18

El ambiente en ese lugar era triste, penoso, había muchas mujeres abandonadas por sus maridos, otras maltratadas y otras simplemente perdidas, pero encontraban un refugio en ese asilo.

Yura ni siquiera quería bajar del auto cuando vio a dónde la había llevado, se le erizó la piel. Kagome se había dado cuenta, pero no lo mencionaría, no estaría esperando que la llevase a un hotel de cinco estrellas, ¿verdad? Puso los ojos en blanco y negó con la cabeza.

—Por si no te has dado cuenta, hace rato que nos detuvimos, ya bájate —espetó, Yura volvió lentamente la mirada a ella.

—Es horrible, no quiero estar ahí —le refutó, de verdad todavía le quería dar una oportunidad de comportarse mejor con ella. Kagome sonrió incrédula, o sea, ¿de verdad iba a ponerse a exigir en qué lugar debería quedarse? El cinismo de esa mujer no tenía límites.

—Es más de lo que mereces —fue lo único que le dijo para después suspirar y mirar hacia el frente, prolongando el silencio hasta que fuera demasiado incómodo y ella tuviera que bajarse. Pasados unos segundos la escuchó empezar a sacarse el cinturón con ira.

»Te recomiendo que no escapes —prosiguió al tiempo que quitaba los seguros— porque será aquí donde vendré a buscarte cuando haya conseguido un trabajo para ti —Yura alcanzó a escucharla, pero de todos modos fingió que no, cerró la puerta con fuerza y pocos segundos después, Kagome arrancó.

Sakazagami la vio irse y dentro de ella el infierno empezaba a arder.

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Las lágrimas empezaron a caer sin piedad de sus ojos apenas estuvo lejos y sola. Quería gritar, quería golpear algo. No podía creer que Yura hubiera vuelto, quizás no le sorprendía tanto que, con un hijo, pero sí era horrible pensar en todo lo que habría podido ser si las cosas no hubieran pasado así, más que todo con su prima. Francamente, estaba feliz con la vida que había construido, pero su pasado parecía empeñarse en perseguirla y cada vez regresaba peor. Necesitaba hacer algo, ahora tenía en sus manos a ese niño que no tenía la culpa de nada, las cosas se complicaban, no tenía idea de cómo se lo diría a InuYasha, todo en su mente se hizo un revoltijo así que decidió llamar a la única persona en el mundo que podría entenderla más que nadie.

Apenas el altavoz le avisó que abría la llamada, ella habló.

—Sango.

¿Sí? ¿Qué pasa, Kag? —Se dio cuenta de que Sango había notado que su llamada era seria incluso cuando ya había dejado de llorar—. ¿Todo bien?

—No —sorbió la nariz y elevó la cabeza para calmarse—, necesito verte con urgencia, ¿estás en el bufete?

Sí, acabando de salir de una reunión —le dijo con la voz preocupada, pero firme—. Te espero acá, ¿vamos tomar algo o prefieres tu departamento?

—Mi departamento, alcánzame allá, llego en media hora —luego de dejar claros los puntos, cortó la llamada y se estacionó cerca de una farmacia.

Cuando hubo comprado todo regresó al templo lo más rápido que pudo cargando las compras. Saludó a Mei y a Kiara de forma fugaz, aunque la bebé le arrancó una sonrisa; ya todos estaban al tanto.

—Kagome, ¿estás bien? Supe que te fuiste con esa mujer —Sōta había llegado hasta ella para comprobar que estuviera sana.

—No te preocupes por mi, Sōta, ¿en dónde está mamá?

—Arriba —los ojos chocolates de su hermano la veían con angustia—, está arreglando al bebé.

Kagome pasó de una vez hacia el siguiente piso y al entrar en una de las habitaciones, encontró a su madre atendiendo al bebé que no paraba de llorar, apenas le había preparado algo de leche que había tomado prestada de Kiara. Se detuvo, el cuadro fue… no lo sabía, tal vez fue algo que la hizo sentir mejor. El bebé acababa de pegarse al biberón con ansias, fue un golpe a su pecho que estuviera tan hambriento.

—Hola, mamá —le dijo con voz suave, no quería ser violenta con el bebé ahí, nadie le había dicho su nombre.

—Le estoy dando de comer mientras regresabas —susurró acariciando la mejilla del menor. Kagome llegó hasta ellos y no pudo evitar sonreír, aunque herida, un bebé parecía mejorarlo todo—. ¿Cómo te fue con Yura? —Regresó a su hija. Tenía al pequeño en los brazos mientras le daba de comer, parecía que se había quedado a gusto con ella.

—Nada, la dejé en un asilo, pero te contaré después, ahora debo ir con Sango —le mostró las bolsas y trató de volver a calmarse—. Mira, traje algo de pañales, leche, biberones, pañitos, aceite y talco para el bebé mientras todo esto se resuelve —puso las compras sobre la cama—. Supuse que usarías la ropa de Sōta para vestirlo, mañana puede ser que salgamos a comprar más para él.

—Hija… —siempre había estado orgullosa de Kagome, pero en esos momentos en los que tenía que ser más dura era la mujer más increíble del mundo. Tenía el corazón de su padre, su actitud positiva y su sonrisa, el pecho se le rebosó.

—¿Puedes cuidarlo, mamá? Yo vendré mañana, debo arreglar mis pensamientos antes de tomar una decisión —se llevó las manos a la cabeza para tratar de calmarse, sentía que el corazón se le iba a salir del pecho.

—Tranquila, Kagome, ve con Sango, por favor —le dedicó una sonrisa cálida y su hija se la devolvió—. Y sé que lo resolverán, tú siempre resuelves todo.

—Gracias…

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Sango se llevó ambas manos a la cara después de que su mejor amiga le hubiera contado todo. Si bien por su lado ya no se sentía tan horrible recordarlo, debía admitir que por Kagome podía empatizar más de lo que esperaba, podía sentir su desesperación y su pena. Le dolía porque Kagome era la mejor mujer que había conocido, la más justa, la más sensible, ¿cómo era posible que esa Yura tratara de aprovecharse así de la bondad del corazón de quien había sido casi su hermana? Cada vez creía menos en la humanidad. Higurashi se secó las lágrimas con un pañuelo y tomó un poco de su súper té porque sabía que esa noche no habría descanso.

—Y ni siquiera sé cómo decírselo a InuYasha, probablemente no pueda callar más esto —le desesperaba esa situación quizás más que la misma Yura. Sorbió su nariz—. Pero no estoy lista, Sango, mucho peor después de esto, ni siquiera quiero pensar, me gustaría borrar esas etapas de mi vida, yo…

—Tranquila —le hizo un gesto para que respirara y le tomó las manos sobre la mesa para darle apoyo—, vamos a resolverlo; por lo pronto, hablaré con un par de colegas para ponernos a tu disposición por si algo sale mal —la vio asentir, estaba de acuerdo con su decisión—. Y te ayudaré a conseguir un lugar para esa mujer, debe ser lejos de aquí —le dijo mientras buscaba en su cerebro algún contacto que les pudiera ayudar con eso.

—No quiero al niño cerca de esa mujer, Sango, por lo que te conté, sabrás que es probable que esos imbéciles anden en negocios chuecos —la abogada asintió, claro que esos dos estaban en algo turbio, ambas pensaron en microtráfico—. O quizás ella no, no lo sé, pero debemos alejarla lo más posible mientras hallamos una solución.

—Lo resolveremos —le apretó la mano y sonrió, Kagome respiró después de eso, estaba muy nerviosa—. Y sobre InuYasha, creo que debes hablar con él solo luego de haber resuelto la situación de Yura, quizás allí hayas encontrado más tranquilidad para ser completamente sincera con él.

La azabache le dio la razón. Tenía que idear un plan, mientras tanto dejaría la cosas como estaban con Taishō, de todos modos no estaba precisamente obligada a contarle algo que ella no quería, por mucho que lo amara. Además, a lo sumo serían un par de días mientras encontraban algo para su prima y luego de eso debería tener una larga conversación con InuYasha.

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Las siguientes cuarenta y ocho horas habían sido como tortura en carne viva para ella. No se había dado cuenta de lo cercana que era con InuYasha hasta que tuvo que esconder lo que hacía en el día. Tuvo que ser inteligente, a pesar de que ni siquiera sabía, Ayumi la cubrió un par de veces diciendo por llamada que estaban muy ocupadas resolviendo el tema de la cena, incluso se encargó de tomar fotos para enviárselas por WhatsApp mientras ella hacía otras cosas, fotos que compartía con InuYasha como «prueba» de lo que estaba haciendo. Sabía que para Taishō era un poco extraño todo, pero respetaba mucho el trabajo y sabía que no iba a cuestionarla por él. Le dolía mentirle porque él confiaba en ella y viceversa, pero aquella era una situación extrema. Con Miroku había pasado diferente, él ya lo sabía todo así que más bien fue un aliado para mantener al ambarino tranquilo.

Después de todo, que Takeda supiera lo que le había pasado, aunque no con detalles, en situaciones como esa resultaba un ganar/ganar.

Finalmente, el plan de Kagome era simple, pero efectivo: encerrar de alguna manera a Yura en el trabajo que le habían conseguido lejos de Shibuya y mantener al niño en el templo, seguro y protegido por lo menos hasta comprobar que el papá no regresaría por él a hacerle algo malo y si de verdad no estaban en problemas, pronto reclamarían al bebé, pero al menos tendrían los recursos necesarios para llevárselo. Si bien esa idea no sería sustentable hacia el futuro y no siempre garantizaría el bienestar del bebé, por lo menos le daría tiempo a ella de hacer algo. Nada estaba escrito.

En esos dos días, Kagome lucía cansada, estaba demacrada y triste, podía verse en sus ojos. Tan rápido se había apagado la chispa de la mujer feliz que era poco antes de la llamada de Naomi esa tarde. Sango detuvo el auto en el asilo y Kagome respiró hondo antes de sacarse el cinturón de seguridad.

—Ve, yo te estaré esperando —le dijo con una seguridad que fue transmitida a la azabache y la hizo tomar por fin la decisión de salir del vehículo.

Kagome se dirigió al lugar, la tarde era muy calurosa y había muchas mujeres yendo de aquí para allá. Miró entre todas esas hasta que la vio, ahí estaba Yura, miraba alrededor con una expresión agria, se notaba que no había hecho ni una amiga en todo ese tiempo. Higurashi se dirigió a ella con paso firme y poco tiempo después estuvo delante. Sakazagami casi da un respingo cuando vio a la mujer parada muy cerca de ella.

—Vaya, ya había perdido la fe —comentó de forma sincera. No estaba esperando ya nada, ni siquiera creía que ella de verdad fuera a ayudarla desde un principio.

—Dudo que puedas ser capaz de sentir algo como la fe, pero diré que sí para que te calles —soltó con sorna.

Le extendió entonces una tarjeta con datos, números de teléfono y una dirección en otra ciudad.

—¿Trabajo de mesera en una ciudad que queda como a cuatro horas de aquí? —Alzó la vista con la expresión arrugada cuando leyó el contenido.

Kagome sonrió—. Y por un pequeño descuento te darán techo, cada dos meses tendrás cinco días libres y podrás venir a ver a tu hijo, ¿no es perfecto? —Le dijo con una fingida emoción que claramente era sarcasmo, aunque la información era verdadera—. Oh, y por el bebé no te preocupes, yo misma me encargaré de su vestimenta, comida, salud y hogar, es lo mejor que te pudo haber pasado.

—¿Qué mal chiste es este, Kagome? —Tiró al piso las tarjetas y arrastró cada palabra. Tenía ganas de golpearle la cara, ¿qué clase de mierda de trabajo le estaba ofreciendo? ¿Y quedarse con su hijo? Estaba loca.

—Es la única opción que tienes o puedes irte al infierno —aunque su cuerpo casi temblaba por tanta ira, Kagome habló lo más tranquila que pudo—, pero yo que tú andaría con cuidado porque ya sé que no has registrado legalmente al niño y eso podría significar que te quiten su custodia si se me da la gana…

—¡No te metas…! —Agarró del cuello a su prima y alertó a un grupo de mujeres a su alrededor—. ¡No te metas con mi hijo, perra! —La zarandeó con fuerzas y apretó el cuello todavía más.

Kagome le había dado ventaja no reaccionando debidamente a su ataque, así que apenas bajó la guardia un segundo, se impulsó con todas su fuerzas hacia adelante hasta hacer que Yura se golpeara contra la pared que tenía justo detrás.

—¡No me vuelvas a poner las manos encima, malnacida! —Nadie conocía ese lado de Kagome, ni siquiera ella misma. Tomó del cabello a la pelinegra que a duras penas podía defenderse después de ese ataque y como si de una muñeca de trapo se tratase, le estampó una sola vez la cabeza contra el concreto—. ¡Eres una maldita, Yura, ¿cómo pudiste hacerme esto? ¿Cómo pudiste hacernos esto?!

Sus ojos estaban llenándose de lágrimas por toda la ira que contenía, pero antes de que pudiera volver a atacarla, un montón de mujeres corrieron a separarlas.

Desde su auto, Sango advirtió cómo las mujeres empezaban a correr hacia el sitio por el que Kagome se había dirigido, así que sin esperar más se bajó del vehículo y corrió en la misma dirección. Entre todas las mujeres se hizo paso cuando divisó a Kagome envuelta en un horrible ataque de ira y estrés en el que jamás la había visto. Tuvo que tomarla por los brazos y como pudo la sacó de entre la multitud. Las directoras de asilo habían salido por el escándalo y ella no supo explicarlo hasta que tuvo a su amiga dentro del auto. Jamás había visto así a Kagome, pero no podía culparla. Corrió a presentarse como el abogado de Higurashi y entre todos los gritos mientras curaban la herida de Yura, escuchó que algunas testigos dijeron que la pelinegra había empezado, lo cual la dejó muy bien parada frente a las autoridades del centro. Afortunadamente, salió del lugar ilesa y pudo llevarse a la azabache de ahí en un parpadeo.

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—¿No está muy caliente, Kagome-nee-san? —Inquirió Mei mientras observaba a su cuñada beber el té.

—No, Mei, muchas gracias —le dijo, conciliadora.

Sango suspiró y cerró los ojos para después volver a la wedding planner.

—¿Ya estás mejor? —Inquirió con una voz suave; la aludida asintió.

Estaba tan avergonzada, no se reconocía, tenía mucha pena, ni podía ver a Sango a la cara. Naomi apareció después con una pomada en las manos y la expresión todavía angustiada por todo lo que había sucedido. Mei le hizo un espacio a su suegra para que se sentara al lado de su hija.

—Ponte esta pomada mientras te masajeas la piel, con ello evitarás lo moretones, hija —le extendió el tubo con la crema y Kagome lo tomó con agradecimiento.

Un nuevo silencio se extendió entre ellas, Kagome no sabía ni siquiera cómo sentarse. Estaba consciente de que nadie la juzgaba por eso, pero era claro que no se comportó de lo mejor, que había cometido una cagada. La abogada había dicho que al no haber registrado al niño, Yura tenía cola legal que le pisen y por eso dudaba mucho que la denunciara por lo que acababa de hacer, pero de todos modos había que estar pendientes. Se quedaron casi toda la tarde en el templo esperando a que Yura regresara por el niño, pero al parecer ni siquiera sabría cómo regresar o lo más probable era que no tuviera dinero para hacerlo. De todo modos, Kagome se quedó más tiempo incluso después de que Tanaca tuviera que regresar al bufete.

—Hablaré con InuYasha hoy mismo, mamá —se puso de pie ya bastante más tranquila y pensando con la cabeza fría. De alguna forma ese arranque de ira le había quitado mucho peso de encima y aunque no volvería a hacerlo, no se arrepentía precisamente.

—¿Estás segura, Kagome? —Naomi estaba preocupada, lo que su hija estaba pasando era muy delicado.

Mei había subido y se encontraba con ambos bebés, parecía que le habían tomado cariño muy rápido al pequeño.

—Sí, supongo que después de esto ya no puedo ocultarlo más —había tomado una decisión y era hora de cumplirla. Esa misma noche llamaría a InuYasha para serle completamente sincera y confesarle de una vez todo lo que tenía dentro—. Por favor, cierren bien todas las puertas, no vaya a ser que esa mujer venga y les haga daño, pero si ven algo, lo que sea —tomó a Naomi por los hombros—, llamen a la policía y luego a mí, por favor.

Con esa última advertencia, dejó el templo y se fue a su departamento.

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Tenía sueño. Desde que había vendido el departamento y se había mudado de nuevo a casa de sus padres tenía que levantarse más temprano para estar en la empresa a tiempo, pero suponía que solo era cuestión de acostumbrarse. Suspiró cuando terminó de revisar los documentos sobre su escritorio y miró su celular. No iba a negar que darse un par de días para hacer cada quien sus cosas era sano, pero extrañaba a Kagome que ya empezaba a inquietarle. No se había dado cuenta de lo mucho que estaba acostumbrado a estar cerca de ella hasta que esos días no la había visto ni por vídeollamada. Negó y volvió a lo suyo. Miroku se había ido un poco más temprano ese día, así que estaría más solo al salir.

Alzó la vista cuando el teléfono sonó.

—Dirección de Marketing —respondió sin dejar de observar sus documentos.

Señor Taishō, hay alguien aquí que quiere verlo, dice que viene de parte de su novia, la señorita Higurashi Kagome.

Arrugó las cejas apenas escuchó el nombre de Kagome y en especial porque nadie los trataba de novios aún. Dudó unos segundos, pero luego de poco carraspeó.

—Dígale que pase.

Sí, señor.

InuYasha tuvo que dejar todo de lado, necesitaba prestar atención a lo que vería. Notó por las vidrieras que Almendra acompañaba a quien parecía ser una mujer y abría la puerta para hacerla pasar. Se puso de pie y alzó ambas cejas cuando la tuvo en frente y se quedaron solos.

—Buenas tardes, ¿InuYasha Taishō? —La mujer parecía enfurecida y maltrecha, tenía una gasa en la frente, al parecer se había golpeado.

—Sí, el mismo —él la miró también serio, la verdad era que no estaba entendiendo nada—. Te dejé pasar porque dijiste que venías de parte de Kagome, pero la verdad es que no tengo idea de quién seas.

Ella sonrió. Tal y como lo había predicho, Kagome nunca habló de ella ni siquiera a las personas que probablemente le importaban. Pues era perfecto, su plan marcharía como lo había visualizado.

—Lo imaginaba —hora de ser la mejor actriz jamás vista en Japón—. Mi nombre es Yura Sakazagami y soy la prima hermana de Kagome Higurashi.

Taishō arrugó la expresión, no entendió nada. ¿Cómo? ¿La qué? Negó con la cabeza, pero la mujer frente a él seguía viéndolo con, al parecer, mucha convicción.

—¿Qué es lo que quieres? —La verdad era que a pesar de que no estaba creyendo nada, tenía curiosidad.

—Ayuda, vengo buscando ayuda —sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas—. El día de hoy, Kagome me ha golpeado ¡y me ha quitado a mi hijo! —Empezó a temblar y el llanto se intensificó.

—¿Disculpa? —Arrugó el entrecejo, sonrió con incredulidad.

No, Taishō no iba a creer eso.

»


El arco de Yura es lo mejor que me ha pasado.

Por cierto, los párrafos sobre bodas con los que suelo abrir los capítulos no son citas específicas, más bien son pensamientos o ideas sueltas que tiene Kagome como wedding planner que no precisamente están ligados al capítulo o a una escena, pero que algunos sí hacen referencia a sucesos que han tenido lugar a lo largo de la historia. No son un epígrafe que dé la bienvenida a cada entrega, es intrínseco, hace parte del concepto del fic y de la protagonista, por eso no tiene comillas, ni cursivas u otro distintivo, solo existe.

10 de noviembre del 2023.

Quiero empezar estas notas de autor mencionando que me gustó mucho explorar esta etapa de Kagome; casi siempre la vemos perder el control con InuYasha o con gente que tenga que ver con él al menos yo, en mis otros proyectos, pero pocas veces la he explorado con una crisis de estrés así, por algo más personal, siendo mas "ruda" y menos compasiva, como es la original Kagome que Rumiko nos regaló, porque también sabemos que le dio un carácter fuerte, aunque justa y empática, PERO AQUÍ ES MI FIC Y ES NECESARIO PARA SU CATARSIS, OK? En el capitulo anterior, el dialogo original Kagome le decía "zorra" a Yura, pero me pareció too much kjsdhsjkdh, igual la llamó malnacida xDDD, TE AMO, KAGOME VIOLENTA, POR TI LE ECHO GANAS A LA ESCUELA.

Ahora sí podrán decir que Kagome le dio una arrastrada a alguien XDD

Por otro ladooooooooo: ¡GRACIAS POR SUS MENSAJES, HERMOSAS, POR USTEDES LE ECHO GANAS AL FANFICTION! Siento que muchas de ustedes ya saben quien es el maldito y me alegro haberlo descrito tan bien que, sin revelar su nombre, ya sospechen quien es, pero finjamos que no lo saben para mantener el "suspenso" y para que me sienta bien KHASJKASHJK. Yo sé que ahora es claro el as bajo la manga de Yura, pero esperen un momento, que ya viene la mejor parte xdd. Este fic empieza a entrar a su etapa final y me alegra muchísimo, les dejo un gran abrazo.

Mis preciosas Annie Perez, Karii Taishō, Tatiana Ocampo, Rosa Taishō, Marlenis Samudio, Carli89, Cindy Osorio, Benani0125, kcar, MegoKa, KagomeHb, Susanisa, un beso enorme y muchísimas gracias, siempre me divierto leyéndolas, ojala pudiera responderles más seguido siempre.