Contenido: Yaoi, oneshot, romance, fluff, etc. Parte de la serie #Flufftober2023 propuesto por la página "Es de fanfics".

Pareja: MidoTaka (Midorima Shintarou x Takao Kazunari)

Disclaimer:

Hikari: A pesar de que no me paso mucho por el fandom de kuroko no basket, el MidoTaka sigue teniendo un lugar especial dentro de mi corazón. Sin mucho que decir más que Kuroko no basket no me pertenece, la obra original es de Tadatoshi Fujimaki, por lo que este fanfic es únicamente escrito por ocio y no tiene fines lucrativos.

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#Flufftober2023, 12 – Cartas anónimas

- ¡Oh! ¡Hoy hay otra! - fue el comentario sorpresivo de cierto chico de cabello azabache por la mañana, cuando levantó la puerta de su pequeño cajón de zapatos en la entrada del edificio escolar. Su compañero más alto y de cabello lentes y anteojos, levantó una ceja, no queriendo evidenciar su curiosidad.

Tarareando una canción, terminó de acomodar su calzado antes de saltar hacia el pasillo, donde el otro le esperaba, llevando un sobre de papel en la mano. Ante la cortante mirada del más alto, el chico sonrió y decidió comenzar a hablar.

-Esto, querido Shin-chan, es una carta de un admirador secreto- dejando ver su sonrisa traviesa, Takao ladeaba la carta como si fuese alguna especie de premio- Desde hace casi dos semanas que aparecen, sin falta, cada mañana en el cajón de mis zapatos. Admito que al principio me dio un poco de miedo por su insistencia, pero ahora mentiría si dijera que no las espero con ilusión cada mañana.

Luego de escuchar aquello, Midorima soltó un suspiro, girando los ojos y regresando su vista al frente, como si el tema poco le importara.

Takao creyó que de hecho así era. Así que, no queriendo parecer demasiado insistente al respecto, guardó la carta en su maletín escolar, para leerla con más calma a la hora del almuerzo.

La campana sonó con intensidad al mismo tiempo que la mejor pareja del equipo de básquetbol de Shutoku ingresaba a su salón de clases.

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Ciertamente, de haber sido el mismo Midorima Shintaro que era en la época de cuando conoció a Kazunari, probablemente las suposiciones de Takao serían las correctas. A Midorima no le interesaría ni un poco nada respecto al tema de las cartas anónimas que estaba recibiendo su compañero… pero las cosas habían cambiado.

Bastante. Demasiado. De una manera tan abrupta que ni siquiera el propio ex milagro de Teiko pudiese controlar.

Y es que estaba claro que Midorima tenía gran interés acerca de la opinión que tenía Takao por recibir esas cartas. Y no por las razones que probablemente estarían imaginando otras personas, cosas como celos o envidia eran muy lejanas a lo que realmente estaba experimentando el peliverde ya que… bueno, él era el causante de las terribles cartas que amanecían a diario en el cajón del azabache.

Todo comenzó cuando el gran Midorima Shintaro se percató de sus inexcusables sentimientos románticos por su compañero. Negación, pánico, aceptación y resignación era la manera más resumida de describir toda la ola de emociones que sintió por ese largo periodo. Finalmente, se propuso el hecho de tener que vivir con un amor no correspondido el resto de su preparatoria. Aceptaría que aquello se terminaría de un momento a otro y que no valdría la pena poner en riesgo todo el trabajo en equipo que habían logrado tras tantos entrenamientos por algo tan banal como era el confesar sus sentimientos amorosos.

O al menos eso pretendía hacer hasta que descubrió que las reacciones de su propio cuerpo se negaban a ocultar sus terribles y desvergonzados sonrojos, o que sus manos temblaran de sobremanera cuando rozaban el cuerpo de Takao. ¡Por Oha-asa! ¿¡Como se supone que debería actuar normal si hasta su estúpida voz lo hacía perder los estribos!?

Estúpido Takao y su terrible risa. Su horripilante rostro. Su espantosa sonrisa.

Tonto. Tonto. Tonto.

Todo parecía ir en picada hasta que su gloriosa Oha-asa decidió darle la mejor de las suertes hace apenas dos semanas, con un objeto de la suerte que sería clave para aligerar todas sus penas.

Primer lugar en el ranking de la fortuna: Cáncer. Objeto de la suerte: una carta sincera.

Si, era algo vago y ciertamente poco concreto. Aun así, como alguien que pretendía seguir finamente sus ideales, Midorima escribió en una pequeña carta aquello que pasaba por su mente por aquel momento.

"Me gusta verte jugar básquetbol. Tus pases son especiales".

Lo que pasó después parecía tal vez demasiado fantasioso para poder recordarlo con claridad. Solo sabe que aquella tarde Takao tuvo que regresar temprano, justo después del término del entrenamiento normal y no se quedó haciéndole compañía tiempo extra mientras hacia 100 tiros más desde más de media cancha.

Frustrado, Midorima creía no haber puesto demasiado empeño en su carta como para que la suerte lo tratara de esa manera. Sabiéndose solo, examinó el cajón que estaba a algunos a su lado, aquel que llevaba el apellido de su compañero. Con el corazón latiéndole al 100 y su vista levemente nublada, dobló la carta de manera abrupta, la colocó dentro y salió huyendo del edificio sin que nadie más lo viera.

La mañana siguiente, con el arrepentimiento y la adrenalina susurrándole en los oídos, fue testigo de los ojos sorprendidos de Takao al descubrir la hoja de papel entre sus cosas.

Y obtuvo a cambio, un poco de calma y alegría para él mismo.

No eran cartas extensas. Solo pequeñas notas o pensamientos fugaces que llegaba a pensar a lo largo del día. Algunas demasiado cortas compuestas de solo algunas pequeñas palabras. Otras, más largas que podían abarcar varios renglones. Expresando y desbordando un poco de sus callados sentimientos para poder encontrar una paz interior lo suficientemente eficaz para convertirse como el arrogante deportista que solía ser.

"¿Has estudiado debidamente? Pronto serán los exámenes".

"A veces, tu risa resuena demasiado en los pasillos. He oído a profesores quejarse, pero supongo que esa ruidosa carcajada es una característica inherente de ti".

"Espero que traigas paraguas, el pronóstico del clima dice que lloverá".

Si bien eran frases que podría decirlas sin más siendo él mismo, Midorima sentía cierto acercamiento cuando había papel en medio de ellos.

"Hay días que no puedo dejar de pensar en ti".

Vale, tampoco es que todas pudiesen ser tan triviales como él esperaba.

-Olvidé algo en el salón. Espera un momento- fue la patética excusa que dijo Shintaro otra tarde más, cuando estaba a punto de subir a la típica carreta de madera jalada por una bicicleta que solía conducir Takao para regresar a casa.

Cada vez, era más complicado encontrar alguna oportunidad para dejar la nota en el lugar de siempre sin levantar sospechas de Kazunari.

-Es raro en ti olvidar cosas. Aquí te espero- asintiendo en silencio, Midorima regresó con prisas al edificio y, aunque verificó que nadie más lo estuviese observando, sintió su respiración se cortaba cuando notó una hoja de papel sobre los zapatos escolares de Takao…

Un papel que él no había puesto ahí en primer lugar.

Ocultando su propia carta entre los bolsillos de su abrigo y con una mano temblorosa, tomó la nota, vencido por la curiosidad, y la abrió con cierto temor. Reconoció de inmediato la mala y chueca caligrafía del más bajo.

"Lo siento. No quiero que la persona que me gusta se entere de esto y se haga un malentendido. ¡Pero agradezco mucho tus bonitas palabras! Nunca me lo dijiste directamente, por eso quiero adelantarme antes que sea demasiado tarde."

"Perdón no poder corresponderte"

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La mañana no podría ser peor luego de que Oha-asa predijera que cáncer estaba en el décimo segundo lugar de la lista, y que el objeto de la suerte de aquel día era simplemente un balón de básquet… obvio lo llevaba, pero no era algo en particular que destacara por su rareza o excentricidad.

Así que, con la mente en las nubes, Shintaro tuvo que cortar la necesidad de salir corriendo cuando la carreta pasó la entrada del Instituto Shutoku. Como siempre, Takao parloteaba sin cesar en el camino mañanero, sin embargo, Midorima poco podría recordar de la exhaustiva conversación por no haber prestado la suficiente atención.

Luego de aparcar debidamente, ambos fueron a la entrada para cambiar sus zapatos y, sintiendo un nada cómodo escalofrío, veía con discreción la manera en que Takao entrecerraba sus ojos al ver su cajón sin ninguna nota aquel día. No dio comentarios sobre el tema, pero se le notaba cierto alivio reflejado en su mirada.

El día no pareció mejorar para el peliverde. Con la mente perdida en el limbo, luego de no poder contestar una respuesta del profesor (ante la sorpresa del resto de la clase), Midorima sentía que la mala suerte le respiraba en la nuca cuando un balón de futbol lo golpeó sorpresivamente en la nuca, o cuando resbaló sobre el piso húmedo recién trapeado de uno de los pasillos.

Takao, quien fue testigo de cada uno de los incidentes ya ni siquiera tenía el atrevimiento para reírse, (que hubiese sido lo más común), sino que la situación comenzaba a rayar lo preocupante que hasta le propuso saltarse el entrenamiento después de clases para regresar temprano a casa.

-Voy a llevarlo a casa. Quien sabe que le pase si regresa solo en estas condiciones- a pesar de tener algunas dudas, Takao logró obtener el permiso del capitán y el resto de sus compañeros para saltarse el entrenamiento de aquella tarde. Midorima decía estar en perfectas condiciones, pero la insistencia de Kazunari ciertamente comenzaba a ser uno de sus propios puntos débiles.

"No debería sorprenderme. Es un chico demasiado extrovertido, podría confesársele a cualquiera y seguramente tendría pareja en un abrir y cerrar de ojos…", pensaba intrigado Midorima desde la caja de madera. Takao ni siquiera le propuso el típico juego de piedra, papel o tijeras, simplemente se subió a la bicicleta para comenzar a pedalear.

"Hay alguien que le gusta… Las notas no eran más que una carga para él. Vaya chico más patético puedo llegar a ser…".

-…gustas- Midorima parpadeó ante la palabra entrecortada que se coló en sus oídos, sin tener el resto del contexto ya que no se permitió escuchar por andar hundido en sus propios pensamientos.

El silencio le indicó que eso que decía Kazunari, podría haber sido algo importante.

- ¿Qué…? - fue lo único que pudo decir. Trató de alzar su cabeza para vislumbrar la expresión del pelinegro, pero por el ángulo eso le era simplemente imposible.

-Te sorprendió, ¿no es así? - a pesar de tratar de sonar alegre, para Midorima era claro que aquello solo era una torpe actuación de lo que solía ser la sincera alegría que siempre se notaba en Takao- Lo he pensado mucho últimamente y puede que sea demasiado abrupto para ti, así que realmente no tienes contestar si no te apetece.

-No, lo siento, yo…- quería disculparse por no haber prestado la suficiente atención y así seguir el hilo de la conversación.

Takao dobló en una calle que no era parte del camino de regreso, sin embargo, era mucho menos transitada que otras, y pocos metros después todo rastro de automóviles o bicicletas desapareció, dejándoles en la suficiente intimidad para continuar hablando.

Midorima abrió con sorpresa sus dos ojos ocultos tras sus anteojos cuando su compañero se volteó para verlo. Sus ojos oscuros se encontraban cristalinos, como si estuviese aguantando cierto llanto, a pesar de todo, se encontraba sonriendo dejando ver sus colmillos. El viento alborotó sus cabellos y sus mejillas se encontraban considerablemente rojizas.

No supo si lo último era debido al ejercicio… o si era por culpa de algo más.

-Me gustas mucho, Shin-chan- repitió, con cierto tono que podría quebrar su voz en cualquier momento.

Midorima volteó a ver el balón de básquet que estuvo sosteniendo todo este tiempo entre sus manos. Y nuevamente volvió a alzar para ver a Takao, quien parecía demasiado consternado por el silencio.

"Vaya… con que así es", pensó antes de finalmente incorporar su cuerpo sobre la carreta y así alcanzar a Takao, pudiendo rodearlo en un torpe abrazo, donde el más bajo tuvo que terminar de resbalar su cuerpo por el asiento de la bicicleta para evitar que ambos terminaran cayéndose.

Sorprendido, no sabía cómo reaccionar ante tal acto, muy poco predecible viniendo de alguien tan estoico como lo era Midorima.

-Maldita sea…- susurro, justo al lado de uno de sus oídos, mientras pasaba sus brazos sobre sus hombros, haciendo aún más asfixiante el abrazo- Yo también.

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Hikari: Tal vez hubiese podido escribir poco más de la última escena, pero el tiempo me está comiendo y yo debo continuar escribiendo fanfics para el resto del mes. Muchas gracias por leer y nos seguiremos leyendo. ¡Bye bye-perowna!