Capítulo 81 - La Sede del Mundial de Quidditch
Hacía fresco y todavía brillaba la luna. Sólo un pálido resplandor en el horizonte, a su derecha, indicaba que el amanecer se hallaba próximo. Harry, que había estado pensando en los miles de magos que se concentrarían para ver los Mundiales de Quidditch, apretó el paso para caminar junto al señor Weasley.
- ¿Cómo iremos todos sin que lo noten los muggles? - preguntó, una vez le dio alcance. - Me imagino que habéis tenido mucho trabajo este verano para que vuestro plan funcione…-
- Desde luego, - dijo el señor Weasley con un suspiro. - ha sido un enorme problema de organización…La cuestión es que unos cien mil magos han estado llegando para presenciar los partidos del Mundial, y naturalmente no tenemos un lugar mágico lo bastante grande para acomodarlos a todos. Hay lugares donde no pueden entrar los muggles, pero imagínate que intentáramos meter a miles de magos y brujas en el Callejón Diagon o en el andén nueve y tres cuartos... Así que teníamos que encontrar un buen páramo desierto y poner tantas precauciones antimuggles como fuera posible. Todo el Ministerio ha estado trabajando en ello durante meses. En primer lugar, por supuesto, había que escalonar las llegadas. La gente con entradas más baratas ha tenido que llegar dos semanas antes. Un número limitado utiliza transportes muggles, pero no podemos abarrotar sus autobuses y trenes. Ten en cuenta que los magos vienen de todas partes del mundo. Algunos se aparecen, claro, pero ha habido que encontrar puntos seguros para su aparición, bien alejados de los muggles. Creo que están utilizando como punto de aparición un bosque cercano. Para los que no quieren aparecerse, o no tienen el carné, utilizamos Trasladores. Son objetos que sirven para transportar a los magos de un lugar a otro a una hora prevista de antemano. Si es necesario, se puede transportar a la vez un grupo numeroso de personas. Han dispuesto doscientos puntos de Trasladores en lugares estratégicos a lo largo de Gran Bretaña, y el más próximo lo tenemos en la cima de la colina de Stoatshead. Es allí adonde nos dirigimos. -
- Dentro de lo que cabe está bien. - dijo Harry con una sonrisa, mientras que el señor Weasley señalaba delante de ellos, pasado el pueblo de Ottery St. Catchpole, donde se alzaba una enorme montaña negra. - Además, tengo curiosidad por probar un Traslador. -
Caminaron con dificultad por el oscuro, frío y húmedo sendero hacia el pueblo (sólo sus pasos rompían el silencio). El cielo se iluminaba muy despacio, pasando del negro impenetrable al azul intenso, mientras se acercaban al pueblo. Harry se concentró mentalmente para utilizar un poco de su habilidad con el fuego y así calentarse para no tener las manos y los pies helados.
El señor Weasley miraba el reloj continuamente. Cuando emprendieron la subida de la colina de Stoatshead no les quedaban fuerzas para hablar, y a menudo tropezaban en las escondidas madrigueras de conejos o resbalaban en las matas de hierba espesa y oscura. Así fue hasta que se encontraron con suelo firme.
- ¡Uf! Bien, hemos llegado con tiempo. - jadeó el señor Weasley, quitándose las gafas y limpiándoselas en el jersey. - Tenemos diez minutos, ahora sólo falta el Traslador. - dijo, volviendo a ponerse las gafas y buscando a su alrededor. - No será grande...Vamos...-
Se desperdigaron para buscar, sólo llevaban un par de minutos cuando un grito rasgó el aire.
- ¡Aquí, Arthur! Aquí, hijo, ya lo tenemos. -
Al otro lado de la cima de la colina, se recortaban contra el cielo estrellado tres siluetas altas.
- ¡Amos! - dijo sonriendo el señor Weasley, mientras se dirigía a zancadas hacia el hombre que había gritado. Los demás lo siguieron.
El señor Weasley le dio la mano a un mago de rostro rubicundo y barba escasa de color castaño, que sostenía una bota vieja y enmohecida.
- Éste es Amos Diggory. - anunció el señor Weasley. - Trabaja para el Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas. Y creo que ya conocéis a su hijo Cedric. -
Cedric Diggory, un chico muy guapo de dieciséis años (cumple diecisiete el uno de septiembre). Era el capitán y buscador del equipo de Quidditch de la casa Hufflepuff, en Hogwarts.
- Hola a todos. - saludó Cedric, mirándolos a todos con una sonrisa.
Todos le devolvieron el saludo, salvo Fred y George, que se limitaron a hacer un gesto de cabeza. Aún no habían perdonado a Cedric por derrotar al equipo de Gryffindor en el partido de Quidditch del año anterior.
- ¿Y quién es esa chica, Amos? - preguntó el señor Weasley.
No se había fijado en quien era la tercera persona porque saludaron a Cedric primero. Al principio pensó que podía tratarse de Cho Chang, la novia de Cedric, pero no era el caso.
La chica era tan alta como Cedric. Era de piel oscura, llevaba unas gafas cuadradas que favorecían su rostro calculador y tenía el cabello negro, corto y liso, con un flequillo perfectamente recortado.
- Buenos días, - les saludo ella. - Me llamo Alison Khanna, es un placer…- de repente se detuvo. Siguiendo su mirada se dio cuenta de que se quedó mirando a Mérula. - Tu…
- Cuánto tiempo sin verte, Alison…- dijo ella, mirando a la chica con tranquilidad y con las manos en los bolsillos del pantalón.
- ¡Hace tres años que no nos vemos! No sabía que tú y Tonks ibais a venir. - dijo Cedric, pasando la mirada entre las tres chicas con cierto nerviosismo. Alison fulminó con la mirada a Mérula, pero a ella no pareció importarle. - ¿Y qué? ¿Cómo os ha ido? -
- Oficialmente ya soy Auror, - dijo Tonks en tono alegre, intentando bajar la repentina tensión entre el grupo. - hay que ver cómo habéis crecido. La última vez que estudiamos juntos erais de segundo año. ¿Cómo han ido los TIMOs? -
- Muy bien, por suerte…- reconoció Cedric, riendo un poco. - la verdad es que pasé un día si y otro día también a la espera de las notas. Es una losa enorme que te quitas de encima…-
Aquel, para Harry, era un recordatorio más de que los TIMOs estaban a la vuelta de la esquina. ¿Qué tan estresantes podrían ser? Una parte de él deseaba no tener que comprobarlo.
- ¿Ha sido muy larga la caminata, Arthur? - preguntó el padre de Cedric.
- No demasiado. - respondió el señor Weasley. - Vivimos justo al otro lado de ese pueblo. ¿Y vosotros? -
- Hemos tenido que levantarnos a las dos, ¿verdad, Ced? ¡Qué felicidad cuando tenga por fin el carnet de aparición! Pero, bueno, no nos podemos quejar. No nos perderíamos el Mundial de Quidditch ni por un saco de galeones...que es lo que nos han costado las entradas, más o menos. Aunque, en fin, no me ha salido tan caro como a otros...- Amos Diggory echó una mirada bonachona a los hijos del señor Weasley, a Harry, a Hermione y a Chloe. - Vaya…¿son todos tuyos, Arthur? -
- No, sólo los pelirrojos. - aclaró el señor Weasley, señalando a sus hijos. - Estos son Harry, Hermione y Chloe, los mejores amigos de mis hijos Ron y Ginny. -
- ¡Por las barbas de Merlín! - exclamó Amos Diggory abriendo los ojos. - ¿Harry? ¿Harry Potter? -
- Errr…sí señor, - balbuceó el muchacho. - soy yo…-
Harry se había acostumbrado a la curiosidad de la gente y a la manera en que los ojos de todo el mundo se iban inmediatamente hacia la cicatriz en forma de rayo que tenía en la frente, pero seguía sintiéndose incómodo.
- Ced me ha hablado de ti, por supuesto. - dijo Amos Diggory. - Nos ha contado lo del partido contra tu equipo, el año pasado...Se lo dije, le dije "esto se lo contarás a tus nietos...Les contarás...¡qué venciste a Harry Potter!" -
Harry frunció el entrecejo, al igual que Ron, Hermione, Chloe, Ginny y los gemelos, mientras que Cedric parecía incómodo.
- Papá, creo que ya hemos hablado de esto. Hubo un accidente con los Dementores que puso el Ministerio el año pasado en Hogwarts, y durante el partido fueron a por Harry. - masculló Cedric. - Harry se cayó de la escoba, no fue una victoria justa, hasta les pedí que se repitiera el partido, pero al final no lo hicieron…-
Harry estaba sorprendido, Cedric realmente era un tío de honor.
- Sí, pero tú no te caíste, ¿a qué no? - dijo Amos de manera cordial, dando a su hijo una palmada en la espalda. - Siempre modesto, mi Ced, tan caballero como de costumbre...Pero ganó al mejor, y estoy seguro de que Harry diría lo mismo, ¿a que sí? Uno se cae de la escoba, el otro aguanta en ella... ¡No hay que ser un genio para saber quién es el mejor! -
- Papá…- parecía que Cedric se estaba irritando.
- Vaya, con tanta charla debe de ser casi la hora. - se apresuró a decir el señor Weasley, volviendo a sacar el reloj. - ¿Sabes si esperamos a alguien más, Amos? -
- No. Los Lovegood ya llevan allí una semana, y los Fawcett no consiguieron entradas. - repuso el señor Diggory. - Y si bien Alison no es de la zona, ella está con nosotros porque Cedric la invitó. No me extraña, son amigos desde que empezaron en Hogwarts, aunque sigo sin entender porque no invitaste a Cho, hijo. -
- Ella ha ido con sus padres. - dijo Cedric, encogiéndose de hombros. Alison no parecía muy contenta al escuchar aquella aclaración. - Pasaré a verla cuando estemos allí. -
- Bien, pues no hay ninguno más de los nuestros en esta zona…¿o sí? -
- No que yo sepa. - dijo el señor Weasley. - Queda un minuto. Será mejor que nos preparemos. - Miró a Harry y a Hermione. - No tenéis más que tocar el Traslador, nada más. Con poner un dedo será suficiente. -
Con cierta dificultad, debido a las voluminosas mochilas que llevaban, los trece se reunieron en torno a la bota vieja que agarraba Amos Diggory. Todos permanecieron en pie, en un apretado círculo, mientras una brisa fría barría la cima de la colina. Nadie habló.
- Esta imagen sería bastante rara para cualquier muggle que se presente por aquí en este momento. - pensó el azabache, mirando con algo de desagrado la bota. Le hizo gracia ver como Chloe, que había arrugado la nariz tan pronto como vio la bota, inflaba sus cachetes y se ponía un guante blanco de goma. - Trece personas, entre nosotros cuatro adultos, sujetando esta bota sucia, vieja, asquerosa y esperando...Si, me siento un poco estúpido. -
- Tres...- masculló el señor Weasley, mirando al reloj. - dos...uno...-
Ocurrió inmediatamente. Harry sintió como si un gancho, justo debajo del ombligo, tirara de él hacia delante con una fuerza irresistible. Sus pies se habían despegado de la tierra, pudo notar a Ron y a Hermione, cada uno a un lado, porque sus hombros golpeaban contra los suyos. Ligeramente pudo ver a Chloe cerrando los ojos, quizás para no marearse al momento de empezar a girar, pues todos empezaron a dar vueltas a gran velocidad en medio de un remolino de colores y de una ráfaga de viento que aullaba en sus oídos. Tenía el índice pegado a la bota, como por atracción magnética. Y entonces...
Tocó tierra con los pies y apoyando una mano en el suelo (muy al estilo de los superhéroes), provocando una ligera onda de aire.
- A esto le llamo yo aterrizar con estilo. - pensó Harry con una sonrisa orgullosa.
Ron se tambaleó contra él y por poco lo hizo caer. Al final, logró mantener el equilibrio, pero de poco le sirvió. Chloe cayó encima suyo y ambos terminaron por los suelos. El Traslador golpeó con un ruido sordo en el suelo.
- ¡Quítate de encima! - exclamó Ron.
- ¡Perdón, perdón, fue sin querer! - gimoteó Chloe, levantándose rápidamente.
Harry se rió porque ambos estaban muy sonrojados. Alzó la vista, ayudando a Hermione a ponerse de pie. Cedric, Alison, Tonks, Mérula y los señores Weasley y Diggory permanecían de pie, aunque el viento los zarandeaba. Todos los demás se habían caído al suelo.
- ¡Desde la colina de Stoatshead a las cinco y siete! - anunció una voz.
Habían llegado a lo que, a través de la niebla, parecía un páramo. Delante de ellos había un par de magos cansados y de aspecto malhumorado. Uno de ellos sujetaba un reloj grande de oro; el otro, un grueso rollo de pergamino y una pluma de ganso. Los dos vestían como muggles, aunque con muy poco acierto: el hombre del reloj llevaba un traje de tweed con chanclos hasta los muslos; su compañero llevaba falda escocesa y poncho.
- Buenos días, Basil. - saludó el señor Weasley, cogiendo la bota y entregándosela en mano al mago de la falda, que la echó a una caja grande de Trasladores usados que tenía a su lado. Harry vio en la caja un periódico viejo, una lata vacía de cerveza y un balón de fútbol pinchado.
- Hola, Arthur. - respondió Basil con voz cansina. - Has librado hoy, ¿eh? Qué bien viven algunos... Nosotros llevamos aquí toda la noche...Será mejor que salgáis de ahí, hay un grupo muy numeroso que llega a las cinco y quince del Bosque Negro. Esperad...voy a buscar dónde estáis...Weasley...Weasley...- Consultó la lista del pergamino. - Está a unos cuatrocientos metros en aquella dirección. Es el primer prado al que llegáis, el que está a cargo del campamento se llama Roberts. Diggory...segundo prado...Pregunta por el señor Payne. Y usted…Ah sí, señorita Snyde, tengo entendido que usted y la señorita Tonks (otra que tiene suerte) han quedado con la señorita Haywood al final del primer prado. -
- Si. - asintió Mérula. - ¿Hace mucho que Penny está ahí? -
- Llegó esta mañana acompañada de otra chica rubia y una pelirroja. Creo que era su hermana y una amiga suya. Se lo han estado pasando bien visitando otras tiendas.
- Debí imaginarlo…-
- ¿¡Penny está aquí!? - exclamó Tonks emocionada. - Ya podría haberme enviado una lechuza diciéndome que vendría la muy... ¡Agh! Se va a enterar cuando la vea. -
- No me daba tiempo para conseguir un sitio de acampada así que le tuve que enviar una lechuza. - admitió Mérula, enfurruñada. - Por supuesto está encantada. No tardó nada en avisar a su hermana y a Tulip para que nos acompañaran. En fin…-
- Parece que hoy van a encontrarse muchos viejos conocidos. - pensó Harry, frunciendo el ceño. - Ahora que lo pienso, todavía tengo que ver si Sirius y Remus han venido. ¿Dónde estarán? -
- Gracias por la información, Basil. - dijo el señor Weasley, y les hizo a los demás una seña para que lo siguieran. Se encaminaron por el páramo desierto, incapaces de ver gran cosa a través de la niebla.
Después de unos veinte minutos encontraron una casita de piedra junto a una verja. Al otro lado, Harry vislumbró las formas fantasmales de miles de tiendas dispuestas en la ladera de una colina, en medio de un vasto campo que se extendía hasta el horizonte, donde se divisaba el oscuro perfil de un bosque. Se despidieron de los Diggory y de Alison (que tuvo un último cruce de miradas con Mérula) y se encaminaron a la puerta de la casita.
- ¿De qué se conocerán estas dos? - pensó Harry, frunciendo el ceño.
Había un hombre en la entrada, observando las tiendas. Nada más verlo, Harry reconoció que era un muggle, probablemente el único que había por allí. Al oír sus pasos se volvió para mirarlos.
- ¡Buenos días! - saludó alegremente el señor Weasley.
- Buenos días. - respondió el muggle.
- ¿Es usted el señor Roberts? -
- Sí, lo soy. ¿Quiénes son ustedes? -
- Los Weasley...Tenemos reservada una tienda desde hace un par de días, según creo. -
- Sí. - dijo el señor Roberts, consultando una lista que tenía clavada a la puerta con tachuelas. - Tienen una parcela allí arriba, al lado del bosque. ¿Sólo una noche? -
- Efectivamente. - repuso el señor Weasley.
- Entonces ¿pagarán ahora? - preguntó el señor Roberts.
- ¡Ah! Sí, claro...por supuesto...- se retiró un poco de la casita y le hizo una seña a Harry para que se acercara. - Ayúdame, Harry. - le susurró, sacando del bolsillo un fajo de billetes muggles y empezando a separarlos. - Éste es de... de... ¿diez libras? ¡Ah, sí, ya veo el número escrito...! Así que ¿éste es de cinco? -
- De veinte. - lo corrigió Harry en voz baja, sin perder de vista al señor Roberts, quien de seguro estaba pendiente de cada palabra. Chloe, sin poder resistirse, observaba con interés el dinero muggle, para luego sacar un trozo de pergamino y tomar apuntes.
- ¡Ah, ya, ya...! No sé...Estos papelitos...-
- ¿Son ustedes extranjeros? - inquirió el señor Roberts en el momento en que el señor Weasley volvió con los billetes correctos.
- ¿Extranjeros? - repitió el señor Weasley, perplejo.
- No es el primero que tiene problemas con el dinero. - explicó el señor Roberts examinando al señor Weasley. - Hace diez minutos llegaron dos que querían pagarme con unas monedas de oro tan grandes como tapacubos. -
Sin duda aquello debía tratarse de galeones ("Tampoco es que sean tan grandes, que exagerado", pensó Harry). Sin embargo, en la mente de Harry solo divagaba su clásica reacción cuando de casualidad encontraba dinero mágico ("¡Un Sickle de Plata!", solía decir cada vez que encontraba su moneda favorita en sitios ocultos en el Callejón Diagon).
- ¿¡De verdad!? - exclamó nervioso el señor Weasley. El señor Roberts rebuscó el cambio en una lata.
- El cámping nunca había estado así de concurrido. - dijo de repente, volviendo a observar el campo envuelto en niebla. - Ha habido cientos de reservas, la gente no suele reservar. -
- Ah…¿De verdad? - repitió tontamente el señor Weasley, tendiendo la mano para recibir el cambio. Pero el señor Roberts no se lo daba.
- Arthur…- le advirtió Mérula. Ella tenía la varita preparada, probablemente para lanzar algún encantamiento desmemorizante al señor Roberts.
- Sí. - dijo pensativamente el muggle. - Gente de todas partes, montones de extranjeros. Y no sólo extranjeros. Bichos raros, ¿sabe? Hay un tipo por ahí que lleva falda escocesa y poncho. -
- ¿Qué tiene de raro? - preguntó el señor Weasley, preocupado.
- Es una especie de... - dijo el señor Roberts con sospecha. - no sé...como una especie de concentración. Parece como si se conocieran todos, como si fuera una gran fiesta. -
En ese momento, al lado de la puerta principal de la casita del señor Roberts, apareció de la nada un mago que llevaba pantalones bombachos.
- ¡Obliviate! - dijo bruscamente apuntando al señor Roberts con la varita. El señor Roberts desenfocó los ojos al instante, relajó el ceño y un aire de despreocupada ensoñación le transformó el rostro.
Harry reconoció los síntomas de los que sufrían una modificación de la memoria. - Y yo que creía que ya me había olvidado de ese inútil de Lockhart…- se quejó mentalmente. Mérula se encogió de hombros y guardó su varita.
- Aquí tiene un plano del campamento. - dijo plácidamente el señor Roberts al padre de Ron. - y el cambio. -
- Muchas gracias. - repuso el señor Weasley.
El mago que llevaba los pantalones bombachos los acompañó hacia la verja de entrada al campamento, parecía muy cansado. Tenía una barba azulada de varios días y profundas ojeras.
Una vez que hubieron salido del alcance de los oídos del señor Roberts, le explicó al señor Weasley: - Nos está dando muchos problemas, necesita un encantamiento desmemorizante diez veces al día para tenerlo calmado. - Hermione exclamó "¿¡Que!?". - Y Ludo Bagman no es de mucha ayuda, va de un lado para otro hablando de Bludgers y Quaffles en voz bien alta. La seguridad antimuggles le importa un pimiento. La verdad es que me alegraré cuando todo haya terminado. Hasta luego, Arthur. - Y, sin más, se desapareció.
- ¿En serio alguien como Bagman es el director del Departamento de Deportes y Juegos Mágicos? - dijo Ginny sorprendida.
- ¿¡Cómo puede ser tan irresponsable!? - inquirió Hermione. - Y claro, luego gente como el señor Roberts tiene que sufrir constantes efectos de encantamientos desmemorizantes porque Bagman no sabe estar callado. No puede ir por ahí hablando de las Bludgers como si nada cuando hay muggles cerca. -
- Sí, es verdad. - admitió el señor Weasley mientras los conducía hacia el interior del campamento. - Pero Ludo siempre ha sido un poco...bueno...laxo en lo referente a seguridad. Sin embargo, sería imposible encontrar a un director del Departamento de Deportes con más entusiasmo. Él mismo jugó en la selección de Inglaterra de Quidditch, ¿sabéis? Y fue el mejor golpeador que han tenido nunca las Avispas de Wimbourne. -
- ¿Qué crees que diría tu madre si viera a Bagman en ese plan? - le preguntó Harry a Chloe.
Ella se encogió de hombros. - Supongo que le daría un ultimátum. - dijo. - A mi madre le molesta mucho la falta de seriedad de los altos cargos del Ministerio. Si bien es cierto que desde su posición no puede hacer todo lo que querría, siempre que tenga motivos contundentes puede contar con Madame Bones.
- ¿En serio? - dijo Ron en voz baja. - ¿Y cómo es que Fudge sigue siendo Ministro si ellas no toleran la incompetencia? -
- Bueno, - se rió Chloe en el mismo tono. - creo que a pesar de ser…como es, Fudge no llega al nivel de incompetencia de Bagman…-
Caminaron con dificultad ascendiendo por la ladera cubierta de neblina, entre largas filas de tiendas. La mayoría parecían casi normales. Era evidente que sus dueños habían intentado darles un aspecto lo más muggle posible, aunque habían cometido errores al añadir chimeneas, timbres para llamar a la puerta o veletas ("¿Pero a quien se le ocurre poner un timbre en una tienda de campaña?", bufó Hermione). Pero, de vez en cuando, se veían tiendas tan obviamente mágicas que a Harry no le sorprendía que el señor Roberts recelara. En medio del prado se levantaba una extravagante tienda en seda a rayas que parecía un palacio en miniatura, con varios pavos reales atados a la entrada (Por alguna extraña razón, Chloe estuvo mirando esta tienda de manera extraña antes se volverse y centrarse en otras tiendas). Un poco más allá pasaron junto a una tienda que tenía tres pisos y varias torretas. Y, casi a continuación, había otra con jardín adosado, un jardín con pila para los pájaros, reloj de sol y una fuente.
- Siempre es igual. - comentó el señor Weasley, sonriendo. - No podemos resistirnos a la ostentación cada vez que nos juntamos. Ah, ya estamos. Mirad, éste es nuestro sitio. -
Habían llegado al borde mismo del bosque, en el límite del prado, donde había un espacio vacío con un pequeño letrero clavado en la tierra que decía "Weezly". Mérula soltó una sonora carcajada antes de que ella y Tonks se despidieran para encontrarse con sus amigas ("No estaremos muy lejos de aquí. Reconoceréis la tienda de Mérula rápidamente, a ella le gusta mucho llamar la atención", les dijo Tonks rápidamente).
- ¡No podíamos tener mejor sitio! - exclamó muy contento el señor Weasley. - El estadio está justo al otro lado de ese bosque. Más cerca no podíamos estar. - Se desprendió la mochila de los hombros. - Bien, - continuó con entusiasmo. - siendo tantos en tierra de muggles, la magia está absolutamente prohibida. ¡Vamos a montar estas tiendas manualmente! No debe de ser demasiado difícil, los muggles lo hacen así siempre...Bueno, Harry, ¿por dónde crees que deberíamos empezar? -
- Errrr…-
Harry hizo un mohín, no había acampado en su vida. Los Dursley no lo habían llevado nunca con ellos de vacaciones, preferían dejarlo con la señora Figg.
- Estaba más a gusto en la casa con los gatos que aguantando a esos idiotas. - pensó Harry, mientras estudiaba las piezas de la tienda de campaña. Hermione se unió a él para ayudarlo, al igual que Chloe, que tenía ganas de aprender algo más de la "metodología muggle". - Y sobre todo a Dud en sus días como el gordo maleducado que solía ser. -
Entre los tres fueron averiguando la colocación de la mayoría de los hierros y de las piquetas. El señor Weasley resultó ser más un estorbo que una ayuda, porque la emoción lo sobrepasaba cuando trataba de utilizar la maza. Ginny, Ron y los gemelos decidieron distraerlo con la instalación de la hoguera que iban a utilizar para cocinar, dando tiempo a Harry, Hermione y Chloe de levantar una tienda algo raída por la vejez del material. Se alejaron un poco para contemplar el producto de su trabajo.
- Nadie que viera esta tienda podría adivinar que pertenece a todo un grupo de brujas y magos…- pensó Harry, imaginándose a sí mismo y a los demás apiñados dentro de una tienda que a simple vista daba la sensación de que solo cabrían cuatro personas, y sentados. - Se ve tan…simplona…no me extraña que a los magos les entren ganas de añadir adornos para acompañar. Ahora bien, el verdadero problema lo tendremos cuando lleguen Bill, Charlie y Percy. Para entonces seremos once. Menos mal que Mérula y Tonks están en una tienda a parte… -
También Hermione parecía haberse dado cuenta del problema, porque le dirigió a Harry una risita cuando el señor Weasley se agachó un poco para entrar en la tienda una vez dejó el material para la hoguera listo en el exterior.
- ¡Caray chicos! - dijo el señor Weasley muy contento. - No sé si sois expertos en el montaje de tiendas muggle, pero habéis hecho un magnífico trabajo. Entrad a echar un vistazo, ¡vamos! -
Harry inclinó un poco la cabeza, se metió en la tienda y se quedó con la boca abierta. - Y yo preocupándome por conseguir una casa…- pensó divertido.
- Ah…adoro el encantamiento de extensión indetectable…- dijo Hermione maravillada. Harry se hacía la idea de que estaba tomando nota mental de que quería intentar realizar el encantamiento con una tienda por su cuenta.
Acababan de entrar en lo que parecía un apartamento de cuatro habitaciones, con baño y cocina incluidos. Curiosamente, estaba amueblado de forma muy parecida a la casa de la señora Figg, con las sillas, que eran todas diferentes, tenían cojines de ganchillo, y olía un poco a gato.
- ¡Esto es increíble! - chilló Chloe. Parecía la primera vez que entraba en una. - ¡Para mi próximo cumpleaños quiero que mamá me regale una tienda mágica! -
- No me importaría pasar el resto de las vacaciones aquí. - comentó Ron, dirigiéndose a la cocina sin darle mucha importancia a las dimensiones del interior de la tienda.
- Bueno, es para poco tiempo. - explicó el señor Weasley, pasándose un pañuelo por la calva y observando cuatro literas en cada uno de los tres dormitorios. - El dormitorio más cercano a la cocina será para Bill, Charlie, Percy y yo. El más cercano a la entrada será para Harry, Ron, Fred y George. Por lo tanto, el del medio será para vosotras chicas. Ya podéis ir eligiendo litera, porque a una de las tres le tocará dormir sola. -
Entonces Hermione, Chloe y Ginny subieron sus mochilas arriba de una litera, para luego someter la ocupación de la litera solitaria a un piedra, papel y tijera. En apenas un par de minutos Ginny se agenció la litera en solitario, para luego iniciar una divertida pelea de almohadas.
- Ahora te has espabilado, ¿eh? - le dijo Chloe a Ginny, mientras intercambiaban golpes de almohadas con Hermione.
- Esta maravilla me la ha prestado Perkins, un compañero de la oficina. - explicó el señor Weasley a Harry. - ¡Ron, sal ahora mismo de la cocina! Todos tenemos hambre. - le dijo a Ron, quien se fue refunfuñando de la cocina hacia el que sería el dormitorio de chicos más jóvenes mientras los gemelos canturreaban "¡Sal ahora mismo de la cocina!". - Ya no hace cámping porque tiene lumbago, el pobre…¡Fred, George! Pies fuera de la mesa. - señaló a los gemelos, que al principio hicieron caso ("¡Pies fuera de la mesa!", remedaron a su padre), pero luego volvieron a apoyar los pies en la mesa del comedor. Cogió una tetera polvorienta y la observó por dentro. - Necesitaremos agua...-
- En el plano que nos ha dado el muggle hay señalada una fuente. - dijo Ron, que había dejado su mochila en el dormitorio de los chicos y seguía sin estar asombrado por las dimensiones internas de la tienda. - Está al otro lado del prado. -
- Bien, ¿por qué no vais por agua las chicas, Harry y tú? - El señor Weasley les entregó la tetera y un par de cazuelas. - Mientras, nosotros buscaremos leña para hacer fuego, de lo contrario tendré a esos dos sin hacer nada. - añadió, señalando a los gemelos.
- Pero tenemos un horno. - se quejó Ron. - ¿Por qué no podemos simplemente...? -
- ¡La seguridad antimuggles, Ron! - le recordó el señor Weasley, impaciente ante la perspectiva que tenían por delante. - Cuando los muggles de verdad acampan, hacen fuego fuera de la tienda. ¡Lo he visto! ¿¡Porque crees que he dejado el material fuera!? -
- Anda, vámonos Ronald. - dijo Harry con una sonrisa. Su mejor amigo lo siguió hasta el exterior de la tienda, con Hermione, Chloe y Ginny riendo por detrás. - Ya sabes cómo es tu padre, no tiene caso que discutamos con él cuando los métodos muggles están de por medio. Ya que estamos, podemos ver si encontramos a gente conocida por el camino. - añadió, pensando en Sirius y Remus.
Y así, Harry, Ron, Hermione, Chloe y Ginny cruzaron el campamento con la tetera y las cazuelas. Con el sol que acababa de salir y la niebla que se levantaba, pudieron ver el inmenso mar de tiendas de campaña que se extendía en todas direcciones. Caminaban entre las filas de tiendas mirando con curiosidad a su alrededor. Hasta entonces Harry no se había preguntado nunca cuántas brujas y magos había en el mundo, pues nunca había pensado en los magos de otros países.
Los campistas empezaban a despertar, y las más madrugadoras eran las familias con niños pequeños. Era la primera vez que Harry veía magos y brujas de tan corta edad. Un pequeñín, que no tendría dos años, estaba a gatas y muy contento a la puerta de una tienda con forma de pirámide, dándole con una varita a una babosa, que poco a poco iba adquiriendo el tamaño de una salchicha. Cuando llegaban a su altura, la madre salió de la tienda.
- ¿¡Cuántas veces te lo tengo que decir, Kevin!? No...toques…la varita...de papá...¡Ay! - Acababa de pisar la babosa gigante, que reventó.
El aire les llevó la reprimenda de la madre mezclada con los lloros del niño. - ¡Mamá mala!, ¡"Rompido" la babosa! -
Un poco más allá vieron a dos pequeñas brujitas, apenas algo mayores que Kevin. Montaban en escobas de juguete que se elevaban lo suficiente para que las niñas pasaran rozando el húmedo césped con los dedos de los pies.
Un mago del Ministerio que parecía tener mucha prisa los adelantó, y lo oyeron murmurar ensimismado…- ¡A plena luz del día! ¡Y los padres estarán durmiendo tan tranquilos! Como si lo viera...-
Por todas partes, magos y brujas salían de las tiendas y comenzaban a preparar el desayuno. Algunos, dirigiendo miradas furtivas en torno de ellos, prendían fuego con sus varitas. Otros frotaban las cerillas en las cajas con miradas escépticas, como si estuvieran convencidos de que aquello no podía funcionar.
Tres magos africanos enfundados en túnicas blancas conversaban animadamente mientras asaban algo que parecía un conejo sobre una lumbre de color morado brillante, en tanto que un grupo de brujas norteamericanas de mediana edad cotilleaba alegremente, sentadas bajo una destellante pancarta que habían desplegado entre sus tiendas, que decía "Instituto de las brujas de Salem". Desde el interior de las tiendas por las que iban pasando les llegaban retazos de conversaciones en lenguas extranjeras, y, aunque Harry no podía comprender ni una palabra, el tono de todas las voces era de entusiasmo
- Eh...¿son mis ojos, o es que se ha vuelto todo verde? - preguntó Ron.
- Hm…no, creo que no…- susurró Harry.
- Es como si nos hubiéramos adentrado en un jardín. - observó Ginny.
- Parece que estamos en territorio irlandés. - comentó Hermione.
- ¡Qué chulada! - dijo Chloe muy contenta.
Habían llegado a un área donde las tiendas estaban completamente cubiertas de una espesa capa de tréboles, y daba la impresión de que unos extraños montículos habían brotado de la tierra. Dentro de las tiendas que tenían las portezuelas abiertas se veían caras sonrientes.
De pronto oyeron sus nombres a su espalda. - ¡Harry!, ¡Ron!, ¡Hermione!, ¡Chloe!, ¡Ginny! -
Era Seamus Finnigan, uno de sus compañeros de habitación de la casa Gryffindor. Estaba sentado delante de su propia tienda cubierta de trébol, junto a una mujer de pelo rubio cobrizo que debía de ser su madre, y su mejor amigo, Dean Thomas, también de Gryffindor.
- ¿Os gusta la decoración? - preguntó Seamus, sonriendo, cuando los cinco se acercaron a saludarlos. Ginny asintió, Chloe enérgicamente, Hermione sonrió nerviosamente y Harry se encogió de hombros, ya que en sí no iba con ningún equipo. Ron frunció el ceño. - Al Ministerio no le ha hecho ninguna gracia. -
- El trébol es el símbolo de Irlanda. ¿Por qué no vamos a poder mostrar nuestras simpatías? - dijo la señora Finnigan. - Tendríais que ver lo que han colgado los búlgaros en sus tiendas. Supongo que estaréis del lado de Irlanda - añadió, mirando a Harry, Ron, Hermione, Chloe y Ginny con un brillo en los ojos.
Se fueron después de asegurarle que estaban a favor de Irlanda, aunque, como dijo Ron, "cualquiera dice otra cosa rodeado de todos ésos".
- Pues yo voy con Irlanda. - declaró Chloe, alzando la nariz. - Tengo muchas ganas de ver a Erika en acción. ¡Está final puede decidir a la próxima Escoba de Oro! -
- Me pregunto qué habrán colgado en sus tiendas los búlgaros. - dijo Hermione.
- Alguna "barbaridad" supongo. - señaló Ginny, riendo.
- Vamos a echar un vistazo. - propuso Harry, señalando una gran área de tiendas que había en lo alto de la ladera, donde la brisa hacía ondear una bandera de Bulgaria, roja, verde y blanca.
En aquella parte las tiendas no estaban engalanadas con flora, pero en todas colgaba el mismo póster, que mostraba un rostro muy hosco de pobladas cejas negras. La fotografía, por supuesto, se movía, pero lo único que hacía era parpadear y fruncir el entrecejo.
- Si, - asintió Ginny, riéndose. - a esto me refería con lo de "barbaridad". Menudo genio…-
- Es él…- explicó Ron en voz baja.
- ¿Quién? - preguntó Hermione.
- ¡Krum! - repitió Ron. - ¡Viktor Krum, el buscador del equipo de Bulgaria, el mejor del mundo! -
- Parece que tiene malas pulgas. - comentó Hermione, observando la multitud de Krums que parpadeaban, ceñudos.
- ¿Y qué más da que tenga malas pulgas? ¡Es increíble en la escoba! ¡El mejor! -
- Pero Hermione tiene razón, - observó Chloe. - este tío no parece tener humor para las bromas. Veremos si ese rostro ceñudo se traduce en carácter, de lo contrario no veo que sea rival para Erika. -
Ron levantó los ojos al cielo. - Rath es golpeadora, así que asigna a otro rival. - dijo. - Es increíble que con sólo dieciocho años haya conseguido llegar tan lejos. -
- ¿Y Erika qué? - inquirió Chloe, encarándose con él. Ambos chocaron sus frente - Está en la selección casi desde su debut profesional. -
- ¡Igual que Krum! - replicó Ron con ira. - ¡Y a diferencia de tu Erika él ya ha ganado una Escoba de Oro! -
- ¡Tiempo al tiempo! Erika lo golpeará tan fuerte que se quedará sin jugar todo un año…-
- Krum atrapará la Snitch tan rápido que no le dará ni tiempo a respirar…-
Harry tardó un poco en apartar la vista del tal Viktor Krum. Había algo en él que le incitaba al desafío, como si el buscador búlgaro le hubiera retado a un duelo después de lanzarle un guante en la cara. Tras encogerse de hombros, y dejar de darle importancia a la fotografía, observó como Hermione y Ginny tuvieron que separar a Ron y Chloe porque habían comenzado a pelearse de nuevo. Poco después de que los dos detuvieran su disputa sobre jugadores de Quidditch reanudaron su camino para ir a por agua.
Una vez llegaron se encontraron con que había cola para recoger agua, así que se pusieron al final, inmediatamente detrás de dos hombres que estaban enzarzados en una acalorada discusión. Uno de ellos, un mago muy anciano, llevaba un camisón largo estampado. El otro era evidentemente un mago del Ministerio. Tenía en la mano unos pantalones de mil rayas y parecía a punto de llorar de exasperación.
- Tan sólo tienes que ponerte esto, Archie, sé bueno. No puedes caminar por ahí de esa forma. El muggle de la entrada está ya receloso. -
- Me compré esto en una tienda muggle. - replicó el mago anciano con testarudez. - Los muggles lo llevan. -
- Lo llevan las mujeres muggles, Archie, no los hombres. Los hombres llevan esto. - dijo el mago del Ministerio, agitando los pantalones de rayas.
- ¡No me los pienso poner! - declaró indignado el viejo Archie. - Me gusta que me dé el aire en mis partes privadas, lo siento. -
Chloe y Ginny se miraron antes de comenzar a rodar por los suelos mientras reían a carcajadas. Ron se unió a ellas poco después, mientras que Harry consiguió mantener la compostura a pesar de que por dentro quería reírse a gusto. Por su parte, a Hermione le dio tal ataque de risa que tuvo que salirse de la cola, y no volvió hasta que Archie se fue con el agua.
Una vez se relajaron más los ánimos, escucharon una voz conocida a sus espaldas. - Harry Potter…-
Harry se sobresaltó y giró su cabeza. Vestido con una gorra escarlata, chaqueta de cuero marrón, una camisa de cuadros, una corbata, pantalones jean y zapatos negros estaba su padrino, Sirius Black, a quien ya no se le veía tan delgado como la última vez que se vieron, pero igual conservaba su larga melena. Su apariencia se asemejaba un poco más a sus años de joven, más parecido a las fotos de su álbum.
- ¡Sirius! - dijo Harry, dándole un apretón de manos y un abrazo.
- ¡Hola tío Sirius! - dijo Chloe, dándole un abrazo a continuación.
- Hola pequeñaja, - se rió Sirius, revolviéndole un poco el pelo, y antes de que ella protestara por lo de la altura añadió: - bueno, ya no tan pequeñaja. Aún me cuesta creer el estirón que has pegado este verano. -
- ¡Maldita sea, había olvidado que estabas aquí! - dijo Ron, que se sobresaltó al verlo.
- Aparecer por sorpresa es uno de mis puntos fuertes, Ron. - dijo Sirius, presumiendo de sus dientes (que tenían un aspecto impecable en comparación al día en que lo conocieron) y dándose aires de gloria.
- Hola Sirius, - le saludó Hermione. - justamente Harry estaba preguntando por ti mientras veníamos de camino. ¿Llevas mucho tiempo de acampada? -
- Si, aunque no ha sido todo lo emocionante que me esperaba. - se quejó Sirius, aunque en tono divertido. - Los del Ministerio se han pasado todo el tiempo tratando de mantener controlados a los muggles que dirigen este sitio a base de "Obliviate". -
- Como sigan así más de un muggle tendrá un daño severo en sus memorias. - comentó Ginny.
- ¿Has venido tú solo? - le preguntó Harry, aunque estaba seguro de que era, al contrario.
- De ninguna manera. - se rio Sirius. - No podía dejar sin venir al viejo Remus y a mi joven enfermera. - entonces lo miró de forma misteriosa. - Si os digo la verdad ambos tienen mucho en común. -
- ¿Y eso? -
- Es complicado…Quizás más adelante te lo cuente. Tranquilos, no es nada grave. - añadió Sirius, al ver sus caras de preocupación. - sólo es…complicado de explicar. De verdad, algún día os lo contaré, mejor que no sea aquí donde hay tanta gente... -
- ¿También has venido a por agua? - preguntó Harry, no dándole más vueltas al tema de la enfermera.
- ¿Qué? - dijo Sirius sin entender. - No, es que reconocí las carcajadas de estas dos y entonces me hice la idea de que podíais estar por aquí. - Chloe y Ginny se encogieron, ruborizándose. - ¿Porque iba a hacer eso cuando podemos materializar agua con la varita? -
- ¿¡Como que por qué!? - replicó Hermione con exasperación. - ¡Para que los muggles no nos vean hacer magia! -
- ¿No se suponía que eras la lista? - soltó Sirius, y antes de que ella pudiera protestar dijo: - No es tan difícil ocultarse dentro de la tienda y hacer un poquitín de magia. ¿O ahora me dirás que los muggles son capaces de ver a través de la tela? -
- Bueno, eso… - balbuceó Hermione.
- A ver si se le ocurre contarle sobre los rayos X…- pensó Harry con diversión.
- ¿Dónde estáis acampando? - preguntó Ron
- En aquella humilde morada que llaman "tienda". - dijo Sirius, señalando a una tienda de apariencia bastante usual, pero decorada con lo que parecían pegatinas de escudos de Gryffindor y objetos relacionados con el Quidditch. - Si, lo sé, me habría gustado aportar algunas mejoras al decorado para que fuera más atractiva, pero Remus se pasó todo el tiempo del montaje dándome el sermón de la importancia de no llamar demasiado la atención. Y yo me pregunto, ¿para qué? Aquí todo el mundo se ha pasado la discreción por las esferas de Adivinación. - Todos, menos Hermione, soltaron una carcajada. - Aún queda algo de tiempo antes de la final, ¿os apetece acompañarnos? -
- Claro, ¿por qué no? - entonces Harry recordó el agua y añadió: - pero no nos entretengamos mucho. El señor Weasley necesita el agua. -
- Pues date prisa o perderás tu turno. - señaló Sirius, y por poco se les adelantaba alguien en la recogida de agua.
Una vez consiguieron el agua, los cinco acompañaron a Sirius a su tienda. Una vez dentro Harry sintió autentica envidia, porque la tienda de Sirius era claramente mejor. Contaba con literas de mejor calidad, cocina, baño y sala mejor arreglados, y no había olor a gato.
Allí se encontraron con Remus Lupin, quien hasta no hacía mucho era su profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. A diferencia de cuando estaban en Hogwarts, el ex profesor tenía mejor aspecto, además de llevar ropa nueva: un traje marrón con corbata azul marino y unos zapatos a juego. Desde luego ayudaba a que no se le notara su habitual aspecto cansado.
- Me alegro mucho de verlos chicos. - les saludó amablemente, mientras alzaba una taza con el dibujo de la silueta de un lobo a modo de brindis.
Estaba tomando té con una chica que era tan joven como Mérula y Tonks, aunque al igual que Remus, mostraba signos de cansancio. Era de piel pálida, ojos azules y cabello plateado, como si se tratara de alguien que había sido encontrado después de varias semanas de búsqueda en mirad de un páramo glacial.
- Hola. - les saludó ella, con una sonrisa cansada. Tenía una taza con el escudo de la casa Hufflepuff.
- Os presento a Chiara Lobosca, - dijo Sirius alegremente, uniéndose a ellos con su propia taza de té (Que era escarlata y tenía el escudo de Gryffindor) y reposando los pies sobre la mesa. - esta joven señorita se ha tomado la molestia de revivirme. -
- ¿Revivirte? - repitió Harry, frunciendo el entrecejo.
- ¿Dices eso porque pensó que eras un Inferi? - preguntó Remus con una sonrisa.
- Oye, aun pareciendo un cadáver andante seguía siendo atractivo. - replicó Sirius, bebiendo su taza de golpe. - Sino me crees puedes preguntarle a Chiara, ella está de acuerdo en que sigo siendo atractivo. - añadió, meneando las cejas.
- Yo solo le dije que tenía cada vez mejor cara con el pasar de los días…- comentó Chiara con algo de timidez, sonrojándose y desviando la mirada.
- ¿Lo ves? Cada día más guapo, qué más puedo pedir. -
- Pídele que te enseñe modales para empezar. - replicó Remus, aunque sin seriedad.
- ¿Por qué? -
- Es de mala educación poner los pies encima de la mesa. - señaló Remus. - Ya no estamos en el colegio Sirius. -
- Ahora suenas como Snivellus…-
Los más jóvenes se rieron y se unieron a ellos para tomar un poco de té que había preparado Chiara. Remus agitó su varita e hizo aparecer mágicamente cinco tazas más. El té le recordaba mucho a Harry al que solía preparar Hagrid cuando visitaban su cabaña. Entonces Sirius comenzó a contarles cómo había sido su estancia en el torneo.
- Es como volver a ser un niño, - dijo con una amplia sonrisa. - hacía mucho tiempo que no vivía algo así. Con toda esa gente emocionada en el estadio, tantas sonrisas…Si bien es cierto que la gente que me rodea aún se muestra incomoda con mi presencia no…ha estado tan mal. No en los partidos desde luego, estaba todo muy vivo…como ahora, para que nos vamos a engañar. Hay que ver, que manera de respirar Quidditch. Todos los encuentros han sido muy entretenidos, bueno, lo eran hasta que llegó el turno de nuestra selección. -
- La verdad es que ha sido muy decepcionante. - suspiró Harry.
- Tan decepcionante que Sirius fue en búsqueda del entrenador tras acabar el partido. - dijo Remus, y los jóvenes se sobresaltaron.
- Errr…¿Sirius? - inquirió Hermione con cautela.
Pero el mencionado solo rodó los ojos. - ¡Esta bien, está bien, lo admito! Le quería soltar un puñetazo en la nariz. - admitió sin ningún tipo de remordimiento. - Es un completo idiota, solo a alguien como él se le ocurre centrar todas sus esperanzas en la buscadora del equipo. Estaba vendida a su suerte. -
- Pero habiendo gente que todavía no se acostumbra a verte libre no ayuda en nada ese tipo de actitudes. - dijo Remus en tono reprobatorio. Miró a Harry y añadió: - Por un lado, esta que la sociedad se acostumbre a verlo en libertad, y por otra parte…está que él se comporte adecuadamente con la gente. -
- ¿Crees que tenga éxito? - murmuró Harry.
- Es cabezota, - suspiró Remus, pero sonrió. - pero tengo algo de esperanza. -
- Si los cazadores no consiguen llegar a los aros y ella tiene dificultades para hacerse con la Snitch estás perdido. - escuchó como seguía hablando Sirius. - A eso hay que sumarle que jugábamos como si nos faltara el guardián y los golpeadores. Yo no lo entiendo…-
- Me sabe mal por Blythe, - dijo Chiara, animándose por fin a hablar. - hizo su mejor esfuerzo, pero el equipo estaba apagado, como si hubieran presenciado Dementores o algo por el estilo... -
- ¿Blythe? - preguntó Harry.
- Blythe Parkin, - respondió Chloe. - sí, es la hermana mayor de Skye, pero a decir verdad solo se parecen en lo que a la pasión por el Quidditch se refiere. -
- Ya te digo, - asintió Ginny. - Skye eligió jugar para Escocia, mientras que Blythe para Inglaterra, y por lo que tengo entendido cuando estaban en Hogwarts iban a casas diferentes. -
- Skye estaba en Slytherin, - añadió Chiara, tras tomar un buen sorbo de té. - y Blythe en Gryffindor, aunque sólo estudiaron juntas durante dos años por lo que se enfrentaron una vez en el campo de Quidditch.
- ¿Cómo fue aquel partido? - preguntó Chloe con interés.
- Fue…bastante intenso. - explicó Chiara. - De hecho, fue la primera vez que asistí a un partido de Quidditch. Un par de amigas me arrastraron para verlo, y bueno, apoyamos a Gryffindor porque Slytherin caía mal ("Evidentemente", dijo Ron, asintiendo). Skye no parecía una debutante, estaba encendida y arremetía en todo momento contra los aros de Gryffindor, prácticamente no dejaba jugar, al contrario, y tampoco a sus compañeros. Era una pesadilla para Gryffindor, por suerte para ellos contaban con el hermano de Ron, Charlie Weasley, que también debutaba. El pobre Charlie se partió la cara para frenar a Skye, y lo consiguió. Detuvo a Skye el tiempo suficiente para que Blythe se hiciera con la Snitch, dándoles la victoria. Fue a partir de ese partido cuando Skye aprendió que no podía ganar los partidos ella sola, y poco a poco fue más cooperativa con el resto de su equipo. -
Después de acabar de tomarse el té, los jóvenes se despidieron de Sirius ("Os veré esta noche chicos. Hemos conseguido asientos en la "zona noble" del estadio, no sé si me explico", dijo entre risas y una mirada de pillo que dejaba entrever de que iba a disfrutar de estar ahí) y volvieron por el camino hacia el campamento, caminando más despacio por el peso del agua.
Por todas partes veían rostros familiares: estudiantes de Hogwarts con sus familias. Oliver Wood, el antiguo gran capitán del equipo de Quidditch al que pertenecía Harry, que acababa de terminar en Hogwarts, lo arrastró hasta la tienda de sus padres para que lo conocieran, y le dijo emocionado que acababa de firmar para formar parte de la reserva del Puddlemere United.
- Genial, creo que, si Oliver consigue un hueco en el equipo nacional, será un gran activo para el equipo. - pensó el azabache. - Y por supuesto, evitaría derrotas tan humillantes como la última…
No muy lejos de la tienda de Oliver se toparon con una bastante grande y "Creepy" en opinión de Chloe. A Harry le parecía una idea más propia de la familia Adams. No tardó en deducir de quien era la tienda. Solo a alguien como Mérula Snyde se le podía ocurrir la genialidad de montar una tienda de tela negra decorada con alambres, un par de enormes cuernos de demonio del tamaño de chimeneas en el techo y una pequeña campana que tenía un cartel colgado con un mensaje escrito con todo el resplandor de su mal genio.
"Como se os ocurra entrar sin antes tocar la campana no me hago responsable por la posible perdida de miembros vitales para su patética existencia. Estáis avisados, mentecatos".
- Que le den entonces. - gruñó Chloe, cruzándose de brazos e inflando los cachetes.
- Yo creo que será peor si por lo menos no saludamos. - dijo Hermione, mordiéndose una uña.
- Pero Hermione…- protestó Ron.
- Ella tiene razón, - resopló Ginny. - es Snyde, terminará por saberlo. -
Harry rodó los ojos y le dio un toquecito a la campana. Casi de manera instintiva blandió su varita, como esperando a que saliera ella arremetiendo contra ellos a diestra y siniestra. Para su sorpresa se asomó la cabeza de una chica rubia con trenzas y cara de ser mucho más simpática que Mérula.
- ¡Hola! - les saludó la chica jovialmente. - Si no me equivoco ustedes deben ser los jóvenes amigos de Mérula y Tonks, ¿no es así? - el grupo asintió. - ¡Que bien! Menos mal que habéis venido. Ella estaba a punto de salir a buscaros por ignorantes, o por lo menos eso dice. -
- Suena como ella. - dijo Harry, frunciendo el ceño. - Por cierto, ¿tú eres…? -
- ¡Penny Haywood! - dijo ella alegremente, saliendo de la tienda. - Pocionera titulada y consejera experta en ayudar a quien sea a trabar amistad a su servicio. -
Llevaba un chaleco de cuadros color canela y amarillo, una camiseta de apoyo para el equipo de Irlanda, el cual tenía la imagen de los jugadores en movimiento, además de unos pantalones vaqueros y zapatillas blancas.
- ¡Que camiseta tan chula! - señaló Chloe con emoción. - ¿La has hecho tu? -
- ¿La camiseta? No, ojalá…la moda no es mi especialidad. - se rió ella. - Esta la hizo un amigo que es todo un experto en moda. Pensé que vendría, pero tiene una importante presentación que preparar para una exhibición de ropa en Francia y está hasta arriba de trabajo. Eso sí, me pidió que apoyara a Irlanda por él. -
De repente, alguien asomó la cabeza en la entrada de la tienda. Era Mérula, con su cara de malas pulgas.
- ¿Y bien? - inquirió, mirando a Penny y alzando la varita amenazadoramente. - ¿Han tocado la campana o no? -
- Si, - replicó ella, frunciendo el ceño. - solo me entretuve a la hora de saludarlos, no tienes por qué ser un ogro todo el tiempo, Mérula. -
- Mierda, - masculló ella, guardando la varita y volviendo al interior. - muy bien, podéis entrar. -
- ¿Es cosa mía o siempre está ansiosa por hechizar a alguien? - pensó Harry, mirando a la chica de mal carácter con recelo.
El grupo siguió a Penny al interior de la siniestra tienda. Harry empezó a imaginarse que dentro se encontraría con un entorno similar a las mazmorras de Slytherin. Rodeados de oscuridad, fluidos pringosos, cadenas y barrotes. Su sorpresa fue mayúscula cuando observó el interior.
Parecía una sala de ambiente pacifico, más propia, por su contenido, de un ilustre escritor. La sala principal estaba rodeada de algunas estanterías de madera de caoba con bastantes libros y estatuillas, una mesa para el café y una más grande de comedor con cuatro sillas. A la izquierda había una habitación con literas, otra con una decoración más gótica (también con literas, siendo esta la única zona de la tienda con características más propias de Mérula) y a la derecha se encontraba un baño decorado de manera muy hogareña, al igual que la cocina.
En la mesa del comedor estaba Mérula, con su habitual mal humor, acompañada por Tonks (quien les sonrió ampliamente y les saludó), Tulip Karasu (una dependienta que trabajaba en Zonko que también saludó al grupo alegremente) y una chica de aspecto gótico que se parecía mucho a Penny, pero a diferencia de su rostro lleno de alegría ella tenía cara de ser más osca. Probablemente se trataba de su hermana. Ella asomó la mirada por encima de lo que parecía un comic del personaje Raven de DC y saludó al grupo con un simple "Hola", alzando la mano.
- Vaya…- murmuró Hermione, con asombro.
- Esto es…- empezó Chloe, pero le interrumpió Mérula.
- Calla, esta decoración cursi fue idea de Penny. - replicó ella en tono aburrido, con los pies apoyados en la mesa.
- Eso es verdad, - dijo Tulip, riéndose. - tu sueles dejar la tienda echa un desastre. Deberíais haber visto esto cuando la terminamos de armar, daba auténtico miedo. -
- Yo creo que estaba bien, - replicó la chica gótica que se parecía a Penny. - pero mi hermana es tan exagerada que puso este lugar patas arriba. -
- Muchas gracias por tu valoración Beatrice, - dijo Penny con sarcasmo, haciendo aparecer con su varita cinco sillas con cómodas almohadas que parecían nubes. - no me esperaba menos después de no ayudar en nada con la limpieza. -
- No era necesario, - replicó Beatrice. - la mayoría de las cosas tiradas las hiciste desvanecer. Anda, ya puedes pasarle la factura, Mérula. -
- Cincuenta galeones. - se burló Mérula.
- ¡Oye! -
- Venga, afloja la pasta Penny. -
- ¡Te guardé el sitio para tu puñetera tienda! - dijo Penny con indignación, sin embargo, hablaba en tono de broma. - Encima traje de todo para la comida, así que ahora te vas a joder, vas a mover tu culo de perezoso y te pondrás a cocinar. -
- ¡Caray, menuda respuesta! - dijo Ron, impresionado.
- Sálvese quien pueda…- canturreó Ginny, silbando.
- Y una mierda. - replicó Mérula, enseñándole el dedo del medio a Penny. Ella le enseñó la lengua.
- ¿Por qué no? - preguntó Tonks, que no dejó de reírse desde que inició la discusión. - Serás un ogro, pero al menos cocinas de maravilla. - a continuación, transformó su cabeza en una especie de Mérula con orejas que parecían tubos recortados, una nariz tan chata como la de Pansy Parkinson y la piel verde.
- ¡Que te den Tonks! - espetó Mérula, lanzándole un vaso de agua que Tonks esquivó mientras seguía burlándose de ella.
- Vamos, vamos, - dijo Penny, sacando su varita para arreglar el vaso roto y ponerlo de vuelta en la mesa con magia. - se supone que somos las adultas aquí. ¿Qué pensarán estos chicos? -
- Que aún seguimos estudiando en Hogwarts. - dijo Tulip, riéndose a carcajadas.
- Bueno, de las que estamos aquí la única que sigue en Hogwarts es Beatrice. - señaló Penny, mientras reía e invitaba a los más jóvenes a sentarse en el sofá. - Este será su último año, ojalá que haga algo de provecho cuando salga al mundo laboral. -
- Oye, ¿por quién me tomas? - se quejó Beatrice, haciendo levitar el comic que estaba leyendo hasta la habitación donde estaban las literas. - Que tú te hayas quedado con la Tienda de Calderos de Potage del Callejón Diagon no significa que yo no pueda hacer algo bueno al salir de Hogwarts. -
- Espera, - dijo Harry con sorpresa. - ¿La tienda de Calderos? -
- Así es, - dijo Penny alegremente. - he trabajado en esa tienda desde que salí de Hogwarts. De hecho…creo recordar que fui yo quien te vendió tu caldero de peltre cuando Madame Potage estaba ocupada en el almacén. Lo cierto es que al verte en la entrada de la tienda no te reconocía, es decir…eras mucho más pequeño que ahora, Harry. - el mencionado se ruborizó, mientras que los demás se pusieron a reír, menos Hermione, para su alivio. - La cuestión es que Madame Potage se ha jubilado, y como no tenía a quien dejarle el negocio decidí comprarle la propiedad de la tienda en el Callejón Diagon. Luego puso en venta las sucursales que tenía en Hogsmeade y el Callejón Knockturn y se marchó de vacaciones con unos parientes que tiene en Las Vegas. Quiero pensar que no se pondrá a despilfarrar el dinero…En fin, ojalá os paséis por ahí en algún momento. He hecho unos cuantos cambios en el negocio, ya que también he renovado la gama de pociones que teníamos a la venta. -
- No esperábamos menos de la mejor pocionera de nuestra generación. - dijo Tonks.
- ¡Y la más popular! - dijo Penny, alzando la nariz.
- Y presumida...- añadió Beatrice en tono aburrido.
Se quedaron unos veinte minutos más, hablando de sus trabajos después de Hogwarts. A Harry no dejaba de sorprenderle una verdad que conocía prácticamente desde su última estancia en el Caldero Chorreante, cuando pasaba el tiempo hablando con la gente que iba a tomar algo o a hospedarse. Lo cierto era que no todas las brujas y magos salían de Hogwarts y a la primera conseguían un trabajo remunerado y de renombre. Tonks, si había entrado como Auror, había sido porque Ojoloco Moody había sido su mentor, y antes de su retiro trabajaron juntos para que ella superara las pruebas que le exigían. Mérula (según ella, aunque Harry tenía ciertas dudas) eligió ser una cazarrecompensas porque odiaba al Ministerio, en especial a la oficina de Aurores, ya que sus padres, quienes eran antiguos seguidores de Voldemort, terminaron olvidando sus recuerdos, incluso ignoraban la existencia de su hija. Tulip había sacado muy buenas notas e incluso obtuvo algunas cartas de recomendación para entrar en el Ministerio, pero ella solo quería trabajar con artículos de broma ("Por lo menos se ha tomado en serio los estudios", le dijo Hermione).
Salieron de la tienda para seguir su camino de regreso a la tienda Weasley, pero entonces vieron a Luna Lovegood en una extraña tienda de campaña que parecía una calabaza desinflada, rodeada de rábanos y demás verduras y hortalizas que decoraban la entrada. Ella llevaba puesto un enorme sombrero verdiblanco, tenía el doble de tamaño que su cabeza, posiblemente para animar también a los irlandeses. Ella los saludó con una sonrisa afable y soñadora, mientras que los que estaban a su alrededor la miraban de manera rara.
- A este paso no volveremos a la tienda…- masculló Ron, pero nadie le hizo caso.
- ¡Lunita! - chilló Chloe, dando un fuerte abrazo a su amiga, seguido de Ginny.
- Que alegría más grande verlos aquí. - dijo Luna con su voz infantil. Señaló a su sombrero y les preguntó alegremente. - ¿Qué os parece? -
- Errr…bonito sombrero Luna. - dijo Hermione, tratando de ocultar lo que realmente opinaba sobre el peculiar sombrero.
- Gracias. - asintió Luna, aunque por la mirada que le había mostrado a Harry le daba la sensación de que no creía del todo en el elogio recibido.
- Entonces, tu padre y tú habéis conseguido entradas especiales, ¿no? - le preguntó Ginny. - Quiero decir, llevan agotadas desde hace semanas. -
- Hemos acudido en calidad de prensa. - explicó Luna felizmente. - Papá toma fotos y recopila toda la información posible para la sección deportiva del Quisquilloso. Estamos casi a pie de campo, la perspectiva desde ahí es muy interesante. Se puede evaluar mejor la moral de cada jugador. -
- ¿Qué tal iba de moral la selección nacional? - le preguntó Ron, frunciendo el entrecejo.
- Creo que parte del equipo se vio afectado por una pequeña plaga de Torposoplos. - explicó Luna ("Aquí vamos de nuevo", murmuró Hermione). - Mi padre está convencido de que han saboteado al equipo, porque el equipo rival no se vio afectado en lo absoluto. -
- ¿Y…qué hacen los Torpoflojos? - preguntó Chloe inocentemente. Ginny soltó un bufido.
- Torposoplo. - replicó Luna, como si se tratara de una maestra dirigiéndose a una clase. - Son unas criaturas invisibles que flotan en el aire libremente. Suelen hacer un ruido similar a un zumbido, se meten en el interior de los oídos de las personas haciendo que sus cerebros se emboten. -
- ¿Y tú crees que los Torpoflojos son los responsables de que a nuestro equipo le haya ido tan mal? -
- ¡Chloe! - mascullaron Ginny, Hermione y Ron. Harry intentaba contener las ganas de reír.
- Si el equipo es incapaz de pensar en cosas positivas es muy difícil que los Torposoplos se vayan. - dijo Luna, sonriendo ampliamente a su amiga. - Es como cuando alguien intenta convocar un Patronus sin recuerdos felices…-
De repente, Harry dejó de sonreír. Casi sin proponérselo pensó en todos los problemas por los que pasaron él y sus amigos para alcanzar el Santuario de Gryffindor, entre ellos, una horda de Dementores hambrientos esperándolos en la entrada que daba con el largo camino a seguir, donde casi estaba perdido.
Con tantas visitas se dieron cuenta de que estaban retrasándose mucho, por lo que amablemente se despidieron de Luna y se fueron en dirección a su tienda. Ron le pegó un golpe en la nuca a Chloe por retrasarlos de más una vez la perdieron de vista y mientras caminaban comenzaron a pelearse verbalmente otra vez.
No muy lejos de allí se encontraron con Ernie Macmillan, un estudiante de cuarto de la casa Hufflepuff que estaba acompañada por su compañera Hanna Abbott, y luego vieron a Cho Chang, una chica muy guapa que jugaba de buscadora en el equipo de Ravenclaw. Ella no estaba sola, pues vio que Cedric estaba allí, y ambos parecían muy contentos. No muy lejos de la pareja se encontraba Alison Khanna, cargando leña junto al señor Diggory (ella miró brevemente a la pareja y soltó un bufido antes de centrarse nuevamente en lo que estaba haciendo).
- ¿Quiénes serán? - preguntó Harry, señalando a un grupo de adolescentes a los que no había visto nunca, menos por el tipo de vestimenta que llevaban. - No van a Hogwarts, ¿verdad? -
- Supongo que estudian en el extranjero - respondió Ron. - Sé que hay otros colegios, pero no conozco a nadie que vaya a ninguno de ellos. Bill se escribía con un chico de Brasil...hace una pila de años...Quería hacer intercambio con él, pero mis padres no tenían bastante dinero. -
- Aún me acuerdo cuando nos lo contó. - añadió Ginny, riendo un poco. - Se ve que el chico se molestó mucho cuando se enteró de que Bill no iba a ir, y le envió un sombrero encantado que hizo que se le cayeran las orejas para abajo como si fueran hojas mustias. -
- ¡Atiza! Eso me suena a uno de los inventos de Fred y George. - dijo Chloe con sorpresa. - Por lo que tengo entendido es uno de esos prototipos que suelen desarrollar cuando están en Hogwarts…-
Mientras hablaban, Harry siguió observando a los jóvenes del extranjero, y llegó al punto de reír levemente por su ignorancia al no recordar que Hogwarts, obviamente, no era la única escuela de magia y hechicería del mundo. Siguió pensando en ello hasta que escuchó la voz de uno de los gemelos Weasley.
- Habéis tardado siglos. - dijo George, cuando llegaron por fin a la tienda que habían montado.
La hoguera del exterior estaba armada y habían colocado unas cuantas sillas viejas para rodear el fuego, donde el señor Weasley hacía el gesto de intentar encender fuego.
- Nos hemos encontrado a unos cuantos conocidos. - explicó Ron brevemente, dejando la cazuela. - ¿Aún no habéis encendido el fuego? -
- Papá se está divirtiendo con los fósforos. - se rió Fred.
Por supuesto, el señor Weasley no lograba encender el fuego, aunque no porque no lo intentara. Observando mejor, Harry se dio cuenta de que a su alrededor el suelo estaba lleno de fósforos consumidos, pero parecía estar disfrutando como nunca. "¡Vaya!" exclamaba cada vez que lograba encender un fósforo, e inmediatamente lo dejaba caer de la sorpresa.
- Déjeme, señor Weasley. - dijo Hermione amablemente, cogiendo la caja para mostrarle cómo se hacía, mientras que Harry se reía en voz baja.
Al final encendieron fuego, aunque pasó al menos otra media hora hasta que se pudo cocinar en él (Harry aceleró un poco las cosas gracias a su habilidad con el fuego). Sin embargo, había mucho que ver mientras esperaban. Habían montado la tienda delante de una especie de calle que llevaba al estadio, y el personal del Ministerio iba por ella de un lado a otro apresuradamente, y al pasar saludaban con cordialidad al señor Weasley. Éste no dejaba de explicar quiénes eran, sobre todo a Harry y a Hermione, porque Chloe y sus propios hijos sabían ya demasiado del Ministerio para mostrarse interesados.
- Ése es Cuthbert Mockridge, jefe del Instituto de Coordinación de los Duendes...Por ahí va Gilbert Wimple, que está en el Comité de Encantamientos Experimentales. Ya hace tiempo que lleva esos cuernos... Hola, Arnie... Arnold Peasegood es desmemorizador, ya sabéis, un miembro del Equipo de Reversión de Accidentes Mágicos...Y aquéllos son Bode y Croaker...son inefables...-
- ¿Qué son? -
- Inefables, del Departamentos de Misterios, secreto absoluto. No tengo ni idea de lo que hacen...-
- Se supone que nadie debe saberlo. - comentó Hermione. - O por lo menos esa es la idea según lo que he leído…-
Al final consiguieron una buena fogata, y acababan de ponerse a freír huevos y salchichas cuando llegaron Bill, Charlie y Percy, procedentes del bosque.
- ¡Ahora mismo acabamos de aparecernos, papá! - anunció Percy en voz muy alta. - ¡Qué bien, el almuerzo! -
Capítulo 82 - Irlanda vs Bulgaria, la Gran Final
Estaban dando cuenta de los huevos y las salchichas cuando el señor Weasley se puso en pie de un salto, sonriendo y haciendo gestos con la mano a un hombre que se les acercaba a zancadas.
- ¡Ajá! - dijo. - ¡El hombre del día! ¡Ludo! -
Ludo Bagman era con diferencia la persona menos discreta que Harry había visto hasta aquel momento, incluyendo al anciano Archie con su camisón. Llevaba una túnica larga de Quidditch con gruesas franjas horizontales negras y amarillas, con la imagen de una enorme avispa estampada sobre el pecho. Su aspecto era el de un hombre de complexión muy robusta en decadencia, y la túnica se le tensaba en torno de una voluminosa barriga que seguramente no había tenido en los tiempos en que jugaba en la selección inglesa de Quidditch. Tenía la nariz aplastada (probablemente se la había roto una Bludger perdida, pensó Harry), pero los ojos, redondos y azules, y el pelo, corto y rubio, lo hacían parecer un niño muy crecido.
- Ahora entiendo porque los encargados de que los muggles no se enteren de a que hemos venido hacer aquí tienen problemas para mantener el orden. - pensó Harry, arqueando las cejas.
- ¡Ah, de la casa! - les gritó Bagman, contento. Caminaba como si tuviera muelles en los talones, y resultaba evidente que estaba muy emocionado. - ¡El viejo Arthur! - dijo resoplando al llegar junto a la fogata. - Vaya día, ¿eh? ¡Vaya día! ¿A que no podíamos pedir un tiempo más perfecto? Vamos a tener una noche sin nubes...y todos los preparativos han salido sin el menor tropiezo...¡Casi no tengo nada que hacer! -
- Mas bien no ha hecho nada…- masculló Hermione en voz baja y fulminándole con la mirada.
Detrás de él pasó a toda prisa un grupo de magos del Ministerio muy ojerosos, señalando los indicios distantes pero evidentes de algún tipo de fuego mágico que arrojaba al aire chispas de color violeta, hasta una altura de seis o siete metros. Percy se adelantó apresuradamente con la mano tendida. Aunque desaprobaba la manera en que Ludo Bagman dirigía su departamento, quería causar una buena impresión.
- ¡Ah...sí! - dijo sonriendo el señor Weasley. - Éste es mi hijo Percy, que acaba de empezar a trabajar en el Ministerio...y éste es Fred...digo George, perdona...Fred es este de aquí...Bill, Charlie, Ron...mi hija Ginny...y sus amigos. Chloe Malfoy, Hermione Granger y Harry Potter. -
Bagman apenas reaccionó al oír el nombre de Harry, pero sus ojos se dirigieron como era habitual hacia la cicatriz que Harry tenía en la frente.
- Vaya, uno que no se sorprende tanto al verme. - pensó Harry, frunciendo el ceño. - Bueno, supongo que está bien así. -
- Éste es Ludo Bagman. - continuó el señor Weasley. - Ya lo conocéis, gracias a él hemos conseguido unas entradas tan buenas. -
Bagman sonrió e hizo un gesto con la mano como diciendo que no tenía importancia.
- ¿No te gustaría hacer una pequeña apuesta, Arthur? - dijo con entusiasmo, haciendo sonar en los bolsillos de su túnica negra y amarilla lo que parecía una gran cantidad de monedas de oro. - Roddy Pontner ya ha apostado a que Bulgaria marcará primero, y yo me he jugado una buena cantidad, porque los tres delanteros de Irlanda son los más fuertes que he visto en años...Y Agatha Timms se ha jugado la mitad de las acciones de su piscifactoría de anguilas a que el partido durará una semana. -
- Eh...bueno, bien. - respondió el señor Weasley. - Veamos...¿un galeón a que gana Irlanda? -
- ¿Un galeón? - Ludo Bagman parecía algo decepcionado, pero disimuló. - Bien, bien...¿alguna otra apuesta? -
- Son demasiado jóvenes para apostar. - dijo el señor Weasley. - A Molly no le gustaría...-
- Huy, creo que decir eso no ayudará a que los gemelos se abstengan de apostar. - pensó Harry con diversión.
- ¡Apostaremos treinta y siete galeones, quince Sickles y tres knuts a que gana Irlanda! - declaró Fred, al tiempo que él y George sacaban todo su dinero en común. -, pero a que Viktor Krum coge la Snitch. ¡Ah!, y añadiremos una varita de pega. -
- ¡No le iréis a enseñar al señor Bagman semejante porquería! - dijo Percy entre dientes.
Pero Bagman no pensó que fuera ninguna porquería. Por el contrario, su rostro infantil se iluminó al recibirla de manos de Fred, y, cuando la varita dio un chillido y se convirtió en un pollo de goma, Bagman prorrumpió en sonoras carcajadas. - ¡Estupendo! ¡Hacía años que no veía ninguna tan buena! - dijo maravillado. - ¡Os daré por ella cinco galeones! -
Percy hizo un gesto de pasmo y desaprobación, mientras que Harry, Hermione y Chloe se reían.
- Muchachos…- dijo el señor Weasley. - no quiero que apostéis...Eso son todos vuestros ahorros. Vuestra madre… -
- ¡No seas aguafiestas, Arthur! - bramó Ludo Bagman, haciendo tintinear con entusiasmo las monedas de los bolsillos. - ¡Ya tienen edad de saber lo que quieren! ¿Pensáis que ganará Irlanda pero que Krum cogerá la Snitch? No tenéis muchas posibilidades de acertar, muchachos. Os ofreceré una proporción muy alta. Así que añadiremos cinco galeones por la varita de pega y...-
El señor Weasley se dio por vencido cuando Ludo Bagman sacó una libreta y una pluma del bolsillo y empezó a anotar los nombres de los gemelos.
- ¡Gracias! - dijo George, tomando el recibo de pergamino que Bagman le entregó y metiéndoselo en el bolsillo delantero de la túnica. Bagman se volvió al señor Weasley muy contento. - ¿Podría tomar un té con vosotros? Estoy buscando a Barty Crouch. Mi homólogo búlgaro está dando problemas, y no entiendo una palabra de lo que dice. Barty sí podrá, él habla ciento cincuenta lenguas. -
- ¿¡LO DICE EN SERIO O EN BROMA!? - pensó Harry, sintiendo que su cabeza quería explotar. - Ci-ciento cincuenta…ciento cincuenta lenguas…no puede hablar en serio…- suspiró como si hubiera sido derrotado. Entonces, vio que Hermione estaba tan sorprendida como él.
- ¿El señor Crouch? - dijo Percy, abandonando de pronto su tieso gesto de reprobación y estremeciéndose palpablemente de entusiasmo. - ¡Habla más de doscientas! Habla sirenio, duendigonza, trol...-
Harry rodó los ojos. Eso ya era una exageración.
- Todo el mundo es capaz de hablar trol. -lo interrumpió Fred con desdén. - No hay más que señalar y gruñir. -
Percy le echó a Fred una mirada muy severa y avivó el fuego para volver a calentar la tetera.
- ¿Sigue sin haber noticias de Bertha Jorkins, Ludo? - preguntó el señor Weasley, mientras Bagman se sentaba sobre la hierba, entre ellos.
- No ha dado señales de vida. - repuso Bagman con toda calma. - Ya volverá, la pobre Bertha...tiene la memoria como un caldero lleno de agujeros y carece por completo de sentido de la orientación. Pongo las manos en el fuego a que se ha perdido. Seguro que regresa a la oficina cualquier día de octubre pensando que todavía es julio. -
- ¿No crees que habría que enviar ya a alguien a buscarla? - sugirió el señor Weasley al tiempo que Percy le entregaba a Bagman la taza de té.
- Es lo mismo que dice Barty Crouch. - contestó Bagman, abriendo inocentemente los redondos ojos. - Pero en este momento no podemos prescindir de nadie. ¡Vaya! ¡Hablando del rey de Roma! ¡Barty! -
Junto a ellos acababa de aparecerse un mago que no podía resultar más diferente de Ludo Bagman, el cual se había despatarrado sobre la hierba con su vieja túnica de las Avispas. Barty Crouch era un hombre mayor de pose estirada y rígida que iba vestido con corbata y un traje impecablemente planchado. Llevaba la raya del pelo tan recta que no resultaba natural, y parecía como si se recortara el bigote de cepillo utilizando una regla de cálculo. Le relucían los zapatos. Harry comprendió enseguida por qué Percy lo idolatraba, pues él creía ciegamente en la importancia de acatar las normas con total rigidez, y el señor Crouch había observado de un modo tan escrupuloso la norma de vestir como muggles que habría podido pasar por el director de un banco.
- Siéntate un rato en el césped, Barty. - lo invitó Ludo con su alegría habitual, dando una palmada en el césped, a su lado.
- No, gracias, Ludo. - dijo el señor Crouch, con una nota de impaciencia en la voz. - Te he buscado por todas partes. Los búlgaros insisten en que tenemos que ponerles otros doce asientos en la tribuna...-
- ¿Conque era eso lo que querían? - se sorprendió Bagman. - Pensaba que ese tío me estaba pidiendo doscientas aceitunas. ¡Qué acento tan endiablado! -
- Señor Crouch…. - dijo Percy sin aliento, inclinado en una especie de reverencia que lo hacía parecer jorobado. - ¿querría tomar una taza de té? -
- ¡Ah! - contestó el señor Crouch, mirando a Percy con cierta sorpresa. - Sí... gracias, Weatherby. -
A Fred y a George se les atragantó el té de la risa. Ron, Ginny y Chloe hicieron un amago y ocultaron sus carcajadas. Percy, rojo como un tomate, se encargó de servirlo.
- Ah, también tengo que hablar contigo, Arthur. - dijo el señor Crouch, fijando en el padre de Ron sus ojos de lince. - Alí Bashir está en pie de guerra, quiere comentarte lo del embargo de alfombras voladoras. -
El señor Weasley exhaló un largo suspiro. - Justo esta semana pasada le he enviado una lechuza sobre este tema. Se lo he dicho más de cien veces: las alfombras están definidas como un artefacto muggle en el Registro de Objetos de Encantamiento Prohibidos. ¿No habrá manera de que lo entienda? -
- Creo que no. - reconoció el señor Crouch, tomando la taza que le tendía Percy. - Está desesperado por exportar a este país. -
Súbitamente, Harry se imaginó a si mismo vestido como todo un sultán, volando encima de una azulada alfombra mágica acompañado de Hermione, que iba con un vestido azul y con el total propósito de darle un beso a la luz de la luna en mitad de un páramo desértico, pero la charla de los adultos terminó por devolverlo a la realidad.
- Bueno, nunca sustituirán a las escobas en Gran Bretaña, ¿no os parece? - observó Bagman.
- Alí piensa que en el mercado hay un hueco para el vehículo familiar - repuso el señor Crouch con voz autoritaria. - Recuerdo que mi abuelo tenía una Axminster de doce plazas. Por supuesto, eso fue antes de que las prohibieran. - lo dijo como si no quisiera dejar duda alguna de que todos sus antepasados habían respetado escrupulosamente la ley.
- ¿Así que has estado ocupado, Barty? - preguntó Bagman en tono jovial.
- Bastante…- contestó secamente el señor Crouch. - No es pequeña hazaña organizar Trasladores en los cinco continentes, Ludo. -
- Supongo que tanto uno como otro os alegraréis de que esto acabe. - comentó el señor Weasley.
Ludo Bagman se mostró muy asombrado. - ¿Alegrarme? Nunca lo he pasado tan bien... y, además, no se puede decir que no nos quede de qué preocuparnos. ¿Verdad, Barty? Aún hay mucho que organizar, ¿verdad? -
El señor Crouch levantó las cejas mirando a Bagman. - Hemos acordado no decir nada hasta que todos los detalles...-
- ¡Ah, los detalles! - dijo Bagman, haciendo un gesto con la mano para echar a un lado aquella palabra como si fuera una nube de mosquitos. - Han firmado, ¿no es así? Se han mostrado conformes, ¿no es así? Te apuesto lo que quieras a que muy pronto estos chicos se enterarán de algún modo. Quiero decir que, como es en Hogwarts donde va a tener lugar...-
Harry escuchó curioso. - ¿Qué se va a acontecer en Hogwarts? - pensó.
De repente, alguien se aclaró la garganta detrás de Bagman y el señor Crouch, los dos se volvieron. Bagman se puso algo nervioso mientras que el señor Crouch relajó su compostura, revelando un ligero sonrojo. Al principio, Harry no sabía muy bien de quien se trataba hasta que Chloe tiró por poco su taza cuando se dio cuenta de quien era. Madame Malfoy había aparecido, pero con una vestimenta para nada acorde con alguien de su edad (por mucho que aparentara ser más joven que la mayoría a su edad). Contrario al vestido que llevaba la primera vez que la vio en persona, era como si la muñeca Barbie hubiera cobrado vida, porque el vestido era idéntico al de la muñeca de Chloe.
- Por fin os encuentro. - dijo con severidad y las manos en las caderas, aunque era difícil tomársela en serio. Llevaba puesta ropa de verano muggle, con el pelo recogido en una cola de caballo, unas elegantes gafas de sol, una camiseta azul cielo con bordes rosa, una falta de partía del abdomen hasta casi la altura de las rodillas y unas zapatillas deportivas blancas de la marca Nike. - ¿Dónde os habíais metido? Amelia y yo tenemos a los búlgaros a la espera de los doce asientos (menos mal que ella entiende el búlgaro). ¿Va todo bien? No habréis llamado demasiado la atención de los muggles, ¿verdad? Ludo…-
- Como tú desde luego que no…- dijo Bagman, sonriendo como tonto y jugueteando con la taza.
- ¿Cómo dices? - inquirió Madame Malfoy, entonando los ojos.
- Lo que mi compañero aquí presente dice es que vamos de inmediato. - dijo de forma cortante el señor Crouch. - Gracias por el té, Weatherby. - le devolvió a Percy la taza, que continuaba llena, y aguardó a que Ludo se levantara.
Apurando el té que le quedaba, Bagman se puso de pie con esfuerzo acompañado del tintineo de las monedas que llevaba en los bolsillos. - ¡Hasta luego! - se despidió. - Estaréis conmigo en la tribuna principal. ¡Yo seré el comentarista! - saludó con la mano, Barty Crouch hizo un breve gesto con la cabeza, y tanto uno como otro se desaparecieron.
- Debí imaginar que él te había dado las entradas Arthur. - suspiró Madame Malfoy, después de darle un abrazo a su hija.
- Si, - farfulló el señor Weasley. - verás Narcisa, lo que pasa es que Ludo me pidió que…-
- Honestamente, - dijo Madame Malfoy en tono cortante. - tratándose de Ludo prefiero no saber lo que te ha pedido. Seguro que se trata de alguna tontería relacionada con los artículos de broma, o quizás le han vuelto a pegar con una Bludger... ¡Agh! Ese hombre no tiene remedio…-
- ¿Alguien nos puede decir que va a pasar en Hogwarts? - preguntó Fred, que había contenido las ganas de formular aquella pregunta. - ¿A qué se referían? -
- No tardaréis en enteraros. - contestó el señor Weasley, sonriendo.
- Es información reservada, - dijo Percy con frialdad. - hasta que el ministro juzgue conveniente levantar el secreto. El señor Crouch ha hecho lo adecuado al no querer revelar nada. -
- ¡Cállate, Weatherby! - le espetó Fred.
- Tiene razón, queda terminante prohibido hablar de ese asunto hasta que se levante el secreto, - explicó Madame Malfoy, al mismo tiempo que Percy estaba listo para pelearse con Fred. - pero ya que mencionaron Hogwarts podéis estar seguros de que Dumbledore os explicará en qué consiste el secreto a su debido tiempo…- se sentó al lado de Chloe y le extendió lo que parecía una camiseta de Irlanda en miniatura. - Ten cielo, - le dijo a su hija cariñosamente. - te lo dejaste en casa. Me imagino que querrás tenerla a punto para el partido de esta noche. - añadió, señalando a su muñeca.
Chloe se sonrojó, pero asintió. - Gracias por traerlo mamá. - dijo con algo de timidez, mientras que Ginny se reía y Ron ponía mala cara.
- Esto…- dijo el señor Weasley, con una extraña mirada dirigida a Madame Malfoy. - perdón por mi atrevimiento, pero…¿tú escogiste ese conjunto? -
- ¿Hablas de mi ropa? - preguntó Madame Malfoy, pero esta vez en un tono más informal. - No tenía mucha idea de que ponerme para este evento, aunque como has podido observar, muchos de los nuestros han pasado de largo del protocolo. La cuestión es que mi hija sabe mucho de como visten las mujeres muggle, así que le pedí asesoramiento. La ropa es cómoda, y la veo muy elegante para lo que es el verano, aunque no he podido evitar observar a mucha gente mirándome de manera extraña. No entiendo muy bien porque…-
- Creo que ni ella se ha dado cuenta de que así llama mucho la atención…- pensó Harry. Entonces miró a Hermione y por un momento se la imaginó con esa ropa, lo que provocó que sus mejillas entraran en calor.
Poco después Harry le preguntó a Madame Malfoy sobre la investigación que estaban haciendo en relación al seguidor de Voldemort enmascarado que le atacó en la Feria.
- Nos gustaría decirte que tenemos un gran avance, - empezó brevemente, mientras tomaba el té. - pero no es nuestra intención venderte humo, eso es más propio de esa…odiosa periodista. Lo cierto es que no nos ha dado mucho tiempo para investigar a este enmascarado por culpa del Mundial. Entonces pensé en pedir ayuda a Snyde para vigilarte en caso de que apareciera él o el hombre con máscara de serpiente que quiso secuestrarte antes del verano. Luego, obviamente, me enteré de que habían asignado a Tonks para vigilarte, lo cual está muy bien, por lo menos tienes gente cubriendo tus espaldas. Una vez tengamos este asunto zanjado todos volveremos al trabajo, y comenzaremos a trabajar seriamente en este caso. Sobra decir que hasta que no tengamos certeza de quien se oculta tras esas máscaras no detendremos la investigación. He hablado con Amelia para trazar un plan junto a Rufus de cara a lo que…va a acontecer en Hogwarts. De una forma u otra será muy importante reforzar la seguridad…-
- Genial, - pensó Harry con desgana. - más vigilancia…como si no tuviera suficiente con los profesores…- finalmente entendió que en referencia a sus atacantes por lo que dejó el tema zanjado.
Después de una breve charla sobre cómo llegar a los asientos que había reservado Bagman para ellos, Madame Malfoy se despidió porque tenía que volver al trabajo. Conforme avanzaba la tarde la emoción aumentaba en el cámping, como una neblina que se hubiera instalado allí. Al oscurecer, el aire aún estival vibraba de expectación, y, cuando la noche llegó como una sábana a cubrir a los miles de magos, desaparecieron los últimos vestigios de disimulo. El Ministerio parecía haberse resignado ya a lo inevitable y dejó de reprimir los ostensibles indicios de magia que surgían por todas partes.
Los vendedores se aparecían a cada paso, con bandejas o empujando carros en los que llevaban cosas extraordinarias: escarapelas luminosas (verdes de Irlanda, rojas de Bulgaria) que gritaban los nombres de los jugadores, sombreros puntiagudos de color verde adornados con tréboles que se movían. Bufandas del equipo de Bulgaria con leones estampados que rugían realmente. Banderas de ambos países que entonaban el himno nacional cada vez que se las agitaba.
Miniaturas de Saetas de Fuego que volaban de verdad y figuras coleccionables de jugadores famosos que se paseaban por la palma de la mano en actitud jactanciosa.
- He ahorrado todo el verano para esto…- le dijo Ron a Harry mientras caminaban con Hermione y Chloe entre los vendedores, comprando recuerdos.
Aunque Ron se compró un sombrero con tréboles que se movían y una gran escarapela verde, adquirió también una figura de Viktor Krum, el buscador del equipo de Bulgaria. La miniatura de Krum iba de un lado para otro en la mano de Ron, frunciendo el entrecejo ante la escarapela verde que tenía delante.
- ¡Wow! ¡Mirad esto! - exclamó Harry, acercándose rápidamente hasta un carro lleno de montones de unas cosas de metal que parecían prismáticos excepto en el detalle de que estaban llenos de botones y ruedecillas.
- Son omniculares. - explicó el vendedor con entusiasmo. - Se puede volver a ver una jugada...pasarla a cámara lenta, y si quieres te pueden ofrecer un análisis jugada a jugada. Son una ganga, diez galeones cada uno. -
- Ahora me arrepiento de lo que he comprado…- reconoció Ron, haciendo un gesto desdeñoso hacia el sombrero con los tréboles que se movían y contemplando los omniculares con ansia.
- Deme tres. - le dijo Harry al mago con una sonrisa orgullosa.
- No...déjalo - pidió Ron, poniéndose colorado. Siempre le cohibía el hecho de que Harry, que había heredado de sus padres una pequeña fortuna, tuviera mucho más dinero que él.
- Es mi regalo de Navidad... - le explicó Harry, poniéndoles a él y a Hermione los omniculares en la mano. - ¡De los próximos diez años! - añadió, guiñándoles el ojo. - Naaa, es solo un suvenir y ya. -
- Conforme. - aceptó Ron, sonriendo.
- ¡Muchas gracias, Harry! - dijo Hermione, con una sonrisa radiante. - Yo compraré unos programas...-
- Yo he comprado para Ginny, para Fred, para George, para el señor Weasley y para mí. - dijo Chloe con un brillo en los ojos. - ¡Así nadie se perderá ningún detalle de este partido! -
- Solo le faltó comprar unos para su dichosa muñeca…- murmuró Ron con fastidio, haciendo reír a Harry.
Con los bolsillos considerablemente menos abultados, regresaron a las tiendas. Bill, Charlie y Ginny llevaban también escarapelas verdes, el señor Weasley tenía una bandera de Irlanda, lo cual puso muy contenta a Chloe, que se apresuró en ponerse la camiseta de la selección irlandesa y pintarse las mejillas con los colores del equipo. Fred y George no habían comprado nada porque le habían entregado todo el dinero a Bagman, pero recibieron agradecidos los omniculares que Chloe compró para ellos. Y entonces se oyó el sonido profundo y retumbante de un gong al otro lado del bosque, y de inmediato se iluminaron entre los árboles unos faroles rojos y verdes, marcando el camino al estadio.
- ¡Ya es la hora! - anunció el señor Weasley, tan impaciente como los demás. - ¡Vamos! -
Harry y compañía cogieron todo lo que habían comprado y, siguiendo al señor Weasley, se internaron a toda prisa en el bosque por el camino que marcaban los faroles. Oían los gritos, las risas, los retazos de canciones de los miles de personas que iban con ellos. La atmósfera de febril emoción se contagiaba fácilmente, y el azabache no podía dejar de sonreír.
- ¡Ya me gustaría un ambiente así en una final de Gryffindor contra Slytherin! - pensó con diversión.
Caminaron por el bosque hablando y bromeando en voz alta unos veinte minutos, hasta que al salir por el otro lado se hallaron a la sombra de un estadio colosal. Aunque Harry sólo podía ver una parte de los inmensos muros dorados que rodeaban el campo de juego, calculaba que dentro podrían haber cabido, sin apretujones, diez catedrales.
- Increíble…- Harry casi se quedó sin palabras por el asombro. - nunca he visto un estadio tan grande…-
- Hay asientos para más de cien mil personas. - explicó el señor Weasley, observando la expresión de asombro por parte de Harry. - Quinientos funcionarios han estado trabajando durante todo el año para levantarlo. Cada centímetro del edificio tiene un repelente mágico de muggles. Cada vez que los muggles se acercan hasta aquí, recuerdan de repente que tenían una cita en otro lugar y salen pitando...¡Merlín los bendiga! - añadió en tono cariñoso, encaminándose delante de los demás hacia la entrada más cercana, que ya estaba rodeada de un enjambre de bulliciosos magos y brujas.
- ¡Asientos de primera! - dijo la bruja del Ministerio apostada ante la puerta, al comprobar sus entradas. - ¡Tribuna principal! Todo recto escaleras arriba, Arthur, arriba del todo. -
Las escaleras del estadio estaban tapizadas con una suntuosa alfombra de color púrpura. Subieron con la multitud, que poco a poco iba entrando por las puertas que daban a las tribunas que había a derecha e izquierda.
- ¿Aún no hemos llegado? - se quejó Ron. - No sabía que la zona noble está arriba del todo…-
- ¿Ahora permiten el acceso a la tribuna principal a cualquiera, y aun así escuchó quejas? No podía esperar menos de gente que no está acostumbrada a rodearse de la nobleza. -
Harry se detuvo porque alguien había pillado su camiseta con la punta de pico de un bastón que no tardó en reconocer, y menos al escuchar aquella voz. Una escalera abajo se encontraba Lucius Malfoy, acompañado por Draco, que, a diferencia de su padre, que iba vestido con una túnica negra de mago decorada con plata y esmeraldas en las mangas, él llevaba puesto un elegante traje negro que le daba aires de ser un rico empresario, pero demasiado joven para dedicarse a los negocios. Alzó la mirada y les hizo un gesto con la cabeza a modo de saludo.
Los fríos ojos de Lucius Malfoy recorrieron al señor Weasley y luego al grupo que lo acompañaba, hasta fijar sus ojos en su hija, que a diferencia de la incomodidad que demostraba cuando se cruzaban con él, tenía una mirada impropia de alguien tan alegre, una que Harry solía dedicarle a la gente que apoyaba a Voldemort. Los demás tenían miradas de rabia e incomodidad, mientras que Ginny tenía una extraña y fría mirada, lo cual era extraño teniendo en cuenta que Draco estaba ahí.
- Por Merlín, Arthur…- dijo Lucius Malfoy con suavidad. - ¿Qué has tenido que vender para comprar entradas en la tribuna principal? Me imagino que no te ha llegado sólo con la casa. -
- Arthur no ha tenido que vender nada para conseguir las entradas, Malfoy…- dijo alguien con furia. Para sorpresa de todos, era Sirius, que apareció detrás de Chloe junto con Remus y Chiara.
- ¡Sirius! -
- Vaya, el que faltaba. - dijo Lucius Malfoy en tono despreciable. - No solo dejan entrar a gente sin dinero, también a fugados de la justicia mágica…-
- ¡Sigue hablando y con gusto te arrastraré a una celda a golpes! - espetó Sirius, que hizo un ademán, como si quisiera golpearle, pero Remus le detuvo.
- Y hombres lobo…- se jactó Malfoy. - vaya, vaya, esto mejora por momentos. -
- Padre, - habló finalmente, dirigiéndose a su padre. - recuerda lo que dijo madre. Hemos venido a asistir a la final del Mundial, no a montar espectáculos como el de hace dos años. -
- Quiero recordarte que el amante de la metodología sangre sucia fue quien empezó a comportarse de manera vulgar aquel día. - le espetó Lucius, y Harry apretó los puños. - No es de extrañar en realidad. Qué otra cosa se podía esperar de este amante de la escoria sin magia…-
- ¡CÁLLATE! -
Harry se quedó de piedra cuando escuchó aquel grito. Todos se quedaron igual cuando vieron quién había sido. Chloe tenía los puños tan apretados como los de Harry y la cara contorsionada de rabia. Mientras tanto, la gente seguía subiendo detrás de ellos, casi huyendo de la escena que estaban viendo.
- ¿Qué has dicho? - inquirió Lucius Malfoy, con un hilo de rabia mientras fulminaba a su hija.
- ¡Deja de meterte con mis amigos! - espetó ella con rabia. - ¿¡Para qué diablos tuviste que venir!? ¿¡Para molestar!? -
- Te atreves a hablarme así…-
- ¿¡Y CÓMO DIABLOS QUIERES QUE TE HABLE!? - estalló Chloe. - ¡DESPUÉS DE TODO LO QUE HAS HECHO TE ATREVES A VENIR AQUÍ Y…! -
- Sigue hablando tonterías de mi persona y lo lamentarás…- dijo Malfoy con voz gélida. - O peor para ti, podrás ir despidiéndote de Hogwarts. - a pesar de la amenaza, Chloe le mantuvo la mirada fija, desafiante. - Debería haberlos mandado a Durmstrang a los dos desde un principio, esas amistades que has hecho a la larga, solo te traerán dolor...Muévete Draco, quiero saludar a unos viejos amigos de esta tribuna…-
Malfoy se marchó hacia una tribuna que estaba en el piso donde se encontraban, seguido por un Draco que parecía abatido. Harry se volvió hacia Chloe, solo para ver que había comenzado a llorar en silencio. Sirius, percatándose de ello se acercó a ella y le dio un abrazo.
- Esto no quedará así, tu madre tiene que saberlo. - le dijo con seriedad, pero ella negó con la cabeza. - ¿Qué es lo que ese imbécil ha hecho? ¿Temes que si se lo cuentas a tu madre ella decida…? -
- El solo me ha tratado como si no fuera su hija desde que estoy en Gryffindor…- dijo ella débilmente, mientras reanudaban la subida hacia la tribuna principal, ante las miradas de desconcierto de la gente que les rodeaba. - Y si le dijera a mi madre todo cuanto he descubierto de él…creo que sería el fin de nuestra familia. -
- Quizás no quieras escuchar esto, - dijo con una sonrisa triste. - pero…cuando tenía tu edad también tuve que enfrentar a mis padres…Es triste decirlo, pero hay veces donde nos toca ser fuertes para enfrentarlos cuando somos conscientes de lo equivocados que están, como has hecho hoy. -
Siguieron subiendo de manera solemne hasta llegar al final de la escalera y se encontraron en una pequeña tribuna ubicada en la parte más elevada del estadio, justo a mitad de camino entre los dorados postes de gol.
Contenía unas cuarenta butacas de color rojo y dorado, repartidas en dos filas. Por supuesto, no fue lo único que se encontraron, ya que allí sentados estaban varios conocidos con los que Harry y compañía habían coincidido durante su estancia en el campamento. A su derecha se encontraban Tonks, Mérula, Tulip, Penny y su hermana Beatrice.
- ¡Hola! - dijo Tonks alegremente. - Ho…hola Remus. - añadió brevemente, con una extraña mirada dirigida hacia él. - Ya era hora de que llegarais, estaba a punto de ir a buscaros. Esto…¿va todo bien? ¿Por qué esas caras tan largas? -
- Lucius Malfoy. - respondió Sirius, haciendo una mueca. - No podía quedarse en casa tranquilo pudiendo venir aquí a pavonearse entre tantos magos y brujas de alta influencia. -
- Y tampoco podía dejar pasar otra oportunidad de meterse con el señor Weasley. - añadió Harry con enfado.
- ¿Podemos dejarlo ya, por favor? - dijo Chloe, claramente incomoda. - Hemos venido a ver la final del mundial, no ha hablar de…mi padre. -
- Si tu padre es un cretino se dice y no para nada. - soltó Mérula con desdén.
- ¡Mérula! - exclamó Penny.
- Esta bien…- gaznó Mérula. - pero sigo sin entender porque Narcisa tiene ese empeño por mantener su matrimonio. Su marido es un lastre, y solo le da una mala imagen. -
- ¡Chiara! - dijo Tonks, saludando a la enfermera. - No te he visto desde que salimos de Hogwarts. ¿Por qué no me has escrito? Oye, ¿y cómo es que estás aquí?
- Bueno, - farfulló ella tímidamente, mientras que Penny, Tulip y Beatrice se acercaban para saludarla. - es que me pusieron a cargo de la rehabilitación de Sirius y…en fin, me ha invitado a asistir a la final. - Mérula le lanzó una mirada fulminante a Sirius, pero el solo se encogió de hombros.
- Ante todo soy un hombre agradecido. - afirmó él.
- Si tú lo dices. - dijo Remus, silbando un poco.
Después de dejar pasar el encontronazo con Lucius Malfoy, el grupo saludó a las acompañantes de Mérula y tomaron asiento en la fila de delante. Harry observó el estadio que tenían a sus pies, cuyo aspecto nunca hubiera imaginado. Mas de cien mil magos y brujas ocupaban sus asientos en las gradas dispuestas en torno al largo campo oval.
- ¿Cómo es que estáis en los asientos de primera? - le preguntó el señor Weasley a Sirius, tratando de recuperar los ánimos.
- Fudge. - respondió, con una risa seca. - El tío está en deuda conmigo, por lo que me regaló hasta cinco entradas para ver la final. Lo cierto es que intenté convencer a los padres de Tonks para que acudieran, pero bueno, ellos se lo pierden. Le pregunté a Harry donde os sentaríais, y él dijo en "asientos de primera". Con eso me lo dijo todo. - Harry sonrío.
- ¿Y a quienes vais a apoyar? - le preguntó Fred a Remus y Sirius.
- Me da igual quien gane en realidad, - dijo Remus con una sonrisa. - yo solo espero disfrutar del partido. -
- Yo también, me da lo mismo, solo vengo por el espectáculo. - afirmó Sirius. - Ahora bien, espero que NUESTRO equipo tome nota para que no se repita el desastre que han protagonizado en este Mundial. - se quejó, hundiéndose en su asiento.
- Yo también voy con irlandeses. - escuchó hablar a Tonks con Chloe, que había recuperado un poco los ánimos con el pasar de los minutos. - Es cierto que los búlgaros tienen a Krum, pero los irlandeses cuentan con un equipo mejor organizado, sobre todo los cazadores.
- Y no te olvides de Erika. - señaló Chloe automáticamente.
- ¿Quién puede olvidar a esa tía tan enorme? - se río Tonks. - ¡Oh! Eso me recuerda…- de repente, su cabello adoptó un tono verdoso, combinado con ligeras franjas blancas. - Bien, ahora estoy lista para animar a Irlanda. -
Todo estaba envuelto en una misteriosa luz dorada que parecía provenir del mismo estadio. Desde aquella elevada posición, el campo parecía forrado de terciopelo. A cada extremo se levantaban tres aros de gol, a unos quince metros de altura. Justo enfrente de la tribuna en que se hallaban, casi a la misma altura de sus ojos, había un panel gigante. Unas letras de color dorado iban apareciendo en él, como si las escribiera la mano de un gigante invisible, y luego se borraban.
Al fijarse, Harry se dio cuenta de que lo que se leía eran anuncios que enviaban sus destellos a todo el estadio.
- Veamos, - pensó, comenzando a leer. - "La Moscarda, una escoba para toda la familia. Fuerte, segura y con alarma antirrobo incorporada...Quitamanchas mágico multiusos de la Señora Skower: adiós a las manchas, adiós al esfuerzo...Harapos finos, moda para magos: Londres, París, Hogsmeade..." Vaya, ni una vez me tomo la molestia en ver los anuncios mágicos, son estupendos. -
Harry apartó los ojos de los anuncios y miró por encima del hombro para ver con quiénes compartían la tribuna. Hasta entonces no había llegado nadie, salvo una criatura diminuta que estaba sentada en la antepenúltima butaca de la fila de atrás. La criatura, cuyas piernas eran tan cortas que apenas sobresalían del asiento, llevaba puesto a modo de toga un paño de cocina y se tapaba la cara con las manos. Aquellas orejas largas como de murciélago le resultaron curiosamente familiares...
- ¿Dobby? - preguntó Harry, extrañado. La diminuta figura levantó la cara y separó los dedos, mostrando unos enormes ojos castaños y una nariz que tenía la misma forma y tamaño que un tomate grande. No era Dobby. pero no cabía duda de que se trataba de un elfo doméstico, como había sido Dobby, el amigo de Harry, hasta que éste lo liberó de sus dueños, la familia Malfoy.
- ¿¡El señor acaba de llamarme Dobby!? - chilló el elfo de forma extraña, por el resquicio de los dedos. Tenía una voz aún más aguda que la de Dobby, apenas un chillido flojo y tembloroso que le hizo suponer a Harry (aunque era difícil asegurarlo tratándose de un elfo doméstico) que era hembra. Chloe se volvió casi en el acto, seguido de Ron y Hermione. Aunque Harry les había hablado mucho de Dobby, nunca habían llegado a verlo personalmente. Incluso el señor Weasley, Sirius y Remus se mostraron interesados.
- Disculpe. - le dijo Harry a la elfina. - Creo que la he confundido con un conocido. -
- ¡Yo también conozco a Dobby, señor! - chilló la elfina. Se tapaba la cara como si la luz la cegara, a pesar de que la tribuna principal no estaba excesivamente iluminada. - Me llamo Winky, señor... y usted, señor...- En ese momento reconoció la cicatriz de Harry, y los ojos se le abrieron hasta adquirir el tamaño de dos platos pequeños. - ¡Usted es, sin duda, Harry Potter! -
Harry asintió, suspirando un poco.
- ¡Dobby habla todo el tiempo de usted, señor! - dijo ella, bajando las manos un poco, pero conservando su expresión de miedo.
- ¿Cómo se encuentra? - preguntó Harry con interés. - ¿Qué tal le sienta la libertad? -
- ¡Ah, señor! - respondió Winky, moviendo la cabeza de un lado a otro. - No quisiera faltarle al respeto, señor, pero no estoy segura de que le hiciera un favor a Dobby al liberarlo, señor. -
- ¿Liberaste a un elfo domestico? - preguntó Sirius con sorpresa.
- Si. Es una larga historia, después te lo cuento. - le dijo Harry, antes de volver a dirigir su atención a la elfina. - ¿Por qué crees que no le hice un favor? ¿Qué le pasa? -
- La libertad se le ha subido a la cabeza, señor. - dijo Winky con tristeza. - Tiene raras ideas sobre su condición, señor. No encuentra dónde colocarse, señor. -
- ¿Por qué no? - inquirió Harry.
Winky bajó el tono de su voz media octava. - Pretende que le paguen por trabajar, señor. -
- ¿Que le paguen? - repitió Harry, sin entender. - Si trabaja, es obvio que deben pagarle, ¿Por qué no iban a hacer eso? -
La idea pareció espeluznar a Winky, que cerró los dedos un poco para volver a ocultar parcialmente el rostro. - ¡A los elfos domésticos no se nos paga, señor! - explicó en un chillido amortiguado. - No, no, no. Le he dicho a Dobby, se lo he dicho, ve a buscar una buena familia y asiéntate, Dobby. Se está volviendo un juerguista, señor, y eso es muy indecoroso en un elfo doméstico. Si sigues así, Dobby, le digo, lo próximo que oiré de ti es que te han llevado ante el Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas, como a un vulgar duende. -
- ¡Caray! - dijo Sirius alegremente. - ¡Ese elfo amigo tuyo sí que sabe cómo divertirse Harry!
- ¡La diversión no es para los elfos domésticos, señor! - repuso Winky con firmeza desde detrás de las manos que le ocultaban el rostro. - Los elfos domésticos obedecen. No soporto las alturas, Harry Potter...- Miró hacia el borde de la tribuna y tragó saliva. - Pero mi amo me manda venir a la tribuna principal, y vengo, señor. -
- ¿Por qué te manda venir tu amo si sabe que no soportas las alturas? - preguntó Harry, frunciendo el entrecejo.
- Mi amo...mi amo quiere que le guarde una butaca, Harry Potter, porque está muy ocupado… - dijo Winky, inclinando la cabeza hacia la butaca vacía que tenía a su lado. - Winky está deseando volver a la tienda de su amo, Harry Potter, pero Winky hace lo que le mandan, porque Winky es una buena elfina doméstica. -
Aterrorizada, echó otro vistazo al borde de la tribuna, y volvió a taparse los ojos completamente. Harry se volvió a los otros.
- ¿Así que eso es un elfo doméstico? - murmuró Ron. - Son extraños, ¿verdad? -
- Si, y Dobby se merece el premio a "Elfo Modelo". - dijo Harry, orgulloso de su amigo elfo, mientras veía como Sirius y Remus murmuraban algo entre ellos. Parecían bastante divertidos.
Ron sacó los omniculares y comenzó a probarlos, mirando con ellos a la multitud que había abajo, al otro lado del estadio. - ¡Sensacional! - exclamó, girando el botón de retroceso que tenía a un lado. - Puedo hacer que aquel viejo se vuelva a meter el dedo en la nariz una vez...y otra...y otra...-
- A este paso tendremos que ir a por cubo, no vaya a marearse…- susurró Ginny a Chloe, y esta por fín se rio.
Hermione, mientras tanto, leía con interés su programa forrado de terciopelo y adornado con borlas. - Antes de que empiece el partido habrá una exhibición de las mascotas de los equipos. - leyó en voz alta.
- Eso siempre es digno de ver. - dijo el señor Weasley. - Las selecciones nacionales traen criaturas de su tierra para que hagan una pequeña exhibición. -
- Estupendo, he traído una cámara de fotos. - dijo Remus, sacando de su mochila una cámara de hacer fotos con flash. - Si tenemos que actuar como muggles...-
- Solo en el campamento, Lunático…- suspiró Sirius con los ojos entrecerrados.
- ¡Eso es esplendido Remus! - observó el señor Weasley con sumo interés. - Me da curiosidad saber el funcionamiento de las imágenes inmóviles que sacan los muggles.
- Supongo que hice bien en no aparecer por su casa con mi moto…- le susurró Sirius a Harry.
Durante la siguiente media hora se fue llenando lentamente la tribuna. Muchos miraban con curiosidad a Sirius, pero no le dirigían la palabra, lo cual no parecía importarle. En su lugar, pidió prestado a Hermione el programa forrado de terciopelo para matar el tiempo. El señor Weasley no paró de estrechar la mano a personas que obviamente eran magos importantes. Percy se levantaba de un salto tan a menudo que parecía que tuviera un erizo en el asiento.
Cuando llegó Cornelius Fudge, el mismísimo ministro de Magia, la reverencia de Percy fue tan exagerada que se le cayeron las gafas y se le rompieron (Los gemelos, Sirius, Ron y Chloe se burlaron de él). Muy embarazado, las reparó con un golpe de la varita y a partir de ese momento se quedó en el asiento, echando miradas de envidia a Harry, a quien Cornelius Fudge saludó como si se tratara de un viejo amigo.
- ¡Harry muchacho, no veas como has crecido! - dijo, y Harry asintió, frunciendo el ceño. - No parece que hayan pasado un par de meses desde nuestro último encuentro. De hecho, es como si hubiera pasado medio año o más. Me alegro mucho de que no te pierdas este acontecimiento histórico. -
- ¡Hola Cornelius! - dijo Sirius felizmente desde su asiento, mirando con diversión al ministro. - ¿No piensas saludarnos? -
El ministro rápidamente dirigió su mirada a Sirius. - S-si, por supuesto. - farfulló, poniéndose algo colorado. - Ho-hola Sirius, un gusto verte también en la final. - dijo, sonriendo nerviosamente.
- Por supuesto querido Cornelius, - se burló Sirius con una sonrisa de oreja a oreja y guiñándole el ojo, mientras que los gemelos se reían en voz baja. - será un "magnífico espectáculo". -
Fudge dirigió su atención a Harry rápidamente. - Esto…Harry, me gustaría que conocieras a unos colegas de profesión. - dijo, llevándolo para presentarles a los magos que lo acompañaban. - Ya sabe, Harry Potter. - le dijo muy alto al ministro de Bulgaria, que llevaba una espléndida túnica de terciopelo negro con adornos de oro y parecía que no entendía una palabra de inglés. - ¡Harry Potter...! Seguro que lo conoce, el niño que sobrevivió a "Quien usted sabe"...Tiene que saber quién es...-
El búlgaro vio de pronto la cicatriz de Harry y, señalándola, se puso a decir en voz alta y visiblemente emocionado cosas que nadie entendía.
- Sabía que al final lo conseguiríamos…- le dijo Fudge a Harry cansinamente. - No soy muy bueno en idiomas, para estas cosas tengo que echar mano de Barty Crouch o de Amelia Bones. Ah, ya veo que la elfina doméstica de Barty le está guardando el asiento. Ha hecho bien, porque estos búlgaros quieren quedarse los mejores sitios para ellos solos...¡Ah, ahí está Narcisa! -
Harry, Ron, Hermione y Chloe se volvieron rápidamente. Los que se encaminaban hacía dos de los tres asientos aún vacíos de la segunda fila, justo detrás del padre de Ron, eran Madame Malfoy y Draco.
A diferencia de su encuentro en el campamento, Madame Malfoy se había puesto ropa más propia de una bruja. Un traje más propio de un duelista con capa esmeralda, además de un bordeado que parecían estrellas en vez de lentejuelas. A pesar de su elegancia, era evidente que no estaba contenta. Sus mejillas estaban rojas, pero de enfado. Draco se vería más pálido que de costumbre, como si hubiera presenciado Dementores.
- Buenas noches señor ministro. - dijo Madame Malfoy, tendiendo la mano al llegar ante el ministro de Magia.
- Errr…¿va todo bien, Narcisa? - preguntó Fudge. - ¿Y donde está Lucius? -
- Mi…marido, ha preferido acompañar a unos amigos suyos tres pisos más abajo. - respondió ella secamente.
- ¿De verdad? Hay que ver, y pensar que lo había invitado a acompañarnos está noche. Quiero decir, no hace mucho Lucius aportó una generosa contribución para el Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas. En fin, que le vamos a hacer. Ya que estas aquí permíteme presentarte a nuestros acompañantes. El señor Oblansk...Obalonsk…al señor... Bueno, es el ministro búlgaro de Magia, y, como no entiende ni jota de lo que digo, da lo mismo. Veamos quién más...Ah si, aquí tenemos a Arthur y sus hijos, a Sirius con sus acompañantes, a Mérula Snyde con los suyos…¿es cierto que la invitaste tu? -
- Necesitaba que alguien se ocupara de la protección de Harry Potter por ese asunto del que hablamos durante el verano. - explicó Madame Malfoy. - La oferta de trabajo incluía una invitación para ella y tres acompañantes, tal y como acordamos Amelia y usted mismo. -
- ¿Ah…sí? - farfulló el ministro. - Caray, con tanto trabajo no había caído en cuenta. Mis mas sinceras disculpas por la confusión…-
Poco después apareció Madame Bones (que saludó a todos, y le lanzó una especie de mirada cómplice a Harry) acompañada por Susan, quienes se sentarían en las butacas detrás del ministro. Madame Malfoy y Draco ocuparon sus asientos. Chloe, sin poder resistirse, se levantó y se sentó un momento con ellos para hablar. La conversación era en voz baja, pero Harry podía entender de que estaban hablando.
Al parecer, Madame Malfoy había discutido con su marido. El pequeño espectáculo que había montado mientras subía a la tribuna había sido visto por mucha gente. Era evidente que ella se iba a enterar. Entonces, Madame Malfoy abrazó a su hija y le dio un beso en la cabeza, animándola a volver con sus amigos y a que se divirtiera con el partido.
Un segundo más tarde, Ludo Bagman llegaba a la tribuna principal como si fuera un indio lanzándose al ataque de un fuerte. - ¿Todos listos? - preguntó. Su redonda cara relucía de emoción como un queso de bola grande. - Señor ministro, ¿qué le parece si empezamos? -
- Cuando tú quieras, Ludo. - respondió Fudge.
Bagman sacó la varita y se apuntó con ella a la garganta. - ¡Sonorus! - exclamó. Su voz se alzó por encima del estruendo de la multitud que abarrotaba ya el estadio y retumbó en cada rincón de las tribunas. - Damas y caballeros...¡Bienvenidos! ¡Bienvenidos a la cuadringentésima vigésima segunda edición de la Copa del Mundo de Quidditch! -
Los espectadores gritaron y aplaudieron. Ondearon miles de banderas, y los discordantes himnos de sus naciones se sumaron al jaleo de la multitud. El enorme panel que tenían enfrente borró su último anuncio (Grageas multisabores de Bertie Bott: ¡un peligro en cada bocado!) y mostró a continuación el marcador "BULGARIA: 0; IRLANDA: 0".
- Y ahora, sin más dilación, permítanme que les presente a...¡las mascotas del equipo de Bulgaria! - Las tribunas del lado derecho, que eran un sólido bloque de color escarlata, bramaron su aprobación.
- Me pregunto qué habrán traído. - dijo el señor Weasley, inclinándose en el asiento hacia delante. - ¡Aaah! - de pronto se quitó las gafas y se las limpió a toda prisa en la tela de la túnica. - ¡Son veelas! -
- Oh vaya…- murmuró Harry, ruborizándose e intentando utilizar Oclumancia. Él sabía quiénes eran las veelas, y lo tentadoras que podían ser su presencia.
Un centenar de ellas acababan de salir al terreno de juego. Aparentemente, las veelas eran mujeres, las mujeres más hermosas que cualquier mago pueda ver nunca...pero no eran precisamente humanas. Hizo cuanto pudo para omitir el resplandor plateado de su piel, o su pelo dorado abierto en abanico. Con un gran esfuerzo, gracias al poder de la Oclumancia, Harry no se veía tentado a hacer un acto de valentía inútil para tratar de impresionarlas. En cambio, Ron sintió un impulso por levantarse, pero Chloe, inflando los cachetes, lo agarró del brazo con brusquedad.
- ¿Pero qué haces? - le susurró con enfado. Sus mejillas estaban enrojecidas.
- ¿Eh…que? - farfulló Ron, que se detuvo adoptando una pose como si quisiera saltar de un trampolín.
- Estas haciendo el tonto, eso es lo que haces. - gruñó Chloe, obligándole a volver a sentarse.
- ¿Qué haces Sirius? - preguntó Chiara, alzando las cejas.
Cesó la música, Harry vio que Sirius se había levantado del asiento, y tenía un pie sobre la pared de la tribuna principal. Remus, que se controló mucho mejor que él, lo ayudó a volver a su asiento.
- Oh…vaya, lo siento…- farfulló Sirius entre risas.
Se escuchó a Madame Malfoy chasquear la lengua. Cuando Harry se volvió pudo ver como obligaba a Draco a sentarse de nuevo.
- Los hombres son tan patéticos que les pueden un puñado de veelas…- escuchó burlarse a Snyde.
El estadio se sumió en gritos de protesta, la multitud no quería que las veelas se fueran. Sirius volvió a su asiento, y parecía tan indignado como el resto de la multitud. Entonces Chloe repartió rápidamente unos tréboles entre Harry y sus amigos.
- Tenedlos a punto. - dijo con una amplia sonrisa. - Ahora veréis lo que pasa, será genial. -
- ¡Y ahora! - bramó la voz de Ludo Bagman. - ¡Tengan la bondad de alzar sus varitas para recibir a...! ¡las mascotas del equipo nacional de Irlanda! -
En aquel momento, lo que parecía ser un cometa de color oro y verde entró en el estadio como disparado, dio una vuelta al terreno de juego y se dividió en dos cometas más pequeños que se dirigieron a toda velocidad hacia los postes de gol. Repentinamente se formó un arco iris que se extendió de un lado a otro del campo de juego, conectando las dos bolas de luz.
La multitud exclamaba "¡oooooooh!" y luego "¡aaaaaaah!", como si estuviera contemplando un castillo de fuegos de artificio. A continuación, se desvaneció el arco iris, y las dos bolas de luz volvieron a juntarse y se abrieron. Formaron un trébol enorme y reluciente que se levantó en el aire y empezó a elevarse sobre las tribunas. De él caía algo que parecía una lluvia de oro.
- ¡Maravilloso! - exclamó Ron cuando los tréboles que había traído Chloe se elevaron sobre el estadio, dejando caer pesadas monedas de oro que rebotaban al dar en los asientos y en las cabezas de la multitud.
Entornando los ojos para ver mejor el trébol, Harry apreció que estaba compuesto de miles de hombrecitos diminutos con barba y chalecos rojos, cada uno de los cuales llevaba una diminuta lámpara de color oro o verde.
- ¡Son leprechauns! - explicó el señor Weasley, alzando la voz por encima del tumultuoso aplauso de los espectadores, muchos de los cuales estaban todavía buscando monedas de oro debajo de los asientos.
- ¡Aquí tienes! - dijo Ron muy contento, poniéndole a Harry un montón de monedas de oro en la mano. - ¡Por los omniculares! ¡Ahora me tendrás que comprar un regalo de Navidad, he, he! -
- Ronald…- dijo Harry, negando con la cabeza entre risas. - No me hace falta, mejor quédatelo tú. De todos modos, pienso comprarte algo por navidad. -
El enorme trébol se disolvió. Los leprechauns se fueron hacia el lado opuesto al que ocupaban las veelas, y se sentaron con las piernas cruzadas para contemplar el partido.
- ¡Y ahora, damas y caballeros! ¡Demos una calurosa bienvenida a la selección nacional de Quidditch de Bulgaria! Con ustedes... ¡Dimitrov! - Una figura vestida de escarlata entró tan rápido montada sobre el palo de su escoba que sólo se pudo distinguir un borrón en el aire. La afición del equipo de Bulgaria aplaudió como loca. - ¡Ivanova! - Una nueva figura hizo su aparición zumbando en el aire, igualmente vestida con una túnica de color escarlata. - ¡Zograf!, ¡Levski!, ¡Vulchanov!, ¡Volkov! Y con todos ustedes, el jugador del momento, ¡La Escoba de Oro! ¡VIKTOOOOOOOOOOOR KRUUUUUUUUUUUM! -
- ¡Es él, es él! - gritó Ron, siguiendo a Krum con los omniculares.
- ¡KRUUUUUUM! ¡KRUUUUUUM! ¡KRUUUUUUM! -
Prácticamente medio estadio comenzó a corear el apellido de Krum, y a continuación, esos espectadores extendieron lo que parecía una enorme pantalla que al juntarse se podía apreciar una animación del buscador búlgaro montado en su escoba y haciendo acrobacias.
El azabache congio sus omniculares y enfocó en dirección al buscador de Bulgaria. Viktor Krum era delgado, moreno y de piel cetrina, con una nariz grande y curva y cejas negras y muy pobladas. Semejaba una enorme ave de presa. Por un momento pareció que estaba mirando directamente hacia Harry, pero debía ser imaginaciones suyas. Mientras coreaban su nombre, Krum alzaba el puño, victorioso, y daba gracias por el recibimiento.
- Cuesta creer que este tío tenga solo dieciocho años…- pensó detenidamente - Ahora veremos si es tan genial como dicen…-
- ¡Y recibamos ahora con un cordial saludo ¡a la selección nacional de Quidditch de Irlanda! - bramó Bagman. - ¡Les presento a...! ¡Connolly!, ¡Ryan!, ¡Troy!, ¡Mullet!, ¡Moran!, ¡Rath! yyyyyyyyy...¡Lynch! -
- ¡AHÍ ESTÁ, AHÍ ESTA ERIKA! - saltó Chloe con emoción.
- Vaya, - escuchó hablar a Tonks. - creo que tiene más músculos que cuando estudiaba con nosotras. -
Siete borrones de color verde rasgaron el aire al entrar en el campo de juego. Harry dio vueltas a una ruedecilla lateral de los omniculares para ralentizar el movimiento de los jugadores hasta conseguir ver la inscripción "Saeta de Fuego" en cada una de las escobas y los nombres de los jugadores bordados en plata en la parte de atrás de las túnicas. Entonces pudo observar mejor a la jugadora que tanto le gustaba a Chloe.
Harry no recordaba ver antes a una chica con aquel nivel de masa muscular. Tenía un alargado cabello rubio recogido en una coleta, y su mirada era bastante intimidante. Parte de la grada comenzó a corear el nombre de Erika Rath, a lo cual ella respondió con un saludo. Chloe parecía ansiosa por saltar de la tribuna solo para conseguir un autógrafo.
Y entonces a Harry le entraron ganas de coger su Saeta de fuego y lanzarse al partido. - Sería interesante jugar como un profesional. Tal vez debería pensármelo…- pensó.
- ¡Y ya por fin, llegado desde Egipto, nuestro árbitro, el aclamado Presimago de la Asociación Internacional de Quidditch! ¡Hasán Mustafá! -
Entonces, caminando a zancadas, entró en el campo de juego un mago vestido con una túnica dorada que hacía juego con el estadio. Era delgado, pequeño y totalmente calvo salvo por el bigote.
- ¡Mírenlo! ¡Una pequeña remolacha con bigotes! - pensó entre risas el azabache.
Debajo de aquel bigote sobresalía un silbato de plata. Bajo un brazo llevaba una caja de madera, y bajo el otro, su escoba voladora. Harry volvió a poner en velocidad normal sus omniculares y observó atentamente a Mustafá mientras éste montaba en la escoba y abría la caja con un golpe de la pierna. Cuatro bolas quedaron libres en ese momento: la Quaffle, de color escarlata; las dos Bludgers negras, y (El azabache la vio sólo durante una fracción de segundo, porque inmediatamente desapareció de la vista) la alada, dorada y minúscula Snitch. Soplando el silbato, Mustafá emprendió el vuelo detrás de las bolas.
- ¡Que comienceeeeeeeeeee el partidoooooooo! - gritó Bagman. - ¡Todos despegan en sus escobas y…! ¡Mullet tiene la Quaffle! ¡Troy! ¡Moran! ¡Dimitrov! ¡Mullet de nuevo! ¡Troy! ¡Levski! ¡Moran! -
Aquello era Quidditch como Harry no había visto nunca. Tenía los omniculares puestos como si fueran gafas. La velocidad de los jugadores era increíble: los cazadores se arrojaban la Quaffle unos a otros tan rápidamente que Bagman apenas tenía tiempo de decir los nombres.
Harry volvió a poner la ruedecilla en posición de "lento", apretó el botón de "jugada a jugada" que había en la parte de arriba y empezó a ver el juego a cámara lenta, mientras los letreros de color púrpura brillaban a través de las lentes y el griterío de la multitud le golpeaba los tímpanos.
- Mis pobres tímpanos. - se auto compadeció de sus oídos.
Formación de ataque "cabeza de halcón", leyó en el instante en que los tres cazadores del equipo irlandés se juntaron, con Troy en el centro y ligeramente por delante de Mullet y Moran, para caer en picado sobre los búlgaros. Finta de Volkov, indicó el letrero a continuación, cuando Troy hizo como que se lanzaba hacia arriba con la Quaffle, apartando a la cazadora búlgara Ivanova y entregándole la Quaffle a Moran.
Uno de los golpeadores búlgaros, Volkov, pegó con su pequeño bate y con todas sus fuerzas a una Bludger que pasaba cerca, lanzándola hacia Moran. Moran se apartó para evitar la Bludger, y la Quaffle se le cayó. Levski, elevándose desde abajo, la atrapó.
- ¡TROY MARCA! - bramó Bagman, y el estadio entero vibró entre vítores y aplausos. - ¡Diez a cero a favor de Irlanda! -
- ¡Vamos! - gritó Chloe felizmente.
- ¿¡Qué!? - gritó Harry, mirando a un lado y a otro como loco a través de los omniculares. - ¡Pero si Levski acaba de coger la Quaffle! ¡Bah! -
- ¡Harry, si no ves el partido a velocidad normal, te vas a perder un montón de jugadas! - le gritó Hermione, que botaba en su asiento moviendo los brazos en el aire mientras Troy daba una vuelta de honor al campo de juego.
Harry miró por encima de los omniculares, y vio que los leprechauns, que observaban el partido desde las líneas de banda, habían vuelto a elevarse y a formar el brillante y enorme trébol. Desde el otro lado del campo, las veelas los miraban mal encaradas.
- Mejor paso a velocidad normal, o no me enteraré de la "película". - pensó Harry, enfadado consigo mismo. Volvió a poner la ruedecilla en velocidad normal antes de que el juego se reanudara.
Los cazadores de Irlanda eran soberbios. Formaban un equipo perfectamente coordinado, y, por las posiciones que ocupaban, parecía como si cada uno pudiera leer la mente de los otros. La escarapela que llevaba Harry en el pecho no dejaba de gritar sus nombres "¡Troy... Mullet... Moran!". Al cabo de diez minutos, Irlanda había marcado otras dos veces, hasta alcanzar el treinta a cero, lo que había provocado mareas de vítores atronadores entre su afición, vestida de verde.
El juego se tomó aún más rápido, pero también más brutal. Volkov y Vulchanov, los golpeadores búlgaros, aporreaban las Bludgers con todas sus fuerzas para pegar con ellas a los cazadores del equipo de Irlanda, y les impedían hacer uso de algunos de sus mejores movimientos: dos veces se vieron forzados a dispersarse y luego, por fin, Ivanova logró romper su defensa, esquivar al guardián, Ryan, y marcar el primer tanto del equipo de Bulgaria.
- ¡Meteos los dedos en las orejas! - les gritó el señor Weasley cuando las veelas empezaron a bailar para celebrarlo. Ron lo hizo en el acto, pero Sirius se vio tentado a no hacerlo.
Sin embargo, Harry se quedó dónde estaba como si nada. Era evidente que la Oclumancia ponía en orden sus sentimientos y sus pensamientos, por ello, no caía tan fácilmente en los tentadores movimientos de las veelas.
Una vez las veelas dejaron de bailar, Bulgaria volvía a estar en posesión de la Quaffle.
- ¡Dimitrov! ¡Levski! ¡Dimitrov! Ivanova...¡eh! - bramó Bagman.
Los más de cien mil magos y brujas ahogaron un grito cuando los dos buscadores, Krum y Lynch, cayeron en picado por en medio de los cazadores, tan veloces como si se hubieran tirado de un avión sin paracaídas. Harry siguió su descenso con los omniculares, usando su talento para tratar de ver dónde estaba la Snitch...
- ¡Se van a estrellar! - gritó Hermione a su lado.
Y así parecía...hasta que en el último segundo Viktor Krum frenó su descenso y se elevó con un movimiento de espiral. Lynch, sin embargo, chocó contra el suelo con un golpe sordo que se oyó en todo el estadio. Un gemido brotó de la afición irlandesa.
- ¡Tonto! - se lamentó el señor Weasley. - ¡Krum lo ha engañado! -
- ¡Krum es un genio! - le alabó Ron.
- Ese canalla…- gruñó Chloe, apretando los omniculares y poniéndose en pie.
- Rayos, ese Krum sabe lo que se hace…- pensó Harry, mirando desafiantemente a Krum.
- Ese chaval es todo un jinete sobre la escoba, - dijo Sirius, asombrado por las habilidades del buscador búlgaro y sujetando unos omniculares. - ¿Qué me dices tú Remus? -
- A sido un movimiento arriesgado, - comentó Remus, mirando con seriedad al campo donde estaba tendido Lynch. - y aunque Krum consiguiera lo que quería no me hace mucha gracia ver a los jugadores estrellándose contra el suelo. -
- ¡Tiempo muerto! - gritó la voz de Bagman. - ¡Expertos medimagos tienen que salir al campo para examinar a Aidan Lynch! -
- Estará bien, - le dijo Charlie en tono tranquilizador a Ginny y a Chloe, que se asomaron por encima de la pared de la tribuna principal, la última horrorizada. - ¡sólo ha sido un castañazo! -
Harry se apresuró a apretar el botón de retroceso y luego el de «jugada a jugada» en sus omniculares, giró la ruedecilla de velocidad, y se los puso otra vez en los ojos. Vio de nuevo, esta vez a cámara lenta, a Krum y Lynch cayendo hacia el suelo. "Amago de Wronski", un desvío del buscador muy peligroso, leyó en las letras de color púrpura impresas en la imagen. Vio que el rostro de Krum se contorsionaba a causa de la concentración cuando, justo a tiempo, se frenaba para evitar el impacto, mientras Lynch se estrellaba, y comprendió que Krum no había visto la Snitch: sólo se había lanzado en picado para engañar a Lynch y que lo imitara. Harry no había visto nunca a nadie volar de aquella manera. Krum no parecía usar una escoba voladora: se movía con tal agilidad que más bien parecía ingrávido.
- Hm…me recuerda a la jugada en picado que suelo hacer en determinados partidos. - pensó Harry, pero esbozando una sonrisa orgullosa. - Pero ahí voy directamente a por la Snitch, no busco engañar al rival precisamente…-
Harry volvió a poner sus omniculares en posición normal, y enfocó a Krum, que volaba en círculos por encima de Lynch, a quien en esos momentos los medimagos trataban de reanimar con tazas de poción. Enfocando aún más de cerca el rostro de Krum, Harry vio cómo sus oscuros ojos recorrían el terreno que había treinta metros más abajo. Estaba aprovechando el tiempo para buscar la Snitch sin la interferencia de otros jugadores.
Finalmente, Lynch se incorporó, en medio de los vítores de la afición del equipo de Irlanda, montó en la Saeta de Fuego y, dando una patada en la hierba, levantó el vuelo. Su recuperación pareció otorgar un nuevo empuje al equipo de Irlanda. Cuando Mustafá volvió a pitar, los cazadores se pusieron a jugar con una destreza que Harry no había visto nunca.
En otros quince minutos trepidantes, Irlanda consiguió marcar diez veces más. Ganaban por ciento treinta puntos a diez, y los jugadores comenzaban a jugar de manera más sucia.
Cuando Mullet, una vez más, salió disparada hacia los postes de gol aferrando la Quaffle bajo el brazo, el guardián del equipo búlgaro, Zograf, salió a su encuentro. Fuera lo que fuera lo que sucedió, ocurrió tan rápido que Harry no logró verlo, pero un grito de rabia brotó de la afición de Irlanda, y el largo y vibrante pitido de Mustafá indicó falta.
- ¡Y Mustafá está reprendiendo al guardián búlgaro por juego violento! ¡Excesivo uso de los codos! - informó Bagman a los espectadores, por encima de su clamor. - Y... ¡sí, señores, penalti favorable a Irlanda! -
Los leprechauns, que se habían elevado en el aire, enojados como un enjambre de avispas cuando Mullet había sufrido la falta, se apresuraron en aquel momento a formar las palabras: "¡HA, HA, HA!" Las veelas, al otro lado del campo, se pusieron de pie de un salto, agitaron de enfado sus melenas y volvieron a bailar. Todos a una, los chicos Weasley, Sirius y Remus se metieron los dedos en los oídos. Mientras tanto Harry, que no se había tomado la molestia de hacerlo en lo que lleva de partido, se reía junto con Hermione, mientras que Chloe miraba mal a Ron.
- ¡Madre mía, mira el árbitro! - dijo Hermione, riéndose sin parar.
- ¡Vaya, pobre hombre! - dijo Harry divertido, mirando el terreno de juego.
Hasán Mustafá había aterrizado justo delante de las veelas y se comportaba de una manera muy extraña. Flexionaba los músculos y se atusaba nerviosamente el bigote.
- ¡No, esto sí que no! - dijo Ludo Bagman, aunque parecía que le hacía mucha gracia. - ¡Por favor, que alguien le dé una palmada al árbitro! -
Un medimago cruzó a toda prisa el campo, tapándose los oídos con los dedos, y le dio una patada a Mustafá en la espinilla. Mustafá volvió en sí. Harry, mirando por los omniculares, advirtió que parecía muy embarazado y que les estaba gritando a las veelas, que habían dejado de bailar y adoptaban ademanes rebeldes.
- ¡Y, si no me equivoco, Mustafá está tratando de expulsar a las mascotas del equipo búlgaro! - explicó la voz de Bagman. - ¡Esto es algo que no habíamos visto nunca! ¡Ah, la cosa podría ponerse fea damas y caballeros! -
Y desde luego se pusieron feas. Los golpeadores del equipo de Bulgaria, Volkov y Vulchanov, habían tomado tierra uno a cada lado de Mustafá, y discutían con él furiosamente señalando hacia los leprechauns, que acababan de formar las palabras "¡HE, HE, HE!". Pero a Mustafá no lo cohibían los búlgaros, señalaba al aire con el dedo, claramente pidiéndoles que volvieran al juego, y, como ellos no le hacían caso, dio dos breves soplidos al silbato.
- ¡Dos penaltis a favor de Irlanda! - gritó Bagman, y la afición del equipo búlgaro vociferó de rabia. - ¡Será mejor que Volkov y Vulchanov regresen a sus escobas! Sí...ahí van...¡Troy toma la Quaffle!
- No, no, que sigan, que sigan. - dijo Chloe, burlándose de Volkov y Vulchanov. - Han traído a esas veelas para provocar. ¡Que se vayan!
- ¿Celos…tal vez? - pensó Harry, riéndose.
A partir de aquel instante el juego alcanzó nuevos niveles de ferocidad. Los golpeadores de ambos equipos jugaban sin compasión. Volkov y Vulchanov, en especial, no parecían preocuparse mucho si en vez de a las Bludgers golpeaban con los bates a los jugadores irlandeses. Dimitrov se lanzó hacia Moran, que estaba en posesión de la Quaffle, y casi la derriba de la escoba.
- ¡FALTA! - corearon los seguidores del equipo de Irlanda todos a una, y al levantarse a la vez, con su color verde, semejaron una ola.
- ¡Falta! - repitió la voz mágicamente amplificada de Ludo Bagman. - ¡Dimitrov pretende acabar con Moran...volando deliberadamente para chocar con ella! ¡Eso será otro penalti...! ¡Sí, ya oímos el silbato! -
Los leprechauns habían vuelto a alzarse en el aire, y formaron una mano gigante que hacía un signo muy grosero dedicado a las veelas que tenían enfrente. Entonces las veelas perdieron el control. Se lanzaron al campo y arrojaron a los duendes lo que parecían puñados de fuego. A través de sus omniculares, Harry vio que su aspecto ya no era bello en absoluto. Por el contrario, sus caras se alargaban hasta convertirse en cabezas de pájaro con un pico temible y afilado, y unas alas largas y escamosas les nacían de los hombros.
- Wow…eso sí que no lo había visto hasta ahora…- murmuró el azabache, parpadeando los ojos. - Bah, yo puedo hacer más que lanzar esos puñaditos de fuego…-
- ¡Vaya genio! - exclamó Sirius, a quien ya no le parecían tan bellas las veelas.
- ¡Por eso, muchachos! - gritó el señor Weasley para hacerse oír por encima del tumulto. - ¡Es por lo que no hay que fijarse sólo en la belleza!
- ¡Esa es la verdadera cara de esas creídas! - exclamó Chloe, agitando el puño.
Los magos del Ministerio se lanzaron en tropel al terreno de juego para separar a las veelas y los leprechauns, pero con poco éxito. Y la batalla que tenía lugar en el suelo no era nada comparada con la del aire. Harry movía los omniculares de un lado para otro sin parar porque la Quaffle cambiaba de manos a la velocidad de una bala.
- Levski…Dimitrov...Moran...Troy...Mullet...Ivanova...De nuevo Moran...Moran...¡Y MORAN CONSIGUE MARCAR! -
Pero apenas se pudieron oír los vítores de la afición irlandesa, tapados por los gritos de las veelas, los disparos de las varitas de los funcionarios y los bramidos de furia de los búlgaros. El juego se reanudó enseguida: primero Levski se hizo con la Quaffle, luego Dimitrov...
Rath, la golpeadora irlandesa, le dio a una Bludger que pasaba a su lado y la lanzó con una potencia descomunal hacia Krum, que no consiguió esquivarla a tiempo: le pegó de lleno en la cara.
- ¡TOMA YA! - gritó Chloe, saltando de su asiento. - ¡EN TODA TU CARA! -
- ¡Que tía más bruta! - protestó Ron.
La multitud lanzó un gruñido ensordecedor. Parecía que Krum tenía la nariz rota, porque la cara estaba cubierta de sangre, pero Mustafá no hizo uso del silbato. La jugada lo había pillado distraído, y Harry no podía reprochárselo, ya que una de las veelas le había tirado un puñado de fuego, y la cola de su escoba se encontraba en llamas. -
Harry, aunque no lo pareciera, estaba deseando que alguien interrumpiera el partido para que pudieran atender a su homólogo búlgaro. Aunque estuviera de parte de Irlanda, Harry tuvo que admitir que Krum se ganó el ser considerado como el mejor jugador del partido.
Obviamente, Ron pensaba lo mismo. - ¡Esto tiene que ser tiempo muerto! - exclamó con indignación. - ¡No puede jugar en esas condiciones, míralo! -
- ¡Mira a Lynch! - le contestó Harry.
El buscador irlandés había empezado a caer repentinamente, y Harry comprendió que no se trataba del "Amago de Wronski". Aquello era de verdad.
- ¡Mirad! ¡Ha localizado la Snitch! - exclamó Harry, señalando al buscador irlandés.
Sólo la mitad de los espectadores parecía haberse dado cuenta de lo que ocurría. La afición irlandesa se levantó como una ola verde, gritando a su buscador...pero Krum fue detrás. Harry no sabía cómo conseguía ver hacia dónde se dirigía. Iba dejando tras él un rastro de gotas de sangre, pero se puso a la par de Lynch, y ambos se lanzaron de nuevo hacia el suelo...
- ¿Pero que hace!? - exclamó Chloe.
- ¡Van a estrellarse! - gritó Hermione.
- ¡De eso nada! - negó Ron.
- ¡Me temo que Lynch si se estrellará! - observó Harry, con los dientes apretados de preocupación.
Y acertó. Por segunda vez, Lynch chocó contra el suelo con una fuerza tremenda, y una horda de veelas furiosas empezó a darle patadas.
- ¡EH! - protestó Chloe, roja de ira. - ¡DEJADLO EN PAZ HIJAS DE…! -
- ¡Calla! - masculló Ginny, tapándole la boca. - ¡Tienes a tu madre ahí atrás!, ¿¡estás loca!? -
- ¡La Snitch! - gritó Charlie, desde su lugar en la fila. - ¿¡Dónde está la Snitch!? -
- ¡Krum…la atrapó! - gritó Harry, incrédulo. - ¡El partido ha terminado! -
Krum, que tenía la túnica roja manchada con la sangre que le caía de la nariz, se elevaba suavemente en el aire, con el puño en alto y un destello de oro dentro de la mano.
El tablero anunció "BULGARIA: 160; IRLANDA: 170" a la multitud, que no parecía haber comprendido lo ocurrido. Luego, despacio, como si acelerara un enorme Jumbo, un bramido se alzó entre la afición del equipo de Irlanda, y fue creciendo más y más hasta convertirse en gritos de alegría.
- ¡IRLANDA HA GANADO! - voceó Bagman, que, como los mismos irlandeses, parecía desconcertado por el repentino final del juego. - ¡KRUM HA COGIDO LA SNITCH, PERO IRLANDA HA GANADO! ¡Por las barbas de Merlín, no creo que nadie se esperara semejante desenlace! -
- ¡HURRA! - chilló Chloe, abrazando a Ginny mientras la multitud rompía en aplausos.
- ¿Pero porque…porque lo hizo? - pensó Harry con incredulidad, intentando averiguar porque Krum cogió la Snitch cuando estaba claro que los puntos por su captura no iban a ser suficientes como para ganar el partido. - Si hubiera planeado mejor la jugada…si hubiera despistado a Lunch y luego hubiera hecho como si nada…solo tendría que esperar a que sus cazadores anotarán veinte puntos más, a menos que…-
- ¿¡Y para qué ha cogido la Snitch!? - exclamó Ron, al mismo tiempo que daba saltos en su asiento, aplaudiendo con las manos elevadas por encima de la cabeza. - ¡El muy idiota ha dado por finalizado el juego cuando Irlanda les sacaba ciento sesenta puntos de ventaja! -
- ¡Ya lo entiendo, sabía que no contaban con posibilidades de alcanzarlos! - le respondió Harry, gritando para hacerse oír por encima del estruendo, y aplaudiendo con fuerza. - ¡Los cazadores del equipo de Irlanda son demasiado buenos! ¡Y esa Rath no ha parado de atormentarlos con sus Bludgers! -
- Ahora lo comprendo mejor, Krum quiso terminar el partido de la mejor manera posible. - dijo Sirius, quien aplaudía con una sonrisa. - Es una pena, ese muchacho sí que sabe cómo domar una escoba…-
- Yo también sé domar mi escoba…- pensó Harry, con los ojos entrecerrados.
- Ha estado magnífico, ¿verdad? - dijo Hermione, inclinándose hacia delante para verlo aterrizar, mientras un enjambre de medimagos se abría camino hacia él entre los leprechauns y las veelas, que seguían peleándose. - Vaya, está hecho una pena…-
Harry volvió a mirar por los omniculares. Era difícil ver lo que ocurría en aquel momento, porque los leprechauns zumbaban de un lado para otro por el terreno de juego, pero consiguió divisar a Krum entre los medimagos. Parecía más hosco que nunca, y no les dejaba ni que le limpiaran la sangre.
Sus compañeros lo rodeaban, moviendo la cabeza de un lado a otro y con aspecto abatido. A poca distancia, los jugadores del equipo de Irlanda bailaban de alegría bajo una lluvia de oro que les arrojaban sus mascotas. Por todo el estadio se agitaban las banderas, y el himno nacional de Irlanda atronaba en cada rincón. Las veelas recuperaron su aspecto habitual, nuevamente hermosas, aunque tristes.
- Vueno, hemos luchado vrravamente. - dijo detrás de Harry una voz lúgubre. Miró hacia atrás, y si, era el ministro búlgaro de Magia.
- ¡Usted habla nuestro idioma! - dijo Fudge, ofendido. - ¡Y me ha tenido todo el día comunicándome por gestos! -
Sirius se partió de risa, al igual que los gemelos Weasley.
- Vueno, eso fue muy diverrtido. - dijo el ministro búlgaro, encogiéndose de hombros.
- ¡Y mientras la selección irlandesa da una vuelta de honor al campo, escoltada por sus mascotas, llega a la tribuna principal la Copa del Mundo de Quidditch! - voceó Bagman.
A Harry lo deslumbró de repente una cegadora luz blanca que bañó mágicamente la tribuna en que se hallaban, para que todo el mundo pudiera ver el interior. Entornando los ojos y mirando hacia la entrada, pudo distinguir a dos magos que llevaban, jadeando, una gran copa de oro que entregaron a Cornelius Fudge, el cual aún parecía muy contrariado por haberse pasado el día comunicándose por señas sin razón.
- ¡Dediquemos un fuerte aplauso a los caballerosos perdedores! - gritó Bagman. - ¡La selección de Bulgaria! -
Y, subiendo por la escalera, llegaron hasta la tribuna los siete derrotados jugadores búlgaros. Abajo, la multitud aplaudía con aprecio. Harry vio miles y miles de omniculares apuntando en dirección a ellos.
Uno a uno, los búlgaros desfilaron entre las butacas de la tribuna, y Bagman los fue nombrando mientras estrechaban la mano de su ministro y luego la de Fudge. Krum, que estaba en último lugar, tenía realmente muy mal aspecto. Los ojos negros relucían en medio del rostro ensangrentado, todavía agarraba la Snitch. Harry percibió que en tierra sus movimientos parecían menos ágiles. Era un poco patoso y caminaba cabizbajo, pero, cuando Bagman pronunció el nombre de Krum, el estadio entero le dedicó una ovación ensordecedora.
- Ahora comprendo mejor porque le conocen como el mejor buscador del mundo…- pensó Harry, tomando nota de que debía esforzarse más por mejorar sus habilidades como buscador de Quidditch. - y sí, yo aún tengo mucho que aprender si quiero estar a su altura. -
Y a continuación subió el equipo de Irlanda. Morán y Connolly llevaban a Aidan Lynch. El segundo batacazo parecía haberlo aturdido, y tenía los ojos desenfocados. Pero sonrió muy contento cuando Troy y Rath levantaron la Copa en el aire y la multitud expresó estruendosamente su aprobación.
A Harry le dolían un poco las manos de tanto aplaudir. Entonces vio como Chloe, abriéndose paso hábilmente entre la gente, consiguió alcanzar a Rath. Tras un breve intercambio de palabras pudo ver como la golpeadora firmaba con una pluma sobre su bate y se lo entregaba a Chloe, que parecía a punto de desmayarse. Ella se recompuso, y esquivando gente de nuevo consiguió volver con el grupo.
- ¡Me…me ha dado su bate, su bate firmado! - lloró, pero de alegría. Se aferró al bate como si fuera el amor de su vida. - ¡No me separaré de él nunca! -
- Creo que ahora prefiero más que juegue con su muñeca que con esa cosa. - dijo Ron, mirando el bate con horror, mientras Harry se reía.
Al final, cuando la selección irlandesa bajó de la tribuna para dar otra vuelta de honor sobre las escobas (Aidan Lynch montado detrás de Connolly, agarrándose con fuerza a su cintura y todavía sonriendo como aturdido), Bagman se apuntó con la varita a la garganta.
- ¡Quietus! - exclamó. - Se hablará de esto durante años…- dijo con la voz ronca. - Ha sido un giro verdaderamente inesperado. Es una pena que no haya durado más...Ah, ya…ya...¿Cuánto os debo? -
- ¿Habéis apostado con Bagman? - preguntó Sirius a los gemelos, a lo que estos asintieron.
Fred y George asintieron, esbozando una sonrisa tonta, pero de éxito. Acababan de subirse sobre los respaldos de sus butacas y permanecían frente a Ludo Bagman con la mano tendida hacia él.
- No le digáis a vuestra madre que habéis apostado. - imploró a Fred y George el señor Weasley, bajando despacio por la escalera alfombrada de púrpura.
- No te preocupes, papá. - respondió Fred muy alegre. - Tenemos grandes planes para este dinero, y no queremos que nos lo confisquen. -
- Como Molly se entere…- murmuró Sirius con diversión.
Por un momento dio la impresión de que el señor Weasley iba a preguntar qué grandes planes eran aquéllos. Pero tras reflexionar un poco, pareció decidir que prefería no saberlo.
Nota del Autor: Vaya, casi me olvido de subir los capítulos, pero aquí los tenemos. Siento mucho el retraso, pero ando muy ocupado, como casi siempre.
De momento me pongo como plazo otras cuatro semanas, hasta que consiga organizarme mejor. Así que veamos, siguiente subida salvo nuevos inconvenientes será el 09/11/23
