REY DE LOS DEMONIOS
¡Hola! Aquí un nuevo Cap. :)
-Carli89: Definitivamente Kikyo y Naraku han tenido sus momentos sospechosos a lo largo de la historia. Bueno, espero que este nuevo capítulo arroje más luz sobre esta misteriosa situación ¡Gracias por leer! :)
- Guest: ¡Me alegra saber que estás disfrutando la historia! ¡Espero que siga mejorando y que cada capítulo sea más emocionante que el anterior! Nos leemos :)
En fin, adelanté un poco la historia para no quedarme atrás con las actualizaciones. Siempre digo que ya no falta nada para llegar al escenario del primer capítulo, pero cada vez que lo intento siento que surge algo que se debe de mencionar :( ¡Gracias por seguir la historia! Y ya sin más ¡Disfruten de este nuevo capítulo!
Si todo sale bien, nos vemos el domingo.
Atte. XideVill
Disclaimer: Los personajes de esta historia son de Rumiko Takahashi.
CAPÍTULO 21.
KAGOME
–¡Quiero que cerquen el palacio! ¡Nadie entra ni sale! – demandó Miroku a un grupo de guardias.
–A sus órdenes.
–Majestad.
Lo miré con pánico.
–Tranquilícese por favor.
–¿Qué va a pasar ahora? – contuve un sollozo – Miroku dime ¡¿Qué se supone que debo de hacer?!
No estaba funcionando, cualquier esfuerzo por tratar de calmarme no estaba funcionando.
–Sango… – La llamó.
–Sí.
–Lleve a su Majestad la Reina a su habitación.
–Como diga – Mi amiga me miró antes de tomarme del brazo – Kagome…
–No – pedí.
–Será lo mejor. Necesitas descansar.
–No, ¡Lo que necesito es a Inuyasha!
–Majestad.
–Sango por favor.
Vi la forma en como ambos compartieron una mirada y sin decir más Sango me guió a la habitación.
–Recuéstate, te traeré algo…
–Con su permiso Princesa.
Ambas miramos a la mujer que entraba por la puerta.
–Le traje un té para los nervios.
–Kikyo ¿Dónde estabas? – pregunté incorporándome sobre la cama – Te estuve llamando muchas veces y…
–Lo siento mucho Princesa.
–Reina – La corrigió Sango – Refiérase a su Majestad como es debido.
–Sango – intervine – Está bien, sé que tienes muchas cosas que hacer.
–Preferiría no dejarte sola.
–Estaré bien –Traté de sonreírle –Puedes irte, muchas gracias.
Mi amiga asintió antes de salir por la puerta.
–Su té.
–Muchas gracias… –Miré las manos de la muchacha – ¿Qué te hiciste?
Rápidamente Kikyo las escondió. Me llamó mucho la atención que una de ellas estuviera envuelta en vendas.
–Tuve un accidente en la cocina y me corté. Pero no es muy grave.
–Ya veo.
Kikyo se me quedó mirando, esperando a que bebiera del té, pero estaba tan caliente que solo me concentré en bajarle la temperatura. Al menos eso hacía hasta que algo captó mi atención.
–¿Escuchaste eso? – dije dejando el té sobre la mesa.
–Yo no escuché nada Princesa…
–Shh – Me acerqué a la ventana – Ahí está otra vez.
–¿Princesa?
–¡Son caballos!
Si bien el palacio estaba siendo cercado y había una innumerable cantidad de soldados a su alrededor pude ver entre la nieve la figura de una persona.
–Inu… Inuyasha… – musité.
–¿Dijo algo?
–¡Es él!
Ignoré los llamados de Kikyo a mis espaldas y corrí hacia la entrada del palacio. No esperé que el frío golpeara tanto mi cuerpo, pero nada de eso me importó y seguí corriendo entre las capas de nieve que se metían por mis piernas y mojaban todo a su paso.
–¡Inuyasha! – grité, tratando de bloquear el doloroso frío — ¡Inuyasha!
Pronto pude ver a más hombres y caballos acercarse a paso lento hacia donde estaba. Tragué saliva, sintiendo la garganta seca. Y entonces lo vi.
–Inu…
–¡Kagome!
Lo vi correr hacia mí y mientras lo hacía yo solo anhelaba sentir sus brazos a mi alrededor. Anhelaba sentir su aroma, su calidez. Y cuando al fin lo tuve cerca me aferré a todo aquello que me entregó en un abrazo desesperado.
–Inuyasha… – sollocé.
Rompió el abrazo solo para asaltar mis labios con la misma desesperación. Su cuerpo temblaba bajo mis manos y aquello me causó un escalofrío.
–¿Me extrañaste? – Se atrevió a preguntar mientras sus labios rosaban los míos.
–Como no tienes idea — confesé sintiendo un nudo en la garganta.
–Kagome…
Entonces se desplomó entre mis brazos.
–¡¿Inuyasha?! – dije con terror.
–¡Majestad!
–¡Llévenlo adentro y llamen a un médico! – ordenó Sesshomaru quien apareció al instante tras nosotros.
–¿Qué ocurre? – susurré sintiendo la voz temblorosa.
–Ese idiota está muy mal herido y aun así no se quedó quieto – dijo áspero el mayor de los Taisho.
Vi como unos guardias lo sujetaban de los brazos y se lo llevaban dentro del palacio. Fue entonces cuando me percaté que todo su abdomen estaba bañado en sangre, llevé una mano al pecho.
–Tranquila, la herida no es grande, pero me preocupa que no haya dejado de sangrar.
Miré a Sesshomaru y supuse que pudo leer mi expresión.
–¿Qué ocurre? – exigió saber.
–Es su padre…
En ese momento la presencia de Miroku terminó captando toda nuestra atención.
–Por favor Majestad – pidió –Permítame ser yo quien hable con el Príncipe Sesshomaru sobre lo que ocurrió, usted ya tuvo suficiente por este día. Será mejor que vaya a ver cómo sigue el Rey.
Asentí, pero antes de retirarme le regalé una mirada llena de tristeza a Sesshomaru.
Ya en la habitación que compartía con Inuyasha, el médico prefirió que esperara afuera y así lo hice, al menos los primeros minutos, pero cuando la cosa tardó más de lo debido, decidí entrar sin más.
–¿Por qué tarda tanto? – exigí saber.
El médico me vio y por su expresión pude ver que no esperaba tal arrebato.
–Lo siento – dije al instante – Pero no he visto a mi esposo en días y me preocupa su estado.
–Entiendo Majestad – se disculpó el hombre – Ya terminé, la herida de su Majestad el Rey tardará en cerrar, no entiendo muy bien qué lo causó, pero por lo que veo ha estado así durante más de una semana.
–¿Eso es malo?
–Si no cierra en estos días, me temo que lo será.
Asentí sintiendo el corazón en la boca.
–Con su permiso.
–Adelante.
Cuando el hombre se retiró, recién pude sentir que respiraba. Busqué rápidamente entre mis cosas y cuando por fin di con mi objetivo me moví rápidamente hacia donde estaba Inuyasha. Tomé asiento junto a él y sujeté su mano, estaban muy frías y con aquello último envolví la perla de Shikon entre nuestras manos.
Recordé los rezos que desde pequeña mi abuelo se había empeñado en enseñarme y los recité uno por uno, sin olvidarme de nada. Como aquella vez, pude sentir como una extraña calidez abandonaba mi cuerpo y envolvía el de Inuyasha, el destello rosa que nos acompañaba fue suficiente como para cegar mis ojos, al menos por unos segundos.
Cuando terminé el último rezo abrí los ojos y me deleité con un par de ojos dorados que me veían con demasiada ternura.
–Hola – Me dijo y mi corazón dio un salto casi doloroso.
–¿Cómo te sientes? – Puse mi mano sobre su abdomen cubierto de vendas – Tu herida ¿Te duele?
De un rápido movimiento me atrajo hacia él, aprisionándome entre sus brazos protectores.
–Ni un poco.
–Inuyasha, cuidado – reproché – ¿Qué pasa si se vuelve a abrir?
Tomó mi mano con la suya y la llevó hacia aquella zona.
–Ya no tengo nada – dijo arrogante – Puedes comprobarlo por ti misma ¿Si quieres?
La sonrisa cómplice que me regaló me indicó que estaba frente al Inuyasha de siempre y aquello terminó por afectarme.
–No estoy soñando ¿Verdad? – dije rozando sus mejillas con mis manos – Estás aquí… – susurré.
–Sí, estoy aquí, como te lo prometí.
Me entregué a ese beso como si fuera todo lo que había estado necesitando por décadas. Era cierto, la herida en su abdomen estaba completamente curada y aquello me arrancó un suspiro de alivio.
–Inuyasha.
–¿Qué sucede?
–Hay algo que debes de saber.
Como era de imaginarlo, la noticia lo tomó de golpe, su primera reacción fue un sepulcral silencio. Luego de unos segundos se levantó y abandonó la habitación. Me quedé esperándolo, al menos las primeras horas, pero ahora que el sol se había escondido hace mucho y solo la escasa luz de luna era mi única compañía, sentí una punzada dolorosa en el corazón.
Esperé y por más que quería salir de estas cuatro paredes e ir a buscarlo, sabía perfectamente que tal vez quería pasar su duelo solo. No quería ser un motivo más de sus ya bastantes problemas.
Suspiré y decidí acomodarme del otro lado de la cama, no tenía sueño, en lo absoluto, pero ¿qué otra cosa podía hacer? Abrí los ojos cuando sentí la calidez de unos brazos alrededor de mi cintura.
–¿Inuyasha…?
–¿Te desperté? – susurró sobre mi cabeza.
Aproveché para girar y tenerlo frente a mí, sus ojos dorados ahora denotaban un tono rojizo a su alrededor. Había llorado y aquello me destrozó.
–Lo siento… – sollocé – En verdad lo siento mucho…
–Shh – calmó mi desesperación – No fue tu culpa.
–No sé qué pasó, estaba todo bien, solo fue un momento y cuando regresé él…
–Kagome…
–Si tan solo me hubiera quedado un poco más… Si tan solo hubiera mandado a alguien por la perla, tal vez ahora Toga estaría…
–Cariño no podemos cambiar el destino.
–Es que todo esto es muy injusto – dije con la voz rota.
–Lo sé.
–Por favor perdóname.
–¿Por qué me pides perdón?
–Por todo esto…
–Tonta – Besó mi frente antes de limpiar mis mejillas – Ya no te atormentes más, el asunto de la muerte de mi padre se está investigando y te prometo que cuando tenga alguna noticia serás la primera en saberlo.
–¿Lo prometes?
Me atrajo más hacia su pecho.
–Lo prometo. Ahora dime ¿Cómo has estado?
–Bien.
–Mentirosa – reprochó – Sé de muy buena fuente que no has estado comiendo muy bien.
–Ah… eso…
–Sí, eso. Kagome ¿Pasa algo?
–No es nada. Pero creo que tienes que saber algo.
Su cuerpo se tensó de inmediato.
–Había algún tipo de veneno en el vino de tu padre.
–¿Veneno? – Asentí.
–Me parece que es un veneno peculiar. Su efecto se manifiesta de forma gradual, y a primera vista, parece que solo causa un leve deterioro en la salud de la víctima. Sin embargo, con el tiempo, el malestar se intensifica con cada dosis, y es de esta manera como finalmente causa la muerte de la víctima.
–¿Crees que la muerte de mi padre se deba a eso?
–No, o al menos no del todo – aclaré – Si bien pudo ser ese el plan principal. Hubo algo que empujó al asesino de tu padre a acabar con su vida antes de tiempo.
–¿Algo como qué?
–No lo sé aún, pero planeo descubrirlo.
–No – exclamó severo – No quiero que te involucres en esto.
–Pero…
–No hace falta que lo hagas.
–Quiero hacerlo.
–No si tu vida está en riesgo.
Me incorporé de inmediato y lo miré desde mi altura.
–Sé muy bien que me estás ocultando algo Inuyasha. Ya dime ¿qué más sabes? – exigí.
Soltó un suspiró pesado antes de mirarme con duda.
–Hay algo que está muy claro en todo esto – empezó – En primera, la muerte de mi padre guarda relación con la muerte de mi madre.
–¿A qué te refieres?
–Todo es muy confuso, pero estoy seguro. La última palabra que dijo mi madre antes de morir fue Araña y ahora resulta que la daga que mató a mi padre tiene una estampada en ella.
–Si, es mucha coincidencia.
–Pero eso no es todo – aseguró antes de incorporarse y quedar frente a mí –Cuando estuvimos fuera, logramos dar con la guarida de Naraku.
–¿Lo encontraron?
–No – negó – Era algún tipo de ilusión, su cuerpo no estaba en ese lugar, pero sí su alma.
–¿Su alma? ¿Cómo?
–No lo sé, pero la forma que vi no era humana, era más bien la de una araña.
–Inuyasha, crees que…
–Sí – afirmó – Fue Naraku quien mató a mi padre y a mi madre. Y me temo que no estamos del todo seguros aquí.
Continuará...
