Ranma 1/2 no me pertenece. Este fanfic está escrito por mero entretenimiento.
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—Cero—
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Capítulo 15: La otra
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Akane se miró en el espejo e intentó, una vez más, sonreír.
No le salió bien.
Lo cierto es que nunca le salía bien.
La frustración tiñó sus ojos castaños pero intentó alisar esa expresión porque tampoco le quedaba bien. En su lugar encendió la ducha, tuvo cuidado de que el agua estuviera bien fría, helada.
Quizás esa era la peor parte, el pequeño precio a pagar a cambio de todo lo demás.
Dejó que el agua corriera por su cuerpo con un escalofrío, se mojó la cabeza hasta que sintió el cabello completamente empapado, y comenzó a frotar. La sensación de su piel siempre era tan placentera como extraña, no podía evitarlo, era demasiado suave, demasiado blanca. Hasta el olor cambiaba.
Frotó la piel con ímpetu hasta que se sintió limpia, cerró el agua. Sintió los pequeños vellos ponerse de punta a causa del frío, los pezones que coronaban sus pechos, duros como piedras. Pasó ambas manos sobre ellos, sopesándolos sin rubor. Se mordió el labio inferior mientras los apretaba.
Su mano se deslizó entre sus piernas, se recostó contra la pared de la ducha mientras suspiraba por el roce de sus propios dedos. Los deslizó más rápido, más fuerte mientras apretaba uno de sus pezones y las exclamaciones furiosas se convertían en jadeos placenteros. Los hundió en su interior y repitió el movimiento una y otra vez hasta que finalmente se adueñó de ella un largo y ansiado orgasmo.
Se recuperó al poco, con una sonrisa suculenta en sus labios. Volvió a mirarse al espejo.
No, tampoco era así.
Pero a pesar de ello se deleitó en esa expresión, le fascinaba cuando la veía. Le producía una satisfacción que no alcanzaba de ninguna otra manera, aunque no duraba mucho.
Salió del baño y se vistió con las ropas que habían quedado desperdigadas por la estancia. Recogió con meticulosidad y terminó de ajustarse el vestido.
Suspiró con algo parecido al aburrimiento, a la decepción. Sabía que se estaba auto engañando.
Miró por última vez el cuerpo en la cama, el luchador yacía dormido en un apacible y eterno sueño. Como si ante aquella visión tuviera que sentir algo.
Akane meneó la cabeza y salió de la habitación del hotel.
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..
…
Ranma sintió que las piernas se le quedaban flojas, cayó sobre su trasero y se quedó sentado con la boca abierta en el suelo del baño.
—¿Qué… qué acabas de decir? —preguntó en un susurro áspero, con el corazón corriendo, queriendo salir por su garganta y un peso en el pecho que no dejaba de apretar más y más.
Akane intentó mantenerse en pie, bajó la cabeza como si mirarlo le doliera demasiado. No quería saber qué había en esos ojos azules porque estaba segura que no le iba a gustar.
—No es que quisiera mentirte, pero me daba demasiado miedo pensar en tu reacción. No eres el culpable de esto, Ranma. Nadie tiene la culpa —dijo, pero el guerrero distaba mucho de entender o siquiera de estar de acuerdo con sus palabras.
—¿Has dicho que estás muerta? —repitió perplejo.
—Si… Ella murió y ahora sólo quedo yo.
Ranma apretó los dientes mientras se alzaba, cargado de ira. Se puso en pie tambaleante y cuando se recuperó la agarró por ambos brazos, sintiendo su piel cálida bajo la ropa mojada, apretando los dedos en su carne.
—¡Si vuelves a decir semejante estupidez no te perdonaré! —gritó sacudiéndola obligándola a mirarlo, con pánico—. ¡Tú estás viva! ¿Entiendes? ¡Tú eres Akane y estás viva! —concluyó jadeante y con ojos incendiados.
Los ojos castaños de la chica se cuajaron en lágrimas.
—Pero…
—¡Eres Akane! ¡Eres Akane! Da igual lo que tu creas, yo sé quien eres. Este cuerpo es el de Akane, esos ojos son los de Akane, y ese mal carácter es el de Akane. No sé qué mierda te ocurre ni si hay alguien haciéndose pasar por tí, pero pienso averiguarlo y lo va a pagar.
—¡Pero mírame! ¡Mírame! ¡Estoy maldita de esta forma! No tiene sentido, y tus pesadillas… Oh, Ranma. Tú me buscas en sueños, lo que queda de mí desea con tantas ansias reunirse contigo que te llama. Lo sé porque a mí me ocurre lo mismo. La oigo, sigue ahogándose.
—¡He dicho que ya basta! —rugió volviendo a sacudirla—. ¡Basta! Tú eres Akane y no te ocurre nada de eso. Entiendo que estás nerviosa pero vamos a solucionarlo. Vamos a encontrar a esa persona.
—Tenemos que regresar a Jusenkyo —dijo Akane sin embargo—. Ella sigue allí.
Los dedos de Ranma se crisparon, la atrajo contra sí y la abrazó tan fuerte que durante unos instantes perdió el aliento.
—No vamos a volver.
—¡Pero yo…!
—¡No! ¡Tú eres Akane! Eres real, tu corazón palpita… Por favor, no vuelvas a decir nada parecido… Por favor, yo…
Su voz se astilló, resquebrajada en su garganta mientras la abrazaba como un desquiciado, pasando las manos por su cintura y su espalda, enterrando la cabeza en el hueco de su cuello. Akane inspiró ingrávida, queriendo creer en sus palabras y sintiendo el calor de su cuerpo, cediendo al anhelo de protección que él le brindaba.
—Lo siento —dijo ella pasando los brazos sobre su cuello—. No lo volveré a decir, te lo prometo.
Ranma asintió y se quedaron así, entregados a ese abrazo reconfortante hasta que el chico pareció calmarse lo suficiente.
—¿Estás bien? ¿Te hicieron daño? —preguntó al rato, ella apoyó la cabeza en su pecho, cerrando los ojos, escuchando los rítmicos latidos de su corazón.
—Un poco en las muñecas, cuando llegó Nabiki me quitaron las esposas y me trajeron ropa. Aunque lo peor fue la humillación.
El guerrero suspiró y la apretó un poco más, sintiéndose culpable por su comportamiento infantil, sabiendo que debería haberla reconfortado mucho antes en lugar de dejarse arrastrar por el horror que le causaban todas sus dudas.
—Deberías descansar —susurró relajando su agarre, atreviéndose a enfrentarla de nuevo.
—Sí, tú también.
Ranma asintió, aunque más bien dejó caer la cabeza mientras miraba su rostro con curiosidad.
—Maldita sea, siempre fuiste demasiado para un idiota como yo. La chica más popular del instituto, la más admirada y talentosa. La más guapa. Estaba tan loco por tí que no sabía cómo llamar tu atención.
Akane hizo un amago de sonreír ante su inesperada confesión, mientras él acariciaba con delicadeza la piel de su rostro, aún húmeda.
—¿Eso pensabas?
Ranma asintió.
—Me enamoraste como a un estúpido. Caí a tus pies después de… Después de que me golpearas con la mesa del salón —sonrió a su vez.
—¿En serio? —dijo incrédula, se mordió el labio inferior intentando con toda su alma recordar aquello, evocar las sensaciones.
—Totalmente. Y al día siguiente en el instituto después de verte derrotar a todos esos chicos… Deberías haberlo notado, un ser humano tiene límites. Ningún adolescente podría haberse resistido a semejante espectáculo. Me volví posesivo.
—Ya veo —susurró ella—, echas de menos que te golpee.
—Un poco —confesó divertido.
—Hoy te has merecido un buen golpe —dijo repentinamente seria, él sopesó sus palabras y estuvo de acuerdo.
—Aquí —señaló dejándola ir y apoyando un dedo sobre su pómulo izquierdo—. Es el que tengo mejor.
Akane alzó la barbilla y apretó los labios, le observó un instante antes de abofetearle con todas sus fuerzas. El guerrero giró la cara y pareció quedarse sin aire, después se sobó la zona con el ceño fruncido.
—¡Pensaba que no lo ibas a hacer! —exclamó sorprendido.
Ella le miró orgullosa, sobándose la mano dolorida después del golpe.
—¡No te atrevas a desconfiar de mí! —añadió desdeñosa, él la miró y se quedó quiero, muy quieto. Después se abalanzó sobre ella, consumido por el deseo.
Akane gimió confundida en el abrazo feroz, en un beso asfixiante. Trató de liberar sus brazos, pero era imposible. El guerrero la retenía desquiciado. Sus pies no tocaban el suelo, él la mantenía en vilo contra su cuerpo sin posibilidad de resistencia.
Cuando Akane sintió que se desmayaría por la falta de aire él aflojó el abrazo y volvió a posarla en el suelo, sus pies apenas y la mantenían pero él parecía bien dispuesto a suplir aquello. Deslizó las manos por su cuerpo hasta clavar los dedos en su trasero y se estrelló contra su cadera en un jadeo descontrolado. Akane se aferró a su espalda sin pensamiento, sintiéndose toda carne y desconsuelo. Volvieron a besarse, aunque más bien se mordían y soltaban sin llegar a dañarse los labios.
Ranma le desabrochó la camisa china empapada que aún llevaba puesta, la desechó a algún rincón y recorrió ansioso la extensión de piel que se abría para él. Eran un incendio desatado, una necesidad urgente. El guerrero la besó mientras se apoderaba de su cintura y la arrastraba hasta el suelo. Comenzaron a acariciarse, a tomarse de las manos y los rostros mientras sus cuerpos se encontraban y unían, con exclamaciones y jadeos. Ranma apenas alcanzó a bajarse los pantalones junto con la ropa interior antes de agarrar una de sus piernas y clavarse en ella profundo, Akane intentó no gritar mientras le sentía arder entre sus pliegues.
Era todo furia desbocada, una fuente de lava y anhelo. Ella apretó la mandíbula mientras él se hundía una y otra vez, golpeando su pelvis con la suya en aquel gozo endiablado. Clavó las uñas en la piel que tenía al alcance, gimiendo en sus embestidas mientras alzaba la cadera y enroscaba las piernas en su espalda.
—¡Sí! Ranma… No pares… —jadeó mirándolo a los ojos, mientras él se imbuía de su esencia, perdido en el movimiento. Se inclinó y la besó rudo, profundizando aún más el roce, enlenteciendo súbitamente, haciendo que Akane lanzara una exclamación y se viniera de una sola vez, en una explosión de tortuoso delirio.
El guerrero gruñó victorioso recuperando el fervor, tomándola descontrolado hasta que él mismo se sintió desmadejado dentro de ella, deshecho en la delicia de su cálido y suave interior. Se descargó por completo, hasta que no quedó rabia ni veneno, hasta que sus cuerpos se detuvieron agotados y sudorosos en agónicos jadeos.
—Yo… he sido un bruto, perdóname —dijo mirándola con devoción, ella negó con la cabeza.
—Está bien —respondió sintiendo las tablas de madera clavándose en su espalda y el peso del hombre entre sus piernas.
—Creo que acabo de cumplir una fantasía sexual de mi adolescencia —confesó con una sonrisa taimada, ella arrugó el ceño.
—¿Querías hacerlo en el baño? —preguntó con un deje de curiosidad, él negó.
—Quería hacerlo después de que me golpearas.
Akane parpadeó incrédula.
—Eso explica demasiadas cosas.
—Eso me temo —dijo él apartándose y quedando tumbado en el suelo, la miró un instante antes de percatarse de un pequeño detalle—. Tienes dieciséis años, ¿esto me convierte en… un pervertido?
Akane rio y se alzó dolorida.
—Sin duda.
Terminaron de desnudarse y se dieron un baño, ella regresó a su apariencia normal y aquello pareció tranquilizar a Ranma, quién suspiró aliviado. Después se metieron en el futón doble que una muy previsora Kasumi había dejado preparado en la antigua habitación que ocuparan hacía tiempo Ranma y su padre.
Ella se durmió casi al instante, absolutamente agotada, pero el guerrero descubrió sin sorpresa que a él le costaba mucho más intercambiar el peso de sus palabras por la levedad del sueño.
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A la mañana siguiente la pareja asistió con estupor a un abarrotado desfile de operarios que dejaron en el salón los regalos y ramos de flores que habían sido obsequiados al campeón de la MMA. Lamentablemente no se trataba de algo discreto, por lo que la prensa no tardó en apoltronarse en plena calle, para incomodidad de todos.
Los reporteros clamaban por unas declaraciones de Ranma después de que se hiciera público el asesinato de su más reciente rival, el subcampeón Jun Ichirakawa. El mundo deportivo y prácticamente todo el país se encontraba de luto por su pérdida. Clamaban por unas palabras y por intentar dilucidar el misterio que se escondía tras las muertes en la competición de alto nivel.
Era imposible huir de ellos, tampoco esquivarlos, por lo que Ranma y Akane se vieron sitiados en la antigua residencia Tendô, sin posible escapatoria.
La buena de Kasumi parecía feliz de tenerles de inquilinos, sonreía todo el tiempo y cocinaba grandes cantidades de estofado y sopas. La pequeña Aya también estaba más que contenta de tener a su tía de regreso.
Ranma descubrió con consternación que con ellos convivía un gato. Resultó ser el famoso gato de Akane, al cual no había dedicado más que un pensamiento pasajero, hacía ya muchas semanas.
Nadie supo decir quién puso peor cara. Si Akane, muerta de vergüenza, confesando el nombre del gato, o el propio Ranma quien más que blanco, se puso azul. Y después rojo. El propio felino no parecía especialmente feliz.
Ranma se encontró tratando de serenarse y finalmente huyendo del amigable animal cada vez que atisbaba su pelaje negro aunque fuera por el rabillo del ojo. Aquello se convirtió rápidamente en una fuente de diversión para toda la familia, sobre todo para Aya, quien se paseaba con el minino en brazos buscando al artista marcial, con voz melosa y asegurando que no debía tener miedo, obviamente el chico de la trenza no pensaba lo mismo.
Fueron unos pocos días agradables, de descanso intermitente y de noches llenas de besos y caricias.
La paz por supuesto no duró mucho más. Akane se vio obligada a empezar a aceptar llamadas de patrocinadores impacientes y marcas deportivas nerviosas. Tuvo que mostrarse asertiva respecto a las habladurías. A los pocos días tuvo que asistir a un par de reuniones de forma urgente, a las cuales Ranma se empecinó en acompañarla. Él se había vuelto su sombra, custodio y amante.
La primera salida fue mala, no pudieron esquivar a los fotógrafos ni a las preguntas impertinentes de la prensa sobre ellos como pareja, sobre la muerte de su principal rival, e incluso sobre una implicación romántica de la representante con el propio Ichirakawa. Estaban en pleno ojo del huracán. A duras penas consiguieron llegar a las reuniones a tiempo y estas no se desarrollaron en términos completamente amistosos. Ranma se mostraba terriblemente vigilante con todos cuantos les rodeaban, tanto era así que Akane apenas y pudo hablar de forma confidencial con nadie, ya mucho menos cerrar tratos si no era entre gruñidos desaprobatorios del malhumorado artista marcial, lo cual intimidó a varios publicistas.
Al final nadie estaba contento, y eso era malo para todos. La policía volvió a llamar a Akane para declarar, pero Nabiki intervino rápidamente y convenció al inspector al cargo que bien podrían desplazarse un par de agentes de paisano hasta el domicilio de los Tendô, para ahorrarles una nueva y penosa visita al cuartel. Y así lo hicieron.
Dos agentes trajeados aparecieron a la mañana siguiente en la antigua residencia, con las placas dentro de sus chaquetas y actitud severa. Sus rostros estaban surcados de arrugas en la frente y en las comisuras de los ojos, como si frunciesen demasiado el ceño, sospechando hasta de sus propias sombras.
Les recibieron en el salón, Nabiki también estaba allí, por si se pasaban de la raya aunque fuera un milímetro. Tomaron asiento y Kasumi les sirvió té, el mayor de ellos lo apartó con evidente molestia, el otro comenzó a beber con la vista fija en ninguna parte. Evidentemente no estaban de buen humor, era de suponer que la presión a la que les sometían sus jefes para que encontraran pistas sobre el caso era brutal.
—Vayamos al grano, señorita Tendô —dijo empezando el interrogatorio de súbito y sin medias tintas, Akane dio un respingo en el sitio al escuchar su nombre y asintió con lentitud—. A día de hoy hemos conseguido pruebas que la pondrían en un grave compromiso.
—¿Cómo? ¿Qué pruebas? —interrogó a su vez Nabiki, en completo estado de alerta.
—Videos —dijo el policía sacando del bolsillo interior de su chaqueta un teléfono de alta gama. Maldijo mientras golpeaba la pantalla con dedos impacientes y gestos bruscos, hasta conseguir reproducir un vídeo.
Nabiki, Ranma y Akane estaban al otro lado de la mesa, y los tres se inclinaron para ver una escena imposible. En el video se veía a Akane, o al menos a alguien condenadamente parecida a ella. Su expresión era, a falta de una palabra mejor, salvaje. Llevaba un vestido ajustado y unos tacones altos, tenía una apariencia sexy y una actitud desinhibida, nada propia de ella.
Se movía de forma amenazante por el estrecho pasillo de un club.
El policía detuvo el video y volvió a guardar el aparato, se aclaró la garganta mientras los tres jóvenes frente a él le miraban ansiosos, deseando ver más.
—Comprenderá que a la luz de estas nuevas pruebas nuestras sospechas sean mucho más sólidas —dijo mirando firme hacia la chica de cortos cabellos, quien parecía haber palidecido. Con manos temblorosas agarró el brazo del luchador, como queriendo asirse a él, sospechando que pretendían arrestarla de nuevo y llevarla de regreso a la comisaría.
—Esas pruebas son meramente circunstanciales —Se apresuró a decir Nabiki, saliendo al rescate.
—Puede ser, pero no tardaremos en tener más. Hasta entonces, señorita Tendô, mucho me temo que no puede abandonar su residencia.
—¿Arresto domiciliario? —preguntó Nabiki, gravemente contrariada.
—Cumpla la ley, una patrulla se pasará a diario para comprobar que así es.
Ambos hombres se levantaron, ya habían terminado. Nadie les acompañó a la salida.
Los tres volvieron a quedarse solos. Akane fruncía el ceño en una expresión triste, Ranma apretaba los puños, pero Nabiki parecía pensativa. La abogada miró a la pareja con la sospecha pintada en el rostro.
—Decidme la verdad, ¿hay alguna posibilidad, por absurda que sea, de que Akane tenga una jodida copia asesina? —preguntó increíblemente seria. Nabiki había visto cosas imposibles a lo largo de su vida, y eso no le había impedido convertirse en una incrédula materialista, pero si había que retorcer la verdad, si había que enfrentarse a lo imposible era mejor poner las cartas sobre la mesa.
Ranma asintió lento, Akane bajó la mirada. Nabiki maldijo llevándose las manos a la cabeza.
—Oh, joder. Nunca vamos a librarnos de esta puta pesadilla. Bien, bueno. Vamos a pensar —dijo tratando de calmarse—. ¿Cómo puede ser?
—Cuando estuvimos en Jusenkyo yo… caí en una poza. Se supone que toda persona que caiga en ella se parecerá a mi.
—¿Creaste una nueva poza de la mujer ahogada?
—Creo que es un poco más complicado que eso.
—¿Hay una fuente que crea copias ilimitadas de tí? —dijo intentando comprenderlo, Akane se llevó una mano al pecho, impactada.
—¿Podría haber más de una? —preguntó ella mirando a Ranma, agobiada.
—Esto es grave, ¡deberías habérmelo dicho mucho antes! —masculló Nabiki levantándose—. Hay que atraparla antes de que lo haga la policía. Aunque tratemos de explicarlo va a ser muy difícil que nos crean, apenas puedo creerlo ni yo. ¿Sospechas de alguien?
Akane negó mientras Ranma gruñía frustrado.
—Pues empezad a escribir una puta lista, a saber en qué está pensando esa maldita loca. Esta noche nada de cariñitos, ¡poneos a trabajar! —dijo señalándolos de forma alterna, muy seria. Aquel comentario hizo que Akane se sonrojara y que el artista marcial se aclarara la garganta. Los dejó mientras salía hecha una furia. El problema era que tenía razón.
—Tampoco es como si fuera todas las noches… —susurró Ranma haciendo un mohín, Akane se giró hacia él visiblemente acongojada.
—Tiene razón, quizás alguien que conozcamos esté haciendo esto.
—No conocemos a una asesina en serie —repuso él cruzándose de brazos.
—Piensalo, debe ser alguien fuerte y a la vez astuta. Me conoce, es lo suficiente lista para mantenerse alejada, casi oculta. Está usando mi rostro, tiene parte de mí… pero no sé cuánto. Me da nauseas.
Ranma tomó aire, no le gustaba que ella siguiera hablando de aquella manera, como si realmente estuviera partida en pedazos.
—En esa descripción encajan pocas personas —dijo él—. Y Shampoo no tendría motivos ni estómago suficiente.
—Me odiaba, en Jusenkyo intentó matarme. De hecho te chantajeó con asesinarme si no te acostabas con ella.
El guerrero arrugó la nariz.
—Estaba poseída.
—Nadie dice que ahora no lo esté también.
—Eso es muy retorcido.
—¿Por qué tengo la impresión de que la estás defendiendo? —inquirió Akane alzando la voz.
—No es eso. Shampoo se fue detrás de Mousse, no hemos vuelto a saber de ella, ¿qué motivos tendría para regresar, caer en tu poza y empezar a asesinar artistas marciales?
—Oh, ¿no quieres verlo? Ninguno eres tú. Esa chica estaba obsesionada contigo, puede que… Puede que tras ver en las noticias que volvíamos a tener algún tipo de relación algo se despertara dentro de ella. Algo desesperado.
—A Shampoo no le haría falta ser tú, siempre estuvo muy pagada de sí misma.
—No sabes nada de su vida, no sabes el aspecto que pueda tener ahora. Quizás es la única forma en la que piensa que puede acercarse a ti.
—Ella también sufrió por la desaparición de Jusenkyo, el espíritu unido a su alma también se liberó. Estoy seguro que después pudo reflexionar sobre ello y que no te odia, ni tampoco me ama a mí.
La chica de cabellos cortos miró al cabezota de ojos azules con rencor.
—Bien, pues dime de alguien con más razones que ella y que conozca Jusenkyo, que sepa de la existencia de esa poza. Como bien has dicho, la lista es corta.
Ranma dio la callada por respuesta, se sumió en un ostracismo pensativo.
—Eran nuestros amigos —dijo sin más, ella suspiró agobiada.
—Lo sé, lo sé… Sólo intento buscar una explicación. No se me ocurre nadie más que pudiera estar tan pirada como para llegar a estos extremos.
—¿Y si fuese otra persona? Alguien que ni siquiera conocíamos y que casualmente estuvo en China y…
—Es lo que espero —dijo Akane—, pero mientras tanto hay alguien con mi cuerpo haciendo a saber qué, sabiendo cosas de mí que yo ni siquiera recuerdo.
—Le tenderemos una trampa —propuso el artista marcial—. Yo seré el cebo.
—Ranma…
—No puedes salir de aquí, ya has oído a la policía.
—¡Pero no quiero que te expongas!
—No me pasará nada, no podrá conmigo.
—¡Eso no lo sabes!
—Soy el mejor artista marcial de…
—¡Eso es sólo un título! ¡No sabemos nada de esa persona!
—¡Confía en mí!
Ambos se miraron, con los corazones acelerados y los ceños fruncidos.
Se les agotaba el tiempo y las opciones.
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…
Ranma salió del dojô Tendô. Con Akane confinada entre las paredes de la vieja residencia no le quedaba más remedio que tomar las riendas de todos aquellos asuntos tediosos que de cualquier otra manera hubiera evitado.
Ella le arregló las citas con patrocinadores, programas de televisión e incluso de radio. Fue una semana realmente estresante ya que, después de una jornada de intenso trabajo de promoción y entrenamiento le restaba la parte más dura: Salir de caza.
El joven luchador comenzó a frecuentar famosos clubs de copas de la capital japonesa, en los cuales fue acogido de forma muy efusiva por propietarios y fans. Por supuesto no obtuvo demasiadas pistas acerca de la supuesta doble de Akane, aún a pesar de que en muchas ocasiones se hacía el desmemoriado y preguntaba por su representante a los responsables de la entrada, a camareras y empleados, fingiendo que ella también había acudido al local en varias ocasiones.
El resultado fueron mañanas agotadoras, una acuciante falta de sueño y varias caras largas por parte de la verdadera Akane, quien miraba con desdén las marcas de carmín en el cuello de sus camisas, las cuales el chico achacó a que apenas y podía quitarse a las mujeres de encima. Eso no ayudó en lo más mínimo a crear un ambiente apacible entre ellos.
Discutieron un par de veces tras lo cual Ranma se iba a entrenar al dojô y ella se encerraba en su antigua habitación. Volvían a ser dos adolescentes, pero con problemas un tanto más serios.
Por su parte Nabiki consiguió algunos avances. Gracias a un contacto se había hecho con copias de las grabaciones que manejaba la policía para intentar inculpar de forma definitiva a Akane. Los tres visionaron varios vídeos de apenas unos segundos durante una tarde completa. No eran gran cosa, solo tomas cortas de la supuesta Akane caminando por alguna calle, saliendo de un baño, hablando en la barra de una discoteca con un par de tipos. Lo que estaba claro es que se parecían de forma endiablada.
—Iré contigo —dijo la chica esa noche, cuando ambos se acostaban en el futón que compartían—. No puedo quedarme aquí sin hacer nada.
—No —zanjó él—. Es peligroso.
—Nadie me verá, me disfrazaré. La policía viene por las mañanas, si no salimos al mismo tiempo de casa no tienen ni por qué enterarse. Puedo escabullirme por el tejado.
—He dicho que no. Maldita sea, déjame encargarme de esto.
—Iré —respondió ella girándose y dándole la espalda, absolutamente decidida.
Ranma soltó un gemido de frustración. No quería seguir discutiendo con ella.
—Te lo prohibo —dijo con los dientes apretados, Akane se carcajeó.
—¿Que tú QUÉ? —dijo girándose e incorporándose de una—. Inténtalo.
—Akane…
—Esta conversación ha terminado —dijo orgullosa, levantándose y dejándolo solo en la habitación. No era la primera vez que lo hacía, claro. El encierro comenzaba a hacer mella en su ánimo y la chica se encontraba especialmente irascible, por lo que dejarlo solo y regresar a su antigua habitación a dormir se estaba convirtiendo en un hábito tristemente habitual.
Ranma intentó cerrar los ojos y dormir, pensando que quizás podría hacerla entrar en razón al día siguiente.
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Akane no era estúpida.
Que Ranma Saotome hubiera comenzado a tener vida social nocturna no era mera casualidad. Un artista marcial tan serio, tan ocupado… Se estaba poniendo en bandeja, y creía adivinar el porqué.
Se trataba de una burda trampa en la que no estaba dispuesta a caer. Lo dejaría estar una temporada, que se divirtiera por las noches, que se cansara de perseguirla. No le interesaba.
Lo único que necesitaba Akane era paz. Que las pesadillas terminaran, que las voces se apagaran. Que algo tuviera sentido.
Y cada vez que creía poder controlarlo, una nueva decepción. Sospechaba el porqué nadie era suficiente en aquel propósito. El problema no eran ellos, era ella.
Inocentemente había pensado que podría controlarla. Mantenerlo en secreto. Que "ella" no daría problemas. Esa fue su primera equivocación.
Los recuerdos de Akane asaltaban sus sueños, sus días y sus noches, hasta que estar en su piel se tornó en algo natural, tan natural que comenzó a vestir como ella, a actuar como lo haría ella, como la veía constantemente en su cabeza. Akane tomaba las riendas y enmarañaba sus pensamientos, los mezclaba y volvía confusos.
Y también estaba eso, ese horrible y a la vez obsesivo sentimiento. La necesidad que experimentaba de estar cerca de Ranma Saotome.
Había límites que no quería cruzar, pero cada día era una tortura, sentía como si se partiera en dos mitades con impulsos opuestos y a la vez parecidos. Y era débil, oh, tan débil. Tanto como cuando regresó a Jusenkyo.
La primera vez ni siquiera supo cómo había pasado; salió, bebió de más, se dejó llevar. Ese chico estaba allí y se parecía un poco, solo un poco…
Acabaron en su casa, aquello fue una torpeza. Fueron un par de salvajes desinhibidos y la experiencia no estuvo del todo mal. Pero al rato, cuando él quiso repetir, se sintió violenta. El efecto del alcohol había desaparecido y se dio asco, el pavor por lo que acababa de hacer la poseyó. Intentó huir, pero él la retuvo. Aquello fue una mala idea.
No hizo falta mucha fuerza, ni siquiera el despliegue de toda su destreza, le valió una llave de asfixia simple y dejó de moverse. No, no lo había planeado, no quería hacerlo. Solo pasó.
Muerta de terror agarró sus cosas y huyó bajo el cobijo de la noche. Afortunadamente y tal y como pudo leer en las noticias locales, la muerte de aquel joven se había atribuido al abuso de drogas.
Por supuesto que se quitó la piel de Akane una buena temporada durante la cual la incomodidad era la norma. La piel picaba, los labios no cuadraban, el espejo devolvía una imagen distorsionada. Las pesadillas se volvieron peores.
Lo soportó cuanto pudo antes de entender que no podía seguir encerrándola. La noche era su aliada. En un club conoció a un artista marcial en ciernes, la idea la atrajo de inmediato. Se dijo que era la cotidianidad, podían hablar fácilmente, se entendía bien… Podría decir que volvió a ser el alcohol, pero sería faltar gravemente a la verdad. Lo cierto era que necesitaba sentirse bien. Un consuelo momentáneo, aunque fuera algo tan patético.
Lo que no esperaba que es ese sentimiento de ruindad, de extrema suciedad se acentuara tanto, que el asco llegara a un límite tal que se viera obligada a asfixiarle con una almohada cuando aún siquiera habían terminado su encuentro. Esa vez no fue un accidente, por supuesto que no. Era culpa de ella, quien gritaba en su cabeza. Ella no hubiera hecho eso, ¿verdad? Akane era demasiado buena, demasiado amable… Demasiado fiel.
Y entonces, como si fuera una invocación de su mente torturada, como si la hubiera llamado con sus deleznables actos la encontró de golpe en la portada de varias revistas deportivas.
Y eso la hizo estar de muy mal humor. Por las mañanas se deshacía de su piel, por las noches se la volvía a poner.
Las pesadillas se volvieron horrorosas, tomaba ansiolíticos de forma continua, uno detrás de otro, como caramelos, y los somníferos tampoco ayudaban lo más mínimo. Comenzó a necesitar pastillas más fuertes. De pronto estaba en una espiral sin salida, sin respuestas. De pronto se encontró deseando mucho más.
Entendió que quizás el problema era ese, la otra Akane. ¿Cuántas Akanes podía haber? ¿Y si esa otra era también una impostora? No podía saberlo, tampoco comprobarlo si no se acercaba.
Estaba cambiada, lo supo en cuanto la vio. Para aquel entonces ya habían pasado unos meses durante los cuales y para su vergüenza, los incidentes se habían repetido en varias ocasiones. No, ella no era Akane. Akane ya no estaba. Y el pensamiento le hizo sentirse profundamente triste.
El enfado fue lo que le sobresiguió en los siguientes días, doloroso, atronador. Ninguno era suficiente, ella no era suficiente. Nada acallaría los gritos, a menos que se encargara personalmente.
Ranma sería un engorro, pero quizás… Quizás podría utilizarlo en su favor.
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¡Ya estoy de regreso!
No sabéis hasta qué punto he disfrutado de las reacciones del capítulo anterior. Esperaba una horda de personas enfadadas y en su lugar me he encontrado con comentarios muy positivos, y sobre todo con muchísimas preguntas.
No puedo dejar de mirar lo perfecto que le quedó el fanart de portada a la muy talentosa Luna Gitana, quien sin saber lo que iba a escribir dibujó a tan hermosa Akanita.
Y agradecer a mis pacientes betas SakuraSaotome y Lucita-chan, quienes son las únicas que en estos instantes han leído el desenlace.
Este fic parte de una cuestión: ¿Por qué Akane sigue viva? En el manga no tiene mucho sentido, ya que las maldiciones las provocan las aguas de Jusenkyo y las personas que se ahogaron en ellas. ¿Entonces Akane se ahogó? Yo parto de la base de que así fue, ya que ella después tampoco recuerda ese evento, o al menos no le hace referencia. ¿Nadie se preguntá porqué no es una fuente más de la mujer ahogada, si no de la propia Akane ahogada?
Vamos a pensar pues que en verdad ella se ahogó, que ella murió allí y la maldición la provocó su propia alma atrapada. Vamos a imaginar que rescataron su cuerpo ahogado, que volvió a respirar, pero que ya nunca podría ser la misma ya que parte de ella no regresó. Que se quedó con la mayor parte, pero no con todo. Que Akane vive fragmentada en varias personas y en una poza. Acompañadme en este horror solo dos capítulos más.
Gracias por leer.
LUM
