Capítulo 01. De Vuelta al Inicio

Naruto se despertó con un jadeo. Todo estaba oscuro. ¿Se había quedado dormido otra vez? Se sentó y estiró los brazos. Desde que Kurama había… desaparecido… Naruto había desarrollado un insomnio terrible. Eso, aunado a su ya destrozado reloj interno, habían provocado que cayera dormido en casi cualquier momento y lugar. Desafortunadamente, esta vez parecía que alguien lo había encontrado y llevado a su casa.

Qué vergüenza. No podía permitirse causarle más problemas a las personas que dependían de él. Tenía que superar lo sucedido y seguir adelante. Por la aldea, por su familia… Y por él mismo.

Se giró para colgar los pies al borde de la cama, e inmediatamente se dio cuenta de que algo andaba mal. Sus pies estaban colgando en lugar de tocar el frío suelo de madera. Se inclinó para ver mejor, y, sí, no alcanzaba a tocar el suelo. Extrañado, Naruto miró a su alrededor y se forzó a concentrar su vista.

Era una noche sin luna, por lo que era más oscura de lo usual. Sin embargo, logró percatarse de los detalles más generales.

Esta no era su habitación.

De hecho, no era ninguna de las habitaciones de su casa. El lugar era increíblemente pequeño. Desde la cama podía ver la cocina, que no era más que una parrilla doble sobre un gabinete viejo, un lavabo y un refrigerador pequeño. Entre la cocina y la cama había una mesa de plástico, sobre la que había restos de comida, y una silla. Era un apartamento pequeño. Por algún motivo, le parecía extrañamente familiar.

¿Shikamaru lo había encontrado y llevado a su casa? Pero eso no podía ser. La casa de Shikamaru era al estilo clásico de clanes, y este lugar se veía más moderno, aunque no tanto como su propia casa.

Fue entonces cuando se dio cuenta. Este apartamento le resultaba familiar porque ya lo conocía. ¡Era el lugar donde había crecido!

Naruto se levantó de un salto que le pareció demasiado alto. ¿Cómo era posible? El edificio había desaparecido, junto con el resto de la aldea, tras el ataque de Nagato. ¿Por qué estaba aquí otra vez? Parpadeó un par de veces.

Quizá sea un Genjutsu, pensó. Inmediatamente realizó el sello del tigre, activando el flujo correcto de su Chakra. Se concentró, y entonces, —¡Liberar!— dijo, deteniendo su flujo de Chakra.

Pero el Genjutsu seguía ahí. Naruto seguía en su viejo apartamento. Miró a su alrededor, pero no podía sentir peligro alguno. ¿Quién lo había metido en un Genjutsu tan poderoso y con qué motivo? Naruto decidió que no tenía tiempo que perder en esas preguntas, así que tomó el siguiente método anti-Genjutsu.

Sostuvo un puño en el aire y se golpeó a sí mismo en el rostro tan fuerte como pudo.

El dolor se esparció mucho más rápido que el sabor a metal de su sangre. Cayó con un sonido sordo al suelo, donde se golpeó el codo. Las oleadas de dolor recorrieron su cuerpo y terminaron de despertarlo por completo. Rápidamente se antepuso al dolor y saltó para ponerse de pie.

No había nadie, no había peligro. Y seguía en su viejo apartamento.

¿Por qué seguía el Genjutsu activo? Tampoco podía ser un sueño, pues el dolor aún estaba presente, y sus pies aún tocaban el frío suelo. Que él supiera, habían muy pocos usuarios de Genjutsu capaces de crear ilusiones tan poderosas que no pudieran ser sobrepasadas con los dos intentos que había hecho.

Su única otra deducción, entonces, era que de algún modo había saltado entre dimensiones mientras dormía.

Lo cual tampoco tenía mucho sentido. Kurama lo habría des—

Sintió una punzada de dolor en el pecho y un horrible malestar en el estómago. Maldición. Era como si le hubieran arrancado una parte de su alma, de su identidad. Era incluso peor que cuando Jiraiya había muerto. Esta vez, una parte literal del ser de Naruto había muerto también.

Sacudió la cabeza y niveló la mirada. No. Debía detener lo que fuera que estuviera sucediendo. Ya tendría tiempo de lamentar la pérdida de su amigo en otro momento.

Caminó un poco hacia la mesa y la observó. Estaba decorada con restos de ramen de tienda, cartones de leche y envolturas de varios dulces. Restos de al menos dos días de comida. Su hábito de comer ramen y dejar los recipientes en la mesa aún continuaba, pero al menos ya era mucho más ordenado ahora.

Se giró y se vio en el espejo de cuerpo completo que estaba entre la mesa y la cama.

—Qué demonios…— susurró. Su cuerpo también había cambiado. ¡Era un niño de nuevo! Y bastante pequeño. Si Naruto tuviera que adivinar, diría que parecía de unos cuatro o cinco años.

Eso sí que era raro. Nunca había escuchado hablar de un Genjutsu que modificara la percepción de uno mismo. Aunque teóricamente era posible, nadie nunca se había molestado en explorar esa posibilidad. Después de todo, si el cuerpo del objetivo cambiaba, se daría cuenta rápidamente de lo que estaba sucediendo, contradiciendo por completo el propósito de un Genjutsu.

Bueno, al menos eso explicaba el por qué todo se veía tan grande.

Naruto resopló y se acercó más al espejo. Todo se sentía demasiado real. Aún en el mejor de los Genjutsus, siempre había cierta sensación de desconexión. Aunque claro, era difícil darse cuenta de eso en medio de un combate. Pero Naruto no estaba combatiendo, o al menos no lo había estado cuando se quedó dormido. Y de todas formas, no sentía nada raro en el ambiente. Era una noche fresca; podía oír a los grillos en la distancia.

—¿Qué está pasando?— Caray, hasta su voz era la de un niño pequeño.

Oyó el silbido del viento y el rasgueo de las hojas de los árboles fuera de su ventana. Podía oler el aroma residual del ramen sobre su mesa. Podía sentir la rugosa textura de su pijama azul. Aún saboreaba el metal de la sangre en su boca.

Todo era demasiado real. Todos sus sentidos estaban siendo estimulados al mismo tiempo. Ni siquiera el Tsukuyomi Infinito había logrado ser tan poderoso como lo que estaba experimentando en ese momento. O al menos esa era la declaración de cientos de miles de personas que lo habían vivido. Tras despertar y analizarlo, todos tenían la sensación de que, dentro de aquél Genjutsu masivo, había algo raro de lo que nadie se había dado cuenta hasta que despertaron.

Pero Naruto se daba cuenta de lo extraña de su situación. No sólo eso, había moldeado su Chakra, detenido su flujo por un instante, y aún así nada había pasado…

Y entonces lo recordó. ¿No había Boruto viajado al pasado con un extraño artefacto Ootsutsuki? Quizá era algo similar. Quizá, tras quedarse dormido, algún miembro de ese maldito clan lo había atrapado con otro de esos artefactos. Uno que no sólo lo había enviado al pasado, sino que también había modificado su cuerpo. Un viaje más literal que el de su hijo.

Tragó saliva al ocurrírsele una idea sobre cómo corroborar esta teoría.

Se levantó el pijama para descubrir su barriga. Moldeó un poco de chakra y se concentró.

¡Ahí! Podía verlo con una claridad terrorífica. ¡El Sello de los Ocho Trigramas! Naruto dejó escapar un suspiro y cerró los ojos. Se notaba temblando, pero tenía que hacerlo, tenía que concentrarse y averiguar…

Se encontró en su subconsciente. En aquél espacio que sólo un Jinchuuriki conocía. Una suerte de sótano inmenso y semi inundado. Lo primero que sintió fue el odio. El profundo resentimiento que emanaba desde lo más profundo de su ser. Naruto caminó hacia la fuente de ese rencor y rápidamente se encontró frente a la gigantesca puerta que encerraba dentro de él a uno de los entes más poderosos y peligrosos de todo el mundo.

Kurama lo miró con sus enormes ojos rojos. Naruto podía sentir que lo odiaba, porque Kurama odiaba a todo y a todos. Sin embargo, no pudo evitar sonreír. Lágrimas escaparon de sus ojos mientras observaba a aquella descomunal bestia. Al que antaño conocían como el Zorro Demonio.

—Mocoso… —dijo Kurama, y a pesar del odio que bañaba su voz, Naruto pudo fácilmente detectar la sorpresa que sentía su amigo. —¿Qué haces aquí?

—Me alegro tanto de verte… —murmuró Naruto. Y era verdad. Podía ver a su amigo otra vez. Podía sentirlo y estar con él.

—¿Te alegras? —preguntó Kurama. —¿Es que no te das cuenta de lo que soy? ¡Soy odio encarnado! Maldito niñato. ¡Retira este maldito sello de una vez!

Naruto resopló, conteniendo su llanto de alegría. Parecía que de verdad había regresado al pasado. De verdad estaba ahí, con cuatro, tal vez cinco años de edad. Y, hasta donde sabía, no había ningún artefacto Ootsutsuki ni ningún Genjutsu al qué culpar. Naruto de verdad estaba de vuelta en su niñez.

Y eso significaba que, de alguna forma, por algún motivo que desconocía, tenía una oportunidad de salvar a Kurama… Quizá, si se esforzaba, podría salvar a todos los que había perdido. A Neji, a Jiraiya, incluso al viejo Tercero…

Naruto miró desafiante a los ojos de Kurama y sonrió.

—Ahora no es el momento, amigo —dijo.— Pero pronto. Ten un poco de paciencia y te salvaré.

Y eso planeaba hacer. Naruto usaría esta oportunidad para ser mejor. Para evitar grandes tragedias.

Para salvarlos a todos.