Resumen: Bang nunca tuvo un hijo, pero tuvo a Garou.


- Anime: One Punch-Man (ワンパンマン)

-Todos los personajes le pertenecen a su creador: ONE®


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Bang nunca tuvo hijos, pero sí muchos discípulos. Su principal propósito en la vida era crear un mundo donde la gente fuera capaz de defender a los demás y, sobre todo, a sí mismos.

Subiendo la cima de la montaña en Ciudad Z se encontraba el dojo cuyas prácticas eran especializarse en las técnicas del arte del "Puño de Agua que fluye Roca Aplastante", donde Bang era el maestro.

Era muy sencillo encontrarlo y la promoción se había dado bajo el mensaje "Sólo únanse aquellos que quieran ser fuertes".

Fue cerca del atardecer, probablemente justo después de terminar sus clases en la escuela. El niño subió todas las escaleras, a duras penas pudo abrir las pesadas puertas del dojo y caminó a paso lento, pero con la frente en alto, hacia él de forma demandante. Era su primer encuentro, él niño nunca lo había visto en persona y Bang ni siquiera sabía de su existencia y aun así él llegó con la suficiente altanería para interrumpir su clase, señalarlo con el dedo y exigirle que lo entrenara.

"Tú eres alguien fuerte, ¿no?" Había dicho él lleno de sudor y con una respiración agitada, tan sólo un instante antes de caer desfallecido en el suelo.

Aunque en ese momento Bang no tenía interés en entrenar gente demasiado joven, hubo algo en ese niño que despertó su interés al instante.

El niño no tenía resistencia, era muy delgado y demasiado joven para mostrar una determinación tan grande en sus ojos. Era atrevido en cierto sentido, no cualquiera podía establecer un objetivo de forma tan firme a tan temprana edad.

Bang sonrió y lo aceptó como uno de sus discípulos.

Esperó a que despertara, lo alimentó, se presentó ante él y, cuando consiguió captar la atención de sus ojos amarillos como el atardecer, le preguntó su nombre.

—G-Garou. —Respondió él. –Mi nombre es Garou.

Era obvio que Garou había crecido viendo demasiados programas de televisión. Sus reflejos eran débiles, no sabía dónde enfocar su fuerza y mucho menos podía concentrarse en atacar de forma precisa, siempre estaba a la defensiva, siempre miraba a su alrededor con nerviosismo, como si temiera que todos sus compañeros se pusieran de pronto en su contra; todos contra uno. Bang supo inmediatamente que Garou nunca había peleado de verdad. Era un completo novato en artes marciales.

—¿Por qué decidiste entrenar? —Preguntó Bang un día mientras Garou recogía su mochila y guardaba su uniforme, se le había ido el tiempo limpiando el piso que no se dio cuenta de lo tarde que era. Él era muy lento y débil.

Garou torció la boca y frunció el ceño, de pronto parecía que iba a hacer una rabieta.

Bang decidió ser más claro. —Está no es mi forma de decirte que no sirve de nada que entrenes, todo lo contrario, siento una gran curiosidad de verte esforzándote tanto. ¿De dónde viene esa motivación? —Garou volteó a verlo con sorpresa y Bang le sonrió. —¿Quieres ser un artista profesional de las artes marciales cuando seas grande?

—No. —Respondió de inmediato. —Quiero decir… No, maestro Bang. Sólo quiero ser fuerte.

A Bang le pareció obvia la respuesta, pero decidió no insistir más para no incomodar al niño. —Puedes irte a casa. Hasta mañana, Garou.

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Desde que Garou llegó, Bang tuvo que adaptar un nivel más bajo de lo que normalmente hacía con sus alumnos. Tuvo que aprender a ser más paciente, más claro, más observador y, de vez en cuando, brindarles un par de minutos de descanso para que sus cuerpos se recuperarán. No quería que Garou volviera a desmayarse.

Irónicamente, era Garou quien siempre exigía más peso, más tabiques, más series, más ejercicios y el compañero más fuerte como oponente en combate. Se exigía tanto de sí mismo que Bang por un momento creyó que estaba ante el que se convertiría en su mejor discípulo.

Garou podía pasar horas entrenando su cuerpo con tal de no sólo seguirle el ritmo a sus compañeros más experimentados, sino superarlos.

El tiempo pasaba lento cuando había dolor de por medio, sus alumnos huían en cuanto terminaba el entrenamiento. Pero Garou era diferente, él rara vez se iba temprano a casa, nunca faltaba, ni siquiera cuando el resfriado apenas lo dejaba estar de pie.

—¿Por qué entrenas? —Preguntó de nuevo un día Bang, ya con más confianza y cercanía entre ellos. Ligeramente preocupado por su salud.

Garuo se detuvo un instante, sin despegar la vista de su objetivo en ese momento: una pila de tabiques. —Quiero ser fuerte, el más fuerte de todos.

—¿Para qué necesitas tanta fuerza? ¿Para defenderte o para defender a los demás?

Entonces Garou se detuvo y sus manos cayeron a su lado, mirándolo con seriedad. —Para no perder ante nadie. Quiero ser invencible.

Bang trató de no reír, él era un niño después de todo. —No existe tal cosa como lo invencible, todos tienen una debilidad. Somos humanos, después de todo.

Garou miró sus manos y las cerró. —Humanos… —Susurró y no dijo nada más.

Bang ya no insistió más acerca de su propósito, pero dio algunos consejos sobre aprovechar la fuerza del oponente como escudo y arma a la vez, los primeros pasos para entender y dominar el "Puño de Agua que fluye Roca Aplastante", la combinación perfecta de un ataque defensivo y ofensivo.

Quizás, Garou sería el primero en conseguirlo.

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Era muy raro ver a Garou convivir o siquiera entablar una conversación con sus compañeros. Bang tomó esto como la típica timidez de alguien nuevo, pero ya había pasado casi un año y eso no cambiaba en lo absoluto. Garou se aislaba de las conversaciones y huía del contacto amistoso.

Garou buscaba el rincón más pequeño, la esquina más oscura, y se escondía ahí. Como un pequeño animal de la calle o un lobo solitario.

Aunque fueron cada vez menos regulares, hubo veces donde Garou llegó con heridas en el rostro, evidentemente provocadas por alguien más. A Bang le preocupaba que él estuviera siendo molestado en la escuela o, peor aún, metiéndose en peleas de pandillas para ponerse a prueba.

Garou nunca quiso hablar de eso y Bang trató de ser paciente. No era su familia de sangre ni su tutor legal, Bang no podía perder el tiempo andando detrás de un niño, ¿verdad?

Pero ahora era tarde, ¿no es así?

Bang no debió haberse encariñado tanto con él.

Así que al final, como el buen maestro que es, decidió enseñarle todo lo que pudo para defenderse.

Bang le enseñó a saber identificar los puntos débiles del enemigo para atacar, los puntos fuertes para esquivar, encontrar el punto de gravedad, predecir movimientos y bloquear golpes directos con la mano. Garou aprendía demasiado bien y demasiado rápido, siempre quería practicar y luego seguir aprendiendo, era incontenible, imparable, se había vuelto capaz de memorizar técnicas complejas y eso mismo lo había colmado de confianza y seguridad en sí mismo.

Entonces Bang volvió a sentir aquella chispa que lo inundó desde el primer día y esta vez fue capaz de reconocer ese cálido sentimiento: Garou le recordaba a él cuando era joven, alguien dispuesto a conseguirlo todo por sí mismo.

Bang estaba muy orgulloso de él. Garou apenas tenía quince años y ya había conseguido dominar el "Puño de Agua que fluye" casi por completo. Fue el primero y el único de todos sus estudiantes en hacerlo.

Garou pasó la mayor parte de su tiempo dentro el dojo. En sus vacaciones podía llegar a prácticamente vivir ahí. Bang muchas veces tuvo que acompañarlo a casa cuando era demasiado tarde para dejarlo ir por su cuenta, hasta que finalmente Garou admitió que ese dojo era para él más su hogar que su propio hogar, que la relación con sus padres nunca fue la mejor y que bien no había diferencia si comenzaba a vivir en la calle.

Bang sintió su corazón estrujarse y, por primera vez, tuvo la necesidad de guardar un futón extra en el almacén del dojo… sólo por si acaso.

Su relación con Garou se volvió más estrecha, él se había vuelto su alumno estrella.

Garou hablaba de sus nuevos aprendizajes en sus ratos libres, pedía saber más, investigaba por su propia cuenta, incluso aprendió a preparar el estofado favorito de Bang. En sus peleas era severo con los estudiantes de mayor experiencia, pero siempre fue suave con los más novatos. Pese a que comenzaba a ser un altanero, siempre supo contenerse y mantenerse al margen de las reglas del dojo.

Bang nunca tuvo hijos, pero Garou lo hizo sentir más como un padre que un maestro.

Entonces comenzaron los rumores de la creación de una asociación especializada en la defensa contra amenazas. La famosa "Asociación de Héroes".

Bang pronto fue convocado por el interés público hasta que finalmente se unió a sus filas. Pasó el examen con facilidad, comenzó como un héroe de clase B y después de eso empezó a trabajar bajo el nombre de "Silver Fang".

Bang creyó que Garou amaría la noticia, en verdad creyó que las intenciones vagas de él sobre acabar con el mal y apoyar a los perdedores eran propios de un héroe.

Pero la mirada de Garou fue de desprecio puro, como si Bang lo hubiera apuñalado por la espalda.

—¡¿Por qué te unes a ellos?! ¡Viejo, creí que no te gustaba perder el tiempo en juegos tontos!

Bang volteó a verlo con sorpresa debido al repentino reclamo. Luego colocó sus manos tras de sí y miró hacia el techo tomando una pausa, pensativo. —Quizás me ayude a encontrar más estudiantes, es publicidad gratis. ¿No es eso algo bueno para el dojo?

Garou frunció más su ceño y sus puños se cerraron, él apretó los dientes. —Pero esa asociación recluta gente engreída y los enaltecen sólo por enfrentar monstruos. Se hacen llamar a sí mismos "héroes".

Bang se preguntaba de dónde provenía el odio por parte de Garou ante la idea de ver a gente trabajando por un bien común, ayudando y protegiendo a otros. Los monstruos eran cada vez más fuertes, la humanidad necesitaba tener algo con qué protegerse.

Bang le sonrió con calidez y volvió a hablar. —En ese caso, supongo que ahora yo también soy un héroe.

Garou no le devolvió la sonrisa.

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Conforme pasaron los días, Garou pareció volverse cada vez más agresivo y menos paciente. Escupía las palabras, rodaba los ojos en las llamadas de atención y siempre parecía de mal humor.

Sus compañeros comenzaron a temer por él, luego de él.

Pese a eso, Bang insistió en celebrar su cumpleaños número dieciséis. Compró un pequeño pastel y colocó algunas velas en él, esperando que el humor de Garou se apaciguara al menos por ese día. Todos se habían ido y sólo quedaron ellos dos.

Garou lució frustrado. —Dos años más para ser adulto, ¿el tiempo no puede pasar más rápido?

Bang alzó una ceja. —¿Crees que cumpliendo los dieciocho podrás hacer lo que quieras?

Mirando el fuego de las velas mecerse con el viento, Garou hizo una mueca y chistó la lengua.

En verdad que Garou le recordaba demasiado a él en su juventud. Desesperado por comerse el mundo, sin miedo a nada, sin intención de detenerse.

Incontenible, impaciente, un completo iluso.

Bang colocó una mano en su hombro con cariño y lo llamó por su nombre para hacer que lo mirara de frente. —Recuerda lo que te enseñé y confía en tus habilidades. Si haces eso, te aseguro que nada ni nadie podrá detenerte. —Bang le sonrió con amabilidad, sus ojos brillaban en esperanza, él en el fondo consideraba a Garou un prodigio. —El mundo es para aquellos que nunca se rinden.

Esas palabras despertaron algo dentro de Garou. Una realización, una idea, algo que se quedaría grabado en lo más profundo de su corazón.

Él lo miró en silencio, contemplando a su maestro. Luego asintió y sopló las velas con cierta timidez.

Bang no preguntó cuál fue el deseo de Garou.

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La resistencia, agilidad, fuerza, rapidez y un sinfín de habilidades de Garou se fueron perfeccionando cada vez más a una velocidad impresionante. Garou ya era capaz de predecir ataques y aprender técnicas con tan sólo mirarlas, sus sentidos estaban completamente agudizados.

Lamentablemente, su humor empeoraba cada día. Él ahora tenía 17 años y ya hablaba sobre cómo iba a cambiar el mundo una vez que se volviera adulto, que escaparía de casa y que lograría algo trascendental.

Después Bang fue ascendido a clase S, Garou mantuvo su puesto de discípulo número uno.

Incluso si sólo era para seguir entrenando, Garou regresó poco a poco a sus viejos hábitos de aislarse de sus compañeros y rehuir su mirada molesta de su maestro. Era de pronto como si en su interior hubiera un cúmulo de sentimientos y pensamientos crecientes que se escondían en un lugar oscuro y que finalmente decidieron salir a flote, amenazando con explotar en cualquier momento.

Garou lucía tenso, frustrado, harto y lleno de rencor.

"Es la edad, es normal que sea rebelde."

"Sólo relájate y mantengo vigilado para que no se meta en problemas."

"¿Qué es lo peor que podría hacer? ¿Destruir el mundo o algo? Sólo dale algo de espacio."

Pero Bang no confiaba en las palabras de Bomb, su hermano mayor. Garou se había vuelto un perfeccionista, había dominado todo lo que había por dominar, su insatisfacción de no ser todavía más fuerte lo llevó a ya no contenerse en las peleas e ignorar todo consejo.

Más temprano que tarde, justo después de haber cumplido finalmente los 18 años, Garou dijo que estaba harto y aprovechó la ausencia de Bang para darle una paliza brutal a todos sus compañeros. Bang no tuvo más remedio que hacer lo mismo con él y expulsarlo del dojo.

Los ojos de Garou lucieron llenos de una mezcla de coraje, burla y dolor. Él se había quedado sin hogar y sin un lugar a dónde ir.

El resto de los alumnos de Bang fueron vencidos por el miedo y decidieron renunciar. Al final sólo quedaron Charanko y él en el dojo.

Mientras tanto, Garou pasó de torneo en torneo y de dojo en dojo buscando peleas y dando palizas a cualquiera que se entrometiera en su camino bajo el pretexto de querer crecer en técnicas, fuerza y, sobre todo, imponer terror. Destruyó a varios de ellos, mando al hospital a mucha gente y comenzó a llamarse a sí mismo "monstruo".

La situación no tardó en empeorar cuando se dio la noticia de que Garou había abandonado su cacería de dojos para concentrarse en la de héroes.

Altanero, agresivo y burlesco; Garou estaba dándole problemas a todos.

Bang no pudo evitar sentirse culpable. Garou siempre tuvo un propósito desde el primer día en el que llegó y había decidido por fin hacer todo lo posible por conseguirlo. Lo que comenzó como la ilusión de un niño se estaba convirtiendo en la mayor pesadilla de los héroes.

Ahora Garou estaba en el camino equivocado.

Ahora Garou era un monstruo que se volvía cada vez más cercano a lo imparable.

Y una gran parte de eso fue debido a Bang. Un error que no podría perdonarse.

Un ser que él mismo alimentó. Una estrella que cayó.

Pero aún podía hablar con él, aún podía detenerlo de hacerle daño a otros y, sobre todo, a sí mismo.

Bang nunca se perdonaría si Garou, el niño tímido lleno de determinación, terminaba gravemente herido a causa de su propia impulsividad.

Garou fue su discípulo estrella, el calor en su pecho y su orgullo andante. Bang no quería ver todo eso destruido por el mal rumbo.

Si había alguien que debía encargarse de él, tenía que ser la misma persona que desde un principio le construyó esa seguridad y peligrosa agudeza en combate: su propio maestro.

Luego de mirar un largo rato hacia la ventana en silencio, habiendo tomado su decisión, Bang suspiró rendido y finalmente marcó un número conocido, su último recurso. Respiró con profundidad y luego habló.

—Hermano, ayúdame a encontrar a Garou.