Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Capítulo cuatro
Dos años después…
Mi dedo índice presionó el timbre de la que una vez fue mi casa. Podía escuchar los murmullos que había adentro, no me puse a analizar de quienes eran ni qué hablaban. Ellos ya no eran mi familia y si estaba hoy de nuevo en este lugar, era por…
Renée abrió la puerta, sus ojos azules me escanearon segundos antes de centrarse en mi niño que estaba anclado en mi cadera.
Era un hermoso bebé regordete que pasaba de un año de edad.
La boca de mamá se abrió, boqueó unas palabras ininteligibles y luego pronunció.
―¿Es tuyo?
Asentí. ¿Qué más podía decirle? No negaría a mi bebé.
Mi niño apoyó su cabecita en mi hombro, escondiéndose de las caras desconocidas que lo miraban. Solo eran Jacob que ahora tenía dieciséis años y Emmett que seguía trayendo esos extraños audífonos grandes encima de su cabeza. Podría jurar que seguía haciendo sus videos, lo que asaltó una duda en mí.
Con la plata que seguro generaba, ya debía haberse comprado una mansión. ¿Por qué no lo ha hecho?
»¿Te casaste? ―añadió visiblemente interesada.
Suspiré y ella rodó los ojos.
―No tengo mucho tiempo ―mencioné.
Su cara de decepción fue un poema para mi vista. La había visto demasiadas veces en mi vida, me hacía recordar lo mala hija que era.
―Espero que el padre cumpla con sus obligaciones ―rumió.
Exhalé. No le daría explicaciones de mi vida.
―¿Cómo sigue Charlie? ―Pregunté, siendo directa, era la única razón por la que estaba de nuevo en la ciudad de Forks y también porque Emmett me había rogado que lo hiciera.
―Él está mejorando. La caída que sufrió fue aparatosa, nos asustamos mucho pensando que podría perder la pierna. Fue asombrosa su recuperación, está en la habitación, pasa ―me guió escaleras arriba sin dejar de parlotear. De pronto se detuvo abruptamente y se giró para vernos con mayor detenimiento―. ¿Por qué no respondiste mis llamadas?
―No tenía caso.
―Tampoco lo hiciste aquella vez…
―Mamá, debo irme pronto ―le recordé, no queriendo hablar del tema.
En dos años no había mantenido comunicación con ellos, desde ese día. Después, al enterarme de mi embarazo, quise vivirlo de forma tranquila, suficiente había tenido con hacerme la vida más complicada para que fuera peor al estar cerca.
No niego que el interés de ellos por hablar conmigo en todo este tiempo me ocasionó cierta incertidumbre. Sin embargo, fui consciente que no estaba lista para afrontarlos en ese momento.
Y quizá no lo hubiera estado nunca hasta que respondí ese correo electrónico de Emmett donde me pedía de favor que viniera con urgencia.
Exhalé al ver la casa, nada había cambiado ni un solo detalle. Todo seguía exactamente igual desde que me fui.
Puse atención a cómo Renée alargó una mano y acarició las mejillas de mi bebé.
Era extraño, pero no logró provocar ni una sola sonrisa en mis labios. Tal vez era la costumbre de saber que cada que le hacían cariños a un bebé después terminaban por soltar críticas.
Crecí viendo lo fingido que eran. Hoy ya no importaba cuánto cariño podían mostrar para mi hijo. A Noah no le hacía falta.
―Tiene unos hermosos y expresivos ojos verdes ―comentó―, me recuerda mucho a…
―Debo volver a mi casa ―la interrumpí―. Quiero irme antes de que se haga de noche.
―¿No te quedarás?
―No ―respondí tajante.
Renée inclinó su mirada y cuando pensé que podía ser desilusión y dar un poco de alegría a mi corazón magullado. Ella comentó.
―Tu hermana no ha podido…
―No me interesa saber nada de ella. ―La corté de inmediato, no quería saber nada de ella, no tenía interés en lo que había sido de su vida en este tiempo.
―¿Por qué tanto odio entre ustedes? No lo entiendo.
―De verdad necesito darme prisa ―murmuré caminando delante de ella.
Sigilosamente entré a la última habitación del pasillo, era el dormitorio de ellos. Charlie acostado en la cama , abrió los ojos de par a par.
―¿Tuviste un hijo? ―Preguntó.
―Sí. Pero no te preocupes no soy ninguna fracasada, estoy estudiando mi último año de universidad.
―No he dicho que lo seas.
―¿Cómo estás? ―Pregunté por amabilidad.
―Ahora bien porque has vuelto a tu casa.
―Charlie ―intervino Renée sentándose a su lado en la cama―. Ahora que nos quedaremos solos, Bella y el bebé podrían vivir en esta casa.
―¿Sé quedarán solos? ―Indagué.
―Sí ―musitó Renée―. Jake se irá a vivir con Emmett, tu hermano compró una casa en Malibú, California. Ahora es un influencer de renombre que hace colaboraciones para grandes marcas.
Levanté las cejas, mirándola.
―Es por ello que decidimos hablarte, Bella ―papá me explicó―. No podemos quedarnos totalmente solos, estamos más viejos y… bueno, nosotros podríamos ayudarte a cuidar del niño. ¿Cómo se llama? Espero que le hayas puesto como yo. Charles Barrot.
―No tiene por qué llamarse así.
―¿Por qué no? Soy su abuelo ―papá insistió.
―No hay un maldito código que diga que deba usar tu nombre.
―Veo que te has vuelto amargada ―articuló Renée―. Supongo que se debe a que eres madre soltera y te sientes en desventaja con las demás mujeres. Es normal cariño, pero aquí estamos nosotros para ayudarte.
Sonreí. Era un completo disparate lo que decía.
―Ya no me sorprende que no tengan una idea de mi personalidad ―les dije―. Creo que ustedes no tienen la menor idea de quién soy, es triste que ni mis propios padres me conozcan.
―Siempre fuiste bastante complicada ―rebatió Renée cruzándose de brazos―. Desde niña siempre tenías que refutar todo.
―Nosotros fuimos muy tolerantes contigo, Bella ―secundó Charlie―. Debes aceptar que si fuimos un poco duros contigo fue porque te lo merecías.
―¡Una niña no se merecía toda la mierda que provocaron en mí! ―espeté―. Admito que posiblemente fue una niña inquieta, pero no fui mala, ustedes dos me impulsaron a comportarme mal porque era la única forma que tenía para defenderme.
―Eso ya no importa, Bella ―expresó mamá―. Ahora puedes reivindicar tu camino quedándote con nosotros y cuidarnos.
El mundo estaba jodido. Todo por estúpidas ideas pendejas de romantizar que los padres son perfectos y debemos cargar con ellos. ¡Pues no! Seré una mierda de hija, pero no lo haré.
―Pensé que estabas muy enfermo, Charlie ―acoté―. Así me lo hizo saber el correo electrónico de Emmett. En realidad es la única razón por la que decidí venir.
Papá puso su peor cara de convaleciente. Terminaba viéndose ridículo y de verdad quería reírme.
―Quédate con nosotros, hija ―alargó su mano hacía mí.
¿En serio? Era él quien me estaba pidiendo tal cosa. Eran tan hipócritas que terminaban dando risa, ahora comprendía su urgencia en que viniera a verlos.
―No lo haré ―respondí a la vez que arrullaba a mi niño―. Debo irme, realmente me da gusto que estés bien… Charlie. Pronta recuperación.
Estaba por dar la vuelta cuando las palabras brotaron de mi boca.
»No vuelvan a intentar acercarse, no tengo interés en saber nada de ustedes y obviamente tampoco quiero que estén en la vida de mi hijo ―añadí―. Si se quedarán solos es lo menos que se merecen por todo lo miserables que han sido. Y aún tienen el atrevimiento de pedir que me quede con ustedes para que los cuide, son un par de cínicos, sinvergüenzas.
Listo. Había dicho todo lo que siempre había querido expresar y por extraño que pareciera me sentía en paz. El peso sobre mi pecho desapareció en los segundos que terminé de hablar. ¿En qué momento nos volvemos presos de nuestras propias palabras?
―¡Eres una desconsiderada! ―espetó Renée.
Noah lloró sintiéndose inquieto. Lo arrulle en mis brazos, él parecía desesperado por salir de aquí, se estaba rodeando de malas energías y no era justo.
―No me importa si soy la persona más malévola de este planeta ―exhalé, cambiando de lado a mi hijo y anclando sus piernas en la parte izquierda de mi cadera―. Nada les debo, así que déjenme en paz.
Salí de la habitación con mamá diciéndome de cosas, de ingrata y malagradecida eran los ofensas más suaves.
No importaba.
Bajé las escaleras y Emmett me detuvo del brazo.
―Es tiempo que te hagas cargo de ellos ―susurró―, me tienen harto.
―Te los regalo ―respondí, recordando que él siempre estaba de su lado. Muy bien, pues que se quedara con ellos.
―Joder, Bella ―Emmett caminaba tras de mí mientras mamá seguía despotricando y mi niño empezaba a llorar―. No puedes ser tan orgullosa, son solo un par de viejos que necesitan de ayuda, papá es un hombre grande y pesado, mamá no puedo con él, tienes que ayudarlos. Yo me marcharé en unos días.
Me giré hacia él, enfrentándolo.
Era increíble que tenía a su primer sobrino frente a él y Emmett siquiera le echaba una mirada. Estaba más preocupado en no cargar con sus padres que en ver a mi hijo.
Era patético, pero era él. Siempre preocupado por él mismo antes que los demás. Obviamente querían que alguien se quedara en casa a cuidar de a gratis, porque él no parecía querer gastar un solo dólar por ellos.
―Tienes dinero, ¿no? Pues paga para que los cuiden porque no seré yo.
Emmett resopló.
―¡Hola! Llegó la princesa de esta casa.
Mi estómago se revolvió al escuchar la voz de Jessica, me giré lentamente y la vi detenida bajo el umbral. Lucía radiante con su cabello teñido de castaño y gafas de sol, aunque no hubiera ni un solo rayo.
Se quitó las gafas y las puso sobre su cabeza, mirándome con esos orbes tan azules, se fijó en mi niño.
Mi corazón golpeó dentro de mi pecho y las ganas de salir corriendo me invadieron
―¿Tienes un hijo? ―Jessica preguntó―. ¿Te casaste?
Resoplé nerviosa, afianzando en mis brazos a Noah. Ella tenía sus ojos fijos en la banda plateada que descansaba en mi dedo anular.
―¿¡Cómo qué se casó!? ―Gritó Renée.
Eran los cuatro contra mí, me observaban como exigiendo una explicación. Aunque a decir verdad Jake solo veía divertido el drama que estábamos armando. En ningún momento bajé mi mentón.
Había llegado la hora de enfrentarlos a todos.
―Desde hace mucho tiempo entendí que debes alejarte de las personas que te dañan, no importa si son mi familia ―medité―. Sé que no puedo cambiar mi pasado ni tampoco nada de lo que me hicieron vivir. Eso ya no importa, no les guardo rencor. Ahora soy libre de elegir mi futuro y desde hace tiempo elegí estar sin ustedes, no existen lazos que me aten a ustedes, ya no.
Mamá y todos seguían con esa mirada opresora que siempre tuvieron para mí.
Exhalé lentamente.
―¡Papi! ―Chilló Noah y supe a quién le daba los brazos. Por la brisa fresca que se colaba adivinaba que la puerta estaba abierta.
―Ven aquí, ratón ―Edward no dudó en tenerlo con él y rodear mi cintura con su brazo―. Buenos días, familia ―saludó en tono burlón.
En estos momentos desearía tener su descaro. Mi esposo era un verdadero cabrón, sin vergüenza.
―¡Maldito! ―Jessica quiso abalanzarse sobre él y Emmett la detuvo―. ¡Y tú una zorra!
Renée llevó una mano al pecho y puso brevemente los ojos enblanco; su color se había vuelto más blanco que una hoja de papel.
Jake la sostuvo antes de que cayera de bruces. Empezó a echarle aire con una mano, abanicando el rostro pálido de Renée.
―¿Cómo pudieron? ―Cuestionó Renée―. ¿Es por venganza?
Edward y yo nos miramos un par de segundos. ¿Venganza? Nunca habíamos pensado siquiera esa palabra.
―Aquí no hay venganzas ―respondió él, sus dedos encajandose en la piel de mi cadera―. Bella y yo nos enamoramos y ahora somos una familia.
―Perra ―Jessica masculló―. El niño tiene edad suficiente para saber que no es un recién nacido.
―¡Basta! ―dijo Edward―. Te exijo respeto para mi hijo y mi esposa. Ellos no tienen nada que ver en lo que ocurrió entre nosotros.
―¿Qué está pasando? ―Charlie gruñó desde el segundo piso, estaba detenido desde el barandal y nos observaba.
―Hola, Charlie ―Edward le hizo frente. Noah seguía en sus brazos y estaba volviéndose inquieto, sujeté su manita―. No pasa nada, solo vine por mi familia.
―Renée ―papá exhaló―. ¿De qué está hablando?
Mamá me fulminó con la mirada. Había una rabia inconmensurable en sus ojos que me hizo entender que no teníamos nada qué hacer en su casa.
Había aceptado venir tan solo por la insistencia de mi hermano, era notable que no había amor, solo interés de su parte. Ellos necesitaban una hija esclavizada y no estaba dispuesta a serlo.
―Vámonos, Edward ―toqué su brazo y le eché una última mirada a la que una vez consideré mi familia―. Qué estén bien.
Fue lo único que pude decir antes de caminar junto a mi esposo e hijo.
Podía escuchar a mi espalda el repiqueteo de los zapatos de Jessica. Venía detrás de nosotros.
―Lo hiciste por venganza, porque me odias ¿verdad?
Me giré y miré su rostro una vez más. Edward mantenía sus dedos entrelazados con los míos.
―Eres muy poca cosa para odiarte. ―Le dije las mismas palabras que una vez pronunció hacia mí.
Su rostro se contrajo y lágrimas fluyeron de sus ojos.
Era cruel. Sin embargo no podía sentir ningún remordimiento por lo que ella estaba sintiendo.
Los dedos de Edward me dieron un suave apretón captando su atención en un instante, volteé a verlo y comprobé que tenía una preciosa sonrisa en sus labios.
―Es hora de irnos mi ratita.
Sacudí la cabeza, no podía dejar de sonreír.
Lo seguí, caminé a su lado hasta nuestra camioneta. Lo hicimos en medio de risas para calmar el angustiante estado de ánimo de nuestro ratón.
Me subí de copiloto en lo que Edward dejaba en la sillita al amor de nuestras vidas.
Noah era nuestro bebé. Un niño de catorce meses de edad, muy mimado por nosotros dos, pero siendo criado con límites.
Tal vez no éramos los mejores padres, estábamos muy lejos de serlos. Éramos papás principiantes y torpes que se maravillaban con cada logro. No obstante, estábamos dando lo mejor de cada uno para que Noah fuera un niño feliz, criado con amor.
Porque Edward y yo estábamos enamorados y también locos.
¿Quién en su sano juicio se casaba a nuestra edad? No sabíamos realmente quiénes se atrevían, nosotros lo hicimos para formar un verdadero hogar y ser una familia.
»¿Cómo te sientes? ―No me sorprendió que Edward preguntara, ambos estábamos tan complementados que era normal. Se acercó dejando un fugaz beso en mis labios.
―Ahora estoy bien. He cerrado un círculo, señor ratón.
Llevó mi dorso a sus labios y besó mis dedos.
―Sé cuál es tu sensación. Hay una ligereza en tu pecho, eres libre, ratita.
Asentí. Acerqué mi rostro al suyo y besé sus labios.
―Te amo, Edward.
Él suspiró complacido.
―Te amo ratita.
―Te amo tamben ―Noah articuló con su mal pronunciación.
―También te amamos ratón ―dijimos al mismo tiempo.
Noah aplaudió. Nos mostró sus pocos dientes mientras sus mejillas se pintaban de rosa intenso. Él era un bebé feliz.
―¿Quieren ir a casa? ―Edward nos preguntó. Él siempre preguntaba en plural, siempre tomando en cuenta también a Noah.
Nuestro bebé y yo meneamos la cabeza al mismo tiempo. Edward soltó una leve carcajada y puso el motor en marcha.
Sonreí cuando la camioneta salió fuera de la acera de la casa Swan.
No volteé. No era bueno mirar hacia el pasado, prefería concentrar mis pensamientos en la carretera y sus paisajes.
Ahora residimos en Chicago. Compramos una bonita casa en uno de los mejores barrios de la ciudad. Nos dábamos buena vida con la herencia del abuelo Masen, aun así nos seguíamos esforzando por nosotros mismos.
Nada nunca sería fácil.
Edward trabajaba en una empresa donde se desarrollaba como ingeniero químico.
Yo estaba por graduarme. Me decidí a estudiar en línea para así cuidar de Noah, también trabajaba por las tardes mientras Edward llegaba a casa y se hacía cargo de nuestro bebé. No podía negar que éramos un gran equipo.
Éramos almas aventureras, nos gustaba viajar cada que disponíamos de tiempo libre y conocer distintas ciudades.
―¿Por qué no vamos a Utah? ―Sugerí―. Hemos postergado nuestro viaje a las cascadas y creo que ya es bueno conocerlas.
Edward me dio una mirada rápida antes de centrarse en la carretera, su mano estaba entrelazada con la mía, siempre era así.
Miramos hacia el frente y empezamos a cantar baby shark.
Ahora en esto se habían convertido nuestra vidas. En viajes por carretera y canciones infantiles.
Aprendimos que cortar lazos era bueno y conveniente para la salud mental y para el alma.
Éramos la prueba viviente de dos almas resilientes.
Aquí nos empezamos a despedir, nos leemos en el próximo porque sé qué quieren saber cómo ocurrió todo lo de la boda, ¿verdad? El siguiente es un outtake narrado por Edward. Gracias por darle una oportunidad a esta pequeña historia. Haré lo posible por actualizar esta noche y así cerrar la historia.
Infinitas gracias por sus comentarios: Verónica, krisr0405, Dulce Carolina, Cary, Car Cullen Stewart Pattinson, Gissy Cullen Swan, NarMaVeg, saraipineda44, Elizabeth Marie Cullen, Antonella Masen, Daniela Masen, marisolpattinson, Cassandra Cantu, Pepita GY, Noriitha, Adriana Molina, sofiarp, Rosemarie28, Sophia, Lauguilln, Lizdayanna, Smedina, Sheei Luquee, Diannita Robles, DanitLuna, Torrespera172, Torrespera172, Flor McCarty-Cullen, indii93, Andrea, Maryluna, Santa, zary65, Patty, Fabi, The vampire Goddess, jenni317, sandy56, solecito pucheta, Adriana Ruiz, rociolujan, Clara, may jhonson D, Lili Cullen-Swan, Noelia, Estefania Rivera, maribel hernandez cullen, Wendy Andino, Maiisa, magic love ice 123, Peerla Salvatore Swan, y comentarios Guest
Gracias totales por leer.
