Ni Naruto, ni One Piece ni otra franquicia utilizada en esta historia son propiedad mía, todos pertenecen a sus respectivos creadores Masashi Kishimoto, Eiichirō Oda y demás autores, solo los personajes OC me pertenecen.
El Rey de los Piratas
Aclaraciones
*Primero que nada me disculpo por la tardanza a los pocos que me siguen, pase hoy en específico trabajando toda la mañana y tarde, dormí toda la tarde-noche y ahorita gracias al insomnio pude terminar el capítulo, espero ansioso sus comentarios para saber en qué puedo mejorar.
*Ya sé que prometí no meter más paja que, aunque necesaria difícil de leer. Ahora si prometo que es el último capítulo así de pesado, quise hacerlo corto, pero antes de darme cuenta ya tenía casi 12500 palabras, ya el siguiente es por fin el nacimiento.
*Sera una lectura algo pesada pero necesaria ya que como dije la vez anterior quería dejar lo más claro posible el contexto actual del mundo, espero poder traerles capítulos más ligeros en el futuro, por fin pude traer una pequeña referencia al spin-off de Minato, hay una escena de este que junto al manga 1080 de One Piece me inspiro para en el futuro escribir una escena, pero para eso tendré que esperar si bien me va unos 30 capítulos.
*Los que me siguen en fanfiction les dejo mi cuenta de wattpad (" user/Joakiiin"), los que me siguen desde Wattpad les dejo mi cuenta de fanfiction (" u/4427861/") tengo mis "historias de niño" abandonadas por si alguien las quisiera recuperar.
*Ya como ultima aclaración en el futuro tratare de hacer un interludio solo para subir imágenes de los personajes Oc que son la mayoría de los Uzumaki ya que se me da fatal hacer descripciones.
Capítulo 3: Uzumaki Bumi
Hi no kuni – Ciudad Capital
La ciudad capital, indiscutiblemente, pulsa con la mayor vitalidad en todo el País del Fuego. Es más que el simple hogar del Daimyo, cuyo majestuoso palacio se alza como la estructura más imponente de la localidad. Este sitio estratégico se convierte en parada obligatoria para caravanas comerciales, un crisol donde campesinos buscan buenos tratos, monjes meditan en sus templos cercanos, los samuráis del Daimyo transitan con gracia, nobles residentes o de paso, y hasta shinobi fatigados de largas misiones.
En los últimos años, sin embargo, la ciudad ha ganado aún más renombre al convertirse en el hogar elegido por la mayoría de los Uzumaki. Aunque las otras cuatro grandes ramas del clan han establecido sus residencias en distintas partes del País del Fuego, la capital se ha erigido, de manera no oficial pero clara, como la sede central del clan, al ser el refugio del líder de la familia.
Para Mana Uzumaki, el área de la capital cariñosamente apodada por los ciudadanos como el "Distrito Uzumaki" seguía siendo imponente con el paso de los años. A primera vista, parecía un típico barrio japonés de clase media, con una cantidad considerable de negocios, personas haciendo compras y niños llenando las calles con su energía. Sin embargo, un observador perspicaz notaría con curiosidad que, a pesar de ser el hogar de la mayoría de los miembros del clan Uzumaki, también había una notable presencia de civiles en el distrito.
La breve historia de este distrito resultaba fascinante en muchos aspectos. Cuando el clan llegó a la ciudad, el Daimyo, al no poder ofrecerles refugio en una zona más adecuada, los alojó en lo que en aquel entonces se conocía como el distrito Yokohama. Era la zona más peligrosa de la ciudad, donde florecían las actividades ilícitas: drogas, esclavitud y asesinatos. Fue una gran sorpresa para el propio Daimyo descubrir que apenas una semana después de su llegada, el clan ya había logrado someter a todas las familias Yakuza de Yokohama. Con una considerable inversión de capital por parte del clan, la zona había pasado de ser un lugar donde la gente tenía que robar para sobrevivir a convertirse en el distrito que impulsaba gran parte de la economía de la ciudad.
— Llegas temprano, Mana-san. No te esperábamos hasta pasada la tarde — resonó la voz, sacando a Mana de sus pensamientos mientras entrecerraba los ojos al reconocer al dueño de esa tonada.
Frente a ella estaba un hombre de estatura media, de unos aproximados 24 años. Su cabello, ligeramente puntiagudo, compartía el característico rojo de los Uzumaki. Su piel, bronceada pero no en exceso, indicaba que no pasaba más tiempo al sol del necesario. Poseía unos ojos morados idénticos a los de Kushina, y una pequeña barba cuadrada debajo del labio destacaba en su rostro.
— Kenjin — gruñó Mana, entrecerrando la mirada. — Deja de aparecer de la nada. Un día de estos, terminaré por matarte si sigues así — añadió de forma seria mientras el joven, llamado Kenjin, solo sonreía de forma ladina.
— No seas así, Mana-san — bromeó el joven de cabello rojo, moviendo sus manos en un gesto defensivo, retrocediendo en falso temor. — Solo me gusta mantener el misterio. Me hace ver más impresionante, ¿no lo crees? — cuestionó, fingiendo estar herido al ver la expresión fría de la mujer.
La Uzumaki más joven gruñó entrecerrando la mirada. Uzumaki Kenjin era, al igual que Kagestsu, el hermano mayor de Kushina. En general, no había un amor perdido entre Mana y alguno de los hermanos de su mejor amiga. Aunque respetaba al líder del clan, sus hijos eran una historia diferente. Aunque siendo justa, Kenjin era tal vez el menos problemático de lidiar. Sin embargo, el aura de misterio que siempre lo envolvía tras una falsa jovialidad nunca le había sentado muy bien a la Uzumaki más joven.
Un secreto a voces en el clan era que, al igual que Kushina, el otro hijo varón de Uzumaki Toshiue era, hasta cierto punto, una de las ovejas negras del clan, pero por motivos un tanto diferentes. Desde que era un niño, el joven Uzumaki había estado fascinado con la historia de su clan. Lo había estado al grado que, al hacerse mayor, constantemente cuestionaba algunas de las cosas que veía como "sin sentido" dentro de la historia oficial del clan. En un clan cuyos líderes guardaban demasiados secretos y cuyos antepasados habían mantenido dicho secretismo a un nivel casi fanático, aquello no era algo muy bien visto.
A los ojos de Mana, Kenjin era solo un estúpido que se estaba metiendo con cosas que era mejor no saber. Sin embargo, una píldora amarga de tragar era que, de hecho, para pesar de muchos, este joven era por lejos una de las mentes más brillantes en el clan. Muchos de los proyectos que les habían permitido avanzar a pasos agigantados habían estado dirigidos por este joven. Muchos no podían evitar preguntarse qué pasaría si algún día mentes como la de Kenjin y, dios no lo quiera, Orochimaru, llegaban a conocerse.
— ¿Qué haces aquí, Kenjin? A estas horas deberías tener tu cabeza enterrada en un libro — cuestionó, tratando de mostrar su hostilidad para que se fuera. Sin embargo, como siempre, esto no perturbó en lo más mínimo al Uzumaki.
— Es cierto, debería — comentó sin perder el ritmo, poniendo una expresión infantil. — Se supone que le iba a leer una historia al abuelo Bumi, pero como siempre, ese hombre no tiene consideración por sus pobres nietos y anda paseándose en solo Kami sabe dónde. Tou-san debió hacerme caso cuando sugerí que le implantáramos un sello rastreador en el bigote — se quejó, cual niño, Kenjin, mientras Mana soltaba un gemido exasperado al tener que escuchar toda esa perorata de su pariente.
— ¿El viejo Bumi está aquí? — cuestionó Mana, soltando un gruñido exasperado al escuchar ese nombre. — La última vez escuché que estaba en Tanzaku — dijo, frotándose la cabeza con sus dedos.
— El abuelo siempre está en movimiento. Antes de que llegara de sorpresa ayer, yo creí que estaba en Konoha — explicó Kenjin, encogiéndose de hombros.
El tan mencionado Uzumaki Bumi era ni más ni menos que el más viejo de todos los Uzumaki y, más sorprendente aún, el padre del líder de clan, Uzumaki Toshiue. A juicio de sus propios nietos, era difícil imaginar que el serio y recto patriarca de los Uzumaki fuera el hijo del que, en contraste, era el miembro más extraño del clan. No por nada, incluso cuando era joven, a pesar de ser el hijo mayor, la elección para jefe de clan había sido su propio hermano menor. Quien, irónicamente, sería sucedido años más tarde por su propio sobrino, Toshiue. Pero eso es otra historia. Para Mana, no era sorprendente que el anciano fuera y viniera como le placía. Después de todo, había sido el único miembro del clan que no había querido asentarse en algún lugar. El viejo se dedicaba a vagar por todo el país del fuego, preocupándole poco o nada el hecho de que estaban en guerra.
— ¿En Konoha? ¿Cuál fue la reacción de Toshiue-sama? Debió ser épico — preguntó sorprendida la Uzumaki más joven, intrigada por el destino tan peculiar que había elegido el anciano del clan.
Otra cosa extraña del más enigmático de todos los Uzumaki era que, donde todo el clan había sido relativamente hostil hacia Konoha, el más anciano de ellos se había mostrado apenas indiferente hacia dicha aldea. No parecía importarle en lo más mínimo las sospechas del resto de la familia. Sin embargo, de eso a ir él mismo a dicha aldea, había un mundo de diferencia.
— Con la desaparición de Kushina, Tou-san ha estado muy alterado. Así que, en resumidas cuentas, no lo tomó muy bien. Y créeme, no lo tomó mejor cuando, apenas unas horas después de su llegada, nos llegaron varias cartas con quejas de Konoha. Lo acusan de haber espiado en las aguas termales, destruir dos bares porque no le quisieron vender más sake y de mandar al hospital a muchos de sus anbu. Te lo juro, pensé que ahora sí le iba a arrancar el bigote de lo indignado que estaba, aunque siempre se susurra a si mismo que el abuelo no está bien de la cabeza y suele olvidarse de la idea — explicó con cierto temor el Uzumaki mayor, recordando que había tenido la mala suerte de estar presenté cuando su padre recibió esas dichosas cartas.
¡COF!¡COF!
Antes de que Mana pudiera decir algo, el sonido de alguien tosiendo de manera exagerada llamó la atención de ambos jóvenes Uzumaki. Se trataba de alguien a quien Mana reconoció instantáneamente: un hombre muy alto, más alto que la media, de unos aproximados 27 años, de grandes músculos que bien podrían aplastar a un oso. Su tez era bronceada producto de largas horas bajo el sol. Como todos los Uzumaki, llevaba un cabello rojo, el suyo peinado hacia atrás y unido a una barba roja que le daba un aire imponente. En general, parecía la clase de sujeto con el que preferirías evitar una pelea, pero su cálida sonrisa delataba su carácter amable pero firme.
— ¡Riku-san! ¿Qué haces aquí? — exclamó sorprendida al reconocerlo, no tardando en correr hacia los brazos del enorme hombre, quien la recibió con regocijo.
— ¿Qué acaso un hombre no puede venir a recibir a su propia esposa? — cuestionó Riku, su voz áspera acompañada de una sonrisa cursi.
— ¿Viniste hasta aquí desde Jofuku solo para eso? — preguntó, mostrando una expresión plana, aunque en su interior estaba conmovida por el gesto.
Al igual que muchos en el clan Uzumaki, Riku era un hombre peculiar. Siendo el líder absoluto de una de las cuatro ramas del clan, muchos podrían esperar que fuera serio y de carácter monótono. Sin embargo, aquellos que lo conocían de cerca se reirían ante tal suposición. Era alguien a quien le gustaba más actuar que planear, de carácter noble pero impulsivo. En contraste con sus compañeros líderes, le encantaba ir contra la corriente, lo que a menudo causaba dolores de cabeza a sus congéneres. Pero cuando llegaba el momento crucial, nadie, ni siquiera Toshiue, quisiera tener a este hombre como enemigo. Cuando la facción de su clan, comandada por su padre en ese entonces, decidió asentarse en la pequeña aldea de Jofuku, ubicada en las costas del país del fuego, nadie esperaba que años más tarde, bajo el mando del pelirrojo de grandes músculos, se convertirían en la rama con el mayor ejército del clan.
Para aquellos que conocían a Riku, aquello no resultaba sorprendente. Era un líder con cualidades excepcionales, un imán para aquellos que valoraban la lealtad inquebrantable y el respeto mutuo. Aunque a veces podía mostrar cierta avidez por los placeres mundanos, esta característica solo aumentaba la admiración que sus soldados tenían por él.
Su carismática figura, sin embargo, no pasó desapercibida para el resto de los líderes Uzumaki. En sus mentes, existía la preocupación real de que alguien como Riku pudiera intentar un golpe de estado en el futuro, dado su poder, recursos y ejército. Siendo hijo único, no podían convencer a su hoy día difunto padre de que pasara el título de líder a otro hijo, y el asesinato era una posibilidad que nadie quería considerar.
Los que conocían a Riku de cerca sabían que ese no era su estilo. Le gustaba ser seguido, pero no a través de la fuerza o la humillación. Sin embargo, en ese tiempo, la preocupación era real. Afortunadamente o desafortunadamente, según la perspectiva, una solución viable llegó del líder Uzumaki que había elegido asentarse en Tanzaku: Uzumaki Asahina, el padre de Mana. Había propuesto, como forma de mantener a Roku leal, un matrimonio entre los clanes. Curiosamente, también había propuesto a Mana, cuya lealtad al clan era bien conocida.
No fueron tiempos fáciles para Mana ni para Riku cuando vieron impotentes cómo sus padres firmaban ese acuerdo de matrimonio. Ambos viejos estaban secretamente intrigados por la idea de formar la facción Uzumaki más fuerte dentro del clan. Sin embargo, en un giro inusual de los acontecimientos, lo que parecía una maldición se convirtió en una verdadera bendición. Aunque los primeros meses de matrimonio fueron difíciles, Riku tuvo mucha paciencia con su nueva esposa, secretamente fascinado por la forma en que ella desafiaba las expectativas. Con el tiempo, llegaron a importarse el uno al otro lo suficiente, y el resto, como dicen, es historia.
— ¿Creías que te iba a dejar sola con estos idiotas? — preguntó Riku, señalando a Kenjin, quien lucía una mueca extraña tras ser ignorado durante tanto tiempo. Kenjin hizo una mueca de desagrado al sentirse señalado por Riku.
— ¿Hablas de mí, Riku-san? — cuestionó visiblemente ofendido el otro pelirrojo, quien no estaba acostumbrado a ser ignorado.
— No te preocupes, ni tú ni Toshiue están tan mal. La otra hermana tampoco. Son los otros dos idiotas los que no me fío. Francamente, fuera de Kushina, todos ustedes me dan cosa, jajaja — explicó Riku con su usual honestidad, mientras Kenjin parecía haber perdido su entusiasmo inicial.
Mana no pudo evitar reír por lo bajo ante la expresión desolada de Kenjin. Nunca lo admitiría en voz alta, pero la presencia de su esposo le había dado el valor para enfrentar lo que estaba a punto de hacer: mentirle en toda la cara al líder de los Uzumaki y a los hijos de este. Había dedicado un día entero para viajar desde el País de los Fideos hasta la capital del País del Fuego. Aunque había informado a Toshiue de su llegada anticipadamente, sabía que él querría respuestas sobre por qué regresaba sin Kushina.
— Las cosas que hago por la amistad — pensó, sintiéndose cansada a pesar de que la reunión aún no había comenzado.
Maldijo en voz baja tanto a Kushina como a Minato, recordando cómo había terminado su reunión con la Uzumaki de Konoha. En honor a la verdad, había salido barato, ya que había logrado mantener la amistad de su mejor amiga. Sin embargo, Kushina la había vuelto a colocar en una situación sumamente problemática.
┌─────◦(● ̄(Flashback) ̄●)◦─────┐
El oscuro velo que envolvía la consciencia de Mana comenzó a disiparse lentamente. Una débil luz se filtraba a través de sus párpados cerrados y sonidos distantes llegaban a sus oídos. Intentó moverse, pero su cuerpo se sentía pesado y adormecido.
Poco a poco, su mente se aclaró y se encontró tumbada en una cama, con el familiar aroma de hierbas medicinales llenando el aire. Abrió los ojos con esfuerzo y se encontró con el techo de una habitación desconocida. La confusión y el dolor se arremolinaron en su cabeza mientras trataba de recordar lo último que había ocurrido.
— ¿Dónde estoy? —susurró, más para sí misma que para cualquier otra persona.
Intentó moverse de nuevo y esta vez logró incorporarse lentamente. Cada músculo de su cuerpo protestaba por el dolor, pero estaba decidida a entender su situación. Observó la habitación con detenimiento, recordando cómo había llegado hasta allí.
— La pelea... el relámpago amarillo…. Kushina... — murmuró, los recuerdos volviendo a su mente como piezas de un rompecabezas que se ensamblaban lentamente.
Recordó la intensidad de la confrontación, las palabras hirientes y la explosión de emociones que parecían haberse desatado. También recordó haber perdido la consciencia, pero no sabía cómo ni cuándo.
— Necesito encontrar a Kushina. Tenemos que hablar. — Susurró consigo misma mientras intentaba ponerse de pie, luchando contra la debilidad que la mantenía en la cama. Sabía que no podía posponer esta conversación más tiempo.
El mundo a su alrededor se tambaleaba mientras se levantaba, su cuerpo aún se estaba recuperando del impacto de la explosión. Pero la determinación brillaba en sus ojos mientras se preparaba para enfrentar lo que vendría. Sabía que tenía que disculparse y que debía intentar salvar su amistad con Kushina. Era una tarea difícil, pero estaba dispuesta a hacer todo lo posible para lograrlo.
A paso lento pero decidido, Mana logró levantarse de la cama. Cada movimiento era un recordatorio del enfrentamiento y de la necesidad de reparar las relaciones fracturadas. Se apoyó en la pared, utilizando su propio cuerpo como sostén mientras caminaba hacia la puerta de la habitación.
Se encontró en la misma sala donde había ocurrido la pelea la noche anterior. Sobre la mesa se encontraba la anciana Mikami bebiendo una taza de té con una expresión indiferente en su rostro.
— Has despertado — declaró con una expresión plana. — Eres bastante resistente, no pensé que despertarías hasta entrada la noche — comentó ligeramente sorprendida, mirándola de forma seria.
— ¿Dónde está Kushina? — preguntó Mana con determinación, ganándose un bufido de la anciana.
— Está afuera mirando las olas, lo hace mucho últimamente, dice que calman al bebé — explicó encogiéndose de hombros la anciana.
Mana no respondió, simplemente comenzó a caminar hacia la salida de la choza. Sin embargo, antes de que pudiera salir, la anciana le dedicó unas últimas palabras.
— No soy quién para meterme en relaciones ajenas. Personalmente no me importa, pero solo espero que, si vas a hablar con ella, no sea para causarle otro disgusto. Se ve que eres una buena niña. No cometas alguna estupidez que pueda costarte caro — declaró esta vez de manera un poco más amenazante.
La Uzumaki ni siquiera le dedicó una mirada a la anciana, solo levantó el brazo en señal de que la había escuchado. Sin dignificarla con otra respuesta, salió de la cabaña a paso firme. A diferencia de la noche anterior, en ese momento la aldea estaba en bastante movimiento. Los niños iban y venían jugando y corriendo, mientras los civiles, tanto hombres como mujeres, hacían sus actividades diarias. Algunos la miraban con expresiones confusas, claramente extrañados por la presencia de un extranjero. En este momento, poco o nada le importaba. A lo lejos, pudo ver la inconfundible cabellera roja de su mejor amiga, quien se encontraba sentada sobre la arena, mirando las olas con una expresión nostálgica.
Se acerco de forma cautelosa para posteriormente sentarse a su lado, la pelirroja de Konoha ni siquiera le dedico la mirada, un silencio incomodo cayó sobre ambas.
La brisa marina acariciaba las mejillas de ambas mujeres mientras permanecían en un silencio incómodo. Kushina mantenía la vista fija en el horizonte, sus ojos perdidos en un mar revuelto que parecía reflejar el torbellino de emociones en su interior.
— No sabía que te gustaba el mar — rompió el silencio Mana, intentando aligerar el ambiente pesado.
Kushina permaneció en silencio durante lo que parecieron horas, como si estuviera reviviendo recuerdos de antaño en las olas que se mecían ante ellas.
— Incluso en Uzu, cuando éramos niñas, me daba igual. Antes de que me enviaran a Konoha, nuestros padres solían llevarnos a las costas de la isla de paseo, ¿lo recuerdas? — preguntó Kushina, sus ojos perdidos en esos tiempos más simples y felices.
— Claro que lo recuerdo —bufó Mana, reviviendo aquellos momentos. —Eras un peso muerto en el agua. ¿Recuerdas tu intento de broma hacia Kenjin? —
— Sigo insistiendo en que ese enano engreído me jugó sucio — infló los cachetes con disgusto, recordando las travesuras de su hermano.
— Trataste de arrastrarlo al agua fingiendo ser un cocodrilo — recordó Mana, con paciencia—. Terminaste ahogándolo a él y a ti misma. No empecemos con la vez que casi te matas en el chapoteadero con un salvavidas.
La risa surgió entre ambas amigas, rompiendo la tensión del momento. A pesar de las dificultades y malentendidos, aquellos recuerdos compartidos aún tenían el poder de unirlas.
La risa se desvaneció, y una mirada seria se cruzó entre ellas. Mana sabía que era el momento de disculparse, pero las palabras que le brotaron no fueron de disculpa, sino de determinación y protección.
— Voy a protegerlos, Kushina. A ti y al bebé, de ser necesario incluso al Namikaze, no importa si tiene que ser de Konoha o incluso de nuestro clan, sobre mi cadáver van a actuar contra ustedes — el fuego en su mirada era tal que Kushina no pudo evitar conmoverse.
La madre primeriza no pudo estar enojada con su amiga después de escuchar esas palabras. Sabía que, a pesar de las dificultades para expresarse, Mana era leal y protectora, dispuesta a enfrentar cualquier desafío por aquellos que amaba.
— ¡La comida esta lista! — el grito de la anciana rompió el cómodo silencio que se había formado entre ambas mujeres.
¡GRRRRRRR!
Como si aquello fuese una señal el estomago de Kushina rugió, la mujer Uzumaki ya podía sentir al pequeño Naruto dando pataletas en el vientre, si no lo supiera mejor pensaría que tal vez, solo tal vez, el pequeño también sentía hambre en la misma forma que ella, pero según Tsunade aquello no debería ser posible, aunque le gustaba creer que así era.
— Por cierto… — hablo Mana totalmente ignorante de los pensamientos de su amiga. — ¿Quién demonios es esa anciana? — los temas a tratar con Kushina habían sido tantos que casi se le había olvidado aquel detalle.
— Ohhh ella es Mikami-oba-san, la conocí en esta aldea, se que tiene cara de tener mal genio, pero es buena persona — explico Kushina ignorando olímpicamente la expresión incrédula de la Uzumaki.
— ¿Buena persona? Casi me rompe el cráneo con ese bastón — exclamo sobando su cabeza recordando el poderoso golpe que le había propinado la anciana.
— Siendo justos Mana-chan te paraste frente a su casa y desataste tu chakra — explico pacientemente Kushina aunque secretamente riéndose de lo ridículo de la situación.
— Tu lo dices porque a ti no te pego — acuso con un tono inusualmente infantil antes de ensombrecer nuevamente su mirada. — ¿Estas segura de que puedes confiar en ella Kushina? Sabes bien que soy una de los mejores sensores del clan, pero incluso yo no puedo sentir chakra alguno saliendo de ella, sin mencionar que con su edad no debería moverse tan rápido, no es normal, hasta donde sabemos podría ser un espía enemigo de otra aldea — explico con toda la seriedad posible ya que sentía que había algo mucho mas profundo en la anciana de lo que se podía ver a simple vista, sin embargo, Kushina parecía demasiado tranquila ante sus preocupaciones.
— Yo también lo pensé cuando la conocí, pero es muy improbable. Según lo que me dicen los lugareños de esta aldea, la anciana Mikami es la más vieja entre todos ellos. Lleva aquí incluso antes de que fundaran esta villa, hablamos de un tiempo incluso un poco anterior a la fundación de las aldeas shinobi. Es imposible que sea una espía y, aunque lo fuera, es improbable que se mantuviera tantos años aquí. Hablamos de que tal vez sea mucho más vieja que Onoki, especialmente si está aquí incluso desde antes que existieran aldeas ninja — explicó Kushina mientras caminaba hacia la choza, ignorando la mirada perpleja de Mana ante su explicación.
— ¿Mucho más vieja que Onoki? No debería siquiera poder caminar, mucho menos pegar tan fuerte — exclamó incrédula Mana ante esa información.
— Tal vez sea una pariente lejana nuestra — comentó Kushina a forma de broma. — No sería extraño. Nuestro clan tuvo muchos exiliados en el pasado. De hecho, es una broma común en esta aldea decir que ella terminará enterrándolos a todos — se rió de su propia broma, sabiendo que si Mikami la escuchara, le pegaría igual o más fuerte que a Mana con el bastón.
— Ciertamente eso explicaría su temperamento — comentó Mana, estremeciéndose ante la mirada que le dedicó cuando despertó. — ¿No tiene familia? — no pudo evitar preguntar genuinamente curiosa.
— No habla mucho del tema. Solo una vez me dijo que hace muchos años tuvo un hijo y una nuera. Ambos murieron y su único nieto también murió años después en el campo de batalla. Pensaba llevármela a Konoha conmigo en cuanto pueda volver. Ha hecho mucho por mí y no me gustaría que muera sola aquí — explicó Kushina de forma seria, pero con una expresión triste.
Un poco de simpatía surgió en el corazón de Mana al escuchar aquella historia. No le caía bien la anciana, pero aquel destino tan negro no era algo que le desearía ni a su peor enemigo. No podía imaginar el dolor de aquellos padres que debían enterrar a sus propios hijos. Pero perder a su único nieto, que era prácticamente su último legado, podía desgarrar a cualquiera. Ver que aún con eso, la anciana había sobrevivido tanto tiempo y se había mantenido fuerte, había hecho surgir en Mana un mínimo de respeto por su figura.
Por su parte, Kushina no podía dejar de reflexionar sobre lo mucho que le debía a la anciana. En una aldea donde raramente se veían forasteros, su infiltración no había sido fácil. Contar con el respaldo de alguien tan respetada entre los aldeanos había evitado muchas preguntas incómodas sobre su presencia. Incluso en el ámbito médico, la mujer mayor había resultado ser una bendición disfrazada. Aunque Tsunade tenía las mejores intenciones, viajar periódicamente al país para verificar su estado médico y el de Naruto no era fácil. Ahora que sabía que Mana había podido localizarla rastreando a la última Senju, las apariciones de Tsunade serían aún menos frecuentes. Además, con sus fobias hacia la sangre, tendría muchas dificultades durante el parto. En cambio, la anciana Mikami tenía amplios conocimientos de las hierbas medicinales de la zona, además de ser una partera experimentada que había supervisado la mayoría de los partos en esa pequeña aldea.
Ambas mujeres corrieron hacia la casa, saboreando la deliciosa comida que preparaba la anciana. Si alguna de las dos hubiera mirado nuevamente hacia el mar, se habría dado cuenta de los varios pares de ojos asomándose desde el mar, observándolas con nostalgia. Del mismo modo, si hubiesen prestado más atención, habrían notado que en la ventana de la pequeña choza se encontraba la anciana observando esos mismos ojos con una expresión seria.
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— Hemos llegado, Mana-san — declaró la voz de Kenjin, sacándola de sus recuerdos.
La mujer Uzumaki había estado tan perdida en sus pensamientos que no se había percatado de que ya habían empezado a caminar hacia el interior del recinto del jefe de clan. Se encontraban frente a una pequeña habitación tradicional de tatami, típica en la mayoría de los recintos de clanes. El hijo del líder del clan llamó y no tardó en recibir respuesta.
— ¡Entren! — ordenó una voz autoritaria desde el interior, instándolos a entrar.
Mana soltó un pesado suspiro mientras observaba cómo Kenjin deslizaba lentamente la puerta corrediza con un gesto dramático y exagerado que en ese momento hacía parecer que estaba compareciendo ante un tribunal en lugar de simplemente presentar un informe. Le resultaba difícil entender por qué solo estaban presentes los hijos de Toshiue, excluyendo a Kushina. Además de tal vez una de las hermanas de Kushina, el propio Toshiue y el anciano Bumi, prácticamente nadie en la familia parecía tener algún afecto real hacia Kushina. Si no supiera que le iba a mentir en toda su cara al patriarca de los Uzumaki, quizás se daría el lujo de sentirse ofendida por semejante recepción.
— Relájate, no sé qué está pasando, pero sabes que pase lo que pase, estaré aquí contigo — habló su marido, posando su mano sobre su hombro y dedicándole una sonrisa conciliadora.
Las palabras de Riku fueron justo lo que Mana necesitaba. Con una expresión determinada, se abrió paso a través de la puerta, dispuesta a enfrentarse a la familia principal del clan Uzumaki, uno de los clanes shinobi más poderosos del País del Fuego.
La sala de reuniones del clan no era ni la mitad de imponente de lo que muchos imaginarían. Muchos podrían decir que parecía demasiado cómodo para tratar asuntos de alta importancia. Era una estancia sencilla con pequeños cojines en el suelo para que los asistentes se acomodaran. Frente a estos cojines, se distribuían bandejas de madera con alimentos y bebidas para degustar durante las reuniones. La puerta que daba al exterior estaba abierta, ofreciendo una hermosa vista de los jardines de sakura y el estanque de peces Koi. Más que una sala de reuniones, parecía un lugar para relajarse. Sin embargo, la tensión en la sala era palpable desde el momento en que llegaron.
Los presentes, excluyendo a los tres recién llegados, sumaban cuatro personas en total. Mana hizo una reverencia al líder del clan, que se encontraba en el centro de la sala, marcando su posición como jefe de la familia.
— Llegas temprano, Mana-san. Agradezco mucho que te hayas apresurado por llegar aquí. Significa mucho para mí — habló la profunda y autoritaria voz de Uzumaki Toshiue, resonando en toda la habitación.
Con total franqueza, Uzumaki Toshiue, el patriarca del clan Uzumaki, emanaba una imponente presencia. Sobresalía en altura, llevando consigo el distintivo cabello rojo heredado de su linaje. Sus ojos morados, reminiscentes de su hija Kushina, parecían contener un abismo de determinación y autoridad. El peinado que portaba recordaba al legendario Namikaze Minato, sin embargo, carecía de los característicos flequillos que enmarcaban el rostro del infame jounin de Konoha. A pesar de estar en la cúspide de sus casi 60 años, mantenía un semblante juvenil, testigo de la fortaleza de su sangre uzumaki. Sobre su frente llevaba con honor una banda ninja, un vestigio vivo de la extinta Uzushiogakure, como símbolo de su linaje y legado. Su presencia en la sala confería un aire de poder y respeto que se dejaba sentir por todos los presentes.
— Toshiue-sama — saludó Mana con respeto al líder del clan mientras se acomodaba en uno de los cojines dispuestos en el piso.
— Tou-san — saludó rápidamente Kenjin para luego tomar asiento al lado de una de sus hermanas.
Riku, por su parte, simplemente asintió con la cabeza en saludo a su líder y se recargó en la pared detrás de su esposa. Si esta acción afectó al patriarca de los Uzumaki, no lo demostró; su expresión se mantenía neutra, imperturbable como un bloque de hielo. Por otro lado, Mana notó que los dos hijos más problemáticos de Toshiue estaban claramente ofendidos por la falta de respeto hacia su padre.
— ¿Quién te crees que eres, bruto? ¿Faltarle al respeto a tu líder en su propia casa? ¿No tienes vergüenza? — exclamó la voz joven de una mujer que no parecía tener más de 16 años.
— Cálmate, Hoshimi. Sabes bien cómo es Riku-san de brusco. Estoy segura de que en ningún momento buscó faltarle el respeto a Tou-sama, ¿no es así, Riku-san? — intervino otra mujer de la misma edad que Kushina, con voz tranquila y un aire maternal en su tono.
— Estoy de acuerdo con Hoshimi en esto, Rushana — habló la voz grave de otro joven que aparentaba tener unos 28 años. — Parece que los subordinados han olvidado lo que es el respeto hacia sus líderes. Harías bien en no olvidar algo tan básico, Riku-san — declaró el joven, dejando entrever una amenaza en sus palabras.
No era precisamente un buen augurio que aún no hubiera comenzado la reunión y Mana ya sintiera el profundo deseo de arrancarse el cabello mientras se mordía el labio inferior, claramente frustrada. Esto era lo que temía: cada vez que los hermanos de Kushina se reunían en un mismo lugar, dichas reuniones rara vez terminaban bien. Miró con desdén a los tres responsables de su próximo dolor de cabeza.
En la mente de Mana, la hija menor de la familia principal, Uzumaki Hoshimi, era una mocosa mimada; no había otra manera de describirla. Era una adolescente de apenas 16 años, con el característico cabello rojo del clan. Aunque ligeramente más corto que el de sus hermanas, no era menos cautivante a la vista. A diferencia de Kushina, lo tenía amarrado en una coleta alta, dejando el resto fluir por su espalda de forma rebelde, mientras que el resto enmarcaba su rostro con dos mechones. Sus ojos, en contraste con la mayoría de sus familiares, eran de un color verde amarilloso. Aunque no ostentaba la vara más alta en términos de poder crudo, eso no la hacía menos peligrosa. Inteligente, astuta y despiadada, era la clase de kunoichi que optaría por cualquier medio necesario para cumplir su misión.
Sin lugar a dudas, la más apacible en el torbellino familiar de los Uzumaki era, con creces, Uzumaki Rushana, la hermana melliza de Kushina. Desde la perspectiva de Mana, esta joven poseía un don legendario para mantener la calma y la serenidad. No obstante, quienes realmente conocían a Rushana entendían que, cuando algo la molestaba, su reacción era tan temible que incluso su propio padre se refugiaba como un gato aterrado. Dado el temperamento de la familia, era un auténtico milagro que no hubiera acabado con alguno de ellos con sus propias manos.
Rushana, de estatura media, compartía con su hermana los característicos cabellos rojos del clan Uzumaki. Aunque llevaba su larga cabellera en una coleta alta al igual que su hermana menor, la diferencia radicaba en que ella mantenía su peinado de manera impecable, dejando que el largo alcanzara casi hasta sus rodillas. Sus rasgos faciales, ligeramente más delicados que los de su melliza, le otorgaban una apariencia distintiva. Con frecuencia, era la persona a la que muchos recurrían en busca de consejo, confiando en su juicio y su prometedora habilidad médica. Aunque aún no había alcanzado la reputación de leyendas como Tsunade, su talento era innegable y con el tiempo, podría equipararse algún día con la legendaria perdedora.
La mirada gélida de Mana se posó en Kagetsu, el hermano mayor de los Uzumaki, un enigma en sí mismo para la pelirroja. Durante su infancia, él había sido el hermano mayor preocupado por todos, pero ahora, observándolo, se cuestionaba si alguna vez lo había conocido realmente. Kagetsu era considerado atractivo por la mayoría de las mujeres: alto, atlético, de complexión delgada pero fuerte. A diferencia de muchos Uzumaki, su cabello rojo estaba peinado de manera ordenada, con lados ligeramente recortados en un estilo desvanecido. Sus rasgos faciales eran más afilados que los de sus hermanos, y sus ojos violetas siempre brillaban con una mirada calculadora.
Describir sus talentos requeriría tiempo. Sin embargo, la mayoría de los miembros del clan no cuestionaban la afirmación de que Kagetsu era posiblemente el Uzumaki más fuerte vivo en ese momento, incluso más que su propio padre. Algunos consideraban que no había mucha diferencia entre las habilidades de Kagetsu y Riku, otro fuerte candidato a ser el más poderoso del clan. Solo los ancianos del clan dudaban que alguno de estos dos jóvenes pudiera realmente reclamar el título de "El más fuerte de los Uzumaki". Aun así, no dudaban de que ambas promesas eran poderosos shinobi por derecho propio. Los más optimistas incluso pensaban que podrían llegar a ser los Namikaze Minato del clan Uzumaki, otro poderoso shinobi cuya infame reputación había llegado a los confines del mundo shinobi, una afirmación que tal vez se pondría a prueba algún día.
La mirada aterrada de Mana se posó en su esposo, temerosa de que cayera ante las provocaciones del hermano mayor de Kushina. Nunca se habían llevado bien, y para su sorpresa, Riku parecía estar completamente ajeno al alboroto que los hijos de Toshiue estaban armando. El hombre de fuertes músculos estaba distraído, mirándose las uñas como si eso fuera lo más interesante del mundo.
—¿Ahhh, ¿era conmigo? — cuestionó, soltando una risa nerviosa y rascándose la cabeza ante la mirada incrédula de los presentes. —Disculpen jaja, no los escuché, ¿dijeron algo? — preguntó con una sonrisa inocente que enfureció a los presentes.
Al ver la mirada furiosa de Kagetsu y Hoshimi, Riku se dio mentalmente una palmadita en la espalda. Había aprendido ese truco en el camino hacia la capital, de un pequeño niño de Konoha que le había hecho exactamente lo mismo a otro pequeño con cabello de tazón. Hizo una nota mental para buscar al niño y enviarle un bonito regalo. Ver a Kagetsu, quien siempre parecía imperturbable, hacer esa expresión valía toda la pena del mundo.
—¿Cómo te atreves? — siseó Kagetsu en voz baja. Aunque no elevó la voz, la furia en sus palabras era evidente.
Un aire helado llenó la habitación de repente. Kagetsu estaba liberando un poco de su intención asesina. Su mirada gélida habría intimidado a cualquier hombre menor, pero Riku, aún sonriendo serenamente, estaba lejos de ser un hombre menor. A diferencia del hijo de Toshiue, no estaba elevando su intención asesina; simplemente se mantenía cruzado de brazos, mirando fijamente al otro hombre. Era igualmente intimidante.
Los presentes observaron con temor la interacción entre los dos hombres de cabello rojo. Sabían que no se llevaban nada bien. Este tipo de enfrentamientos no eran nuevos, pero lo inusual era que Riku no respondiera a la provocación, y aún más inusual que Kagetsu la iniciara frente a su propio padre. Solo dos personas presentes entendían que, en el gran esquema de las cosas, Kagetsu tenía motivos genuinos para sentir ese odio irracional hacia Riku. Sin embargo, esa es otra historia.
— Detente, Kagetsu — ordenó Rushana, quien como siempre era la voz de la razón entre los presentes, poniéndose de pie y mirando firmemente a su hermano mayor.
Kagetsu no dirigió la mirada a su hermana. Su total atención estaba en el otro Uzumaki, quien le devolvía la mirada con aparente tranquilidad.
— Riku... — susurró en voz baja Mana hacia su marido, con una expresión temerosa. Sin embargo, el hombre le sonrió amablemente, indicándole que todo estaría bien.
En ese momento, un poderoso chakra se hizo presente en toda la habitación. El piso se cuarteó, los peces en el estanque brincaron en el agua visiblemente temerosos. Todas las miradas se posaron en Uzumaki Toshiue, cuya mirada helada estaba puesta en su primogénito. Un aura azul rodeaba al Uzumaki mayor, quien a pesar de verse superado por ambos jóvenes, se mantenía firme con la dignidad de un verdadero líder de clan.
— No te permito armar alboroto en mi casa, Kagetsu — declaró el líder de los Uzumaki con autoridad, para nada intimidado por la mirada rabiosa de su primogénito.
— Pero, padre... — quiso alegar Kagetsu con rabia en su voz, pero su padre interrumpió cualquier queja que fuese a salir de su boca.
— Tampoco permito que pongas en tela de juicio la jerarquía de esta familia. Aunque seas mi hijo, no olvides que aún eres solo un miembro más de mi clan. Riku sigue siendo tu superior en rango y yo tu líder de clan. Nuestra interacción no es de tu competencia. No olvides tu lugar. ¿Soy claro? — rugió su poderoso padre con una mirada feroz que Uzumaki Mana había visto muchas veces en su propia Kushina.
El hijo mayor, por un breve instante, parecía que iba a discutir. Apretó los puños con ira contenida, mirando con rabia pura a su padre. El Uzumaki mayor, lejos de intimidarse ante esto, no hizo más que desatar aún más chakra, ignorando la incomodidad de todos los presentes, exceptuando a Riku, que mantenía una expresión neutral.
— Te pregunto de nuevo, ¿soy claro? — exigió una pronta respuesta, mirando de forma intensa a Kagetsu.
— Sí, padre — dijo finalmente el primogénito después de un muy largo silencio, y procedió a sentarse mientras se cruzaba de brazos, tratando de mantener su dignidad.
El Uzumaki mayor asintió complacido y dedicó una rápida mirada a su hija menor, que decía claramente "Lo mismo va para ti", la cual tuvo la decencia de tragar duramente, mirando el piso como si fuera lo más interesante.
— Puedes sentarte, hija mía — llamó el líder de clan a Rushana, antes de enfocar su mirada en Riku. — Me disculpo por este pequeño teatro, Riku. Claramente me falta imponer más disciplina en mi casa — declaró Toshiue, visiblemente avergonzado, ignorando la mirada ardiente de sus dos hijos problemáticos. — De igual forma, agradezco que no hayas respondido a las provocaciones de mi hijo. Amenazar a otro líder de nuestra familia es algo serio. Pudiste haber respondido y no hubiera habido alguna consecuencia. Te lo agradezco — el líder de los Uzumaki era alguien terco, frío y testarudo, sin embargo, incluso dicho hombre tenía la cualidad inusual de tener honor, algo nada común entre los shinobi.
— No hay nada que perdonar, Toshiue-san — dijo simplemente Riku, sin saber cómo interpretar que el padre de un miembro tan antagónico en el clan se disculpase de esa forma e incluso pareciera genuinamente avergonzado de las acciones de su vastago.
Todos los presentes, Mana incluida, dieron un suspiro de alivio después de aquel tenso momento. Kenjin prácticamente se abrazaba a sí mismo, aliviado de haber sobrevivido a los primeros minutos de esa reunión intensa. El patriarca de los Uzumaki dirigió nuevamente su atención hacia Mana, luciendo un poco más amable.
— Creo que es hora de escuchar tu informe, Mana-san. Tu carta solo indicaba que encontraste a Kushina y que se encontraba bien. Eso me calmó mucho, a decir verdad. Aunque me gustaría saber por qué no vino contigo. Por favor, danos tu informe detallado — solicitó el líder del clan, mirando directamente a los ojos a la mujer más joven.
— Llegó la hora — pensó Mana, haciendo un gran esfuerzo para no intimidarse ante la intensa mirada del Uzumaki mayor. — Tal como indicaba la misión, seguí los rastros del chakra de Tsunade que Kagetsu-san detectó en las fronteras con Udon no kuni. El país no destina muchos recursos para proteger sus fronteras, así que no me fue complicado infiltrarme — comenzó la Uzumaki de forma seria el informe.
Los presentes asintieron ante esto, ya que era lo que se esperaban. El país de los fideos, en el gran esquema de las cosas, no era un país lo suficientemente importante como para ser víctima de una invasión o una infiltración. Por lo tanto, gastar recursos en proteger dichas fronteras era considerado innecesario por los líderes de dicho país.
— No me tomó mucho tiempo contactar con Kushina. Se encontraba infiltrada en una de las tantas aldeas pequeñas del país. Pude confirmar que se encontraba a salvo y que, de hecho, su desaparición no era parte de algún plan secreto de Konoha para convertirla en un arma, como pensábamos al principio — explicó, esperando con esto calmar un poco el ambiente tenso en la habitación.
Al escuchar este último detalle, Uzumaki Toshiue no pudo contenerse de soltar un suspiro de alivio ante esta noticia. Aquella posibilidad había sido la mayor de sus preocupaciones. La relación entre él y su hija mayor no era buena, eso él mismo podía admitirlo. Ponerlos a los dos en la misma habitación era como poner a dos gatos a pelear por un pedazo de pescado, ninguno dispuesto a doblegarse ante el otro en sus opiniones. Su hija era demasiado terca para su propio bien, cosa que siendo el destino tan cruel había heredado de él. Sin embargo, seguía siendo su hija y sería un día frío en el infierno si permitía que Konoha hiciera lo que quisiera con ella. Aunque dicho eso, muy en el fondo, se sentía algo decepcionado de sí mismo, ya que una vez más se había equivocado con dicha aldea.
— Ya viste, Tou-san, te dije que estabas exagerando. Kushina puede cuidarse perfectamente ella sola — declaró Rushana, mirando con sorna a su padre, el cual, tratando de mantener su dignidad, no miró a su hija.
— No eran exageraciones, Rushana — reclamó Hoshimi, ofendida, ya que había sido ella quien le había metido esa teoría en la cabeza a su padre. — Iwa y Kumo tienen Jinchurikis capaces de transformarse en bijuu totalmente. No era descabellado pensar que Konoha, siendo rival de años de esos dos, hubiese intentado obtener los mismos resultados — defendió su posición la más joven de la sala, secretamente molesta de haberse equivocado.
— Sin embargo, también recuerda que el sello de nuestra hermana fue hecho por la propia Uzumaki Mito, cuya postura de cómo debía ser un jinchuriki estaba más destinada a contener el poder que a utilizarlo, Hoshimi — explicó pacientemente Kenjin, fascinado por esa conversación. — En el mejor de los casos, Kushina podría entrar en la primera etapa del manto del zorro, pero nunca podría transformarse totalmente en bijuu, ya que el sello habría retenido la transformación. Konoha sabe perfectamente esto, así que dudo que hubiesen gastado tiempo y recursos en algo así, cuando nuestra hermana les es más útil tal como está, conteniendo el poder de los jinchuriki enemigos con sus cadenas — aclaró de forma sería el segundo hijo de Toshiue.
Los presentes asintieron ante esa explicación por parte de Kenjin. Aquello, en realidad, sonaba muy coherente. Los rumores de cómo Kushina había utilizado pocos días antes de su desaparición sus Kongo Fusa para someter a los dos jinchuriki de Iwa, ambos poderosos shinobi, habían llegado hasta los confines de las naciones shinobi. Era más impactante aún por el hecho de que poco tiempo antes, los propios Namikaze Minato y Jiraiya de los Sannin, junto a otros dos Jounin, habían tenido que escapar de los mismos jinchuriki al verse superados por aquellos dos monstruos.
— Luego de finalmente reunirme con Kushina y poder confirmar que su desaparición no era algún plan por parte de Konoha, intenté que me explicara el porqué de su desaparición tan repentina y el secretismo tras esta — continuó su relato Mana, llamando la atención de todos los presentes. — En principio, no quiso dar muchos detalles. Según parece, su presencia en Udon era por una misión ultra secreta. Los detalles, según ella, están clasificados y no podía compartirlos más que con unos cuantos involucrados, ya que de filtrarse la información podía causar grandes problemas en el país. Apenas aceptó darme un resumen muy básico sin información relevante — explicó Mana, esta vez un poco nerviosa, esperando las reacciones de los presentes ante tales declaraciones.
Tal y como Mana esperaba, las reacciones entre los miembros del clan fueron muy dispares. Tanto Rushana como Kenjin, siendo los más coherentes en la habitación, asintieron con solemnidad. Ambos conscientes de que, a pesar de ser del mismo clan, Kushina era una kunoichi de Konoha y no podía revelar información confidencial ni siquiera a su propia familia. El patriarca de los Uzumaki, por su parte, no se sentía nada contento por esta respuesta. La parte de él que era el líder de un poderoso clan shinobi podía entender la postura de su hija e incluso lo aprobaba. Los shinobi de alto rango muchas veces tenían que cargar con los secretos de su aldea, revelarlos incluso a su propia familia podía considerarse traición a la patria dependiendo de qué tan sensible fuese la información. El padre preocupado en su ser estaba furioso por la desfachatez de su hija al tenerlo preocupado, frustrado por el hecho de no tener ni idea de qué hacía sola en otro país sin respaldo alguno. Esta parte suya estaba maldiciendo a Sarutobi por poner en tal posición a su hija. Después de todo, estaban en guerra y dudaba que aldeas como Kumo hubiesen renunciado del todo a poseer los poderes especiales de los Uzumaki en su aldea.
— El patriarca de los Uzumaki, después de unos minutos, asintió para sí mismo, dando a entender que su lado más racional había ganado, aunque solo fuera por muy poco. Sin embargo, aquellos que bajo ningún contexto se habían tomado bien esta información eran Kagetsu y Hoshimi. Estaban furiosos ante la desfachatez de su hermana de negarles información de alta importancia. En la mente de la más joven de los hermanos, la prioridad de Kushina debía ser el clan, y el negarles información en sus ojos bien podía ser considerado traición.
Sin embargo, era Kagetsu quien se había tomado de manera más personal aquella afirmación. En honor a la verdad, el primogénito de la familia principal era leal a su clan, eso era indiscutible, ya que aspiraba a convertirse en el líder del mismo. Sin embargo, su ideal de lealtad rozaba peligrosamente el fanatismo. En la mente de Kagetsu, los Uzumaki debían estar en la cima de la jerarquía, no Konoha, y secretamente llegó a considerar ni siquiera al Daimyo. Dichos ideales compaginaban con que él creía que los Uzumaki debían tener un solo líder en lugar de cinco. Los miembros del clan debían mantener lealtad y devoción a su líder de clan de manera ciega.
En la mente de Kagetsu, en el momento en que su padre solicitó la información a Kushina a través de Mana, su hermana debió haberla proporcionado inmediatamente, dejando automáticamente de lado su lealtad a Konoha y priorizando la lealtad hacia el clan. El no hacerlo la convertía en una traidora, aunque en sus ojos ella ya lo era desde que decidió mantenerse como kunoichi de Konoha en lugar de regresar con el clan.
— Algún día responderás por tus pecados contra tu clan, querida hermana… — pensó el pelirrojo. Sin embargo, sabiamente eligió no expresarlo, sabiendo que, por el momento, no valía la pena tener otra discusión con su padre.
— Según me explicó Kushina… — decidió continuar Mana al ver que nadie explotaría de momento. Hoshimi parecía querer decir algo, pero una mirada helada de su hermana mayor ahogó cualquier queja que pudiese haber dicho. — Desde hace unos meses, el Hokage y Jiraiya han estado tratando de localizar una posible fuga de información en todo el país. Como todos ustedes saben, las últimas alzas en los impuestos a causa de la guerra tienen descontentos a muchos civiles y nobles. Piensan que el enemigo podría estar pagando en secreto a algunas personas clave en el país que no llamen mucho la atención a cambio de filtrar información. Hace unos meses, Iwa logró efectuar un ataque sorpresa utilizando a sus dos jinchuriki, moviéndolos a través de Taki sin que los espías de Jiraiya se enterasen hasta que fue demasiado tarde. También últimamente, las fuerzas de Kumo se han vuelto más difíciles de detectar cuando tratan de infiltrarse al país por medio de rutas secretas que no deberían conocer. Konoha, o más específicamente Shimura Danzo, tiene ojos y oídos entre casi todos los shinobi de alto rango. El hombre no dudaría en destripar a un traidor apenas lo detecte, así que tienen razones para creer que los espías podrían ser miembros de la corte real o los nobles de algún país fronterizo que están ayudando a los enemigos — explicó Mana, siguiendo la coartada que había planeado Kushina.
Por lo que la Uzumaki embarazada le había explicado, aquello no era del todo mentira. En efecto, aquel tema era una preocupación real entre los altos mandos de Konoha. El sapo sabio ya tenía identificados a la mayoría de traidores y los estaban alimentando con información falsa para que, llegado el momento, pudieran dar un golpe de gracia. La infiltración de Kushina era solo una coartada, siguiendo una supuesta pista en Udon para dar explicaciones cuando el consejo y los Uzumaki preguntasen por su ausencia en caso de tener que dar explicaciones.
Mis disculpas por el error. A continuación, aplicaré las instrucciones nuevamente con los guiones en lugar de comillas:
La historia surtió el efecto deseado, ya que por un instante pudo apreciar un dejo de preocupación en el rostro del líder del clan, así como entre los hijos del hombre. Miró por el rabillo del ojo, curiosa de la reacción de su marido y casi se palmea la frente al ver que, de hecho, este no se miraba preocupado en lo absoluto.
— Eso debió haber sido una razón mayor para informarnos, bien podríamos tener espías viviendo cerca de nosotros y no lo sabríamos — gruñó Hoshimi verdaderamente molesta, rompiendo el silencio entre los presentes.
— No es tan simple — habló para sorpresa de todos Kagetsu. — En el supuesto de que tuviésemos espías cerca de nosotros, informarnos podría accidentalmente ponerlos en alerta. Estos inevitablemente escaparían, haciendo mucho más difícil identificarlos. Con la información limitada a unos pocos, llegado el momento pueden deshacerse de todos a la vez o, si es conveniente, darles información falsa para tender un ataque sorpresa — explicó Kagetsu a su hermana menor con sabiduría.
— Tu hermano tiene razón, Hoshimi — habló Toshiue después de superar la sorpresa de ver a su vástago dando la razón en algo a su hermana rebelde. — Además nuestros tratos con Konoha al momento son mínimos, casi inexistentes, en nuestras interacciones con civiles todo el clan tiene instrucciones de no hablar de temas sensibles, pero eso es motivo de una reunión posterior. Lo que me interesa saber verdaderamente es, ¿por qué enviaron sola a Kushina? Una operación de ese tipo usualmente requeriría de un grupo más amplio — aquello en verdad había estado molestando al hombre mayor desde que Mana empezó su informe.
— Kushina me dijo que originalmente iban a enviar a un grupo de 4 personas a la misión. Sin embargo, Kushina misma solicitó hacer la misión en solitario ya que, de estar relacionados los incidentes con los jinchuriki de Iwa y los espías, temía tener que verse en una situación en la que tuviera que enfrentarlos y, de darse el caso, solo ella y unos pocos podían plantarle cara a un jinchuriki en su forma bijuu. Esos otros pocos en estos momentos son demasiado vitales en el campo de batalla así que prefirió ir sola — respondió Mana a la pregunta del patriarca de los Uzumaki.
Aquello era otra verdad a medias. En efecto, originalmente el Sandaime Hokage había estado aprensivo ante la idea de enviar a Kushina a otro país sin alguna clase de protección. Sin embargo de nuevo la guerra no estaba precisamente en un punto tranquilo. En este momento hasta los niños eran soldados demasiado valiosos como para darse el lujo de destinar recursos a una operación de la que no quería dar explicaciones más allá de las necesarias. De ahí que incluso la solicitud de Tsunade de acompañar a Kushina junto a su pequeña aprendiz, Kato Shizune, había sido denegada. En un momento tan crítico Konoha no podía permitirse el lujo de perder a su mayor médico.
Aquello, por supuesto, no hizo nada para calmar los ánimos de Toshiue. Por el contrario, pareció que aquello había tocado una fibra muy sensible.
— Si Konoha no puede proporcionarle subordinados a mi hija entonces debió acudir a mí. Hubiera bastado una simple carta y habría destinado a algunos de nuestros shinobi especialistas en infiltración — declaró Toshiue, ignorando la mirada incrédula de sus hijos, de Mana y hasta la de Riku.
— Sabes bien que Kushina se cortaría primero la mano antes de pedirnos ayuda, Tou-sama. A veces se te olvida que se parece más a ti de lo que estás dispuesto a aceptar — declaró Rushana, conociendo muy bien a su hermana melliza, ignorando olímpicamente la mirada de dolor en el rostro de su padre mientras el resto de los presentes asentía ante esa declaración. — Sin mencionar que con nuestras relaciones actuales con Konoha seríamos los últimos a quienes pedirían ayuda. No es que podamos culparlos. Aunque yo tampoco soy precisamente su fan, haz de reconocer que, a pesar de los intentos pasados del Hokage de abrir un puente diplomático con nosotros, muchos en el clan no han sido más que hostiles hacia ellos. Con ese antecedente, incluso un hombre pacifista como Sarutobi preferiría pedir ayuda a hombres cuestionables como Danzo antes que a nosotros — sentenció finalmente, esta vez con mucha más seriedad.
La sentencia de la hija mayor de Toshiue había traído reacciones muy dispares entre los presentes. Riku solo contempló la belleza de los jardines sin importarle mucho; no le importaba Konoha ni en el buen ni en el mal sentido, así que particularmente no le había quedado el saco. Kenjin, por su parte, soltó un pesado suspiro. Aquel tema aún era difícil de tratar en el clan y traerlo a la mesa nunca terminaba bien. Los anti-Konoha en la habitación, que eran Kagetsu, Hoshimi y hasta cierto punto Mana, miraron a Rushana con los ojos entrecerrados por tales declaraciones. La última aún tenía sentimientos encontrados sobre aquel tema.
De quien se esperaba la reacción más problemática era del patriarca de los Uzumaki. Incluso hoy en día, aquel era un tema sensible para el hombre. Después de todo, este mismo había sido uno de los principales precursores de las teorías que indicaban una posible traición de parte de Konoha. ¿No había sido, después de todo, su propio padre el que había perdido la razón apenas el clan llegó al país del fuego? Hasta ahora no habían podido reunir alguna prueba concluyente, pero muchos tampoco tenían dudas de que había algo muy extraño en todo esto.
Sin embargo, aquellos pocos que conocían verdaderamente al poderoso líder sabían muy bien que la postura del líder del clan no era por un odio irracional. La cruel verdad es que sus políticas de desconfianza eran el resultado de miedo, paranoia y un sentimiento de culpa por haber en su momento descartado las afirmaciones de un atentado como tonterías. El hombre mayor temía equivocarse nuevamente, de poner en peligro a su clan una vez más por confiar en las personas equivocadas. Sin embargo, las palabras de su hija mayor así como una vez haberse equivocado con Konoha por primera vez en mucho tiempo le estaban haciendo dudar.
— No puedes hablar en serio, Rushana — gruñó Kagetsu, mirando fríamente a su hermana. — Solo pongo los hechos sobre la mesa, Kagetsu — dijo Rushana sin perder el ritmo. — No nos puedes culpar por ser hostiles. Nuestro clan apoyó de muchas maneras a esa aldea y ellos no hicieron nada por nosotros en nuestro momento de necesidad. Por lo que sabemos bien pudieron habernos vendido al enemigo — declaró Hoshimi enojada ante las palabras de su hermana. — Una acusación sobre la cual no hemos encontrado pruebas, a pesar de que hemos buscado hasta por debajo de las piedras. Hemos seguido cada rumor, cada pista. Hemos capturado generales de las aldeas que nos atacaron para interrogarlos. Incluso hemos enviado infiltrados a Konoha y nunca hemos encontrado pruebas de su participación. Como ya les he dicho, no soy fan de esa aldea, particularmente no me importan. Solo pongo los hechos sobre la mesa — declaró la joven pelirroja con una expresión firme en su rostro, dejando a sus dos hermanos sin saber qué decir. — ¿Qué propones entonces? ¿Que abandonemos todo y nos volvamos shinobi de Konoha? — preguntó Mana sin malicia alguna en su voz. — Por supuesto que no… — dijo Rushana, esta vez más amable. — Solo digo que hemos hecho del país del fuego nuestro hogar. Lo perdimos todo hace tantos años, pero sobrevivimos. Hacemos misiones tanto para el feudo como para muchas personas en Hi no kuni y aldeas aledañas. Konoha hace lo mismo. Eventualmente tendremos que cooperar nos guste o no. Lo mejor que podemos hacer es llevarnos bien con los vecinos con quienes compartimos hogar — explicó Rushana, mirando con determinación a todos los presentes, sobre todo a su padre, quien se había mantenido callado durante el discurso de su hija. — ¿Qué vas a hacer cuando Kushina se case y tenga hijos propios en Konoha? No me consta, pero según mis informantes en Konoha, antes de su partida se le veía muy pegada con el "Kiiroi Senko" y ya había fuertes rumores entre sus filas de una posible relación. Eso es algo que no podemos evitar, sobre todo si ese hombre se llega a convertir en Hokage apenas acabe esta guerra, como muchos afirman. ¿Verdaderamente no vas a conocer a tus nietos únicamente por nuestro orgullo, padre? — cuestionó Rushana retóricamente, dejando un silencio muy incómodo entre los presentes, quienes afortunadamente ni notaron que Mana se había puesto muy pálida.
Por primera vez en mucho tiempo, a pesar de la legendaria vitalidad característica de su clan Uzumaki, Toshiue estaba sintiendo su edad caer sobre sus hombros como si fuera el peso del océano. Ciertamente no había falsedad en las palabras de su hija mayor. Aquellos temas hasta ahora habían sido fáciles de ignorar, pero el líder de clan no era tan crédulo como para pensar que podría seguir siendo así mucho tiempo. La guerra se volvía cada vez más caótica. No pasaría mucho tiempo para que su clan inevitablemente se tuviese que involucrar. Lo que en principio solo había sido una guerra entre naciones ninja estaba comenzando a afectar a los países en un todo. No pasaría mucho tiempo antes de que las fuerzas de los Daimyo también tuviesen que involucrarse, lo que inevitablemente los llevaría a tener que cooperar con Konoha. Años de experiencia le habían dejado muy claro que la falta de buenas relaciones en este tipo de situaciones solo traían la muerte y la miseria.
Sin embargo, hizo una nota mental de investigar acerca de Namikaze Minato. Aquellas palabras de Rushana lo habían sacudido más de lo que quería admitir. Además, se estaba preguntando por qué demonios su hija mayor no tenía interés alguno en ser su sucesora. La mujer tenía todo para gobernar, menos el deseo de hacerlo. Tenía la convicción y una buena cabeza sobre sus hombros. Los presentes se habían mantenido callados, respetando el estado reflexivo de su líder de clan.
— Todo esto será tema de una próxima reunión. De momento, lo importante es que un miembro valioso de nuestro clan se encuentra a salvo — declaró finalmente Toshiue, dando un gran trago a un pequeño vaso de Sake frente a él mientras miraba con firmeza a su hija mayor, la cual le sonrió gentilmente. — Mana-san, agradezco mucho tu informe y que te hayas tomado tanto tiempo en buscar a mi tonta hija. Pueden quedarse los dos a dormir esta noche mientras esperas tu pago por la misión — dio por terminada la reunión el líder de los Uzumaki.
Los presentes suspiraron aliviados de que finalmente aquella reunión tan problemática terminara, algunos con demasiado en qué pensar acerca de toda la información discutida. Riku ayudó a su esposa a ponerse de pie, la cual sentía como si un enorme peso hubiese sido retirado de sus hombros. ¡TAP! Para sorpresa de todos y antes de que cualquiera pudiese salir, la puerta se abrió repentinamente. Quien entró era un anciano, bastante mayor que el propio Toshiue. Era alto, solo un poco más bajo que el propio Riku. A pesar de vestir un gran abrigo de piel, se podía apreciar que a pesar de su avanzada edad conservaba un físico que la mayoría de hombres jóvenes envidiaría. Su cabello no podía apreciarse a causa de un gorro de piel que cubría su cabeza, sin embargo, su rostro poseía una espesa barba y bigote blancos que en años jóvenes fueron de un rojo intenso como el fuego mismo. Sus facciones eran duras, bronceadas por horas bajo el sol. Su rostro estaba arrugado, particularmente en las esquinas de los ojos, en señal de que acostumbraba a sonreír bastante. Llevaba colgando un tradicional Hyoutan sobre su pecho que, a juzgar por sus mejillas rojas, contenía alguna clase de bebida alcohólica.
Los presentes observaron entre perplejos y exasperados cómo el viejo hombre entraba, ignorándoles olímpicamente para sentarse de frente a los jardines, observando a los peces koi como si estos fueran lo más interesante que haya visto.
— Papa, ¿Qué haces aquí? Estábamos en una reunión — habló Toshiue, acercándose al anciano después de superar la incredulidad del momento.
El anciano le miró largamente con una expresión seria, dio un largo trago a su hyoutan antes de finalmente hablar.
— ¿Quién demonios eres tú y qué haces en mi casa? — preguntó tranquilamente el anciano, ganándose una mirada incrédula del líder de los Uzumaki.
Los presentes cayeron de espaldas ante aquella pregunta, observando con perplejidad al viejo. A pesar de los años, esas reacciones aún les sorprendían.
— Papa, soy yo, Toshiue, tu hijo, y esta es mi casa, por cierto — explicó con paciencia el líder del clan, sabiendo que su padre, dado su estado mental, tenía episodios de este tipo de manera recurrente.
— Ahhh Toshiue, mi muchacho… — el reconocimiento brilló en los ojos del anciano luego de mirarlo por bastante rato. — Hace tiempo que no te veía, ¿no has comido bien? Pareces un anciano — gruñó el anciano, observando el rostro arrugado de su primogénito, ganándose una mirada exasperada de este.
— ¿Con qué derecho lo dices tú? Además, nos vimos apenas esta mañana — gruñó Toshiue molesto de ser llamado viejo, por su propio padre no menos, quien bien podría superar a Onoki en términos de edad.
— ¿Ahh sí? — preguntó algo incrédulo antes de posar sus ojos en el resto de los presentes; su mirada apenas parecía reconocer quién era quién entre estos.
— Abuelo Bumi te estuve buscando toda la mañana, se supone te iba a leer unos tomos — gruñó Kenjin, dedicándole una mirada molesta a su abuelo.
— Ahhh perdona Shinjin, la verdad es que lo olvidé — se excusó el anciano, ignorando la mirada traicionada de su nieto.
— Es Kenjin, abuelo, ya te lo repetí muchas veces — gruñó exasperado el hijo de Toshiue, ignorando las risas de los presentes, menos Kagetsu, que solo miraba fríamente al anciano.
El más viejo de los Uzumaki, y según rumores, el más fuerte, dirigió su atención hacia Mana y Riku.
— Ohhh Riku-chan, Mana-chan, hace años que no los veía, ¿vienen a cenar? — saludó el anciano Bumi, sorprendiendo a más de uno de que haya reconocido a esos dos.
— Jajajaja nos vimos apenas el mes pasado, viejo. Le tocaste el trasero a una kunoichi de mi ejército, te bebiste el vino de la semana y destruiste uno de mis barcos — se rió de buena gana Riku, ya que, en su opinión, las reuniones con el viejo siempre eran divertidas, y secretamente disfrutaba ver el rostro furibundo de su amada cuando le plantaba cara.
Aquella revelación hizo que tanto Toshiue como sus hijos se golpearan la frente en señal de frustración, mientras Mana gruñía ante el recuerdo de aquella ocasión en que fue a su casa, solo de paso de su misión, para encontrar el lugar hecho un desastre.
— Yo no me acuerdo de eso, muchacho, tal vez haya sido alguien más — comentó el anciano de forma distante, más Riku podía ver el brillo taimado en su mirada. — ¿Dónde está Kushina-chan, por cierto? — cuestionó el viejo, esta vez mirando a su primogénito.
— Papa, tú bien sabes que Kushina vive en Konoha, sin embargo, parece que se encuentra en una misión, Mana-san nos lo acaba de confirmar — explicó Toshiue amablemente, sabiendo que su padre tenía debilidad por su nieta más problemática.
— ¿Enserio? — preguntó con un ápice de tristeza en su mirada, mirando a Mana con intriga. — ¿Por qué está haciendo misiones en su estado? — Afortunadamente, todos estaban tan concentrados mirando con intriga al anciano que ignoraron totalmente la mirada de pánico que apareció en los ojos de Mana.
— Abuelo Bumi, ¿de qué estado hablas? Kushina no está enferma, el ser jinchuriki no es enfermedad ni un impedimento para hacer misiones — explicó Rushana con paciencia, pensando que el viejo se refería al bijuu sellado en Kushina.
Sin embargo, Bumi se quedó callado, mirando a Mana largamente, la cual hacía uso de todo su autocontrol para no mostrar emoción alguna. Su mente corría a mil por hora, preguntándose si el viejo sabía algo, pero aquello no debería ser posible.
— No lo sé, tal vez lo olvidé, aunque es raro, estamos en julio — comentó vagamente el viejo, mirando hacia la nada.
— Estamos en junio — le aclaró Kenjin en voz baja, decidiendo seguirle la corriente a su abuelo.
Había un rumor muy oscuro entre el clan, uno que jamás había podido confirmarse. Hace años, la invasión contra Uzushiogakure no sato había tomado a todos con la guardia baja. Nadie lo vio venir, nadie excepto Uzumaki Bumi. Solo el padre del líder del clan había visto venir aquello y había actuado en consecuencia, incluso contra las órdenes de los líderes. El hombre, cuya mente hoy era una sombra de lo que fue, a regañadientes de muchos, había salvado a los Uzumaki aquella noche tan oscura. Al no poder obtener respuestas coherentes del hombre mismo, la gente no podía hacer otra cosa que hacer suposiciones. Una de las teorías populares entre el clan era que, de hecho, el anciano de alguna forma había visto el futuro. Por supuesto, aquello era considerado por algunos una ridiculez, fascinante, pero, al final, una ridiculez. Pero era inquietante que algunos otros ancianos no hacían nada para desmentir aquel rumor. Algunos incluso comentaban que Bumi, en ocasiones pasadas, parecía saber cosas que otros no poco antes de que estas sucedieran.
Hasta ahora, Mana había sido una de las que pensaba que aquello solo eran cuentos de la gente del clan. Sin embargo, en este momento la posibilidad ya no le parecía tan descabellada. El parto de Kushina, de hecho, estaba programado para julio. No podía ser coincidencia que el viejo nombrase esa fecha en específico.
— Como sea — habló finalmente Bumi, sacándola de sus reflexiones. — Alguien hágame favor de enviarle un mensaje a Kushina-chan de que venga a verme cuando termine su misión. Aún debe traerme al "Uzumaki Amarillo" — declaró el viejo con convicción sin saber que sus palabras casi le sacan el alma a Mana.
— Y ya va a empezar... — habló, para sorpresa de todos, Kagetsu, mirando exasperado al viejo.
Para sorpresa de la ya de por sí atónita Mana, tanto Toshiue como Kenjin soltaron un muy cansado suspiro. Hoshimi bufó molesta por lo bajo, murmurando algo acerca de "Demencia senil", mientras Rushana, en realidad, se reía de buena gana. Tanto ella como Riku se miraron, sintiéndose un poco fuera de lugar.
— Perdonen a mi padre, Mana-san, Riku, no ha estado en sus cabales desde ayer que llegó — explicó Toshiue con paciencia al ver la confusión del matrimonio. — Se la ha pasado hablando de un supuesto "Uzumaki Amarillo". Por favor, no me pregunten, yo tampoco sé de dónde sacó eso — pidió el líder del clan algo cansado.
En la mente de Mana, aquello confirmaba totalmente que el viejo decrépito de alguna manera veía cosas que otros no. De eso ya no le cabía la menor duda. Incluso los mestizos Uzumaki usualmente heredaban los cabellos rojos característicos del clan. Pero al no ser muy común que los Uzumaki se casasen con alguien externo, tampoco es que hubiese demasiados testimonios de ello. No era descabellado pensar que un Naruto aún no nacido heredase el pelo de su padre. Además, era ya demasiada coincidencia que el viejo Bumi hablase de un "Uzumaki Amarillo" cuando Kushina, precisamente, se había casado con un hombre rubio.
— Sigo diciendo que es real. El "Uzumaki Amarillo" aparecerá en Julio y Kushina debe traerlo aquí por su seguridad. La vida pirata es demasiado peligrosa para un niño, ¿sabes? — dijo tercamente el anciano, pero su hijo solo soltó un pesado suspiro.
— Papá, no hay ningún "Uzumaki Amarillo", hasta donde nosotros sabemos. Incluso si hubiera uno y fuera pirata, ya lo sabríamos. Nuestro clan tiene bajo su control a la mayoría de tripulaciones piratas en el continente gracias a Riku — explicó Toshiue con tranquilidad, ya acostumbrado a los desvaríos de su padre. — Como sea, haré que sirvan la comida. Mana-san debe estar agotada de su viaje. Es mejor que se alimente para que pueda descansar — zanjó rápidamente Toshiue, instando a todos a dirigirse al comedor.
Los presentes comenzaron a salir, cada uno con sus propios pensamientos en sus mentes. Riku guiaba a su esposa, la cual estaba demasiado alterada como para poder manejarse por sí misma. Al final, solo quedaba Bumi en la habitación, el cual seguía mirando a los peces cuyos movimientos en el agua eran inusualmente inquietos.
— Uzumaki D. Naruto… — aquel nombre tan inusual reverberó en la mente del anciano, el cual observaba sus manos, perdido en sus memorias. Si hubiese alguien presente, se habría horrorizado al ver que su piel se había vuelto oscura, como si de un recubrimiento metálico se tratase. — ¿Quién eres tú? ¿Qué es lo que quieres? ¿Por qué te veo en mis visiones? — reflexionó para sí mismo, mirando hacia el cielo despejado.
Desconocido para todos, muy pronto el clan Uzumaki lamentaría haber ignorado los desvaríos de aquel hombre viejo, quien solo podía seguir observando a los pequeños peces como si estos pudiesen darle las respuestas que necesitaba. Incluso dichas criaturas podían intuir que fuerzas tan viejas como el mundo mismo estaban despertando. A la distancia, la mujer cuyo vientre resguardaba a aquella criatura que pondría al mundo de cabeza se encontraba comiendo ávidamente, ignorante del negro destino que pronto azotaría al pequeño país de Udon.
Próximo capitulo Uzumaki D. Naruto: Llegada y perdida.
Hasta aquí concluye el capítulo, espero les haya gustado, acepto critica, comentarios, reiterando que llevo años sin escribir, espero en sus comentarios saber en que puedo mejorar, para despedirlos los dejo con un dato interesante, aún no está comprobado científicamente que los bebes sientan hambre como tal en el vientre ya que se supone reciben nutrientes por el cordón umbilical, sin embargo, si hay razones para creer que cuando la madre tiene hambre si afecta al comportamiento del bebe en el vientre, aun no hay estudios claro sobre el tema pero para eso es un fic, podemos hacer lo que queramos sin mencionar que funciona como gag cómico.
