar y Sailor Omega había sido brutal, pero había acabado en un empate. Ninguno de los participantes parecía agotado o lastimado de alguna forma. Así había encontrado Frostbite la situación, y, al ver a Sailor Omega, compuso una expresión de ligero desconcierto.
—Que bueno que hayas venido tan pronto —dijo Silverblade, poniendo su espada por delante de él—. Contigo, tendremos más posibilidades de vencer a este enemigo y apoderarnos de su Sailor Cristal. Pese a que Aurora fue poseída por esa mujer que tienes delante, ella nos acaba de demostrar que las Sailor Senshi son una amenaza, y debemos librar al mundo de ellas.
—Para eso existimos —dijo Frostbite, tronando las manos, como si estuviera a punto de interpretar una pieza musical particularmente difícil—. Cuando acabemos con ella, será el turno de las demás.
—Ah, qué bien, ya están todos ustedes —dijo Sailor Omega, tronando un dedo, y los Galthazar se preguntaron el propósito de aquel gesto. Quizás iba a llamar a un aliado, y no se equivocaron.
En un destello de luz negra, apareció una figura que usaba una armadura y capa negras. Su cabello albino contrastaba con el resto de su apariencia, y sus facciones eran toscas y brutales. Frostbite notó que llevaba una especie de brazalete con varios botones. Trató de analizarlo, pero había tanta energía oscura concentrada en Sailor Omega que le era imposible obtener alguna lectura sobre cuál podría ser su propósito.
—Ahora sí será una batalla equilibrada —dijo Sailor Omega, pero el tono de su voz contradecía sus palabras, como si no creyese que fuese el caso, en absoluto—. Warbringer, sabes lo que debes hacer, aunque te sugiero que lo hagas rápido. Recuerda que tienes un rol más importante que desempeñar.
—Haré mi mejor esfuerzo —dijo Warbringer, poniendo una pierna adelante y otra atrás, señalando que estaba preparado para pelear. Los Galthazar hicieron lo mismo.
Cuando la segunda ronda comenzó, los Galthazar supieron que la batalla se había tornado mucho más difícil. Sailor Omega y Warbringer eran una combinación letal. Era como si ambos pudieran leerse la mente mutuamente, y, gracias a eso, sus ataques eran doblemente peligrosos. Los Galthazar tuvieron que recurrir a todo su arsenal de poderes y su asombrosa capacidad de trabajar en equipo para contrarrestar las técnicas de sus oponentes. Poderes volaban de aquí allá, destruyendo paredes, pilares, e incluso el mismo trono, pero ninguno de ambos bandos podía hacerse daño.
Cuando el techo completo cayó sobre el salón del trono, la segunda ronda acabó, y ambos bandos se tomaron un tiempo para recuperar el aliento. Sailor Omega y Warbringer se reunieron frente a los Galthazar, quienes apenas lucían agotados. En realidad, aquellos hombres conformaban un grupo formidable cuando colaboraban entre ellos.
—Ya veo por qué Aurora los seleccionó para reunir los Sailor Cristales en toda la galaxia —dijo Sailor Omega, soltando una carcajada seca—. No evitarán ser derrotados, por supuesto.
Ella intercambió una mirada breve pero intensa con Warbringer, y él hizo un gesto de reconocimiento. De forma subrepticia, Warbringer oprimió una serie de botones en su brazalete, mientras que Sailor Omega se lanzaba al ataque nuevamente, con el fin de distraer a los Galthazar. Ella, en su estado actual, no podría contra los cinco a la vez por sí sola, pero ese no era el punto.
El objetivo era otro.
Cuando Warbringer acabó, se unió a la refriega, balanceando nuevamente la batalla. Como en la segunda ronda, no había un claro ganador entre un bando y el otro, pero había algo que no cuadraba en todo el combate, y Frostbite fue quien se dio cuenta de eso.
Ninguno de sus dos adversarios parecía tener alguna intención de ganar esa ronda. Claro, peleaban de la misma forma que en la ronda anterior, pero no con la misma intención. Era como si ambos estuvieran tratando de ganar tiempo para algo, y activó su visor en medio de la batalla para encontrar alguna anomalía.
Fue cuando, de golpe y porrazo, tanto Sailor Omega como Warbringer desaparecieron del campo de batalla, y Frostbite pudo ver con toda claridad por qué lo habían hecho.
—¡Vayámonos de aquí, rápido! —exclamó con una urgencia impropia de él. Los demás Galthazar se quedaron mirándolo por un par de segundos, pues no veían alguna razón plausible de por qué debían escapar. Frostbite apremió a sus compañeros para que huyeran, pero. por desgracia, para cuando el resto de los Galthazar pudo espabilar y hacerle caso a Frostbite, ya era demasiado tarde.
Medio segundo después que ellos emprendieron el vuelo, rompiendo las paredes del palacio de ser necesario, un estampido hizo vibrar el aire en un radio de cientos de metros, al tiempo que el palacio entero colapsó en un montón de escombros, y la tierra tembló violentamente, haciendo que los edificios circundantes se mecieran como palmeras en medio de un vendaval. Los Galthazar salieron expulsados por el golpe del aire derivado del impacto del proyectil que había caído sobre el palacio como si de un martillo colosal se tratara, y cayeron en la plaza adyacente, rodando sobre el pasto y frenando a unos cien metros de donde segundos atrás se erigía un palacio.
Los Galthazar se pusieron de pie, heridos como en ninguna batalla que hubiesen librado antes, y notaron que sus heridas limitaban bastante sus movimientos. De todos ellos, Frostbite era el único que sabía lo que había ocurrido, pero, por lo mismo, se sentía muy impotente y frustrado por las reacciones de sus compañeros. Si le hubieran hecho caso desde el principio, no habrían estado en una posición tan vulnerable como lo estaban en ese momento. No le extrañaría que Warbringer y Sailor Omega aparecieran junto a ellos, aprovechando la oportunidad. Y, como confirmando sus pensamientos, ambos aparecieron a escasos metros de él, con los brazos en jarras.
—Pueden ser los guerreros más fuertes de la galaxia, pero les falta visión —dijo Warbringer, apuntando hacia arriba con un dedo índice—. En ningún momento se les ocurrió pensar que la estación espacial que orbita este planeta podía ser usado en contra del mismo planeta. ¿En qué son diferentes a las Sailor Senshi, cuando ni siquiera pueden albergar la noción de que no todo en este reino es bondad y cooperación?
Los Galthazar se sacudieron el polvo y, sin decir nada, volvieron a atacar a sus dos oponentes, pero sus heridas les impedían usar todas sus fuerzas, y tanto Sailor Omega como Warbringer pudieron contrarrestar sus técnicas sin demasiados contratiempos. De hecho, bastó con un ataque de área de Sailor Omega para poner a los Galthazar de rodillas. Warbringer aprovechó la oportunidad para usar su látigo de luz negra, y machacar a sus adversarios uno por uno. Finalmente, Sailor Omega usó una esfera, también compuesta por luz negra, y los Galthazar cayeron de espaldas al suelo, incapaces de moverse. Seguían conscientes, pero mover siquiera un dedo era como tratar de levantar una montaña.
—Bah, ya no son un reto —dijo Warbringer, escupiendo a los pies de un agotado Silverblade—. Ni siquiera vale la pena matarlos.
—Es mejor así —añadió Sailor Omega, mirando a los Galthazar con desprecio—. Quiero que sean testigos de lo que vamos a hacer con este planeta. No podrán hacer nada para evitarlo, de todas maneras.
—En absoluto —dijo, Warbringer, consultando su brazalete—. Queda una hora para que este planeta se vaya a la mierda.
—Y el mismo destino sufrirán todos los planetas habitados de esta galaxia —dijo Sailor Omega—. El fin del universo es algo que toma mucho tiempo, pero es algo que siempre he disfrutado, desde el primer ciclo hasta ahora—. Sailor Omega dedicó una mirada penetrante a Warbringer, y él supo lo que venía a continuación, porque se trataba de algo que, inevitablemente iba a ocurrir, y era mejor temprano que tarde.
—Asumo que quieres recuperar tu antigua gloria —dijo Warbringer, y, aunque estaba dispuesto a colaborar con Sailor Omega hasta las últimas consecuencias, aún así le causaba un poco de miedo pensar en el desenlace de lo que iba a pasar.
—No habría podido hacer mucho de lo que conseguí sin tu ayuda —repuso Sailor Omega, poniendo una mano sobre el hombro de Warbringer—. No tengo tu inteligencia o astucia, y has empleado bien tus nuevos poderes. Acabaste con las Sailor Senshi que pudieron haber amenazado mi plan, especialmente aquella que se llamaba Sailor Pluto. Ahora que ya no hay Caldero Primordial, no podrá reencarnar, y eso significa que no hay ningún impedimento para conducir a este universo a su total destrucción. Ese es mi único propósito: acabar con todo, porque todo lo que tiene un principio, debe tener un final.
Warbringer no entendía mucho sobre eso de los ciclos pasados y del afán de Sailor Omega por creer que todo debía tener un término, pero sí entendía que, para que ella lograra su propósito, tenía que entregarle de vuelta sus poderes, los que, de forma inadvertida, había obtenido en los experimentos que condujo en Sailor Galaxia, y almacenados en el ala Clavius de su antiguo laboratorio. Había hecho buen uso de sus nuevas habilidades, pero no le pertenecían, y la única razón por la que Sailor Omega no los había reclamado antes, era simplemente porque Warbringer podía serle muy útil mientras ella corrompía el corazón de Aurora, un proceso que había tardado más de lo pensado.
—Reconozco que tengo un poco de miedo —dijo Warbringer, poniendo en palabras sus pensamientos—. Cuando tengas de vuelta tus poderes, no sé que será de mí.
—Como dije, el proceso de destrucción de este universo es lento, incluso para un ser como yo —dijo Sailor Omega, mostrando por primera vez una sonrisa sincera—. Estoy segura que no vivirás lo suficiente para ser testigo del fin de todo. Pese a que eres un Desterrado, y tus años sean más que los del humano promedio, estamos hablando de decenas de millones de años. Como dije, es un proceso muy lento. Lo que te recomiendo es que, después que yo haya tomado tus poderes, tomes un transporte fuera de este sistema solar. Vive lo que queda de tu vida en paz, y no serás testigo de toda la muerte y destrucción que voy a desatar aquí. Es lo menos que puedo hacer por ti, alguien que me ha servido bien.
Warbringer no dijo nada, señal de que Sailor Omega podía proceder a lo que quería hacer con él. Sin más preámbulos, ella extendió una mano hacia Warbringer, tocando su pecho. A continuación, él se sintió extraño, como si alguien le estuviera extrayendo sangre, mucha sangre, porque la cabeza comenzó a darle vueltas, y sintió sus extremidades muy débiles. Sin embargo, la sensación no duró mucho, no más de diez segundos. En ese lapso de tiempo, Sailor Omega había recuperado los poderes que Warbringer poseía, y su apariencia cambió ligeramente. Ya no emitía esa aura negra que parecía siempre estar rodeándola, y su uniforme sufrió unos pequeños cambios estéticos, entre los cuales se podía contar una capa negra, similar a la que solía usar Warbringer, y la letra omega apareció en su frente. El otro cambio en su uniforme fue el calzado. Ahora usaba botas largas, muy similares a las que solía usar Sailor Moon o Sailor Mercury, pero negras. El cetro no cambió en absoluto.
Por otro lado, Warbringer había cambiado de forma radical. Ya no tenía esa expresión marmórea en su cara. Había vuelto a lucir igual a cuando era Herbert Dixon, sin armadura, sin capa, con el mismo traje caro de los que siempre usaba cuando atendía a alguna reunión del Departamento de Defensa, ya saben, cuando existía uno. Lo único bueno del cambio fue que su memoria había permanecido intacta, y recordaba a la perfección quién era la mujer frente a él.
—Recuerda, esto es lo menos que puedo hacer por alguien que me ayudó —dijo Sailor Omega a Herbert, dando media vuelta y mirando al cielo. Herbert sabía en qué dirección iba a ir, porque él había sido parte integral en aquello que giraba en torno al planeta en una órbita geoestacionaria—. Tienes menos de una hora para irte de este planeta.
Cuando Sailor Omega desapareció de la plaza, Herbert recordó por qué tenía menos de una hora para irse del planeta, y decidió dirigirse al puerto estelar más cercano. No le importaba si el transporte no fuese cómodo. El punto era poner la mayor distancia posible entre él y el planeta que lo había visto nacer. Después tendría tiempo para ponderar mejor las repercusiones de lo que había hecho, tanto como Herbert Dixon así como Warbringer.
Faltaban cincuenta y un minutos.
Tokio de Cristal, 53 minutos para la destrucción de la Tierra
Cuando estuvieron seguras de que el peligro había pasado, Serena y sus amigas abandonaron el edificio, y se reunieron con Sailor Chibi Moon y sus guardianas. No podían hacer otra cosa que esperar, pues escucharon diversos estampidos y vieron varias luces de colores que provenían desde la plaza frente al palacio, y supieron que había una batalla teniendo lugar, y sabían que acercarse a ese lugar sería peligroso.
No obstante, hace dos minutos que los ruidos habían cesado, y Sailor Pallas se preguntó si era seguro acercarse al campo de batalla. Sailor Ceres juzgó que valía la pena el potencial riesgo, y las demás estuvieron de acuerdo. Serena también pensaba algo parecido, y decidió seguir a las Sailor Senshi, solamente para percatarse de un detalle que las demás habían pasado por alto.
—¿Qué hay de ella? —preguntó, señalando a Molly, la que semejaba a una estatua de hielo, aunque se podían ver algunas gotas resbalando por la superficie—. No podemos dejarla así.
Sailor Juno fue la encargada de descongelar a Molly, o mejor dicho, romper la capa de hielo que la cubría, porque usó una de sus bolas de billar para crear una grieta en la estatua. Necesitó de otros dos golpes para romper completamente el hielo, y Molly quedó de pie por una fracción de segundo antes de caer de rodillas al suelo, respirando de forma agitada.
—¿Estás bien? —preguntó Serena, acercándose a ella, tomándola por el hombro. Molly asintió con la cabeza a modo de respuesta.
Serena y sus amigas, junto con Sailor Chibi Moon y el Sailor Quartetto, esperaron a que Molly se recuperara. Cuando eso hubo ocurrido, todas se dirigieron hacia la plaza frente al palacio, y vieron a un grupo de personas que yacían sobre el pasto, apenas conscientes. Sus uniformes les dijo que aquel grupo de personas no era otro que los Galthazar. Aquello les tomó por sorpresa, pues tenían la impresión de que ellos eran invencibles, y que estaban destinados a ser los nuevos guardianes de la Vía Láctea. Aquello suscitaba una pregunta.
¿Quién podría ser tan poderoso o poderosa para poder derrotar a los Galthazar, supuestamente los seres más fuertes de la Vía Láctea?
Para bien o para mal, lo averiguarían pronto.
