Necesitaba escribir algo ligero y corto después de terminar Desencanto, y esta idea se me ocurrió mientras hacía un fanart NSFW que subí en mi cuenta de Twitter ( RomiAmateur). No tendrá mucha trama, no será muy largo. Los personajes no son hechiceros, es un universo alterno, un fic escolar en el que todos mis personajes favoritos están vivos y viven en armonía. Lo que mi corazón necesita (quizás el tuyo también). No esperen nada más que algunas escenas +18.


La tutoría


Capítulo 1: Malas notas


Es rápido, está acostumbrado a hacer esto mientras la profesora se voltea sobre la pizarra y explica algo sobre aritmética que probablemente es importante, pero le aburre. Abre silenciosamente una caja de Pocky, con las manos escondidas en bajo el pupitre. Saca una galleta bañada en chocolate y espera, la profesora se voltea, los mira de reojo; a él y a su mejor amigo, y cuando se gira a la pizarra, se mete el dulce a la boca.

Suguru lo mira por el rabillo del ojo y le sonríe disimuladamente. Extiende su mano sutilmente hasta él y Satoru le da entrega otra barrita de Pocky.

El primer día de clase es emocionante solo durante las primeras horas, después vuelve a sentirse monótono y le hace echar de menos las vacaciones. El tiempo libre para ir al cine, para salir con Suguru y los demás a algún parque temático o simplemente holgazanear en cualquier parte.

Para mitad de la tarde, sentado en el césped frente a la cancha de baseball, Satoru comparte su almuerzo con su mejor amigo.

—Entonces, ¿ahora eres pobre?

Satoru escucha su pregunta y chista, rechina los dientes de solo recordarlo, pero Suguru parece bastante divertido ante su predicamento. De hecho, siempre se divierte cuando algo le complica la vida. Como todo se le da tan fácil, como siempre se sale con la suya de una forma u otra, no es descabellado verlo divertido esperando que se le ocurra algo ingenioso para salir bien librado, o quizás, más bien, a que se le ocurra algo extremadamente estúpido.

—No exactamente. Aún no he reprobado ninguna clase.

—Es cuestión de tiempo, ambos sabemos que en ese aspecto no decepcionas.

—¡Oye! No es que sea tonto… ¿sabes? Es sólo… —suspira—, es tan aburrido… Si me ayudaras con mis tareas seguros sería más fácil. Es más, debería ser tu obligación por ser mi mejor amigo.

—Si te ayudara con tus tareas no podría terminar las mías. No uses la carta de mejor amigo conmigo, sabes que repruebas porque eres un holgazán, no un idiota. ¿Por qué no mejor haces que tu padre te contrate un tutor?

—Agh, ¿sabes el tipo de tutor que contrataría? Un anciano con olor a viejo de esos que golpean con demasiada frecuencia a sus alumnos. Me haría perder medio día a diario con un viejo estirado. Me niego, no voy a desperdiciar mi juventud estudiando… Aunque podría pedirle a alguien que me de una mano, alguien no como tú.

—Nanami tiene buenas notas, deberías preguntarle a él.

—Me cae bien Nanami, podría ser…

El estruendo de una bola de baseball se escucha sobre el campus y ambos levantan la vista hacia la pequeña pelota blanca que sale volando. Gojou sorbe de una pequeña cajita de jugo multi frutas y Suguru muerde una manzana.

Gojou no está dispuesto a perder su libertad solo porque su libreta de calificaciones está cayendo en picada desde el año pasado. Le gusta demasiado salir a divertirse con los muchachos de la escuela y teme que su estilo de vida cambie rotundamente para satisfacer los deseos de su familia.

El día termina sin mucha ceremonia. Los profesores se despiden anticipando un gran año para los alumnos de segundo del Colegio Metropolitano Kokusai de Tokio. Suguru lo acompaña unas cuantas cuadras caminando mientras conversan sobre lo que harán el fin de semana y se despiden en una intersección. Satoru sigue solo su camino y sus pasos comienzan a sentirse particularmente pesados. Detesta volver a casa, su padre probablemente encontrará algo nuevo qué reclamarle, aunque sea solo el primer día de clases.

Sus pésimas notas del año anterior le causaron migraña. No porque le preocupara en absoluto reprobar el año, sino por los gritos de su padre al ver su libreta. Este año, comenzó con una amenaza, la única que podría realmente afectarle. Si Gojou Satoru reprueba una sola materia puede olvidarse por completo de sus privilegios. No más dinero. Y realmente no le importa el dinero, pero es algo que ha dicho en infinidad de ocasiones sin haber saboreado de primera mano el concepto de la pobreza. Ahora que está a la vuelta de la esquina, comienza a saber mal.

Cuando dobla por la calle algo golpea sobre su pecho y escucha un alarido. Baja la vista bajo sus gafas negras y se encuentra con una muchacha que ha caído de bruces en el suelo y chilla una disculpa tan rápidamente como golpea el suelo.

Gojou mira de reojo unas naranjas tiradas en el suelo. La chica va vestida con unos pantalones cortos y una playera rosa bastante ancha. Él se agacha.

—Lo siento, no te vi —le dice, ayudándole a colocar las frutas en una bolsa ecológica.

—No, fue mi culpa. Estaba distraída.

—¿Te lastimaste? —pregunta, con la última naranja sobre la palma de su mano.

Ella se pone de pie y niega con una ligera sonrisa en el rostro. Él le entrega la fruta y ella le hace una reverencia luego de colocarla dentro de la bolsa y levanta la vista para verlo a los ojos antes de marcharse. La muchacha tiene unos inmensos ojos azules.

Mientras ella se va, no puede evitar seguirla con la mirada. El cabello pintado de azul cian es imposible de pasar por alto. Se veía sano y brillante, demasiado particular y alocado para una muchacha con tanta vibra de niña buena.

—Huh… —musita y sigue su camino—. Huh… —vuelve a pronunciar al día siguiente al verla entrar al salón vestida con un uniforme femenino.

—Mi nombre es Miwa Kasumi, espero que nos llevemos muy bien —dice cordialmente, sonrojada y con una sonrisa incómoda y les hace una exagerada reverencia, muy similar a la que le dirigió a él el día anterior.

—Siéntate ahí, Miwa —dice el profesor, indicándole el asiento vacío junto a la ventana, delante de Satoru—. Espero que ayuden a Miwa en todo lo que necesite.

La mayoría se voltea a ella, mientras camina hasta su pupitre y acomoda sus cosas. Es de lo más normal, siempre actúan así cuando llega alguien nuevo al colegio, en especial cuando se trata de una muchacha bonita.

El asiento frente a Satoru ha estado libre desde que Utahime se hartó de sus bromas, demasiados meses mandándole mensajes en bolitas de papel, pidiéndole las respuestas de los exámenes. Su punto de ebullición llegó el día que se le pegó una goma de mascar de él en el cabello y tuvo que cortarlo. Ahora se sienta junto a Mei Mei, del otro lado del salón. Nadie más ha querido sentarse allí desde entonces.

La muchacha nueva se sienta frente a él y Shoko se inclina para saludarla y presentarse. Lo mismo hace Suguru.

—¿Eres la chica de ayer? —pregunta Gojou y ella se voltea a verlo y abre bien grandes los ojos.

—¡Oh! Eres tú. Así que también vienes a esta escuela.

—Sí, te reconocí por tu cabello —dice, estirando una mano para tomar un mechón entre sus dedos.

La muchacha se sonroja repentinamente y se queda congelada en su sitio. Suguru murmura una risa muy suave.

—No la asustes, es su primer día —le dice y él deja ir el mechón de cabello.

—Gojou Satoru —dice en voz alta el profesor de matemáticas—. ¿Podemos continuar con la clase?

—Perdón —dicen los tres al unísono, Miwa en un tono más alto que los otros dos.

La clase continúa mientras él hace lo que siempre hace; esconde las manos debajo del pupitre, saca un dulce de una pequeña bolsa y se lo mete a escondidas en la boca. El profesor escribe unas ecuaciones sobre la pizarra y se voltea.

—¿Quién puede resolver esta ecuación? —Nadie contesta a la pregunta. Satoru comienza una súplica silenciosa cuando nota la mirada del profesor merodeando en su dirección, pero suspira cuando ve a la muchacha nueva levantar la mano—. Adelante, Miwa. Haznos el favor.

Ella se levanta y camina hasta la pizarra, toma una tiza y comienza a resolver el problema matemático y él escucha al profesor felicitarla para mandarla de regreso a su pupitre.

—¿Alguien sabe alguna otra forma de resolverlo? —pregunta el profesor y Yu levanta la mano.

Satoru mira desinteresadamente al entusiasta muchacho que pasa al frente. No entiende ni comparte lo que los motiva a estudiar. Probablemente porque ser un Gojou le asegura un futuro sin ningún esfuerzo de por medio. Incluso si ese no fuera el caso duda que pudiera seguirles el ritmo de estudio.

—Oye… —le susurra a Miwa y ella gira levemente el rostro en su dirección—. ¿Te lo pintas?... el cabello.

—N-no… —contesta ella, también en un susurro—. Es un… defecto de nacimiento.

—Qué raro… supongo que tenemos algo en común.

Ella sonríe y él logra ver la forma en la que la piel de sus mejillas pasa de un rosa pálido a un tono muy suave de rojo. Luego se voltea y sigue prestando atención a la clase.

Para cuando suena el timbre del receso, todas las muchachas se acercan a darle la bienvenida. Esto es lo más parecido a algo interesante, al menos para Gojou lo es. Suguru acerca su silla a la suya y ambos escuchan con atención.

—Tal vez quieras cambiarte de pupitre, Miwa —suelta Utahime y Gojou le sonríe, la muchacha le saca la lengua. ¿Es que jamás va a olvidar el incidente de la goma de mascar?

—¿Por qué? ¿Hay algo malo con este? —pregunta la muchacha nueva, examinando pupitre que le asignaron.

—Lo que tiene de malo es la compañía —se ríe Mei Mei, sentada sobre el banco de Miwa, cruzando las piernas—. Cuidado con esos dos de ahí atrás.

—Mei Mei, espero que no estés incluyéndome a mí —se queja Suguru.

—¿Ha? ¿Hablan de mí? Yo no he hecho nada malo.

—No, aún no —contesta Mei Mei y vuelve a sonreírse con malicia, aunque Satoru está seguro de que ella es la más peligrosa de todo el salón.

—Deberíamos irnos, Satoru. Hoy empiezan las prácticas.

—Oh, ¿están en un club? —pregunta la muchacha nueva.

—Son los mejores jugadores del equipo de baloncesto de la escuela —interrumpe Yu y Satoru ensancha su sonrisa, como si le hubieran endulzado el oído.

Miwa lo ve bajarse las gafas y se sonroja cuando él le guiña un ojo.

—¿Escuchaste eso? Miwa-chan. Somos los mejores —reafirma Gojou.

—¿Qué clubes hay en esta escuela? Quisiera inscribirme —pregutna Miwa, volteándose al resto, ignorando por completo el gesto de Gojou.

—Ven conmigo, Miwa-chan —invita Yu—. Nanami y yo podemos mostrarte los alrededores.

Del otro lado del salón, Nanami escucha su nombre siendo pronunciado y hace un gesto que nadie llega a ver. De alguna forma Yu siempre termina arrastrándolo en estas actividades extracurriculares.

—No la aburran demasiado —comenta Gojou, levantándose para salir—. Si te da sueño el recorrido puedes pasar a vernos en las prácticas —le dice, mientras se marcha por el marco de la puerta.

Cuando los mejores jugadores del equipo de baloncesto se marchan, Miwa logra escuchar a Yu, acercándose a Nanami para arrastrarlo consigo.

—Tienes que socializar un poco…

Gojou se encorva para no golpearse la cabeza con el marco de la puerta y sale con Suguru junto a él, camino a los vestidores del gimnasio. Probablemente su papel en el equipo es lo que disuade a los profesores de castigarlo todo el tiempo, ya sea por hablar en clase, comer a escondidas o llevar gafas en la clase. O tal vez sea porque, si Gojou es castigado, solo significa reducir su tiempo en los entrenamientos del equipo de baloncesto. Lo cual implicaría meterse en problemas con su entrenador.

—¿No es muy temprano? Quizás sigue durmiendo en el salón de utilería —dice Gojou, su rostro ya comienza a fruncirse de sólo pensarlo.

—Esperemos que no haya bebido —contesta el otro.

En los vestidores, ambos se colocan sus uniformes de color celeste con letras blancas. Satoru lleva orgullosamente el número 23, mientras que Suguru el 32. Buscan una pelota en el depósito junto a la cancha de baloncesto y buscan con la mirada al entrenador.

—Aún no ha llegado.

—Te lo dije, es muy temprano —replica Satoru—. Ni siquiera ha llegado el resto del equipo.

—Bueno, podemos hacer un ligero calentamientos mientras tanto… ¿Qué dices? —pregunta Suguru, le sonríe con malicia y le arroja una pelota al pecho.

El rechinido de las suelas de sus zapatillas llena el recinto cuando Miwa, Yu y Nanami entran a la cancha. Satoru arroja la pelota con precisión a la canasta y sonríe a los más recientes espectadores al escuchar la puerta. Ni siquiera ve cuando la pelota pasa por el aro y levanta el mentón con evidente arrogancia. Ahora tiene la oportunidad de impresionar a la chica nueva.

—Cuatro a tres —comenta, haciéndose a un lado para dejar a Suguru tomar su lugar frente al aro.

—¡Eso fue genial! —suelta Miwa en un suspiro y ve a Suguru encestar la siguiente—. ¡Realmente son muy buenos!

—Empatados —comenta, sacudiendo un mechón negro de cabello sobre su rostro, con el mismo aire engreído de su amigo.

El resto del equipo llega y detrás de ellos el entrenador. Kasumi se voltea, se queda petrificada de sólo verlo abrir la puerta de la salida de emergencia para terminar su cigarrillo y arrojarlo afuera.

—¿Ese es… el entrenador? —murmura Miwa.

—Yo tampoco lo puedo creer —dice Nanami, siendo este uno de los pocos comentarios que ha hecho durante todo el recorrido.

—Es Toji-sensei —contesta Yu—, vamos… antes de que nos vea.

Satoru observa desde el centro de la cancha al trío marcharse y ve con fastidio el rostro resacado de su sensei. Suspira, si pasó mala noche seguramente el entrenamiento de hoy será un infierno.

—Ugh… ¿empezaron sin mí? Todos al suelo, cincuenta planchas. Y díganle gracias a Gojou y Getou-kun.

Una decena de miradas desencajadas, mandíbulas que caen al suelo. Gojou se queja y replica y solo logra ganarse un castigo ejemplar de cien planchas con una pelota en la espalda. El resto del equipo se queja justo antes de que la puerta del gimnasio se cierre y Kasumi ve a los muchachos en el suelo, comenzando las repeticiones.

—Se nota que es muy estricto.

—Es un borracho, apostador. Siempre llega tarde y amenaza a los otros profesores para que no castiguen a los miembros de su equipo.

—No es tan malo… —intenta defender Yu, forzando una sonrisa—, bueno… sí… Nanami tiene razón… Es un tipo aterrador…

Al final del día suena la campana y Kasumi sale, habiéndose inscripto en seis clubes diferentes. Espera que esto le dé algo de tiempo para buscarse un trabajo de medio tiempo, aunque sólo pensarlo le parece imposible.

Mientras va rumbo a su casa, escucha dos risas que han comenzado a hacerse familiares. Gojou y Getou van por el mismo camino que ella para volver a casa. Sin embargo, no es lo suficientemente valiente como para hacerles notar su presencia y prefiere caminar detrás de sus pasos para no ser notada. Eventualmente girarán en alguna esquina y los perderá de vista. Pero no lo hacen. Luego de diez cuadras sigue escuchando pedazos de sus conversaciones y se siente una intrusa. Y, cuando piensa en cambiar el rumbo de vuelta a casa, escucha a Gojou despedirse de Getou.

Levanta la vista y se da cuenta que la han descubierto. Gojou se la queda viendo por un rato y luego le sonríe.

—¿Me estás siguiendo? —se burla y ella se ruboriza repentinamente.

—¡N-No! ¡Claro que no! ¡Mi casa queda en esa dirección!

Kasumi se tranquiliza un poco al escuchar el sonido de su risa.

—Tranquila, Kasumi-chan. ¿Te acompaño?

Miwa se queda callada, impresionada por la rapidez de su compañero en tratarla por su primer nombre.

—N-No es necesario.

—¿Huh? ¿No dijiste que tu casa quedaba en la misma dirección? Si dices que no puedo acompañarte creeré que estabas siguiéndonos.

—¡No lo hacía! —chilla, volviéndose a ruborizar.

—Entonces vamos, después de todo es el mismo camino, ¿no?

Ella asiente y termina accediendo. Camina hasta él y levanta el mentón para ver su ancha sonrisa. Se ríe, acomoda un mechón de cabello detrás de su oreja y continúa caminando.

—Kasumi-chan —comienza Gojou, luego de unos pocos metros—, ¿por qué faltaste ayer a clases?

—Tuve… algunos inconvenientes.

—Oh, ¿te quedaste dormida? Me suele pasar…

—Claro… algo así.

—¿Y? ¿Te inscribiste en algún club?

—Sí, estoy en el club de baseball, kendo, ciencias, matemáticas, debate y cocina.

—¡Vaya! ¿Cómo tendrás tiempo para divertirte con tanto trabajo?

—No creo que tenga tiempo… pero tengo que hacerlo si quiero que me den una beca para ir a la universidad. De otra forma no podré costearla.

—¿Ya estás pensando en eso? Huh…

—Sí, ¿tú no, Gojou-kun?

—Posiblemente me convoquen para jugar en un equipo profesional cuando termine la preparatoria. No me preocupa mucho… Deberías ir a ver nuestros partidos. Tengo uno el 2 de mayo. Podrías ser animadora, tienes lindas piernas.

—¡Gojou-kun!

—Hehe, perdón.

—No digas esas cosas… Por favor.

Utahime ya lo hubiera golpeado, por lo que Gojou está casi seguro de que volverá a hacer algún comentario similar a este, ya que a pesar de lo que le ha pedido, sonríe. Vuelve a pedir disculpas aunque que realmente no lo siente y continúan caminando en silencio hasta que ella se detiene.

—Mi casa queda en esa dirección —le dice, le rinde una pequeña reverencia con su portafolio escolar entre las manos—. Gracias por acompañarme.

—No es nada, nos vemos mañana, Kasumi-chan.

Las primeras semanas de clases pasan demasiado rápido para Gojou. Su nueva compañera parece adaptarse bastante bien, es entusiasta y se hace rápidamente de un sitio entre las muchachas, incluso podría decirse que se ha hecho bastante popular. Ha sido tema de conversación en los vestidores del equipo y está seguro que lo mismo ha ocurrido en las otras disciplinas. Congenia bien con Yu e incluso con Nanami, lo cual es raro. Llega a agradarle a él también, tiene una alta tolerancia a sus bromas y siempre se ríe de sus chistes. De vez en cuando le arroja una bolita de papel para llamar su atención y le invita algún que otro dulce, nada fuera de lo normal para él. Muchas otras, no logra sacar su cabeza de los libros y se marcha rápidamente del salón para ir a sus clubes. No ha vuelto a volver a casa caminando en el mismo horario que él y Suguru y se pregunta si esto se debe a sus actividades extracurriculares o si habrá cambiado su ruta de vuelta a casa.

Él, por su parte, pasa tres días de la semana entrenando para su primer partido que llega tan rápido como su primer examen de álgebra.

Satoru recibe su examen y tuerce el gesto al ver sus calificaciones. Suguru lo ve desplomarse sobre el pupitre con la hoja entre las manos y se estira en su dirección a ver la nota escrita en tinta roja.

—Reprobaste —le dice, haciendo una mueca, como si le hubiera dolido ver sus calificaciones.

—¿Cómo te fue a ti? —pregunta y su amigo exhibe la hoja de su examen.

—¡¿Aprobaste?! ¡Pero si ni siquiera estudiaste!

—No, pero presté atención en clase…

—Mierda… ¿cómo puedo cambiar la nota para que nadie se dé cuenta? ¿Crees que pueda volver este 5 un 8? —pregunta en un susurro, tomando un lápiz, comenzando a remarcar los números.

—Es… una forma de solucionarlo.

—Pss… pss… —murmura, tocando la espalda de Miwa con la parte posterior de su lápiz—. ¿Cómo te fue, Kasumi-chan?

—Oh —musita y se gira hacia los muchachos—. Saqué un 98.

—¡¿98?! —Sus gafas se deslizan por el puente de su nariz hasta la punta—. ¿Cómo lo haces? ¿De dónde sacas tiempo para estudiar tanto?

—Supongo que tengo tan poco tiempo para estudiar que lo aprovecho mejor.

El timbre suena y Kasumi junta rápidamente sus cosas para salir del salón, no sin antes despedirse cordialmente de sus compañeros.

—Voy a huir de casa… no puedo volver con estas notas —se queja, desplomado sobre el pupitre.

—Podrías comenzar a prestar atención en clase o buscar un tutor.

—¡Nanami-kun! —Gojou grita repentinamente y el muchacho lo observa desde su asiento—. ¿Te gustaría ser mi tutor? Necesito ayuda con álgebra.

—Y lenguas extranjeras —agrega Suguru con una sonrisa ligeramente incómoda.

—Y ciencias —dice Shoko, quien ha estado escuchando la conversación a sus espaldas.

—Francamente… no me interesa si repruebas todas tus materias, Gojou Satoru. No es mi problema —contesta Nanami, recoge sus cosas y antes de marcharse escucha las quejas del mejor jugador del equipo de baloncesto.

—¡Agh! ¡Vamos Nanami! ¡No seas así! —Mientras ve a Nanami marcharse, Gojou vuelve a dejarse caer tristemente sobre el pupitre, mira el asiento que yace vacío frente a él y suspira—¿Qué tal si se lo pido a Kasumi-chan? —pregunta a Suguru, volteándose en su dirección.

—¿Miwa? No creo que tenga tiempo, ni siquiera la he visto almorzar…

—Bueno, en ese caso tengo otras técnicas para convencerla y no podría aplicar con Nanami-kun…

—No creo que te resulte —contesta Shoko—. Escuché que le gusta un chico del club de ciencias.

—No me gusta que me subestimes de esta forma —contesta, molesto, y vuelve a mirar las letras rojas escritas sobre su examen. Espera que esto último no sea cierto, ya que en ese caso tendrá que encontrarse otra manera de convencerla o terminará con un anciano oloroso como tutor o con una billetera vacía.


Notas: Esta es básicamente la premisa de esta historia. No sé si tenga tiempo de publicar tan seguido como Desencanto, ya que últimamente estoy con muy poco tiempo disponible, pero prometo haré mi mejor esfuerzo. ¡Espero que les guste!