29 Enero de 2021

La fría madrugada de invierno a finales de diciembre del año inmediatamente anterior la noticia más difícil que ha afrontado Akane y su familia era la de que Ranma había sido contagiado por aquel famoso virus que mantuvo en vilo a la humanidad durante todo ese año anterior. Los primeros dos días de enero Shampoo también entró a urgencias por la misma condición que tenía Ranma

Akane estaba despierta toda esa mañana pues en la noche anterior habían llamado del hospital diciendo que Ranma había empeorado.

Mediadas las cinco de la mañana, el teléfono de Akane sonó y, ella asustada, contestó.

—¿Aló? — preguntó Akane.

—¿Es usted familiar de Ranma Saotome? — preguntó el doctor.

Akane sintió un nudo en la garganta, sentía que se iba a quebrar en cualquier momento, tragó saliva y preguntó.

—S-sí, ¿ocurre algo, doctor Tofu?

—Ranma ha fallecido — dijo Tofu —, él luchó con todas sus fuerzas pero lastimosamente no pudo continuar con nosotros y terminó muriendo por complicaciones cardíacas.

Akane quedó helada, pasmada, como si el tiempo se hubiera detenido, Ranma había muerto con tan solo 18 años recién cumplidos. Al otro lado de la línea estaba Tofu tratando de conseguir respuesta con la chica pero no obtuvo nada más que el abrumador silencio que aturdía a cualquiera.

Luego, echó a llorar toda la mañana, al ser la primera en conocer la noticia tuvo la difícil tarea de contarle a los demás acerca de la muerte reciente de Ranma. Kasumi rompió a llorar, Genma no quiso hablar y solamente se marchó del dojo, Nabiki no dijo nada y Soun imitó a su hija mayor.

La nieve que caía en Nerima daba un aire nostálgico al dojo Tendo dónde ahora las cosas se darían distinto, durante los siguientes días tuvo que consolar a Ukyo que rompía a llorar cada noche, a Akane le dolía pues sabía del aprecio que su prometido tenía para con ella. La chef okonomiyaki llegó una tarde de febrero a la habitación de la menor Tendo y se quedó allí abrazada a ella mientras dejaba escurrir sus lágrimas.

—Debió ser muy duro para ti — habló Ukyo echada en la cama de Akane —perdona por venir así de imprevisto. Fuiste la primera en enterarse de su muerte, Akane.

—Relájate — Akane simplemente esbozó una sonrisa amarga —me preocupa que también Shampoo está hospitalizada por COVID, tch... es jodido esto. No sería capaz de lidiar con otra muerte, Ukyo.

—Calla esos ojos — Kuonji le exigió con lágrimas en sus ojos.

Ese día, 3 de febrero, era inusualmente frío y en la ropa de las dos chicas se notaba pues estaban bastante abrigadas mientras trataban de distraer sus mentes con alguna serie de televisión. Esa noche, Ukyo se quedó a dormir con Akane, a quien descubrió leyendo un libro.

—¿Qué lees? — preguntó Ukyo.

—Cien años de soledad — contestó la pelinegra —fue un regalo que Ranma me dió en septiembre. Dice que en Colombia se celebra amor y amistad ese mes.

—Ese país me gusta mucho — musitó Ukyo —Dios, ¿cómo estará la pobre Shampoo?

—Lo que la anciana Cologne me dijo es que está muy grave — murmuró la castaña.

Ambas durmieron tranquilas esa noche invernal en la misma cama, cuando Ukyo fue a abrir su local acompañada por Akane, claro con el uso de esos molestos tapabocas, encontraron a Mousse y a Cologne llorando en el Nekohanten. Ese día 4 de febrero Shampoo había dejado este mundo a la corta edad de 17 años; las dos muchachas se acercaron al joven de lentes y la vieja amazona para consolarla.

—Lamento su pérdida — murmuró Akane en voz baja.

—Shampoo... ella tenía una vida por delante — Cologne soltó una lágrima —ella ya había decidido casarse con Mousse y... ahora se contagió de ese virus. ¿cómo está Ranma?

—Él también murió, aún no lo asimilo que la no estará con nosotros — comentó la Tendo soltando lágrimas de tristeza —fue hace casi una semana.

—Oh... no tenía idea — Mousse limpió sus lágrimas —debería quedarme aquí con Cologne y así honrar la memoria de Shampoo.

El grisáceo cielo de esa mañana hacía que la tristeza y los trazos grises se adueñen del barrio, los siguientes días a la muerte de los dos jóvenes fueron un tormento silencioso cuya tortura era la más complicada. Lidiar con la pérdida.

Entre las cosas de Ranma que Akane ordenaba para mantener un recuerdo o regalarlas encontró algo, un cuaderno de forro negro con una bandera de fondo rojo, una cruz blanca y otra roja entrecruzadas, no sabía en qué idioma estaba porque era muy raro y la única políglota que conocía se fue a otro plano.

—Maite Zaitut — murmuró Akane leyendo —necesito un traductor. Esta es la letra de Ranma.

Rápidamente tomó su celular y llamó a Ukyo, y duró más la llamada que el trayecto de la chica de los okonomiyaki a la casa Tendo. Usando la cámara de su teléfono descubrió que ese idioma era uno de los más raros y extraños del mundo.

—Es euskera — dijo Ukyo —se habla en España. Y lo que dice allí es que te ama. Me gusta como suena, Maite Zaitut.

—Al parecer Ranma sabía que iba a morir tarde o temprano — mencionó la castaña —recuerda que al estar bajo mucho estrés empezó a padecer del corazón.

Akane asintió y dejó que Ukyo siguiera.

—Yo que fui su amiga de la infancia me dijo que tenía un sueño y era que yo tuviera un gran restaurante.

—En ese caso — Akane se levantó de la cama —, te propongo algo. Hagamos ese sueño realidad.

Ukyo no pudo estar más de acuerdo, horas más tarde estuvieron practicando en la cocina y se sorprendió de lo bien que Akane cocinaba a pesar de que todos corrían de huida de su sazón a Kuonji le pareció agradarle.

Ellas dos eran un rayito de sol en medio de tanta tristeza. Tras unos días de mejorar la sazón de Akane, limpiar el local y organizar muchas más cosas finalmente abrieron el restaurante al cual bautizaron: Euskeranma.

Si bien los primeros dos meses fue difícil por las restricciones de salud, el siguiente año despegaron como cohete y crecieron como la espuma; había fotos de Ranma y todas sus locas aventuras en la pared a manera de mantener vivo su recuerdo.

Aun así sabían que en sus corazones seguiría Ranma y también Shampoo que con sus artimañas quería apoderarse de él pero con su carisma se ganó un lugar en el corazón de Akane.

Akane miró al cielo y contempló una vez más el cielo gris del invierno, sonrió para sí misma mientras atendía a los clientes al aire libre e imaginó a Ranma y Shampoo en ese lugar.

—Yo nunca los olvidaré — susurró.


FIN