¿Por qué me llamas cuando estás drogado?
Por Nochedeinvierno13
Disclaimer: Todo el universo de Canción de Hielo y Fuego es propiedad de George R. R. Martin.
Esta historia participa en el "[Multifandom] Casa de Blanco y Negro 4.0" del Foro "Alas Negras, Palabras Negras".
Condiciones: Me importa un carajo mi mala reputación (frase), repentino (tiempo) y perfume (verbo).
Now it's three in the mornin' and I'm tryin' to change your mind
Left you multiple missed calls and to my message you reply
"Why'd you only call me when you're high?"
"Hi, why'd you only call me when you're high?"
Why'd you only call me when you're high?, Arctic Monkeys.
1.
La primera vez que decidió llamarlo fue un mes, dos semanas y tres días después de haber terminado. Mejor dicho, después de que Jacaerys le hubiera terminado a él.
Había sido un parpadeo. Ahora estoy aquí y ahora no más. No más sudaderas rotando en el estante libre del armario, no más «tu lado de la cama» o «deberíamos comprar una estantería para tus libros».
Aegon sabía que ese día llegaría. Lo sabía desde el comienzo, pero pensó que su historia tendría más capítulos y un epílogo digno, memorable, no un final abrupto donde los personajes, al igual que el lector, se preguntaban qué carajos pasó.
A decir verdad, estaba fumado. Había encontrado un poco de hierba en el bolsillo trasero de sus pantalones y la había encendido sin pensar. Se había mantenido limpio los últimos meses por Jace, pero ahora que no estaban juntos, ¿qué más daba?
El teléfono sonó y sonó. Pero nadie contestó.
2.
Jacaerys no lo llamó ese mismo día, sino que lo hizo a la mañana siguiente. Como si estuviera demasiado ocupado como para sentir el teléfono o echar un vistazo a sus notificaciones.
En cuanto Aegon vio que se trataba de él, respondió la llamada sin dudar, olvidándose del rencor momentáneo.
—¿Qué pasó? —preguntó, preocupado—. Vi las llamas perdidas.
—Estaba drogado.
Escuchó un suspiro al otro lado de la línea.
—¿Y ahora lo estás?
—Quizás. —Se había fumado un porro. Luego otro al ver que el primero no le hacía efecto—. ¿Me extrañas, Jace? ¿Extrañas lo que teníamos?
—Esto no te hace bien, Aegon —respondió Jacaerys, siempre condescendiente.
—No me hace bien que me hayas dejado, Jace. Pero eso no te importó.
Cerró los ojos y rememoró la desazón que sintió al llegar y encontrar el apartamento vacío. Ni siquiera había podido detenerlo.
—Tengo que irme.
—No me sorprende. Eres bueno huyendo, Jacaerys.
—Adiós, Aegon —dijo y cortó.
3.
Eran las tres de la mañana y Aegon no podía dormir. Se sentía ahogado por el humo y los recuerdos, sobre todo por los recuerdos, y éstos no se disipaban abriendo la ventana.
Pensó en la primera vez que se besaron.
Estaban sentados sobre el capó del auto de Jace; sobre sus cabezas, había un cielo forrado de estrellas. Su sobrino sonrió a mitad de una frase y Aegon quedó cautivado. Nunca había visto sonreír a alguien con tal espontaneidad. Estaba acostumbrado a los reproches, a las mentiras y a las decepciones.
«No sé si debería hacerlo. Se dicen cosas sobre ti...»
«Me importa un carajo mi mala reputación, sobrino. Si tú quieres y yo quiero, ¿por qué nos detendríamos?»
Al primer beso le siguió otro y otro.
Aegon buscó su teléfono. Lo llamó.
No era justo que no pudiera dormir mientras que Jace seguía con su vida como si él no hubiera pasado por ella.
4.
—¿Por qué me llamas cuando estás drogado?
«Porque es cuando tengo coraje.»
—Porque te fuiste sin más, Jace. Nunca dejaste que me explicará.
—Estabas borracho, Aegon, y los dioses saben qué más.
De pronto, se sintió avergonzado.
Lo último que recordaba eran los gritos de su madre y sus reproches que, a pesar de los años, seguían intactos. Luego, se robó una botella de la cava de su padre y se largó. Debía haber tomado un Uber hasta la casa de Jace.
—Había discutido con mi madre.
—¿Y por eso arruinaste el cumpleaños de la mía?
—Tú no sabes cómo es mi madre —respondió Aegon—. Crecí con un dementor que se alimentaba de mis recuerdos felices y me dejaba sin ganas de vivir. Y con un padre para el que no existíamos. Estoy seguro que Rhaenyra debe tener sus defectos, pero mira la diferencia entre tú y yo, Jace.
Esta vez fue Aegon quién colgó.
5.
Aegon no lo llamó durante los días siguientes.
No ayudaba que se hubiera quedado sin hierba y que su distribuidor de confianza estuviera sin suministros. Fumaba un cigarrillo detrás de otro, pero se mantenía a flote.
Por supuesto que su aparente serenidad se vio interrumpida por un mensaje de Aemond. El enlace que le enviaba estaba acompañado de un: «¿ustedes no estaban juntos?»
Aegon contuvo la respiración mientras leía el encabezado de una revista de chimentos.
«El heredero de Rhaenyra Targaryen, Jacaerys Strong, ¿nuevamente enamorado? Se lo ha visto muy bien acompañado de la hermosa Sara Nieve...»
Antes de llamar a Jace, habló con su dealer:
—Ya te dije que no tengo hierba.
—No me importa. Tráeme la mierda más fuerte que tengas.
Una hora más tarde, tenía tres líneas blancas sobre la mesa y un tubo de plástico para inhalarlas. Se sintió elevado al instante.
—Eres un hijo de puta —fue lo único que dijo.
6.
—¿Qué quieres ahora, Aegon? —Jacaerys respondió la llamada de forma repentina, después de siete tonos interminables—. No puedes seguir llamándome a estas horas.
—¿Y cuándo lo hago, Jace? Llame a la hora que llame, no me atiendes.
—Me dijiste hijo de puta.
—¿Y qué otra cosa quieres que te diga? —gritó Aegon—. ¡Estás saliendo con Sara Nieve! ¡Terminamos hace dos meses! ¡Dos meses!
Aunque no podía verlo en ese momento, Aegon estaba seguro de que estaba rodando los ojos.
—¿Te parece poco tiempo?
—¿Quién es ahora el de las relaciones fugaces? —contratacó. Era una forma más delicada de hablar de su promiscuidad—. ¿Sabes qué es lo que más me enoja? —Silencio—. Que siempre sentí celos de ella y tú me decías que era solo una amiga, que estaba siendo paranoico. Pero ahora te la estás cogiendo... ¿Lo estás haciendo ahora?
—Cariño, ¿quién es? —preguntó una voz femenina.
—Nadie. No es nadie.
Aegon no pudo seguir escuchando.
7.
Después de que se le iba el efecto de la hierba, generalmente se le abría el apetito y la depresión crecía, se instalaba como una mancha de humedad en un rincón; con la cocaína era diferente. No podía dormir o concentrarse, y la mancha se extendía hasta cubrir toda la pared.
La única forma que tenía de mantenerse en alta era seguir drogándose.
Trataba de no hacerlo, por supuesto que trataba. No quería ser el desastre que todos decían que era, pero no era fácil. Nunca nada era fácil. Y menos con Jace rehaciendo su vida a pasos agigantados. Ahora las revistas hablaban de compromiso.
—Ese día fui a hablar con mi madre como me dijiste que hiciera —le habló al buzón de voz—. Quería arreglar las cosas. Comenzar de nuevo. Y le hablé de nosotros. Pero ella dijo que no me ilusionara, que la iba a terminar cagando. Al final tenía razón. Siempre la tiene.
8.
Estaba acostado en el suelo del apartamento.
—¿Nunca pensaste en darme otra oportunidad? —le preguntó Aegon—. Lo arruiné una sola vez, Jace. Una sola vez.
—Lo nuestro no hubiera funcionado de todas formas, Aegon. Somos muy diferentes.
Aegon estaba preparado para la puñalada, pero no pensó que hundiría el cuchillo tan profundo.
—Pero eso era lo que te gustaba —recordó. ¿Cuántas veces le había dicho «no eres como las personas que conozco y eso es lo que me encanta de ti»?— Me mentiste. Todo el tiempo me mentiste.
—Cuando estás enamorado...
—¡No me vengas con esa mierda, Jace! Porque lo siguiente que dirás es que tampoco estabas enamorado, ¿verdad? —Su sobrino no dijo nada—. Vivíamos juntos. No te vas a vivir con una persona a la que no amas.
—Ya no es más hierba, ¿verdad? —preguntó Jace—. ¿Qué te estás metiendo, Aegon?
Se rascó la nariz; luego inhaló los restos de polvo que estaban aninados en los orificios.
—Adivina.
9.
Aegon terminó en un club nocturno de mala muerte después de acabarse la última línea. Las luces de neón y la música a todo volumen lo mareaban, pero así no escuchaba sus propios pensamientos.
Jace se iba a casar. Ya no era un rumor sino una primicia. No había fecha, pero no tardarían en ponerla.
Un chico lo tomó de la mano y lo llevó hasta el baño. Aegon no opuso resistencia. Tenía el pelo oscuro y usaba perfume. Si cerraba los ojos, podía fingir que era Jace.
Antes de darse cuenta, ya lo estaba llamando.
—¿Dónde estás, Aegon?
—En un club.
—¿Dónde?
—No lo sé... Llegué caminando —respondió con sinceridad—. Estoy con un chico, ¿sabes? Me la está chupando. —El aludido lo miró mientras que se atragantaba con su erección—. Y estoy seguro de que quiere cogerme.
—Qué bueno que tu noche vaya bien. Usa protección.
—¿Cómo puedes ser tan indiferente?
—...
—Te odio.
10.
Las cosas con el chico no terminaron bien, ni siquiera había podido correrse. Después de murmurar un «otro traumado con el ex», se marchó y lo dejó solo contra la pared de azulejos. A Aegon tampoco le importó. Lo único que lamentó era que se le había acabado la coca.
Se encontró con una jeringa a medio usar en el suelo del baño. Nunca había probado la heroína, pero decían que la oleada de placer que causaba era mayor que otras drogas.
Aegon se alejó de allí antes que seguir cayendo en el abismo. Había un antes y un después con probar la heroína, ese era su límite autoimpuesto.
Terminó cambiando su cadena de oro —la que era de su abuelo— por una bolsita más.
Cuando Aegon volvió a marcar el número de Jace, enseguida saltó una voz que decía:
—El número que usted seleccionó no es correcto o está fuera del área de cobertura...
11.
Al final, no fue Jace quien lo salvó de caer en su espiral de autodestrucción masiva sino Helaena, su hermana.
—Jace me dijo que lo llamas cuando estás drogado.
—Ya no lo hago. El muy maldito cambió el número de teléfono —contestó con enfado—. ¿Por qué estás aquí, Helaena?
—Porque alguien tiene que cuidar de ti, cariño, ya que no puedes hacerlo solo.
—Soy un hombre adulto. Sé cuidar de mí mismo.
Ella miró el desorden del aparatamento.
—Tienes dos opciones: o aceptar la ayuda que te estoy ofreciendo o soportar a mamá de nuevo en tu vida. Tú eliges.
La respuesta fue fácil.
Helaena limpió su apartamento. Tiró por el inodoro todo: vodka, hierba y coca. Llamó a su dealer y lo amenazó con entregarlo si le volvía a vender algo. Luego, le escondió el teléfono.
—Jace no volverá. Y tendrás que afrontarlo. Pero lo harás como una persona normal.
Entonces, Aegon empezó a llorar.
Nota de la autora: Esta idea surgió escuchando la canción. Enseguida pensé en ellos y en Aegon siendo (nuevamente) un desastre después de que Jace lo dejara. Quería algo bien dramático y esto es lo que salió.
Siempre he pensado que a Aegon le gusta leer, pero que es más de lo juvenil, tipo Harry Potter, los Juegos del Hambre, etc, a diferencia de Aemond y Daeron que van más a lo clásico o Helaena que es fan del terror. Y quería mostrarlo un poco aquí.
