Denkichi Shiranui, hijo de la líder de la familia Shiranui y su guardaespaldas Toshiro estaban huyendo como animales salvajes desde que comenzó exactamente la pelea que tuvieron su grupo contra el Inazuma Bugeicho. Los dos prófugos se escaparon por la ventana que conectaba al techo y huyeron por los tejados hasta terminar en el callejón oscuro anexo a la tienda, ahí tenían la base secreta donde habitaba un número grande de hombres.

El joven yakuza y su escolta corrían como locos mientras eran perseguidos por unas Diez Misakayas, el guardaespaldas despachaba a cualquiera o los empujaba al suelo, Misakayas rondaban por los techos como si fueran balones o se resbalan debido a las fuertes lluvias.

Denkichi y Toshiro aterrizaron en un callejón y decidieron tomar un rápido atajo, eso mientras que un escuadrón de Misakaya emprendían persecución hacia ellos. Los dos sujetos llegaron a donde les permitieron las piernas, en eso se encontraron con dos hombres que estaban irreconocibles debido a las manchas de sangre, tierra, y sudor o estaban completamente sucios debido a las fuertes lluvias.

Fue en eso donde el joven yakuza comenzó a perder la compostura y blandió su espada contra los desconocidos.

-¡Joven Denkichi!

-¡¿Quienes son ustedes?! ¡¿Asesinos del gobierno?!

-¡...!- Los dos extraños sujetos se quedaron en shock.

-Joven

-¡Ustedes deben sicarios del Inazuma Bugeicho!- El rubio que estaba siendo victima de la desesperación y nerviosismo alzó su katana con tal de matar a los extraños sujetos pero en eso intervino su guardaespaldas- ¡Toshiro, fuera de mi camino!

-Joven Denkichi, comprendo como se siente al respecto pero, matar en vano es muy equivocado de su parte.

-¡No me jodas! ¡AAAAHHHH!- El rubio se lanzó contra su escolta, el cual desde la experiencia apretó una de las manos de su protegido y lo tiró al suelo- ¡¿Cómo te atreves, maldito?! ¡Un paso más y cortaré tu cabeza!

-Amo Denkichi, los dos no son lo que usted cree.

-¿Qué?

En eso uno de los matones caminó lentamente hasta caer en el suelo mientras que el otro hombre estaba teniéndose del brazo posiblemente por una certera cortada en el brazo.

-O-Oyabun... Somos... Yukio y Funabiki

-¿Qué?- El joven de pies a cabeza a los extraños sujetos- No hay duda... Yukio, ¿Qué demonios significa esto?

-Joven Denkichi... Tal parece que son de los que quedan de la pelea que tuvimos contra el brazo armado del gobierno.

-Espera...- El joven vio más de cerca hasta que los reconoció- Yukio, ¿Pero que les pasó? ¿Qué sucedió con los demás? Fueron esos asesinos del gobierno, ¿No es así?

El muchacho debilmente asintió con la cabeza.

-Oyabun... Es el fin...

-¿El fin? ¿Estás bromeando? Dejamos a muchísimos hombres en toda la tienda, muchos son de los mejores ronin que pudimos encontrar.

-Oyabun... No lo entiende... Esos sujetos no son... Tipos cualquiera- El pobre tenía su vista que comenzaba a desvanecerse- Nos masacraron a todos... Por más que luchamos contra ellos... Eran más fuertes que nunca... Y hasta la despreciable Chizuru iba con ellos... Y Misakaya.

-¿Qué? ¿Dices que esa novia de alquiler es parte de ellos? ¿Y usaban a esa plaga?

-...- Yukio en cualquier momento iba a irse al otro barrio.

-¡Hey Yukio! ¡Háblame! ¡Esto no es gracioso!

El pobre entreabría los ojos mientras veía a su joven jefe.

-Es nuestro fin... Es el fin de todo... Toshiro, oyabun... deberían huir tan pronto como puedan, como yo.

-¿Huir? ¿Adonde?

-...- El pobre cayó de rodillas y quedó tendido en el suelo donde no se pudo mover más mientras que las lluvias estaban muy fuertes

-¡Yukio!

-Joven Denkichi, debemos ir con su madre lo más antes posible- Dijo el guardaespaldas que se acercó a su joven amo.

-Demonios... No hay más opción que huir con mamá... ¡No puedo soportar esto! ¡No puedo esperar con acabar con ese brazo armado! ¡Algún día pondremos en su lugar al maldito Inazuma Bugeicho!

-De hecho, joven Denkichi, usted huya con su madre. Yo me quedaré en la capital.

-¿Qué? ¿Por qué?

-Yo a diferencia de ustedes, no he tenido a alguien en la vida por lo que prácticamente he estado solo y como tal no tengo adonde huir. Es el camino que elegí y del cual, como ronin, no pienso salir. Le debo a usted y a Toragoro-sama por acogerme. No se preocupe, no pienso traicionarlos.

-Toshiro...

Los dos hombres fueron a escondidas por atajos que tomaban, gracias al conocimiento del guardaespaldas hasta que se detuvieron en una zona solitaria de Ciudad Inazuma. Denkichi notaba como su escolta estaba mirando por todos lados como si estaba temiendo o sintiendo algo.

-¿Qué ocurre, Denkichi?

-Lo siento, joven Denkichi... Es que... Siento que alguien nos sigue.

El joven no evitó echarse una risita.

-Jajaja... Que tipo tan nervioso eres, Toshiro.

-Cierto...- El hombre no evitó reírse junto con el joven yakuza como si aquello fueran los últimos instantes de una despedida.

Luego de un agradable y breve buen rato, los dos yakuzas decidieron irse cada uno por su lado en esa calle solitaria.

-Joven Denkichi, aquí nos separamos. Cuando se tranquilicen las cosas, nos veremos en la entrada de la ciudad. Deben que huir cuando puedan porque temo que ya las autoridades ya saben de nosotros.

-Entonces, te encargo todo, Toshiro... Gracias por todo el tiempo que estuviste con nosotros.

-Se lo agradezco encarecidamente, joven. Les avisaré cuando todo se calme.

-Si.

Los dos hombres decidieron separarse yéndose por caminos distintos, el joven iría con su madre para decirle de la situación y huir con ella de la ciudad mientras que el guardaespaldas estaría en la ciudad estando pendiente de como iban las cosas pero...

Era evidente que aquella sería la última vez que se veían ya que ambos estaban con el tiempo contado.

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En un casino clandestino de Ciudad Inazuma

En una casa de dos pisos estaba funcionando lo que podía ser un casino ilegal, un joven de cabello erizado naranja, patillas largas de color castaño y ojos grandes azules estaba sentado viendo una cosa en su celular mientras venía una joven peliazul celeste de ojos y kimono del mismo tono de color.

-Shinza, ¿Es cierto de lo que he escuchado de la vecina?

-¿Que es Otaki?

-He oído que un grupo armado del gobierno vino hace un rato a la tienda Shiranui y mató a todos de esa pandilla.

-¿Qué? ¿Te refieres a la pandilla de Toragoro?

-Dicen que ellos fueron los autores de la escuela que incendiaron y aparte de eso como que crearon un grupo de bomberos para robar y matar en la ciudad. La policía atrapó a los bomberos y dijeron que Toragoro y la señora de los Tres Distritos les concedió el permiso para hacer lo que quisieran... Y eso llegó a oídos del gobierno.

-Ya veo... Esa bastarda por andar jugando al vergas terminó en la inmunda. Desde que murió el real Toragoro, Osetsu es una don nadie, que bueno que hice muy bien en dejar a esa tipa, no me soportaba tanto favoritismo pendejo hacia Denkichi. Cuanta razón tenía Rintaro, lástima que lo mataron.

-Y no solo eso... Puede que nos fue muy bien con el casino que pusimos pero literalmente lo hicimos en el territorio de Toragoro. Si a ella le exterminaron su pandilla, posiblemente nosotros seremos los siguientes. No sabemos lo que pueden hacer los asesinos del gobierno. Tengo miedo que nos pase algo mucho peor.

-Oh vamos, Otaki. No te preocupes. ¿Quién puede reclamar territorio en juegos de azar ilegales? No hay nada de que preocuparse.

-¿Seguro, Shinza?

-Claro

A la distancia se escuchaba un canto que puso en silencio a Shinza y Otaki, fue en eso cuando el pelinaranja chocó sus manos mientras la peliazul estaba con una sonrisa.

-Ese es Jinko... ¿Tienes hambre, Shinza?

-No, pero si gustes le pediré una orden de fideos.

El pelinaranja decidió salir por la ventana dando con un joven peliplata vestido solamente con una capa hipermeable de color negro y con él un carrito ambulante donde de él salía humo. Era un puesto de comida caliente.

-Hola, Jinko- Le habló en susurros el pelinaranja- ¿Es cierto el chisme ese?

-Sí. Un grupo dizque de bomberos quería incendiar la casa de uno de los Super Once pero la policía los atrapó a todos.

-Ya veo, era de esperarse de esos Teikokuya. (Teikokuya significa, estudiante del instituto imperial. Eso es por el nombre japonés original de esa Escuela, Teikoku).

-Shinza, ¿No quieres fideos?

El pelinaranja negó con la cabeza.

-Lo siento, Jinko, pero no quiero. Si gustes puedes mandarme una orden para Otaki.

-Bueno... Ahí le va una orden de fideos para la esposa del oyabun.

-¿Que demonios, Jinko? ¿Con que quieres decir con Oyabun? Sabes muy bien que no quiero ser el nuevo y eso que ya exterminaron a la pandilla de Toragoro.

-Perdón, pero sabes que cuando a un grupo yakuza desaparece debe haber un nuevo oyabun, ¿No?

El pelinaranja y el peliblanco no evitaron reírse un poco.

-Eres imposible. Apaga la luz del letrero. Ven atrás.

-¿Y eso porque?

-No quiero que me agarren los asesinos del gobierno.

-Ya veo... Como siempre, unos fideos para Otaki-san.

-Bien, no hables y apaga la luz.

El muchacho de los fideos llamado Jinko decidió llevar su carrito de comida caliente hacia la entrada trasera del casino clandestino pero ignoraba que una persona alta, envuelta en una capa negra y sombrero grande en forma de tapa estaba viendo la escena y con una katana envainada.

El tipo decidió ir en silencio mientras que el joven vendedor estaba sirviendo gustosamente su comida caliente.

-Oye, el hombre de los fideos, ¿por qué tan oscuro?

El muchacho dejó lo que estaba haciendo mientras veía detenidamente al sujeto el cual parecía que alto y tenía la mirada rasgada, ya que de la boca para abajo estaba cubierto por la capa.

-Es que serví una gran orden y se acabaron. Lo lamento.

-¿Están agotados los fideos? ¿Qué estás diciendo?- El extraño sujeto sabía que era una mentira ya que desde hace unos minutos estaba en el lugar y observó la conversación que tuvo Shinza y el vendedor de fideos- ¿Quién comió tanto? No veo a nadie.

-Eso es porque... Bueno...- El muchacho peliblanco comenzó a sentirse nervioso por la presencia del extraño sujeto el cual no paraba de mirarlo muy de cerca.

-Oye... Juro haberte visto antes.

-¿De que habla?

-Vives en la misma vecindad que Shinzaemon Nakamura.

-¿Qué?

-Tengo entendido que hay un sujeto quien abrió un casino a nuestras espaldas y justamente dentro de nuestro territorio.

Mientras tanto desde la ventana, el mencionado propietario del casino ilegal junto con su mujer y demás asistentes al lugar que estaban sentados en sus maquinitas tragamonedas o maquinas de paichinko estaban atemorizados de lo que estaba pasando, por la apariencia del hombre como en saber la ubicación del establecimiento clandestino se diría que era uno de los presuntos asesinos del gobierno, eliminaron a un grupo yakuza y ahora iba por otro más.

-Oh, no. Es malo...- En eso la mujer llamada Otaki y buena parte de los sujetos apagaron las luces y desconectaron las maquinas temiendo lo peor y más aún cuando el hombre alzó su vista al segundo piso mientras clavaba su mirada rasgada en los ojos azules del joven propietario del casino.

-¡Shinza, no creas que es nuestro fin! ¡De alguna manera volveremos más fuertes que nunca!- En eso el hombre se quitó el sombrero dando con un adulto castaño con una coleta alzada.

-¡Toshiro! ¡¿Que no tú y la pandilla de Toragoro han sido eliminados?!

-¿Eliminados dices? ¡Jajajajaja!- El guardaespaldas se rió en la cara del joven propietario- Tal parece que no has aprendido la lección, Shinza. Tu casino y tus apuestas a favor de Raimon nos han afectado a Toragoro-sama y a todos nosotros pero ahora luego de mucho tiempo tengo que borrarte del mapa. Déjame entrar o créeme que asaltaré el lugar.

-¡TÚ DE AQUÍ, TE VAS!

-¿Quién dijo eso?- El guardaespaldas miró en todas partes mientras que de pronto quedó asustado al ver a unos ojos rasgados y un dragón azul tatuado en el brazo derecho- ¡No puedo creerlo...! ¡Tú!

En el segundo piso del lugar una misteriosa sombra de ojos rasgados, cuerpo trabajado y un dragón azul tatuado en el brazo derecho estaba caminando lentamente hacia la ventana donde estaban Shinza y Otaki que estaban temerosos pero dibujaron una sonrisa cuando esa persona se mostró como...

-¡Someoka-san!

-Así es, soy yo- Era el famoso pelirrosa de cabello algo rapado y lunar en su mejilla izquierda- Shinza, Otaki, me encargaré de ese sujeto pero lo haré lejos de aquí. No quiero causarles muchos problemas ni mucho menos derramar este lugar de sangre.

-Someoka-sama...

-Shinza, Endo y nosotros te estamos agradecidos por el apoyo que nos has blindado desde que nos enfrentamos a la Escuela Sobrenatural y más con tus apuestas. No te preocupes por tu casino, nosotros el Inazuma Bugeicho lo pondremos a nuestra protección. Ningún policía u otro grupo no pondrá ningún pie pero si lo hace primero lo hará sobre Candy-dono y todos nosotros.

El pelinaranja entre lagrimas hizo una reverencia hacia el dragón azul del Inazuma Bugeicho.

-Muchas gracias, Someoka-san. Estamos profundamente agradecidos contigo.

El pelirrosa rapado dibujó una sonrisa y posteriormente hizo una mirada seria hacia Toshiro el cual lucía atemorizado.

-Toshiro, no creas que te salvarás de ésta- En eso, el dragón goleador de Raimon saltó hacia donde estaba el guardaespaldas quien no dudó en sacar su katana.

-No puedo creerlo... No pensé ni por mi mente que uno de los Super Once fuera un sicario del grupo que nos eliminó.

-Pues créelo ya que este es tu último día...- El dragón desenvainó su katana pero en eso vinieron siete Misakaya que estaban pasando por aquí, todas estas usaban sus visores.

-¡Someoka-san! ¡Te vamos a ayudar-misaka!

-No te preocupes, Isuke. Esto será una pelea de uno contra uno.

-Pero...

-No se preocupen. Ustedes manténganse al margen de esto.- El pelirrosa miró a su oponente- Toshiro, ¿estás listo?

El hombre no dijo ni una sola palabra.

-Ah, casi me acuerdo- Someoka alzó su mirada hacia el propietario del casino- ¡Oye, Shinza!

-¿Sí, Someoka-san?

-Te encargo el paraguas que dejé en la maquina de arcade.

-¡De acuerdo, Someoka!

-Isuke...- Ahora miró a una de las Misakaya- Escucha, Isuke. No te olvides del paraguas que le encargué a Shinza. Ese paraguas es de la tienda Sagami al otro lado del puente. ¿Entendido?

-Sí...- La clon castaña asintió con la cabeza.

El pelirrosa rapado y el castaño de coleta alzada se miraron fijamente hasta que ambos se echaron a correr, quizás a un lugar más lejano como también uno que les serviría para aclarar su asunto. Mientras tanto, las Misakaya que eran siete junto con Isuke vieron el puesto de fideos de Jinko.

-¡Oe Jinko-san! ¡Siete ordenes!- En eso Isuke sacó un fajo de billetes y se los dio al joven de los fideos- Quédate con el cambio, man. Te lo mereces.

-Muchas gracias, Isuke-san.

-No hay de qué, Jinko-san.

Las Misakaya se sentaron pero una de ellas le gritó a los dos propietarios.

-¡Oe, Shinza, Otaki! ¡Vengan a comer con nosotras-misaka! ¡Pueden llevar a todos los que están en el casino!

Los dos propietarios se miraron mutuamente y luego a algunos de los asistentes al casino que estaban enchufando las maquinas.

-Los que tienen hambre, que bajen con nosotros. Inazuma Candy-dono pagó todo.

Shinza, su mujer y todos los que vinieron a jugar en las maquinitas decidieron bajar a la entrada trasera del lugar a disfrutar de los fideos calientes pero no sin antes que el pelinaranja bajara el paraguas y se lo diera a la clon castaña.

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En un lugar boscoso como oscuro de Ciudad Inazuma...

Someoka y Toshiro estaban frente a frente y con sus katanas empuñadas, ambos oponentes de mirada rasgada no dejaban de mirarse fijamente y eso que a pesar de las fuertes lluvias, ninguno de ellos no había movido ni un dedo. El dragón goleador de Raimon decidió extender su solo brazo derecho que sostenía su arma blanca mientras que el guardaespaldas de la ya extinta banda yakuza alzó ambos brazos y sin soltar su espada.

Toshiro adelantó el pie derecho mientras que Someoka solamente apuntó su arma que estaba a una prudencial distancia del rostro de su oponente. El castaño salió primero pero el pelirrosa rapado lo esquivó girándose a unos 180 grados, cambiándose de lado obviamente, y chocaron sus aceros dando un breve forcejeo con el X entre ambos sables.

De repente, todo quedó en pausa para los dos espadachines, quizás se miraban y mantenían sus sables contra el otro pero había un silencio grande entre ellos como si leyeran la mente y formulaban una estrategia. El dragón goleador soltó el filo contrario en dirección hacia arriba mientras que el escolta se giró unos 180 grados donde nuevamente estaban cambiando de lado.

Toshiro se hincó de una rodilla para darle en la cintura pero Someoka puso bocabajo la hoja de su sable, logrando bloquear el ataque. Nuevamente se voltearon a 180 grados hasta que el dragón goleador, en cámara lenta, adelantó y dobló la pierna derecha, dio un certero golpe al brazo derecho de su oponente mandando a vólarselo de un solo golpe.

Toshiro se apretó el muñón a medida que la hemorragia estaba mojándole toda la mano libre y buena parte de su ropa pero viendo que era inútil y en parte su obvio final, decidió desenvainar su wakizashi con su mano izquierda. Someoka mientras tanto estaba en guardia chundan, la guardia ordinaria con la que se comienzan a ejecutar desde los golpes hasta técnicas batto.

El dragón goleador adelantó el pie y pierna derecha hasta casi doblar las rodillas, aquello era la guardia seiza. El guardaespaldas a pesar de su brazo mutilado no se le mermaba el coraje y la determinación. Luego de un obvio silencio, ambos se lanzaron al ataque dando lo que sería el golpe final.

Ambos estaban detrás del otro hasta que Toshiro lentamente cayó de rodillas y su cuerpo se extendió bocabajo mientras el ganador, Someoka, miraba los cielos grises mientras no paraba de llover fuerte. Lentamente bajó la hoja de su katana sacudiendo la sangre impregnada hasta dejarla limpia y brillante, eso gracias a las fuertes lluvias.

Guardó lentamente su espada en la vaina y decidió irse al casino donde estaban disfrutando Shinza y demás Misakaya disfrutando de sus fideos. No dudó en ir al casino ilegal, después de todo, pelear y luchar contra el mal a veces da mucha hambre.

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En una de tantas calles solitarias y oscuras de Ciudad Inazuma...

Las lluvias no paraban de caer sobre la ciudad aunque afortunadamente Denkichi estaba lo bastante bien abrigado para las noches más frías y esta noche no era la excepción, iba con su mejor chaqueta abrigo y una gorra para calentarse lo mejor posible. Iba con paso apresurado hacia donde estaba su madre, a unas cuadras donde estaba el imponente Instituto Imperial pero... No sabía que aquello era el comienzo de su fin en este mundo.

De repente una especie de cadena fue lanzada logrando enrollarse sobre el cuello del rubio el cual trataba de zafarse inútilmente mientras una silueta o sombra estaba detrás de él, sujetando la cadena y comenzando a arrastrar al joven de manera lenta y segura, mientras que el pobre chico rubio trataba de liberarse en vano hasta que de repente desaparecieron como si la tierra los hubiera tragado.

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Toragoro quien estaba vestida de ropas tácticas hipermeables rojas estaba en una especie de campamento ubicado a unas cuadras del Instituto Imperial mientras veía la hora en su celular. Desde hacía una hora, bueno, casi para dos horas que estaba parada esperando alguna respuesta de su hijo pues supuestamente estaban aprovechando el incendio creado para robar y asesinar todo a su paso pero no había noticias de nada.

En eso hicieron acto de aparición uno de los dos oficiales que dieron su "Financiación" para la creación de su propio equipo móvil, los bomberos Kagatobi, la oficial como sierva del clan Tamaki, Kyuubey Ueda.

La mujer pelinaranja al ver a la oficial de parche negro la saludó.

-Oh, aquí está, Ueda-san. Gracias por su trabajo.

-Igualmente, Toragoro- dijo la oficial peliblanca de coletas- Que sorpresa, las lluvias no han parado... Y eso que han pasado dos horas... Se demoran mucho.

La líder yakuza estaba haciendo una llamada pero como siempre estaba en correo de voz.

-Sí, es peor de lo que pensamos, de hecho, no me esperé que comenzara a llover tan fuerte.

-¿Estás segura de que Denkichi y los demás están trabajando?

-Sí, estoy segura, Ueda-san. Denkichi cuando se trata de una orden, él nunca falla pero no lo entiendo, lo he llamado muchas veces pero solo sale correo de voz.

-Ya que lo dices, todo esto se me hace muy extraño.

-Sea lo que sea que estaban planeando, no lo harán... Hasta aquí llegaste, Toragoro Shiranui

-¿¡Quién dijo eso!?- Se alteró la pelinaranja mientras que la oficial corrupta miraba por todos lados tratando de buscar a aquella voz misteriosa que se escuchó en medio de la fuerte lluvia.

Finalmente hizo aparición al tiempo que el cielo volvió a relampaguearse una joven pelirrosa de ropas tácticas negras de bombero y con un sombrero casco sobre su cabeza. La joven estaba acompañada de una joven pelirroja de ojos del mismo color y ropas tácticas de ninja con detalles rojos.

-Toragoro Shiranui... Denkichi y los Kagatobi han sido acabados... Todos quedan arrestados.

-No puedo creerlo... ¿Megu?

-De hecho, soy Shino Tokuda- La joven reina sonrió algo maliciosa a lo que la líder yakuza quedó en shock.

En ese instante, Ueda saltó hasta quedar en medio de las dos féminas, señalando con el dedo hacia Yoshimune.

-¡¿Quién demonios eres?! ¿Qué haces aquí? ¿Dónde demonios crees que estás?

En eso un grupo de entre unos quince a veinte hombres, soldados vestidos de camiseta negra de manga larga o gi con nudos blancos sobre los costados para aligerar las mangas, hakama o pantalón café y sandalias japonesas con calcetines negros. Los hombres se pusieron en guardia mientras desenfundaban sus espadas.

-¡No te muevas de aquí, Shino Tokuda! ¡Un paso contra nosotros y morirás!

-¡Es cierto! ¡Tu castigo es la muerte!- Dijo la lider yakuza enfurecida al ver que todo lo que planeó fue a la deriva- ¡¿Cómo te atreviste a derrotar a mi querido Denkichi?! ¡¿Cómo le hiciste para destruir a los bomberos Kagatobi?! ¡Maten y acaben con esa perra del bakufu!

-¡Sáquenla de aquí!

-¡Si!

-¡Retrocedan!- En eso Yoshimune se puso en guardia frente a los gendarmes de Ueda- En nombre de la Escuela Raimon, por los Super Once y por la gente de toda Ciudad Inazuma, terminaré con las fechorías que están haciendo.

-¡Solo parlotea! ¡Mátenla! ¡Y sin piedad!

Los hombres se lanzaron contra la shogun quien justamente estaba comenzando a trazar algo con sus manos y brazos.

-¿Q-que demonios está haciendo esa bastarda?

-Observa, Toragoro...- Dijo Osono sonriendo mientras observaba a su señora- En estos momentos, Shino Tokuda está trazando con sus puños las trece estrellas del Pegaso.

-¡¿Pegaso?! ¡¿Trece estrellas?!

Uno de los gendarmes dio un golpe de katana mientras la pelirrosa no paraba de trazar la constelación del caballo alado, símbolo de la justicia... Pero...

-¡¿Que demonios?!- El hombre como su katana fue partida en dos- ¡¿Qué es lo que sucede?!

-Hagan lo que hagan será inútil... Yo, Yoshimune, en nombre del pueblo, ¡Los castigaré!- De repente una gran aura de color azul celeste rodeaba a la joven reina haciendo que sus oponentes se llevaran el susto de sus vidas.

-¡No puedo creerlo!

-¡Está ardiendo!

-¡Retrocedan si no quieren que los haga mil pedazos!- Detrás de Yoshimune estaba un caballo blanco alado

-¡Te enviaremos al infierno!

-¡Vamos tras ella!

Los gendarmes se lanzaron de lleno contra la pelirrosa quien al mismo instante se lanzó hacia ellos.

-¡DAME TU FUERZA, PEGASO!

Yoshimune como si fuera un relámpago se lanzó contra los gendarmes, traspasándolos como golpeándolos en un santiamén. Ráfagas, miles... No, ¡Millones de ráfagas! Muchas salían de su puño derecho dando de lleno contra los gendarmes, impactando en el pecho, los soldados recibían miles y miles de puños en todas partes, eran tantos golpes que sus ropas fueron destruidas y cayeron en sus ropas interiores.

Fue al mismo tiempo que el cielo volvió a relampaguearse y los hombres cayeron aparentemente sin vida a los charcos.

Toragoro como Ueda se quedaron en shock mientras veían como Yoshimune estaba de pie, con su puño derecho quien no dejaba de arder su luz.

Ueda: -¡N-no puedo creerlo!

Toragoro: -Esa chica... Fue más rápido que el trueno... Ni siquiera vi como lo hizo

-Lo siento Toragoro pero todo acabó aquí.

La pelinaranja quedó de rodillas sobre el suelo y comenzó a llorar lo mismo que Ueda solo que a diferencia de la lider yakuza sacó su wakizashi y dijo enojada.

-¡¿De que me sirve seguir viviendo si todo terminó?!

-¡Ueda, no!

La oficial peliblanca de coletas se enterró la wakizashi comenzando por la cintura izquierda hasta culminar hasta la derecha, se hizo el harakiri que era el suicidio que debían hacerse los samurais en caso de hacer las cosas mal. Pero la oficial no se conformó con cortarse el estomago por lo que con la misma wakizashi se la clavó totalmente en el cuello creando un charco de su propia sangre y morir en él.

Justo en ese instante, se escuchó unos ruidos provenientes de la lejanía, un silbido y luego una especie de coro y un montón de linternas.

-¡Goyo, goyo, goyo, goyo, goyo!

-¡Toragoro Shiranui, estás arrestada!- Exclamó en voz alta Tadasuke que encabezaba un escuadrón de policía, ella como todos ellos estaban usando capas hipermeables de diferentes colores y sosteniendo sus linternas eléctricas.

Los policías rodearon, esposaron y amarraron a la derrotada Toragoro llevándola a la estación de policía mientras otros agentes rodearon los cuerpos de los gendarmes y de Ueda para posteriormente llamar a Medicina Legal para el estudio y levantamiento de cuerpos.

-Mi señora...

-No te preocupes, Tadasuke... Todo terminó- La pelirrosa guiñó un ojo haciendo sonrojar a la peliazul quien no dudó en sonreírle a su señora.

-Sukehachi...- Osono volvió a su forma gatuna mientras saludaba a su camarada gato blanco.

-Su alteza... Inazuma Candy y su grupo asesinaron a sangre fría a Denkichi y a toda la pandilla Shiranui.

-¿Qué?

-Y no solo eso... Ellos tienen a su disposición un gran número de Misakaya, de hecho, los distritos Misaka, Yoshiwara, Sanya y Shinjuku simpatizan con ella hasta tal punto que la consideran como el shogun.

Yoshimune solamente quedó en silencio ante aquello... Mientras que las lluvias no paraban de caer.