INUYASHA NO ME PERTENECE, SALVO LA HISTORIA QUE SI ES MÍA.
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El contrato
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Capítulo FINAL
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DEDICADO A PAULA NATALIA, SAONE, BENANI, CONEJITA, IMAG04
ANNIE PEREZ, FUENTES RODIRGUEZ, LUCYP0411
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Ver esas imágenes fue mucho más dolorosa para ella que aquello titulares que los presentaron como pareja por primera vez.
La imagen de Bankotsu Anderson arrodillado ante esa mujer frente a todo el Central Park era la comidilla de todo Manhattan y por supuesto, Kikyo lo vio.
Reaccionó de la peor forma arrasando con su vestidor y rompiendo todos sus espejos con un bate.
No quería ver su precioso reflejo que no le servía de nada si no podía retener al hombre que quería. Una mujer sin gracia se lo arrebató y peor aún, ahora todos hablaban del genuino amor que se profesaban y que el Señor de la Quinta Avenida nunca hizo tal cosa por ninguna de sus conquistas.
Hizo un trato con el inútil de Naraku Sutton que no le servía de nada.
Cuando al fin encontró su móvil en medio del desastre lo primero que hizo fue llamarle.
El susodicho extrañamente le atendió.
― ¿¡Qué clase de alianza tenemos si no eres capaz de darme una salida!?
―No es culpa mía que Bankotsu tenga un pésimo gusto en mujeres ¿Qué demonios quieres? Estoy con demasiados problemas con mi propia compañía como para prestarte atención.
―Él se va a salir con la suya…―insistió la joven―. Esa mujer definitivamente me lo va a quitar.
Hubo un corto silencio del otro lado como si estuviese pensando que decirle a aquella desquiciada mujer.
―Siempre puedes provocar un pequeño tumulto para perjudicarlo ¿no crees? ―Naraku tenía una voz siniestra al decirlo―. Ya sabes lo que dicen, si no será para ti no será de nadie.
Kikyo echó el móvil al suelo.
Fue como si le hubieran inyectado adrenalina.
Iría a darle una lección a Bankotsu, a esa mujer e incluso al mocoso.
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Naraku colgó luego de decirle aquellas palabras que eran como fosforo para una mecha ardiente e inestable como Kikyo. Sonrió maquiavélicamente sabiendo que esa loca sí era capaz de cometer una barbaridad.
Era verdad que no tuvo tiempo de ocuparse de sus planes de recuperar a su sobrino, aquella mina de oro porque estaba demasiado ocupado sofocando los graves problemas económicos de su incipiente compañía.
Inuyasha Paulsen no le contestaba las llamadas y se negaba a recibirlo.
Él muy miserable no le inyectó el capital que necesitaba y que fue parte del trato. Era un tacaño miserable sin palabra.
Y ahora con aquellas absurdas noticias que hablaban de que Bankotsu Anderson se había reformado significaba que debía comenzar a utilizar otro tipo de armas en su guerra por la tutela de Dexter.
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Una vez pudo entrar al garaje y quemar coches ¿Por qué no hacer un acto más grande para llamar su atención?
Como incendiar todo el edificio. Estuviera quien estuviera dentro.
Tenía una orden de restricción, pero ninguna tobillera que la delatara. Podía acercarse al edificio con fosforo y alcohol como aquella vez.
Podía comenzar el siniestro incendiando todos los coches del garaje. El fuego se propagaría y el combustible de los coches haría que exploten.
Para ocultar aquellos elementos se vistió con un enorme sobretodo encima del vestido sin renunciar a sus impecables stiletos dorados.
La enajenación que sentía en ese momento era tal que era capaz de recrearlo todo en su mente mientras caminaba hacia su objetivo.
Apretó la botella de alcohol que tenía en el bolsillo interno.
Bankotsu Anderson no la respetaba, ahora sí aprendería que debía hacerlo.
Cuando vio al valet parking parado frente al edificio de Bankotsu, acomodó sus gafas oscuras y prosiguió.
Estaba tan inmersa en sus planes que calculó mal y dio un traspiés por culpa de los finísimos tacos de sus carísimas sandalias al verse incrustados en uno de las rendijas que comunicaban al alcantarillado que se estaba reparando y cuyas señales ella no vio.
Giró al verse atrapada por el calzado y el movimiento desesperado hizo que la botella de alcohol cayera al piso frente al desconcierto del joven valet. Kikyo sacó el fosforo y alcanzó a arrojar una cerilla al líquido desparramado y se encendió.
La mujer sonrió e intentó prender otro cerillo, pero aquel mal giro y el peso hizo que la escotilla de metal que estaba en reparación cediera y Kikyo cayó hacia las alcantarillas.
La mujer gritó mientras el eco de su voz se perdía al caer al fondo de aquellas aguas llenas de ratas mientras el valet parking asustado por el fuego que se generó se quitó la chaqueta para tratar de apagar el fuego mientras aparecieron otros empleados, unos llamando a los bomberos y otros para encender la alarma de incendios para avisar que los residentes evacuaran.
Un tumulto de confusión se acababa de generar en pocos minutos frente al elegante edificio.
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Bankotsu y Kagome estaban acostados en el suelo, sin ropa y disfrutándose uno al otro en completo silencio cuando el sonido de aviso de mensajes se hizo insoportable.
―Olvidé apagar esto, es nuevo y no tuve tiempo de configurarlo ya que estuve muy ocupado contigo ―rió Bankotsu cogiendo el móvil para apagarlo.
Pero los mensajes pertenecían en mayoría al sistema de seguridad de su edificio y también encontró varias de Miroku.
Los de seguridad alertaban de una evacuación por una tentativa de incendio provocado.
Dexter estaba allí y eso lo hizo incorporarse.
― ¿Qué pasa?
―Vamos a casa, parece que alguien quiso incendiar el edificio.
― ¡Por dios! ¿Cómo está Dexter? ―Kagome se llevó las manos a la boca.
El mensaje de Miroku fue tranquilizador. Le avisaba del desastre que se generó en el edificio y que no había heridos. El máximo daño que alcanzó a provocarse fue la quemazón de la enorme alfombra de la entrada.
―Está bien, no le ha pasado nada.
Kagome se incorporó rápidamente.
―Debemos ir de todos modos ya tendremos mucho tiempo después para que te disculpes.
― ¿Esto no cuenta cómo disculpa? ―señalando su torso desnudo
Kagome no pensaba hacérselo tan fácil. Le arrojó un cojín.
―Eso es lo que tú crees…
De todos modos, no tenían mucho tiempo para bromear ya que como adultos que eran, debían estar allí para Dexter sea que el incidente haya sido insignificante o no.
Se vistieron y se arreglaron para que no fuera tan notorio lo que estuvieron haciendo.
A Bankotsu sólo le costó una llamada y Wayne ya estaba frente al edificio para recogerlos.
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A Dexter le revisaban el pulso y le estaban preguntando si no necesitaba ser trasladado para recibir ayuda psicológica.
Vaya eficiencia de los servicios de emergencia de la ciudad.
Estaba sentado en una de las ambulancias rodeado de varias personas que se encontraban en el edificio cuando salió la alarma de evacuación. El niño ya estaba malhumorado porque le parecía demasiado siendo que asunto no pasó a mayores.
Bankotsu se hizo paso en la multitud de curiosos cogido de la mano de Kagome. Con sólo decir su nombre se le hacían a un lado para que pasara.
Cuando ambos hermanos se vieron, el mayor apresuró la marcha al encuentro del niño sin soltar a Kagome.
Dexter sonrió porque eso era el fin de esta arbitraria detención.
Se sorprendió de ver a Kagome firmemente agarrada de la mano de su hermano mayor.
― ¿¡Estas bien, Dexter!? ―le preguntó Bankotsu viendo que el joven paramédico seguía cerca.
― ¡Claro que estoy bien! Es hora que alguien se lo diga a él ―señalando al joven paramédico quien enrojeció de vergüenza al notar la presencia del mismísimo Bankotsu Anderson.
¿Qué joven en busca del sueño neoyorkino no conocía ese nombre?
―Disculpe al mocoso ―pidió Bankotsu al pobre joven―. Puedes dejarlo con nosotros, yo me haré cargo.
Con suficiente permiso, el joven paramédico ya podía sentirse tranquilo.
―No era necesario que fueras grosero con el pobre que sólo estaba haciendo su trabajo, niño.
― ¡Que no soy un niño!
― ¿Te encuentras bien, Dexter? ―la cariñosa voz de Kagome apareció como un bálsamo mediador.
Dexter se alegró mucho de verla luego de la conmoción que se generó por su ida. Su hermano hizo bien las cosas, al fin.
―Sí, pero necesitaré una pizza de pollo más tarde ―nunca venía mal un poco de chantaje emocional adecuado para su estómago.
Esa era la forma en la cual esos dos se entendían y por cual Dexter le daba la bienvenida de vuelta.
―A todo esto ¿Dónde estabais? ―el niño paseó sus ojos por el semblante culpable de esos dos y luego pareció darse cuenta de algo e hizo una mueca de repugnancia―. ¡Qué asco! Conseguíos una habitación…o mejor no, considerando que las vuestras están demasiado cerca a la mía.
Los tres rieron por la ocurrencia.
En ese momento, Miroku apareció.
Estuvo haciendo algo de relaciones públicas y contingencia desde el aviso de incendio.
Se acercó a ellos con una sonrisa en los labios como quien ha cumplido un deber.
―Ya reemplazarán la alfombra enseguida y podrán entrar de nuevo.
―Ya era hora ―bramó Dexter.
Igual Bankotsu tenía una espina que le decía que el incendio no podía ser tan accidental.
― ¿Cómo fue?
Miroku suspiró antes de contestar.
―La señorita Kikyo.
― ¿Qué? ―Bankotsu se sorprendió
―Así es, quiso quemar el edificio, pero antes de lograr su cometido, tropezó y cayó a la alcantarilla que está allá ―señaló el hueco que ya estaba cintado―. Ya fue rescatada y derivada a un hospital, sólo se rompió la rodilla, pero eso no la salvará de los cargos.
Bankotsu se sentía medianamente culpable ya que él no pudo domar a aquella loca.
― ¡Oh dios mío! Olvidé a mi amiga Sango ―Kagome de repente recordó que se había quedado varada en el Central Park antes de ser secuestrada por Bankotsu.
―No es necesario preocuparse, señorita Smith. Ya la tengo resguardada. ―respondió Miroku con la eficiencia de un reloj, aunque sonrió al recordar a su rescate―. Tiene un gran apetito.
Kagome respiró aliviada luego de oír eso y no extrañaba que Miroku se hubiera encargado de ella.
Si Bankotsu la hizo espiar hasta allá, era natural que su espía jefe supiera de la existencia de Sango.
Debía ir a buscarla personalmente y explicarle todo.
Y por supuesto, una disculpa por haberla dejado en pleno parque.
Menos mal Bankotsu tenía un loco por asistente que era capaz de cubrir estas cosas.
La joven sintió cálidas las manos de vuelta.
Bankotsu la sostenía fuertemente, como dándole a entender que ya no sería tan estúpido de soltarla jamás.
― ¡Banky! ―el grito de alguien conocido por todos hizo que se sobresaltaran.
Jakotsu, su amigo y estilista apareció en escena. Habia visto las noticias en televisión y no tuvo mejor idea que aparecer.
Se acercó y repartió sonoros besos a todos.
Bankotsu usualmente solía apartarse, pero estaba de buen humor y esta vez se lo permitió. Jakotsu quiso darle otro beso.
―No abuses ―Bankotsu se alejó con una sonrisa.
Jakotsu le guiñó el ojo.
―Que no creas que no sé qué finalmente lo hicieron.
Kagome se sonrojó.
―Tenemos un niño aquí ―le susurró
― ¡Que no soy un niño! ―gritó Dexter
―Niño, tendrás que emanciparte y salir de ese piso para dejar a estos tortolitos en paz ―Jakotsu alzó las manos riendo a tambor batiente.
― ¿Y porque estas tan feliz? ―preguntó Dexter
―Porque me acabo de ganar mil dólares de forma limpia ―señaló a Miroku que tenía los labios fruncidos―. Aposté con ese bobo que Banky y ella acabarían juntos y nada me hace más feliz que pellizcar los bolsillos de ese tacaño.
Kagome apretó las manos de Bankotsu y él aprovechó de besarle los nudillos.
Fue un día tormentoso, pero con final feliz.
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Fueron días muy interesantes en Manhattan.
Nadie podía aburrirse con las noticias candentes que rodeaban al galán de la Quinta Avenida.
Primero su apasionada demostración de amor en el parque frente a todo el mundo.
Y segundo, el arresto de Kikyo Gardner con sendos cargos que ni el dinero de su familia la salvaron. Ordenaban su internación en una clínica de rehabilitación y cumplimiento de servicio comunitario.
Pero en aquel particular caso, no fue la única en caer.
Se hicieron los cruces telefónicos y se encontró que minutos antes del incidente, ella tuvo una conversación con Naraku Sutton, el tío materno de Dexter Anderson quien luchaba por obtener su tutela.
Fue involucrado al caso y quedó detenido.
Con semejantes antecedentes, nadie decente en Manhattan querría hacer negocios con alguien como él.
Acabó liquidando su inversora por los gastos judiciales y además perdió todos los inversionistas y quedó en bancarrota.
Su última petición formal de tutela de su sobrino Dexter Anderson y que se formuló antes de su caída en desgracia, fue desestimada totalmente.
Naraku Sutton estaba acabado.
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Koga tampoco salió bien parado.
Bankotsu temía que él usara en contra de Kagome los pagos que ella alcanzó a hacerle por el chantaje así que Miroku investigó a fondo y resultó que tenía los impuestos mal declarados. Le hicieron una denuncia anónima y con esa investigación no podría salir impune. Perdió su trabajo en el banco y Bankotsu se encargó de que no volviera a encontrar trabajo en Montana.
Aunque él era el señor de la Quinta Avenida de Manhattan, podía mover sus tentáculos si necesitaba proteger a alguien.
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Inuyasha Paulsen estaba en la sala de juntas de su compañía conversando con accionistas e inversionistas que deseaba captar cuando agentes de la SEC (Comisión de Bolsa y Valores de USA) irrumpieron portando una orden de registro y requisa de documentos en busca de información de que Inuyasha operaba en Bolsa abusando de información privilegiada.
La denuncia fue hecha por el propio Bankotsu Anderson, quien no tenía veraz constancia de aquellas prácticas, pero conociendo a su rival, esperaba las peores de él.
Igual aquel operativo de la SEC fue un escándalo en Wall Street y las acciones de Inuyasha sufrieron una baja por la desconfianza de los mercados.
Pese al desprestigio, Inuyasha intentó por todos los medios captar nuevos inversionistas.
Como ese mediodía en aquel exclusivo restaurante donde Inuyasha aguardaba la llegada de dos inversionistas japoneses. Como perdió a los locales, buscar en el exterior no estaba mal.
Leía el menú cuando el mismísimo Bankotsu Anderson se sentó en su mesa.
― ¿Tu?
― ¿Qué se siente ser el dueño de una compañía de segunda? ―Bankotsu le retrucó con una sonrisa en los labios.
Inuyasha entendió que la forma en la que Bankotsu se presentó le daba a entender que los japoneses no vendrían.
―Asumo que los japoneses que yo capté ya no vendrán…
―Asumes bien ―bebió un trago del costoso vino de Inuyasha―. Y también para que entiendas cual es el precio que se paga por intentar dañarme usando información personal. Y eso que no descubren los trapos sucios con Naraku Sutton.
Inuyasha sudó frio.
―Yo no tuve nada que ver con lo que hicieron él y esa loca…
―Pero la gente ya espera lo peor de ti ―Bankotsu se levantó y acomodó su chaqueta―. No quiero volver a oír de ti o tus artimañas ¿quedó claro?
Fue el momento más humillante de la vida de Inuyasha.
Ceder ante la presión de su rival y aceptar sus términos. Jamás volvería a competir con él en Wall Street. Asintió con la cabeza porque no le salieron las palabras de la boca.
Bankotsu Anderson salió de aquel restaurante triunfal.
Inuyasha Paulsen acababa de ser completamente derrotado por él.
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Aunque los paparazzi intentaron captar imágenes, fue imposible.
Kagome y Bankotsu se casaron ocho meses después del intento de incendio en una ceremonia secreta en Great Falls.
Y no en cualquier locación.
Bankotsu Anderson compró de nuevo el que fuera la vieja granja de los Smith y como le dijo a su futura esposa.
―Es el único sitio donde debe estar el monolito de tu familia.
La intima boda se celebró allí y solo asistieron los allegados entre los que se contaron a Jakotsu, Miroku, Sango y el pequeño Dexter.
―Menos mal no me obligaron a llevar los anillos, esas son tareas de niños ―comentó Dexter.
― ¡Ella es mi obra maestra! Luce hermosa y él aún mas ―Jakotsu lagrimeaba de emoción.
Miroku aplaudía emocionado, sinceramente feliz con Bankotsu y al hacerlo miraba a Sango con quien llevaban una particular relación de amigos enemigos.
La joven ahora vivía en Manhattan y trabajaba en Anderson Equities a la par que trataba de mejorar capacitándose todos los días.
La premura de la boda también respondió a otro poderoso motivo.
Kagome ya estaba embarazada de tres meses y Bankotsu movió todas sus influencias para recuperar las tierras de la antigua granja.
No hizo lo mismo con la que eran las tierras del anterior rancho Followstone. Tuvo la oportunidad de volver a comprarlas, pero no lo hizo.
Si lo hacía el viejo fantasma de su padre regresaría con él. Y Bankotsu no tenía intenciones de revivir su recuerdo.
Ni para él y para Kagome que ahora era su esposa.
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Recostó su cabeza sobre el vientre de su esposa.
Era un lugar donde encontraba paz y los demonios se marchaban.
Si tenía un mal día en la oficina, ése era su medicamento.
Además, ella había cambiado su vida por completo. Además de tener a la mejor cocinera del mundo en su propia casa, ella lo cuidaba con mimo y dulzura.
¿Cómo no estar loco por una mujer como ella?
Las voces que hablaban de la desigual relación entre él y Kagome pronto se acabaron, y más al presenciar la transformación del Señor de la Quinta Avenida en un recio hombre de familia.
En ciertos momentos, la inseguridad se hacía mella en ella y aunque llevaba meses llevando una vida de ciudad y Jakotsu se encargaba de darle asesoría de imagen, solía aparecer de tanto en tanto porque era una mujer fuera del prototipo de las ideales.
―A veces creo que esto es un sueño y despertaré…y quizá no te encuentre o cambies de opinión sobre mí
Él se incorporaba enseguida, le tocaba una mejilla sin dejar de verla a los ojos.
― ¿Por qué cambiaría de opinión? ―él deslizaba su mano por su cara para darle una suave caricia―. Si fui yo quien te pidió que pasaras el resto de tu vida conmigo ―la besaba dulcemente―. No soy mi padre y nunca lo seré…
Esas palabras eran como mágicas para ella.
Su natural inseguridad tardaría un poco en sanar luego de años de vivir con ella.
Se abrazaba a su esposo con fuerza.
Dentro de poco serían cuatro en esa familia, incluido Dexter.
Y todo sería aún más caóticamente hermoso.
FINAL.
GRACIAS HERMANITAS, les dediqué al comienzo.
Tengo que confesar que ya tengo nuevas ideas para el nuevo fic, pero tengo un dilema. No sé si volver al romance histórico o seguimos probando los romances contemporáneos en New York.
Nos leemos muy pronto, hermanas y espero el siguiente fic salga mejor.
PAOLA
