Había exactamente tres cabellos azules sobre la almohada, los recogí entre dos dedos, eran delgados como las cuerdas de un violín, que con un suspiro podrian volar lejos con la brisa. Me costó tanto soltarlos que tuve que armarme de mucho valor para hacerlo.

Extrañé como nunca su presencia a mi lado, incluso el aroma de su piel en mi cuerpo seguía intacto. Me torturé permaneciendo unos minutos más bajo las sábanas hasta que me levanté, siguiendo el camino de las gotas de agua que me guiaba con un suave susurro.

El sonido de las olas en el mar se intensificaba a cada paso. La brisa era suave. Sentí que el aire volvía a mí, y que al menos una parte de mi aflicción se aliviaba. Sabía lo que habitaba en las aguas, pero aún sabiéndolo, me exalté, tal como cuando lo vi por primera vez, creyendo que estaba completamente loco en ese momento, vi una aleta azul saliendo a la superficie, saludándome con ese gesto inocente.

Suspiré, intentando ocultar lo mejor posible mis emociones, y en lugar de nadar apresuradamente a la costa como de costumbre, esta vez esperó por mí. Una vista que nunca me habia entristecido tanto como ahora.

Su cabello lacio se movía al compás del sonido del agua. Una sonrisa misteriosa iluminaba su rostro, y algunos rayos de sol asomados en el fin del horizonte marcaban fuertemente sus finas facciones.

Pensamientos impuros pecaron en mi perturbada psique ante semejante creatura extraordinaria que la naturaleza me permitió ver esa noche de naufragio en aquel paraíso abandonado.

Que lo lamente mi conciencia, pero que lo disfrute mi vista. Mi precioso pez azul. Mi Albafica.

Reflejos en extremo centellantes, van y vienen mientras su aleta azul se mueve, marcando el compás del agua a su antojo. Sus ojos brillan con tanta intensidad que siento que sólo lo hace para provocarme, pero como un depredador experimentado, me atrae en su espacio antes de que pueda darme cuenta, permitiéndome compartirle mi placer, calentura y deseo a través de mi alma. El agua suelta un aroma dulce, un aroma semejante al perfume de una rosa. Proviene de él.

Aguardo quieto y expectante a sus movimientos, me quedo estático y él sigue danzando alrededor mío. De pronto, sus brazos se cuelan debajo de los míos, sus manos suben por mi torax, alcanzan mi rostro, y se enredan en mis cabellos, el contacto me hace sonreír por inercia.

Mi corazón se detiene cuando escucho su risa suave de vuelta y acto seguido me sumerje con él a las frías profundidades. Respiro bajo el agua. Me besa pausadamente, y cuando se separa toma mi mano para llevarme con él.

Yo sólo trato de seguirlo, como una marioneta manejada por su amo. Hay un puente, y debajo de él una salida que da al mar abierto. Una entrada al verdadero paraje escondido, al paraíso anhelado por el hombre que yo tenía el privilegio de admirar y ser invitado.

Sigo nadando y apenas me doy cuenta de cuánto nos hemos alejado de la orilla del mar, podría ir a donde me ordene sin chistar. Sus cabellos flotan en el agua, y en medio del enorme mar me pierdo en el azul de su mirada. Detiene nuestra marcha en medio de la oscuridad y me observa preocupado, moviendo la cabeza en dirección al mar profundo.

Me suelta, él no habla, pero su mirada me dice: que no podré regresar. Ese portal que cruzaré sólo tiene un camino y no es el de vuelta. Lo sé. No habra algo que quede de mí después de esto, pero habrá mucho por descubrir.

"Mientras tú seas quien me guíe, te seguiré a todas partes."

La mirada azul se clava en mí como espinas, pero no hay dolor en el abrazo que me envuelve. Estoy completamente enamorado del sireno y aunque mi aire se está agotando, mi corazón late como nunca antes.


No hay rastro en la superficie de un cuerpo, sólo un campamento improvisado y partes de un navío perdido en el tiempo. Hay un fuerte folklore alrededor de las aguas de Piscis, y es que cada mañana, en la superficie del agua se refleja el color de la sangre, visible con los primeros rayos de luz. Se dice, que lejos en el horizonte, si tu alma se pierde en el finito del mar, su caballero guardián te guiará a tu destino final.