Todomatsu chasqueó la lengua con desaprobación y se acercó a mí arriesgándose a que Ichimatsu volviera a golpearlo. Jyushimatsu por fin tuvo tiempo para un respiro.

—Ven, _. Estos chicos escandalosos están asustándote, ¿verdad?
—No tienes que disculparte por ellos, Totty —dije. Pude notar que me había puesto una mano en el hombro.
—Vamos, no seas tímida. Es muy probable que ellos terminen arruinándote la noche si permites que te contagien este terrible humor.
—N-No estoy siendo tímida…
—¡Ja, ja! Yo creo que sí —dijo mientras sus mejillas se teñían de color rosa.
—¡Hmh! —Me abracé a mi calabaza de dulces.
—Oigan, muchachos —habló llamando la atención de sus hermanos—, ¿qué les parece si nos acercamos más a la ciudad? Aquí hay pura gente tacaña que no nos dará ni un dulce. ¡Tan solo miren la calabaza de _! No ha conseguido nada… Me da algo de pena que se lleve esta experiencia.
—¡Pero a nosotros sí que nos han dado dulces! —dijo Osomatsu.
—Es cuestión de buscar bien —opinó Ichimatsu.
—Pero… quizá Todomatsu tenga un punto —dijo Choromatsu—. Es cierto que no nos darán nada más por estos rumbos.
—Pero mamá no nos deja ir muy lejos —dijo Jyushimatsu.
—¡Shh, cállate! —exclamaron todos cubriéndole la boca a su hermano con la esperanza de que yo no hubiese escuchado nada.
Pobres muchachos, obviamente sé que tienen ciertas reglas, pero podrían ser menos obvios.
Come on, brother…. No delante de la dama —refunfuñó Karamatsu.
—Oye, Todomatsu, ¿puedes venir un momento, por favor? Hay algo que tengo que decirte —le llamó Choromatsu.
—¿Uh?
—¡Rápido! —El tercero lo jaló del brazo.
—¡Ay! ¡Duele, Choromatsu-niisan!

El resto de los chicos miraban con curiosidad al tercero, pero con un ligero atisbo de lo que tenía que decir, seguramente gracias a su telepatía de sextillizos. El menor se sentía repentinamente extrañado por el comportamiento sospechoso del resto.

—Discúlpanos un momento, _. Hay algo que tenemos que discutir entre nosotros… Detalles, je, je —dijo Osomatsu sonando despreocupado.
—¿Discutir?
—Sí, no tardaremos mucho.

Enseguida se dieron la vuelta y me dirigieron una rápida mirada mientras me dejaban fuera del círculo que recién habían formado. Se alejaron un poco de mí. No me quedó de otra más que esperar mientras miraba el cielo y volvía a frotarme los brazos.

—¿Qué rayos les sucede ahora? —susurró un molesto Todomatsu mientras estaba rodeado por los brazos de los dos primeros hermanos mayores.
—Que Choropajerovski nos lo diga, nadie entiende nada aquí. —Osomatsu resopló—. Yo solo sigo órdenes.
—Por Dios, ¡suéltenme!
—Todomatsu —dijo el tercero lo más calmado que podía estar—, ¿crees que no me he dado cuenta? Y no solamente se lo digo a él, sino al resto también. ¿Creen que no me he dado cuenta de que cada uno de ustedes está esperando su oportunidad para quedarse a solas con _? Primero Karamatsu, luego Jyushimatsu…
—¡Hey! Para tu carro, Choro-chan. —De nuevo fue Osomatsu quien habló—. ¡Todos nos dimos cuenta desde que el idiota de Karamatsu volvió de estar con ella! Tenía la cara estúpidamente roja, a nadie pudo engañar.
Brother…
—¿A qué quieres llegar? —preguntó Ichimatsu.
Luego de suspirar, Choromatsu siguió hablando.
—Sugiero... que quienes no hemos tenido la oportunidad de convivir lo suficientemente con ella tomemos turnos.
—¿Tomar turnos? —hablaron al unísono.
—Sí, no nos queda mucho tiempo con ella, así que…
—¡Ja! Ya veo… Después de todo, somos sextillizos; pensamos igual y tenemos las mismas intenciones —reflexionó Osomatsu—. Supongo que _ es la chica que se ganó el corazón de cada uno, ¿no?

Entonces la rivalidad creció ligeramente entre los seis. Al verse a los ojos los unos con los otros lo supieron; todos tenían las mismas intenciones desde el principio: ganarse el aprecio de la misma mujer.

—¿Y cuál es el punto? —cuestionó Todomatsu.
—Es tu turno —dijo el tercero.
—Ajá —coincidió Ichimatsu.
Osomatsu, Karamatsu y Jyushimatsu solo observaban la situación analizando cada detalle.
—Ya veo… Me están dando permiso de que tenga mi propio tiempo con _ antes de que llegue el final de la noche.
—Exacto, little brother.
—¡Oh, pero esto no es una apuesta o algo así! —se apresuró a decir un escandalizado Choromatsu con las mejillas coloradas y el ceño fruncido a causa de la repentina preocupación—. ¡No haremos nada que no le guste y no la forzaremos a seguir esta ideología! Si lo nota, abandonaremos esto.
—Bien, entonces sigamos comportándonos y haciendo que se sienta cómoda con nosotros —dijo Karamatsu.
—Lo que menos queremos es asustarla… —agregó Ichimatsu.
—Bien, entonces, me voy ya. Los minutos pasan más rápido de lo que parece…
—Claro, Totty —dijeron al unísono.

Puede que para ellos fuera un momento de discusión de hermanos o algo por el estilo, pero yo solo pude verlos desde lejos intercambiar miradas y gestos extraños mientras no hacían ningún ruido. Era muy probable que se hubieran comunicado por medio de su telepatía de sextillizos como solían hacer desde niños, tal y como lo recuerdo. Estaba harta de ser excluida y solamente esperar, por lo que me fui a un lugar un poco alejado en el cual podría al menos descansar.
Cuando los chicos terminaron de hacer lo que sea que estuvieran haciendo, comenzaron a buscarme, vi sus miradas de preocupación al notar que me había ido del lugar donde estaba antes.

Pude escuchar el eco de la voz de Osomatsu preguntando:

—Oigan, ¿A dónde fue _? No me digan que se fue a casa.
—¡Allá está! —exclamó Jyushimatsu que me apuntaba con su dedo índice al divisarme entre la oscuridad que se escapaba del brillo de las farolas.

Todos se aproximaron hacia mí. Yo me puse de pie mientras sacudía con mis manos mis muslos y glúteos para eliminar cualquier rastro de polvo o tierra que haya quedado.

—¿Qué sucedió, _? —me preguntó un preocupado Todomatsu.
—Estaba esperándolos, chicos. Pero comencé a sentirme cansada y decidí moverme a una banca cercana donde pudiera descansar mientras ustedes resolvían sus asuntos pendientes. —Sonreí.
—¡Es peligroso, dear! —interfirió Karamatsu.
—No vuelvas a hacerlo. ¡Nosotros estamos cuidándote! —dijo Choromatsu.
—¡Eso, eso! —exclamó Jyushimatsu.
—Podrías al menos decirnos a dónde vas —sugirió Ichimatsu.
—¡Oh, _! ¿Qué haríamos si te sucediera algo? —dijo Todomatsu lleno de pena.
—¡Nos vas a sacar canas, _! No seas tan traviesa. —Osomatsu fingió un regaño severo mientras se cruzaba de brazos.

Yo me reí al verlos tan preocupados. En ese momento los sentí como si fueran mis seis hermanos mayores. Sí, incluso a Todomatsu.
Sin embargo, sabía que entre ellos y yo no había una pizca de amor fraternal, sino algo más.

—Bueno —dije—, ya que todos terminamos de charlar, ¡vayamos a la ciudad! El metro probablemente vaya algo lleno por el exceso de personas que están deseosas de conseguir caramelos justo como nosotros, o quizá vacío por quienes les temen a las brujas, ja, ja… —Me acomodé de nuevo mi saco delgado y seguí andando infantilmente mientras meneaba mi canastita llena de dulces sin esperar a ninguno. Conocía el camino de vuelta, salir del barrio era pan comido.

Los hermanos se miraron unos con otros.

—Espe… ¡Espéranos, _! —gritaron al unísono.

Pude escuchar los pasos de los seis muchachos correr hacia mi dirección.