X. TELÉFONO

.

El olor a café recién preparado sacó a Hermione de su concentración. Un gruñido en su estómago le recordó qué, una vez más, se había saltado la hora del almuerzo por estar demasiado pendiente de su trabajo. «Te vas a ganar una úlcera en el estómago», solía decirle Ron cuando habían estado juntos, y luego ocasionalmente le daba un plato con un trozo del delicioso budín de melaza de la señora Weasley o empanadas de calabaza de Honeydukes.

El recuerdo le provocó un suspiro cargado de nostalgia. Había olvidado lo bonito que se sentía que alguien tuviera un detalle con ella, que le llevara bocadillos porque sabía de su mal hábito de saltarse inconscientemente los tiempos de comida cuando se enfrascaba completamente en su trabajo.

No es que extrañara a Ron como novio; su relación, si es que alguna vez hubo alguna, se había estancado mucho tiempo antes de que ella tomara la decisión de terminarla. Parecían más bien dos amigos, nunca habían hecho algún plan para el futuro, cercano o a medio plazo. Tampoco habían tenido buena comunicación: muchas veces intentó localizarlo para salir algún fin de semana, para descubrir que él había viajado a Rumania donde Charlie, a Egipto con Billy o estaba en alguna misión encubierta en alguna parte del Reino Unido.

Otro factor en contra fueron sus diferencias; Ron odiaba los libros, sus programas de televisión y su falta de animosidad ante el Quidditch o cualquier otro deporte. Ella tampoco había sido muy paciente con los celos que a veces Ron sentía por Harry, la inseguridad constante, el sentimiento de inferioridad ante sus hermanos, pero sobre todo a la impulsividad que lo caracterizaba y que en ocasiones les había ocasionado serios problemas.

Además, habían caído en una rutina, no había sorpresas, no había novedad. Ella había intentado mantener la llama del amor encendida con ciertos detalles que nunca fueron valorados, así que un día simplemente dejó de hacerlo. La falta de intimidad emocional y física fue lo que al final terminó por convencerla que en Ron tenía un amigo y nada más. Quizá si los dos hubieran hecho un esfuerzo, con el amor como su estandarte, hubieran superado muchos obstáculos, pero llegó un momento en que fue claro que no había interés. Los Weasley se percataron de que Ron y Hermione no estaban juntos casi seis meses después de su ruptura cuando Ron llevó a Luna de acompañante para una actividad familiar, hasta ese entonces, ante los ojos de los demás, su relación seguía siendo la misma.

Aunque Ron y Luna tenían también personalidades diferentes, a lo largo del tiempo habían desarrollado una bonita conexión emocional que los había llevado a congeniar como nunca lo habían hecho ellos. Luna, conocida por su naturaleza tranquila y su aprecio por lo inusual, equilibraba la impulsividad de Ron. Su relación había dado el siguiente paso, Ron se había mudado al nuevo hogar de los Lovegood en la cima de una colina con un arroyo cercano, ubicada cerca de Ottery Saint Catchpole y ambos esperaban su primer hijo, aunque Molly insistía que serían gemelos.

El hecho de pensar en Ron la hizo recapacitar sobre haberse mantenido soltera durante los últimos dos años, con mucha más razón por los últimos dieciséis meses, que era el tiempo que había pasado desde que había recibido la carta de Draco diciéndole que la quería. Con el paso de las semanas, la rabia se había hecho presente. No entendía por qué él no le había dado la oportunidad de decirle qué opinaba de su declaración. Hubiera vivido más tranquila creyendo que el enamoramiento era solo de su parte. Su poco ortodoxa forma de declararse, incluyendo su escape, había sido aún más chocante para ella que la propia declaración, y le enojaba que se hubiera ido tras dejarle esa espinita en el corazón, haciendo que su ausencia le doliera más que cualquier cosa que alguna vez le hubiera dicho.

Y no es que ella no hubiera buscado la forma de dar con su paradero. Intentando no llamar la atención con preguntas que hubieran podido dejarla en evidencia, desde que Draco había renunciado a su puesto de auror, ocasionalmente le había preguntado a Harry, Ron, y mayormente a Neville si se sabía algo de él. Lo único que había logrado de su pequeña investigación era que Harry le comentara que se sospechaba que estaba trabajando para diferentes departamentos de ministerios europeos en la resolución de algunos casos complicados, puesto que reconocía en ellos el modus operandi de Malfoy.

También valoró en muchas ocasiones responderle la carta. Las lechuzas del ministerio lo encontrarían donde fuera que se estuviera escondiendo de ella, pero qué escribir…

Hola Draco, también me gustas, me gustaría que nos diéramos una oportunidad.

Sonaba realmente ridículo para una mujer adulta de veintitantos años que para empeorar, se le reconocía como una muy inteligente. No lo era si se había enamorado tontamente de un hombre con el que apenas se había relacionado en su vida, sin olvidar que había sido él quien la había llamado sangre sucia por primera vez. Aunque ese Draco osco y con gesto de eterno asco no era el chico que a ella le había llamado la atención. No sabía por qué precisamente había sido él, no había una razón en específico, no era por haber recibido la carta, pues ya desde antes de eso, ella se había sentido atraída por él.

Había leído incluso sobre las almas gemelas. Sonaba ridículo que Draco y ella lo fueran. ¿Sería cierto aquello de que las chicas preferían a los villanos de la película? Era risible catalogar a Draco como tal, y no es que lo justificara, había cometido errores, sí, pero ¿quién no los comete cuando tienes dieciséis años y te ves en la tarea de matar a Albus Dumbledore, el mago más poderoso de su era? El cobarde había sido Voldemort, que había ordenado a un niño a realizar una tarea que él mismo no había podido concretar.

—Buenas tardes —escuchó una voz grave que la sacó de sus pensamientos—. Lo siento, pero toqué y no hubo respuesta; tu secretaria me aseguró que estabas acá.

Con la puerta entreabierta, la cabeza de Theodore Nott apenas visible y un vaso de café humeaba en su mano derecha.

—Theo, hola, adelante.

—Le pedí a tu secretaria un café y me dijo que no habías salido en tu hora de almuerzo, así que acá está el tuyo, como una forma de congraciarme por la demora que he tenido en entregarte estos archivos —Theo puso tres gruesas carpetas sobre el escritorio—. Tuve que buscar información adicional en antiguos textos del Wizengamot para cerciorarme que no hubiera incongruencias, por eso el retraso. Tal como habías supuesto, en el siglo…

Theo siguió hablando pero Hermione ya no le prestaba atención, cayendo en cuenta en el hecho de que en los últimos meses había empezado a relacionarse con él debido a que el Ministerio lo había contratado como consultor externo y por ende, se había convertido en un apoyo importante para su trabajo.

Varias veces le había parecido que la miraba con más interés de lo normal o se sonreía cuando creía que ella no lo veía; sabiendo que era casado y que nunca le había hecho alguna insinuación indecorosa, se preguntó si su interés era por algo relacionado con Draco, pues ella sabía que ambos magos eran bastante cercanos, o al menos lo habían sido en Hogwarts. Había tenido que morderse la lengua muchas veces para no preguntarle por su amigo; en todo caso, no eran tan cercanos como para hacer una pregunta tan personal, tampoco sabía si Draco le había contado de sus sentimientos.

—Muchas gracias, le llevaré esta información a Percy Weasley para que el Departamento de Transporte Mágico siga con el siguiente paso.

—Nada qué agradecer, me pagan generosamente para hacer bien mi trabajo.

—Estoy segura que es porque no quisiste aceptar menos —le dijo sonriendo de lado aunque la frase había sonado a reproche—, como si necesitaras ese dinero para vivir.

—Mi tiempo es valioso —respondió con aire de superioridad—, y además, algo debo ganar que compense el tener que tratar con la Subsecretaria Granger, no te imaginas el miedo que ella genera —comentó esto último a modo de susurro, viendo para todo lado como si temiera que alguien los escuchara—. Ella es capaz de fulminar con la mirada.

—¡Theo! —le golpeó suavemente un brazo y empezó a carcajearse. Hermione se había acostumbrado rápidamente a las bromas del hombre.

—¡Es en serio! Si la conocieras, coincidirías conmigo en que es mejor tratar estos asuntos legales con el calamar gigante del Lago Negro que con ella.

—Eres un exagerado…

—Además, ¿crees que para un mago de mi categoría, no es indignante llegar al ministerio por una cabina de teléfono como cualquier visitante?

—¿Siguen sin darte acceso por la Red Flu?

—Es porque no soy un trabajador del ministerio sino un colaborador… Y no es como que me entusiasme meterme a un retrete público, así que por la cabina será. —Su usual alegría se apagó—. Sé que es la excusa que usan por ser hijo de mi padre. No es justo que se me recrimine por un concepto erróneo que creí durante mi infancia, pues era lo que él me había inculcado; se suponía que él tenía la verdad absoluta. Yo no tenía el criterio para debatir en aquel entonces, como sí lo tengo ahora.

—Estoy de acuerdo contigo, y no es justo. Cada quien ya fue juzgado y cumplió su condena cuando así se dispuso. —Se entristeció repentinamente ante el hecho de pensar en Draco, pero sintiéndose observada, instantes después se recompuso—. Y tú… tú saliste bien librado de todo eso porque nunca fuiste un mortífago.

—No digas esa palabra en voz alta; todavía me hiela la sangre todo eso.

Theo hizo un exagerado movimiento imitando un escalofrío y luego sonrió.

Hermione se preguntaba cómo es que nunca había caído en cuenta de ese chico en Hogwarts. Era todo lo contrario a lo que siempre había creído de los pertenecientes a la casa de Salazar Slytherin. Además de ser un regalo para la vista, era serio cuando debía serlo, jovial la mayoría del tiempo, honesto, generoso, comprometido en el aspecto profesional, en fin… Le agradecía a la vida por haberlo puesto en su camino y haberle dado la oportunidad de conocerlo.

La tarde pasó y como cada jueves, Hermione no faltó a su cita en la cafetería. Sin embargo, por primera vez, se sintió extraña en aquel lugar, como si alguien la estuviera observando, lo que encendió las alertas como durante el tiempo que estuvieron ella, Harry y Ron en la búsqueda de los horrocruxes. Empezó a ver a todo su alrededor tratando de no poner nerviosos a los demás comensales; sin embargo, así como había llegado, la sensación se fue de pronto lo que aumentó la intriga. Terminó su amado postre que la hacía sentirse cerca de sus añorados padres y luego de pagar, se dirigió al punto que usaba siempre para aparecerse en su casa.

Cuando rato más tarde, enfundada en su pijama favorito se disponía a ver un programa en la televisión acompañada de una taza de palomitas de maíz con mucho caramelo, el repiqueteo de una lechuza en la ventana la distrajo. Luego de darle una golosina al ave, vio que era una pequeña nota de Theo.

Me gustaría encontrarme contigo para mostrarte algo que quizá te interese. Te espero mañana a las seis de la tarde en…

Era una dirección en Southbank a orillas del río Támesis en el Londres muggle. Desconocía que el mago saliera del perímetro del mundo mágico y le sorprendió la idea. Quizá había estado equivocada durante mucho tiempo al juzgar a él y sus amigos y al final no eran lo que siempre había creído Ron cuando despotricaba de todos.