NA: Si estoy un par de días sin actualizar es porque voy a estar algo liadialla por casa, pero antes del domingo tengo intención de publicar el siguiente cap, así que no worries, que ya va quedando poco de la historia y la voy a terminar sin parones y sin mucha espera.

Espero que sigais disfrutando de esto tanto como yo.

Gracias por seguir aquí, por animarme con mensajes y comentarios y, por supuesto, por apreciar el tiempo que dedico a esto, que, al fin y al cabo, es un esfuerzo.

Besos y abrazos

AJ


El asedio

Lo malo de aparecerse sin un plan de acción y sin tener idea de adonde te diriges, es que pueden surgir imprevistos que no esperabas.

Pero ni siquiera Hermione Granger, la bruja más inteligente de su generación, lo pensó antes de dirigirse de cabeza a un muro de hormigón.

Literalmente.

Quizás fue por cosas como esas por las que el Sombrero Seleccionador decidió ponerla en Gryffindor y no en Ravenclaw, porque cuando la impetuosidad y el valor prevalecían sobre la inteligencia, el alumno pasaba sí o sí a ser un león.

Cuando Draco trató de aparecerse en la ubicación de Tony, se encontró con una pared intangible pero muy real y todos se estrellaron con fuerza contra ella cayendo, uno tras otro, en un montón de brazos y piernas sobre un camino de grava y tierra.

—¿Qué ha pasado? —gruñó Hermione sacudiendo la cabeza y apoyando la mano en algo mullido que resultó ser el trasero de Ron.

—¡Qué haces! ¡Deja de tocarme el culo! —chilló el chico intentando incorporarse mientras ponía el codo en el pecho de Harry que trataba de empujarle para respirar.

—Merlín Ron, apártate —jadeó con la respiración entre cortada arrastrándose por el suelo para alejarse de su amigo.

—¿Siempre hacéis entradas tan glamourosas? —preguntó Draco con burla mientras se sacudía los pantalones y tiraba de Hermione para levantarla —deja de tocarle el culo —murmuró alzando una ceja.

Ella puso los ojos en blanco al ver su media sonrisa y ayudó a Harry a ponerse en pie.

—Algo nos ha cerrado el paso —dijo mirando a su alrededor.

—Han levantado protecciones en torno a este lugar —Draco entrecerró los ojos —¿Puedes hacer un hechizo de orientación para ver dónde estamos? —preguntó a Hermione —me resulta familiar.

Mientras la bruja agitaba la varita, Harry y Ron comenzaron sus propios hechizos defensivos, los mismos que usaran tiempo atrás cuando tenían que ocultar su presencia a los carroñeros.

—Tenemos que llegar hasta Anthony —Draco buscaba alguna fisura en las defensas que pudiera servirle de entrada pero parecían estar brillantemente selladas.

—Draco —Hermione le mostró los resultados y él frunció el ceño.

—Es una de las casas de la Agencia —miró a Hermione, confundido —una de las casas francas ilocalizables que tenemos repartidas por Inglaterra… ¿Qué hacen aquí?

—Tienen a alguien dentro —dijo Harry constatando una obviedad.

—Imposible —aseguró Draco.

—¿Seguro? —preguntó Ron —¿Apostarías tu vida en ello?

Él resopló

—Obviamente no —replicó el rubio —pero ¿Acaso importa? Tú estás aquí y obviamente no confío en ti.

— ¿Acaso confías en alguien? —masculló el pelirrojo rodando los ojos y volviendo a ayudar a Harry con las defensas.

Draco miró a Hermione y no pudo evitar que sus labios se curvaran en una sarcástica sonrisa.

—Al parecer sí —susurró de forma apenas audible.

Ella, que estaba de espaldas, no pudo evitar sonreír abiertamente al escuchar ese murmullo bajo y su corazón casi saltó de su pecho al sentir la oleada de furiosa alegría que llegó con esa simple frase que decía tanto de él, de ellos.

Ni siquiera estaba segura de que hubiera algún "ellos" pero quería creer que sí, quería creer que lo que estaban compartiendo, lo que había empezado siendo sexo sin compromiso, se había convertido en algo. Un algo intangible, innombrable, casi etéreo. Un algo que, pese a no ser, era en sí mismo.

—Quedaros aquí —Draco miró al trío y sacudió la cabeza —¿En qué momento mi vida se ha ido a la mierda de forma tan absoluta? —Masculló, incrédulo.

Potter al menos era un auror, pero ¿En qué momento pensó que sería buena idea ir hasta allí con Weasley y Granger?

—No os mováis, necesito reconocer el terreno y buscar alguna forma de acceder ahí dentro.

—¿Es eso siquiera posible? —preguntó Harry

Draco elevó un hombro.

—Siempre hay una fisura, sólo hay que encontrarla. Es una casa de la Agencia, nuestras casas tienen protecciones pero permiten que cada uno de los agentes pueda acceder a ellas, han debido poner barreras rápidas para cercar la zona, pero si ha sido un trabajo de último momento no serán perfectas. Sólo necesito algo de tiempo.

—Que no tenemos —apostilló Ron.

—Gracias, Weasley, no me sentía presionado en absoluto ya de por sí —replicó malhumorado.

—De nada hombre —respondió el pelirrojo con una sonrisa que, en opinión de Draco era absolutamente estúpida.

El rubio se desilusionó con un hechizo no verbal y dejaron de verle.

—¿Cómo lo ha hecho? —preguntó Ron abriendo los ojos como platos —¿Por qué puede hacer eso? —Sacudió la cabeza y fue hacia donde había estado Malfoy buscándole a manotazos —mierda, Harry ¿Cómo se hace eso?

—Ni idea, Ron —Harry se colocó las gafas, contrito —ojalá supiera hacerlo.

—Tú lo tienes que saber —Ronald se giró hacia su mejor amiga y la miró con los ojos entrecerrados mientras la señalaba con un dedo —tú siempre lo sabes todo ¿Cómo se hace? ¿Me enseñas?

—Lo cierto es que no conozco el hechizo —ella sonrió de mala gana —nunca había escuchado hablar de él siquiera.

—Por lo que sé debe ser algo que les enseñan en la Agencia —añadió Harry

—¿Por qué no sabíamos que existía esa Agencia?

—Bueno en realidad —Harry se rascó la nuca evidenciando su incomodidad,

Ron abrió y cerró la boca, sus ojos aún más abiertos que antes.

—¡Lo sabías! ¡Tú lo sabías! Es increíble ¿Por qué no me lo dijiste?

—Es un secreto, Ronald —espetó Hermione a quien solían sacarle de quicio las exageraciones de su amigo —yo tampoco tenía ni idea hasta hace poco.

—Me ofrecieron formar parte hace tiempo —respondió Harry frunciendo el ceño —pero yo no… no me sentía cómodo. Me gusta ser auror.

—Y eres un gran auror, Harry —dijo Hermione poniéndole la mano en el antebrazo en un gesto de apoyo..

—Bueno ¿Y ahora qué? ¿Esperamos a que el hurón regrese aquí sentados? ¿Para eso hemos venido? —resopló con disgusto —¿En qué momento se ha convertido ese oxigenado en el héroe del cuento? Esto de hacerse adulto es una mierda

Hermione y Harry no pudieron evitar mirarse y sonreír ante el drama de Ronald y entonces Harry hizo algo que consiguió que Hermione se quedara completamente congelada en el sitio preguntándose cómo había terminado siendo amiga de aquellos dos alcornoques a los once años.

—Por cierto Ron, Ginny y yo hemos roto…

Su amigo abrió la boca y la volvió a cerrar. El rubor comenzó en su cuello y, lentamente, fue ascendiendo hacia sus mandíbulas.

Hermione parpadeó y dejó de respirar. ¿Pero en qué estaba pensando? ¿Realmente no había encontrado otro momento mejor que ese para decirle al Weasley más explosivo de todos semejante bomba?

— …se canceló la boda.

Obviamente. Pensó Hermione.

Ron abrió la boca de nuevo, gesticuló y la cerró otra vez mientras el enrojecimiento de su piel alcanzaba sus pómulos y sus orejas.

—nos queremos mucho pero… en fin, sé que si alguien puede entender eso eres tú —el moreno sonrió con aquel gesto tierno que hacía brillar sus ojos verdes y suspiró, con pesar —al fin y al cabo a Hermione y a ti os pasó lo mismo —remató con ligereza.

Bravissimo.

Hermione estuvo a punto de aplaudir por aquella manipulación magistral tan… tan Slytherin.

El rubor de Ron retrocedió y ambos le vieron expirar lentamente, como si la presión se estuviera evaporando y se desinflara ante sus ojos.

Finalmente suspiró, carraspeó, miró a la bruja por encima del hombro y luego dio un paso hacia su amigo y, en voz baja susurró:

—Si necesitas hablar… podríamos tener un momento a solas, otro día.

—Gracias Ron —respondió Harry dando una palmada en el hombro de su amigo —estaría bien.

—Mi hermana a veces no sé donde tiene la cabeza —dijo sacudiendo la suya con molestia.

Harry abrió la boca y Hermione le fulminó con la mirada cortando cualquier comentario fuera de lugar que el auror pudiera hacer.

—Siento interrumpir un momento tan… encantador —susurró la voz del invisible Malfoy a sus espaldas haciendo que ambos dieran un respingo —el mago fue visible unos segundos después y señaló con la barbilla hacia su izquierda —he encontrado una forma de entrar. Y justo a tiempo, además —tras sus palabras pudieron escuchar el rumor de una conversación baja y el ruido de pasos que trataban de ser sutiles en la grava —nuestro intento de aparición ha hecho saltar las alarmas y nos están buscando.

—Aquí dentro de estos metros cuadrados protegidos estamos a salvo por el momento —dijo Hermione —pero no podemos salir de aquí sin ser vistos.

Draco compuso una mueca de fastidio y les miró de uno en uno. Apuntó con la varita a Weasley quien, como no se fiaba un pelo de él, puso cara de susto y fue a responder al ataque pero únicamente se volvió invisible. Hizo lo mismo con Potter y después miró a Hermione.

—No dejes que te maten —su voz era autocrática, una orden en toda regla.

Se oyó el bufido de Ronald y el murmullo de Harry. Ella sonrió.

—No dejes que te maten tampoco tú —replicó la bruja imitando su voz.

Draco sonrió.

Una sonrisa sincera y abierta, no la mueca con la que sus labios solían curvarse.

—Puaj —la voz del pelirrojo se escuchó baja y sonora —¿Has visto eso Harry? Es… perturbador.

—Lo sé, Ron… lo sé.

—Dejadlo ya chicos —refunfuñó la bruja mientras Draco también la hacía invisible antes de hacer lo mismo con él.

—Ahora ¿Cómo sabemos donde ir? —preguntó Weasley —no os veo a ninguno.

—Yo lo hice con Anthony —Harry tanteó hasta coger tela —¿A quién he agarrado? —preguntó.

—A mi —dijo Hermione —¿Draco?

—Aquí —murmuró el chico tomando su mano.

—¿Ronald? —preguntó la mujer —¿Dónde estás?

Se escucharon pasos y murmullos de indignación mientras el pelirrojo trataba de encontrar a alguno de sus amigos.

—Por fin, agárrame —dijo con lo que parecía ser alivio.

—Ni muerto, Weasley —Hermione sintió que Draco se agitaba a su lado —deja de intentar darme la mano idiota, no pienso agarrártela.

Hermione soltó una risita que fue secundada, a su pesar, por Harry y finalmente el moreno sintió que su mejor amigo agarraba su túnica.

—¿Eres tú, Harry?

—Sí, Ron.

Así, unidos los cuatro, comenzaron a caminar siguiendo a Malfoy que se abrió paso por uno de los laterales de la casa de campo.

Se movieron en silencio porque, pese a que ninguno de los miembros del trío de oro sabían utilizar el hechizo desilusionador, no eran novatos en eso de la invisibilidad y habían pasado mucho tiempo debajo de la capa de Harry como para saber de qué forma respirar, caminar y moverse para no ser detectados ni siquiera por la vieja Señora Norris.

Draco apretó la mano de Hermione quien, a su vez golpeó a Harry para avisarle de que habían llegado al punto de entrada.

Se vio un pequeño haz de luz salir de lo que supusieron era la varita de Malfoy y siguieron caminando hacia la casa que se veía un poco más adelante.

Las voces a su espalda se alejaban y Draco supuso que seguían buscando a los intrusos alrededor del perímetro, ajenos a que habían logrado acceder a la propiedad.

Ahora sólo tenía que entrar, buscar a sus compañeros y salir de allí, esperando que el trío de impetuosos leones no metiera la pata hasta las orejas porque, si algo era sabido por todos los estudiantes de Hogwarts era que aquellos tres tenían una insana tendencia a meterse en líos.

Se abrió paso por el lateral, cuidando de no meterse por entre el follaje y apretó los dientes cuando alguno de sus impuestos compañeros no fue tan delicado y pisoteó las hojas secas rompiendo el silencio.

—¿Has oído eso? —escucharon decir a alguien que estaba unos metros por detrás.

Draco cerró los ojos pidiendo paciencia y supo, en sus entrañas, que había sido Weasley. Potter no era ni sería nunca su mejor amigo pero bien podía reconocer ante sí mismo que era un buen auror y Hermione demasiado inteligente… así que sólo quedaba una opción posible que, además, era la más probable.

—Yo no he oído nada —dijo alguien más —creo que estás un poco paranoico, ya han ido fuera del perímetro a verificar que no haya nadie. Es imposible pasar, relájate.

—Tienes razón, es solo que me siento incómodo con todo esto ¿Crees que Rodolphus tenía razón? Hay algo que no me gusta.

—No tiene que gustarte, tú vigila y ya.

Cuando fue seguro seguir avanzando Draco lo hizo y tiró de Hermione hasta un rincón algo alejado de las escaleras del porche trasero de la casa.

Con un hechizo no verbal muy similar al salvio hexia que habían usado los chicos antes, creó un campo defensivo esperando haberlo hecho alrededor de los cuatro.

—Necesito que os quedeis aquí —susurró a Hermione.

Ella palmeó el aire hasta agarrarle de la mano

—¡No! —exclamó en un fiero susurro.

—Voy a intentar aparecerme junto a Tony, no hay forma humana de que vayamos los cuatro y no sé con qué me voy a encontrar. No sé cuánto puede durar el hechizo sobre vosotros y lo último que necesitamos es que nos encuentren ahí dentro, no sin un plan.

—¿Y si no puedes aparecerte? Sabes que no es seguro intentar aparecerse a una persona.

—Si él dijo que lo hiciera es porque era posible y seguro, no lo habría hecho nunca sin su mensaje, no soy ningún idiota y mucho menos un suicida

—Ten cuidado —murmuró ella.

El no respondió, pero el movimiento del aire a su alrededor le dijo a Hermione que no la había oído porque ya se había marchado.

Draco apareció a un metro de su amigo que estaba muy visible y muy escondido en una especie de polvoriento escobero lleno de telarañas.

—¿No había otro sitio más asqueroso en el que meter tu trasero, Tony? —susurró ahogando una risita al verle respingar.

—Maldita sea Draco ¿Por qué has tardado tanto? —preguntó en un susurro igual de bajo.

Él resopló.

—Me gustaría ver lo que habrías tardado tú en romper las puñeteras defensas que tiene este lugar.

—¿Dónde estamos?

—Una casa franca de la Agencia.

—¿Qué? Imposible… si es nuestra eso quiere decir…

—Exacto.

—Tenemos que salir de aquí.

—Primero buscaremos a Adrian

—No, primero saldremos de aquí. Tú y yo solos contra la gente que ha conseguido escapar de la fortaleza Nott… es una locura, no podríamos.

—No he venido solo —se vio obligado a decir Draco.

—¿Quién está contigo?

—Potter —dijo el rubio sabiendo que el auror era un buen aliado.

—Genial ¿Dónde está?

—Fuera pero…

—Granger y Weasley también están con él.

Anthony se quedó momentáneamente en silencio y después, para asombro de Draco añadió:

—Eso es mejor aun. Nuestras posibilidades aumentan exponencialmente.

Sorprendido de que su compañero pensara que Granger y, sobre todo Weasley fueran un beneficio y no un lastre, frunció el ceño pese a que nadie pudiera ver su cara.

—Iremos a por ellos y entonces quizás podamos asediar este lugar y buscar a Adrian.

El ruido de pasos acercándose les hizo ponerse alerta. Anthony se desilusionó y ambos se quedaron allí pegados a la pared, esperando.

—¿Cómo es posible panda de inútiles? —la voz resonó en la estancia con brusquedad —¡Alguien ha intentado acceder a esta casa y quiero saber quién fue! ¿Nadie en los alrededores? ¿Queréis que crea que un maldito jabalí se golpeó contra las barreras defensivas? ¡Encontrarlos joder! ¿Y dónde coño está Rabastan?¡Ven aquí! ¡Tú! ¿Dónde está?

—No… no lo sé.

—¡Buscadle! Y más le vale venir si no quiere acabar como su hermano —Los pasos se alejaron de nuevo —si quieres algo bien hecho siempre tienes que mancharte las manos y hacerlo tú mismo.

—No es posible —dijo Anthony al lado de Draco en un susurro entre cortado —No lo es.

—Parece ser que sí lo es —replicó el rubio intentando lidiar con las sensaciones que se arremolinaban en su interior.

Decepción, ira, dolor…

Demasiados sentimientos encontrados que se debatían tratando de prevalecer sobre los demás.

No era ajeno a las traiciones y estaba más que preparado para enfrentarlas, pero aun así, no pudo evitar la punzada de tristeza cuando se dio cuenta de que era uno de sus mejores amigos quien estaba detrás de todo aquello.

Mientras últimas palabras de Adrian Pucey resonaban en el comedor, Draco se repuso a la traición y, agarrando la túnica de Anthony se apareció dónde el trío de oro les esperaba.

—Cambio de planes —dijo a la nada, esperando que no se hubieran movido de donde los dejó.

Hermione jadeó de la sorpresa, Harry no emitió un solo sonido y Ron… bueno, simplemente era Weasley

—¡Por las tetas de Liliht, Malfoy. Que susto me has dado.

—¿Qué ha cambiado? —preguntó la voz de Hermione.

—Sujetaros todos, tenemos que salir de aquí —dijo sin embargo.

—No podremos apareceros —Harry había agarrado a Ron con una mano y a Hermione con la otra mientras ella sujetaba a Malfoy.

—¿Quién me está dando la mano? —preguntó en un susurro acongojado el pelirrojo.

—Soy yo, Ron.

—¿Goldstein?

—Sí y no te estoy dando la mano —replicó con voz algo gruñona —te sujeto para no perder la fila.

—¿La fila? —Draco murmuró entre dientes —Menos mal que no tenemos un Hufflepuff entre nosotros —trata en esta ocasión de no pisar las hojas secas, Weasley.

El camino de regreso fue mucho más sencillo y, en aquella ocasión, nada más salir del punto de la fisura defensiva, Draco los apareció en el vestíbulo de su casa.

…..

En la Madriguera, tal y como habían supuesto, Molly acogió a Luna entre sus maternales brazos sin hacer preguntas ni cuestionar lo ocurrido. Ginny supuso que su madre pensaba que la mujer seguía de duelo por la muerte de Rolf y, aunque Luna hablaba de él casi cada día y todos sabían que le extrañaba mucho, sus amigos más íntimos conocían la decisión de la rubia de romper el compromiso antes del incidente que le había costado la vida al magizoologo.

Parecía que las rupturas estaban a la orden del día últimamente.

Dejando a su amiga bajo el cuidado de Molly, Ginny salió al jardín con Blaise y ambos caminaron en silencio, algo incómodos aún por la nueva situación que parecía haber surgido entro los dos.

En el calor del momento, cuando se besaron en mitad de aquella maloliente y mohosa mazmorra, todo había parecido natural, sensato incluso pese a la clara insensatez del momento y del lugar, pero allí, en casa de los Weasley, en el silencio de Ottery St. Catchpole, la situación era distinta y pese a lo que se habían dicho el uno al otro, ninguno parecía saber cómo comportarse exactamente.

Continuaron hacia el pajar que Arthur utilizaba para sus experimentos e ignoraron a un gnomo burlón que correteaba alrededor de un árbol en el que se apoyaban un par de escobas, lo dejaron atrás y siguieron andando hasta que llegaron a un improvisado banco de madera que sus hermanos habían construido con troncos y se sentaron allí sin decir una palabra.

Finalmente Blaise pasó el brazo por encima de sus hombros y la atrajo hacia su costado como si lo hubiera hecho antes miles de veces.

Ella se apoyó en él y suspiró cuando sintió los dedos del moreno recorrer su brazo de arriba abajo con una suave cadencia.

—No lo vi venir —susurró Blaise con los labios sobre su cabello —durante todo este tiempo yo… simplemente nunca imaginé que podría verte de otra forma que no fuera como una amiga.

—Blaise…

—No, necesito decirte esto porque… joder pelirroja, porque siempre he pensado que eres preciosa y divertida y estar contigo era genial, pero entonces ese día en Atenas… —soltó una risa extraña, casi riéndose de sí mismo —No sé como he estado tan ciego aunque me alegro de haberlo estado porque si no me habría comportado como un auténtico capullo el primer día, me habrías lanzado uno de esos hechizos de mocos voladores y habría perdido la oportunidad de conocerte.

Ginny trató de incorporarse pero Blaise la mantuvo aprisionada contra él, no creía poder seguir hablando si ella clavaba aquellos preciosos ojos castaños en él y leía en su misma alma.

—Ha sido un infierno porque Potter me cae bien… nunca pensé que diría esas palabras —rió, en aquella ocasión una risa auténtica barnizada con un poco de incredulidad —pero la verdad es que es un tipo estupendo cuando le conoces ¿Imaginas como me sentí cada vez que te miraba y… ? Maldita sea, tenía que irme a Italia, necesitaba salvar mi orgullo y mi cordura.

—Yo tampoco lo vi venir —susurró ella —cuando me hablaste de Alicia… —la sintió tragar saliva y, al escuchar el temblor de su voz reanudó las caricias por aquel delicado brazo que lanzaba bludgers con brutalidad —Merlín Blaise… me puse tan celosa… —suspiró —me sentí tan culpable, tan egoísta… Porque además ella es una chica maravillosa ¿Sabes? ¿Cómo no iba a gustarte? —soltó una risita baja —es hermosa, divertida, inteligente… ¡Madre mía! la odié.

Blaise sonrió contra su frente y cerró los ojos agradeciendo a la deidad que hubiera decidido darle la oportunidad de tenerla así, en sus brazos realmente.

—Ven aquí.

La hizo incorporarse y subirse a su regazo.

Ginny, sonrojada, aun no del todo cómoda con aquella nueva intimidad entre los dos, se sentó a horcajadas sobre él mientras Blaise tomaba sus manos y las ponía alrededor de su cuello. La sujetó por la cintura y la miró con esos ojos oscuros y risueños.

—Me gusta esto —sus pulgares se metieron bajo la camiseta y cuando tocó su piel ambos se estremecieron —poder tocarte —susurró apoyando la frente contra la de ella —tenerte así —inspiró hondo embebiéndose de su olor —he soñado contigo tantas veces —subió las manos hasta acariciar su espalda y la apretó hasta que sus pechos se aplastaron el uno contra el otro y sus alientos se entremezclaron—con sentirte — sus labios se rozaron cuando habló —con besarte.

Y así, sin más, sus bocas se buscaron, se encontraron, se fundieron la una en la otra una vez más.

El tiempo dejó de tener sentido o coherencia y se abandonaron el uno en el otro, ajenos al mundo, a la realidad, a todo aquello que no fueran ellos, a todo aquello que no fueran sus labios unidos, cálidos y voraces.

Ginny se olvidó de la timidez, de la incomodidad, del miedo a lo desconocido y Blaise mandó al demonio toda la prudencia y el sentido común ¿Qué era la sensatez y quién la necesitaba?

Todo lo que importaba lo tenía entre sus brazos, todo lo que tenía sentido en el mundo era esa bruja que había dado un giro de ciento ochenta grados a su vida hasta hacer oscilar los pilares de su mismísima existencia.

Y Blaise, que nunca había sido conocido por ser reflexivo o calmado, se lanzó al vacío de las posibilidades perdiendo la cordura y la gravedad, dejándose llevar por Ginny Weasley, sabiendo que nunca volvería a ser el mismo hombre que había sido antes de ella.