-Esta historia esta inspirada en el manga y anime "Inuyasha" de Rumiko Takahashi, así como en mitología griega, persa, americana e indu. Los personajes pertenecen por completo a Masashi Kishimoto, más los personajes de carácter secundario, las modificaciones a las personalidad, los hechos y la trama corren por mi cuenta y entera responsabilidad para darle sentido a la historia. Les sugiero oír
"Be Somebody" de Thousand Foot Krutch para Itachi, "Tourner Dans Le Vide" de Indila para Izumi, "What Was I Made For" de Billie Eilish para Suki, "En El Pozo Te Encontré" de Moysés Macedo & Cecilia Palafox para el cierre del capítulo, y "Four Seasons" de Namie Amuro para el contexto del mismo.
Habitualmente silente, Itachi se mostraba más distante y callado que nunca, Naruto, Hinata y Konohamaru podían notarlo, observándose en silencio y montando sobre el lomo de Hina en su forma de Quimera, con el semidios y la wiccan montando a caballo delante de ellos, buscando y queriendo darles toda la privacidad y espacio que ellos quisieran si eso sacaba a Itachi del agujero emocional en que se encontraba, y solo Izumi podría lograrlo. Abrazando a Itachi por la espalda sobre el lomo del caballo, lo que lo mantenía tranquilo, la wiccan vestía un holgado suéter azul pastel de cuello en V y mangas ceñidas a las muñecas, cerrado por tres botones dorados, sobre una camiseta deportiva color blanco como los pantalones ligeramente anchos que usaba, con sus largos rizos castaños cayendo sobre su hombro izquierdo, con una trenza decorando su coronilla a modo de cintillo, y alrededor de su cuello se encontraba el medallón en que contenía en su interior los fragmentos de la Joya del Paraíso. El ruido de las olas del mar al costado de su camino lo inundaba todo, recordándoles a cada momento porque estaban ahí, por la búsqueda de los Strigoi; en sí, los Strigoi eran espíritus que podían adoptar todo tipo de apariencia—cambiaban de forma—, pero preferían adoptar la apariencia humana, de animales o fantasmas y causar problemas, escurriendo la vitalidad de sus víctimas al tomar su sangre, por ello se les consideraba los vampiros originales y eran las criaturas supremas dentro de la jerarquía vampírica según Yahiko les había explicado durante el viaje.
—¿Estás seguro de que este es el camino correcto, Yahiko?— inquirió Itachi a su amigo, que viajaba sobre su hombro en forma de pulga.
—Así es, señor, los Strigoi viven en una isla de origen volcánico, casi junto a la costa, así pueden alimentarse fácilmente de los humanos que residen ahí— explicó el pelinaranja, muy cómodo sobre el hombro de su señor. —Estamos a punto de llegar— anunció, reconociendo la villa que se veía muy próxima.
—Tratemos de no llamar demasiado la atención al llegar entonces— sonrió Izumi mientras abrazaba a Itachi, lo que le permitió notar como se tensaba y fruncia el ceño. —¿Qué sucede?— inquirió preocupándose al instante.
—Algo pasa adelante, parece una pelea— anticipó el semidios, pudiendo percibir las emociones por el aroma en el aire.
—Sera mejor no intervenir, en tu situación— aconsejó Naruto desde el lomo de Hina, preocupado como todos.
—Es entre humanos— diferenció el pelinegro, no pudiendo permanecer indiferente.
—Vamos entonces— consintió la wiccan en voz baja y contra su cuello, entendiéndolo.
Sabía que Itachi había cambiado enormemente desde que se conocían, podía notarlo aunque no lo adjudicase a sí misma como él si hacía, ya no podía mantenerse indiferente al sufrimiento de los demás y menos por causa de terceros, no sabiendo que podía hacer algo al respecto, mas su condición con respecto a su sangre divina hacia todo muchísimo más complicado e Izumi se lo recordó, envolviendo con mayor firmeza sus brazos alrededor del torso de Itachi, haciendo que el este volviese la mirada hacia ella con un asentimiento, prometiendo no involucrarse en demasía antes de halar las riendas y hacer que el caballo galopase más rápido hacia la villa, y sus amigos no tardaron en imitarlo. En la villa que daba directamente con la costa de donde los habitantes obtenían peces, moluscos y crustáceos que les servían para alimentarse y comerciar, un grupo de hombres sujetaron de los brazos a una mujer, arrastrándola entre gritos hasta arrojarla sobre la arena, junto a las olas, deseando ahogarla pero prolongar su tortura para con ella al mismo tiempo, la mujer portaba un austero vestido negro de escote cuadrado, mangas ceñidas hasta los codos donde se abrían como lienzos y falda de velo, encima vestía una chaqueta negra con reflejos violeta, sin mangas y de escote cuadrado, cerrado por seis botones negros, abierta bajo el vientre para exponer la falda del vestido, y sus largos rizos castaños caían sobre sus hombros y tras su espalda, enmarcando su rostro y que mantenía cabizbajo, ocultando sus lágrimas por el balanceo de las olas contra su costado.
—Solo querías engañarnos, ¿verdad?— acusó uno de los hombres, observando con desprecio a la mujer.
—Esos monstruos volvieron a atacarnos, ese no era el trato— respaldó otro, igualmente furioso.
—Ella debe tener un trato con esas criaturas— consideró otro de los hombres. —Hay que matarla— tomó una piedra del suelo con toda intención de atacar con ella a la mujer, pero alguien se lo impidió.
—¿Quién se creen que son?— increpó Itachi, quitándole la piedra al hombre sin esfuerzo. —¿Cómo se atrevieron a golpearla?— cuestionó alzando la voz, detestando a personas como ellos, que abusaban de su fuerza para con otros.
—Ella no merece ninguna compasión, no después de haberse relacionado con esas criaturas para alumbrar una abominación que solo ha traído desgracias a nuestra gente— protestó uno de los hombres, defiendo el actuar de él y los demás.
Aquella implicancia, engendrar un individuo que fuera la mezcla de dos sangres, hizo estremecer a Itachi de pies a cabeza, como si le hubieran arrojado un balde de agua congelada, volviendo la mirada por sobre su hombro hacia la mujer y que apartó la mirada, no avergonzada sino dolida y con lágrimas en los ojos mientras Izumi envolvía sus brazos alrededor de sus hombros y la ayudaba a levantarse; ello generó una lástima muy especial en el corazón de Itachi e hizo que viera a esa mujer desconocida como a su madre, creó el vínculo y el deseo de ayudar, anteponiendo aquello por sobre sus propios problemas. Ayudando a la mujer a ponerse de pie y quien no protesto bajo su tacto, Izumi observó a Itachi por el rabillo del ojo, atenta a cualquier reacción de su parte, sabiendo cuanto detestaba Itachi a personas tan violentas y crueles—humanos como aquellos con los que él ya había tratado en el pasado—, más aun tratándose de una niña mestiza, no una semidiosa porque los Strigoi no eran dioses, mas si mitad inmortal por lo que eran esas criaturas; Itachi necesitaba de la sangre de un Strigoi y un mortal para recuperar el control sobre su sangre…¿Acaso eso quería decir que necesitaba la sangre de esa niña? Ya sea que pensase lo mismo que ella o no, el semidios intimidó muy seriamente y con una sola mirada a los humanos, que no dudaron en retirarse bajo amenaza de salir heridos de insistir en su agresión, y una vez hecho esto, Itachi se volvió personalmente a la mujer a quien cargo en sus brazos, pidiéndole que le dijera donde estaba su hogar y disponiendo llevarla allí personalmente, no consintiendo que ella hiciera el esfuerzo de caminar.
No cuando veía a su madre reflejada en ella.
Tratándose de una villa tan apartada y en medio de la naturaleza, la cual trataban de interrumpir lo menos posible y subsistiendo lo mejor que podían, Itachi y sus amigos habían creído que la mujer—que se presentó a ellos con el nombre de Hayami—viviría en una casa relativamente humilde, y los sorprendió encontrar una vivienda que perfectamente podrían comparar con el hogar de lady Tsunade en su villa, pero ninguno comento nada al respecto ni mucho menos Itachi quien ingresó en la casa aun cargando a la mujer, quien le agradeció profundamente su ayuda pero insistió en estar en pie personalmente y atenderlos como agradecimiento por la ayuda y gentileza que ellos le habían mostrado, siendo además viajeros que se encontraban de visita. Era evidente que, como habían señalado los habitantes de la villa, lady Hayami tenía o había tenido conexión con el mundo de los inmortales, pues solo ellos podían proveer de aquellos lujos o comodidades a una humana que no poseía poder ni riqueza, Itachi en lo personal lo sabía ya que, fuera de su estatus de princesa, su madre había vivido cómodamente hasta el final de su vida por privilegios que su hermano Sasuke había destinado para él en especial, pero casos así eran escasos incluso entre los dioses más prestigiosos y quienes muy pocas veces reconocían a parientes suyos si estos tenían sangre humana, ¿Es que los Strigoi eran diferentes? Itachi no sabía que pensar, mucho menos recordando las palabras de los humanos y no conociendo lo suficiente de las criaturas que buscaban.
—Disculpe, señora, ¿Podría explicarnos por qué la estaban atacando esos hombres?— inquirió Naruto dejando su taza de té sobre la mesa y siendo el primero en hablar.
—Es muy complicado, pero creo que el punto principal es porque entregue a mi hija a los Strigoi, esperando que ello menguara los ataques de esas criaturas sobre la villa— confesó Hayami volviendo a ingresar en la sala tras limpiar su rostro de los golpes recibidos. —Se cómo suena, pero los Strigoi siempre han tenido su guarida cerca de nuestra villa— aclaró intuyendo lo que pensaban, pero no demostraban los viajeros. —Susumu, el padre de mi hija Suki, era completamente diferente de ellos y no dañaba a los humanos, incluso lograba que los demás Strigoi respetaran su voluntad— solo pensar en su fallecido amado la ponía triste, pero ellos merecían escuchar la verdad tras haberla ayudado.
—¿Era?— inquirió Hinata, intuyendo el sentido implícito en aquel verbo pasado.
—Si, porque mi señor falleció y con ello los demás Strigoi volvieron a atacar, y con mayor brutalidad— prosiguió la mujer, concentrándose en los hechos importantes a relatar. —Lord Shuichi, padre de mi fallecido señor, ofreció un trato a cambio de una tregua que nos permitiera vivir en paz, por lo que no tuve otra opción que entregar a mi hija…mas ello no duro— apretó disimuladamente las manos con impotencia debido a ello.
—¿Y por qué querían a su hija?— preguntó Izumi esta vez, bastante confundida al respecto. —Es solo mitad Strigoi, ¿no?— se suponía que los inmortales no aceptaban a aquellos que tenían sangre humana, la existencia de Itachi era la prueba.
—Lo es, pero mi hija tiene habilidades que incluso son prodigiosas para esas criaturas, por lo que quieren aprovechar su talento y poder tanto como sea posible ahora que es joven, y pueden enseñarle a controlarlo— aclaró Hayami, habiendo tenido sus propias dudas al inicio.
—Pero imagino que no porque le tengan afecto— comentó Itachi de brazos cruzados y observando a un punto indeterminado, pensativo mas escuchándola al mismo tiempo.
—Para nada, solo porque a ellos les beneficia— suspiró ella con disimulado pesar. —La aldea hizo igual, por eso la entregue, creí que sería más feliz con su propia gente y no con los humanos, que ya de por si habían sido crueles con ella— justificó, sintiendo que podía confiar en la comprensión de los viajeros pese a apenas conocerlos.
Como una mujer de su tiempo, Hayami estaba sobradamente acostumbrada a callar sus opiniones, haberse enamorado de un Strigoi y tenido una hija mestiza no la hacia una adelantada a su tiempo, una rebelde ni nada parecido fuera del hecho de que se había enamorado y seguido dicho ideal—Izumi indudablemente la consideraba valiente y digna de respeto por ello, igual que a la madre de Itachi, la princesa Eshima, pero debido a las diferencias entre el siglo XVI y el siglo XXI—, por lo que tener que controlar sus emociones no le era extraño en absoluto; podía entender que su decisión de entregar a su hija a los Strigoi sonara cruel, pero lo había hecho pensando en la felicidad de Suki y no en la propia, ¿Qué era estar lejos de su hija sabiendo que junto a los Strigoi su pequeña no recibía malos tratos, insultos o golpes como si hacía de los habitantes de la villa? Una madre siempre buscaría lo mejor para su hija después de todo. Las palabras de lady Hayami confirmaron los pensamientos de Itachi y que intentó mantenerse tan estoicamente como le fue posible, escuchar tanto afecto y preocupación de una madre para con su hija le recordó inevitablemente a su fallecida madre la princesa Eshima, removió los sentimientos que llevaba en lo más profundo de su corazón y le confirmó además el sentir de que no podía mantenerse al margen de eso, no tratándose de una niña pequeña a quien sentía que podía y debía ayudar, ¿No era eso lo que Izumi le había enseñado? No podía mantenerse indiferente al sufrimiento que había en el mundo.
—Perdonen, pero ¿Por qué se encuentran aquí?— cuestionó Hayami finalmente, creyendo ya haber hablado suficiente de ella y de su vida.
—Estamos en un viaje de reconocimiento, necesitamos averiguar sobre esas criaturas y obtener parte de la sangre de uno de ellos— simplificó Itachi, eligiendo no profundizar en la sangre humana que necesitarían, y en que la pequeña Suki tenía la mezcla perfecta.
—En ese caso, creo que podría indicarles donde está la guarida de los Strigoi, es lo menos que puedo hacer— consideró ella con una ligera sonrisa, deseando devolverles el favor.
—Se lo agradecemos mucho— asintió el semidios, levantándose de su lugar tan pronto como lady Hayami lo hizo, prefiriendo no perder el tiempo. —Volveré pronto, quédense aquí— instruyó a sus amigos antes de enfocar su atención en cierta persona.
—¿Seguro, Itachi?— inquirió Izumi, no queriendo que se aventurase solo a lo desconocido.
—Esto solo me concierne a mí— asintió el Uchiha, sabiendo que ella entendía sus razones.
A Izumi no necesitaba decirle nada ni profundizar en detalles o algo remotamente parecido, después de todo ambos habían viajado juntos y conocido al semidios llamado como Raiden, Izumi había visto cuanto lo afectaba el tema y había entendido su problemática sin que él profundizase verbalmente en ello, ¿Para qué si seguía resultándole incomodo y doloroso? Físicamente solo tenía veinte años, su proceso de vida se había detenido con esa apariencia por cincuenta años y por ende él tiempo no había pasado para pese a los cincuenta años que había pasado sellado por causa de la flecha que Toka le había lanzado, por ende en su mente continuaban perfectamente vivos todos los recuerdos de cómo sobrevivir solo antes de conocer a Izumi y tras la muerte de su madre; Yahiko no había estado ahí siempre, Sasuke no lo había salvado de los peligros, había tenido la muerte respirándole en la nuca, había visto y se había ocultado de toda clase de criaturas inmortales que había buscado asesinarlo desde los seis años, nunca había podido elegir llevar una vida normal pues la sola idea le había estado vedada, solo reflexionar en su pasado con Toka era prueba suficiente, mas hoy era solo un recuerdo, gracia a los dioses, el destino o lo que fuera, Izumi había entrado en su vida y cambiado todo para bien, le había dado una existencia con la que en el pasado solo habría podido soñar, e Itachi quería honrar eso ayudando a una niña que lo necesitaba, ello lo motivo a abandonar la casa junto a lady Hayami, hacia la guarida de los Strigoi…
Aunque dependiera de su vida concentrarse únicamente en lo que era realmente importante, aunque Yahiko estuviera posado sobre su hombro en forma de pulga y observándolo, y aunque tuviera más que claro que o conseguía la sangre de un Strigoi—la chica a la que quería ayudar era mestiza como él encima de todo, y teniendo la mezcla de sangre que él necesitaba para superar su problema—y la de un humano para solucionar el problema de su sangre divina o terminaría literalmente perdiendo la razón, Itachi era incapaz de concentrarse, inconscientemente se había involucrado desde el principio en ayudar a esta niña aunque perdiera la oportunidad de remediar su situación, siguiendo en silencio a lady Hayami hasta abandonar la villa, internándose por un camino escarpado que daba con una caleta con una especie de pequeña isla cruzando el mar, esa era la guarida de los Strigoi. Aun desde la distancia podía verse a una niña de no más de diez años, sentada en posición de loto y como si se encontrase meditando, con las manos entrelazadas y una expresión de suma seriedad pese a su evidente juventud, portando un austero vestido sola pálido de escote alto y cuadrado, mangas acampanadas que llegaban a cubrirle las manos y falda de velo, que pasaba desapercibido bajo una chaqueta superior rosa pastel de escote redondo ligeramente más bajo, de mangas ceñidas y cortas hasta los codos y falda abierta en A bajo el vientre, de largos rizos castaños que caían sobre sus hombros y tras su espalda, peinados por un cintillo de pequeñas cuentas doradas.
—Es ahí— anunció Hayami deteniendo sus pasos a una distancia prudente, pudiendo ver perfectamente a su hija. —Suki…— reconoció en un quedó susurro, conteniéndose de gritar el nombre de su pequeña a quien tanto extrañaba tener a su lado y abrazar.
—¡Mami!— gritó Suki desde su lugar, observando fuera de la guarida y que le permitió ver a su madre.
Siendo la encargada de crear la barrera que protegía a los habitantes del interior—todos Strigoi—y les permitía descansar hasta que llegase la noche y fuera el momento de salir a cazar y alimentarse, y teniendo un horario más bien diurno por su crianza humana, Suki tenía el deber de permanecer en la entrada de la guarida y proyectando sus energías sobrenaturales que le daba su sangre Strigoi para proyectar la barrera, así había sido desde hace un par de semanas, desde que había tenido que vivir con los miembros de su familia paterna para evitar que los humanos fueran atacados y para no tener que soportar el desprecio de estos…pero nunca en tantos días Suki había estado tan feliz como ahora y al ver a su madre, deseando olvidar todo lo que estaba haciendo y correr a abrazarla, pero una mano que se situó sobre su hombro derecho se lo impidió, y la hizo permanecer en su sitio. La figura que apareció tras la pequeña era un hombre muy intimidante de hecho, humano en apariencia, pero Strigoi como todos y aún más importante, lord Shuichi el líder del coven o clan; era un hombre de casi dos metros de altura, de largo y ondulado cabello negro recogido en un moño de estilo asiático que caía tras su espalda y con un flequillo enmarcando su rostro de llamativos ojos de esclerótica negra e iris rojo, vistiendo una amplia y elegante túnica azul oscuro de cuello alto y en V con opacos bordados plateados en forma de murciélago, ceñida a su cuerpo por un fajín de igual color, y encima una chaqueta superior de seda color purpura que permanecía abierta, sin mangas y corta hasta las rodillas, Itachi situó su mano sobre la empuñadura de Celik nada más verlo.
—Tenemos visitas, que fortuito— comentó Shuichi sin apartar la mirada de los dos individuos, conociendo a la mujer, pero no al mestizo que la acompañaba.
—Él es lord Shuichi— llamó Hayami, dando un paso al frente. —¿Por qué nos engañó? Dijo que, si tenía a Suki, no volvería a atacar la villa— expuso, esperando una explicación de su parte para faltar a su palabra tan cruelmente.
—¿Creíste que cumpliría eso?— cuestionó el Strigoi con una seca carcajada. —No cumplo mis promesas, y menos con simples humanos— dejó en claro para frustración y pesar de Hayami. —Pero, debo admitir que Suki es una autentica prodigio para su edad, puede llegar a ser más fuerte que su padre, ni siquiera parece humana— reconoció volviendo la mirada hacia su nieta, que merecía todos los elogios había y por haber. —Pero, por lo visto, y para volver a nuestra paz y quietud, tendré que deshacerme de ustedes— notó alzando una de sus manos al aire y proyectando sus energías en lo que parecía un ataque.
—¡No!— gritó Suki, haciendo que su abuelo replegase sus poderes y volviera la mirada hacia ella. —Abuelo, por favor, haré todo lo que me pida, pero por favor, no lastime a mi madre— rogó con la voz quebrada y a punto de llorar.
—Veo que mi nieta comprende la situación mejor que ustedes— declaró Shuichi con lo que parecía ser lastima. —¿Creen que será feliz entre los humanos? Los niños de la villa la odian por no ser humana, y la ofrecieron en sacrificio solo para salvarse, ¿Realmente creen que la entregaría a personas como ustedes?— espetó duramente y haciendo que Hayami bajara pesadamente la cabeza, sintiéndose culpable como humana que era y porque ella había tomado esa decisión. —La balanza se inclina a mi favor; ahora largo o no lo pensare dos veces— ordenó, respetando la suplica de su nieta.
Itachi no estaba escuchando en absoluto a aquel sujeto, no teniendo su mano derecha permanentemente sobre la empuñadora de Celik y dispuesto a atacar aunque ello condujera a un enfrentamiento mayor y en que bien podría perder el control de sus instintos debido a su sangre divina, Shuichi podía hablar todo lo que quisiera y pareciendo proteger a su nieta, pero como semidios que era y teniendo a Sasuke como hermano—que si bien no lo odiaba, no le había hecho más fácil la existencia tampoco—, Itachi había aprendido que los seres inmortales no reconocían a sus "parientes pobres" o mortales porque si, incluso en tiempos de necesidad era cosa rara y por lo que él no se tragaba la amabilidad o aparente bondad que el Strigoi estaba mostrando, no podía. Pero no estaba ahí solo por lo que a él le pareciera correcto y se lo recordó al ver como lady Hayami tambaleaba en su postura y se cubría los labios con una de sus manos para ahogar un sollozo, todo lo que le importó en ese momento fue que ella estaba sufriendo, haciendo a un lado sus prejuicios o juicios preconcebidos y acercándose a ella para ofrecerle su brazo a modo de apoyo, envolviendo el otro alrededor de sus hombros e indicándole que se marchasen de regreso a la villa y ante lo que ella no protestó, ¿Cómo? Ella misma había entregado a su hija a los Strigoi y solo velando por su bienestar, ¿Cómo podía ahora pedirla de regreso? No se trataba de lo que ella quisiera, sino de lo que fuera mejor para Suki y se lo repitió mentalmente una y otra vez, mas no así Itachi.
El mantendría su desconfianza por ahora.
Ver llorar a una mujer no era algo precisamente alentador para Itachi, de hecho, apenas lo toleraba, haber crecido bajo la protectora tutela de su sensible madre le había enseñado que si bien las mujeres eran criaturas fuertes, en ocasiones sus sentimientos podían quebrarse como el cristal más fino y entonces el deber de los hombres era darles seguridad y confianza para expresar y dejar salir todo lo que estuvieran sintiendo; Itachi y lady Hayami se encontraban de regreso en el hogar de esta y donde hubieron sido recibidos por Izumi, Naruto, Hinata, Konohamaru y Hina, de entre quienes la wiccan no dudo en acercarse y envolver a lady Hayami en un abrazo, permitiéndole llorar con toda la emoción que una madre necesitaba hacer, no cuestionándola ni haciéndole preguntas sobre lo ocurrido, guiándola hacia la sala donde la instó a tomar asiento sobre uno de los divanes. Dirigiendo sus pasos hacia la chimenea ante la que fingió calentar sus manos, Itachi dio la espada a su grupo de amigos, mas no porque el dolor o preocupación de lady Hayami le fuera indiferente, sino porque él mismo temía quebrarse emocionalmente por solo observar el semblante melancólico de la mujer humana, que tanto le recordaba al de su fallecida madre, y por no dejar de revivir en su mente los dolorosos recuerdos de lo que lo había forjado desde los seis a los veinte años, porque estar vivo no significaba que no tuviera heridas sino todo lo contrario. Sabiendo y entendiendo eso, Izumi estrechó las manos de lady Hayami entre las suyas, intentando consolarla lo mejor posible.
—Lo sentimos mucho, señora— empatizó la wiccan, deseando genuinamente poder hacer más para ayudarla.
—No, es doloroso, pero cierto— sosegó ella limpiando sus lágrimas, —la villa y los humanos jamás aceptaran a mi Suki, y debo aceptarlo— su dolor era egoísta después de todo, lo únicamente importante para ella era el bienestar de su hija.
—No debe, porque lo que dijo ese sujeto es en gran parte una mentira— protestó el semidios de espaldas hasta entonces y de pie ante la chimenea. —Los dioses o inmortales jamás aceptan a los que no somos como ellos, aunque seamos sus familiares— aseveró por experiencia propia, su relación con Sasuke ya era muy complicada pese a que se toleraran el uno al otro. —Esa niña está segura ahora, pero es cuestión de tiempo que ya no les sea útil y el final será brutal— anticipó pese a lo frio y realista que sonara. —Necesito pensar, nos vemos después— se excusó, queriendo estar a solas y despejar su mente.
Todo lo necesitaba era tiempo a solas, espacio lejos de todo y aire puro que pudiera respirar, por lo no esperando ni contemplando protesta o llamado de alguno de sus amigos o de lady Hayami, Itachi dirigió velozmente sus pasos hacia la salida, abriendo la puerta y que cerró suavemente tras de sí, avanzando entre la arena que cubría el suelo hacia la costa hasta encontrarse exactamente frente al mar, con las olas rozando la suela de sus botas mientras caminaba de costado, observando el sol descender muy lentamente hacia el mar para ocultarse en una vista relajante que el semidios no pudo evitar detenerse a contemplar, tomando asiento en la orilla, con la marea bajando paulatinamente y retirándose, dejando tras de sí solo el aire marino. Solo había silencio en el aire, y sin embargo todo cuanto Itachi podía escuchar en su cabeza eran los ruidos de la persecución, de años y años intentando sobrevivir, siendo un niño que lentamente había perdido su fe en el mundo al igual que la inocencia, convirtiéndose en un hombre que estaba empeñado en intentar enterrar su dolor latente bajo la arena, donde nadie pudiera encontrarlo…entonces había sido para que nadie pudiera ver su vulnerabilidad, pero en el momento presente y sintiendo el aroma de rosas y lavandas en el aire, Itachi lo hizo porque deseaba desesperadamente salir adelante, porque la dueña de aquel dulce perfume se había convertido en el sol que iluminaba sus días y la luna inconquistable que volvía conciliadoras sus noches, irreal en el pasado pero que hoy era su presente.
—Izumi— reconoció el semidios, volviendo la mirada hacia la wiccan que se sentó junto a él.
—Estás pensando en esa niña, ¿verdad?— adivinó la wiccan sin que él le dijera nada y no necesitaba confirmarlo. —Debió ser muy duro para ti, tanto que no puedo ni imaginarlo— y lo peor es que no podía cambiar su pasado, pues para bien o para mal era parte de él. —Sé que no quieres lastima, y no hablo desde ese punto, pero...debe haber algo que podamos hacer— planteó sabiendo que él deseaba hacer algo al respecto.
—Quisiera decir que sí, pero no existen muchas personas como tú en el mundo para intentar arreglarlo— obvió Itachi deslizando su mano para estrechar la de ella.
—Pensaremos en algo entonces— respaldó Izumi recargando brevemente su cabeza contra su hombro, apoyándolo incondicionalmente en lo que decidiera.
—Volvamos a la casa, ya está oscureciendo— sugirió el pelinegro, levantándose lentamente de la arena y como la pelicastaña no tardó en hacer, mas deteniéndose él de golpe. —Son esas cosas, volvieron— señaló, percibiéndolo gracias a su olfato y sintiendo la duda de ella manifestarse en el silencio.
Indirectamente una de las razones por la que había abandonado el hogar de lady Hayami no había sido darle privacidad en su dolor por tener que estar lejos de su hija—y que era igualmente importante—, sino también vigilar el ambiente en el exterior y asegurarse de que los Strigoi no tuvieran intenciones de atacar, pues los habitantes de la villa habían dicho que cualquier tregua o alto al fuego de ellos para con los humanos había llegado a su fin desde el principio, pues tener a la pequeña Suki no significaba que ya no fueran a atacar la villa sino todo lo contrario y el hedor de esas criaturas en el aire se lo confirmó al semidios. Imprudente como era y quien no pensaba mucho el peligro al que se arrojaba, aun en su delicada condición por su sangre divina, Itachi no tardó en desenfundar a Celik y cuya empuñadura sostuvo firmemente, dirigiendo sus veloces pasos hacia la villa y envolviendo uno de sus brazos alrededor de la cintura de Izumi quien, si bien compartía su preocupación, no pudo evitar entornar los ojos por temor a que se desarrollase una nueva situación problemática, halándole bruscamente la chaqueta al semidios que volvió la mirada en su dirección, instándole sin necesidad de palabras que se mantuviera al margen de la pelea si todo se tornaba peligroso, la wiccan señalando con su cabeza su arco y que se encontraba en el carcaj en la espalda de ella y que no tardó en extraerlo para preparar una flecha en el camino. Casi repitiendo el gesto de Izumi de entornar los ojos, Itachi entendió su preocupación y se reservó a obedecer, de serle posible…
Los Strigoi eran rápidos sin duda, más que muchos animales y/o criaturas voladoras, pues Itachi e Izumi se habían encontrado junto a la orilla del mar, a un par de metros de la villa y un tanto más apartados para tener privacidad de hablar de lo que quisieran; mas, al momento de regresar a la villa, está ya se encontraba bajo el ataque de los Strigoi. Como parte de la jerarquía vampírica, los Strigoi poseían todos los poderes que los mortales les adjudicaban a los vampiros y aún más, disfrutando del caos y los gritos que podían provocar a los humanos, sobrevolando la villa entera con sus grandes alas semejantes a las de un murciélago y alargando sus manos al aire para atrapar a cualquier presa que llamase su atención, atrayendo la yugular de estos hacia sus fauces cuyos filosos colmillos usaron para cortar la piel, deleitándose con el sabor de la sangre contra su lengua hasta obtener lo que los ayudaba a mantenerse vivos y disfrutar plenamente de su inmortalidad. Ver semejante caos y destrucción desatarse en solo minutos les heló la sangre por igual a Itachi e Izumi que se observaron entre sí y sin saber bien que hacer, el semidios en especial pues ya había recibido una alerta de parte de la wiccan quien se situó espalda con espalda a él, tensando su arco y apuntando en dirección de uno de los Strigoi a los que no tardó en asestar sin el menor problema, mas en cualquier caso debía haber algo que él pudiera hacer, ¿cierto? No podía solo quedarse ahí inmóvil y observando lo que pasaba, él no era ese tipo de persona, eso no era lo que la wiccan le había enseñado.
—Itachi, ni siquiera lo pienses— recordó Izumi con voz tensa, leyéndole el pensamiento.
—Tengo que hacer algo— gruñó Itachi, no pudiendo quedarse ahí inmóvil, —sé que puedo empeorar las cosas, pero...— recordarlo solo le daba razones para permanecer al margen.
—No se trata de eso, se trata de lo que pueda pasarle a tu mente— obvió la wiccan volviendo su preocupada mirada hacia él. —Entiende, por favor— rogó sabiendo lo difícil que le resultaría eso, mas era preciso hacerlo.
—Nosotros nos ocuparemos, Itachi— aseguró Naruto, prometiendo como todos dar lo mejor de sí.
—¿Saben cómo se mata un Strigoi?— cuestionó el semidios solo para estar seguro.
—Hay que sacarles el corazón y estacarlo— resumió Hinata desenfundando una espada de la vaina que mantenía en su espalda y que osciló sobre su eje.
Tener que replegarse en una pelea y solo observar no era una opción para Itachi, pero confiaba en sus amigos, confiaba en los poderes congelantes de Naruto quien no dudo en despojarse de los guantes congelando a tantos Strigoi a su paso y que no tardaron en ser liquidados por Hinata con el corte de su espada o el impacto de las flechas de Izumi convirtiéndolo en miles de pequeños fragmentos, y cuando ambas no estaban respaldando al Uzumaki, comenzaron acabar con los Strigoi a su paso personalmente; Hinata cortándoles la cabeza y estacándoles el corazón con una daga pequeña que extrajo del interior de sus botas; o Izumi disparándoles una flecha directamente a la cabeza para que la Hyuga los rematase con su espada, y luego disparando una segunda flecha infundida en su aura al corazón de las criaturas y que en consecuencias hubieron sido purificados. No teniendo otra opción, Itachi tuvo que reservarse a proteger a los demás humanos por quienes por cierto no sentía afecto alguno, mas eligió tragarse su disgusto y solo hacer lo correcto, no usando sus poderes pues ello era un arma de doble filo, mas el proceso de evacuación le permitió darse del estado desprotegido en que habían dejado a la pequeña Suki quien se reservaba a emitir una especie de barrera protectora con la energía que concentraba en sus manos, con los ojos cerrados y enfocando esta energía en su abuelo lord Shuichi quien sobrevolaba la villa en busca de una presa con unas aterradoras alas semejantes a las de un murciélago, alargando sus brazos para atrapar a algún incauto; el momento era perfecto y el semidios no dudo en aprovecharlo.
—Eres Suki, ¿verdad?— preguntó Itachi directamente a la niña, que abrió los ojos y lo observó sorprendida de que le hablase. —Estoy de tu lado en esto, porque si decides volver a la villa, no valdrá la pena con personas como estas— aseguró señalando con la mirada a los habitantes del lugar y que no le provocaban la menor simpatía. —Te ayudare en la decisión que elijas, confía en mí— aseguró sin apartar la mirada de la inocente niña. —No dejes que otros decidan por ti— pidió, pues ella merecía y debía tener ese derecho.
—¿Qué la ayudaras?— interrumpió Shuichi regresando junto a su nieta sobre la que voló de forma amenazadora para con el semidios. —Que ridículo y tonto, más viniendo de un semidios— juzgó, despreciándolo por ser solo parte dios después de todo.
—¿Semidios?— repitió Suki, sorprendida y entendiendo lo que ello implicaba. —No estoy segura, no sé qué decisión tomar— confesó, temiendo equivocarse irremediablemente.
—Tranquila, está bien— aseguró el pelinegro con una ligera sonrisa, mas ello no le impidió notar los pasos de alguien acercarse. —Señora...— reconoció volviendo la mirada hacia la madre de la niña y que se situó de pie a su lado.
—Lord Shuichi, por favor, detenga esto— rogó Hayami, no pudiendo tolerar más el derramamiento de sangre. —Hágalo por su hijo, lord Susumu. Él amaba la paz de este lugar, quería que Suki y yo viviéramos tranquilas; se lo ruego, por la memoria de su hijo, respete ese sentimiento— imploró arrodillándose y suplicando su piedad para con la villa.
—¿Qué respete ese sentimiento?— repitió el líder Strigoi con evidente mofa. —Susumu era un tonto que se enamoró de una humana, y adelanto su muerte— condenó con abrumador veneno en su voz. —Susumu protegió la villa y amenazó con abandonar sus responsabilidades si no respetamos sus deseos; dejo que una humana arruinara todo— espetó, viendo a Hayami como una espina en el costado de su vida.
—No digas que tu…mataste a tu propio hijo— comprendió Itachi sintiendo que se le helaba la sangre, era algo repugnante e intolerable.
—Si, lo hice, y lo volvería a hacer de ser preciso— afirmó Shuichi, convencido de haber hecho lo mejor. —No fue mi culpa, sino suya por dejarse embaucar por sentimientos baratos— lo dioses estaban por encima de sentimentalismos como ese.
Estratégicamente hablando, el mayor error que lord Shuichi podría haber cometido seria pronunciar aquellas palabras tan cerca de su nieta que sintió no solo el pinchazo del dolor en el centro de su pecho sino también el del resentimiento y que la hizo replegar de inmediato la barrera con que protegía a su abuelo, cansada de brindar su energía y dedicación a quien no lo merecía; moviendo el cuello para destensarse y únicamente siguiendo sus instintos aunque ello pudiera acarrear un problema, Itachi retrocedió lentamente, mas no para huir sino para obtener un impulso, y una vez hecho esto concentró sus energías en correr y saltar hacia el líder Strigoi que no dudo en arrojarse contra él y tomarlo del cuello mientras sus alas los elevaban a ambos. La sangre de un semidios, enormemente superior a la de un humano pero manchada por los orígenes de estos, para bien o para mal era mejor que nada para lord Shuichi que pretendió acercar sus filosos colmillos hacia el cuello del Uchiha a quien sostenía de la tráquea, mas fue Itachi quien hizo el primer movimiento, llevado ciegamente por sus instintos, acercando brusca y salvajemente su boca al cuello del Strigoi en un profundo y letal corte en el torrente sanguíneo, directamente en la zona del cuello y que hizo a lord Shuichi chillar de dolor y sorpresa entremezclados mientras la sangre se deslizaba de su cuello, y para dar el golpe de gracia—sin apartar la mirada del Strigoi—, Itachi enterró su mano en el pecho de este hasta arrancarle el corazón y que oprimió brutalmente para hacerlo desaparecer.
Alguien tan cruel no merecía otro fin.
—¡Suki!— llamó Hayami, corriendo presurosa hacia su pequeña hija a quien atrajo en un abrazo.
—¡Mamá!— correspondió Suki emocionada a más no poder y abrazando la cintura de su progenitora.
Estar separadas había sido lo mejor, algo muy duro y difícil desde luego, pero Suki entendía que había sido un sufrimiento necesario por la vida y el bien de la mayoría de los habitantes de la villa, se había conformado con ello y no estaba molesta en absoluto con su madre sino que cargada de emoción, frotando su cabeza contra su pecho entre quedos sollozos conmovidos, no deseando separarse de ella; sentía un deje de responsabilidad por la muerte de su abuelo lord Shuichi, pero sentía que Itachi el semidios—que sentía era la única persona que hubiera conocido que pudiera entenderla—había hecho lo correcto defendiendo la memoria de su fallecido padre lord Susumu, y ahora lo que le restaba hacer era vivir por aquello en lo que él había creído en vida. Apenas el peligro pasó, Izumi corrió velozmente hacia el semidios tan pronto como este aterrizó en cuclillas en la orilla y con las olas mojando sus ropas con sus movimientos oscilantes, ayudándolo ella a levantarse, sujetándole los hombros y ante lo que él se volvió hacia ella, proceso en el que la wiccan tuvo que contener un jadeo a causa de la sorpresa al encontrar su mirada con la del semidios, teniendo este el iris de sus orbes ónix tinturados de un brillante carmesí, con la pupila rasgada, incluso su respiración se encontraba agitada y ella lo sintió bajo su tacto, pero afortunadamente ello fue solo un susto ya que paulatinamente y completamente consciente, Itachi comenzó a recuperar el control sobre sus emociones, la estaba viendo únicamente a ella y eso la tranquilizo, aunque solo parcialmente.
—¿Estás bien, Itachi?— preguntó la wiccan, sabiendo que su conciencia daría la respuesta sobre su estado.
—Si, solo fue la emoción— aseguró el semidios, parpadeando para superar la sobrecarga emocional y sintiendo como su sangre dejaba de hervir a causa de sus instintos que se esforzó por suprimir.
Había sido solo un susto, pero grande sin duda, había perdido el control durante solo una fracción de segundo y había sentido un enorme miedo interior por lo mismo, y ante la sola idea de lastimar a Izumi sin desearlo…pero afortunadamente esto había sido breve, un parpadeo, lo que le había permitido recuperar su consciencia y no hacer que sintiera que había hecho algo indebido, observando a Izumi con una ligera sonrisa para tranquilizarla y entrelazando sus manos con las de ella; de pie junto a Itachi y sumamente atenta a cada gesto o reacción de su parte, Izumi respiró muchísimo más tranquila tan pronto como vio que el iris de sus ojos ónix perdía aquel peculiar color carmesí y que se difumino hasta desvanecerse por completo, como si jamás hubiera estado ahí, haciéndola envolver sus brazos alrededor de él en un efusivo abrazo al que Itachi no dudo en corresponder, envolviendo sus brazos alrededor de su cintura y acercándola hacia si, inclinando su rostro sobre el de ella para besarla en la coronilla. Expectantes a Izumi hasta ese momento, Hinata y Naruto suspiraron sonoramente, la Hyuga volviendo a enfundar su espada y el Uzumaki terminando de acomodar los guantes que cubrían sus manos respectivamente, sintiéndose aliviados porque en esta ocasión habían podido evitar o sortear un peligro mayor, observándose entre sí por lo mismo y bajando la mirada hacia el pequeño Konohamaru de pie entre ambos, con quienes se protegía como escudo y flanqueado por la imponente Hina en su forma de Quimera. El peligro había pasado…
Afortunadamente y luego de semejante ataque y batalla posterior, la noche había sido tranquila, permitiéndoles a todos recuperar algo de calma y sosiego, durmiendo con calma como habían deseado hacer o intentando aferrarse a la ilusión de descanso al menos, ya que Itachi no sabía cómo remediar el asunto de su sangre divina, no habiendo exterminado a los Strigoi de la zona y no teniendo que perder ni atreviéndose a pedirle a tan inocente niña que diera parte de su sangre para ayudarlo. A la mañana siguiente, madre e hija se encontraban en la puerta de su hogar, despidiendo al grupo de viajeros que tanto las había ayudado; lady Hayami portaba un sencillo vestido violeta de escote alto y en V, mangas ceñidas a las muñecas y falda lisa, vistiendo encima una chaqueta negra de escote cuadrado, cerrada por seis botones hasta la altura del vientre donde se abría en A, sin mangas y repleta de bordados color violeta, con sus largos rizos castaños cayendo sobre sus hombros y tras su espalda, resaltando unos pequeños pendientes de amatista en forma de lagrima. De pie a su lado se encontraba su hija Suki, portando un inocente vestido beige pálido de escote cuadrado y cerrado por cinco botones, mangas ceñidas hasta los codos donde se abrían en lienzos de gasa a juego con la falda de velo, encima una chaqueta lila sin mangas, escasamente cerrada en un escote en V y abierta bajo el vientre, con sus largos rizos castaños cayendo sobre sus hombros y tras su espalda, adornados por un cintillo de diminutos dijes dorados entrelazados con cristales.
—¿Se irán?— mas bien afirmo Hayami, no sabiendo como devolverles lo que habían hecho por ella y su hija.
—Si, ya no tenemos nada que hacer aquí y tenemos muchos problemas con los que lidiar— confirmó Itachi, pero agradeciendo poder brindar su ayuda.
—Y debemos volver por provisiones— secundó Izumi añorando a su familia, —esto era una emergencia y no podía esperar— añadió, teniendo responsabilidades en su tiempo.
—Disculpe, mi señor— interrumpió Yahiko, saltando del hombro del semidios y adoptando su apariencia humana al aterrizar frente a él, —no olvide que vinimos aquí por la sangre de un Strigoi y un humano, lo necesita para recuperar el control sobre sí mismo— había mantenido la distancia y permanecido fuera de la villa por orden de su señor, pero tenía muy claro que su condición no podía esperar.
—¿Qué?— jadeó lady Hayami envolviendo uno de sus brazos alrededor de su hija con preocupación.
—Tranquilas, ya veré como resolverlo— sosegó el semidios con voz serena, dirigiendo una mirada de reproche a Yahiko quien entornó los ojos, pues solo cumplía con su trabajo. —Teníamos que acabar con estos Strigoi de todas formas— obvió, sabiendo que había hecho lo correcto.
—¿Cuánta sangre necesitas?— preguntó Suki, sintiendo que debía ayudar de serle posible.
—Muy poca, jovencita— contestó el pelinaranja, agradecido con su gran disposición.
—Yahiko— regañó Itachi por lo bajo, no pudiendo abusar de la generosidad de la niña.
—Solo lo suficiente para llenar este pequeño vial— añadió el leal sirviente, tendiendo el diminuto frasco a la pequeña, quien lo recibió con curiosidad.
—No es gran cosa para mí, y quiero ayudar— decidió la pequeña, habiendo aprendido la importancia de tomar decisiones. —Tú me ayudaste a mí— recordó, queriendo retribuir su ayuda. —¿Puedo, mamá?— preguntó volviendo la mirada hacia su progenitora.
—Si es lo que quieres— asintió ella, entendiendo las razones de su hija para la decisión que ella quería tomar.
Dando un paso al frente y observando el vial en su mano derecha antes de acercar su muñeca izquierda a sus labios, Suki mordió certeramente en el torrente sanguíneo y que comenzó a sangrar de inmediato, soltando las suficientes gotas de sangre para llenar el vial antes de que la herida se cerrase a gran velocidad; su sangre de inmortales evitaba cualquier peligro, y que hizo a la pequeña tomarse con ligereza el asunto antes de tender el vial al semidios que lo recibió inevitablemente nervioso. No viendo con agrado tener que beber sangre de humano y Strigoi aunque solo fuera una pequeña cantidad y que pondría remedio a todos los problemas que había sufrido hasta ese momento, Itachi sostuvo el vial entre sus manos, cerrando los ojos por un momento y despejando su mente antes de beber el contenido de un solo golpe bajo la atenta mirada de todos los presentes que aguardaron cualquier reacción o efecto colateral, observando como el semidios se limpiaba los labios con el dorso de la mano tras tragar y bajando la mirada hacia el vial ahora vacío. La wiccan vestía una camiseta gris claro de escote redondo, encima una chaqueta o suéter que permanecía abierto, del mismo color gris que la camiseta en el interior formando un dobladillo hacia el exterior que era mucho más claro, de mangas ceñidas a las muñecas, jeans azul oscuro acampados al final y cómodos botines negros de tacón, con sus largos rizos castaños cayendo sobre sus hombros para enmarcar su rostro y el medallón alrededor de su cuello que contenía los fragmentos.
—¿Dio resultado?— preguntó Izumi conteniendo la respiración sin poder evitarlo.
—Solo el tiempo lo dirá— supuso Itachi guardando el vial el uno de los bolsillos de su chaqueta. —Muchas gracias, Suki, no sé cómo devolverte este favor— apreció enfocando su mirada en la pequeña niña.
—Creo que ambos nos ayudamos— consideró Suki con una nerviosa sonrisa y bajando la mirada.
—Les deseamos lo mejor, y gracias— manifestó Hayami, profundamente agradecida con la ayuda que todos les habían brindado.
—¿Qué harán ustedes ahora, señora?— inquirió la wiccan, esperando que su vida de cara al futuro pudiera ser mejor.
—Quedarnos, esperar y ver que hacer, no se puede huir de los problemas todo el tiempo— simplificó ella habiendo aprendido que huir no tenía sentido.
—Tomaré mi decisión, como tu dijiste— declaró Suki a Itachi, valorando enormemente lo que él le había enseñado.
—Espero que volvamos a vernos un día, entonces— Itachi se arrodilló a la altura de la pequeña, sonriéndole tiernamente.
—Lo mismo deseo— asintió la pequeña, observándolo embelesada.
Era una niña de diez años, una edad en que estaba aprendiendo del mundo y todo lo que la rodeaba, y no podía evitar sentir que Itachi era el primer individuo que podía entenderla realmente porque era un semidiós, un mestizo como ella y que entendía su sufrimiento de modo en que otros no podrían hacerlo nunca, ni aún su madre pese a lo cercanas que era y pese a tener excelente comunicación...Suki no le contaba todo, sentía que no podía, pero en cambio sentía que podía confiar completamente en Itachi, quien lentamente se irguió y la beso en la frente en el proceso, obsequiándole una última sonrisa antes de darle la espalda y volverse hacia su grupo de amigos. Por supuesto que Itachi no veía las cosas del mismo modo y era perfectamente normal, enfocando su total atención en Izumi cuya mano sostuvo entre las suyas mientras caminaban, alejándose de la villa hacia su próximo destino, solo queriendo estar junto a ella y contemplando el brillo de sus ojos y que si bien se encontraba entremezclado con la preocupación, él se encargaría de desvanecer tan pronto como regresaran a la villa de Tsunade, porque él se sentía como nuevo interiormente—tanto que sentía como si jamás hubiera tenido problema alguno—y porque ambos merecían un tiempo para sí mismos, además de que él deseaba ver más esa sonrisa que tan opacada se había visto por el problema con su sangre divina y que ahora esperaba solo fuera un recuerdo. Aunque observando la partida del amable grupo de viajeros, nada impidió que Hayami notara la mirada de su hija:
—¿Suki?— llamó, recibiendo un suspiro soñador de parte de su hija, —¿Qué pasa que tienes esa mirada?— inquirió haciendo que por fin volviera su atención en su dirección.
—Es que Itachi es muy lindo y valiente, quisiera casarme con él cuando crezca— comentó Suki en un arrebato de sinceridad, para evidente sorpresa de su madre. —Digo, con alguien como él— se apresuró en corregir lo mejor posible.
—Primero preocúpate de crecer— aconsejó Hayami, no queriendo que su hija se ilusionara en vano.
Era fácil para una inocente niña de diez años, que nada sabía de la vida, prendarse del primer hombre bueno y generoso que se mostraba amable, comprensivo, dulce y cercano con ella como debería de hacer una figura paterna, a ello debía agregarse que Itachi era un semidiós—vulgarmente conocido como mestizo, la misma palabra que se usaba para calificar a cualquier ser nacido de una mezcla de sangre—y que por ende podía entender mejor que nadie a Suki, pero también y no menos importante estaba lo guapo que era; de ese modo era fácil hacer que una chica tan inocente se sintiera fascinada. Puede que no tuviera posibilidad alguna y de hecho Suki eligió no pensar en ello, pero se quedó con el recuerdo e Itachi dándole esperanzas para vivir y atesoraría eso para siempre. Envolviendo su brazo alrededor de los hombros de su hija e indicándole que regresaran a la villa y a la normalidad de su antigua vida a la que habrían de acostumbrarse nuevamente—negándose a desistir o claudicar, menos tras la ayuda recibida por parte de Itachi y sus amigos, que habían renovado su fe de que aún había bondad en el mundo—, Hayami eligió callar y no decir a su hija lo que había notado desde el principio, que por muy atractivo o tierno que creyera a Itachi, perseguir cualquier sentimiento no tenía ningun caso pues él ya tenía a alguien en su corazón, esa bella chica llamada Izumi, y una mirada como la que ella los había visto compartir, un amor tan grande impreso en las pupilas de dos personas solo merecía ser reverenciado incansablemente.
Y ella les deseaba lo mejor.
Tras días de viaje, acababan de llegar a la villa de lady Tsunade hace menos de una hora e Izumi había dejado en casa de la wiccan todo lo que no fuera a necesitar en el siglo XXI, y ahora no dudo en correr por el bosque hacia el pozo que la llevaría de regreso a su tiempo lo más rápido posible, huyendo de algo que la perseguía pero no porque se tratase de un peligro sino más bien por un juego y ella lo dejo aún más claro, deteniéndose contra uno de los árboles y en el que se apoyó, riendo infantilmente y sonriendo al semidios que no dudo en correr tras ella que arrojó su bolso lo más cerca posible del pozo—no teniendo nada de cuidado en su interior—, anticipando que el semidios la alcanzaría. Si Itachi no había atrapado a Izumi nada más iniciar aquella carrera, tras abandonar la villa, había sido únicamente por seguirle el juego, era mucho más veloz que ella debido a su sangre divina después de todo, pero se encontraba de excelente ánimo y divertirse era algo que ambos podían permitirse, envolviendo sus brazos alrededor de ella y cargándola sobre su hombro entre risas de la pelicastaña, girando con ella en sus brazos, acercándolos a las proximidades del pozo, mas no para saltar sino por querer tener un tiempo a solas, ¿Cuándo volverían a tener una oportunidad? En el siglo XXI estaría la familia de Izumi, ella tendría que regresar brevemente a sus estudios, debían prepararse para el viaje y al volver al siglo XVI deberían rastrear toda señal dejada por Danzo hasta enfrentarlo y sellarlo o eliminarlo, lo que ni su padre había podido hacer y que no podía estar más claro.
—¡Bájame!— rió Izumi golpeándole la espalda, pudiendo caminar por su cuenta.
—Ni soñarlo— protestó Itachi con una sonrisa ladina, golpeando suavemente sus glúteos a través de la ropa en respuesta.
Si bien aquel gesto era muy atrevido por parte de Itachi e incluso podía resultar ofensivo, Izumi no lo importó de esa forma y sabía que él no lo había hecho con esa intención sino con el único propósito de demostrar el deseo que ya de por si sentía por ella y que la hizo jadear por lo bajo en respuesta, sin dejar de reír entre divertida y desconcertada por todas las emociones que no dejaban de crecer en su interior mientras él la dejaba lentamente sobre la hierba junto al pozo, recostándose encima suyo. Verla sonrosada observándolo y con sus largos rizos castaños desplegados bajo suyo, entregada a la pasión que le estaba enseñando y aprendiendo de ello al mismo tiempo, era de las cosas más hermosas que Itachi había imaginado en su vida, una vida que había estado rodeada de desilusión y soledad antes de conocerla, y ella había llegado literalmente de otro mundo, de otro tiempo, para mostrarle toda la belleza y bondad que él no había podido ver antes, y el semidios no podía describir con palabras todo lo que sentía al tenerla en sus brazos, porque el amor que significaba la confianza de ella en él solo podía ser comparable con lo mucho que él confiaba en ella. Ahora en perfecto control de su sangre divina, sintiéndose seguro, fuerte y cargado de un valor que antes no había tenido, Itachi podía escuchar con mayor atención como se aceleraban los latidos del corazón de Izumi debajo suyo, incluso podía notar la forma en que la sangre corría por sus venas a la par que, por las suyas, casi al mismo ritmo, al son de la misma canción, siempre siguiendo la misma senda.
—¿Te sientes bien?— preguntó Izumi, solo queriendo estar segura de que estaba bien.
—Todos no dejan de preguntarme eso— rió Itachi por lo bajo. —¡Si! Estoy bien, me siento increíble— aseguró sin dejar de sonreírle y pegando su frente a la de ella.
—Te extrañaba tanto, al verdadero tú— confesó la wiccan, enormemente feliz de verlo tan tranquilo y confiado, más que antes de que todo ocurriera.
—Y tú me hiciste mucha falta— acunando el rostro de ella con una de sus manos, el semidios trazó el contorno de sus labios con su pulgar. —Mucha falta…— susurró inclinándose para besar sus labios, absolutamente seducido por ella.
—Itachi, tenemos que irnos y volver en menos de dos días— reprochó la pelicastaña rompiendo el beso, teniendo mucho que hacer en todo ese tiempo.
—Que esperen— objetó el pelinegro, solo queriendo ser egoísta en ese momento, —no puedo estar un instante más sin demostrarte cuanto te amo— ya había esperado mucho por todos los problemas pasados.
No recibiendo esta vez protesta o negativa alguna—pues nunca recibía realmente eso último—, Itachi volvió a inclinarse sobre la wiccan, tomando posesión de sus labios y ante lo que Izumi arqueó el cuello en busca de más, haciendo que el semidios no dudase en entreabrir los labios de ella con su lengua, sujetándola de la nuca y recorriendo su boca como tanto había deseado desde hace días, sintiéndola gemir contra su lengua mientras correspondía al beso con igual pasión, ambos sintiendo como sus pieles comenzaban a arder ante el ímpetu del beso que no cesaba de subir de tono, haciendo crecer exponencialmente el deseo de ambos. Apoyándose en sus brazos y sin romper el beso, el semidios lentamente fue bajando el suéter que la wiccan vestía y que se deslizó de sus hombros hasta caer al suelo, y luego comenzó a subir la camiseta debajo y que le sacó por encima de la cabeza, rompiendo el beso solo para recuperar el aliento y continuando el mismo, recostándose encima de ella que envolvió sus brazos alrededor de su cuello, gimiendo por el roce de su lengua contra la suya. No es que Itachi solo pensase en aquel acto íntimo—sin ser el acto amatorio explícitamente—cada vez que Izumi y él estaban juntos, pero debía reconocer que ello se había convertido en una necesidad tan acuciante como comer y beber desde que ella se lo había enseñado, y él aun no sabía cómo poner en palabras la forma en que anhelaba tocarla, besarla y abrazarla, habiendo descubierto que esas caricias del uno hacia el otro eran una forma de expresar lo que sentían.
Gimiendo contra los labios de Itachi, arqueándose contra él, Izumi sintió que el semidios podía leerla por completo, podía sentir sus intenciones a través del beso, endulzadas con la calma de aquel momento y que era solo suyo, deleitándose ambos con la forma en que sus labios se acariciaban con pasión mesurada pero que lentamente fue dando paso al ímpetu, al deseo del uno por el otro, haciéndolos romper el beso o a ella en especial para recuperar el aliento; en esta ocasión y a diferencia de sus encuentros íntimos anteriores, Izumi sentía una pasión muy diferente en Itachi, era como si las barreras anteriores entre ambos hubieran caído, dando paso a un universo nuevo que era solo suyo, entregándose a caricias a través de la ropa, besos, suspiros y susurrantes declaraciones de amor que incendiaban sus pieles. Tan pronto como sintió a la wiccan recuperar el aliento, el semidios volvió a besarla con aquella hambrienta necesidad, amasando sus pechos a través del molesto brasier que no tardó en desabrochar, gruñendo roncamente en medio del beso al sentir su piel contra la suya, descendiendo sus labios por su mentón hacia su cuello y finalmente hacia sus pechos, apresando uno de sus pezones entre sus labios, escuchando su nombre salir de los apetecibles labios de su wiccan en un melodioso gemido cargado de deseo, todo lo que él quería en ese momento era devorarla con sus besos y llenarse de ella para compensar todos los problemas que le había hecho pasar; pensaba disfrutar del momento lo más posible y haría que Izumi lo disfrutara.
Izumi podía vislumbrar la fortaleza del aura y la armonía que Itachi poseía ahora sobre sí mismo, y la enamoró enormemente verlo de esa forma, era lo que siempre había querido, que él fuera lo mejor que pudiera ser y eso no lo había hecho ella, él había cambiado y mejorado por sí mismo, se había convertido en el hombre con el que ella siempre había soñado inconscientemente, era la representación literal de todo con lo que cualquier mujer solo podría soñar en el universo, y él siempre la veía solo a ella. Teniendo en su mente el entero deseo de complacer a la wiccan y no sabiendo bien lo que hacía, mas si dejándose guiar puramente por el deseo y sentimientos que crecían en su interior, Itachi descendió su tacto para desabrochar los pantalones de Izumi y los arrastró lentamente por sus caderas, bajando aquella prenda lentamente, alzando la mirada y viendo como ella concentraba su mirada en él, suplicándole con la mirada que hiciera lo que tuviera en mente. Itachi sostuvo las caderas de Izumi con ambas manos, dejando la cadera de ella a la altura de su rostro, lo que hizo que ella respirase aún más agitada al prever la acción que él llevaría a cabo y que finalmente se concretó cuando el semidios le separó más las piernas y las colocó sobre sus hombros, cerrando los ojos e inspirando el dulce aroma que era para él su excitación, besándole el costado del muslo y acercando su boca a su centro, presionando su lengua a través de la tela que aún cubría su intimidad, sintiendo como Izumi alzaba la cadera en busca de algo, algo que ni ella misma entendía que era.
Justo cuando Izumi creía no ser capaz de soportar más aquella nueva sensación que estaba comenzando a conocer, sintió como Itachi comenzaba a bajar sus bragas, no tardando en volver a su posición anterior, con sus piernas sobre sus hombros y volviendo a acercar su boca a la entrada de su sexo ahora desnudo, y aunque fuera algo desconocido, Izumi no dudo en confiar incondicionalmente en todo lo que él quisiera hacer; contemplar tan íntimamente a Izumi no solo resultó absolutamente erótico para el semidios sino que también lo hizo sentir profundamente abrumado, mas todo lo que deseaba hacer era adorarla y venerarla de todas las formas posibles, acercando sus nudillos hasta su intimidad y acariciando este nuevo lugar con cuidado, obteniendo un nuevo gemido de Izumi y que lo hizo deleitarse aún más, acercando finalmente su lengua y tocando el centro, escuchando la forma en que la wiccan soltaba un profundo jadeo con su nombre y ante lo que el repitió la caricia, arrastrando su lengua por su sexo. Mordiéndose el labio inferior, sintiendo su piel erizarse ante cada mínimo roce de la lengua del semidios contra su sexo, Izumi se revolvió inquieta el cabello, alzando la cabeza y que no tardó en volver a desplomar sobre la hierba al ver la cabeza del semidios enterrada entre sus piernas mientras las piernas de este se encontraban sobre sus hombros, haciéndola sentir una excitación que nunca había crecido posible y que la llevó a amasar sus pechos, buscando la cúspide de un placer que no dejaba de crecer debido al semidios y que sentía su sangre hervir satisfactoriamente por verla en ese estado.
Alzando la mirada y viendo a Izumi expresar de aquella forma el placer que él le estaba provocando solo motivo a Itachi a concentrarse aún más en lo que estaba haciendo, sosteniendo la cadera de ella firmemente, deslizando experimentalmente su lengua en el interior de la wiccan y temblando ante la intensidad del sabor que descubrió, escuchando los gemidos de Izumi subir de tono y sintiendo como su espalda se arqueaba para permitirle llegar aún más profundo en una invitación a la que el semidios no pudo negarse. Tan pronto como Itachi envolvió sus labios alrededor del clítoris de la pelicastaña, escuchó a Izumi jadear y gemir incontrolablemente, pareciendo haber encontrado su propio limite mientras él lamia, succionaba y oprimía aquella zona tan privada de su anatomía, alentado por sus reacciones y que la hicieron enterrar sus manos en el sedoso cabello ébano del semidios, indicándole que permaneciera con la boca pegada a su sexo. Gruñendo contra la intimidad de la wiccan, no pudiendo negarse a nada de lo que ella pidiera y más si él estaba tan concentrado en aprender a complacerla y disfrutar de ella tanto como fuera posible, Itachi le alzó ligeramente la cadera al sentirla al borde del clímax, sosteniendo sus glúteos y buscando beber todo lo que pudiese de ella, detonando el orgasmo más intenso que la wiccan hubiera sentido y que la hizo apretar las piernas alrededor de los hombros del semidios, arqueándose bajo suyo y gritando su nombre, haciéndolo sentir como el ser más afortunado sobre la faz de la Tierra.
Desplomándose sobre la hierba, jadeando y completamente satisfecha, mordiéndose el labio inferior y entornando los ojos mientras esbozaba la mayor sonrisa que creía haber gestado en su vida, Izumi tembló con un deje de vergüenza mientras Itachi ascendía lentamente por su cuerpo para regresar a su altura, trazando un camino con su lengua desde el valle de sus pechos hasta sus labios que la wiccan no dudó en encontrar con los suyos tan pronto como su rostro estuvo frente al suyo, envolviendo sus brazos alrededor de su cuello y entreabriendo sus labios para que el semidios encontrase su lengua con la suya en un beso cargado de un deseo que no dejaba de crecer por estar junto a ella; desde el primer momento en que había comenzado a profundizar íntimamente en su relación, Izumi había dicho que no quería ir rápido, que necesitaba tiempo e Itachi respetaba eso, pero querer aprender como complacerla solo nacía de él porque quería aprender de los deseos y fantasías que ella tenía, ella era tan diferente de las mujeres de su tiempo y estaba despertando en él sentimientos que Itachi nunca había soñado que tendría y que no dejaban de crecer por su causa, ¿Para que buscar la cima del placer de golpe si podía ir aprendiendo gradualmente? Ello le era inmensamente satisfactorio y por ahora todo lo que quería era estar junto a ella y disfrutar de su tiempo juntos tanto como fuera posible, y sabía que Izumi sentía lo mismo mientras rompían el beso, ambos entreabriendo los ojos y encontrando sus miradas, sonriéndose el uno al otro...
PD: Saludos mis amores, prometí que actualizaría esta semana y lo cumplo, esperando como siempre poder cumplir con lo que ustedes esperan de mi, agradeciendo su apoyo y deseando siempre que mi trabajo sea de su agrado :3 las próximas actualizaciones serán "Dragon Ball: Guerreros Saiyajin" luego "El Origen del Clan Uchiha" y por último "El Clan Uchiha" :3 Esta historia esta dedicada a mi queridísima amiga Ali-chan 1966 (agradeciendo su asesoría y aprobación, dedicándole particularmente esta historia como buena española), a mi querida amiga y lectora DULCECITO311 (a quien dedico y dedicare todas mis historias por seguirme tan devotamente y apoyarme en todo), a ktdestiny (agradeciendo que me brinde su opinión en esta nueva historia, y dedicándole los capítulos por lo mismo), a Gab (prometiendo que todo mejorara a partir de ahora, y que le dedicare todos los capítulos como agradecimiento por tomarse el tiempo de leer esta historia), a Yenmy (agradeciendo profundamente sus palabras y dedicándole este capitulo y todos lo que vendrán como prueba, esperando no incumplir sus expectativas), y a todos quienes siguen, leen o comentan todas mis historias :3 Como siempre, besitos, abrazos y hasta la próxima.
Trama, Inspiración y Solución: Los acontecimientos que relato vienen a representar lo presentado por el anime de Inuyasha en sus capitulo 73 y 74, pero les aseguro que no será la última vez que veamos a la pequeña Suki. Los Strigoi son criaturas propias del folclore rumano y si bien tienen múltiples mitos sobre su origen, todas las fuentes coinciden en que son lo más alto de la jerarquía vampírica, que no solo se alimentan de sangre sino también de las almas de los humanos, en esta categoría entran también los Moroi, pero no quise incluirlos en este relato, pero si detalles rumanos como los rasgos asiáticos de lord Shuichi que es el líder del clan o coven, que es como se suele referir a las comunidades o aquelarres vampíricos. La solución a los problemas de la sangre divina de Itachi es algo de mi completa autoría, ya que originalmente el tema con la sangre demoniaca de Inuyasha nunca se solucionó, sino que de hecho regresaba cada determinado periodo de tiempo, por lo que fue un tema que yo quise cerrar apropiadamente. Como siempre, algunas de las modificaciones de este capítulo están inspiradas en "The Through Time: The Adventures of Inuyasha and Kagome" de XFangHeartX, agradeciendo su permiso para inspirarme en su maravilloso trabajo, del cual disfruto siempre y que recomiendo ampliamente.
También les recuerdo que además de los fics ya iniciados tengo otros más en mente para iniciar más adelante en el futuro: "La Bella & La Bestia: Indra & Sanavber" (precuela de "La Bella & La Bestia"), "Sasuke: El Indomable" (una adaptación de la película "Spirit" como había prometido hacer), "El Siglo Magnifico; Indra & El Imperio Uchiha" (narrando la formación del Imperio a manos de Indra Otsutsuki en una adaptación de la serie "Diriliş Ertuğrul") :3 Para los fans del universo de "El Conjuro" ya tengo el reparto de personajes para iniciar la historia "Sasori: La Marioneta", por lo que solo es cuestión de tiempo antes de que publique el prologo de esta historia. También iniciare una nueva saga llamada "El Imperio de Cristal"-por muy infantil que suene-basada en los personajes de la Princesa Cadence y Shining Armor, como adaptación :3 cariños, besos, abrazos y hasta la próxima :3
