Chapter V

I

A Hermione Jean Granger nunca le habían gustado las mazmorras del colegio. Pero entrar en una de ellas, a solas, con el profesor de pociones, la llevaban a un nuevo nivel de desagrado y pánico, mucho pánico.

—Siéntese —le dijo cortantemente el mago mientras aparecía una silla de madera frente a la mesa del escritorio. El mago tomó lugar en su silla habitual.

Hermione trató de entender lo que estaba sucediendo, pero seguía completamente incrédula de lo que había visto y sentido durante todo el trayecto hasta su actual destino. Una sola cosa era obvia.

—Usted lo sabía —le dijo mirando al hilo y después a su profesor.

—Increíble deducción, señorita Granger —le contestó— parece que su mente sabelotodo todavía funciona bien.

La Gryffindor tuvo que hacer uso de todo su control para no gruñirle en ese momento. Todo el tiempo había sabido, probablemente desde primer año y ¿por eso la trataba mal? Bueno, ¿peor que a los demás? ¿Cuántas veces la había encontrado siguiendo el hilo? Peor aún, ¿cuántas veces la había dejado a su suerte cuando estaba en peligro? Tenía un sinfín de preguntas en su cabeza, pero conociendo al profesor, no iba a responderle. Cruzó las manos frente a ella y esperó a que el mayor le hablara.

—Lo único que me impide hacer un juramento inquebrantable para esto es que Dumbledore me lo prohibió —le dijo el mago de mala gana—. Es por eso, Señorita Granger, que tendrá que ser suficiente con que me de su palabra de no contarle a nadie la … situación en la que nos encontramos.

La Gryffindor le miró con algo de enojo. ¿Acaso creía que a ella le parecía buena idea ir por ahí contando que él, ÉL, era su alma gemela? Prefería ser atacada por una horda de Grindylows. Hizo un gesto de incredulidad mientras lo miraba fijamente.

—Ginny Weasley lo sabe —le contestó. Era mejor que de una vez se lo dijera y no que lo averiguara más adelante y pensara que ella había roto la promesa.

—Pues asegúrese que ella no vaya a abrir su boca —al decir esto el profesor se recargó amenazantemente sobre la mesa para estar más cercas de Hermione.

—Le puedo asegurar que Ginny no hará tal cosa, pero me encargaré de dejárselo en claro, profesor.

—Para terminar las cosas, necesito que por Merlín deje de meterse con el lazo —le dijo y para enfatizar el comentario tomó el hilo con su mano izquierda y le dio varias vueltas en su dedo dando pequeños jalones a la mano de la chica—. No tiene una idea de lo que puede llegar a dañar y un alma no se repara fácilmente. ¿Entendido?

Los ojos del profesor la estaban taladrando de una forma que Hermione no había sentido antes. Las palmas de su mano estaban sudando y tenía la ligera impresión de que si se movía el mayor iba a lanzársele encima como una bestia acorralando a su presa. El hecho de que no estuviera gritándole y que le hablara calmado solamente hacía la situación más insoportable.

—Pero profesor, ¿no sería mejor encontrar una forma de deshacerlo? —preguntó con temor, pero al mismo tiempo segura de que lo que decía tenía sentido.

—¿De verdad cree que todo este tiempo no lo he intentado? —el mago levantó sus cejas mientras la miraba como si fuera realmente tonta y por un momento se sintió así. Por supuesto que el profesor Snape ya lo había intentado y si él no podía deshacerlo entonces más valía dejarlo así.

—Claro, lo siento —le contestó finalmente.

El profesor se llevó una mano y masajeó su sien mientras inspiraba sonoramente y cerraba los ojos.

—Puede retirarse, Señorita Granger.

—¿Eso es todo? —preguntó Hermione antes de poder contenerse. ¿No iban a platicar de lo que significaba? ¿Hacer alguna especie de tregua porque eran almas gemelas?

—¡Qué mas quiere! —le gritó volviendo a abrir los ojos—. ¿Qué le de una detención? No crea que no puedo hacerlo, pero eso no cambiaría nada. Esto —le dijo tomando el hilo nuevamente —no cambia absolutamente nada entre nosotros Señorita Granger. No quiero por un momento que piense estupideces, a veces las pociones se equivocan, esta claramente lo hizo. ¡No podría haber elegido una peor alma gemela si me lo hubiera propuesto! —el profesor se levantó y golpeó fuertemente la mesa con sus manos— ahora salga de aquí.

Hermione se levantó rápidamente y salió del salón azotando la puerta. ¿Qué le daba derecho de gritarle de esa forma? ¿Acaso pensaba que era tan idiota como para creer que estaban destinados? Y ¿qué mierda había sido eso de que no podía encontrar peor alma gemela? ¡Ella era la que no podría estar atada a alguien peor! Caminó rápidamente entre los pasillos y subió las escaleras sin saber realmente a dónde iba. Los ojos le ardían del coraje y la rabia ¿cómo se había atrevido a hablarle de esa forma? Cuando se dio cuenta, había llegado al salón de defensa contra las artes obscuras que estaba en esos momentos solo. Se dejó caer en una de las sillas de los alumnos y comenzó a llorar.

II

Severus se quedó parado mirando la puerta por donde había salido la Gryffindor. En realidad, no tenía nada personal en contra de ella; era muy inteligente, probablemente más de lo que debería por su propio bien, y tenía una habilidad extraordinaria para las pociones y los hechizos. Le recordaba un poco a Lilly, ella también era hija de muggles. La leona estaba destinada a ser una gran maga una vez que terminara su formación. Sin embargo, no quería que ella fuera a tomar las cosas como no eran por culpa de ese maldito lazo. Tenía que alejarla lo más que pudiera de él y asegurarse de que entendiera que no quería tener nada que ver con ella. Especialmente ahora que la situación se tornaba difícil. La marca tenebrosa se estaba haciendo visible y eso no podía ser una buena señal. No para él, no para Potter y tampoco para ella. En general, para nadie.

Después de unos minutos decidió ir a comentarle a Dumbledore que por fín había "arreglado" las cosas con la maga, aunque probablemente a Albus no le iba a parecer correcto lo que había hecho. No que tuviera que saberlo. Entonces sintió coraje y rabia. Se quedó parado a mitad del pasillo tratando de entender. Estaba confundido porque no tenía razón alguna para sentirse de esa forma y era algo extraño, como si no viniera de él. Maldijo internamente a la bendita habilidad de la Gryffindor. No era algo que él estuviera sintiendo, era lo que ella sentía. De alguna forma lo estaba pasando por el lazo.

Entró a la oficina del director con un leve toque en la puerta.

—Severus, la tercera prueba es en un par de horas —le dijo Albus. —¿Está todo bien?

—Es Granger, de alguna forma está pasando emociones por hilo —contestó sentándose en una de las sillas frente al gran escritorio que abarcaba la mitad del lugar—. Aparentemente está maldiciendo a todos mis ancestros y si le fuera permitido me maldecía a mi tumba.

—¿Qué has hecho, Severus?

—Necesito mantenerla alejada. Potter requiere toda mi atención —dejó caer la cabeza hacia atrás e inhaló profundamente. Parecía que la leona ya se estaba calmando lo cual ayudaba con su dolor de cabeza.

—No puedes evitar la conexión que tienen solo porque la trates mal —le dijo el mago mayor mientras caminaba hacia él.

—Cuando se gradúe de la escuela y deje de verla las cosas serán más sencillas —respondió Severus masajeando nuevamente su sien. O al menos eso es lo que estaba esperando.

—¿Podría hacer una sugerencia? —preguntó el anciano levantándose de su asiento y recargando las manos ligeramente sobre el escriorio.

—¿Puedo detenerlo?

—La oclumancia podría ser útil en estos casos. Tú podrías darle algunas clases para remediar este problema —le dijo Dumbledore mirandolo seriamente.

Severus lo consideró unos instantes.

—Nunca he enseñado oclumancia a nadie. No es fácil de aprender.

—Pero la señorita Granger es una excelente estudiante —caminó rodeando el escritorio y colocó una mano sobre el hombró del maestro en pociones—. Estoy seguro que aprenderá rápido.

Severus se levantó de su asiento y se dirigió a la puerta.

—A Potter le queda una prueba —fue todo lo que dijo antes de salir.

III

Estaba algo nervioso por la tercera prueba, pero no había nada en su forma de caminar o de hablar que lo traicionara. Sencillamente estaba parado ahí, entre el público esperando a que la maldita prueba terminara. No le podía importar menos quién ganaba la copa. Lo único que quería era que Potter saliera con vida.

Por eso cuando el niño apareció de la nada a la entrada del laberinto sintió que por fin podía respirar. Pero no tardó en darse cuenta de que su semblante no era uno de victoria, si no uno de derrota. No solo eso, estaba devastado. El cuerpo de Cedric Diggory yacía inerte debajo del peso de Potter, que gritaba y se aferraba a él con todas sus fuerzas. Severus sintió algo que catalogó como culpa, no se le había ocurrido pensar que alguien más podría morir.

Bajó los escalones de las gradas para acercarse a ambos junto con otros profesores y el director.

—Está de vuelta, Lord Voldemort está de vuelta —fue todo lo que escuchó que dijo Potter.

El torbellino de pensamientos que pasaron por él en un instante eran demasiados como para catalogarlos. Voldemort estaba de regreso. Voldemort había matado a Lily. Voldemort había tratado de matar a Potter. Él mismo iba a matar a Voldemort.

Cuando pudo reaccionar el chico ya no estaba. Sintió el sentimiento de angusia y miedo antes del tirón en el lazo y buscó con los ojos a la fuente. Granger estaba junto con Weasley todavía en las gradas pero el pelinegro no estaba con ellos. La leona estaba sujetando fuertemente el hilo mientras lloraba, pero logró calmarse lo suficiente como para señalar en dirección del castillo y gritarle "Profesor Moody".

Sintió una punzada de pánico y en ese momento no le importó si era suyo o si provenía del lazo. Necesitaba encontrar a Potter y asegurarse de que estaba bien. El lugar más seguro para el chico era junto a él y a Albus, ¿a dónde lo había llevado entonces el ex-auror?

Por suerte llegaron a tiempo antes de que el falso Moody acabara lo que Voldemort había empezado. Potter nuevamente por un milagro se había salvado. ¿Milagro o la ayuda del lazo? De cualquier forma, de ahora en adelante las cosas se iban a complicar. Lilly tenía que estar angustiada y esa idea no le gustaba para nada. Tendría que platicar con Albus cómo iban a manejar las cosas. ¿Cuál era el papel que tendría que jugar? ¿Qué más iba a tener que dar esta vez? La verdad es que no tenía nada que perder y lo único que le importaba era que el hijo de Lilly sobreviviera.