Disclaimer: Los personajes de Final Fantasy pertenecen a Square-Enix. Tan solo los inventados son de cosecha propia ^^


-Notitas…

Nancyriny: Aaaaah! No me lo puedo creer, eres tú! Que ilusión, de verdad, me alegra muchísimo que andes por aquí aún, jejeje, ni sé el tiempo que ha pasado. En fin, que mil gracias por estar siempre ahí! Creo que eres mi única lectora, jejej pero me vale XD
Bueno, al tema, no me extraña que no pasases del primer capítulo en la otra historia porque es nefasto, jeje, los primeros capítulos son para echar a correr, la verdad, pero como bien dices, vas a tener suerte y vas a poder leer esta nueva versión. Espero que te guste, por lo menos la mitad de lo que te gustó Creciendo Dentro (que por cierto me la he releído este verano, de ahí que vuelva a escribir y la verdad, que bonita me quedó, jejej). Y nada, que gracias, gracias y gracias! Te dejo leer ;-)


CAPITULO 4

Quistis miró por la ventana de aquella aula de la planta superior y vio que ya era de noche. Suspiró cansada y siguió garabateando la hoja que tenía en la mesa. La voz del jefe de estudios, resonaba pesadamente en la estancia. Llevaba casi toda la tarde reunida con el resto de instructores, tratando temas pendientes de lo más aburridos y ya no podía más, ¿podía alguien morir de aburrimiento? Seguramente sí.

Dio varias vueltas al bolígrafo que sostenía entre sus dedos y cayó en la cuenta que hacía una hora más o menos, que Seifer había empezado a rondar por su cabeza. Su corazón se aceleró levemente cuando se dio cuenta, que eran bastantes las veces que ese chico arisco, rudo y demasiado fanfarrón ocupaba sus pensamientos.

Es cierto que era su instructora y que solían charlar sobre temas de estudio, pero también era cierto, que cuando estaba con él, solía hacerla reír y se relajaba hasta tal punto, que los problemas del día a día, desaparecían. ¿Cómo era posible que Seifer la hiciera sentir tal cosa? Meneó la cabeza intentando quitarse todas esas ideas, seguramente erróneas, y por fin vio como el resto de compañeros empezaban a recoger sus cosas. Se levantó con rapidez y despidiéndose de los demás, salió de allí presurosa. Necesitaba borrar todos esos pensamientos de su cabeza, Seifer no era buena compañía, ella lo sabía, lo conocía demasiado bien pero no podía evitar pensar que con ella era distinto.

Caminaba por el hall, inmersa en sus pensamientos, cuando sintió chocar con alguien. ¿Otra vez? Parece que la altiva, calculadora y siempre perfecta instructora Trepe estaba perdiendo facultades.

- ¿En serio instructora? Tienes que dejar de hacer esto, si quieres verme, dímelo.

Ahí estaba ese hombre de metro noventa con su sonrisa fanfarrona y haciendo una broma de absolutamente todo. Quistis suspiró y se dispuso a recoger su cuaderno y carpeta que habían caído al suelo tras el choque. La verdad, que a pesar de que sus pensamientos habían estados centrados en él casi toda la tarde, no le apetecía demasiado verlo pero parece que el destino quería jugar un rato jugar con ella.

- Pareces cansada –comentó el joven mientras la ayudaba a recoger sus cosas-.

Quistis levantó la visa hasta él y lo miró con incertidumbre, nunca sabía que estaba pensando aquel chico.

- ¡Qué! Intento ser amable –la increpó viendo como lo miraba-.

- ¡Oh! Es eso –contestó ella con calma-. No te pega ¿sabes? –sonrió intentando relajar el ambiente-.

Parece, que de verdad Seifer, estaba intentado ser amable aunque aquello fuese lo más raro del mundo.

- Oye, lo de esta mañana… yo no quería…

De pronto el muchacho se quedó callado y perdió la vista en la lejanía del pasillo. Quistis lo miró y vio como sus ojos se entrecerraban levemente y su ceño se fruncía en una especie de gesto de preocupación.

- Seifer –llamó la joven moviendo una mano frente a su cara-.

El chico salió de aquel trance y clavó su mirada en la instructora. Ésta lo miró y pudo leer hostilidad en aquellos ojos azules, ¿qué demonios le pasaba? Juraría que estaba intentando ser amable con ella y de pronto, su actitud había cambiado.

- ¡Debo irme! –exclamó sin prestar más atención a Quistis-. Y estate más atenta, instructora –acabó diciendo mientras apoyaba su mano en la cabeza de ésta y pasaba por su lado para marcharse de allí-.

Quistis se quedó allí plantada viendo cómo se marchaba y desaparecía por uno de los pasillos laterales que conectaban con el hall.


Rinoa, había estado un buen rato intentando convencer a Squall de que bajase a cenar con ellos pero el chico quería terminar todo aquello lo antes posible e irse a dormir, no podía más. Pero antes de que la joven se despidiese, la comentó que si quería, podían verse después de la cena, sobre las once, él la esperaría en el hall.

La pelinegra abandonó el despacho con una gran sonrisa y cogió el ascensor que la llevaba directamente a la planta principal. Cuando las puertas se abrieron, no pudo evitar fijarse en la escena entre Seifer y Quistis. Sonrió al ver a su amiga quedarse algo perpleja ante el comportamiento de Seifer y llegando hasta ella, la dio un toquecito en el hombro.

- ¡Rinoa! –se sobresaltó al verla allí de repente-. No te había visto, ¿aparte de bruja también eres ninja? –bromeó colocando bien sus gafas-.

La pelinegra soltó una carcajada.

- Bueno, creo que alguien te tenía bastante despistada ¿no? –comentó mientras sonreía exageradamente-.

Rinoa observó como Quistis la miraba de manera confusa sin entender muy bien que acaba de pasar.

- Vamos a cenar, ¡anda! –dijo cogiendo a la instructora por el brazo y emprendiendo sus pasos hacia la cafetería-.

En el corto trayecto que las separaba de la cafetería, Rinoa le comentó que venía de ver a Squall, no quiso preguntar más por Seifer, ya que hace tiempo venía intuyendo, que la joven tenía un debate interno con aquel muchacho rebelde, del cual, todo el mundo opinaba que había traicionado a su propio jardín.

Cuando llegaron, vieron que los demás aún no estaban por allí, así que cogiendo un par de bandejas, se colocaron en la cola del buffet. Rinoa escuchó suspirar un par de veces a la instructora y se animó a preguntarla sobre lo que seguramente la tenía así. La verdad ,que hablar de otros temas la venía bien, ya que la hacía olvidar la trágica noticia de esa misma mañana.

- ¿Todo bien con Seifer? –preguntó sin querer darle demasiado importancia al tema-.

Quistis que iba delante de ella, se sirvió un poco de arroz y girándose, miró a su amiga. Observó cómo aquello ojos oscuros la miraban como si le estuviesen leyendo la mente. No quería que nadie supiera que la compañía de Seifer, tal vez, le agradaba pero necesitaba desahogarse con alguien y sabía que Rinoa era una de las mejores confidentes. Además, seguramente, ella la entendiese, aunque ahora no se llevase nada bien con el joven, en el pasado habían estado juntos.

- Supongo, no sé… –contestó encogiéndose de hombros-.

- No pasa nada porque te caiga bien –comentó Rinoa tras ella mientras elegía algo de carne para la cena-.

Quistis, que había llegado al final del buffet, se apartó con su bandeja y esperó que Rinoa llegase hasta ella.

- ¿Es raro que… me divierta con él? –preguntó dudando de sus palabras-.

Oyó reír a Rinoa a su lado.

- ¡Claro que no! Reconozco que el tiempo que salí con él, me divertía mucho – recordó la pelinegra-. Es cierto que tiene la capacidad de hacer que cualquier problema parezca una tontería –sonrió al recordar cómo le sacaba una sonrisa cada vez que se peleaba con su padre-.

- Pero tú ahora… –la instructora bajó la mirada sin saber cómo continuar la pregunta-. ¿Qué pasó entre vosotros?

Quistis, al igual que el resto, se habían dado cuenta que cada vez que Seifer se cruzaba con ella o pasaba cerca, parecía demasiado incomoda, incluso algo asustada. Squall, en más de una ocasión les había preguntado a ver si sabían algo, pero todos negaban. Rinoa no le había contado a nadie que le ocurrió en el pasado con él para que ahora, no pudiese ni verlo.

- Squall también me lo ha preguntado ¿sabes? –contestó cogiendo una pieza de fruta-. Aún no sé muy bien como contárselo –sonrió con algo de melancolía mientras emprendían sus pasos hacia la mesa-. Pero no importa lo que me pasó a mí, creo que contigo se comporta de manera distinta, además, aunque yo no confíe en él creo que ha cambiado, le noto más centrado y menos…

- ¿Idiota? –dijo la instructora eligiendo la palabra por Rinoa-.

Ambas chicas se echaron a reír mientras tomaban asiento en la mesa de siempre. Quistis también creía que el comportamiento del chico hacia ella era distinto, esa hostilidad que solía acompañarlo, no la mostraba con ella y lo solía notar más relajado en su compañía.

- De verdad Quistis, da igual lo que piense el resto, si tú estás a gusto con él, no deberías rechazarlo tan solo por lo que hizo. Creo, de verdad, que ha cambiado.

Quistis suspiró a su lado y asintió no muy convencida. Todos querían creer que había cambiado pero ella aun dudaba de él y el que estos últimos días estuviese tan raro, no ayudaba.

- Bueno y ¿tú que tal estás? –preguntó esta vez la joven rubia intentado cambiar de tema, no quería darle demasiado importancia a eso que la estuviese pasando con Seifer-.

La pelinegra se recostó en la silla mientras cogía un trozo de pan sin demasiado ánimo. Le contó a Quistis como había pasado el día y que la gente no paraba de decir tonterías sobre la muerte de Darcy. También le contó que Squall le había dicho que la policía había estado en el jardín y que estos días, interrogarían a alumnos e instructores. La instructora se tensó ante la noticia, aunque ella no le había dado clase nunca, no podía evitar sentirse incomoda.

Los demás no tardaron mucho más en llegar y cuando terminaron de coger su cena, se sentaron todos juntos.

El ambiente en la cafetería era un poco más relajado pero seguía notándose a los alumnos algo nerviosos. Estuvieron un rato charlando de cosas sin importancia, no querían sacar de nuevo el tema de Darcy a relucir ya que sabían que Rinoa estaba más afectada que el resto.

- Por cierto ¿habéis visto a los nuevos por ahí? -preguntó el vaquero con curiosidad-.

- ¿Otra vez con eso, Irvine? –le recriminó Selphie-.

- Bueno, es verdad que no se les ha visto en todo el día –intervino Zell, intentando defender a su amigo-. Irvine y yo nos hemos recorrido el jardín de arriba abajo, sin saber muy bien que hacer y ni rastro de ellos –añadió el artista marcial comiendo otro bocado de su perrito caliente-.

Rinoa y Quistis se miraron en ese momento y se encogieron de hombros ante los comentarios de sus amigos.

- ¿Por qué le dais tanta importancia? Yo ni siquiera recuerdo sus caras, la verdad –dijo Rinoa de manera desenfada. Bastante poco le importaban esos hermanos nuevos con lo que había ocurrido en el día de hoy-.

- Bueno, hay rumores de que han sido ellos –comentó el vaquero con cierto misterio mientras se incorporaba en su silla para apoyar los brazos en la mesa-.

Todos sonrieron cuando escucharon al vaquero. Estaba claro que le encantaba aquella historia que se había creado alrededor de esos tres hermanos, aunque él tampoco se la creyese del todo. Bien era sabido por todos, que aquel muchacho se caracterizaba, entre otras cosas, por ser un gran narrador de historias, fuesen o no, verdad.

- ¿Oh, sí? Bueno pues cuéntanos… -dijo esta vez Selphie con cierto aire molesto en la voz-.

Irvine se giró hacia ella y la miró con el ceño levemente enfrentado. La vio cruzarse de brazos mientras se recostaba en la silla y haciéndole un gesto con la mano, le indicó que podía seguir con su historia. El chico, no era tonto, llevaba un par de días notando a Selphie demasiado hostil con él, todo lo que decía o hacía, se lo recriminaba, estaba claro que algo la pasaba. Tal vez Zell y Squall tenían razón y ella estaba empezando a cansarse de su estúpido comportamiento.

- ¿Qué han sido ellos? –preguntó esta vez Quistis sin entender absolutamente nada-.

- Pues eso, el asesinato… -intentó explicar el vaquero sin querer decir el nombre de la chica para que Rinoa no se preocupase más-.

De pronto la risa de Quistis pudo escucharse entre el barullo de la cafetería, algo no muy habitual en ella.

- ¡Venga ya! –dijo entre risas-. ¿En serio os creéis eso? Por favor… -continuó riéndose-. Me hace mucha gracia, lo siento.

- Quistis tiene razón, tío –dijo Zell con la boca llena dirigiéndose al vaquero-. Son solo rumores –añadió tragándose el último bocado de su cena-.

Irvine chasqueó la lengua a modo de molestia viendo que nadie le seguía el juego y levantándose de la silla, recogió su bandeja de comida. Los demás le imitaron e hicieron lo mismo. Era hora de marcharse.


Las chicas habían decidido salir un rato al patio para hacer tiempo hasta que Rinoa fuese en busca de Squall. El ambiente de la noche era fresco pero a pesar de ello, varios alumnos andaban por allí. El toque de queda para estar dentro de sus habitaciones era antes de las doce de la noche, por lo que era habitual ver a los jóvenes cadetes, despejarse después de la cena.

Se sentaron en un banco cercano a la pasarela que conectaba con el interior y Rinoa y Quistis miraron a Selphie que había soltado un largo y sonoro suspiro, al tomar asiento. Ambas chicas se habían percatado del comportamiento hacia el vaquero.

- ¿Se puede saber qué te pasa con Irvine? –preguntó sin tapujos la instructora-.

La muchacha de pelo despuntado, se giró rápidamente hacia ella y alternó la mirada de una a otra. ¿Tanto se había notado lo irritada que estaba con ese muchacho?

- Nada realmente, estoy cansada de sus tonterías –contestó mientras soltaba otro suspiro-. Puede que no sienta nada hacia mí ¿no? Simplemente le caigo bien y punto. Tal vez lleve haciendo el idiota detrás de él desde que se trasladó a Balamb.

- Vamos Selphie, sabes que eso no es así. Claro que le gustas pero…

- ¡Pero qué, Rinoa! – exclamó interrumpiéndola-. De verdad, estoy harta –dijo más calmada desviando la vista al frente-. Necesitaría ver algo más por su parte pero eso nunca pasa, lo único que veo es como coquetea con todas delante de mis narices.

De pronto el carraspeo de alguien tras ellas, las hizo sobresaltarse y girándose en dirección a la pasarela, vieron a ese vaquero allí plantado. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? Selphie suplicó para que no las hubiese escuchado.

- Selph… ¿podemos hablar? –preguntó en un tono demasiado serio-.

Selphie desvió la mirada hacia un lado y volvió a girarse al frente sin decir nada. Fue Rinoa, que estaba a su lado, quien le dio un codazo y la hizo un gesto para que fuese. Ésta se levantó del banco y se acercó a la pasarela.

- ¿Qué quieres? Me iba ya a la habitación –explicó sin demasiado entusiasmo, la verdad que no le apetecía demasiado estar con él-.

Su corazón dio un pequeño brinco cuando pensó aquello, ¿qué la estaba pasando? Odiaba tener ese sentimiento hacia Irvine, la entristecía enormemente pero no podía evitarlo. Desde que lo conoció, aquel hombre robó su corazón, le encantaba pasar tiempo con él, reírse de tonterías y sentir esa complicidad cuando estaban juntos. Pero era cierto, que hacía algún tiempo, todo aquello se estaba perdiendo.

- Está bien, te acompaño –contestó él con rapidez-.

- No hace falta Irvine…

- Quiero hacerlo –interrumpió a la chica-.

Ésta suspiro una última vez y aceptó sin más. No quería discutir y menos por esa tontería, si se empeñaba en acompañarla, no se lo impediría. La verdad, es que desde que había llegado hasta ellas, aquel hombre parecía más serio de lo normal, incluso Selphie pudo atisbar cierta madurez en su mirada.

- ¿Te pasa algo? –preguntó sin rodeos mientras emprendían sus pasos-.

Selphie se sorprendió de aquella pregunta tan directa pero no dejó que aquel chico lo notara.

- No, ¿por qué lo preguntas?

El joven suspiró y cogiendo a Selphie de una de sus muñecas, detuvo sus pasos.

- Vamos Selph, llevas días pasando de mí.

- ¿Y? ¿Algún problema? ¡Oh, espera!, ¿tal vez no estás acostumbrado a que las chicas te ignoren? –exclamó exagerando su tono sarcástico-.

- Así que es eso –contestó dejando escapar una risa seca-. Igual eres tú la que no soporta que la ignoren –añadió frunciendo el ceño-.

Vio como el gesto de Selphie tornaba a una de confusión total.

- En serio Irvine, no te enteras de nada –dijo llevándose una mano a la frente en un gesto de frustración mientras emprendía sus pasos-.

El joven se quedó quieto viendo como Selphie se alejaba.

- ¿De qué se supone que tengo que enterarme? -preguntó elevando algo el tono y siguiendo a la chica-.

Maldita sea, sabía perfectamente de lo que hablaba pero ese orgullo no le dejaba actuar con normalidad ¿por qué estaba esperando a que ella diese el primer paso? ¿Por qué? Tal vez ¿tenía más miedo de lo que podía imaginar? Todos decían que a ella también le gustaba pero su inseguridad hacía que pensase lo contrario. Claro que notaba esa complicidad con ella pero ¿y si simplemente era amistad y por dar un paso equivocado todo se acababa estropeando? No se lo perdonaría jamás, adoraba a esa mujer.

- Selphie, venga, no me gusta que estemos así, somos amigos ¿no? –dijo más calmado llegando hasta la habitación de ella-.

La joven suspiró, estaba realmente cansada de intentar algo, que tal vez, nunca iba a poder ser. ¿Amigos? Claro que eran amigos pero ¿podían ser algo más? Ahora sabía que no, él lo acababa de dejar bien claro. Selphie se recostó contra la puerta y unas ganas inmensas de llorar la asaltaron pero no lloraría delante de ese hombre.

Irvine la miró durante unos segundos y sus miradas se cruzaron, como le gustaban aquellos enormes ojos verdes, siempre tan llenos de vida. Entonces instintivamente, se acercó más a esa mujer y apoyando un brazo por encima de la cabeza de ella, se agachó levemente para quedar cara a cara.

- ¿Todo bien? –preguntó el vaquero viendo el silencio de ella ante sus preguntas-.

Selphie se perdió en aquellos ojos azules y levemente rasgados. De pronto, sintió como la mano de él acariciaba su mejilla con una ternura que jamás hubiera imaginado. Cerró los ojos ante tan agradable contacto y rápidamente, recobró la compostura.

- Si, está bien Irvine, siento haberme comportado así –mintió descaradamente fingiendo una sonrisa-. Creo que iré yendo a… -señaló hacia la puerta, la cual la tenía bloqueada el vaquero con su propio brazo-.

Éste, que se dio cuenta, rápidamente se apartó y se disculpó, volviendo a crear espacio entre ambos cuerpos.

- Nos vemos mañana –se despidió de ella con esa sonrisa que la derretía-.

Ésta asintió y rápidamente entró en su cuarto. Tras cerrar la puerta, las lágrimas que había estado conteniendo, brotaron solas, sin poder retener ni una sola de ellas. Fue directa al baño y lavó su cara, no debía llorar, nadie tenía la culpa ¿no? Desde el principio ella había estado equivocada con los sentimientos del chico, era así con todas ¿por qué creyó que con ella sería distinto?

Cuando estuvo más calmada, se dejó caer en la cama, abatida. Por fin sabía que con Irvine jamás pasaría nada y en cierta manera, aquello la tranquilizó.

Después de que Selphie se marchase con Irvine, Rinoa se quedó un rato más charlando con Quistis. Esperaban que aquel vaquero despistado, por fin diese un paso más y se dejase de tonterías, aunque conociéndolo, tenían serias dudas sobre eso.


Cuando la joven bruja miró su reloj vio que ya eran las once pasadas, así que de un brinco se levantó del banco y se despidió de Quistis, quien también decidió marcharse a dormir.

La pelinegra caminó presurosa por el pasillo lateral a las habitaciones, que iba a parar directamente al hall. Ese pasillo nunca estaba muy frecuentado y menos a esas horas, nunca le había gustado aquel lugar pero era el camino más rápido para llegar hasta la entrada del jardín. Mientras caminaba por él, la pesadilla de la noche anterior la sobresaltó. Ahora caía en la cuenta que ese pasillo era el de su sueño. Apresuró el paso intentando borrar cualquier imagen de su cabeza que la hiciese fantasear más de la cuenta y justo, cuando veía las escaleras principales, alguien la agarró del brazo y la empotró contra la pared.

- ¡Seifer! –exclamó la chica cuando vio de quien se trataba-. Me has hecho daño –se quejó-. ¿Y se puede saber que haces? –preguntó masajeando el brazo del que la había agarrado el joven-.

- Perdón… -se disculpó bajando la mirada-.

Rinoa lo miró con un gesto de contrariedad y sin decir nada más, empezó a marcharse pero el fuerte agarre del chico, la detuvo de nuevo.

- ¡Espera! ¿Dónde vas? Es tarde, no deberías…

- ¿En serio Seifer? ¡De que vas!

Rinoa estaba intentando entender aquel comportamiento, ¿qué se supone que estaba haciendo? ¿Asustarla? ¿Protegerla? No, no, eso seguro que no. Intentaba mantener la compostura ante él, hacía mucho que la presencia de Seifer la inquietaba y si podía evitarlo lo hacía pero no sabía porque, él había decidido molestarla.

- ¡Es peligroso! –exclamó de pronto cogiéndola de ambos brazos y llevándola de nuevo contra la pared-.

Rinoa lo miró de nuevo a los ojos y se asustó de aquella mirada. Era claramente la de alguien desesperado, incluso, pudo leer algo de miedo en ella. La joven sintió como soltaba sus brazos y la liberaba.

- Seifer… -lo llamó con cautela-. Sei… -dijo esta vez posando su mano en la mejilla del chico intentando que la mirase-.

No sabía porque pero a pesar de que en ese momento estaba asustada, también sentía cierta ternura hacia él. Le apenaba verlo así y ver cómo la gente lo trataba. Ella era la primera que no lo trataba demasiado bien pero es cierto que no podía olvidar lo que sucedió en el pasado.

De pronto, el joven levantó la cabeza y su mirada se clavó en el fondo del pasillo, como si alguien le estuviera llamando. Rinoa lo miró con algo de temor, conocía esa mirada, sus ojos estrechándose al máximo, como si fuese a atacar en cualquier momento.

- ¿Seifer, estás bien?

Cuando la mirada del joven volvió a clavarse en la pelinegra, sin duda, ya no era el Seifer de hacía unos instantes. La joven retrocedió temerosa y su espalda chocó con la pared.

- ¿Tu nunca obedeces verdad? –dijo de pronto apretando sus dientes por la rabia-. Tú y yo lo pasábamos bien, ¿por qué lo estropeaste todo?

Rinoa no podía creer lo que estaba pasando, ¿en serio ese chico se estaba comportando así con ella?

- ¿Que yo lo estropeé?

- ¡Sí! ¡Tú y tu maldita forma de ser! –gritó-. Alguien como yo no estaba a tu altura pero si Leonhart, ¿no?

Rinoa no daba crédito a lo que estaba escuchando porque parecía, sin duda, las palabras de un desquiciado. El chico hacía un rato que la había soltado y simplemente se dedicaba a dar vueltas desesperado.

- El caballero y la bruja ¿creéis que vuestra vida es perfecta? Pues no, pronto… muy pronto… -dijo bajando el tono de voz y acercándose a ella-, todo cambiará…

- ¡Eh! ¿pasa algo?

Squall, que hacía unos minutos había salido del ascensor, bajó las escaleras del hall y mirando hacia un lado vio como Seifer hablaba con Rinoa. En un principio no le dio demasiada importancia pero fue cuando la acorraló contra la pared, que salió corriendo en aquella dirección como si su vida fuese en ello.

- Mira, tu querido caballero, como no, siempre al rescate ¿verdad?

Éste lo miró de manera inquisitiva, sin entender absolutamente nada y después miró a Rinoa. Se acercó a ella, sin apartar la vista de Seifer, y acariciando su brazo, se cercioró de que todo estaba bien.

- Vamos Seifer ¿qué pasa, tío? –intentó calmarlo viendo aquella mirada que el bien conocía-. Quistis está preocupada por ti –añadió sabiendo que la instructora era su punto débil-.

Por mucho que ambos intentasen ocultarlo, hacía meses que la complicidad entre ambos, se palpaba a kilómetros a la redonda.

- Dice que últimamente, te nota distinto.

Seifer bajó la mirada y no dijo nada. Sintió como su vista se nublaba por un momento y la calma volvía hasta él.

- Queremos ayudarte, formas parte de esto, de este jardín, de este equipo pero la estás cagando y lo sabes. No vuelvas a lo mismo, hemos confiado en ti…

- Vale, vale, vale… basta de charlas Comandante. ¡Joder! Ahora entiendo por qué te dieron el cargo –habló esta vez más tranquilo mientras levantaba las manos en alto-. Lo pillo ¿vale? –dijo mientras se alejaba de la pareja-. Os he intentado advertir –dijo antes de desparecer a lo lejos-.

Squall y Rinoa se miraron realmente confundidos, sin saber qué demonios acababa de pasar. Era como si Seifer tuviera dos personalidades. ¿Tal vez había perdido la cabeza? Quién sabe.

- ¿Estás bien? –preguntó Squall acariciado la mejilla de la mujer-.

Ésta suspiro y mirándolo, asintió. Rinoa seguía intentando entender la situación que acababa de vivir. Sabía que Seifer era temperamental y en ocasiones, violento, pero también sabía que no la haría daño, ni a ella ni a nadie que le importase mínimamente. Por eso, a pesar de que ella hacía tiempo que había dejado de confiar en él, fue una de las primeras personas en darse cuenta que realmente fue poseído en aquella lucha contra Artemisa. Seifer podía ser muchas cosas pero para nada era un traidor.

- Le pasa algo, Squall, lo sé –dijo mirando en dirección hacia donde había desaparecido el joven-.

- Si, Quistis, también me ha comentado que últimamente está faltando a clase.

- Siempre tan estúpido –suspiró Rinoa negando con la cabeza-.

Ambos jóvenes se quedaron un rato pensado en lo que acababa de ocurrir y tras unos minutos emprendieron sus pasos hacia las habitaciones.

- ¿En serio estás bien? –preguntó Squall algo preocupado llegando hasta la habitación de Rinoa-.

- Si, tranquilo –sonrió ella-. No me ha hecho nada –añadió para tranquilizarlo-. Me preocupa más esas cosas que ha dicho, ¿a qué se refería? Que si todo cambiará, que nos ha intentado advertir…

- Ya, no sé –suspiró Squall apoyándose en la pared con las manos en los bolsillos-. No le aguanto, siempre dando problemas, es tan… irritante –añadió muy cansado mientras bajaba la mirada-.

Rinoa dejó entrever una sonrisa, irritación es lo que solía causar ese chico pero a pesar de ello, cuando la acorraló pudo ver algo de miedo en su mirada. No quiso darle más vueltas, veía a Squall preocupado y agotado, así que lo mejor sería que ambos descansasen. La chica abandonó la puerta y acercándose a Squall, se recostó sobre él, posó sus manos en las mandíbulas del joven y lo besó de manera pausada.

Las manos de Squall viajaron, por mero instinto, hasta las caderas de ella.

- Vamos a dormir ¿vale? –dijo ella muy cerca de sus labios-. Parece que te haya atropellado un camión –bromeó viendo el agotamiento de haber estado todo el día en el despacho-.

Squall sonrió ¿un camión? más bien, varios. Se sentía agarrotado de haber estado casi todo el día sentado, y a pesar del cansancio, hubiera deseado ir a entrenar, necesitaba tanto desestresarse, pero desde luego no eran horas, tal vez mañana.

- Si, por favor, no puedo más –se quejó el chico abandonando la posición de la pared-. Mañana nos vemos –añadió acercándose a ella y besándola una última vez-.

El chico vio como Rinoa desaparecía tras la puerta de su cuarto y emprendió sus pasos en dirección a su habitación. No podía dejar de pensar en Seifer, ¿qué se supone que estaba haciendo? Creyó, que tal vez, debía comentarlo con Quistis pero luego se preguntó, ¿para qué? Ese chico no era de su incumbencia, nunca lo había sido ¿por qué ahora iba a ser distinto?

Ahora solo quería dormir, mañana pensaría en que hacer.


Cuando Irvine se despidió de Selphie, emprendió el camino hacia su habitación. Ya era algo tarde y por los pasillos empezaba a verse a muy poca gente. Cuando giró para encaminarse hacia las habitaciones masculinas, le pareció ver a uno de esos hermanos. En un principio no le dio más importancia, a pesar de que llevaba todo el día hablando del tema, no era que le importasen demasiado, era más el morbo de la curiosidad por ellos, que otra cosa. Pero fue un gesto extraño, por parte de aquel individuo, lo que llamó su atención. Le pareció que se detenía momentáneamente y miraba de forma sospechosa de un lado a otro en el pasillo, así que Irvine, no quiso desaprovechar la ocasión y le siguió.

Cuando llegó al lugar donde lo había visto, se sorprendió de no verlo por ninguna parte. Un alumno rezagado cruzó delante del vaquero sorprendiéndole pero pronto recuperó la compostura y avanzó unos metros más hacia delante. De pronto lo vio caminar por el pasillo que se cruzaba en frente y cómo se perdía en la esquina de la derecha. Irvine se sorprendió aún más de que hubiese tomado esa dirección ya que sabía perfectamente que por allí no había ninguna salida, tan solo una puerta cerrada del personal de mantenimiento.

Sin pensarlo un segundo más, se encaminó hacia allí y con cautela, se asomó por la esquina por donde lo había visto desaparecer pero justo cuando se asomaba con cuidado para no ser visto, lo único que pudo observar, fue una especie de aura amarillenta que desaparecía en ese mismo momento. Ni rastro de aquella persona.

El vaquero meneó la cabeza de forma negativa intentando entender aquello que acababa de pasar. Se acercó hasta ahí y comprobó la puerta, estaba cerrada, como era de esperar. Pero ¿dónde demonios se había metido ese tipo? y ¿qué se supone que era esa luz que creyó ver? Estuvo un rato allí parado, esperando tal vez, que pasase algo más pero aquello no ocurrió. Con la confusión aun de la situación, decidió volver a su cuarto, tal vez la imaginación, le había jugado una mala pasada.

Sin querer darle más importancia, decidió que ya era hora de descansar, mañana sería otro día.


Pues hasta aquí el capítulo cuatro. Bueno parece que empiezan a pasar cosa raras ¡cómo no!, jeje.

Espero que haya gustado y hasta la próxima.