Disclaimer: Todos los personajes de Supernatural pertenecen a Eric Kripke, por lo que esta historia no persigue fines de lucro.
Pairing: Este es un Dean/Claire!Castiel
Spoilers: Toma como base el 4x20 y luego se sitúa después de 6x11.
Soundtrack: Capítulo cortesía de Sleeping at last y su canción Light.
Notas al final del capítulo.
Reverie.
Capítulo 37.
Dean no sabe cuánto tiempo transcurrió desde que Sam y Gabriel abandonaron la habitación, dejo de pensar en ello luego que acomodó a Cas en el lecho y fue a ducharse.
Imágenes nítidas e inundadas en anhelo le atacaron mientras el agua arrastraba la estela de sudor entremezclada con jabón. No iba a negarlo, ese ensueño, o lo que quiera que el Gran Padre le haya mostrado, era algo que deseaba. ¿Era tan irrisorio que después de tanta mierda en su vida quisiera una vida normal?
Estaba cansado.
Cansado de luchar, cansado de llevar sobre sus hombros el peso de un mundo donde no había piedad ni paz para los inocentes. Cansado de vivir como un soldado, cansado de todo.
No había mentido cuando le dijo a Cas que quizás hubiese sido mejor que nunca se hayan conocido. No dejaba de rememorar todo a lo que su ángel había renunciado para estar a su lado por un tiempo limitado.
Y ya solo quedaban días.
Dio un golpe húmedo contra las losas de la ducha.
Quería gritar, quería destrozar algo, necesitaba hacerlo. La idea de perder a Castiel le escocia el alma. Y lo peor de todo es que su sufrimiento sería breve en comparación al del siervo del Señor, si lo sopesaba. Dean viviría, no, sobreviviría un par de años; Cas no. Cas técnicamente era inmortal y si al Jefazo se le daba por ser cruel, puede que incluso cuando él muriera, tampoco dejaría que se reencontrasen en el paraíso.
No. No. No.
No.
Sería demasiado.
Cas no merecía sufrir ni un segundo más.
Exhaló con fuerza cuando acabo de aclararse el cabello y cerró el grifo. Tomó la toalla limpia que estaba en una repisa y se la anudó en la cintura.
Tenía que hacer algo. La pregunta era el qué.
Habían buscado soluciones desde que la cuenta regresiva había comenzado sin éxito. Ni siquiera las ideas de Gabriel habían funcionado. ¿Siquiera quedaba algo que intentar? La amargura se le instaló en el pecho.
—Y todo porque nos conocimos, Cas —susurra él pasando la mano por el espejo empañado, viendo su reflejo con desazón. En cuanto el hombre en el espejo le devolvió la mirada, sintió la bilis burbujear en su estómago. Dean consideraba que él mismo era el problema. Estaba maldito, no había otra explicación, y nadie se salvaba de contagiarse de su mal, menos un ángel como Cas.
—¿Dean?
Pero la ama. Con todas sus fuerzas. El júbilo que siente por todo su cuerpo cuando oye su voz a través de la puerta es la prueba. Y porque la ama, la quiere a su lado. Se frota la cara con las manos antes de abrir la puerta del cuarto de baño y se queda ahí. Inmóvil.
Castiel esta frente al humano, su mirada es inquisitiva, evaluadora. En cuanto acaba su análisis, sonríe ampliamente y se abalanza contra él, abrazándole con fuerza. Winchester corresponde de igual manera, separándose apenas para besar su frente, mejillas y labios, y el ser celestial ríe flojito con ojos brillantes, destilando felicidad y luz y Dean no aguanta más y la alza y la besa en la boca hasta que pierde el aliento.
— Eres tú, eres tú —suspira ella entre beso y beso, aferrándose a su cuello con apremio.
—Soy yo —confirma entre besos, apretándola contra su cuerpo húmedo. Besarla se vuelve insuficiente de un momento a otro, y Dean sabe que quiere hacer más que besarla pero la angustia que le carcome no le permite ir más allá.
Cas parece notar el pesar en el humano, por lo que posa ambas manos en sus mejillas y le observa en silencio por un tiempo casi infinito. Dean entonces deja a su amada con los pies en el piso y se arrodilla abrazando su cintura, su rostro pegado a su vientre. El mensajero celestial queda inerte de la sorpresa mas cuando asimila la acción con la estela del deseo de Dean, las piezas encajan. Su vientre plano e infértil le causa dolor.
—Dean —murmura ella, su voz denota preocupación y sus manos acunan la cabeza del hombre con mimo—. ¿Qué sucede?
—Quedan días Cas —responde él con la voz amortiguada—. Quedan miseros días y no he encontrado la solución que quiero —alza la mirada para enfocarla en el ángel—. Solo he llegado a una conclusión Cas, y no es feliz para ninguno de nosotros.
—¿Qué conclusión?
—Que nunca debimos conocernos y que estarías mejor sin mi —enumera mirándola fijamente a los ojos.
Castiel sacude la cabeza en negación. Pese al dolor en su Gracia, jamás ha pensado que conocer y amar a Dean haya sido un error, y se lo ha dicho. Entonces, ¿por qué sigue estancado en ese pensamiento? Cas se aparta apenas para arrodillarse frente a su novio, sin dejar de sacudir la cabeza.
—Yo no me arrepiento ni de conocerte ni de amarte —reitera ella con ojos acuosos—. No sé cómo hacerte ver que estar juntos no es un error pese a que tenemos el tiempo en contra —sus manos cobijan el rostro de Winchester con suavidad—. Intercambiaría mi Gracia por tener más tiempo a tu lado, sin pestañear siquiera. Nada podrá superar el tiempo que he pasado a tu lado, Dean —lagrimas bajan por las pálidas mejillas del ser angelical y el humano siente que su pecho se contrae de dolor—. Así que por favor, si no confías en que vales la pena, confía en mi cuando te digo que sí vales la pena. Eres altruista, valiente, cariñoso y protector —esboza una sonrisa rota mientras su diestra toca una a una las pecas en el rostro del cazador—. Eres más de lo que crees.
Dean no puede responder, las lágrimas se lo impiden. Pero lo que sí puede hacer, y hará se dice con firmeza, es creer en Castiel. Después de todo lo que ha vivido, aferrarse a ella es lógico y automático; ambos han cometido errores en el camino, todo en nombre de hacer lo correcto (Dean por desesperación y Cas por seguir órdenes y lidiar con una guerra civil) pero no anula ni disminuye las buenas obras, los sacrificios que han hecho. A estas alturas, el dilema no recae en el hecho que están enamorados solamente, sino en el hecho de que ya están cansados de entregar y hacer lo correcto al punto de posponerse a ellos mismos; no es egoísmo, al contrario, es quizás tener una meta, un sueño, lo suficientemente poderoso como para edificar una vida. Y cuando Dean comprende que ese es el tema, que tiene miedo y que ya no quiere inmolarse más en nombre del bien, es que acepta las palabras de Cas, acepta que no confía en sí mismo pero confía sin dudar en ella, y en los sentimientos que le sacuden desde los cimientos.
—Confío en ti, Cas —declara enjugando las lágrimas de su novia—. Perdóname por dudar, es solo que estoy cansado de luchar —confiesa acariciándole la cabeza—. Por primera vez en mi vida deseo algo con todas mis fuerzas y todo me indica que no te merezco.
—¿Quién dice que no me mereces, Dean? —Cuestiona con expresión severa—. ¿Quién te hizo creer eso? Si he aprendido algo en el tiempo que he pasado en la Tierra, es que todo lo que vale la pena cuesta y demanda sacrificio, —ladea el rostro con pesadumbre— sacrificio que has pagado con creces Dean. Toda tu vida te has puesto en último lugar —presiona su frente contra la del hombre—. Ya es hora que eso cambie. Aunque tengamos los días contados, quiero que estos días sean valiosos para ti, sin importar como termine todo esto.
Dean toma sus manos y las besa, aceptando tácitamente su propuesta. Esboza una sonrisa rota y rodea al ángel en sus brazos en un abrazo apretado.
—¿Propones que nos escapemos? —Pregunta con picardía pese a las lágrimas secas en su tez—. Yo estaría dispuesto a irme contigo a donde quisieras, no quiero desperdiciar ni un segundo sin ti —y pese al frío que siente, lo que prevalece es la resignación, la entumecida tranquilidad de darse por vencido y de aceptar los hechos. Cas entonces chasquea los dedos y Winchester nota que la toalla ha sido reemplazada por ropa, y que las manos de ella emanan un reconfortante calor.
—No, no es lo que tengo en mente —admite la mensajera de Dios rozando con su nariz la curvatura del cuello del humano—. Quisiera poder… saber; tengo la sensación de que hay algo que estoy pasando por alto —se aparta apenas para mirar a su novio a los ojos—. No puedo quitarme esa sensación.
—¿Saber qué? —Pregunta él acomodando un mechón de rubio cabello detrás de la oreja de ella—. Si supiéramos que pasaría creo que ya tendríamos resuelto este problema —ríe sin gracia.
Es ahí cuando Castiel entrecierra los ojos y abre la boca sin emitir palabra. ¡Eso era! ¡Eso es lo que había olvidado! Los ángeles podían doblar el tiempo y ver el pasado pero no el futuro. Solo había una sola persona que podría hablarles del futuro, solo una persona que era cuidadosamente resguardada para escribir las proezas del Señor: un profeta.
—¡Chuck! —Exclama Castiel posando ambas manos en los hombros de Dean—. No podemos saber qué pasara pero Chuck sí puede. Y si nos dice qué va a pasar tal vez encontremos la forma de solucionarlo —explica con un brillo de esperanza en sus facciones.
El cazador arruga el entrecejo y los labios, digiriendo la información, pero al cabo de los segundos su boca forma una o muda cargada de comprensión.
—Cas, eres increíble —elogia antes de besarle brevemente en los labios—. Jamás hubiera pensado en Chuck —confiesa con una pequeña sonrisa—. Debemos contarle de esto a Sam y a Gabriel, Cas. Buscaremos a Chuck e iremos a sonsacarle todo —planea entusiasmado, su esperanza renovada y su animo mejorando. Se pone de pie y rodea al ángel con sus brazos para levantarla del suelo—. Por cierto, gracias por la ropa, ya empezaba a tener frio —agradece depositando un beso en la frente de ella.
Cas no se conforma con ello y presiona su boca contra de Winchester, rodeándole el cuello con los brazos, la alegría es el motor de sus acciones ahora. Dean, sorprendido atina a responder con torpeza, a posar ambas manos en su pequeña cintura, listo para sumergirse en el gozo de besar a su novia cuando su estómago le rebate y ruge con ganas. Castiel deja de besarle entonces, mirándole con algo de culpa.
—Perdóname, Dean. Olvide que llevas horas sin comer —murmura el ser celestial. El aludido se rasca la nuca avergonzado y molesto por la interrupción.
—Vamos con Sam y Gabriel —sugiere el rubio con una mirada de circunstancias, tomando las manos suaves y elegantes del ser divino. La aludida asiente y los transporta a la habitación donde se hospeda Sam.
OoO
Sam estaba preocupado. Estaba.
Con Gabriel a su lado, era casi imposible estar en silencio meditando precisamente. Y no es que se estuviese quejando, para nada, pero llevaban horas tumbados en la cama del cuarto de motel en el que el Winchester menor se alojaba, y Gabriel no había perdido el tiempo en, literalmente, abalanzársele encima.
El humano había aludido a la compresión y empatía, pero el arcángel había hecho caso omiso diciendo que ya que Dean estaba bien no había razón para no retomar lo que dejaron a medias.
Y vaya que estaban en ello.
Sam no recuerda cuándo perdió la ropa, ni cuándo la perdió Gabriel (¿o desnudo a ambos con su mojo?), pero tiene muy frescos los últimos diez minutos. Y es que en estos últimos minutos, Sam ha luchado por proteger cierta parte de su cuerpo.
—Ni siquiera va a dolerte —insiste el castaño jugueteando con el cabello del humano—. Te lo puedo jurar, Sammy.
—¿Y por qué no tú? Tus poderes evitaran que te lastimes —rebate el hombre con un encogimiento de hombros. Sí, Sam quería a Gabriel, pero habían cosas con las que no estaba cómodo aún.
—Porque no quiero —responde Gabe sin más—. Y porque quiero saborearte por completo, Sam —hace un puchero antes de inclinarse y susurrar en su oído—. Y no tengo dudas de que eres delicioso.
Y él se derrite un poco más. Sam está pensándolo ahora, masando los pro y contras de dejarse llevar esta vez (no volverá a dejarse llevar como hizo con Ruby, ya aprendió la lección, gracias). Pero es Gabriel, un arcángel, el jefe temporal del Paraíso… Es quien ha visto en su interior como nadie lo ha visto y no ha salido corriendo ni aterrorizado, al contrario, se ha quedado. Solo Dios sabe por qué no se ha alejado, pero Sam agradece que esté a su lado. Suspira en cuanto siente los labios de Gabriel explorando su cuello.
—Podríamos… ¿Podríamos hacer otra cosa que no ponga en peligro mi cuerpo? —Pregunta el Winchester con algo de retintín. Ha decidido. Va a intentarlo a su manera, lenta pero segura.
—¿Algo como qué? —Rebate el arcángel, murmurando sobre la boca del hombre.
—Nada que implique lastimar mi trasero —Responde besándole con calma, rodeando su espalda con sus grandes manos. Un escalofrío se cuela en su columna y entiende que está bien, que realmente quiere esto.
Entonces un aleteo irrumpe en la habitación y Sam maldice su suerte cuando advierte la presencia de su hermano y Castiel.
—¡Por todos los cojones, Sam! —Reprende Dean volteándose y tapándole los ojos a su novia al ver desnudos a su hermano pequeño y al arcángel adicto a los dulces.
Gabriel se rasca la nuca y chasquea los dedos con un deje de molestia, vistiendo a ambos. Otra vez habían sido interrumpidos. Le urgía hablar con Castiel para instruirle en el arte de captar sutilezas y no interrumpir.
—Pudiste haber tocado la puerta, Dean —resopla Sam, poniéndose de pie, vestido y frustrado—. Ya pueden voltear —avisa con desgana. Dean se gira apenas para ver con un ojo, cuando nota que ambos, Sam y Gabriel ya vestidos, le miran con cara de pocos amigos.
—Vale, lo capto, lo siento —se excusa el cazador mayor con un ademán—. No quise interrumpirlos pero es que Cas tiene una idea y le insistí para que la compartiera con ustedes.
Sam y Gabe intercambian miradas en silencio y Dean se siente incómodo; la complicidad entre ellos es palpable y nadie que los viera pondría en duda que hay una relación entre ellos.
—Cassie —habla Gabriel con expresión neutra—. Más vale que sea algo bueno, o no te perdonaré —amenaza con falsa simpatía, a lo que la aludida frunce el ceño.
Dean arquea una ceja mirando al arcángel con algo de reproche, y rodea a su ángel con los brazos en un gesto protector. Sam sonríe cuando lo ve, dejando de lado la desazón de antes.
—Ha habido algo que me ha tenido inquieta desde hace un tiempo. No sabía que era hasta hace poco que se lo mencioné a Dean —explica la rubia, atenta a sus interlocutores—. Me di cuenta que había algo que no sabía con certeza —rodea con sus manos las manos del humano que cubren su vientre—. Tanto Dean como yo hemos sido visitados en sueños y nos han mostrado cosas, pero el verdadero desenlace es un misterio.
—¿A qué quieres llegar? —Ataja Sam cruzándose de brazos—. No hay forma de saber qué pasará a futuro, ¿no?
—Ese es el punto, Sam —prosigue Castiel—. Los ángeles podemos doblar el tiempo y ver el pasado, pero no el futuro.
—… Salvo un profeta —remata Gabriel con una sonrisa traviesa—. Solo un profeta ve el futuro según el curso de acción que se tome.
—Exacto —confirma Cas con asentimiento, a lo que Dean deposita un beso en la cabeza de su novia, orgulloso de su ingenio.
—Vaya Dean, ya no te cohíbes —observa Sam tomando la mano de Gabriel—. Supongo que yo también puedo ser cariñoso con mi pareja, ¿verdad?
—Vamos, Sammy —se queja el aludido— Yo no te he dado espectáculos con Cas —bufa estrechando su abrazo a su novia—. Ya entendí que tengo que tocar tu puerta la próxima vez, ¿vale?
—Sammy, no me ilusiones en balde —protesta Gabriel, siguiéndole el juego—. Es obvio que no me vas a dar un besito con Dean-o presente.
—Podría hacer más que eso —interpela el Winchester más alto ganándose una mirada de espanto de su hermano y una mirada de curiosidad de Castiel. El arcángel se acerca entonces y sin demora se empina para besar a su pareja sin pudor, a lo que Sam responde con naturalidad.
Dean exhala derrotado. ¿Así se sintió su hermano pequeño mientras los tres compartían habitación? No recuerda ser efusivo con Cas en presencia de Sammy, pero esta claramente era la venganza del palitroque en su contra. Y Gabe esta muy feliz de cooperar.
El Winchester mayor carraspea un poco, cabizbajo, lo que su novia interpreta de inmediato en incomodidad.
—Debemos irnos, Dean —aconseja Cas, girando la cabeza para verle a los ojos. El humano bufa pero se agacha para depositar un beso en la frente del mensajero celestial.
Entonces, tanto Sam como Gabriel se separan y se largan a reír.
—Lo siento Cas —se disculpa Sam acercándose a la rubia—. Pero quería cobrarme la interrupción —sonríe acariciándole la cabeza, despeinándole un poco.
—Hey, es mi ángel —refunfuña el otro cazador, alejando a la aludida de su hermano—. Despeina a tu ángel, Sam —contraataca Dean con un atisbo de travesura bailando en sus ojos.
—Estaba por hacerlo, Dean, pero me interrumpiste —responde Sammy con malicia en su voz.
—Ok, suficiente. Ya me quedo claro que la cague y lo siento —reitera el hombre con ojos entrecerrados—. El punto era comentarles lo que Cas descubrió y decidir qué hacer. Una vez zanjado el asunto, nos iremos para que continúen en lo suyo —acota Dean exasperado.
—Pues es claro, hay que ir a donde está Chuck —comenta Gabriel desde su lugar, sentado en la cama de Sam—. ¿no, Cas?
—Cierto, pero encontrarlo es el problema —asevera el ángel—. Y como solo queda un arcángel capaz de custodiarlo, tú eres el único que puedes saber dónde está —explica Castiel.
Es ahí que los dos humanos clavan sus ojos en el arcángel, quien se encoge de hombros haciéndose el inocente.
—Es decir que la respuesta siempre la tuviste tú y te quedaste quieto viendo como nos hundíamos en la desesperación —acusa Dean, molesto y decepcionado a partes iguales. Cas se coloca a su lado y le toma la mano, vetándole la tentativa de descargarse con Gabriel.
Por su parte, Sam se acerca acusadoramente a su novio, lo que este interpreta como un desaire.
—No podía decirles, es parte del juego —se defiende Gabriel alzando las manos, de pronto llenas de chocolatinas—. Yo sólo sigo las reglas —dice abriendo una barra de chocolate.
—¡Pudiste darnos un indicio al menos! —Exclama Sam enojado, reprochándole a su pareja.
—Fue Joshua, ¿verdad? —Cuestiona Castiel—. Él es el único que habla con Nuestro Padre.
—Sí, Cassie —asegura el arcángel—. Iba a decírtelo en cuanto propusiste ir al pasado a cambiar las cosas, pero Joshua me impidió hablarte. Las cosas deben seguir el curso que Papi quiere; era en este momento que debías saber.
—Dios es un cabrón —Dean afirma mirando a Gabriel con rabia—. Tu Papi solo se delita viendo como los ahogamos en la miseria y tú eres su cómplice porque también te sentaste a observar —le apunta con el dedo—. No me importa las razones que tengas para justificarte, para mi eres tan culpable como tu Papi.
—Dean —advierte Castiel.
—Así que basta de juegos, Gabriel, y ya dinos donde está Chuck —exige el Winchester mayor.
—No hay prisa Dean-o —responde el arcángel poniéndose de pie—. Yo mismo los llevaré con Chuck.
Sam y Dean intercambian miradas en cuanto Gabe apoya ambas manos en sus hombros y Castiel sostiene con fuerza la mano de su novio. Un parpadeo y los dos ángeles y los dos humanos se desvanecen de la habitación.
Ay, no sé por dónde empezar. Sé que disculparme por el retraso de más de 10 años no va a compensarlo, pero la vida me llevo por diferentes rumbos, y cuando Supernatural terminó en 2020 supe que debía hacer algo respecto al final que le dieron a Dean y a Cas.
Desde que dejé de actualizar, año tras año, releía esta historia y pensaba en que debía retomarla, pero en mi cabeza la historia había decaído con la septima temporada y ya no podía visualizar el final que quería darle. Ahora, tantos años después, ya sé que final merece y que quiero para Dean y Vas.
Así que, si aún sigues aquí, te agradezco por tu enorme paciencia y espera.
Gracias por tanto.
Lumina.
