-Cielos... - se quejó Naruto, llegando por equivocación a una calle cerrada. - ¿Ahora qué?
Moviendo la palanca de la camioneta y volteando hacia atrás, retrocedió unos metros, regresando a un camino más amplio de la calle.
De pronto, Sasuke sintió un dolor punzante en su ojo izquierdo, por lo que se llevó una mano a su rostro y se inclinó hacia adelante.
-¡¿Sasuke?! ¡¿Estás bien?! – lo interrogó Sakura, volteando hacia él.
Naruto lo vio preocupado por el espejo retrovisor y Hinata se aproximó, rodeando su espalda con sus brazos.
Para él, era difícil responder. Sobre todo con varias imágenes difuminadas presentándose en su ojo izquierdo.
Sarada corría, sonreía, sostenía una pelota, hacía un puchero cuando algo no le gustaba, lanzaba la comida, incluso lloraba.
Sabía que era ella por su característico cabello negro y sus inconfundibles ropas. Un suéter rosado y un vestido amarillo.
Pero, al sentir otro dolor punzante y parpadear, vio algo completamente diferente.
Tsubaki tenía la mirada pálida, encontrándose parada junto al cuerpo de Madara, acabando de fallecer. Entonces, quien le mostraba la visión, fue lanzado por los aires, quedando cubierto en llamas.
-¡SATSUKI!
Quejándose, sentía la sangre derramándose de su ojo, por lo que buscó una de las manos de Hinata, por encima de su hombro derecho.
Ella, sabiendo lo que necesitaba y quería, no dudó en juntar su mano derecha con la suya, entrelazando sus dedos.
-¿Ya pensaste en un nombre? – Tsubaki cuestionó con curiosidad, sentada bajo la sombra de un gran árbol.
-Si es niño, me gustaría que se llame Tajima, como mi padre. – contestó Madara, recogiendo unas bellotas y poniéndolas en una cesta.
-¿Y si es niña?
-Satsuki.
-Satsuki... - musitó.
-¿Qué? – preguntó Hinata.
No obstante, antes de responder, Sasuke volvió a sufrir por otro dolor punzante en su ojo, viendo ahora, una imagen de la actualidad.
El lugar donde la niña con alas de murciélago miraba a su hermano mayor, a Sesshomaru, a Rin, a Kohaku y a otros que estaban presentes.
-¡¿Hay un parque cerca de aquí?! – cuestionó de pronto.
Sakura, sacando su celular de su bolso, investigó los lugares cercanos a su ubicación.
-¡Si! – confirmó. - ¡Hay uno a 20 metros a la izquierda!
Naruto sonrió, dando vuelta en la próxima esquina y pisando el acelerador.
Detrás de ellos, Kushina hacia lo posible por no perderlo de vista, creyendo, por un segundo, que se había vuelto loco.
PPPPP
Reborn and lost.
La espada de Towa.
Ya con las camionetas estacionadas, el grupo se bajó a una calle cercana al parque. Sin embargo, antes de correr hacia el sitio, le pidieron a Nagato que examinara los alrededores.
Con su visión especial no tendría ningún problema en detectar anomalías. Frunció el ceño. La niña había lanzado por los aires a Boruto, a Sarada y a otro hombre que no conocía.
Hinata, al saber aquello, se apresuró, volteando de un lado a otro para poder atrapar a la niña.
Sin embargo, sobre ella, Kagura y Kanna volaron en la gigantesca pluma, atrapando a los tres y conduciéndolos con seguridad hacia la calle donde estaban los demás.
Suspirando agradecida, siguió su camino. Aunque Sasuke y Naruto; gritando su nombre con agitación, trataran de detenerla.
Finalmente, llegando a un callejón, corrió lo más rápido que pudo para impedir que la Sarada malvada lastimara a su hija, recibiendo en su lugar una extendida herida en su torso, rasgando sus ropas y haciéndola sangrar.
La niña se le quedó viendo unos segundos. Tiempo suficiente para que la mujer le dejara en claro que no la asustaba. Y que, aunque ya no tuviera consigo sus poderes, haría lo que estuviera a su alcance para proteger a su pequeña Sarada.
-¡Hinata!
El grito de Sasuke y los disparos de Naruto la despertaron de su trance, viéndose obligada a volar por encima de una barda de concreto, donde flexionó las rodillas, para luego gruñirles.
Más a Hinata que a los hombres, por su inoportuna intervención.
-Oh, no... - pensó Towa, volteando de un lado a otro con los ojos nublados.
Hinata, gravemente herida, estaba siendo sostenida por Sasuke. Y la otra Sarada, se hallaba sobre la barda de concreto, gruñendo por la herida hecha por la mujer de ojos carmín sobre la pluma.
Tragó saliva. Si las imágenes de su visión continuaban cumpliéndose, era posible que sus padres, Itachi, Kohaku, y otros agentes de la policía de Suginami, murieran frente a ella.
-¿Towa?
Su prima la llamó de pronto, preocupada por los temblores que sentía en sus extremidades. Al ver su mano izquierda, sosteniendo la espada que Irasue le entregó, para luego voltear a la suya, con sus dedos rodeando la empuñadura de zanseiken, frunció el ceño y asintió más segura.
En complicidad, se acercó al oído izquierdo de Moroha; midiendo casi lo mismo que ella, para susurrarle su plan.
La joven asintió con una gran sonrisa. Separándose la una de la otra, tomaron fuertemente sus espadas y, gritando, corrieron hacia la Sarada malvada.
Esta última, sin inmutarse, siguió gruñendo, invocando frente a ella su mariposa negra. Estando tan cerca de alcanzarla, aparecieron en su camino varios monstruos, hechos de oscuridad, los cuales, golpearon sus armas con sus puños, lanzándolas por los aires y haciéndolas rodar unos metros en el asfalto.
-¡Towa! – Rin la llamó preocupada, tomando una flecha para disparar hacia el parque.
La mencionada, al ver eso, recordó con temor como uno de los monstruos se transportaba a su dirección, atravesando su torso y rompiendo su arco y su flecha. Por ello...
-¡NO DISPARES! - ...aunque le doliera el pecho y la cabeza, le gritó con fuerza, confundiéndola y asustándola. - ¡NADIE DISPARE! – prosiguió, girando su cuerpo para quedar bocabajo y apoyarse con su antebrazo derecho. - ¡Esos monstruos...! – tosió por el dolor en su pecho. - ¡ESOS MONSTRUOS LOS MATARÁN SI DISPARAN!
Al escuchar aquello, la Sarada malvada rio a carcajadas. Las órdenes de su madre eran claras. Pero, aun sin haberlas escuchado antes, era un gozo poder asesinar a otros.
Sin dejar de soltar una risotada tras otra, levantó sus manos a la altura de su rostro, con la intención de chasquear los dedos y pedirles a sus sirvientes del mundo astral que acabaran con todos los adultos. Sin embargo...
-¡Satsuki! - ...la voz de Sasuke la detuvo, haciéndola girar hacia él y asombrándola con su expresión.
No estaba enojado por las condiciones en las que había dejado a Hinata. Tampoco lloraba. La observaba con atención, con comprensión. Y con algo de tristeza.
Una mirada tan diferente de la que le dedicó su madre en su reencuentro y que era solo para ella.
-¡Satsuki...! – el hombre tomó aire. - ¡Tienes que detenerte...! – volvió a respirar. - ¡...no tienes por qué seguir las órdenes de Tsubaki! ¡Puedes ser diferente! ¡Aun puedes cambiar y romper con la cadena de odio a la que estás sometida!
-¿O-Odio? – pronunció confundida, bajando sus manos.
El Uchiha asintió.
-¡Por favor! – siguió, extendiendo su brazo derecho hacia ella, mientras, con su brazo izquierdo, seguía sosteniendo a Hinata. - ¡Déjame ayudarte como lo hice con Sarada!
Satsuki volteó de él hacia la mujer y su gemela.
Viendo lo patética que se veía, encontrándose inconsciente en los brazos de Naruto; quien se había agachado para recogerla al verla, comenzó a gruñir por frustración y coraje. A pesar de ser idénticas, ella tenía toda la atención. Todos los privilegios que los adultos podían darle a una niña de su edad.
Todo el amor.
Pensando en ello y comparándolo con el amargo trato recibido por su madre, extendió los brazos hacia ellos, ordenándoles a sus sirvientes que se dirigieran a Sasuke, a Hinata y a Naruto. Itachi, viendo aquello con desesperación, comenzó a correr, seguido por Kohaku y por Sesshomaru.
Para todos, ese momento pasó con tanta lentitud, que no notaron el segundo exacto en el que InuYasha, Kagome y Nagato intervinieron. Mientras el primero, usaba sus garras para destazar a las criaturas en su camino, los otros dos lanzaban pergaminos al aire, iluminándolas para que volvieran a su lugar de origen.
Satsuki gruñó de nuevo. Y con su mariposa negra apoyada en su hombro derecho, invocó a más seres oscuros, esparciéndolos entre los presentes.
Gracias a sus amigos, Rin dejó de utilizar su arco, arrojando pergaminos a los que amenazaban con lastimar a su esposo y a sus compañeros.
Por su parte, Hisui combinó su gran boomerang con otros pergaminos que su padre le había obsequiado en una ocasión, guardándolos debajo del protector que llevaba sobre su hombro izquierdo.
Kirara, siendo una poderosa criatura que provenía también del mundo astral, arrasaba fácilmente con las sombras, rugiendo y gruñéndole a la niña.
-No se mueren... - pensó enojada, dando una voltereta de frente en el aire, para agacharse en el suelo y colocar sus manos en la banqueta. De sus palmas, emergieron un par de agujeros negros, que servían como portales. - ¡MUERAN DE UNA VEZ! – exclamó, dándole entrada a entes más poderosos y despiadados que los anteriores.
Moroha, recobrando el conocimiento, e ignorando por completo la presencia de sus padres, se puso de pie. Tomó con fuerza su espada y la levantó por encima de su cabeza.
En ese instante, Towa volteó hacia ella. La hoja estaba siendo envuelta por un aura carmesí. De pronto, zanseiken llamó su atención, palpitando en su mano.
Era como si quisiera decirle que se levantara para aliarse con Kurikaramaru.
Frunciendo el ceño y aguantando el dolor, la peliplateada consiguió levantarse, teniendo que arrastrar su pie derecho para poder quedarse al lado de su prima, sosteniendo su arma, de manera que el filo quedara a la altura de sus ojos.
Su aura; de un brillante color azul celeste, se mezcló con los torbellinos carmesí del arma de su prima, envolviéndolas en una energía sobrenatural, tan fuerte, como para que adoptaran; por esos instantes, rasgos de demonios puros.
Globos oculares ensangrentados con pupilas azules. Tres franjas violetas en sus mejillas. Colmillos y garras. Gritando, fortalecieron la combinación de energía sobrenatural, invocando sobre ellas a un dragón celeste y a un guerrero carmesí.
Hisui, Rin y los demás, no podían creer aquello. Incluso Irasue estaba sorprendida, ya que jamás esperó que ambas, siendo humanas, hicieran tal demostración de poder.
Y la situación se puso aún más interesante, una vez que las presencias sobrenaturales; manejadas por las jóvenes, chocaron contra los seres gigantescos del mundo astral, haciendo temblar la tierra.
Satsuki frunció el ceño. Y, dejando de gruñir, agachó la cabeza e incrementó su propia energía, alimentando más a sus seres. De esa manera, consiguieron hacerle frente a la espada del guerrero carmesí y a los colmillos del dragón, manteniendo su gran boca abierta.
-¡No lo conseguirán! – exclamó Koryu, saliendo del hombro derecho de Hisui. - ¡Si la energía maligna de esa niña las sobrepasa, las aplastará y las matará!
Buscando una solución, los ojos del muchacho se fijaron en las siluetas de Irasue y en las de los demonios, atrapados por el genjutsu de Satsuki.
Deshaciéndose de otra sombra con su boomerang, cubierto en pergaminos sagrados, ya estaba a punto de acercarse a la bruja para pedirle el favor.
Pero, para su gran sorpresa, como si le hubiera leído la mente, ella se le adelantó. Agachándose a la altura de Riku, Zero y Rion y deshaciendo las ilusiones, les explicó la situación cuando abrieron sus ojos.
Sin dudarlo, los tres se levantaron y corrieron hacia las chicas. Moroha, por ser la más joven, recibió el apoyo de Zero y Rion, mientras Towa era ayudada por Riku, quien, sosteniendo su hombro derecho, le sonrió con la confianza de que podría vencer a esos seres.
La tenía incluso desde antes de comenzar a convivir con ella, asegurando con más claridad el futuro de zanseiken.
Rugiendo otra vez, los avatares sobrenaturales se apartaron de las inmensas criaturas negras del mundo astral, para realizar movimientos más certeros.
El guerrero carmesí partió en dos a la primera sombra. El dragón, creando rayos en su boca, los lanzó hacia la segunda, electrocutándola, tanto a ella como a Satsuki, cuyo grito terminó por deshacer sus invocaciones, obligándola a caer de rodillas.
Sabiendo que habían triunfado, las chicas sonrieron, terminando desmayadas en los brazos de la familia de demonios.
Satsuki sonrió un poco. Y usando la última reserva de energía maligna que le quedaba en el interior de su mariposa negra, desplegó sus alas de murciélago, para volar hacia Towa y Riku.
Este último ya estaba preparado para recibirla y atacarla con su espada. Sin embargo, la intervención de otra persona lo detuvo, dejándolo atónito, tanto a él como a los demás.
-¡Sasuke! – Naruto lo llamó, viendo horrorizado como el brazo derecho de la menor le había atravesado el pecho.
Enojado e ignorando la advertencia anterior de Towa, Itachi sacó su arma y disparó un par de veces.
No obstante, cuando las balas quedaron a unos centímetros del rostro de Satsuki, su campo de fuerza la protegió, cambiando su dirección. Una volvió con Itachi y la otra, se dirigió hacia Naruto.
Afortunadamente, el viento de Kagura y otra barrera creada por Zero, los protegieron, rebotando las balas lejos de ellos.
-¿Por qué? – los fríos ojos de la niña escudriñaron el pálido rostro de Sasuke.
Él, en cambio, jadeó antes de escupir sangre.
-Le... - susurró, con Riku mirándolo atentamente; mientras sostenía a Towa, detrás de su espalda. - ...le debía un favor.
Fin del capítulo.
