Los principales personajes quedan a Stephanie Meyer la historia es mía totalmente prohibida la reproducción total o parcial de la historia sin mi autorización


Capítulo 29

El primer paso al infierno.

El silencio absoluto lleva a la tristeza. Es la imagen de la muerte (Jean-Jacques Rousseau)

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A veces me preguntó ¿Por qué no me enamoré de ti?

Rosalie miró a través de su ventana al jardín analizando lo que había escuchado de Isabella y Emmett. Suspiró levantando el periódico en sus manos, periódico que había encontrado en la mesa mientras corría a su habitación tras escuchar a ambos hablar sobre el caos que hubiesen sido juntos, estaba celosa, porque ella sabía que nunca en toda su vida ella podría competir con el pedestal de Isabella asi solo se había robado el maldito periódico. Se sentía patética e inmadura. Se sentía la chica de lentes de secundaria, con un IQ demasiado alto para ser comprendida, esa chica que se enamora perdidamente del mariscal de campo e Isabella era la maldita presidente de el grupo de porristas, del consejo estudiantil. A su lado Rosalie se sentía como si no existiera.

"Isabella Cullen le cuenta su historia a una bloguera"

Un encabezado muy tonto si se le permitiera admitirlo, ella habría sido más original pero bueno, no era su periódico y no era su reportaje este que estaba vacío y sin originalidad.

"La dueña del imperio Global High se abrió a una entrevista y la cedió a nada más y nada menos que la rubia de ojos azules, quién no ha publicado nada en su blog desde hace dos meses. Ahora el mundo explota en ansias por ver y leer lo que la señora está dispuesta a revelar en esa entrevista"

Bufó tirando el periódico al piso antes de moverse a su cama mientras las palabras de Emmett e Isabella sonaban como golpes destrozando su ya lastimado corazón.

Somos caos.

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Isabella miró los últimos planos con atención intentando quitarse de la cabeza la cara afligida de Emmett cuando lo acusó. Frunció el ceño y esperó analizando, cómo siempre, todos los hechos antes de recostarse en su silla y mover el lápiz en sus dedos reproduciendo en su cabeza cada palabra dicha. Grace entró en la oficina y le dejó una taza de té de canela y manzana que le hizo agua la boca así que se inclinó por la taza y lo bebió.

—Grace —la llamó sin dejarla salir de la oficina

—¿Señora?

—¿Cómo está Rosalie? —pregunto y la vió tensarse así que esperó alerta por su respuesta.

—Ella no se veía muy bien hoy, señora.

Isabella asintió y la dejó irse. Tras asegurarse de que se había marchado abrió una de sus gavetas y sacó un pequeño y viejo cuaderno, levantó su teléfono y marcó. El teléfono dió dos tonadas antes de que una voz suave sonará al otro lado

—Estaba pensando en ti. Õjo. Ha pasado mucho tiempo.

Isabella asintió como si la persona del otro lado la estuviera viendo, era como hablar por teléfono con el presidente después de todo.

—Necesito…

—Un favor. No me llamarías de otra forma —la interrumpió bruscamente la voz del otro lado y luego se escuchó un movimiento extraño como si estuvieran revolviendo papeles

—¿Nombre?

— Emmett McCarty.

El silencio la hizo dudar de si aún estaba teniendo esa llamada pero cuando escucho el suspiro cansado frunció el ceño

—Lo investigue para ti hace diez años, niña.

—Algo está pasando. Necesito saber que es. Charlotte volvió y él no parece ser él. De nuevo.

—¿Desconfías de tus elecciones?

—Desconfío de los hechos y lo sabes. Hasta mi sombra sería capaz de traicionarme

—No. No Emmett McCarty. Eso es seguro.

—No lo sabes —replicó Isabella y la persona al otro lado se aclaró la garganta

—No meteré las manos al fuego por el diablo. El fuego que despide su cuerpo puede quemarme.

— ¿Has sabido algo de..?

—Felix. No, no aún. Tengo a mi gente buscando y lo sabes. Sabré primero dónde está. Estoy buscando piedra por piedra. Quiero arrancarle la piel y quemarla.

—Es mío. Si lo encuentras primero no puedes matarlo. ¿Vas a ayudarme?

—Seis horas. Õjo. Enviaré a alguien.

El sonido de una línea muerta hizo a Isabella bufar y colgar el teléfono. Odiaba llamar a ese número, pero la persona tras esa línea era más efectiva que su detective privado y seguro que si llamaba a Torn este se cargaría en sus pantalones. Aún no sabía porque le causaba tanto miedo al chico. Además seguramente iba de chismoso con Emmett y no era lo que necesitaba en esos momentos.

Se levantó de su silla y nerviosa miró la habitación antes de que un golpe descuidado en la puerta le llamara la atención. Rosalie entró tres segundos después viéndose cansada, ansiosa, como Emmett se había visto hace rato antes de solo dejarla en la puerta e irse.

—¿Se enamoró de ti? —la pregunta de Rosalie la confundió y su sonrojo le dijo que estaba molesta. Eso le llamó la atención. La niña le estaba reclamando, así que espero, pero Rosalie también esperaba.

—Explícate —le ordenó sin poder evitar sonar brusca.

Rosalie se sentó en una silla y miró sus manos moviendo la grabadora sin encenderla antes de mirarla a la cara. Esa chica era la niña tonta más valiente que había conocido jamás pensó. Muy pocas personas podían mirarla a los ojos y ella podía contarlas con los dedos de la mano.

—Emmett te dijo que, ojalá y se hubiera enamorado de ti. ¿Se enamoró de ti?

Isabella levantó las cejas al entender, luego cruzó sus brazos y suspiró pensando en no contestar porque iba a sonar pretenciosa, pero aún así era lo que seguía en la historia así que caminó hacia su silla y se sentó antes de señalar la grabadora que por supuesto Rosalie siempre llevaba con ella y aunque Isabella estaba a punto de lastimarla se aclaró la garganta. Rosalie encendió la grabadora y Isabella murmuró

— Pregunta de nuevo Rosalie.

Rosalie creyó estarse quedando sin aire porque de alguna manera sabía que la respuesta a su pregunta no iba a gustarle así que de una forma ahogada pregunto de nuevo y lo hizo de forma más organizada

—¿Se enamoró de ti, Emmett McCarty?

—Si pudieras definir el caos en una sola palabra este sería mi nombre. Yo estaba llena de mierda ¿Sabes? Era una adolescente enamorada de alguien que me llevaba casi cuatro años, alguien que era luz, calidez, libertad, felicidad. Palabras que en su momento me parecieron cosas imposibles, palabras que eran cuentos de hadas y magia. Cosas inexistentes, sin embargo, así como hay gente que ora a diario porque la cura del cáncer sea descubierta, yo creí que eso tan increíble era para mí. Creía en Edward y lo amaba aunque me negara a aceptarlo o decirlo en voz alta. Cuando me ví en las manos de Félix, cuando estuve débil, cansada y dispuesta a morir antes de dejarlo ponerme una mano encima, Emmett, quien era una marioneta del destino, vino, me levantó del piso y me sentó en el mismo sofá en el que había despertado. Tenía moretones que parecían estar curándose, sanando en su rostro y una mirada cansada. No se veía como el joven que conoces ahora. Había algo que él parecía llevar como un valiente o un imbécil sobre sus hombros. Sus ojos no eran pícaros, no sonreía. Si hoy te parece un rey de plomo en ese entonces Emmett era impenetrable.

—Te dejaré un pedazo —le dijo con sorna Félix antes de tomar mi quijada con una sola de sus manos. Él bajó su rostro y pegó su frente a la mía y aunque intenté alejarme no pude. Su agarre era fuerte y me estaba lastimando ya que no era delicado. Con su otra mano rasgó mi blusa y si yo no hubiese llevado sostén mis pechos habrían quedado al aire. Quise moverme, quería gritar, pelear pero estaba paralizada siendo expuesta y sintiéndome sin dignidad.

—Eres mía Õjo —susurró y yo no respondí porque tenía miedo, miedo de verlo atacar a lo que yo más amaba. Miedo de que él lastimara a lo único en el mundo que me volvía una maldita loca debilucha.

Emmett lo apartó ¿sabes? Él tiene un pasado que no puedo contar porque me pidió ser él quien te lo cuente pero, Rosalie, también tenemos un pasado que nos une. Podríamos haber sido un caos juntos, podría haberlo amado pero eso solo nos habría hecho muchísimo daño, ¿Se enamoró de mí?

Isabella sonrió y el sarcasmo brilló en su rostro cuando tomó un lápiz en su mano y lo giró entre sus dedos llamando así la atención de Rosalie quien esperó por una respuesta.

—Edward decía que todos los hombres que llegarán a conocerme de verdad me amarían. Decía que las personas parecían en cierto punto vulnerables a mí, pero que él me amaba más que nadie y que nadie en mi vida podría amarme como él. No soy pretenciosa, no quiero empezar a serlo, pero quiero que te quede claro que Emmett, Edward, o cualquier hombre que me rodea o estuvo cerca de mi me ama y me amó, porque soy dueña de una parte de ellos, una parte que asustaría a cualquiera. Y el hecho de compartir un pasado juntos los hace especiales para mí, pero nadie es como el hombre con quién yo elegí pasar toda mi vida. Hasta Hyõ en su infierno luchó por mí en contra del cáncer de pulmón. Félix me amó de forma enfermiza, obsesiva compulsiva, de una forma que aterraba a cualquiera y que terminó por hacerme daño. Un daño que quiero cobrarle despacio.

—¿Qué pasó después? ¿Cómo huiste?

—Felix se burló de la caballerosidad de Emmet. Se le acercó y buscó su rostro, sus ojos.

—Ella es mía —le susurró antes de golpearle la mejilla con su palma abierta de una forma poco amistosa. El golpe sonó pero no hizo a Emmett moverse o parpadear, era como si no sintiera nada —. Llevensela —ordenó, y la mujer que se veía como prostituta me tomó el brazo y levantó de forma brusca del sofá. Dos hombres en la puerta nos siguieron hasta que la mujer me empujó en una habitación antes de cerrarla en mi rostro. Aquella habitación no distaba mucho de aquel lugar en Asia en el que había estado atrapada. Siendo inteligente busqué entre todos los ladrillos, miré bajo el colchón antes de que la puerta se abriera y una mujer también fuera empujada dentro.

Ella me miró con compasión antes de sonar su nariz en su abrigo y rebuscar en sus bolsillos hasta que encontró un cigarrillo.

A primera vista, se veía mal. Tenía un moretón en la barbilla que seguro se parecía al mío, y uno de sus labios roto, con varios hematomas en su cuello y brazos. Aún así vestía de forma correcta, una falda corta que parecía vieja pero la cubría, un abrigo adecuado para el frío y un top que me dejaba ver los tatuajes de su estómago. Tenía muchos.

—¿Cuántos años tienes? —preguntó llamando mi atención antes de por fin encontrar su encendedor y empezar a fumar.

—Dieciséis —respondí y ella se encogió al oírme. Suspiró con pesadez antes de sentarse en la cama y cruzar sus piernas enfundadas en una botas de tacón que bien servirían para matar a alguien o hacerla romperse el cuello.

—Tuve esa edad alguna vez —murmuró antes de dar una calada y maldecir en voz baja por el dolor que la calada le causó.

—Necesitas puntadas —le dije en respuesta y ella se encogió de hombros restándole importancia.

—Y tú estar lejos de aquí —me rodó los ojos y sonrió abiertamente —. Soy Sienna —extendió su mano hacia mi y yo la tomé.

—Õjo —dije en respuesta y ella dió otra calada levantando las cejas.

— Te ves como una Õjo —susurró. Seis horas después la puerta se abrió y se la llevaron. No volví a ver a Sienna hasta unos años después.

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—¿Hyõ no llegó a por tí?

Isabella se levantó de la silla y tomó un vaso en sus manos para servirse agua.

— No me abandonó si es eso lo que te estás preguntando. Pero no llegó por mí esa noche. Félix había cubierto bien su rastro. Me había escondido a plena vista y Hyõ me estaba buscando en las calles, en los barrios, hospitales, callejones, todo el mundo estaba colaborando con él pero nadie busco en ese gimnasio. Así que no fue Hyõ quien me salvó esta vez. Fue Emmett. Él me sacó de allí.

Me drogaron, no lo supe hasta que escuche a alguien reírse. Se reía fuerte en mi oído y murmuraba que iba a ser suya y a disfrutarlo. Esta parte de mi vida es una pesadilla. El primer paso al infierno. Di muchos más pasos y cada uno fue aterrador. Aún así todavía no he llegado al infierno.

Félix creyó que drogada iba a darle lo que él quería. Pero en cuanto los ví entrar, porque después de llevarse a Sienna, Félix entró con tres hombres, peleé con uñas y dientes antes de que uno de ellos me pusiera una inyección de burundanga, la droga que anula la voluntad. Así la conocen en las calles. Pateé a varios. Tres hombres, rompí mi muñeca golpeándole la cara a uno de ellos, no era tan fuerte sin embargo cuando la droga hizo su efecto mis piernas cedieron y caí. Y Félix se rió a carcajadas al verme dominada y sin fuerzas para moverme.

Me sentí desolada, estaba perdiendo una batalla. Él iba a llevarse lo que me quedaba, no tenía nada más que mi virginidad y él iba a robársela. Pensar en el daño que iba a hacerme era demasiado. Era como tener el pie de alguien pesado solo puesto en el pecho. Apretaba tan fuerte que estaba dejándome sin aire.

Luego vinieron los colores, habían muchos colores aunque la habitación era vieja y desgastada, todo, todo estaba girando, estaba solo mareandome.

Hyõ tienes que dejarnos revisarla.

Ella no traía pulso, ella no respiraba por amor a Dios. Es mi hija. Ella no puede morir. ¡NO PUEDES DEJARLA MORIR!

Está entrando en shock. Saquen a este hombre de aquí.

Mi pecho dejó de doler. No sabía cuándo, ni cómo, y de pronto todo quedó en silencio. Dejé de escuchar después de eso. Dejé de sentir, los pensamientos se volvieron nada más que un solo sonido un sonido sencillo al que nosotros conocemos como vida pero es solo tu corazón bombeando sangre por todo tu cuerpo.

Dicen que Emmett entró en la habitación dos segundos antes de que Félix me violara. Y le inyectó la misma droga dejándolo inconsciente. Él supo cómo alejar a los hombres de Félix, luego me sacó de allí y me llevó a la casa de Jane. Yo no lo sabía pero él y Jane se conocían.

Emmett era un espía de Jane que llevaba meses jugando con fuego. Jane llamó a Hyõ primero, camino al mismo hospital en dónde mi padre estaba tratándose contra el cáncer.

Estuve dormida dos días antes de abrir los ojos y cuando lo hice pensé que iba a estar allí, en esa misma habitación, sucia, quizás perdida, quizás demasiado rota, por dentro y por fuera. Los recuerdos me dejaban agotada, cada flashback era revivir el infierno, me lastiman, me sentía sucia. Indigna. Culpable. Y el dolor en mi pecho era tan grande que quería gritar hasta quedarme sin voz. Estaba mal, estaba demasiado mal. No era yo misma.

Hyõ se levantó asustado al verme despierta y se alejó de mí buscando a un doctor. Yo me sentí sin aire y con ganas de vomitar así que intente quitarme todas las cosas a las que me habían conectado pero me inyectaron un calmante y volví a quedarme dormida. Los escuchaba mientras estaba semi inconsciente. Sus voces llenas de lástima, la voz de Hyõ sonando más dura, más molesta. Él estaba furioso y yo estaba aterrada de que estuviera molesto conmigo.

No hay signos de violación.

No la violó —escuché a Emmett hablar por primera vez y Hyõ chasqueo su arma a lo lejos.

¿Cómo sé que no estás con ese bastardo? Debería convertirte en un colador.

No dejaría que nadie le hiciera daño, hombre. Ella es una niña. No sabía que la estaban buscando. No sabía qué era lo que estaba pasando. La ayudé. Maldición. Acabo de tirar a la basura algo que me llevó tres años tener por salvarle la vida.

Baja el arma Hyõ

Edward se metió entre ellos. Lo sé porque abrí los ojos y lo ví defenderlo, Edward era así ¿Sabes? Él defendía a todos, no juzgaba su pasado, él solo defendió a Emmett, creyó en él y Emmett solo lo apartó de un empujón.

—Deja a los grandes hablar, niño imbécil.

— Entonces hasta tú deberías estar callado grandote susurré sintiéndome agotada. Los ojos de Edward brillaron como dos estrellas en un cielo oscuro de Alaska cuando se encontraron con los mío. Me sonrió pero yo no podía sonreír. Y en lugar de verlo como al amor de mi vida, en ese momento preciso de mi vida Edward Anthony Cullen Masen me pareció un estorbo.


Emmett nos está haciendo sufrir, pero no es por su gusto, estamos a nada de saber más de la historia de esos dos y de porqué hay tanto pasado envolviendolos. No se pierdan los próximos capítulos, son los mejores. ¡Gracias a todas por leer!

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