El pasado y futuro de un espadachin
La luz del atardecer entra por la ventana rota, iluminando la forma durmiente de Bourgeois-san. Hace rato que contemplo su rostro; por falta de algo mejor que hacer principalmente. Aproximadamente cinco horas que se durmió por el cansancio. Las heridas le pasaron factura al final. De un momento para el otro, se derrumbó y fui lo suficientemente rápida para atraparla antes de que haga contacto con el suelo y se dañe más. Tikki-sama y Plagg-sama no han vuelto, tampoco el akuma o el portador de la mariposa. Y no podía dejar a mi hermana de armas sola estando herida. Entonces medité, estiré y practiqué mis katas hasta el hartazgo.
¿Quién hubiera dicho que mirar el rostro de una chica que hace muecas de dolor de vez en cuando quita el aburrimiento?
Yo no, pero lo acabo de descubrir y es una entretenida forma para pasar el tiempo…
…desearía tener el nuevo manga de One Piece mientras lo hago.
Tiro la cabeza hacia atrás impactando contra la pared y el leve daño sufrido me despabila.
Ya estoy teniendo pensamientos y actitudes de un yokai maligno. Mi madre se decepcionaria, si se enterara de mi actual conducta… otra vez.
Mirando en retrospectiva hoy me salió todo mal. La alarma despertadora no sonó por alguna falla mecánica del reloj y me desperté a las 6:02 AM. Dos minutos más tarde del horario establecido. Dos minutos para la higiene que tuve que recuperar sacrificando dos minutos de entrenamiento con la espada. Mi madre no dejó pasar esa oportunidad para señalar que deje mi (que ella cree que estoy en fase) rebeldía adolescente y criticar mis hobbies (nunca entenderá que el manga es un orgullo nacional como el kempo, katana y kimono). Me prohibió leer manga por una semana. Solo pude agachar la cabeza y acatar la orden.
En el desayuno, entre mi vergüenza por los regaños y la frustración de no poder ver la nueva transformación de Luffy, mi mente estaba desconectada de mi cuerpo que se movió de manera automática e hizó lo que practicó ayer por casi una hora. Recogí el arroz con una cuchara e hice un arco con él para poner el alimento en mi boca. ¡USE UNA CUCHARA Y NO LOS PALILLOS! ¡Y NO LEVANTÉ EL TARRO DE ARROZ, SINO LO DEJÉ EN LA MESA AL COMERLO! La mirada de mi madre nunca se sintió tan pesada y crítica. Me dijo que el nuevo castigo lo tendría al regresar del colegio.
Porque sería una falta de respeto hacia mi madre, evite preguntar ¿Cómo puede realizar una mirada con tanta presencia siendo ciega y usando anteojos de sol bajo techo con la imposibilidad de mirar sus ojos?
El respeto a tus mayores ante todo.
Fue un viaje corto en limusina hacia mi nuevo colegio. El Colegio Françoise Dupont es uno de los más respetados del continente europeo; famosos políticos y artistas salieron de ese lugar. Una institución de renombre… y pública. A riesgo de sonar clasista, estoy acostumbrada a caminar con otros estudiantes con mi mismo nivel de estudio. Solo los mejores podían aprobar el examen de ingreso de los institutos privados japonés. Cualquiera que desaprobaba una materia, era expulsado. Viví y crecí con ese nivel de presión y sobresalí como la mejor de mi clase. Un puesto que conseguí con esfuerzo y dedicación.
Un puesto que siento que no valdrá nada en un colegio donde tener mala nota, no conlleva a tener clases extra cada tarde y fines de semana hasta el siguiente examen. Ni digamos que si fallas el segundo examen, la deshonra caerá a tu apellido y no volverás a pisar el instituto u otros de su nivel de prestigio. Japón es una bestia en materia de estudio; hablando de lo bueno y lo malo.
Y en ese ambiente, me destaqué como ningún otro estudiante de mi generación. Soy Kagami Tsurugi, mi apellido lleva ochocientos años de honor, respeto y grandeza. Como la siguiente en llevar el apellido, no debo decaer en ningún ámbito; estudio y espada incluido. Mi madre me lo hace recordar en cada entrenamiento matutino, vespertino y nocturno.
¡Por eso no entiendo por qué, por primera vez en ochocientos años, la rama principal Tsurugi emigra de Japón y mandan a la heredera principal a una escuela pública!
La explicación de su madre fue la siguiente: la única clase de esgrima de todo París y alrededores, para ingresar debes ser alumno del colegio que sirve como campo de practica. Y como la clase es dirigida por el campeón mundial de esgrima por cinco años seguidos, pues a mi punto de vista y de mi madre, es un precio justo para que mejore en la espada. El estudio lo puede compensar con horas extras en la noche. Creo que restar una hora de sueño es un precio justo. Dormir cinco horas por día será suficiente.
Los Agreste deben ser muy importantes, para que los Tsurugi decidan que vale la pena que la rama principal se mude a Francia por tiempo indeterminado, para facilitar las reuniones entre ambas familias.
Tal vez el consejo de ancianos votó que el heredero de los Agreste sea mi prometido. Mi cumpleaños número dieciséis es en cuatro meses. Ya es tiempo de que me elijan mi futuro cónyuge.
Escucho gemidos a mi lado y agarro un pañuelo limpio que tengo preparado. Con delicadeza, limpio el río de lágrimas azules. De vez en cuando, ella no aguanta el dolor y filtra su sufrimiento en cada gota. Yo borro todo rastro. En el corto tiempo que la conozco, puedo asegurar que ella tiene orgullo. Orgullo en mostrarse fuerte. No entiendo su motivo, pero comparto el sentimiento. Como ella limpió mi debilidad, yo hago lo mismo.
Dejo el pañuelo, ahora sucio, en la mesada y observo manchas celestes en mis manos. El maquillaje azul se impregnó en mi piel a traves de la tela. Si recuerdo bien, ella tenía mucho maquillaje en la clase. Incluso pensé que si tuviera la cara blanca, podría pasar por una geisha.
También hubo otra persona que llamó mi atención. Ella me regaló unos panes saborizados antes de tropezar y caer al suelo. Para luego levantarse y decirle algo a Bourgeois-san. Ahora me arrepiento de no prestarle atención a la charla mientras recogía el pan. Debo estar más atenta a lo relacionado con mi hermana de armas.
Cuando se despierte, le preguntaré si pertenece a una familia prestigiosa. Como heredera principal puedo comenzar alianzas entre familias. Espero que mi madre no pregunte mucho. Tikki-sama me hizo prometer no contar a nadie sobre mi nuevo trabajo como campeón de los kami y protector de París.
El fuerte ruido de un plato rompiéndose en el piso de abajo me llena de temor. "¿El akuma volvió?" "¿La mariposa nos encontró?" "¿Es un sobreviviente o un ladrón?" "¿Podré defenderme y a mi hermana de armas si son dos o más enemigos?" Esas preguntas llenan mi cabeza mientras mi cuerpo se mueve de forma autónoma. Siento el frío metal en mi palma. Levanto el tubo de acero y lo aprecio por un segundo. En caso de emergencia, busque lo único que puede ayudarme. Una espada; de cualquier tipo o tamaño. No encontré ninguna, al contrario de una casa japonesa que encontraría una colgada en la pared. Entonces cree mi propia espada.
Al comprobar que el cuchillo de cocina está bien atado en la punta, camino sin hacer ruido hacia la puerta, y posteriormente dirigirme a las escaleras. Me agacho y me quedo quieta intentando escuchar algún otro ruido. Mis sentidos están agudizados al máximo, siento el sudor recorrer mis palmas dándome un escalofrío al contacto del frío acero. Repaso en mis memorias las lecciones de mi madre sobre las peleas a muerte. "¿Era apuntar al cuello o al hígado?" Me pregunto para darme cuenta que ya fui advertida por kami. Los objetos mundanos no tienen efecto contra la magia.
¿Está mal desear que sea un humano de carne y hueso mi contrincante? Ya que soy capaz de incapacitarlos o matarlos si me fuerzan la mano.
Verdaderamente soy una mala persona y un yokai maligno.
Mi primer día en la guerra y ya me está cambiando.
Culpo a los que me dieron una espada en vez de una muñeca en mi cumpleaños número dos.
Llega a mis oídos dos voces que reconozco enseguida y me relajo por eso. Los dioses han regresado. Desciendo despacio intentando no hacer ruido y molestar a los kamis. En la planta baja, a pocos pies de la entrada de la cocina, escuchó sin quererlo su conversación.
—Plagg, deja de buscar comida. Estas rompiendo las cosas de las personas que viven aquí.
—Cálmate, Terroncito. La casa ya tiene suficiente destrucción para que uno u ocho platos rotos hagan una diferencia.
—En mi punto de vista, si hace una diferencia. ¿No te da pena ver las creaciones de los humanos destruirse?
—Ugh… soy Destrucción. Somos lo que somos— desde abajo del marco de la puerta veo a Plagg-sama extender un pata en señal de reproche— y mucho más, en comparación de nuestros hermanos. Te recuerdo que tu te beneficiaste más que nadie en las guerras mundiales.
—Mmmh… lo que digas… oye, Plagg, ¿que piensas de esta época?— pregunta con tono de preocupación.
—¿Que pienso? ¡Que su queso roquefort es delicioso! Gracias Tikki, por indicarme de esa pastelería. No la había visto. Mi nariz no funciona con tanto humo.
—¡Eso no es lo que estoy diciendo!— presiono mi espalda contra la pared ocultándome de sus vista. No quiero estar atrapada en la ira de los kamis. Asomandome un poco, observo a Plagg-sama cierrar la puerta del mueble, que husmeaba hace un momento y mira al kami rojo—. Lo que quiero decir es si, tal vez, haya una guerra en estas tierras… hay mucha destrucción en esta ciudad, muchísima para que un akuma lo haga en solitario. Lo que pienso es: ¿si la Mariposa es usada para expulsar a invasores o recuperar esta ciudad? Tienen derecho de usar a Nooroo.
—Hablas así por las leyes de la Orden. No tienes que preocuparte por aquellas reglas. La Orden fue destruida. — dice con sorna.
—La Orden traía equilibrio.— exclama Tikki-sama.
—¡El equilibrio somos nosotros! ¡Somos la realidad de cada momento de la existencia! Decidimos jugar a los héroes en este siglo y es lo que haremos. Y es momento que dejes de preocuparte tanto por los humanos. Por doce mil años los observamos y apenas cambiaron. Te digo, que siento en mi panzita, que la destrucción final esta a la vuelta de la esquina y no será por mi pata.
El silencio se extiende por toda la casa. El llanto de dolor hace eco en los pasillos superiores como canto de banshee. Mis músculos los siento pesados, entumecidos por los nervios. Me ensordece los latidos de mi corazon que suenan como tambores en mis timpanos. No paro de pensar que escuche algo que ningún mortal debió escuchar. Debí quedarme arriba, secando las nuevas lágrimas y cuidándola que nada le pase. Intento recuperar alguna fuerza en mis piernas y volver por donde vine; alejarme de la cocina. Hasta que lo escuche, apenas, pero lo hice. Entre mis rápidos latidos, había un espacio de silencio y en ese espacio, me llegó sus palabras. Me detengo en seco.
—¿Eh?— Tikki-sama expresa lo mismo que pienso.
—Lo que oíste.
—Pero esa es tu elegida.
—Es ELEGIDA por el guardián, no por mi. Y por eso te lo digo. Esta niña no tiene compatibilidad conmigo.
—... bueno, puede ser porque es su primera transformación. Dale tiempo y verás que pronto actuará como una digna portadora del gato.— dice esperanzada en un intento de tranquilizar al malhumorado kami gato.
—Estuve unido a ella lo suficiente para leer su alma y decir que vive en una jaula de oro…—
—Me suena como cualquier gato para mi. Agitas su deseo de libertad y romperá su jaula antes de fin de año.—
pienso consternada por la revelación.
—Como decía antes que me interrumpieras: vive en una jaula de oro y no tiene ningún pensamiento de salir. Ni la más mínima idea de escapar. Nada. Cero. Tanta nada como la manifestacion mia en el universo. ¿Como lo llamaron? Un agujero negro.
—Eso… es problematico. Muy problematico.— dice en voz baja. La escucho gracias al silencio sepulcral de la vivienda.
—Ni que lo digas. La transformación es inestable. El arma se manifestó de diferente forma. Lo sentí. Tikki, ella se parece más un tigre que un gato, incluso diría que sería mejor no darle un miraculous.
—Tu nunca fuiste reacio a ser usado... ¿Que paso realmente en la transformación?
—... ella cree firmemente que es libre. Su distorcion de la realidad me da asco… me hace sentir sucio. La próxima vez tomaré la situación con mis propias patas.
Lo próximo que iba decir Tikki-sama, si es que iba a decir algo, es interrumpida por el crujir de los escalones. Volteo la mirada a la parte superior de las escaleras y la veo. Bourgeois-san se levantó en algún momento y como no me encontro, debió pensar que estaba en la planta baja.
Esto es malo. La veo tambalearse sobre sus pies. Esta apunto de caerse.
Corro y extiendo los brazos al mismo tiempo que ella se inclina hacia adelante. Consigo que caiga arriba mio con su cabeza en mi pecho y mi espalda contra el piso. El golpe me sacó el aliento que tenía.
—¿Chicas, que están haciendo?
Levanto la mirada, estando boca arriba, para ver a los kamis cabeza abajo. Tikki-sama tiene en su rostro la misma sonrisa que cuando se presentó conmigo y Plagg-sama levanta una rodaja de queso apestoso. Su iris felino se contrae en expectación.
Juro que intente hacer ligera la lectura, pero Kagami es una chica de pocas palabras y muchas responsabilidades.
Es la cara opuesta a Chloé.
Espero que no le haya parecido aburrido el cap. Culpa mía, los kwamis son diferentes de la serie (ya vieron eso) y Kagami tiene muchas cosas en su cabeza y espalda.
Prometo que cuando volvamos con el POV Chloé, volveremos como estaba antes, texto más ligero y rápido.
Este episodio tiene 8k de palabras y sigue subiendo. Tuve que dividirlo para que no sea tan largo. Me pasa por intentar terminar el resto del dia 1 en un cap. La verdad, no pensé que tardaría mas de 15k de palabras en terminar el día 1 de la historia.
¿Creen que deba apresurar los días y la historia; o disfrutan de mi escritura de retrospectiva y pensamientos internos?
Comenten sin miedo. Los comentarios mantienen vivo la historia.
Nos vemos el mes que viene.
PD: Tengo otra historia llamada Una Reina en Japón. Vayan a verla, no se arrepentirán.
