Naoko llegó esa tarde agotada a su hogar luego de su encuentro con Akaza.

Llevaba muchas horas despierta y sólo quería llegar, quitarse las sandalias y oír el hermoso silencio de su casa.

Cuando entró, el sol cayó suavemente ala sus espaldas. Tuvo que encender varias lámparas para ahuyentar la oscuridad que reinaba en dentro, encendió un sahumerio de glicina y se internó en la cocina, porque moría de hambre.

Luego de comer, el sueño la venció.

Llegó cómo pudo a su futon, se desplomó allí, y quedó profundamente dormida.

Se despertó en la madrugada, y no pudo volver a dormirse. Dio vueltas y vueltas pero no hubo caso. Le pasaba a veces al regresar, tenía problemas para volver a regularizar su ciclo de sueño, y era normal que la primera noche o la segunda la asaltara el insomnio.

Pero no era algo agradable.

Se sentó, algo frustrada, y miró afuera. La vista de los cerezos y la luna alta, enorme en el cielo la hicieron sonreír.

"Los cerezos en flor...que bellos son" pensó.

Decidió darse un baño para relajarse. Quizá el vapor y el agua la hagan dormir.

Encendió la pequeña chimenea dentro, y mientras el agua se entibiaba, comenzó a doblar la ropa para dejarla lista.

Pero cuando cerró el fusuma, una mano lo detuvo. Y frente a ella se alzó una figura alta, delgada, de cabellos rubios largos. Un atuendo rojo, un hakama color café.

Una gran sonrisa flanqueada por colmillos blancos, afilados, resplandecientes.

Unos bellísimos ojos arcoíris la observaban con detenimiento.

Segunda.

Creciente.

-Oh, ¿puedo hacerte compañía?- la voz sonó suave y delicada.- Tú y yo tenemos mucho que hablar ¿no crees?-

Naoko se congeló. El corazón pareció salirsele por las orejas, retumbar dentro de si como un tambor de guerra.

Sin esperar respuesta, Doma se internó en el pequeño cuarto de baño con ella.

-...¿Como?-

- ¿Entré? Pues, no pensaste que un simple sahumerio iba a detenerme, ¿verdad?- río él.- En fin...espero que nuestro amigo en común te haya hablando de mi.-

'"Hay cosas que no debes saber..." Había dicho Akaza más de una vez. Cuando ella quería curiosear en donde no debía. Pero si sabía de él. Sabía quién era, qué podía hacer. Y cuál era su platillo preferido.

-No tanto como quisiera.- Mintió ella.

- Típico de Akaza, es tan... poco sociable.- Rió -Me presento, soy Doma.- le hizo una pequeña reverencia.-¿Cómo es tu nombre, hermosa niña?-

-Naoko.-

-Pues es un placer, Naoko.-Doma dijo. Se quitó la parte superior de su vestimenta, doblándola cuidadosamente. Dejó unos abanicos de oro sumamente bellos con la ropa dentro de uno de los canastos.

-Bien.- Dijo, y se frotó las manos.-¿comenzamos?-

Naoko tragó saliva y apretó los puños. Pero él se acercó a ella y con gentileza, aunque Naoko se resistió, le quitó el yukata que llevaba. También le removió el adorno que tenía en el cabello, un adorno con forma de flor de loto, haciendo que el cabello le caiga desordenado, y lo colocó con sus abanicos dorados.

Naoko no entendía qué estaba pasando.

"¿No va a matarme? ¿Va a violarme? ¿Que...está haciendo?"

Totalmente desnuda frente a él, Naoko no se cubrió, pero si apretó los puños a un lado de su cuerpo con tanta fuerza que le dolieron los nudillos. Estaba muy nerviosa, contrario a él, que parecía la personificación de la calma. La frialdad.

Doma se alejó un momento, contemplándola de pies a cabeza.

-Vaya, eres realmente preciosa. Una criatura exquisita.- Sonrió.- Nunca pensé que Akaza fuera a tener tan buen gusto. Es una grata sorpresa, a decir verdad.-

Naoko no emitió palabra. Pero no bajó la mirada.

Vio que físicamente se él parecía mucho a Akaza. Sólo que Doma era más alto. Tenía un cuerpo tonificado y claramente juvenil, blanco como la porcelana.

Realmente podía pasar como humano si así lo quería. No había un solo rasgo que alertara de su naturaleza demoníaca si uno no prestaba atención. Quizá sus uñas eran demasiado largas, con un tono azulado. Y eso era todo. Si no estabas lo suficientemente cerca para leer el kanji en sus ojos, él parecía un hombre como cualquier otro. Un hombre de ojos divinos.

-Vamos, tranquila.-Dijo él, sonriente, y agregó- Pasemos un momento de calma, antes de terminarlo todo. Sinceramente aqui es muy agradable. Y verás que no soy el monstruo que seguramente alguien te pintó.-

En su mente, Naoko ideó un plan para escapar. Pero los nervios y la tensión no eran buenos consejeros. No halló muchas salidas, después de todo... este tipo era superior a ella de todas las formas imaginables.

Llegó a la conclusión que tendría que intentar sobrevivir hasta el amanecer al menos. Luego bastaría con correr fuera.

Un plan endeble. Sumamente falible.

Pero tenía que intentar.

-Por favor, toma asiento.- Le dijo él, señalándole un taburete, justo a un lado de la tina de cedro, que se había llenado con agua tibia, y que perfumó el ambiente con un suave aroma.

Naoko obedeció, se sentó y apoyó sus manos en sus muslos e intentó controlar su temblar.

Él se sentó detrás y tomó un trozo pequeño de tela suave, lo remojó en agua, levantó el cabello de Naoko y lo colocó en sus hombros.

-Supongo que sabes por qué estoy aquí, ¿verdad?- Dijo él, mientras echaba un poco de agua con un cazo al cuerpo desnudo de Naoko. Ella asintió. Él le pasó las manos frías por los hombros y bajó por sus brazos, erizándole la piel. Lo hizo un par de veces. Y volvió a echarle agua.-Bien. Eso facilitará las cosas.-

Mojó el cabello de Naoko, largo y oscuro.

Doma se deleitó en su suavidad. En toda la suavidad de su cuerpo. Era como acariciar la mejor seda del país.

Pero no terminaba de entender...¿por qué? La chica estaba a las puertas de su muerte, literalmente, y lo sabía. Pero no movió un músculo. Estaba impasible. "¿Cómo se alcanza esa paz mental? ¿O es un nivel de locura que nunca había visto? Sabe que morira aqui...sin embargo, parece aceptarlo." Pensó, mientras seguía mojándole el cabello.

-Sabes, voy a explicarte muy sencillamente por qué no puedo ignorar esto y dejarte vivir.- Dijo. Cambió de posición, yendo frente a ella, y le frotó las piernas, luego los pies.- Creo que eres consciente de que Akaza es un demonio. Cómo yo. Nosotros comemos personas. Cómo tú.- dijo. Se detuvo y la miró a los ojos- ¿Alguna vez te enamoraste de tu sopa?-

-Yo no...-Empezó a decir Naoko, pero Doma la calló, poniéndole un dedo en los labios.

-Oh si. Tú si. Y él también. No pueden negarlo, he visto como se miran. El aire huele a diferente a todo cada vez que se ven. Y no hablo de una leve percepción mía.-

Naoko se ruborizó. Estaba desnuda sentada frente a él pero eso no la hacia sentir vulnerable o expuesta. Muchos hombres habían visto su cuerpo desnudo.

Pero nadie, nunca, había mirado dentro de su corazón. Sólo Akaza, y eso estaba bien porque ella se lo había permitido.

En cambio, no a Doma. Y eso la hizo sentir realmente desnuda. Observada y frágil.

Vejada una vez más.

"'Y él también'" su mente susurró. En otra situación hubiese llorado de alegría. Ahí estaba el amor que había pedido después de todo. Pero ahora, simplemente era una desventaja. Una sentencia de muerte.

Tragicómico.

Doma masajeó muy suavemente sus muslos, llevando las manos hasta el interior de sus piernas, pero no tocó nada íntimo ni imprimió deseo en sus movimientos. De hecho Naoko no pudo percibir que él sienta nada. El ser que tenía enfrente estaba vacío.

Doma estaba totalmente vacío de todo. Eso era realmente atemorizante.

-Entonces la razón primordial es que, básicamente, está fornicando con la comida. Eso hasta para mí es retorcido.- dijo con una risita, y pasó sus manos por la cintura de Naoko.- Por otro lado, ¿pensaste en un posible embarazo? ¡Por favor que escándalo!.- exclamó, mirándola con los ojos bien abiertos.- Nunca ha nacido un híbrido, o al menos que yo sepa, creo que es imposible, de lo contrario, ya nos hubieran ordenado 'hacer bebés' con ustedes. Y mi visita hoy sería en vano.- Sonrió, negando suavemente con la cabeza. Entonces sus ojos arcoiris se clavaron en ella.- Es una aberración, cariño. Todo esto es una monstruosidad...lo entiendes ¿verdad?-

Luego de que lavó suavemente el cuerpo de Naoko, volvió a sentarse detrás de ella, para de dejar caer un poco más de agua tibia en sus hombros, y recogió el cabello e improvisó una larga trenza suelta, que enroscó sobre si misma a en lo alto de la cabeza de Naoko.

Acarició distraídamente con la punta de sus dedos, la nuca desnuda de ella, y bajó lentamente por su columna, hasta los pequeños hoyuelos de Venus en su espalda baja. Masajeó luego los hombros, mientras le hablaba al oído, tan cerca que ella sintió su aliento en la piel.

-Sabes...ahora yo quiero saber algo.- sonrió.- Quiero saber porqué. ¿Por qué Akaza?-

La tomó de la mano y la hizo ponerse de pie, y entrar en la tina humeante. Él se sentó detrás a ella, pero fuera en el taburete, y mientras humedecía y escurría la pequeña tela, siguió hablando.

- Akaza es un misterio para mí.- Dijo Doma.- Hemos sido compañeros desde hace más de un siglo, y si he cruzado cien palabras con el, es mucho. Es reservado. Y tiene una enorme fuerza de voluntad...tanto que puede evadir ciertos...controles superiores. Y entonces ese trabajo recae en mi. Es mi subordinado directo, y si bien no es mi responsabilidad su conducta, si tengo que tomar cartas en el asunto si algo puede llegar a ser problemático para el grupo.- Pasó el trapo suavemente por las clavículas de Naoko.- Además es jodidamente terco. Mira, yo siempre intento darle consejos porque bueno... básicamente es mi función en la vida...pero él hace lo que se le antoja. Es poderoso, verás. Fuerte. Pero esa negativa férrea a consumir mujeres y niños...le está jugando en contra. En algún momento lo lógico sería que me desafíe por mi puesto, pero será imposible que me gane y bueno...no quiero matarlo. Sé que soy mucho mejor que él, logré mi ascenso antes, pero me gustaría que me desafíe. Y tú, mi querida niña- dijo, y dio unos suaves golpecitos a la punta de la nariz de Naoko.- estás sumando peso a su causa. Eso no es bueno para ti ni para él. Pero en fin...-

Naoko no dijo nada.

Doma la miró. Ladeo suavemente su cabeza. Una fina capa de sudor cubría su cuerpo, y un suave vapor inundaba la habitación. Afuera sólo se escuchaban los grillos.

Hubo silencio dentro.

Y Naoko supo que habia llegado el momento. Tenía que hacer algo.

-Por que él...- Empezó a hablar.- Bueno...¿por qué no?-

Doma alzó una ceja.

-Ay por favor... es un demonio. Mata y come gente, ¿estás consciente de eso?.-

- A mí no me mató. De hecho me liberó...-

Naoko procedió a contarle cómo se conocieron. Doma escuchó atentamente, jugueteando con los dedos en el agua. Cuando terminó de hablar Naoko, él se puso de pie y le ofreció su mano para que salga de la tina.

Una vez fuera, secó el cuerpo de ella y le colocó el yukata. Desarmó la trenza que le había hecho y le acomodó el cabello sobre los hombros.

Con otra toalla, secó su propio cuerpo y se vistió.

-Bueno, el destino tiene vueltas extrañas, ¿no crees?- él dijo.- Ahora tu vida va a terminarse a causa de eso que te salvó. Que ironía ¿no? Pero hay algo que deberías agradecer...fui piadoso contigo. Podría torturarte hasta aburrirme. Pero no es mí estilo. En lugar de eso, hice que tus últimos momentos fueran memorables. -

Extendió sus abanicos de un golpe. Sonrió.

Naoko sintió que el aire se volvió más denso y el tiempo se detuvo. El corazón nuevamente le galopaba en el pecho. Las piernas le vibraban y sintió como si una electricidad le recorriera la espalda.

No había logrado llegar al amanecer. La noche aún era dolorosamente joven.

-Espero hayas disfrutado el tiempo conmigo. Yo si lo hice. ¿Verdad que soy benévolo? ¿Tú que piensas?- Sonrió él.

Naoko supo que había llegado su tiempo.

-Pienso que hablas demasiado.- Dijo, y con una velocidad que la sorprendió, arrojó a la cara de Doma una toalla, lo empujó y corrió con todas sus fuerzas.

Corrió a través de la casa con toda la velocidad que la adrenalina le dio, antes de salir al jardín, tomó un yari que su difunto marido ocultaba cerca de la salida, y se internó en el bosque de árboles de cerezo.

No dejó de correr hasta que la casa se vió pequeña, y pudo ver la figura de Doma en ella.

Agitada, se refugió detrás de un árbol, y tomó aire.

-Tienes una gran determinación, te aferras a la vida, aunque pensé que ya te habías resignado. Me engañaste. Que pilla.-

La voz le heló la sangre y cuando volvió la cabeza, los ojos arcoiris le traspasaron el alma.

"¿Cómo... cómo llegó tan rápido?" Un grito desesperado en la cabeza de Naoko.

Sin decir nada, echó a correr otra vez hacia la casa.

"Es inútil." Pensó mientras corría." Solo estoy jugando al gato y al ratón. Va a matarme. No podré evitarlo".

Antes de llegar, Doma se le apareció enfrente, interrumpiendo su carrera, ella chocó de lleno con su cuerpo y cayó de culo al suelo.

Dolió como si hubiera chocado con una pared.

Antes de que él avance, aún desde el suelo, ella clavó la lanza en su garganta. La sangre manó rápidamente por el arma y manchó sus dedos en el agarre.

Doma tosió una lluvia rojiza, se hizo hacia atrás y se arrancó la lanza, su cuello se regeneró instantáneamente.

- Vaya, eres valiente.- Dijo, y arrojó con fuerza el yari lejos.- Tienes fuego interno, y una belleza notable...-

Naoko no dijo nada. Miró el cielo. Aún no llegaba el amanecer. Y a este ritmo, ella nunca lo vería. Su garganta se cerró, y sintió como se le humedecieron los ojos.

Su estúpido plan había fracasado. Aunque nunca esperó que funcione desde un principio, no vio mal tener esperanzas.

"Siempre ingenua"

Ahí, semi desnuda tirada en la hierba, solo pudo pedir que su muerte sea rápida.

Pero...¿que derecho tenía a pedir algo?

-Oh! Acabo de tener una gran idea!-Dijo Doma, chasqueando los dedos. Se puso de cuclillas frente a ella y con la sonrisa más desprovista de emoción que vio en su vida, le dijo- Akaza te negó ser un demonio. ¡Pero yo si puedo volverte uno! ¿Aceptas?-

Se incorporó sobre los codos. Naoko pensó tristemente en su vida...quizá la oferta no era tan mala. Se lo había pedido a Akaza pero bueno, quizá esto sea igual.

"No quiero que vivas está existencia, porque no puede llamarsele vida. Vida es lo que se da bajo el sol, con una familia, con recuerdos hermosos. Quiero que vivas una vida bajo el sol, Naoko, no un infierno en la oscuridad" las palabras de Akaza retumbaron en su cerebro. Sus ojos se llenaron de lágrimas.

-No.- contestó.

- ¿Como que no? ¡Podrías vivir por siempre con nosotros! ¡Podrías seguir revolcandote con Akaza por siempre sin que sea una aberración!

- ¡MATAME DE UNA PUTA VEZ Y DEJA DE HABLAR! MALDITO LOCO INSENSIBLE.- Gritó Naoko y estalló en llanto.

Doma frunció el ceño. Manteniendo su calma, se posicionó sobre ella, obligándola a recostarse sobre la hierba y susurró en su oído.

- Quizá deba violarte antes. Los demonios somos muy territoriales. Que mejor que dejar mí esencia en tu cuerpo para cuando te encuentre tu amado Akaza. O podría absorberte. Llevarte en mí por siempre. Daría cualquier cosa por ver su cara. Entiende que no solo es contra ti. Él también merece un escarmiento. Y esas opciones son muy buenas a decir verdad.-

Pero Doma ya se había aburrido. No iba a violarla. No podría. No iba a tener una erección en ese momento, mucho menos con una humana y francamente estaba comenzando a fastidiarse de la chica. Tampoco iba a absorberla...quería que Akaza la viera muerta.

Entonces con una mano tomó su abanico. En un movimiento preciso e impecable, hizo un corte en la garganta.

Naoko no sintió nada hasta que percibió la sangre caliente. Su sangre.

Doma se sentó a su lado, con las piernas cruzadas y apoyó el codo en su muslo, para sostener su cabeza en su mano.

-Ese corte es profundo. Corté una arteria.- con suavidad, acarició el cabello de Naoko, y le dijo, con ternura fingida- te di una muerte indolora, será como quedarte dormida. Y recuerda que fui yo quien liberó definitivamente tu alma, ahora ... serás feliz.-

Doma se puso de pie, la saludó con la mano y una gran sonrisa y desapareció.

Naoko no pudo hacer mucho. Pensó en lo pequeña e irrelevante que había sido su existencia. Hasta que llegó Akaza. Y que lo amaba. Se había ganado el infierno con ese amor, había sellado su destino y no habría un paraíso que la espere cuando muera, porque había cometido un pecado imperdonable.

En la próxima vida, si es que nacía nuevamente, lo haría para sufrir. Porque se lo había ganado.

Pero si renacía... sólo quería volver a encontrarse con él.

Poco a poco se sintió cansada. Cerró los ojos cuando sintió el suave viento soplar en su rostro.

"Los cerezos en flor...que bellos son" Pensó.

No muy lejos de allí, Akaza se limpiaba la sangre de su cena en un arroyo.

Se había movido relativamente cerca de Naoko, siguiendo su intento de mantenerse en movimiento constante.

Arrodillado en la orilla, miró su reflejo en el agua. Entonces un escalofrío le recorrió la espalda y se puso de pie, automáticamente en posición de defensa

-¡Akaza! Oh, relájate, soy yo- sonrió Doma, y le hizo un ademán con la mano para que baje la guardia.

Akaza no obedeció. Y entonces en ese momento captó en el aire el olor de Naoko.

Apretó la mandíbula con tanta fuerza que los músculos le dolieron.

-Toma ¡Atrapalo!- Dijo Doma y arrojó algo. Akaza lo atrapó y cuando lo vio, su corazón pareció detenerse.

El adorno de flor de loto de Naoko.

Akaza sin mediar palabra, atacó a Doma con un certero puñetazo, pero él lo esquivó sin mucho esfuerzo.

- Debo decir que me sorprendió su belleza. Tuve el privilegio de observarla bien.- Dijo Doma, sin quitar la sonrisa de su boca.- Desnuda es una delicia y yo sé mucho sobre mujeres.

-¡CALLATE!- Grito Akaza. Tomó postura para lanzar un ataque.- Muerte Destructiva...-

Doma rió sonoramente.

-No llegarás a salvarla si te quedas peleando conmigo o si me persigues.- mintió. Sabía que para cuando él llegue, ella ya estaría muerta. Pero se ahorro ese detalle. -¿Qué vas a hacer?-

Azaka detuvo su ataque. Sentía que le hervía la sangre.

Odiaba a Doma ahora más que nunca. Con una velocidad sorprendente se paró frente a él. Quería masacrarlo como pocas veces había querido.

Doma le sonrió casi maliciosamente, incitándolo, echando sal en su herida.

Pero Akaza solo le dijo

-Voy a matarte. Te haré pagar y lo disfrutaré.-

Y se fue.

Se apresuró. Tanto que las piernas le dolieron.

Cuando llegó, el olor a sangre le abofeteó la cara. Mucha sangre. Incluso, aunque en menor medida, sangre de Doma.

"También lograste herirlo..¡JA!...Terca como una roca" pensó.

Siguió el rastro, y la vio tirada en la hierba, fuera de la casa. En una piscina carmesí, que reflejaba cruelmente el cielo de la noche.

La tomó en brazos. Vio el corte en su garganta y supo que nunca tuvo oportunidad de salvarla. Un corte tan profundo la desangró en minutos.

Aún estaba ligeramente tibia. Sus labios estaban azulados y sus ojos completamente cerrados.

Akaza la presionó contra su cuerpo, hundió su rostro en el cuello de Naoko y la abrazó con más fuerza. En su mente de repente había mil imágenes, recuerdos, sonrisas, miradas, gestos, aromas.

Placer.

Complicidad.

Mil fuegos artificiales que parecieron rasgarle la conciencia.

Se aferró a ella. Por primera vez en muchos años le dolió el corazón y sintió que ese dolor le era familiar. Horriblemente familiar. En el fondo de su mente, en lo más profundo de sus recuerdos, algo pareció moverse.

Esta misma sensación de haber fallado. De no haber podido proteger lo que quería.

Porque la muerte no tiene remedio.

Luego de un rato, cuando sintió que podría mantenerse en pie, la llevó dentro.

Lavó su cuerpo con cuidado, limpió la sangre y el pasto que se pegaron a la piel y el cabello de Naoko.

Buscó un kimono, uno muy bello que recordaba haber visto en uno de sus primeros encuentros, cuando aún no huían de un lado a otro. Era blanco con unas peonías doradas y rojas estampadas, y le pareció bastante apropiado. Se lo colocó torpemente y lo cerró, cruzándolo a la derecha.

Luego fue al jardín, y cavó una tumba lo más profunda que pudo, entre los árboles de cerezo. Buscó a Naoko, la alzó en sus brazos y la llevó hasta allá.

No era el funeral que ella merecía. No era un entierro adecuado. No había monedas, ni gente que hable sobre lo maravillosa que fue en vida. No había sacerdotes ni un cortejo vestido de luto...pero estaba él, que la amó a su manera y cómo pudo...y esto era todo lo que podía hacer, desde el fondo de su corazón arisco.

"Y así las sentenciaste..." ¿Su voz? ¿la voz de Doma? ¿La de Muzan? Una que no reconoció o no quiso reconocer clavó una última espina en él. Pero no había caso en negarlo.

A medida que se acercó a la tumba con el cuerpo silencioso de Naoko, sintió un nudo en la garganta. Tragó saliva, y sintió como si su corazón estuviera lleno de arena y agua, como si latiera con pesada obligación. El aire incluso parecía faltarle.

Se arrodilló a un lado de la tumba improvisada y colocó a Naoko con mucho cuidado. La observó, eternamente dormida, y besó su frente primero, y luego sus labios. Lo estremeció su piel helada y antes que pudiera notarlo, una lagrima solitaria cayó de su ojo derecho sobre la mejilla de Naoko.

No supo que decir.

Una tristeza demoledora se llevó sus palabras, sólo tomó suavemente una de sus manos, la besó y la colocó en su mejilla.

-Dioses...no la castiguen más de lo que sufrió en vida sólo por mis pecados. Permitanle cruzar el Río Sanzu, por piedad.- susurró. Y volvió a acomodar la mano de Naoko en su lugar.

Cubrió su cuerpo con tierra, y se quedó ahí, arrodillado a su lado hasta que vio el cielo anunciando el alba. Puso el adorno de flor de loto sobre la pobre tumba, y se puso de pie.

Antes de irse, miró a su alrededor. Los cerezos parecían llorar...un viento gentil acarició su rostro y él pudo jurar que olió a Naoko en el.

Parado frente a la tumba de una humana que amó a un demonio, vio una hermosa tormenta de pétalos de flor de cerezo arremolinarse sobre dónde yacia ella, un espectáculo que le hubiera gustado ver en su compañía.

Juró que nunca la olvidaría.

Y que se cobraría todo.