Disclaimer 1: Fanfic sin ánimos de lucro. The Loud House es creación de Chris Savino, propiedad material de Nickelodeon Intl, y está bajo licencia de Viacom International Media y Jam Filled Entertainment.
Disclaimer 2: Los materiales referidos y/o parodiados son propiedad intelectual y material de sus respectivos creadores.
Aviso: para mejor comprensión, leer antes Al calor de la hoguera y Algún día.
Saberse mayor
Royal Woods, Michigan
19 de mayo de 2038
4:30 am
La habitación de Jamie Loud
Quieres tener un juguete y otro juguete, y eso no es madurez. Las cosas más grandes en la vida no son materiales.
-Carlos Slim Helú, empresario mexicano de ascendencia libanesa
La noche en la casa Loud a menudo es todo menos silenciosa un poco pasada la media noche, si los padres de familia no se dedican una o dos horas a darse ciertos "cariñitos", en cuyo caso opuesto resulta ser bastante callada. Y hoy ha sido una de esas excepciones bastante bien recibida para Jamie. Acabando tarde con su proyecto de Historia, la chica se congratuló de tener terminado un diorama que le llevó días pese a odiarlo con casa fibra de su cuerpo. Y ya que el tema era libre, qué mejor elección para una chica con ganas de partirle la cara al mundo por la vida que le tocó en la escuela que una reproducción del punto de inflexión en la Batalla de Buenavista. Con las tropas del general Taylor en diversas actitudes que van desde la férrea determinación a tomar cada palmo de terreno a las caras de terror de los desertores frente a la llamada Carga Dragona, estuvo a nada de que esa confrontación en diorama se volviera una lamentación en diorama con las pequeñas bayonetas y espadas hechas con alfileres encajadas en su cara.
A decir verdad, le dejaron esa tarea meses atrás, pero empezando desde hace apenas cuatro días no tuvo tiempo ni para ajustar algunos trabajos que tenía pendientes entre sus pagadores. Y considerando que ha cuidado bastante los detalles en horas que le dedicó cuando pudieron ser días, lo cierto es que tener que sacrificar un dinero relativamente fácil por algo en lo que repelió toda ayuda posible de su padre era más que satisfacción pura. Sabía que este dedicaba cierto tiempo al modelismo de figuras, pero de ahí a tener ella misma ganas de destrozar ese trabajo en cuanto le dieran la calificación que se ganaría por ello era solo cuestión de tiempo. Todavía tiene al viernes para entregarle a la estirada de la maestra Zhau, así que puede añadirle un par más de cosas.
Durmiendo, es tal y como le gusta que todos en casa pasen la noche. Con las ojeras remitiendo poco a poco tras el, para ella, titánico esfuerzo que representa semejante diorama, todo lo que quería ahora era acostarse y descansar. Necesita hacerlo, pero solo una persona podía estropearlo…
-¡Despierta, perezosa! -gritó Taylor a su oído, ya vestida con un pantalón corto a la cadera y una chaqueta de cuero blanco sobre un top negro.
… su madre.
-¡Son como las dos! -objetó bostezando Jamie, quien apenas se acostó una hora antes sin ver el reloj.
-Son las cuatro y media, te quedaste despierta tarde -aclaró Taylor-. ¿Tienes idea de lo que tuve que hacer para mantenerme despierta sin que tu papá se ponga necio?
-¿Te pusiste a leer? Felicidades -repuso Jamie con sarcasmo-. Te hacía mucha falta.
-No juegues con eso, niña.
-Pues no me retes a hacerlo.
Saliendo, Jamie notó que su madre estaba muy alterada. No era producto del insomnio, pero si de otras preocupaciones que pusieron a la mujer en serios aprietos, y conociéndola debía ser algo lo bastante gordo como para despertarla en la madrugada.
Taylor condujo hasta la casa de sus suegros. En ese momento, cosa nada sorprendente, todas las luces estaban apagadas. Sin reparos, Taylor se apresuró a bajar y azotar la puerta principal.
Había pasado su noche tratando de mantener a raya a Lincoln. Dado que Shannon se fue de vacaciones a casa de sus padres en Nueva Orleans, el peliblanco quiso ser consentido un poco antes de dormirse. Bastaría para muchos saber que Taylor no quería amanecer cansada y con unas profundas ojeras que en la tarde le pasen factura, y no quiere que eso pase. Quizás su propio cumpleaños prefiera celebrarlo dejando a Jamie con sus abuelos e invitando a la farmaceuta para una noche bastante salvaje, pero su marido es más hombre de familia, y con lo difícil que había sido preparar aunque sea algo pequeño en estos años es un golpe de suerte que su descanso por fin coincida con tal fecha. Sin interrupciones, sin peticiones de compañeros idiotas que le piden cobertura por tal o cual asunto, sin jefes que le pidan ir medio día y le compensen "en abonos", sin la prepotente de Hannah Martins devolviéndole los años de acoso en la secundaria y la preparatoria… nada de eso. Hoy, es solo para su familia.
-¡Si, si! Ya voy -escuchó una voz algo arrastrada-, es muy temprano para cualquier cosa.
-No me digan que es esa idiota descerebrada de… ¡Leni! Que gusto me da verte -mascullaba Taylor antes de que se abriera la puerta-, ¿están Lynn y Rita?
-Siguen dormidos, ¿qué esperabas? -respondió Leni, dándose la vuelta y con el amortiguado sonido de un bastón resonando por la sala- ¡Entren! No quiero que se resfrié nadie -añadió molesta.
Para Jamie, Leni era una mujer bastante extraña, con un aire demasiado casero para dirigir una empresa, aunque por su cara alargada no podía decir mucho, menos cuando viste ropa demasiado holgada para una figura delgada. Escuchó historias de cómo es que aquella mujer rubia se desvivía por temas de moda y por un antiguo novio antes de que el dueño de un Bentley le hiciera lo que a ese doctor de la tv, con la diferencia de que su sarcasmo era bastante más simple y no por ello menos hiriente. Le tenía ciertas consideraciones y a veces le ayudaba cuando nadie la veía, pero en lo que a la relación de sus padres con esta las cosas no eran precisamente las mejores.
Con Lincoln, las cosas se enfriaron más que con el resto, sin contar a Luan, Lily y las gemelas. Aunque de buena gana le echaría la mano, las opiniones del resto, sobre todo las de Lori y Lily eran desalentadoras. Ello se traducía en sermones que a ambos terminaban por poner de mal humor y peor disposición, resultando en que Leni volvía a donde se estuviera alojando y se pedía una botella chica de algún licor corriente, veía cualquier cosa por streaming y caía dormida, a la vez que Lincoln se encerraba en la cocina y no aceptaba ni a las ratas, solo para descubrir luego que se acabó una cajetilla entera de cigarrillos y usó un tazón como cenicero.
Respecto a Taylor, Leni era simple y llanamente una idiota con suerte de que sus negocios vayan bien. En las pocas ocasiones que pudieron hablar sin interferencia de nadie, Leni le dejó en claro que el hecho de haberse casado con su hermano no le garantizaba un trato especial como el que, supuso mal, el resto le dispensaba. Está muy consciente de las deudas de este, pero con su gasto médico y el laboral no es que le quedara mucho para sí misma. Por mucho, es junto con Lynn la única que más o menos la tolera pese a todo. Incluyendo el hecho abierto de que, mientras Leni pensaba que Taylor seguramente hacía trabajar a Lincoln a destajo -cosa que a muchos les sorprendió que conociera la palabra "destajo" y la use como si nada-, Taylor la tilde de descerebrada, cosa que no le agrada a nadie en la familia.
Aunque cansada, Jamie hizo un esfuerzo por mantenerse despierta y tratar de escuchar la charla entre su madre y Leni.
-Ahora -dijo Leni, sirviéndose un vaso con cerveza sin alcohol y sentándose-, ¿qué es lo que querías hablar con mis padres?
-Es sobre el cumpleaños de Lincoln -respondió Taylor, habiendo sacado a Jamie a duras penas antes de acostarla en la sala-. Resulta que ayer intentó hablar con Lori, pero ella insiste en que debe de administrarse mejor y toda esa monserga.
-Lo dijo quien deja ir un ascenso por ir a tribunales gracias a uno de mis novios -apuntó Leni, un tanto acusadora sobre su hermana mayor-. Rompe con Roberto, me quita a Scott y encima se toma todas las libertades que quiso antes de que le quitaran la custodia de los niños y tenga que pagar una pensión en libras..
-Y entre menos hablemos de Lucy o Luan, mejor. Ellas no me tienen para nada bien.
-¿Te quieren tanto como un grano en la nariz?
-Iba a decir uno en el trasero, pero creo que lo entiendes.
Leni meditó un poco eso. Sabe que tanto Lucy como Luan no eran malas personas, pero incluso ella, con lo distraída que había sido antes de su accidente, sabía cuál era el límite entre un trato frío y uno de verdad cruel. Lucy todavía sigue soltera, acababa de echar a su compañera de cuarto por un problema de rentas y estuvo dos semanas con paga recortada de la editorial donde trabaja. En cuanto a Luan, Nueva Jersey no es ni mucho menos tan amable como cualquier Loud hubiera creído, además de que sus alumnos no son unas blancas palomitas. Altaneros, orgullosos, en ocasiones llegaban a jugarle bromas un tanto pesadas de las que no podía cobrarse ni en los exámenes o con calificaciones porque sus padres siempre advierten con demandar si sus hijos son castigados.
Sabe que las relaciones de Lincoln y ellas estaban muy deterioradas. Razones no le faltan, y eso no le agrada mucho, pero aún así es su hermano. Sabe que él está endeudado con Lori, Lola y Luna, que a Taylor ni siquiera la quieren y a Jamie, al menos todas las que han tenido contacto con ella, apenas y de lejos. Incluso ella, aunque jamás hasta ahora lo ha dicho, tuvo que aguantar que la suegra de él le reclamara que el dinero de su "tenencia de niños" no le alcanzaba… habiendo llegado la mujerona en un auto de gama baja del año y acompañada por un joven latino.
-Una cosa es tener que prestarte dinero -afirmó Leni.
-Si, ya lo noté.
-Apenas y llevas tus cuentas al corriente, con suerte llegas a fin de semana, la ropa que compran parece sacada de un mercado de pulgas… -enlistó Leni, dando un nuevo trago a su cerveza con un fuerte asco.
-No es del mercado de pulgas -objetó Taylor, ofendida.
-…, sobrevives con mermas de los comestibles si no te sorprenden y de verdad no quiero hablar de mi hermano.
-Aquí vamos de nuevo -gruñó molesta la latina.
-Al ritmo que fuma, debería considerar dejarlo por otra cosa -terminó Leni-. Una que no le haga gastar mucho más de lo que tiene en ese vicio horrible. Y eso que no han hipotecado su casa.
-Eso ni soñarlo -murmuró Taylor.
-No me gusta la idea de prestarte dinero y que me llames tacaña a mis espaldas -sentenció Leni-. Pero… no se trata de ti. No hoy.
-¿Qué?
Mientras discutían, Jamie se había quedado profundamente dormida. Había hecho lo que estaba en sus manos para quedarse a escuchar, pero es un hecho que una frazada lila que le pusieron es demasiado cálida, abrigadora… con un ligero olor a bebé que le hizo sonreír en sueños.
Por la mañana, la adolescente apenas y empezó a cobrar conciencia de sí. Solo recuerda que su madre la levantó de la cama con estruendo, apenas y atinó a calzarse mal, su madre manejó por unos minutos y apenas puso atención a lo que su tía Leni habló con su madre. Algo de sus otras tías antes de que el calorcillo y su propio cansancio hicieran su trabajo. Tenía eso en mente cuando un berrido se dejó escuchar por toda la casa.
-¿Qué carajo es eso? -preguntó adormilada Jamie.
-Tu nuevo primo -bostezó la voz de Lynn sr, arrastrando los pies como su condición lo permite-. ¡Ay! Debimos conservar el baño de nuestra recámara… -añadió, lamentando tras escucharse un tronido y el crujir de unos escalones bajo su peso.
-¿Nuevo primo?
-Se nos olvidó decirle a tu papá, Jamie -secundó Rita, también bostezante-. Tu tía estaba embarazada hasta ayer y vino aquí a tomar su recuperación. Ustedes llegaron cuando terminó de comer.
La noticia le era toda una sorpresa. Una no muy grata, pues salvo sus primos por Lori o Luan no conocía a nadie más. E incluso estos le rehuyen por la sola presencia de su madre. Para colmo, la parentela de los amigos de sus tías e incluso la única hija de un amigo se su padre tampoco le tiene n aprecio. De hecho, y por mucho que haya insistido que prefiere la compañía de chicas, el acoso constante al que Ramona Hunnicut raya ya deliberadamente a acciones de corte criminal. Tal vez Jamie misma se sepa una acosadora escolar, pero incluso tiene sus límites. Y esos por desgracia se extienden a su parentela.
-Esa cara no dice nada bueno -observó Rita.
-No me digas -bufó Jamie, queriendo volver a dormir mientras Rita se tomaba su tiempo para sentarse junto a ella.
-Cariño, voy a contarte una cosa sobre tu papá que apuesto que ni tu mamá sabe.
-¿Cómo que nació en La Bestia y la Primera Dama te atendió?
-¿Cómo lo…? ¡Eso es secreto de Estado! -protestó Rita.
-Al viejo se le salió cuando… tú sabes -objetó Jamie, queriendo evitar entrar en detalles de una noche que creyeron estar solos-. ¿Me decías?
-Bien… cuando nació tu tía Lucy, tu papá celaba a tus tías. Estuve varios días en el hospital porque tu tía Lynn olvidó recoger una pelota que pisé y me rompió la fuente –relató Rita con un aire algo nostálgico-. No podía culparlo, pero no dejó que ni siquiera tu abuelo se acercara si estaba despierto.
-Eso es… ¿raro?
-Tenía tres años, estaba en su fase de apego extremo y su relación con tu tía Lynn no era buena hasta que entró a la escuela por haber olvidado recoger sus cosas -dijo Rita en justificación-. Cuando Lucy empezó a moverse y le su primer susto, tu papá dejó de seguirme a todos lados. No tienes idea de lo peligroso que es llevar a un niño a trabajar como guardia de crucero, aunque deberías tenerla.
Pensativa, Jamie respiró hondo. Sabía que su padre era hombre de familia, pero el grado de compromiso que tenía hacia sus tías era grande mientras ella no existía. Tanto así que llegó incluso a malcriar a una de ellas -creyó entender- solo por protección.
-¿Yo?
-Si, también deberías tenerla, porque una cierta niñita hiperactiva casi lo infarta -remató Rita mientras un recuerdo poco grato le vino a la mente.
~x~
-¿Estás segura de que es lo mejor que encontraste?
La pregunta de Lincoln no era muy al azar. Para tener ya veintidós y haberse metido en serios problemas por su inestabilidad financiera y familiar, el peliblanco se sentía bastante mortificado. Sobre todo porque este ya es el cuarto empleo en fila después de arruinarlo en el supermercado gracias a la madre de Taylor por exigir trato preferente y descuentos solo por ser suegra de un empleado, obligarse a renunciar luego de tres meses en la Gaceta de Royal Woods como conserje por no ganar lo suficiente, como empleado doméstico en casa de Jordan por el constante acoso al que la madre de esta lo sometió -siendo de hecho su antigua compañera quien le dio su último pago y una recomendación de abogados por si algún día necesitaba un divorcio o una compensación por lesiones- y como empaquetador en la fábrica de congelados Frosty Farms, donde por rechazar sus gastos por una pierna rota y los dos meses de incapacidad que tendría por ello lo despidieron.
Por ello, su madre se obligó a buscar entre todos sus contactos. La editora y jefa de Rita no quería saber nada de él, el doctor Feinstein cerró su consultorio por jubilación, varias de sus amigas le dijeron que agradecían la ayuda pero preferían mantener ciertas distancias y la cocinera Pat le comunicó que no había lugares disponibles ni por recomendación fuera de un puesto que, por lo regular, era más de voluntariado. Tanto peor, este era en la primaria.
-Tranquilo. Lo harás bien mientras recuerdes las señales a realizar -animó Rita, que ya ostenta las raíces de su cabello algo encanecidas-. Ahora, muéstrame tu aviso para paso a servicios de emergencia… -indicó-…, cortejo fúnebre… paso a convoy de gobierno… accidente… paso por un carril...
Por cada señalización hecha, Rita no dejaba de hacer pequeñas aclaraciones y cuestionamientos. Si los brazos estaban muy arriba, la señal demasiado rígida, si el gesto era muy soso o exagerado… al final, terminó tan abrumado que en cuanto empezó apenas y cabía de la emoción por el alivio que resultó no tener que escucharla por ahora.
-Vamos, circulen, no se detengan… -animaba Lincoln, ya bastante relajado después de las ocho-. Vamos, el último autobús está por llegar… señor Sullivan, ¡esa es zona de autobuses! No me haga llamar a la oficial Schoffner.
-Me sorprende verte aquí, Lincoln -dijo una voz tras él.
-Maestra Johnson -saludó el peliblanco, algo cohibido.
De todas las personas que Lincoln no esperaba volver a ver bajo ninguna circunstancia, la maestra Johnson era una de ellas. Si bien esta no envejece como quisiera, al menos Lincoln puede estar seguro de que, en algún momento, podría pedirle algo de ayuda. Con algunas canas en el cabello rojizo, lo que es un hecho es que esta ya parecía estar a las puertas de una prematura jubilación pese a no tener más de cincuenta.
-No has cambiado nada -halagó sorprendida Agnes-. ¿No estabas ya en la universidad?
-Si, bueno, verá… es que la verdad… -titubeó Lincoln, respirando hondo.
-De verdad me sorprende que te hayas tomado un tiempo.
-¡No! Es que, bueno, este…
-¡Oye, perdedor! -gritó agitada Taylor, cargando a Jamie en brazos mientras corría hacia el chico.
-Si, eso -señaló abatido Lincoln.
-No me gusta molestarte fuera de casa, pero mamá no está y me dijeron en la guardería que ya no aceptan a Jamie.
-¿Ahora qué hizo? -preguntó Lincoln.
-No pagué a tiempo y estará fuera por dos semanas -respondió Taylor-. Necesito que la cuides.
-Hace calor, a las tres salen los niños y no creo que quieras que esté expuesta a que…
-No te lo estoy pidiendo, y se me hace tarde.
-¿No tienen guardería en Amazon?
-Con suerte y tenemos solo treinta segundos para ir al baño y ya pides que nos den guardería.
Esa mirada… por entonces, no es que hubiese mucho en común en la pareja. Taylor todavía se intimidante con el peliblanco y los roces amorosos entre ambos eran casi nulos por la total falta de privacidad en el remolque, amén que no contemplaban todavía ciertas aperturas en su relación. Si había algo de ella que Lincoln admitiera no tiene remedio es esa mirada que no admite réplica alguna. Menos aún con los motivos más que dados.
Veía a Jamie. Aunque ya no cabía en ese asiento que era de Lily, esta luce bastante malhumorada por no ver al resto de niños en su guardería. Pese a tener casi tres años, y muy a pesar de su ascendencia por su madre, esta ya se ve como si tuviera cuatro años para cualquier latino.
-Está bien, ya qué -resopló Lincoln-. Pero prométeme que
-Nos vemos en la noche, Lincoln -dijo Taylor, despidiéndose y corriendo para alcanzar el autobús.
-¿No eres muy…? -preguntó Agnes.
-Si, me han preguntado lo mismo varias personas -interrumpe Lincoln-. ¡Es frustrante tener al viejo Huggins remarcarme lo decepcionado que puede estar la gente con una noticia así.
-¿Y cómo se llama? -preguntó Agnes de nuevo, ya con interés.
-Jamie. ¿No es adorable?
En el acto, Jamie le soltó encima un conejo de peluche sobre la cara. Aunque el golpe era más producto del temperamento de la niña, lo cierto es que a la maestra se le acababa el tiempo si lo que buscaba era tener familia.
-No tienes idea -reprochó Agnes al sonar el timbre-. Bueni, ¡nos vemos después, Lincoln!
-Con cuidado, señora Johnson.
-Mamá ye fé -dijo Jamie con sequedad.
-Esa no era mami, es una maestra.
Las siguientes seis horas, Lincoln trató con extremo cuidado de seguir con su trabajo y cuidar de Jamie. Si bien muchas personas le tomaron simpatía a causa de su hija, otras no fueron precisamente amables con él. Caso concreto de una mujer de la tintorería que le reclamó de por qué tenía a su hija al sol, un anciano que le descargó su bastón por dejarla con una pelota de espuma -su juguete favorito- y una institutriz que creyó que alguien la había abandonado y terminó por abofetearlo.
-De nada -repuso Lincoln en cuanto la referida mujer se alejó antes de dirigirse a Jamie-. ¿Ves los problemas que tengo que cargar? Si, que hablo con una bebé. Por dejarme llevar por tu madre estoy aquí, sin haber ido a la universidad, ni a mi graduación, yendo de empleo en empleo… ¿y qué opciones me dejas? Uno solo quería vivir su vida, y por cosas que ni yo entiendo terminé aquí. Sacando contigo todas mis frustraciones -añadió, respirando hondo antes de suspirar, cerrar los ojos y seguir-. ¿Y sabes qué? Tal vez seas la causa de mis problemas… no. El resultado de muchos de ,ia problemas. Pero pase lo que pase estaré para… ¿Jamie?
Abriendo los ojos, se percató de que Jamie se levantó de su silla y estaba rebotando su pelota en la acera, a unos diez metros de él.
En uno de esos botes, la pelota se escapó y rodó al centro del arroyo, haciendo que Jamie caminara hacia allí. Si Lincoln esperaba que un auto se atravesara, su proyección fue inusualmente decepcionante, pues todo lo que pasó fue un par de perros que se perseguían entre si en el momento en que logró darle alcance.
-Genial, me dejas hablando solo -regañó Lincoln, sonando el timbre-. Hago lo que puedo para cuidarte y te me escapas.
Apenas y se dio la vuelta, y un auto se estacionó en la zona de autobuses, justo frente a uno que tenía su punto ciego delante del motor.
-¡Con cuidado, idiota! -protestó el dueño del primer auto, un Smart biplaza que prácticamente quedó un poco como albóndiga- ¡Vine por mi hija!
-¡Cuidado tú, animal! -gritó Ernie, el robusto conductor que seguía sin ver su jubilación- ¡Todavía tengo trabajo que hacer!
-Vaya forma de hacer el ridículo en tu primer día, Loud -dijo tenebroso el director Huggins, circunspecto para usar aun un peluquín castaño y el mismo saco verde gastado.
"Carajo", pensó Lincoln antes de que Jamie le arrojase su pelota a Huggins al ojo. Este, crispado de una creciente ira, prácticamente anunciaba que ni siquiera Clyde le daría la ayuda que necesita.
~x~
-Desde entonces no tiene permitido ofrecerse como guardia de crucero ni ocupar ningún cargo en la asociación de padres -terminó de narrar Rita-. O al menos eso fue lo que me contó.
-No estás siendo honesta conmigo -reclamó Jamie.
-No digo que te soy honesta, solo te cuento lo que me contó tu papá.
-Si tú lo dices.
-¿Decir qué? -dijo una voz cansada y algo dolorida desde lo alto de la escalera.
Para tener ya treinta y ocho años, Leni se veía como una versión ojerosa de la radiante adolescente que dejó la casa a sus veinte, producto de dos repeticiones de año y un sabático que se tomó. Con el cabello corto en un pixie bastante bien cuidado y enfundada en una bata blanca con la cinta y dos letras L bordadas en aguamarina, el lento andar obligado por un bastón ortopédico de la hoy dueña de una casa de modas apenas y la dejaba algo libre para cargar a su vástago.
-Tú debes ser Jamie, ¿verdad? -inquirió Leni-. Entiendo por qué mi hermano te adora.
-¿Qué puedes saber de mi viejo? -preguntó algo altanera Jamie.
-Lo que sé de mi hermano es proporcional al revés como las veces que nos hemos visto sin problemas -reprochó Leni, bajando por la escalera tan rápido como su condición se lo permite-. Saliste a tu mamá, pero hay algo de ti que le recuerda las cosas con las que acertó.
-No tenías por qué bajar -regañó Rita.
-Pasé un estambre del número tres por el ojal de una aguja doble cero, no estoy en la mejor condición para quedarme todo el día en la cama.
Los siguientes minutos fueron para Jamie de una rápida discusión seguido de una fuerte agitación para la reciente madre. Por lo visto, este era un campo por completo fuera de su liga, y peor aún. La adolescente siente que un paso en falso podría echar a perder su día.
~o~
Despertar solo nunca es una buena señal. Menos todavía cuando la costumbre dictaba que Taylor suele despertarlo con ciertos juegos bucales o de una patada, según cual fuera su humor. Apenas y recuerda qué fue lo que hizo, pero eso ya no importa mucho.
-Así que estoy solo en mi cumpleaños… -suspiró Lincoln.
Sentándose y apenas vestido con un pantalón y la camisa de la pijama, pensó un poco en las posibilidades antes de salir a la tortura mental que tiene por trabajo. Aguantar las mismas caras, enviarle documentos variados a la o el idiota de su supervisor -ya que con Mar no se sabía que rayos era al día-, tener apenas tiempo de comer algo y rellenar solicitudes de su nuevo puesto en la oficina de tránsito. Toda una "promoción" de la que su suegra se enteró la semana pasada y por la que le "rogó" por una licencia de manejo sin todo el papeleo y pruebas que su posición exige al resto.
Es la primera vez en años que tiene la casa para sí por más de una hora en meses. Por un segundo la idea de que Taylor por fin lo dejó afloró, causando que en el baño sonriera de forma involuntaria de ni ser por unos cuantos detalles. Jamie tiene escuela pero dejó su mochila, la bolsa de Taylor está al lado de la cama, había ropa limpia que ella no tocó y, cosa que le parece extraña, el proyecto de su hija se quedó arrumbado, casi acabado a su parecer. Hasta donde la escuchó, este probablemente era algo de la Guerra Civil, aunque no recordaba que los uniformes de los Confederados fuesen blancos con los puños de las mangas en rojo.
Tuvo que desechar la idea. Era como si tuviera que revivir ese día que la encontró con Zach en la cocina de la escuela aquellos días del séptimo grado, con la ropa en el suelo y ganándole al pelirrojo una paliza por parte de Anderson antes de que nadie pudiera hacer nada antes de ganarse una más que merecida fama de "aplacazorras" hasta terminar la secundaria. Después de eso y todavía en la preparatoria antes de que en los días antes de las vacaciones de invierno del décimo, en que un incidente con Pablo en el gimnasio se salió de las manos y tuvo que separarlos tomando a su amigo antes de que este sufriera por el despecho y la rabia de su virtual némesis… con solo recordar eso, le sigue sorprendiendo que Zach fuese el primero en darle su enhorabuena por su hija antes de salir un tiempo de Michigan por un avistamiento de hodags en Missouri… sean lo que sean esos bichos.
Se obligó a desayunar sin ganas. Apenas algo de pan tostado y mantequilla -algo que se obliga a comprar desde que el estado prohibió las margarinas debido a las grasas trans-, medio vaso de jugo y algo que apenas y reconoció como café frío, probablemente de la madrugada y salió para darse cuenta de que el auto tampoco estaba. No es que le moleste, pero al menos pudieron haberle avisado para tener que ahorrarle media hora de caminata hasta dar con una parada del autobús. Siendo eso, sus opciones se reducen a tomar un taxi por aplicación, que por lo regular está descartada por lo caro que es, pedir permiso para trabajar en casa -lo cual aumenta su carga por dos horas en una laptop que ya suplica por retirarse- o salir cuanto antes y quedarse a hacer una hora más.
Decide irse por la última opción, y ya estaba a medio camino cuando sonó su teléfono, mismo que ignora y apaga. Ya es suficiente con que Mar, degradada a atención en ventanillas por sus corruptelas según ella, esté descargando sus frustraciones sobre él. Sobre todo cuando se suponía que debería de estar buscando en el sector privado algo, lo que sea mientras esté lejos de él. Ya entiende a la generación de sus abuelos cada vez que decían que la propia y posteriores ni siquiera sabían si eran hombres o mujeres y ya querían arreglar al mundo.
Durante el trayecto pensó en qué podría salir mal. Desde su cumpleaños catorce no ha pasado precisamente por buenos días empezando por el inicial que se celebró en el restaurante con él cayendo y quemando a Lisa sin querer con el queso de su pizza al caer ambos sobre ella, los que pasó en cuarentena por sendos contagios de COVID-19 en 2021 y 2022, el desastre que significó recibir la noticia de que iba a ser padre en 2023 y obligarse a malversar un mes de un préstamo que le fuera hecho por Lola. Y desde entonces, todo de mal en peor.
Tras eso, los siguientes cinco años se vio abandonado al nivel actual. Endeudado con casi todas sus hermanas, cuatro de ellas no quieren verlo ni en pintura si no es con su dinero en manos, Lucy de plano no quiere saber nada de el… y las únicas opciones de regalo bueno seguro, Luna y Leni, con suerte y se abren un hueco en su agenda. Y eso, si Lori no se ocupa con Leni, lo cual sucedió apenas el año anterior y le envió una corbata que no le gustó… de pensar en eso, no quiere pensar en qué sería el regalo de su primera hermana mayor.
Conforme el día pasaba, no quiso pensar en nada más. De verdad quiere tener al menos una noche tranquila, si acaso una fiesta pequeña con su familia y sus padres. Con suerte, una cerveza con amigos y hasta ahí podría decir que fue un buen cumpleaños. Pero no faltó el comprometido y hasta cierto punto obligado festejo desabrido de oficina. Todo aderezado con un pastel comprado de última hora, bebidas baratas que ni él mismo compraría aunque tuviera antojo de algo y los mismos insípidos buenos deseos que se dan de dientes para fuera.
A punto de irse, tuvo un motivo para desear que el día terminara.
-Otro día, otro segundo en la mugre -escuchó la forzada voz de Mar.
-¿Cuándo vas a entender que ahora estamos en posiciones diferentes al año pasado? -cuestionó Lincoln sin ver.
La mujer, que siempre había proclamado ser de género fluido, últimamente no la ha tenido fácil desde su "degradación". Dado que la directora del Departamento de Control Vehicular era una persona convencida de que solo había dos sexos y un montón de perversiones gay gracias a su rigurosa formación cristiana, esta pedía que sus subalternos cumplieran rigurosamente y a rajatabla con su código de vestimenta. Y ello, a Mar, le desagrada por completo. Obligada a llevar falda amplia y blusa de manga larga sin concesión alguna a una pretendida masculinidad, no perdía el tiempo a la hora de soltar un insulto bastante mordaz. Era obvio que, con todo y haber ido con Luan en secundaria, esta resultó una persona bastante desagradable, y el tener la piel blanca no le ayudaba mucho.
-¿Lo dice le pedace de basure heteronormativa patriarcal y machista con quien hablo? No, gracias -preguntó hiriente y retórica Mar.
-Por favor, limítate a hacer tu trabajo cuando termine el mío -indicó Lincoln.
-Como si no te vieras forzado a usar ropa ridícula para complacer a une payase -objetó Mar, alisando un poco el cabello.
-Habla bien, con un demonio -dijo solícito Lincoln-. Lo último que quiero hoy es escuchar tu fea voz jodiéndome. ¿El idioma no es lo bastante inclusivo para que te sirva estudiar gramática?
-Solo vine a recordarte que estoy aquí por tu culpa, Loud -acusó Mar.
-No. Tú estás aquí por mérito propio, yo estoy por solicitud después de que quisiste echarme. Te ganaste atender en ventanilla, me destinaron al archivo, y créeme. Encontrar todavía papeleo de gente que viene desde 2000 para digitalizarlo es mucho más serio de lo que piensas. Técnicamente soy tu superior, así que hazme un favor y deja de joderme.
Avanzando hacia la puerta para checar su salida, Lincoln quiso echarle una última mirada a su antigua supervisora. Esta parece estar a nada de echar espuma por la boca, pero no contó con una cosa.
-Bien. Voy a dejar de joderte cuando saque al idiota de McCann de la alcaldía y empiece a cambiar todo por aquí.
-Hazlo si te va bien -ironizó Lincoln.
-Empezando por pedir que expulsen a tu hije de la escuela -dijo divertida Mar, parando a Lincoln en seco.
-¿Qué dijiste? -preguntó este, molesto.
-Ya lo dije -señaló triunfante la autoproclamada no binaria-. ¿Qué? ¿Quieres pelea?
-Mis hermanas me enseñaron a no pelear ni a discutir con una mujer si sé que no voy a ganar, Mar -dijo Lincoln, conteniendo las ganas de romperse la mano en la cara de la mujer-. Así sea que se meta con mi familia. Eres una mujer muy pequeña, y te tengo lástima. Hasta mañana -añadió despidiéndose, antes de reemprender su retirada.
-Claro. Tan pocas bolas como dijo mi tía Joyce.
El comentario, lejos de ofenderlo, le provocó risa. Ahora sí entendía cómo una persona podía ser desagradable si le viene de familia, pues la única Joyce que conocía ahora vive en un asilo de las afueras de Lansing con su sueños de crear un nuevo lago sepultados por él.
Afuera, ya lo esperaban.
-¿Por qué no había nadie cuando desperté? -preguntó Lincoln, abordando por el asiento del copiloto.
-Cosas de Rita -mintió Taylor, un poco sudada-. Aprovechó que hoy descanso y me pidió que le hiciera algunas compras.
-Y… es normal llevar salchichas en el asiento trasero, ¿no?
-Jay olvidó bajar su proyecto de Historia, no podía botarlo sin perder piezas -alegó Taylor.
-¿El mismo proyecto que encontré en casa?
-Solo ven aquí y bésame, perdedor.
Lincoln no podía negarse. Para haber tenido Taylor un día ocupado, parecía que aprovechó para salir a comer fuera. Paladeó y reconoce pizza de almacén, rollos de canela y algo mentolado que no podía identificar bien, pero de eso a que comiera de la cafetería, prefiere que se dé un gusto así de vez en cuando.
Atrapada en su mentira, Taylor optó por esa salida. Distraerlo al coste que fuera para que sus suegros no estuvieran tan agobiados con Jamie y darle a su hombre una sorpresa mayúscula.
-Tenemos todavía media hora antes de volver con tus papás -dijo Taylor-. ¿El callejón junto al cine o el letrero cerca de casa?
-¿Por qué no me sorprende, señora? -respondió Lincoln, bastante más animado.
Con una sonrisa pícara, Taylor arrancó y dejó tras de sí una humareda por quemar llanta.
~o~
Estar a nada de un bebé le da bastante nerviosismo a Jamie. En todo lo que va del día, su tía no se le acercó ni siquiera por accidente desde que Lynn y Rita le ayudaron a bañar a su hijo, sus abuelos estuvieron más pendientes de lo que esta pudiera necesitar y apenas y ha tenido tiempo de hacer nada.
Se imagina cómo habría sido para sus padres. Ambos adolescentes, no muy conscientes de lo que hicieron para que ella viniera al mundo, debían de estar aterrados ante la bonita perspectiva de una boda prematura y una relación que por momentos es estable o está a nada de resquebrajarse. Él, viendo cómo sus sueños se iban lejos, mientras que ella debía de estar pensando cómo aguantaría a su madre cada que le repetía que no debía de abrirle las piernas al primer idiota que se encuentre y falló miserablemente.
En cuanto sus abuelos anunciaron que saldrían, Jamie intentó ver algo en el televisor. Tal vez era un aparato mucho mejor que el de casa, definitivamente más grande y tenían servicio de cable, pero al poco tiempo hasta los canales de música terminaron por aburrirle. Ni buscando algo que hacer puede quitarse el aburrimiento que se abate sobre ella.
Volviendo al sofá, es claro que no tiene nada que hacer. Hubiera preferido incluso ir a la escuela, muy a pesar de cierto grupito de taradas o el zoquete de Zayn. Pensaba en eso cuando sintió el extraño y dulzón olor a bebe.
-Es muy cansado -jadeó Leni, agotada.
-¿Perdón?
-Ser madre es muy cansado -dijo lastimera Leni-. Nunca nadie dijo que fuera algo muy fácil aunque le ayudé a tu abuela cuando nacieron muchas de tus tías o tu papá.
-¿Y a quién le vienes a decir? -replicó Jamie.
-A alguien que podría tener una fila de chicos tras ella si quisiera o no fuera tan tosca.
-Eso no me interesa.
-Por lo menos no le abrirás nada al primer chico que te interese.
El siguiente minuto fue de un silencio apenas incómodo, roto por el televisor que encendió Leni.
-No hay nada bueno -dijo Jamie.
-¿Qué sabrás si puede haber algo bueno? -preguntó Leni, un tanto irónica hasta dar con un canal de telerrealidad que emitía una repetición del relanzamiento de El Barco de los Sueños.
-La telerrealidad de romance apesta -protestó Jamie.
-Es eso o ver lucha libre en el canal de deportes.
-Jamás me gustó la lucha libre. Prefiero las Artes Marciales Mixtas, pero no hay nada hasta la noche.
-Bien, ni tú ni yo -repuso Leni-. ¿Canal de Casa y Salud?
-No sé… -dudó Jamie.
-Hay construcción de muebles.
La oferta era demasiado tentadora. Quizá no sea buena con la construcción mayor, pero le interesa para cosas pequeñas, y el tono en que su tía lo ofreció era muy persuasivo, quizá algo infantil para su gusto. Demasiado impropio para una mujer de la condición en que está.
Poco convencida, accedió, pero al poco rato ya parecían más madre e hija, con todo y que Leni podría pasar fácil por dicha figura.
Entre una cosa y otra, el programa que Leni le había convencí de ver terminó en cosa de diez minutos, y el que le siguió no es sino una adaptación de la telerrealidad El Barco de los Sueños que, a decir de Jamie, es muy malo por el hecho de que la mujer que se postuló como "premio" resultó ser hombre en un inicio.
-¿De verdad están ciegos o qué les pasa? -protestó Jamie, molesta de ver a un fornido Evan a plena cita con la chica en ciernes, Tammy- ¡Esa mujer seguro tiene sorpresa si no se operó!
-Es una adaptación, no te quejes -bufó Leni, algo cansada tras ir por su bebé y amamantar.
-Adaptación o no, son unos tarados si creen que tienen a una mujer y no a un hombre bailando en sus…
-Cuida tu lenguaje, Jamie -replicó Leni queriendo sonar maternal, aunque acabó sonando más bien como un doctor diagnosticando herpes-. Las primeras cinco temporadas si fueron enteramente hetero, pero a partir de la sexta, la primera del relanzamiento, se tomaron libertades que algunos padres ven como "perversas".
Mientras hablaba, Leni sentía esa necesidad de atenuar el dolor con un par de analgésicos que, por obvias razones, no debía tomar.
-No me sorprende que no lo supieras, Jamie, pero tu papá no es la única persona que se preocupa de lo que ven sus hijos -continuó Leni.
-¿Por qué dices eso?
-A tu edad, tu tía Lynn se quejaba de que mamá no le dejaba ver la lucha libre porque decía que es puro teatro -empezó a relatar Leni.
-¿Y no lo es?
-No lo sé, jamás he visto eso ni me interesa -dijo Leni-. A sus quince, vio su luchador favorito en Detroit sin el permiso de tus abuelos y lo escuchó junto con una tal Duquesa Violentina o algo así. No sé lo que pasó, pero al llegar tiró todo lo que tuviera que ver con las luchas.
-Y se quejaba de que yo jamás voy a madurar.
-Por lo menos tienes mejores opciones para madurar.
-¿Y por qué querría hacerlo? -cuestionó Jamie, un tanto desafiante- Estoy bien como estoy por ahora.
-A la larga vas a ver que muchas de tus opciones son como elegir zapatos -razonó Leni.
-¿Elegir zapatos?
-Es como tu papá me lo explicó cuando me gradué de la preparatoria -continuó Leni-. Aunque haya unos que te gusten, a veces es mejor guardarlos por los más apropiados para cada momento. Una vez, me presenté a una cita de trabajo con unos flats muy cómodos al corporativo de Reininger's, mi primer trabajo.
-¿Esa tienda de precios abusivos?
-Esa tienda de precios abusivos, como la llamas, me despidió solo porque un chico que se parecía a tu papá causó destrozos en toda la tienda. Esa cita resultó ser la notificación de mi despido, pero mi jefa tenía… otros planes. Hizo unas llamadas, me recomendó con diseñadores que pudieran ir a mi paso antes de mi accidente… ¡aquí me tienes! Cargando una bebé y hablando con una chica que es la versión tostada de Lana.
-No me la paso arreglando cosas como ella -resopló Jamie, dejándose caer sobre el sofá.
-No tienes que hacerlo si no quieres -objetó Leni, un tanto conciliadora-. Puede interesarte algo, que seas torpe para eso y no por eso perder interés. Ven aquí.
Incómoda con la idea, Jamie se acerca de a poco más por temor a inquietar al bultito que Leni tiene en brazos que por molestar a su tía. Esta, sin dudarlo, le tiende a su hijo.
-¿Por qué me lo das? -dijo sorprendida Jamie.
-Tal vez nunca tengas oportunidad de cargar a un hermano -respondió Leni, algo generosa y con cierto orgullo materno-. ¿Por qué no con tu primo ahora que puedes?
Temerosa, la adolescente toma a su primo entre brazos y lo acuna lo mejor que puede. Es evidente su inexperiencia, por lo que Leni le ayuda un poco hasta que logra hacerse un hueco lo bastante amplio para sujetar el cuerpecito del bebé sin el riesgo de dejarlo caer. Extrañada, mira los sonrosados cachetes de la criatura y luego a sus ojos.
El olor le parece muy raro. Aparte del jabón, puede reconocer algo que vagamente le recuerda a los malvaviscos si estos fueran tibios. Suave, dulce y, por alguna razón que desconoce, le nació el impulso de protegerlo a costa de lo que fuera. Y en cuanto lo tocó, la textura era mucho más suave y cálida de lo que esperaba de cualquier cosa.
"Así que debió de sentirse así mamá cuando nací", pensó. Jamie se imaginó a sí misma en la misma situación que su primo hace ya muchos años cuando fue entregada a su madre en la sala de maternidad. Cargar algo tan pequeño y vivo debía ser algo genial… si no escuchara de su abuela que ella llegó a arruinarlo todo.
El pequeño gorgoteo que el bebé soltó terminó por derretirla. Había escuchado a docenas, pero este, en lo particular, no tiene nada que lo haga fastidioso. Si, podría llorar por necesidad, pero no es lo que se imaginó que sería estar en esa situación, y podría verse incluso telenovelesco, pero en realidad no le parece tan molesto, sino todo lo contrario. Tanto como para sentirse fatigada, algo pesada… y no se da cuenta de que sus párpados se cierran poco a poco.
Fuera de la pequeña burbuja mental en que Jamie y su primo se habían encerrado, Lincoln y Taylor habían llegado. El peliblanco estaba despeinado, tenía la camisa naranja algo abierta y debajo de esta el top de su mujer, mientras que esta se ve algo ansiosa, apesta a sudor y la chaqueta blanca que suele usar puesta con el frente en su espalda.
~o~
En los últimos meses, sea que Shannon se involucra o no, Taylor siente que se ablandó un poco para su bien. Y si bien acepta que Lincoln si ha mejorado con el tiempo, la verdad es que el sexo de cumpleaños nunca había sido tan satisfactorio. O encuentran un pequeño inconveniente, su madre los interrumpe y mata la pasión del momento o de plano terminan llamando a un tercero si la encargada de la farmacia no está dispuesta. En ese caso, ella es quien elige, aunque por lo general son siempre hombres de su mismo tipo o el de Zach. Hombres con el cabello peinado al lateral con gusto por las poleras lisas sin importar el color de cabello o pelirrojos de lentes y peinado de raya en medio. Rara la vez que sean mujeres, aunque fuera de Shannon las prefiere latinas y de cabello negro recortado.
Hoy no hay muchos inconvenientes. Aunque el letrero de publicidad del canal 3 en la salida a es discreto por lo descuidado del brezal que lo rodea, lo único malo que tiene es que no resulta ser un buen refugio para las lluvias, y menos todavía de los ventarrones y los tornados que de vez en cuando azotan Michigan. Y a pesar de estar prácticamente a descampado, este resistió todo cuanto la naturaleza y los conductores ebrios o drogados podían mandarle.
Sentada a horcajadas sobre el regazo de Lincoln, Taylor recibía besitos cortos en el cuello. No es algo habitual por el mal trago que le dejó Anderson antes de irse, por lo que intenta mantener cierta compostura en su situación.
-Eres un puerco, ¿lo sabías? -susurró Taylor en tono de broma.
-Si, pero me gusta que a veces me lo digan -respondió Lincoln, cansado.
-¿Quieres que ya te lleve con Rita?
-¿Disculpa?
-¿Dije algo de tu mamá, bebé? -cuestionó Taylor, algo amenazante sin dejar de lado la situación previa.
-Lo acabas de hacer -señaló Lincoln.
-Pues entonces puedo prepararte el sofá para que duermas esta noche en él, cumpleañero.
Reconociendo que cometió un error, Taylor intentó acurrucarse un poco, aunque él intenta apartarse.
-¿Ya te vas a poner rudo? Me sorprendes -dijo Taylor.
Rompiendo casi todo contacto con ella, Lincoln solo se hizo a un lado. Se vio tentado a salir, pero para su mala suerte el seguro en las puertas estaba echado. Peor todavía, estaba del lado de la puerta descompuesta.
-Muy bien, ¿por qué te pones así? -preguntó Taylor, dejando ya de lado todo intento de romanticismo.
-Siempre que vamos con mi mamá en mi cumpleaños pasa algo malo, ¿bien? -reprochó Lincoln- Si no es una visita de tu madre, es que luego estamos atorados para llegar a fin de semana. Si no es eso, es alguna de mis hermanas que espera su dinero, y si no son ellas es alguna estupidez que ni yo sabría explicar. ¿No te basta eso?
-Lincoln, te estás portando como un idiota.
-Y me lo dice quien me trató como uno por años antes de que Jamie supiera andar en bicicleta.
-¡Pues quien te trató como idiota está haciendo lo posible porque tengas un maldito cumpleaños decente! -exclamó Taylor, apretando con fuerza el brazo de Lincoln a la vez que empezaban a sonar gotas gruesas sobre el auto- Odio ser yo quien te diga esto, pero si hago esto cada año aunque sea para que tengas un maldito momento que te haga valer la pena no es solo porque me toca ser la que limpia mi desastre. Lo hago porque es lo menos que podrías haber hecho por echarte todo a perder. Y si no valiera la pena o mamá no se metiera, hace tiempo que me habría largado con Shannon y Jamie.
-Intenta vivir con un mar de hormonas cada vez peor y háblame después, ¿quieres? -replicó Lincoln- Porque, en lo que a mi respecta, no eres nada ni junto a Lynn ni Luan ni… Lori. ¿Y sabes por qué? Porque tú no eres precisamente menor que yo.
Palabras más, palabras menos, pero eso le llegó hondo a Taylor. Hija única, si, y eso la pone en desventaja a menudo. De hecho, y por mucho que todas sus cuñadas la detestan en mayor o menor medida, le tiene envidia a Lincoln por eso. Cada noche de desvelos que tuvo gracias a Jamie prácticamente no supo qué hacer, no tenía idea de cómo cuidar de una niña ni mucho menos, y eso, lo admite a su pesar, le hizo difíciles las cosas en pareja antes y después de la boda.
No le molesta que le recuerden su edad. Lo que le molesta es que le remarquen sus errores. No es la mejor madre, pero haca cuanto puede y necesita para mantenerse en sus cabales… aún si eso implica ser una cínica hacia todo mundo.
-Igual vamos con Rita -dijo Taylor, algo afectada.
-¿Y así me quieres ayudar?
-Solo no digamos nada, ¿quieres?
-Solo una pregunta.
-¿Qué?
-¿Quién conduce?
En el trayecto, Taylor tuvo mucho en qué pensar. Su trato hacia Lincoln, su relación de madre-hija, el cómo va su matrimonio en general, la pusieron en perspectiva.
Basar su matrimonio primero en una precaria coexistencia, una hija en común y de ahí en una relativamente fría convivencia con chispazos de intensidad en la cama o donde sea que los tomen las ganas de tener sexo que se ha ido entibiando con los años, admite, no es algo tan positivo. Y si, el último Día de las Madres terminó con ambos en el asiento trasero del auto en el estacionamiento de la primaria, desnudos y con público afuera. Lo que lleva al tercer punto directamente.
Aunque llevar una relación abierta es algo incluso satisfactorio, no deja de pensar que algunos comentarios se lo arruinan a veces. Nunca falta la conocida de su madre que le echa en cara que vio a Lincoln con Shannon o saliendo de la casa de la maestra Zhau de Jamie. Y aunque técnica no le tenga prohibido verse con otras mujeres, con casos más que especiales.
Jamie, punto y aparte. Con la llegada de su pubertad, se distanciaron bastante, y sumando a eso su trabajo las cosas están en una situación donde nadie toma ni cede. Y las pocas veces que la ve sin estar una o las dos de mal humor apenas y se dicen alguna cosa que no sea una orden o quejas al respecto. Ya trabajará en eso si no le piden aumentar su cuota.
En cuanto llegan, Lincoln todavía le da a su mujer una mirada aprensiva que le es devuelta. Apenas se van dando cuenta que llevan la ropa mal puesta, aunque en su caso le extraña que el top tank de Taylor no le resulte incómodo de llevar. Incluso puede notar el perfume de imitación que, ella cree que él lo ignora, le diera por su cumpleaños y que solo usa muy poco.
-No hagan ruido -chistó Leni en voz baja en cuanto entraron-. Jamie está ocupada.
-Leni, ¿qué es lo que…? -dijo Lincoln.
-¡Silencio! -reprochó Leni- Creo que ya están dormidos.
Olvidándose incluso de que era el cumpleaños de Lincoln, este solo se dedicó a recordar el día que, aunque se arruinó todo en su vida entonces, tuvo un motivo para intentar darle a su niña lo mejor de sí.
~x~
Para tener un hijo en brazos, Lincoln se veía agotado. Entre las severas exigencias de su ahora suegra, el sermón que le endosó Lori por videochat y la discusión que tuvo en el estacionamiento porque lo hicieron responsable de estacionar el auto de su suegra en triple fila que terminó con él siendo arrastrado por el asfalto por veinte metros y una demanda en puerta, tuvo que aguantar de todo y siente que el mundo ha sido muy injusto con él. Y a pesar de todo ahí estaba, con una bolsa con una réplica de Bun-bun, una coneja a la que con trabajos alcanzó a coserle una chaqueta de color rojo y blanco y un gazapo con gorrito de polluelo de pingüino en una bolsa de celofán.
Julio no es precisamente un mes para el que quisiera empezar a criar de haberlo planeado. Casi seis meses desde que le confirmaron que es el padre biológico le pasaron al grado de sentir de lo duro a lo tupido, y con la jornada de hoy eso fue la cereza del pastel de porquería que redondeó su día lo último que quería ver era una cara reprochando su conducta, sus acciones o lo que sea.
Luego de pasar filtros y confirmar que es pariente de la recién nacida, buscó la sala donde Taylor estará internada por los siguientes dos días. Todo cuanto le dijo Lynn fue que tuvo una niña de una forma tan sutil como toro en cristalería, y a juzgar por el tono y el modo en que recibió la nueva no es nada agradable.
Nada más entró, Taylor ya lo esperaba. Esta volvía a lucir, contraviniendo toda indicación del pediatra, un anillo de bodas que apenas tiene un mes de haberse estrenado y una escandalosa sombra púrpura en los ojos que evidencia ya sus ganas de salir del hospital.
-Llegas tarde -reprochó Taylor, sosteniendo a su hija en brazos.
-¿Y qué querías que hiciera? -replicó Lincoln- Tienes suerte de no volverte viuda hoy.
-Mucho que me interesa, bruto.
-¿Ni siquiera vas a tratarme bien hoy?
-¡Pues disculpa que mi mamá te haya dicho que vayas a hacerte la vasectomía porque cree que serás un padre muy estúpido!
-¿Quieres un padre estúpido? -cuestionó retórico Lincoln- Bien, tienes al mío. El tiempo que no lo pasó en el restaurante o con mamá lo dedicó casi todo a mis hermanas, y las pocas veces que estuvo para mi desde los trece fueron sobre todo vergüenza tras vergüenza. Pero ¿sabes qué? Apenas se enteró él se contuvo de golpearme.
-¿Y por qué se contuvo? -preguntó incisiva Taylor.
-¡Porque eso es lo que un hombre hace! -contestó Lincoln, reaccionando un poco a la cólera que estaba sintiendo- Él, pese a todo, me quiso ayudar pero el que necesitaba ayuda era él. Aprendí a atarme los zapatos solo viendo a papá enseñándole a Leni cuando ella tenía nueve; las pocas veces que Lucy jugó básquetbol para la escuela y ella necesitaba ayuda yo estuve para ella aunque siempre fui un mal deportista. Le enseñé a Lily a andar en bicicleta y todavía antes de irnos a tu remolque hace como ocho meses Lori me aconsejó para tratar de mantener a flote mi relación con Mollie aunque supiera que ella era una golfa.
Mientras hablaba, estaba dando vueltas al cuarto, pensando en voz alta. Le importa ya un carajo lo que le digan, pues si le echaron en cara que su bebé era el error grande de su vida, tal pareciera que la gente cercana a él olvidó que su especialidad era enmendar sus errores.
-Llamé hace meses -continuó Lincoln, alterado pero todavía racional- al estudio que me ofreció la beca de la que te hablé. Les dije que podían darle mi lugar a alguien más, y no me importa ya que no tenga futuro allí. Esa niña que tienes ahí, te lo diré de una vez, es mi hija. Y puede que yo ya no vaya a una buena escuela ni tenga un trabajo soñado. Pero… pero de mi cuenta corre que a esa niña no le falte nada aunque me tenga que endeudar peor que estudiante de diseño gráfico. Haré lo que haga falta para que a esa bebé no le falte nada, ni comida ni educación ni ropa, y si no puedo dárselo buscaré la forma. Estaré para ella en todo…
-Lincoln… -intentó cortar Taylor.
-…, le voy a enseñar a escribir, a andar en bicicleta o en patineta, lo que sea que elija
-Linc…
-… y veré que llegue a una buena escuela si me es posible, tenga un empleo mejor de lo que yo pueda lograr, ¡y si eso no basta, al demonio con todo y todos! A esa niña siempre le haré falta y ella me la hará.
Miró primero a la pared, de ahí a Taylor y finalmente a su hija. Reparó en que nunca pensó un nombre para ella, y por mucho que quisiera definitivamente no querría que empezara con L para evitar confusiones a la hora de bordar sus iniciales en la ropa interior. Se sabe atado, pero con semejante compromiso que se echó encima cayó en cuenta de que está haciendo lo que Liam hizo hace meses.
Desconoce si sea por el cansancio de la reciente discusión o por las quince horas que estuvo en labor de parto, pero Taylor relaja su ceño y lo invita a acostarse con ella para que descanse un poco. Empero, una vez se acomodó Lincoln reparó en la única razón por la que esperaba acudir.
Si esperaba que fuera más parecido a él, se habría llevado una decepcionante sorpresa, pero no es de esos que querían un niño con una gran razón por la que cualquier hombre se sentiría orgulloso estando en su lugar. Aunque la matita de cabello castaño era apenas evidente y había un gran parecido a Taylor, había cosas que, fuera del ADN, confirmaban que era suya. La proporción de su frente, los ojos de su madre, su mentón y algún otro detalle menor. Y el olor… le recordó mucho a los días en que las gemelas, Lisa y Lily eran novedad. Era un aroma como de malvaviscos tibios, aunque no tan empalagoso, cosa que le hizo derramar lágrimas copiosas.
Taylor, por su lado, veía anonadada que Lincoln prácticamente se estaba derritiendo, en un principio, por nada. Esa niña, envuelta en una cobija con el dibujo tejido de un cachorro de Pomerania caricaturizado, era como millones en el planeta, una más de las casi diez mil millones de personas que habitan en el mundo. Y, pese a todo, era motivo por el que veía a un hombre verse muy patético en su opinión. Sin embargo, cosa que le preocupa un poco, era la hija de ambos.
Un sollozo de la bebé que se perdía un poco entre los de Lincoln y cayó en cuenta de una cosa. Ya no es la más joven de su familia natural, jamás lo ha sido en su relación con el chico y, ahora, con una sonrisa algo burlona, puede decir que tiene a una pequeña mini Taylor entre manos.
~x~
Habrían tenido tiempo de hacer una pequeña fiesta, de no ser porque Lori ya estaba en camino solo para resolver un pequeño asunto personal y Lynn se enteró de que él estaba de visita para cobrarle. Por tanto, no quedó mucho remedio y a duras penas salieron a tiempo.
En eso puede estar agradecido con Leni. Aunque ella sabe que le debe dinero, entendió mucho mejor la situación en la que están que el resto. Mejor aún para ellos, les prometió mantenerse tan comunicada como se lo permitiera y haría lo posible por estar disponible.
Con trabajos cargaron a Jamie hasta su cama. Aunque Taylor quiso retomar un poco lo que pasó en el Tsuru destartalado que poseen, Lincoln ya no se sentía con ganas y solo se quedó mirando a la joven mientras dormía.
"¿Qué estará soñando?" se preguntó Lincoln. Cansado, no sentía ni ganas de querer dormir. Si acaso, acostarse junto a su hija y acariciar su cabello. Lo hace, aunque jamás se dio cuenta de que la ropa de la joven olía tal y como ella hace ya casi catorce años. Un aroma dulce que, por fin, lo mandó a soñar.
~o~
Se siente bien salir un poco de las ship week. Por otro lado, es duro tener que verse de vuelta a un escenario que, confieso, puede ser algo deprimente.
Si, sentí que ya era hora de que Jamie pasara tiempo con alguna de sus tías. De volverla a tratar, lo tengo seguro, no es probable que sea tan llevadero como con ella. Y aunque a veces es grato recabar data directo de las fuentes (serie para los personajes de las series, el headcanon del creador en el caso de los OCs), por momentos si se hace algo pesado a la hora de recibir información fresca como sea posible. Caso consulto, lo concerniente a Zach... ya me tomaré mi tiempo en cuanto pueda.
Hasta la próxima.
See you in the next fiction
Sam the Stormbringer
