Había sido divertido, realmente.

Doma se sentó en su habitación, pensativo. Sus ojos arcoiris se fijaron en la pequeña lámpara frente a él, mientras los pensamientos iban y venían, como mariposas sutiles.

Sabía en qué andaba Akaza. Lo supo tiempo después de su encuentro en la Fortaleza, pero no le fue fácil.

Akaza no era sencillo de rastrear, era astuto y muy rápido. Pero aún así, Doma se las apañó para lograrlo.

Lo siguió en varias ocasiones y no obtuvo nada. Lo vio cazar. Comer. Pelear. Cazar. Entrenar.

Había decidido rendiste ya, pero entonces...una noche en una pequeña ciudad, un pueblucho, tuvo suerte.

Lo vio con una preciosa muchacha, escabullirse dentro de un antiguo templo un poco alejado. No pudo creer lo que veía. ¿Que clase de abominación era esa?

Intuyó qué pasaria. Esa chica no era comida, Akaza no comía mujeres. Los vio besarse, con tanta pasión que hasta él se escandalizó.

Tuvo que contenerse para no saltarles encima y gritar '¡SORPRESA!'.

No hubiera sido divertido.

Los vio juntos. Los observó. Ella reía a su lado mientras hablaban y lo miraba de una forma tan... familiar.

Había devoción en sus ojos. Y cuando él la miraba ella sonreía con sinceridad.

Eso le molestó sobremanera.

Esa noche se retiró, porque se dijo así mismo que esto podía resultar más interesante si se tomaba el tiempo para pensar.

De esa noche habían pasado varios meses ya.

La primavera estaba en su apogeo, las noches calidas habían llegado.

Así que, sentado en su lugar, pensó que ya había dejado que se diviertan demasiado. Más de lo que hubiese querido, pero había estado muy ocupado realmente. Había cosas que necesitaban su atención en su entorno.

Cuando todo estuvo un poco más calmado, se decidió a proceder.

"¿Es realmente posible que ella sienta algo por él? Oh pero qué estupidez, por supuesto que lo siente. La pregunta real es...¿Él siente algo por ella?" Pensó.

Se puso de pie, y caminó lentamente por la habitación. Pasó una mano por el fusuma, y jugueteó distraídamente con un listoncillo negro.

"Es altamente probable que si. No se hubiese tomado todas estas molestias si fuese algo que no le importa, Akaza no pierde su tiempo con cosas que le son irrelevantes. Como yo." Hizo teatralmente un 'puchero' cuando pensó esto último.

No estaba celoso.

No era eso.

Es que estaba acostumbrado a que todo el mundo se fije en él. Ser el centro de atención se le daba bien desde muy pequeño.

Y Akaza, a diferencia de las otras Lunas, ni siquiera volteaba a verlo si no era absolutamente necesario. Incluso siendo su subordinado. Eso le crispaba los nervios.

"¿Que clase de persona se enamora de un demonio?" Pensó. Acarició suavemente el dibujo de una nube con un dedo "Es decir...además de mis seguidoras. Pero yo sé ocultar mi naturaleza. Akaza no podría aunque quisiera, su cuerpo grita que es un demonio. Entonces...¿Cómo puede ser?"

Posó su mirada en el dibujo frente a él, una hermosa ilustración del Monte Fuji que adornaba el costoso Fusuma de su habitación. En realidad no lo estaba viendo. Sólo se hundió más y más en sus pensamientos.

"Oh, hay tanto que quiero saber...me despierta una enorme curiosidad todo esto. Tendré que esperar a su próximo evento y seguirla de vuelta a su hogar."

Entonces recordó que ella después de sus encuentros, regresa cuando sale el sol, nunca pasa dos noches en un mismo lugar.

"Astutos." Sonrió. Se rascó el mentón suavemente.

Pensó. Rebuscó en su cabeza, pero había más limitaciones que opciones.

"Tendré que enviar a alguien que la siga, que fastidio..." Se lamentó. Pero no tuvo muchas más opciones, por más que la chica se quede una noche más en el pueblo, la mayoría de su viaje lo hacia de día. Y eso era simplemente imposible para él.

-Jo...-Se lamentó y se pegó levemente la mano a la frente.- Ni modo. Que sea una mujer, no levantará tantas sospechas.-

Mandó a llamar a una de sus adeptas. Desplegó todo su encanto con ella, y casi que no fue necesario pedirle nada. Estás mujeres bellas sabían que él era su salvador, y que 'se preocupaba por las almas dolientes, su sanación y elevación'.

La chica en cuestión, una bellísima mujer con unos ojos bondadosos, se sintió sumamente honrada de ser elegida para esta misión 'sagrada'. Y en medio de reverencias y miradas amorosas, quedó a disposición de Doma para cuando él ordenara su partida.

Él la recompensó con una delicada caricia en la mejilla, una sonrisa y palabras de agradecimiento. La chica casi se desmaya.

Un tiempo después sucedió lo que a él le interesaba. Puso en marcha su plan y la muchacha de ojos bondadosos salió a toda prisa.

Regresó tiempo después con una ubicación precisa.

Él, feliz de lo que oyó y lo bien que salió todo, sólo pudo acariciar su cabeza cuando ella lo reverenció. Decidió que no terminaría con su vida, al menos no por ahora.

Pasarían un rato agradable, y ella estaría a salvo.

A menos...que él tenga hambre.