Este capítulo ha tomado mucho tiempo para revisarse, corregirse y darse forma. Mi querido editor siempre encontraba algo nuevo de lo que quejarse (es broma, lo quiero mucho), así que tras varios intentos, les ofrezco este capítulo. Me he dado cuenta de que algunos reviews sí se ven. Por lo que los invito a seguir dejándolos.
Sin más, LET'S READ
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Capítulo 44: Historias pasadas.
El viento es especialmente frío cerca del Cañón Ghastly George, sin embargo a ella poco le importa en ese momento. Puede ver la magia de su hermana sujetando el sol para hacerlo descender, ahora es su turno de alzar la luna.
- ¿Esperabas no tener que lidiar conmigo, Lullaby?
Se escucha una voz masculina detrás de ella, y no puede evitar sonreír mientras se gira. Ahí con el sol dando sus últimos rayos de luz en el horizonte se encuentra él. Erguido en sus dos patas traseras como una gallina, pero extendiendo sus patas delanteras como si fueran alas del pegaso más grande. Un Hui-ma-n en su estado puro.
Lullaby - Mi nombre es Luna, Amadeus. Lu-na.
Dice a modo de broma mientras se levanta de su asiento, comenzando a concentrar magia en su cuerno para elevar el satélite sobre el cielo nocturno.
Amadeus - Lullaby me gusta más. Tu hermana y el resto de tus súbditos pueden usar Luna contigo, pero quiero ser el único que te llame Lullaby.
Dice tratando de hacerse el romántico mientras la Princesa solo ríe por lo bajo, tratando de mantener su concentración en su tarea de levantar la luna.
Lullaby - Si vas a hacer bromas...
A medida que habla la luna llena brilla en el horizonte, proporcionando una luz tenue que esconde un poco el rostro de la princesa en las sombras.
Lullaby - Asegúrate de que al menos sean buenas.
Remata mientras camina al Hui-ma-n que solo finge un dolor en el pecho, quejándose mientras se encorva.
Amadeus - Uff, eso dolió. Estuve pensando en ese piropo toda la tarde, ¿sabes?
Lullaby - ¿Los Hui-ma-n pueden pensar?
Dice a modo de broma antes de empujar suavemente al hombre, haciendo que se siente en el suelo mientras ella hace lo propio para apoyarse en su hombro.
Por unos momentos, ninguno dice nada. El cielo estrellado es el único que habla, dejando ver sus estrellas titilantes al pastizal verde en el que los dos se encuentran rodeados solo por el calor del otro.
La noche es fría. El aire enclaustrado entre los dos muros de roca del desfiladero a unos metros solo la enfrían más. Finalmente, tras acurrucarse el uno con el otro, el hombre decidió hablar. Mira al cielo y resopla suavemente para dar forma final a sus pensamientos.
Amadeus - ¿Cuántas estrellas hay en el cielo?
Pregunta un poco al aire mientras sus mejillas enrojecen cuando un silencio sepulcral invade la ya silenciosa planicie. Su mirada es esquiva y trata de no apuntarse al rostro de la princesa nocturna, que solo pone una expresión algo complicada de leer, pero que puede interpretarse como una mezcla de confusión y lástima.
Lullaby - Llevamos aquí cinco minutos...
Amadeus - ¡No dije nada! Guarda silencio.
Interrumpe mientras se pone sus manos sobre sus oídos para no escuchar el regaño de la Princesa Luna.
Lullaby - Tuviste toda la tarde...
Amadeus - ¡Olvídalo! Estamos pasando un lindo momento juntos.
Dice intentando levantarse solo para ser sometido por la magia de la princesa, que simplemente lo mantiene pegado al suelo mientras sonríe en modo de burla.
Lullaby - ¿En serio eso fue lo mejor que se te ocurrió?
Pregunta a modo de juego mientras el rostro del Hui-ma-n está totalmente rojo por la pena de lo que acababa de decir, tratando de liberarse de la magia de la alicornio para no recibir más burlas.
Lullaby - Reitero mi pregunta, ¿Los Hui-ma-n pueden pensar?
A medida que el hombre solo siente la boca seca a causa del nerviosismo y la vergüenza, solo acabando por suspirar en cuanto siente la magia de la princesa soltarle. Haciendo que se quede recostado en el pasto.
Amadeus - ¿Lo siento?
Dice con una sonrisa tonta a medida que siente como Luna se comienza a sentar sobre el, por la obvia diferencia de tamaños, el Hui-ma-n siente su abdomen comprimirse bajo su ropa al sentir el peso de literalmente un caballo joven sobre su cuerpo.
Lullaby - ¿Por qué te disculpas?
Amadeus - Por... ¿no saber qué decir en una cita?
Lullaby - ¿Es por eso?
Pregunta mientras se acomoda mejor sobre el cuerpo del hombre que solo siente su respiración volverse más pesada por la dificultad de tener tanto peso encima.
Amadeus - Creo... Pero quisiera... Respirar antes de dar mi próxima respuesta.
Se queja ante una pequeña sonrisa coqueta de parte de la yegua, que simplemente agacha la cabeza para robarle un pequeño beso, levantándose un poco antes de recostarse en el suelo junto al hombre.
Lullaby - No te preocupes, para como van las cosas te asfixiaré antes de que consigas decir algo que me agrade, ¿No soy benevolente?
Pregunta mientras mira al Hui-ma-n desde su nueva posición, teniendo que mantener uno de sus ojos cerrados para evitar que las hojas de césped más altas le hagan daño.
Amadeus - Bastante. Señorita tirana.
Dice sacándole una sonrisa a la princesa, manteniendo la mirada con ella por algunos instantes antes de besarse de nuevo.
El beso dura apenas unos segundos, pero le permite a ambos sentir la suavidad del otro. El hombre aprovecha para acariciar la mejilla de la princesa, sintiendo su suave pelaje bajo sus dedos.
Lullaby - Mi hermana va a matarme.
Menciona al separarse y antes de recostarse sobre su espalda, mirando el cielo junto al hombre. Ambos solo sonríen al unísono al imaginar esa escena que los dos guardaban con cierto cariño.
Amadeus - ¿La Princesa Celestia te está molestando por eso todavía?
Lullaby - ¿Puedes culparla? Toda una noche sin saber de mí y ahora quiere que esté en el castillo al anochecer. Muchas gracias, General Amadeus, sus viajes nocturnos le están pasando factura a esta relación.
Ambos se ríen por la broma mientras miran el cielo y a las estrellas en él, mirando a la Luna llena mientras reciben su luz en medio del pasto.
El clima frío les hace juntarse un poco, tratando de pararse lo menos posible para que los costados de ambos se toquen, así el ligero calor de ambos se empieza a compartir lo suficiente para que no deban abrigarse más que eso.
Amadeus - Quisiera tener hijos, ¿Sabes?
Dice de la nada, haciendo que la pony solo arquee una ceja mientras le mira. Casi está lista para reír por la broma antes de notar como el hombre ha cambiado su expresión a una ligeramente seria.
Amadeus - No te preocupes, mis padres ya me arruinaron la infancia con "la charla", sé que no es posible que tu y yo los tengamos juntos.
Dice sin volver la mirada a la princesa que solo suspira mientras vuelve a mirar al cielo.
Lullaby - No deberías decir esas cosas cuando casi arruinas la cita al principio. Puedo irme al castillo si me enojas ¿Sabes?
Amadeus - Vamos, Lullaby, lee entre líneas.
El hombre se levanta para poder volver a sentarse, mirando a la yegua en el césped y ofreciendo una cálida sonrisa.
Amadeus - Casémonos. Y entonces, adoptaremos a todos los potros y niños del orfanato.
Dice extendiendo sus manos mientras la princesa solo niega con la cabeza con una sonrisa en sus labios. Finalmente se detiene un momento y suspira un poco.
A su mente comienzan a llegar las ensoñaciones de ella cuidando de los niños durante el día, dedicándose a cuidar de sus sueños por la noche una vez alza la luna, la idea calienta suavemente su corazón y sonríe.
Aunque, quizás por su competitividad romántica, se prohíbe aceptar la sugerencia de Amadeus tan fácilmente.
Lullaby - ¿Sabes?, a mi hermana su último pretendiente le ofreció un anillo en medio de la Gran Gala del Galope, ¿No deberías al menos proponerme matrimonio de una forma similar?
Pregunta, haciendo un pequeño puchero mientras mira al hombre sentado junto a ella.
Amadeus - Sí, pero a Celestia le gusta lo pomposo, además, si todos se enteran de que nos casaremos no nos dejarán adoptar a todos los niños.
Lullaby - ¿A todos?
Amadeus - A cada uno.
La Princesa Luna solo se ríe un poco mirando al hombre a su lado.
Lullaby - ¿Y cómo sabrán esos niños que son nuestros? Ustedes los Hui-ma-n no usan apellidos, y nosotros los Ecuestres muy a veces.
Amadeus - Pensaremos en uno cuando nos fuguemos y fundemos nuestra propia nación. Soy bueno para poner nombres.
La princesa se ríe ligeramente mientras comienza a incorporarse, abanica sus alas para despegarse el polvo que pudiera haber quedado adherido a su pelaje.
Lullaby - No, no es cierto. Sé que a tu último gato lo llamaste "Lunes".
Dice mientras comienza a caminar de vuelta hacia el Castillo de las Dos Hermanas, sonriendo mientras le resta importancia a lo que dice el hombre.
Amadeus - Claro que puedo poner buenos nombres si me lo propongo. Por ejemplo... ¿Qué tal Estrellas? Ya sabes porque tu eres la Noche y ¿Ellos están en ti? O espera, ya sé, Selenitas porque son de la Luna.
Lullaby - Buenas noches, Amadeus.
Sus pasos aunque con su oído aún atento a la que pudiera ser su última idea.
Amadeus - Espera, ya lo sé. ¿Qué tal, los Hijos de la Noche?
La princesa detiene su andar antes de suspirar con una sonrisa. Se gira suavemente para mirar al hombre a los ojos.
Lullaby - Ese es el menos peor que has comentado. Lo pensaré. Buenas noches, Amadeus.
Dice extendiendo sus alas para poder llegar al Castillo antes de que su hermana vaya a recogerla de mala gana, dejando al hombre sentado en el césped, mirando la estela de su crin que deja mientras vuela.
Amadeus - Buenas noches, Princesa Luna.
