Los tiempos han cambiado y son extraños
Aquí vengo, pero no soy igual
Mamá, estoy volviendo a casa
Tiempos pasados, parece ser
Tú podrías haber sido una mejor amiga para mí
Mamá, estoy volviendo a casa.
-Ozzy Osbourne, 1991 "Mama, I'm coming home"
Capítulo 1: Volviendo a casa
Nueva York, Mayo de 1996
Emma se removió en su cama al sentir su teléfono sonar en la sala, era su día libre así que no pretendía sacar un pie de la cama hasta por lo menos el mediodía, eran las 6 AM y solo quería seguir durmiendo, se volteó en la cama para hacer caso omiso al llamado, volviendo a cerrar los ojos, cuando de pronto su móvil comenzó a parpadear e iluminar su cuarto que estaba totalmente oscuro.
Demonios –dijo mientras se sentaba en la cama restregando sus ojos.
Tomó el teléfono, abrió la tapa y confirmó tener un SMS de Glass, su jefe, quien con un escueto "Hoy en mi oficina a las 8 AM" hizo que se tirara nuevamente en la cama de forma brusca preguntándose en qué clase de problema estaba metida nuevamente como para que su jefe la molestara en su día de descanso. Tomó nuevamente el móvil revisando por si tenía algún otro mensaje, hasta que volvió a leer uno que le había enviado su hermano James hace un par de semanas atrás y que no había querido responder.
"Papá se casa en 3 meses, espero puedas venir"
Suspiró cerrando la tapa del móvil y se levantó para calentar agua y hacerse un café mientras encendía su computadora y conectarse a internet esperando que el modem no despertara a los vecinos tan temprano un día sábado.
Mientras bebía su café, fue revisando los mails del trabajo esperando leer algo que le dijera qué quería su jefe pero tan solo había algunos de casos que ya se estaban cerrando, nada nuevo. Resopló frustrada haciéndose la idea de tener que ir a la estación de policía, teniendo que tomar un taxi ya que su escarabajo estaba en el mecánico, en su día de descanso, y además siendo lo más probable le metieran un castigo por algo que ni se había enterado. A veces pensaba que Glass sólo se metía con ella porque era la más joven de todos. A sus 26 años, ya le habían metido un par de suspensiones y sus compañeros no dudaban en molestarla diciendo que a los 30 ya tendría que entregar su placa.
Se vistió como siempre, sus jeans, sus botas, una camiseta de tirantes y su chaqueta de cuero rojo. Dejando su café a medio beber, tomó su placa, su arma y cerró la puerta tras ella. En pocos minutos ya estaba tomando un taxi en dirección a lo que probablemente sería el inicio de un día de mierda.
Caminó entre los cubículos de sus compañeros mientras la saludaban extrañados de su presencia, algunos bajaban la mirada mientras negaban con la cabeza al ver que se dirigía a la oficina del jefe, otros lo tomaban a chiste sonriendo discretos, otros seguían en lo suyo sin prestarle atención, pero claro, no podía faltar el comentario desagradable.
— ¿Otra vez en problemas Swan? –Preguntó Killian con una sonrisa burlesca.
Ahórratelo Jones, no estoy de ánimo –dijo apurando el paso para evitar cruzar más palabras con Killian.
Abrió la puerta de Glass sin tocar si quiera la puerta, después de todo tenía razones para entrar enojada después de interrumpir su fin de semana. Avanzó hasta el escritorio de su jefe que no se molestó por regañarla por aquella entrada tan sorpresiva.
—Bien, espero que sea importante, tenía planes para hoy –comentó permaneciendo de pie, esperando que fuera rápido para poder retirarse lo antes posible.
Glass resopló con una mirada inquisitiva mientras apoyaba sus codos en el escritorio juntando sus manos, entrelazando sus dedos.
—Así que Emma Nolan.
Emma abrió los ojos sorprendida, hacía muchos años que ya nadie la llamaba por ese apellido, era un secreto que tan sólo Henry sabía ya que él la visitaba un par de veces al año, y a pesar de que sólo era un niño siempre había confiado en él para que no se lo comentara a su familia o a sus compañeros cuando la visitaba en la estación de policía. Cuando cumplió su mayoría de edad decidió marcharse de casa, quiso hacer una especie de borrón y cuenta nueva para olvidar todas aquellas desgracias que había sufrido estando con su familia, así que cambió su apellido como un renacer para comenzar una nueva vida. Entró a la academia de policía siendo Emma Swan, nadie conocía su pasado ni su familia su presente.
—Cambié mi apellido cuando cumplí los 18 años – asintió-¿Estoy en problemas por eso? –Preguntó mientras se encogía de hombros y metía sus manos en los bolsillos traseros de su pantalón.
—No realmente. Tengo una misión para ti –hizo una pausa- exclusivamente para ti. Debes volver a tu pueblo natal de encubierta.
—¡¿Qué?! –Exclamó Emma tan fuerte que afuera varios levantaron la mirada hacia la puerta de la oficina- ¿Por qué yo?
—Porque para ellos sigues siendo Emma Nolan, la chica que se metía una y otra vez en problemas, nadie sabe que eres poli. Eres, lamentablemente, la más apta para este trabajo.
—Parece que mi familia ya ha sido investigada, por lo que veo. ¿De qué se trata? –preguntó mientras tomaba asiento al saber que la conversación iba para largo.
—Hemos rastreado una salida importante de drogas y armas desde Storybrooke hasta Nueva York, por más que hemos investigado no hemos localizado ni el lugar ni las personas detrás de esto, la verdad se nos hace raro porque es un pueblo pequeño. Solo necesitamos que investigues, bajo ninguna circunstancia te metas en ello si es que descubres algo. Vas a enviarnos información de forma semanal, te llevarás una laptop de última generación para eso.
—¿A quién tengo que investigar en específico? ¿Hay sospechosos?
—Hay un par de personas que llegaron al pueblo hace cuatro años, por ahora son nuestras principales y únicas sospechosas –Glass abrió el cajón del escritorio sacando un dossier que tiro frente a Emma- Sin embargo, deberás estar atenta a cualquier situación extraña que esté fuera de la vida de estas personas.
Emma abrió la carpeta sintiéndose inmediatamente sorprendida al ver una foto de una mujer morena que abrazaba a Henry, al parecer como una especie de paseo por las calles, al fondo se podía divisar Granny's claramente. Buscó información e inmediatamente reconoció el nombre, Regina Mills. A{un m{as sorprendida, porque era la novia y futura esposa de su padre, George.
Henry ya le había hablado innumerables veces de ella, de cómo se había ganado su corazón y en menos de un año de haber salido con su padre ya le había nacido llamarla "mamá". La química entre ambos había sido instantánea, y la verdad no tenía como culparlo, él más que cualquiera de sus hermanos había nacido sin la presencia de una madre que lo cuidara. Su pecho se encogió al pensar que esa mujer pudiera estar metida en algo turbio y estar tan cerca del corazón del único Nolan que para ella valía la pena. Siguió buscando entre la información y vio una foto de una mujer alta y pelirroja, Zelena Mills, su hermana. Cerró el dossier y suspiró mientras casi se desparramaba en el asiento.
—¿En realidad crees que esta mujer pueda estar implicada en algo como drogas y armas de fuego?
—Las apariencias engañan Swan, y eso lo sabes muy bien. De todas formas, siento que si no está metida en esto, algo deberá tener escondido, no es casualidad que ella y su hermana hayan llegado al pueblo justo cuando todo comenzó. Tendrás que ganarte su confianza y acercarte lo que más puedas a ella, y de pasada, le echas un ojo a su hermana también.
—Creo que no me queda otra salida, acepto. Pero hay un problema. Esto raya en lo ético, pronto esta mujer se casará con mi padre. ¿Sería apropiado que sea yo misma la que investigue a mi familia?
—Ya lo sabíamos, lo ideal es que consigas la mayor información antes de ese matrimonio. Y además Swan, confío en tu juicio para determinar cuándo debas dar un paso al costado y volver a Nueva York –Glass se relajó y se inclinó hacia Emma- Escúchame, esto no te lo diré como tu jefe, quiero que hagas esto como tu última oportunidad, por favor no la cagues, si te exijo demasiado es porque desde que llegaste vi mucho potencial en ti, si bien tienes siempre buenos resultados nunca me ha gustado la forma en que te desempeñas. Tienes que aprender a solucionar las cosas sin dejar el estercolero que dejas siempre.
Emma bajó la mirada, a veces Glass podía hablarle de manera más sensata que su propio padre. Asintió y tragó saliva para calmar el nudo que se le había formado en la garganta. Esta vida era todo lo que tenía para lidiar con su pasado, su trabajo lo era casi todo. Su última oportunidad, pensó.
—Mi escarabajo está en el taller, no puedo salir de Nueva York hasta la próxima semana.
—No podrás ir en esa chatarra, nadie puede verte salir de la ciudad –Le dijo mientras le entregaba una tarjeta- Partes mañana mismo de madrugada. Hoy te vas a quedar en un hotel, un vehículo polarizado irá a recogerte en los estacionamientos subterráneos. Te dejarán a un par de kilómetros de la entrada al pueblo, si alguien te pregunta cómo llegaste dices que alguien te dio un aventón. Aquí tienes una identificación con tu nombre antiguo –abrió el cajón y se la dio.
Emma cogió su nueva ID y la tarjeta, leyendo en ella el nombre del hotel, numero de habitación, hora de recogida y el número de la matrícula del vehículo.
—Entonces, no demoro más. Voy por mis cosas y parto al hotel enseguida –dijo mientras se levantaba.
—Ahora sal por esa puerta bastante enojada, porque para tus compañeros estás suspendida por tres meses.
—Vaya cagada –dijo revirando los ojos- No necesito simular nada, ya estoy bastante podrida.
A paso rápido, Emma abrió y cerró la puerta con fuerza asustando a sus compañeros que esperaban con morbo saber qué había pasado, pero al ver su rostro nadie se atrevió a decir nada, a excepción de Killian por supuesto.
—¿Por cuánto tiempo esta vez Swan? –No recibió respuesta, Emma seguía caminando- Espero que disfrutes tus vacaciones.
—Claro que las voy a disfrutar, no tendré que verte la cara de idiota por bastante tiempo.
—UUUUUUUUUUUhhhhhhhh –Se escuchó unísono.
Un compañero sacó la cabeza del cubículo para hablarle a Killian.
—Sabes Jones, así nunca vas a lograr conquistarla.
—Nah, ya me di por vencido, es por eso que siempre la molesto.
El viaje hacia Storybrooke duraría algo más de cincos horas y Emma aprovecharía cada segundo en estudiar a sus objetivos, apenas entró en esa camioneta polarizada se le entregó una laptop con las respectivas contraseñas para acceder a algo más de información que allí había. Se enteró que Regina era arquitecta y que trabajaba en la alcaldía, lo que la llevó a entender de dónde era que su padre la había conocido, ya que él era el alcalde del pueblo por segunda vez reelecto. Otros datos como que tenía 40 años, datos de medidas corporales, que era fanática de la comida italiana, de su buen gusto por la ropa y algo más de su vida amorosa pasada. Quiso pasar al siguiente archivo pero creyó que tenía bastante tiempo para curiosear.
Había tres archivos en aquella carpeta, la primera de un tal Daniel Barn, con una foto bastante antigua, nada sobre él y sin referencias hacia Storybrooke, fallecido. El segundo archivo de un Robin de Locksley, nada relevante sobre él, también fallecido. A esas alturas Emma pensó si estaba ante alguna especie de viuda negra, así que prestaría mucha más atención sobre sus intenciones con su padre. El último archivo hizo que Emma desorbitara los ojos, no pudo despegar la vista de aquella foto que mostraba a una rubia despampanante, alta, de cabellos largos, labios carnosos y ojos azules. Kristin von Straten, había sido profesora de arte en la universidad donde Regina y su hermana habían estudiado, actualmente se encontraba viuda y vivía con su hijastra Aurora a una hora de distancia de Storybrooke, y la información más relevante, habían llegado ahí hacía tres años nada más.
Emma se quedó un momento en silencio con mil ideas en su cabeza pero luego se despejó aquellos pensamientos, no necesitaba más que acercarse a Regina de una forma amistosa. Ya tenía bastante información por dónde empezar a trabajar, aunque esta última le hacía plantearse si usarla a su favor o no, podría ser bastante arriesgado.
Con respecto a Zelena no había mucha más documentación que la que Glass le había entregado en el dossier, era la hermana mayor de Regina, de diferente padre, eso explicaba lo distintas que eran en apariencia. Era profesora de arte en la escuela pública de Storybrooke, que también se dedicaba a pintar cuadros en sus ratos libres y que tenía cierto interés en las artes esotéricas. Con respecto a su vida amorosa, estaba soltera, solterísima hace veinte años. Extrañada, Emma abrió el único archivo que había respecto a su vida amorosa pasada y casi se atraganta cuando descubrió la foto y nombre de Kristin von Straten.
—Pero qué demonios con las Mills –susurró medio riéndose de la situación.
Cerró la laptop conforme mientras se daba cuenta que ya comenzaba a amanecer, así que se propuso dormir esperando que el viaje se le hiciera más corto.
De un susto, Emma abrió los ojos al escuchar que la puerta de la camioneta se abría y le ofrecían la mano para salir, viendo su maleta y su mochila ya descargada en el pavimento. Para Emma habían pasado sólo algunos segundos desde que cerró sus ojos, pero para su sorpresa, tan rápido como se durmió la dejaron ahí en medio de la carretera.
Recogió todo y se dirigió al costado para despejarse mejor, miró su reloj y ya eran pasadas las 9 AM. Abrió su mochila para poner sus cosas en orden y esconder otras, pero debido a su aún presente somnolencia no estaba teniendo mucha coordinación y en un descuido se le cayeron varias cosas al piso, entre ellas una foto de su madre.
Se sentó en el suelo para recogerla, dando un suspiro pasó el dedo por aquel viejo papel fotográfico que mostraba a una joven Eva Nolan.
—Estoy volviendo a casa mamá –susurró con los ojos llorosos- Espero que algún día puedas sentirte orgullosa de mi.
Antes de que pudiera caer la primera lágrima, guardó todo, se puso la mochila en su espalda, cogió el mango de su maleta y emprendió camino, quizás si alguien pasaba realmente le podrían dar un aventón, aunque ella sabía bien que casi nadie visitaba ese pueblo y su espera sería infructuosa.
Después de unos treinta minutos de caminar a paso rápido, pudo divisar los primeros locales comerciales, y casi saltando de alegría agradeció que el primero de ellos fuera la tienda de bicicletas de Marco.
—Hola –saludó Emma mientras entraba sigilosamente para no asustar al anciano que se encontraba ordenando algunos repuestos.
Marco se giró y caminó hacia ella con la sonrisa amable que siempre lo caracterizaba.
—¿Señorita? –preguntó esperando respuesta pero solo consiguió una sonrisa que no tardó en identificar- ¿Emma? No puede ser ¡por Dios! –Exclamó mientras rodeaba el mostrador para darle un apretado abrazo de bienvenida- Tantos años sin verte, pero mira que diferente estás, te ves tan… radiante –le decía mientras la separaba de él para apreciarla mejor- ¿Hace cuánto que no venías?
—Creo que la última vez que vine fue hace cinco años atrás para un cumpleaños de Henry.
Marco, podría haberle preguntado por qué tanta lejanía, por qué no había vuelto a venir, pero él sabía perfectamente que la vida de Emma en este pueblo estaba de cierta manera maldita, la conocía desde que estaba en los brazos de su madre, nada había sido fácil para ella. En cambio ahora, la veía tan renovada y fresca que se le hinchaba el corazón.
—Hay alguien que estará contento de verte –se giró al mostrador hacia una puerta trasera- ¡August! Mira quien vino de visita.
Un chico se asomaba por la puerta, acercándose a Emma curioso y un tanto pensativo. Tardó algunos segundos en reconocerla.
—¡Emma! –Exclamó mientras corría hacia ella para abrazarla.
—Mira cuanto has crecido, si ya casi me llegas al hombro –dijo riéndose.
August era el mejor amigo de Henry, la última vez que lo había visto tenía unos seis o siete años, ya recordaba las incontables tardes de videojuegos o paseos en bicicleta con los chicos.
—Estoy un poquito más alto que Henry este año –dijo poniéndose derecho- por cierto, se va a poner muy contento cuando te vea.
—Ya lo creo –dijo mientras despeinaba al muchacho y dirigía su mirada hacia el anciano- Marco, ¿Tendrás una bici para alquilarme?
Él sonrió y se dirigió hacia la puerta detrás del mostrador.
—De hecho, tengo algo mejor que eso.
No tardó más que algunos minutos en volver con una BH Bicicross que Emma no tardó en reconocer.
—¿Mi bici? ¡¿En serio Marco?! –dijo sorprendida mientras la tomaba y se agachaba para apreciarla- La pintaste de amarillo como te lo había pedido ¡Y le pusiste un canastito! La guardaste todo este tiempo
—No te niego que recibí muchas ofertas por ella, pero era tuya, y sabía que algún día podría entregártela.
—En serio Marco, quedó muy linda, juro que te lo pagaré esta misma semana.
—No, no, no. No es necesario, esta bici me ha traído mucha suerte. Como te dije, todos los niños la querían, así que comencé a traerlas para restauración y ahora cada chico aquí en Storybrooke tiene la suya personalizada, y el trabajo no me falta, soy yo quien les da mantención. Así que Emma no me debes nada.
Emma lo abrazó agradecida.
—Siento que estoy abusando de tu amabilidad –se encogió de hombros- ¿Sería mucho pedir que me guardaras la maleta? Luego la vengo a buscar.
—¡Por supuesto! Ya sabes esta es tu casa, ven cuando quieras. Pero no te vayas aún, al menos, déjame invitarte un desayuno.
El día se venía despejado con un sol radiante y una brisa cálida que ya presagiaba el inicio del verano, así que antes de montarse en su bicicleta se sacó la chaqueta de cuero y la ató a la cintura, se colocó su mochila y emprendió rumbo a recorrer el pueblo.
La gente parecía ser la misma, más de alguno la reconoció sorprendido y le hizo un saludo con la mano, también notó la cantidad sorprendente de niños que había en el pueblo, algo poco habitual, al menos para cuando ella vivía allí, aunque quizás nunca lo había notado. Marco tenía razón, ya había visto algunas réplicas de su bici andando por ahí.
Se paseó un rato por el muelle, siguió recorriendo buscando el fuerte que alguna vez había construido con Henry, que por cierto ya estaba bastante maltrecho, también era probable que el chico ya no entrara en él. Se pensó ir a Granny's más tarde para almorzar y arrendar un cuarto en la hospedería pero primero iría a la tienda de la gasolinera que estaba más cerca para comprar algunas cosas.
Después de recorrer algunas cuadras y casi llegando a su destino pudo divisar no muy lejos a Henry que hojeaba seguramente un comic del mostrador de revistas, acompañado de quizás aquella mujer, Regina Mills. Siguió avanzando sin llamar su atención, quería verlo primero, porque podía notar que estaba más grande que la última vez que lo vio, hace unos meses en Navidad.
El chico giró la mirada hacia ella, como si de alguna manera supiera que estaba allí esperándolo, soltó la revista de impresión y sin pensárselo corrió hacia ella con una expresión entre felicidad y asombro. Emma soltó la bici dejándola tirada y emprendió a su encuentro con la misma emoción.
—¡Henry!
—¡Emma!
El chico se tiró con fuerza sobre Emma y esta no pudo sostenerlo, así que ambos cayeron al suelo, en una suerte de abrazo mientras rodaban por el pavimento.
—¡Chico ya no te puedo en brazos, que ya no tienes cinco años! –dijo Emma entre risas.
—¡¿Por qué no me avisaste?! ¡Estás aquí! ¡Estás realmente aquí! –le gritaba mientras le daba besos, abrazaba e incluso golpeaba en el pecho.
Regina que no entendía nada, se fue tras Henry, con los ojos desorbitados al verlo en el suelo con aquella mujer que no conocía.
—¡Henry tu ropa! ¡Henry!
Ambos seguían en el suelo a carcajadas sin prestarle atención a la morena, de pronto Emma sintió que el chico le daba la vuelta haciéndole una llave, dejándola con su brazo torcido tras la espalda, una maniobra que ella misma le había enseñado, pero que no daba crédito con la fuerza que se la había empleado.
—¡Confiesa delincuente! ¡¿Qué haces acá?!
—No hago nada oficial, ¡suélteme!
Por un momento a Regina se le salieron los ojos, no entendía nada, nunca había visto a Henry comportarse de esa manera. Lo tomó por el brazo obligándolo a pararse.
—¡Henry! ¡Basta! ¿Qué es esto? ¡Cómo se te ocurre tratar así a una señorita!
Emma aun riéndose se puso de pie, limpiando sus ropas y acomodándolas. No hizo más que levantar la cabeza para encontrarse con el rostro de Regina a un par de metros que la analizaba de pies a cabeza. En cambio Emma se quedó inmediatamente absorta con el rostro de la morena, claramente, las fotos que había visto de ella no le hacían nada de justicia, en persona era mucho más imponente y por qué no reconocerlo, tenía una belleza extraña que por alguna razón desconocida no podía dejar de admirar. Aquella cicatriz en su labio superior…
—¿Señorita? ¿Se puede saber quién es usted? –La increpó la morena sacándola de sus pensamientos.
—Es mi hermana –dijo Henry poniéndose entre ellas dos, mirando a Regina.
—Oh… lo siento, yo…
—Entiendo, no me conocía –Le dijo interrumpiéndola, extendiéndole su mano - soy Emma.
—Regina Mills –dijo aceptando su mano- Soy la prometida de su padre. Henry me ha hablado mucho de usted. Es extraño que nadie me haya dicho nada de su llegada.
—Fue una decisión de último momento.
—En serio, discúlpeme si fui un poco brusca.
Se quedaron un rato ahí estudiándose mientras se daban la mano, como si tuvieran en frente una realidad que no se esperaban. Para Regina, era todo muy extraño, porque si bien Henry no paraba de hablar de Emma hasta el cansancio nunca había visto una sola foto de la rubia en toda la casa, y eso que había muchas fotografías repartidas en la mansión. Sabía que George no llevaba una muy buena relación con ella pero nunca había logrado sacarle algo más que alguna historia de joven problema. Se preguntaba qué tan problemática como para no tenerla en ningún recuerdo.
—Tengo que entrar a la tienda a comprar algunas cosas, si quiere podemos entrar las dos tomadas de la mano, pero sería extraño –Bromeó Emma al notar que la morena no la soltaba aún.
Para su sorpresa, la morena no la soltó y simplemente le devolvió una risa ronca cambiando de mano, quedando al lado de ella, hombro con hombro.
—¿Por qué sería extraño? Pronto seremos familia –dijo mientras la conducía dentro de la tienda.
—¿Y eso significa que tendré que ir a pasear los domingos con mi madrastra de la mano como niña pequeña? –dijo levantando una ceja medio cómica.
Regina reviró los ojos e hizo un ruido asqueada.
—Madrastra, que fea esa palabra, no me llame nunca así por favor.
—Quizás algún día puedas llamarla mamá como lo hago yo–dijo Henry de forma inocente.
Emma se soltó inmediatamente de la mano cambiando su semblante a uno más serio. Regina se dio cuenta de inmediato que había acontecido un momento incómodo pero no quiso decir nada.
—Henry, ¿Puedes ir a buscar mi bici por favor?
—Claro, voy en seguida.
—¿Quieres un helado?
—¡Una paleta de chocolate! –gritó mientras salía de la tienda.
—No me gusta que Henry coma antes del almuerzo –Retuvo el aliento al darse cuenta que se estaba mostrando aprehensiva como primera impresión. Emma la miraba sin decir nada, seguía con cara seria, Regina podría jurar que incluso había un dejo de tristeza –Está bien, no le ve casi nunca, no está mal que le consienta un rato.
—No esperaba su aprobación de todos modos.
Regina se llevaba las manos a la cabeza dejándolas caer por su rostro.
—Escúcheme Emma, no me gustaría que empezáramos con el pie izquierdo.
Emma sonrió, negando con la cabeza.
—Yo tampoco, es sólo que es raro. George nunca nos prestó mucha atención, así que prácticamente nunca tuvimos que rendirle cuentas a nadie, y cuando Henry me va a visitar a Nueva York es lo mismo.
—Sólo busco lo mejor para él.
—Y lo agradezco, Henry necesitaba una imagen materna. Pero yo sigo siendo su hermana, me toca consentirlo –dijo mientras entregaba algunos productos al cajero.
—Ojalá James y David tuvieran la misma complicidad que tienen ustedes dos, ellos son el claro ejemplo del gemelo malvado y el gemelo bueno ¿Por qué no vamos a casa a preparar algo especial para el almuerzo? Podríamos charlar mejor y no aquí.
—Pronto entenderá que si George y yo nos sentamos a la mesa no se puede charlar de ninguna manera.
Regina volvía a sorprenderse, pero creyó que no era el momento de preguntar nada.
—George no llega a casa hasta más tarde –dijo mientras seguía a Emma hacia la salida.
—La verdad quería ir a pasear con Henry y luego almorzar en Granny's, tenemos mucho que hablar –dijo mientras recibía la bici que Henry recién traía, dejando la bolsa con las compras en el canasto.
Emma se subió a la bici y Henry fue atrás por el asiento tomando a Emma por la cintura.
—¿Van a ir los dos en esa cosa? ¿No es peligroso?
—No pasa nada mamá –le dijo el chico mientras acercaba su rostro para despedirse de la morena.
Regina lo tomó por la nuca y depositó un beso en la cabeza.
—Por favor Emma, tenga cuidado
—No pasa nada, "mamá" –dijo riéndose- Nos vemos más tarde.
Y así los dos emprendieron camino hacia Granny's bajo la mirada preocupada de Regina que no pudo moverse hasta perderlos de vista.
