Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Venganza para Victimas" de Holly Jackson, yo solo busco entretener y que más personas conozcan este libro.
Capítulo 44
Bella esperó.
Se le había empezado a curar la piel de la cara y de las muñecas. Y esperó.
No lo anunciaron el lunes; Bella se sentó en el sofá a ver las noticias de las diez, mientras su madre gritaba por encima de la tele a su padre para que sacara los contenedores de la basura.
Tampoco lo anunciaron el martes. Bella tuvo las noticias de la BBC de fondo todo el día mientras configuraba su móvil nuevo. Nada. Nadie había encontrado ningún cuerpo. Las dejó hasta cuando Edward fue a verla por la noche. Hablaban con miradas atormentadas en los ojos, y con pequeñas caricias en las manos, porque no podían utilizar palabras. No hasta que estuvieran tras la puerta cerrada de su habitación.
¿Acaso no lo habían encontrado? No podía ser: el fuego, la sangre. Seguro que los empleados de Green Scene tenían que saberlo, les tenían que haber dicho que algo iba mal, por qué no podían ir a trabajar: el fuego, la escena del crimen. Bella podía buscarlo…
No. No podía buscar nada. Eso dejaría un rastro.
Solo tenía que esperar, luchar contra esa necesidad de saber; si no, acabarían pillándola.
Le costaba dormir. ¿Qué esperaba? No tenía nada que tomarse y quizá ahora lo necesitara incluso más, porque cada vez que cerraba los ojos, temía que no volvieran a abrirse, que estuvieran tapados con cinta, como su boca al intentar respirar. Latidos que sonaban a disparos. Solo era el cansancio, que se había quedado a vivir con ella.
—Hola, dormilona —le dijo su madre el miércoles por la mañana, mientras ella bajaba a trompicones la escalera, saltándose el último escalón por inercia—. Me han cancelado un par de citas esta mañana, así que he preparado el desayuno. Tortitas.
Bella se sentó en la isla de la cocina y le dio un sorbo largo al café, demasiado caliente para su garganta aún irritada.
—Te voy a echar de menos cuando te vayas a la universidad —dijo su madre, sentándose frente a ella.
—Vamos a seguir viéndonos continuamente —dijo Bella con la boca llena.
No tenía hambre, pero quería complacer a su madre.
—Ya lo sé, pero no va a ser lo mismo, ¿no? Has crecido mucho, el tiempo ha pasado volando. —Chasqueó los dedos mirando su teléfono sobre la encimera, que acababa de emitir el sonido de un mensaje—. Qué raro. Es Siobhan, del trabajo. Dice que ponga las noticias.
A Bella se le cerró el pecho alrededor del corazón y su cabeza se llenó con el ruido de todas las costillas rompiéndose. Tenía el cuello demasiado frío, la cara demasiado caliente. Era eso, ¿verdad? ¿A qué otra cosa si no se podía referir Siobhan? Mantuvo una expresión neutra, clavando el tenedor en las tortitas para tener las manos ocupadas con algo.
—¿Por qué? —preguntó de forma casual, mirando la cara caída de su madre.
—Solo me ha dicho que las ponga, no sé nada más. A lo mejor ha pasado algo en el colegio. —Su madre se bajó del taburete y fue corriendo hasta el salón.
Bella esperó un momento, luego dos, intentando respirar para calmar el pánico, que era cada vez más intenso en su interior. Ese era el momento en el que todo se volvía real, e irreal; debía interpretar un papel, y hacerlo bien.
La interpretación de su vida. Dejó el tenedor en la encimera y fue detrás de su madre.
Ya había cogido el mando y la televisión se estaba encendiendo.
Directamente en el canal de BBC News, donde Bella la había dejado anoche.
La imagen de la presentadora del telediario estaba cortada por la mitad por un texto en la parte inferior de la pantalla.
«Última hora».
Se le fue formando una curva en la ceja conforme hablaba a cámara.
«… en Buckinghamshire, un pueblo que ya ha tenido más que suficiente tragedia. Hace seis años, dos adolescentes, Sid Prescott y Billy Cullen, murieron en el que, desde entonces, se ha convertido en el crimen del que más se ha hablado en todo el país. A principios de este año, un hombre, que resultó ser el Niño Brunswick y que había estado viviendo en Little Kilton bajo el nombre de Stanley Forbes, fue asesinado a tiros. El sospechoso, James Green, fue arrestado y condenado la semana pasada. Y ahora nos encontramos con ese mismo pueblo otra vez en el punto de mira, con la confirmación de la policía local de que se ha encontrado el cuerpo sin vida de Neil Prescott, padre de Sid Prescott».
Su madre soltó un grito ahogado y abrió la borra aterrorizada. Bella imitó su expresión y la compartió con ella.
«Las autoridades están tratando esta muerte como sospechosa y han realizado unas primeras declaraciones frente a la comisaría de policía de Amersham hace escasos minutos».
El plano pasó de la sala de redacción a una escena exterior, con un cielo gris y un edificio grisáceo que Bella conocía demasiado bien. El lugar malo.
En el aparcamiento habían levantado un escenario con un micrófono que se movía ligeramente por el viento.
Él estaba detrás, con una camisa clara y un traje de chaqueta entallado.
El abrigo acolchado verde parecía poco apropiado para una rueda de prensa.
El inspector Hawkins carraspeó.
—Lamentablemente, debemos confirmar que Neil Prescott, de cuarenta y ocho años, residente de Little Kilton, fue hallado muerto el domingo por la mañana muy temprano. Su cuerpo se encontró en su lugar de trabajo, en la empresa de la que era dueño, con sede en Knotty Green. Estamos tratando la muerte como un homicidio, y aún no puedo hacer ningún comentario sobre los detalles del caso, ya que aún nos encontramos en la etapa inicial de la investigación. Desde aquí, hacemos un llamamiento a cualquier testigo que estuviera en la zona de Knotty Green el sábado bien entrada la noche, sobre todo en las proximidades de Witheridge Lane, que pueda haber visto algo sospechoso.
«No hay testigos», pensó Bella, diciéndoselo con los ojos a través del cristal de la pantalla del televisor. No había nadie cerca que escuchara sus gritos. Y, además, había dicho el sábado bien entrada la noche, ¿verdad?
Pero ¿a qué hora se refería? Podría tratarse de las siete, o incluso antes, según a quién le preguntaras. El término era demasiado impreciso, demasiado vago; todavía no sabía si lo había conseguido.
—¿Alguna pregunta? —Hawkins hizo una pausa y miró más allá de la cámara—. Sí. —Señaló a alguien.
Una voz fuera de plano.
—¿Cómo lo asesinaron?
Hawkins estiró la cara.
—No te lo puedo decir porque la investigación sigue activa.
«Golpeándolo con un martillo en la cabeza —respondió Bella mentalmente—. Le dieron, al menos, nueve veces. Rematado. Una muerte con mucha mucha rabia».
—Qué horror —comentó su madre tapándose la cara con las manos.
Bella asintió.
Otra voz diferente detrás de la cámara.
—¿Tiene algo que ver con la muerte de su hija, Sid?
Hawkins analizó al hombre durante un instante.
—Sidney Prescott falleció de forma trágica hace más de seis años, y su caso se resolvió el año pasado. Yo me encargué personalmente de la investigación. Tengo relación con la familia Prescott, y prometo que averiguaré qué le ha pasado a Neil, quién lo ha matado. Gracias.
Hawkins bajó del escenario con un breve saludo y el plano volvió a la sala de redacción.
—Horrible, horrible —dijo la madre de Bella negando con la cabeza—. No me lo puedo creer. Pobre familia. Neil Prescott está muerto. Lo han asesinado. —Se giró para mirar a Bella con una expresión severa—. No —dijo, levantando un dedo.
Bella no sabía qué había hecho mal. Neil Prescott merecía morir, pero su madre no era capaz de darse cuenta de eso mirándola a la cara, ¿verdad?
—¿No qué? —le preguntó.
—Lo veo en el brillo de tus ojos, Bella. No te vas a obsesionar con esto. No vas a empezar a investigarlo.
Bella volvió a mirar al televisor y se encogió de hombros.
Pero era precisamente eso lo que iba a hacer.
Es lo que habría hecho si se acabara de enterar de lo que había pasado.
Es lo que haría: investigarlo. Se sentía atraída por la gente muerta, por los desaparecidos, intentando averiguar los porqués y los cómos. Era lo esperable. Era lo normal. Y Bella tenía que actuar de forma normal, tal como la gente esperaba que hiciera.
Empezaba la última parte del plan, repetido una y otra vez en intensos suspiros con Edward la noche anterior. Interferir, pero no demasiado. Guiar, no liderar.
La policía tenía a su asesino. Solo debían saber dónde buscar.
Bella les podía dar un empujoncito hacia la dirección correcta, para encontrar a la persona que se escondía tras todas esas pruebas que ella les había dejado. Y tenía la forma perfecta, esperada y normal de hacerlo. Su podcast.
Asesinato para principiantes. Temporada 3: ¿Quién mató a Neil Prescott?
Sabía exactamente a quién entrevistar primero.
