Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Capítulo dos
―Bonita sorpresa ratita.
La voz aterciopelada de Edward me sacó de mis pensamientos. ¿Qué hacía él aquí? No se suponía que debería estar festejando su despedida de soltero.
Con su imponente altura y personalidad enigmática se sentó frente a mí. Admitía que me gustaba la chaqueta deportiva que usaba, así como también le iban bien los jeans rotos. Las botas de montaña eran un plus ―mordí mi labio inferior y levanté mi vista.
Miré directamente sus orbes verdes. Me fue inevitable no mirar el piercing en su ceja izquierda, haciéndome sonreír por su forma burlona de mirarme.
―Hola, tú ―mascullé al tiempo que masticaba un pedazo de pizza. Ya me había rendido a su estúpido apodo.
―Ratita, ¿qué haces tan sola?
Encogí débilmente los hombros. Podría decirle la verdad, de que su nueva familia política era una completa mierda, sin embargo yo formaba parte de esa selecta familia de la que él pronto sería parte.
―Comiendo.
Él puso los ojos brevemente en blanco. Edward siempre era tan desenfadado en todo lo que hacía. Un cabrón de primera… en el fondo de mi corazón quisiera ser un poco como él.
―Quiero pizza.
No habían terminado de pronunciar sus palabras y ya estaba mordiendo la rebanada que tenía en mis manos. Le había quedado salsa de tomate en la comisura de sus labios y su lengua lamió lentamente.
Seguí todo ese procedimiento antes de empezar a comer en un cómodo silencio. Me pregunté: ¿por qué un hombre cómo él se casaría con la descerebrada de mi hermana?
Edward Masen era un tipo rudo, estudiábamos en la misma universidad en Seattle, pero él pertenecía al equipo de fútbol americano. Se notaba a simple vista que tenía un carácter de mierda o eso mismo pensaba.
¿Quién en su sano juicio soportaría a Jessica?
Ellos tenían una relación de tres años, donde iban y venían. Siempre había considerado que no era nada formal. Sobre todo, porque casi todo el tiempo Edward se la pasaba con sus amigos y raras veces con Jessica.
Tal vez por ello cuando me enteré de su compromiso, quedé sorprendida. Ellos lucían tan raros juntos. Una descerebrada y el mariscal de campo del equipo universitario, claramente no había futuro. A menos qué…
Le sostuve la mirada a Edward.
―…¿por qué no estás en la despedida?
―…¿por qué no estás en la despedida?
Empezamos a reír al mismo tiempo. ¿Así que los dos estábamos curiosos el día de hoy?
―Empieza tú ―dijo.
―Vuelvo a Seattle terminando de cenar ―conté un poco avergonzada―. No soy bienvenida a tu boda, menos a la despedida de soltera de tu futura señora.
Sus labios se torcieron en una mueca.
―Lamento lo mal que te tratan. Es muy injusto que siempre terminan haciéndote menos.
Bajé la mirada hacia los trozos de piña reposando en la salsa roja fundida con con queso derretido y jamón.
―No sabía que tú…
Su mano tocó la mía. Lo que provocó valor en mí para ver sus ojos: parecía que nuestras miradas querían descubrir más… ―sacudí la cabeza.
No entendía por qué razón me estaba sintiendo cohibida.
Nunca había sido una mujer tímida, solo que Edward me hacía sentir extraña. Tal vez era por enfocar mi vista en su cara ―relamí mis labios.
También podría ser porque él era guapo. Se notaba que pasaba su tiempo libre en gym, bueno, podría ser también que todo ese costal de músculos fuera a causa de tanto entrenamiento. ¿Qué sabía yo? Él solo era un chico guapo de sonrisa bonita.
―Ratita me doy cuenta de muchas cosas ―dijo―. También he intervenido para que te den un trato justo. Te he defendido.
Pestañeé. Cerré la boca porque su respuesta me había sorprendido.
―¿Me has defendido de quién?
―De tu hermana, de tus padres y hermanos. De todos, porque odio la forma en que son contigo.
Mis dientes se encajaron en mi labio inferior. Era mucha información para mí en estos momentos, jamás imaginé que si quiera mi nombre saliera a colación entre mi familia y Edward.
―¿Cuándo? ―inquirí―, ¿por qué?
―Bella, conmigo no tienes qué fingir.
―No estoy fingiendo, solo estoy procesando qué sepas lo miserable que he sido toda mi vida. Aunque tampoco me haré la víctima porque acostumbro a defenderme muy bien cuando me joden.
Sonrió. Fue una sonrisa corta y honesta, así lo sentí.
―Conozco quién eres.
Fruncí las cejas de nuevo. Estaba estupefacta por cada palabra que revelaba. Bueno, en el pueblo conocían mi historia, también sabía por la forma en que los lugareños me llamaban «la hija menos querida de los Swan».
»No eres todo eso visceral que Jessica asegura de ti ―añadió―. Tampoco eres la hija desobligada que describen tus padres, ni la insoportable como cuentan tus hermanos. Eres la mujer más increíble que he visto en toda mi vida.
Tragué.
―Masen, deja de portarte atento, que conmigo no funciona tanta amabilidad.
―Hagamos algo ―propuso―, seamos nosotros mismos por esta noche.
Enarqué una ceja sin dejar de mirarlo.
―¿Eres feliz con ella? ―El estómago se revolvía si decía el nombre de mi hermana.
Edward suspiró tan profundo que sin querer sentí miedo de su respuesta.
―Sabes la verdad, ¿no?
Menee la cabeza en negación. No sabía casi nada de su relación, al menos solo lo que la descerebrada de mi hermana murmuraba delante de mí, obviamente para presumir.
―Digamos que un día sucedió algo por una imprudencia de mi parte y tu hermana me ayudó.
―Oh, me preocupa lo que pusiste haber hecho, no mataste a nadie ¿no?. ―Comenté a modo de broma.
Sonrío de lado. Si había pensado que podía ofenderlo, esa posibilidad estaba descartada. Edward estaba sonriendo animado.
―Desde ese momento empezamos a frecuentarnos ―prosiguió―. Ya sabes, era una garrapata adherida a mi piel, no sé… sin darme cuenta el tiempo pasó.
―¿Te enamoraste? ―Indagué cada vez más interesada.
Edward sonrió nuevamente y mi vientre sintió un cosquilleo extraño. Automáticamente le sonreí.
―Tal vez me siento cómodo con ella porque no exige. Me casaré por joder a mi familia ―confesó.
―Eres un inmaduro ―le dije mientras bebía un trago de coca cola―. Nadie se casa por joder a nadie.
Él resopló al tiempo que apoyaba su espalda en el respaldo de la silla. Sin preguntar tomó mi vaso de soda y bebió de la misma pajita que yo había usado.
Sus iris verdes estaban fijos en mí.
―Recibiré una herencia cuando me casé, mi abuelo dejó una cantidad jugosa para mí ―reveló―. Será mi pase directo para salirme de mi casa. No soporto más los malos tratos.
Junté mucho las cejas al escucharlo.
―¿Qué quieres decir?
―Creo que no eres la única que detesta a las personas que no esperan en casa ―exhaló, soltando una risa―. Aunque a mi nunca me esperan.
―A mí tampoco.
―Al menos tuve al mejor abuelo que decidió protegerme de alguna manera.
―Los abuelos son geniales ―comenté―. Mi abuela Marie siempre fue la mejor de este planeta.
―¿Siempre fue así?
No me sorprendía que Edward tuviera dudas. Ya antes había explicado a mis amigos el porqué creía que mi familia me hacía menos.
―Ni idea. Tal vez porque siempre fui respondona, nunca pude quedarme callada y eso ellos lo detestan. No ves que siempre han pregonado ser alguien que no son.
―La familia perfecta ―dijo él.
―¿Qué pasa con tus padres? ¿También te ignoran?
―Son unos bastardos. Mi padre es un maldito alcohólico que está esperando que cobre la herencia para aprovecharse ―hizo una mueca―. Mamá es una mujer más preocupada por el qué dirán, se la vive de viaje para ocultar su doble vida, lleva años en una relación con su asistente.
Me ahogué con el gas de la soda que viajó por mi nariz y empecé a toser.
Edward no tenía empacho en decir las cosas. Bueno, no era que no supiera lo que se decía de la señora Elizabeth Masen y su amiga.
―Es por ello que también te fuiste lejos, ¿verdad? Decidiste poner distancia yendo a la universidad.
Asintió con la cabeza.
―También porque el testamento tiene dos cláusulas antes de cobrar la herencia; debía estudiar una carrera y casarme.
―No entiendo porque tu abuelo prefería verte casado para poder heredar. ¿Acaso no estaba enterado de lo desdichado que son tus padres?
―Supongo que la decisión de mi abuelo era que me preparara para tomar mi camino, por ello pidió que estudiara una profesión.
Sabía que estudiaba ingeniería química y era de los mejores estudiantes. Lo que me hacía pensar que parte de su mala reputación era por hacerlo más interesante. Masen no era ningún tipo descerebrado, era inteligente, al menos a nivel académico.
―¿Y por qué crees que pidió que estuvieras casado? Nadie se casa a los veintidós años ―indagué.
―Cumplí veintitrés ―me corrigió a la vez que encogía levemente sus hombros―. Mi abuelo tenía mucha esperanza en mí ―añadió― quizá confiaba que sería mejor que su hijo.
―Lo eres, Edward.
Él me sonrió de nuevo. Entablamos una larga conversación, hablando de nuestras míseras vidas y conociéndonos un poco más, terminamos riéndonos y descubriendo que teníamos más en común de lo que nosotros creíamos. Pero al cabo de tres horas de hablar hasta de política, terminamos decidiendo ir a un bar.
Era una taberna de mala muerte. La única del pueblo, atendida por el viejo Harry.
No sabía el porqué, pero dentro de mí sentía emoción que en ningún momento mencionara a Jessica.
―Quiero saber más de ti ―dijo, arrastrando las palabras. No podíamos negar que el alcohol estaba haciendo su efecto―. ¿Tienes algún novio? Digo, para cuidarme de que me partan la cara por estar contigo.
Sacudí la cabeza de un lado a otro.
―No. Estoy más solo que un hongo ―reí. Era divertido sentirme ligera―. Mi último novio me dejó porque le quitaba el tiempo y está bien. Reconozco que a veces soy intensa.
―Fue un idiota. Si hubieras estado conmigo, jamás te hubiese dejado.
Nos sostuvimos la mirada por largo rato antes de empezar a reír como imbéciles. Seguimos bebiendo cerveza, estaba bien que Harry no preguntara por estúpidas credenciales de identificación, donde claramente yo no tenía permiso para beber.
―Ya es tarde ―musité, al ver que pasaban la 1am.
―Por qué no vamos a Seattle y festejamos mi despedida de soltero ―soltó una risa tonta―. Bueno , realmente no creo que ninguno esté apto para conducir.
De nuevo negué. Parte de mi largo cabello cayó en mi hombro izquierdo.
―Ya festejamos demasiado. Mira ―me incorporé sintiéndome mareada y me sostuve de la silla― ya no puedo más. Además mañana tienes que estar al cien para tu boda.
―Seremos cuñados.
Ambos reímos como si fuese lo más gracioso.
―Nos veremos cada navidad y reuniones importantes. ―La voz de Edward era cada vez más apagada―. Al menos sabré de ti, ratita.
Sus largos dedos jugaron con las puntas de mi cabello.
―Terminaremos odiándonos ―susurré.
―O siendo confidentes ―vaciló―. Anda, no puedes dejarme solo, otra cerveza más, por mi despedida ―chocó su tarro con el mío y parte del líquido amarillento cayó del vaso.
―Por una vida nueva ―añadí―. Y porque serás mi cuñado favorito.
―Y tú siempre serás mi ratita, mía.
Mis hombros cayeron al tiempo que sus dedos se entrelazaban con los míos. Era incluso ridículo que sus manos fueran tan grandes y las mías verse minúsculas a su lado.
―Es tiempo de despedirnos ―dije.
―La noche es larga, podemos ir a otro lugar ―sugirió―. Quizá, algo menos ruidoso, ¿qué dices? ¿Me acompañas?
Dio un paso hacia atrás y me ofreció su mano, dejándome elegir.
Infinitas gracias por su apoyo. Ustedes siguen decidiendo el ritmo de las actualizaciones. Les recomiendo que le den follow a la historia, la única manera que se enteren de las actualizaciones es vía app. Ya que no están funcionando las alertas de correo electrónico.
Infinitas gracias por sus comentarios: jenni317, sofiarp, Valerials Cullen, Flor McCarty-Cullen, nataliastewart, Gissy Cullen Swan, Sheei Luquee, Maryluna, Gigi, Adriana Molina, cocoa blizzard, belen2011yani, karo209, Andrea, Dulce Carolina, Pepita GY, Estefania Rivera, Lizdayanna, The vampire Goddess, NarMaVeg, solecito pucheta, Maribel 1925, marisolpattinson, saraipineda44, Antonella Masen, Elizabeth Marie Cullen, Car Cullen Stewart Pattinson, Cary, Verónica, Ana love, krisr0405, Aldosa, Cinthyavillalobo, Wendy Andino, sandy56, Torrespera172, rociolujan, Adriana Ruiz, Jimena, Kasslpz, Lili Cullen-Swan, Diannita Robles, Santa, indii93, Maiisa, Nathaly, Fabi, Lauren Arvizu y comentarios Guest.
Gracias totales por leer.
