Número de palabras: 984.

Tipo: Viñeta.

Personajes secundarios: Ninguno.

Disclaimer: Los personajes de Hetalia y los respectivos ocs no me pertenecen, solo el contenido de esta pequeña narración.

MACAO X KOWLOON

Ellos eran tan distintos pero similares en aspectos que si bien parecían insignificantes para cualquiera, para ese par eran relevantes cada día de sus existencias. Para Kowloon permanecer dentro de su propio espacio en donde no cabía ni sí mismo era frustrante; lo era mucho más el que las personas que consideraba especiales no se preocuparan en lo más mínimo por él. En el caso de Macao, tener un montón de dinero no llenaba ese vacío que le dejaba cada que su maestro prefería irse con el mismo que opacaba a ambos.

Todos preferían a Hong Kong antes que a ellos.

Por eso al principio fue el macaense a buscar algún tipo de cobijo hasta donde se encontraba ese chico olvidado por muchos, siendo recibido con los brazos abiertos por él que se resistían a ser doblados por cualquiera. El ex residente de la ya destruida ciudad amurallada tan descuidado y sucio contrarrestaba con la administración especial del otro que hacía todo casi perfecto en ese tipo de cuestiones. Por no decir que lo era por sí mismo. Desde que este último se dio cuenta, se comprometió a cuidar y acompañar al chico que también era su hermano.

— Dime Macao —llamó Kowloon sentado arriba de un bote metálico que él mismo jaló de algún rincón mientras lo observaba desde abajo en su posición.

— ¿Qué sucede?

Al mayor le gustaba pintar como China le había enseñado hace siglos así que cada vez que iba al lugar aprovechaba a hacer unos hermosos lienzos de todo tipo, como si la inspiración y la imaginación bailaran llevándose con ellas todo el descombro que esa antigua ciudad creaba en su ser. Dejó su pintura a un lado y colocó atención al menor.

— ¿Esas pinturas las haces de lo que encuentras en el exterior? Digo, parecen sacadas de televisión —Aún recordaba las veces en las que su gemelo lo llevo a su casa o cuando tenía la suya propia.

— Bueno —sonrió echando un vistazo a su propio trabajo, volviendo su mirar a él—, podría decirse que sí.

— Me gustan —confesó, desviando la mirada.

— ¿Quieres que haga una especial para ti?

— ¿Una especial como tú? Eso no es posible —dijo el chico, bajando la mirada sin mostrar facción alguna, susurrando después—. Me pregunto cómo será ser especial.

—Tú —Macao al escuchar esas palabras se encaminó hasta donde él, parándose en frente suya y extendiéndole una mano sin dejar de sonreír con suavidad—, eres especial para mí. Así que cuéntame cómo es ser especial.

El menor se sonrojó mirando su mano tan grande y varonil, tomándola después de titubear un poco. Se levantó ahora con una sonrisa jalándolo mientras corría a un destino que sólo él sabía, a Macao no le quedó de otra que seguir su extraño juego como su condición física le permitía. Corrieron por el ahora césped que reemplazaba las que una vez fueron calles llenas de desechos, llegando hasta las orillas de todo ese hermoso parque en donde se podía ver el resto de ciudad rodeada por un hermoso manto azul con algunas estrellas asomándose con timidez, dándole una apariencia de plena pureza lo cual era muy raro en ese país continental.

Kowloon lo soltó sin atreverse a pasar sus fronteras, arrodillándose justo en el límite donde él podía ver la línea divisora inexistente. Agarró un palo empezando a marcar figuras en un poco de tierra cuyo significado era desconocido para el macaense. Al cabo de segundos, empezó a tararear una canción que cantaba junto a su gemelo cuando eran niños y que Escocia les había enseñado. Macao lo observó extrañado, pronto se escuchó el ladrido de unos cuantos perros; silencio fue el que reinó.

— Estoy tan feliz que podría desaparecer ahora mismo —comentó el chico alzando la mirada a su compañero con una extensa sonrisa.

— ¡Eso no va a pasar! —aclaró con firmeza y agachándose de igual manera, quedando a la par de la antigua ciudad—. No digas esas cosas.

— No soy tonto para no saberlo, hay que ser realistas —Hundió los hombros—. Yo ya me resigné, es por eso que decidí que el día que eso pase yo quiero que estés conmigo; no quiero a nadie más que a ti.

— Oh, por favor... —suspiró, cerrando los ojos con pesadez.

— ¿Lo harás? —Acercó su rostro al ajeno, picoteando con un dedo la mejilla del otro mientras sonreía travieso—. ¿Lo harás y estarás conmigo, Macao? —canturreó.

— No es necesario que me persuadas con esa cara —El nombrado apartó la mirada—, lo haré de todas formas.

— ¿Te han dicho que eres increíble aunque no te des a notar mucho? ¡Veamos las estrellas juntos antes del día después del mañana!

Kowloon se le abalanzó provocando que ambos cayeran al suelo que para fortuna de la espalda de Macao estaba despejado de piedras u objetos que pudieran dañarlo, de paso, la gorra del menor también cayó. Con una risa de notable diversión el chico se abrazó de su hermano mayor, éste correspondió rodeándolo con sus brazos y sonriendo a su vez. En seguida Kowloon se levantó sentándose en su abdomen con su mirada fija en la amable mirada del otro que era resguardada por sus finos lentes.

— ¿Así se siente ser especial? Algo así me sentía cuando estaba con Escocia —Al terminar de hablar sintió unas patitas sobre su cabeza, no hizo falta verificar de qué se trataba al escuchar el sonido de una paloma lo cual le hizo volver a reír—, pero esta vez se siente mucho mejor.

Macao se incorporó quedando ambos de frente. Subió una de sus manos a su mejilla y lo acercó de tal manera que fue capaz de darle un suave beso muy cerca de sus labios; el animal solo volvió a entonar su voz desconocida mientras sentía el pulso de la persona debajo de ella acelerarse. Claro que no buscaba hacerlo desaparecer, solo quería brindarle una felicidad que estaba dispuesto a compartir con nadie más que él.