El mundo es tan grande y pequeño a la vez. Con una cálida sonrisa di un último vistazo al cielo tan azul como las aguas de los más puros mares, colocando mi preciado cuaderno sobre mi pecho esperando la hora en la que te presentes ante mí. ¿Hace falta decir que estoy infinitamente agradecida de tener a alguien que le gusta conocer mis enredadas historias? Sonreí mirando el reloj colgando sobre una de las cuatro paredes, pronto estarías en el marco de la ventana tal cual hermoso cuadro creado por los más prestigiados pintores.
Y llegaste, cumpliendo mi sueño de verte una vez más.
Te dejé una taza de lo que más te gusta beber sobre la base de madera y procedí a buscar entre las páginas la historia de hoy. Una vez encontrada me quedé observando aquellas vivas letras sobre el blanco del papel, procesando lo que estaría por decir.
— Las cosas serán un poco diferentes esta vez. Espero tengas el tiempo para escucharme un poco más. Desde el inicio eso tú lo notarás así que permíteme aclarar que esta será una historia un tanto triste y centrada en un tema en específico que probablemente a muchos les sea de su interés.
Suspiré regalándote una tenue sonrisa que anunciaba algo de vergüenza en lo que yo misma escribí alguna vez.
— ¿Sabes? Es probable que me equivoque, la verdad es que no lo tengo muy claro por un comentario que vi un día cualquiera y preguntarlo es algo difícil para mí así que... si es necesario que debas corregirme en algún momento terminada la narración, yo en serio estaría muy feliz. Sin más, empecemos.
...
Número de palabras: 2021.
Tipo: One-shot.
Personajes secundarios: Ninguno.
Disclaimer: Los personajes de Hetalia y los respectivos Oc's no me pertenecen, sólo el contenido de esta pequeña narración.
COREA DEL SUR X COLOMBIA
Tras un gran recorrido, la latina llegó a su destino deslumbrada por la belleza de los rayos solares alumbrando los árboles, edificios de primer mundo y a la gente realizando sus actividades cotidianas. Todo ese escenario le hacía recordar el día que llegó a ese lugar con el Batallón Colombia y se encontraba en la peor de las situaciones; era tan hermoso como la representación misma del país, muy atractivo para la vista de cualquiera a pesar de lo que una vez pasó. Respiró muy hondo para que el suave aire llenara sus pulmones regresando su tan preciada energía y vitalidad, se sentía libre de al fin poder estar sola realizando una visita que ella consideraba especial después de mucho tiempo teniendo muy buenas relaciones diplomáticas con aquella nación.
Algunas personas que transitaban el lugar se le quedaban viendo por su vestimenta tan llamativa de vivos colores, muchos con gran interés y admiración por tal atrevimiento. No le molestaba en lo absoluto, le gustaba que la conocieran por cosas que la hicieran sentirse orgullosa como lo eran sus raíces; de su pecho colgaba, además, una esmeralda con forma de flor que brillaba con cada movimiento que hacía, cosa que le daba una apariencia todavía más interesante.
— ¡Hola Colombia, da-ze! —saludó el chico que ella estaba esperando.
A sus espaldas llegó Corea del Sur. La nombrada al escuchar su voz de inmediato se giró para verle, llevándose una grata sorpresa con lo que vio. Se trataba de ese muchacho extrovertido que siempre traía un típico hanbok bastante holgado, ahora vestido con una playera que dejaba ver su buen físico y unos jeans oscuros. Él sonreía un tanto apenado pues cada que veía a la latina ese estado se apoderaba de su despreocupada personalidad.
— Hola Corea —correspondió el saludo sonriendo de forma cálida.
Desde que la sudamericana fue la única en apoyarle en la lucha que tuvo con su mellizo del nuevo continente aparte de Estados Unidos y Canadá, el surcoreano estaba muy agradecido con ella y recibirla en su casa siempre era una dicha para él. Esto tampoco era algo que frecuentara hacer, incluso eran pocas las veces que la visitaba a ella por asuntos particulares. Eso le ponía bastante triste, la relación de ambos aunque era buena poco a poco empezaba a quedar en el olvido.
— ¿Esperaste mucho? —preguntó acercándose y ocultando algo detrás suyo.
— ¡Para nada! —respondió energéticamente haciendo un ademán con la mano—. Tú no te preocupes, podría pasarme viendo las flores de tu casa todo el día.
— Oh —Una vez cerca, extendió unas rosas color rosado pálido, sonriendo y con un leve sonrojo—, esto es para ti como disculpa de todos modos, da-ze.
— No era necesario —Ruborizada tomó el obsequio entre sus manos. Subió su mirada encontrándose con una seductora imagen de él que alteró el ritmo de su corazón. Soltó una risa apenada cerrando los ojos—. Pero muchas gracias por el detalle.
¿Acaso era un don innato el ser tan sensuales de los coreanos? Estaba segura que no podía ser natural, hasta su hermano que era muy amigo de Cuba podía serlo cuando se lo proponía y lo había visto en una ocasión con Venezuela. O quizá era a ella a la que le gustaban los asiáticos lo cual empezaba a ser algo frustrante.
— ¿Te parece si vamos por kimchi? No he comido y muero de hambre, da-ze —El surcoreano se tocó el estómago luego de canturrear lo último. Su rizo tomó forma de estar sufriendo por eso.
— Me parece bien, yo también tengo hambre —Asintió, tomándolo de la mano y empezando su caminata.
Ante la extrañeza del asiático, la chica decidió soltarle mientras trataba de normalizarse a sí misma. Sin embargo, él volvió a tomarle de la mano volviendo a alterarla hasta cierto grado, sin poner protesta o recriminar. De esa manera llegaron a un restaurante arraigado a las tradiciones coreanas donde la mujer que atendía los recibió con cariño gracias a la influencia del surcoreano. Se sentaron en sus respectivos asientos donde la colombiana tuvo que batallar un poco por su vestido y la falta de costumbre a las tradiciones orientales.
— A pesar de que es algo difícil... me gusta pasar tiempo con ustedes —comentó ella ya una vez acomodada.
— Para nosotros también es difícil en ocasiones —Se acomodó sobre la mesa mientras esperaba—, para mí no tanto.
— Es lo mejor de todo esto, a mí me gusta —Miró a su alrededor—. Además, ustedes no son tan quisquillosos como los europeos, hasta son más interesantes.
— ¿Eso crees? ¡Yo también pienso que ustedes los americanos son lo mejor!
Ella se entristeció. Estaba segura que él tenía una visión diferente de todos ellos, que no era como quería que fuera. Todos siendo opacados por la "heroica" figura de su vecino del norte quien sin preguntar capturaba toda la atención del surcoreano en cuanto se le mencionaba. Para él no había nadie más importante, eso le molestaba aún cuando entre ella y el estadounidense había una excelente relación de muchos años.
— Siempre he pensado —añadió él al tener ya en frente sus respectivos platillos— que tener a Alfred tan cerca debe ser magnífico.
Esas palabras terminaron de completar los pensamientos de la nación latina.
— Te equivocas —sentenció en automático con repulsión—, nadie que viva cerca de él puede vivir en paz. Me atrevo a decir que si hay alguien capaz de soportarlo es Canadá porque de ahí en fuera todos nosotros lo rechazamos, puedes preguntarle a quien quieras y no me equivoco. No lo queremos por abusivo, por manipulador, por creído, por escandaloso, por entrometido y por muchas cosas más; nadie más que él mismo ha creado ese rechazo en nosotros y en muchos otros —Bajó la mirada, apretando la tela de su vestido. A ella también le dolía mucho lo que pasaba con sus hermanos y la potencia mundial—. Me parece increíble que no seas capaz de ver más allá de ese tipo, que no veas que hay naciones ahí dispuestas a ser tus amigas... si quieres pensar eso de él está bien, pero que no sepas ni un poco de nosotros es desagradable.
Corea del Sur se quedó mudo pues era verdad que no sabía gran cosa de ellos. La latina suspiró dispuesta a pagar y marcharse, podía ser que las relaciones entre ellos como personas no resultaran bien pero trataría de que no les afectara como naciones. Antes de que hiciera algo más, el asiático la tomó de la mano nuevamente impidiendo que se fuera, sorprendiéndola en el proceso.
— En ese caso, me gustaría conocerte mejor —sonrió con sinceridad.
— ... —La colombiana no sabía qué hacer, se dejó llevar y ahora estaba incómoda. Mas no llegó a su casa para regresarse con un mal sabor de boca—. ¿Es en serio?
— ¡Por supuesto! La sinceridad fue hecha en Corea, da-ze —rió, tomando sus palillos para empezar a comer.
Colombia accedió.
El surcoreano preguntó acerca de su collar, ella le contó la historia de sus piedras preciosas. Muchos temas salieron a la luz mientras comían, risas surgieron causando que su estancia en el restaurante se acortara, cosa que no les molestó. Salieron a dar una vuelta por las calles en donde la plática seguía sin dar indicios de acabar, llegó un momento en el que jugaron el uno con el otro. Entre tanto y tanto, Corea del Sur se detuvo frente a un lugar que la joven nación en un inicio no reconoció sino hasta que se acercó a observar.
— El monumento...
— Han pasado más de 60 años, tuviste muchas bajas por mi culpa —El ambiente se volvió sombrío de un momento a otro, él miraba los alrededores con una nostalgia que casi nunca demostraba—. Yo estoy muy apenado contigo, Colombia.
— ¡No debes! Y llámame por mi nombre, Yong Soo —suspiró—. Aquella vez ni siquiera yo sabía a donde iríamos a batallar, durante el camino puedo recordar que nosotros reíamos, no sabíamos a lo que estábamos por enfrentar y es que —Se detuvo pensando en lo que diría—, incluso ahora me es difícil pensar en todo.
— Lo sé —rió por lo bajo—. Fue una época dura, gracias a ustedes pude ser capaz de seguir aquí y... no caí en la miseria.
Los soplos del aire ahora fresco pegaron contra ambos, moviendo sus vestimentas y cabellos al compás del mismo. Tras la mirada de ella, Corea del Sur se acercó al monumento y una vez cerca se agachó con los ojos cerrados, quizá rezando a todos aquellos que dieron su vida en la Guerra de Corea. La colombiana por su parte se quedó en su lugar mirando el escenario, sonriendo por todos los hombres que murieron tras batalla y los que no. Estos últimos que logró ver vagando en medio de las calles de Bogotá sin que ella pudiera hacer algo; era lo único que podía hacer, recordarlos con orgullo y gran amor.
— ¡Catalina! —Escuchó a su compañero, gracias a él fue capaz de regresar en sí.
Con un movimiento él le indicó que fuera y le siguiera. Eso hizo dando un último vistazo al monumento, sin comprender del todo a donde quería ir en un lugar tan apartado. Al llegar se encontró con el mero corazón del parque de Colombia. Yong Soo fue a sentarse en una de las ahora descuidadas bancas siendo seguido por la otra nación.
— Por alguna razón, siento que lo nuestro está de la misma manera que este parque —comentó ella observando lo descuidado y maltratado del mismo.
— Se ve muy mal, no debería estar así —La miró sonriente, pareciendo motivado—. Definitivamente debo darle mantenimiento algún día de estos, da-ze.
— Yong Soo... —Dejando a un lado las rosas, la de tez morena posó su mano sobre la del contrario en solidaridad—. Yo también sé lo que es separarse de tu familia, jalar el gatillo en contra de tu misma sangre. Puedo entenderte, creo que puedo hacerlo.
El joven sin darse cuenta empezó a temblar y sintió sus mejillas mojadas por lo que serían sus lágrimas. Su visita le afectó muchísimo más de lo que esperaba en un inicio. Después de todo, ella pudo ver cómo en una ocasión su mellizo le disparaba sin piedad. Y sin dejar de sonreír volvió su vista al pasto ahora café, ya importándole poco todo lo demás.
— Yo en verdad quiero volver a estar junto a él... pero cada día que pasa las reducidas posibilidades que existían se van agotando. Mi gente poco a poco lo va olvidando, yo no quiero olvidar todo lo que alguna vez vivimos juntos porque a pesar del daño yo...
— Los sigues amando —completó la frase de manera inconsciente, llamando la atención del asiático por casi robarle las palabras—. Es horrible cuando te dicen que es imposible pero... yo incluso hoy en día sigo teniendo el sueño de que mis hermanos volverán conmigo y la Gran Colombia retornará. Entonces no tendré que ver sufrir a Venezuela más...
— Ambos dañados por el mismo mal, ¿cierto? —Con su mano libre se limpió el rostro, relajando sus facciones—. Tienes razón, en un futuro ellos al menos podrán vivir mejor. No importa si no volvemos a estar juntos como antes, pero serán felices.
— Es lo más importante, que sean felices —De forma discreta se limpió una lágrima traicionera, soltando a la vez la mano de su compañero quien sintió la falta de calor de inmediato.
Un minuto de silencio en donde lo único que se podía escuchar era el viento. Uno en donde miles de pensamientos se apoderaron de ambos países. Se dedicaron pequeñas miradas, fue ahí cuando Catalina se dio cuenta de que él era más que un inmaduro pervertido. Aunque siempre lo supo.
— Gracias, da-ze.
— Vamos a casa.
Definitivamente la colombiana quería ser el centro de atención de la representación del sur de la península coreana, un reto que sería algo complicado de cumplir pero que ella sería capaz de alcanzar sin importar la distancia, el tiempo ni las circunstancias. Lo lograría porque de verdad lo quería y bueno, tal vez aquel atractivo joven de extraño rulo le facilitaría las cosas.
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Con cuidado cerré el cuaderno, recostándolo encima de mis piernas ahora cubiertas por una sábana de color azul pastel. Carraspeé con suavidad para atraer tu atención, de seguro más de una cosa te dejó pensando.
— Antes no lo creía especial, pero luego de pensarlo, hice que fuera especial. La información que te estoy proporcionando es verídica, traté de plasmar lo poco que sé pero te invito a buscar más —Giré el rostro para verte así como para dedicarte una leve sonrisa, tratando de no hacer notar las ojeras de desveladas innecesarias y fuera de contexto—. Sin embargo, debo admitir que me siento comprometida contigo por no saber utilizar otra cosa más que el neutro en este caso en concreto. Espero haberlo hecho bien al menos y que lo disfrutaras tanto como yo al tenerte junto a mí.
