Aclaraciones: la portada no me pertenece, es de la artista fery_dds.
Nami se había quedado dormida más de una hora en la cama cuando unos toques en la puerta la despertaron de su pequeña siesta. Abrió los ojos molesta, se destapó el cuerpo de un manotazo. No era el momento de seguir fantaseando.
–¿Qué? –preguntó en alto con un tono bastante borde, pensando que era su tío.
–Nami –la llamó su hermana desde el otro lado– ¿Estás despierta?
–Sí –respondió algo más relajada, yendo a abrir a Nojiko– ¿Pasó algo?
–En el bar hay alguien que está preguntando por ti –anunció la mujer cara a cara.
–¿Tiene pinta de policía? –preguntó extrañada, mordiéndose el labio.
–No, además es… –pausó dramáticamente– bastante guapo. No sabía que te iban ese tipo de chicos.
–¿Cómo? –Nami se sentía totalmente confundida.
–Me dijo que habías quedado con él para almorzar y hablar las cosas. Que había querido venir a buscarte pero no le dijiste dónde vivías –le dio un pequeño codazo en el costado de forma amistosa– ¿En serio se te pasó eso? No sé dónde tienes la cabeza…
Entonces Nami supo a quién se estaba refiriendo. Se quedó pasmada en el sitio, su hermana se veía contenta porque por fin había conocido a alguien, pues aquel hombre había sido tan encantador con ella cuando preguntaba por su hermana. Pero nada más lejos de la realidad.
–Mierda… –dijo en voz baja, intentando pensar un plan rápido– ¿Dónde está? ¿Sigue en el bar?
Tomó a su hermana por los hombros, agitándola levemente.
–No –respondió, sorprendida por su reacción– Le dije que esperase abajo de casa.
Mierda. Mierda. Mierda.
Nami se separó y comenzó a andar de un lado para otro bajo la atenta mirada de Nojiko, extrañada por su actitud.
¿Cómo cojones me ha encontrado? ¿Tan rápido?
–¿Pasa algo con él? –preguntó la mayor, algo preocupada por la reacción de Nami.
La chica se quedó pensativa pero decidió responder a su hermana, no quería involucrarla más de lo necesario en sus problemas. Ya buscaría cómo lidiar con ese hombre más tarde.
–Es solo que no sé qué decirle –fingió una mueca de tristeza.
–Qué bobada –negó ella, dándole una palmadita en la espalda– Simplemente di lo que sientes y le das un beso. Seguro que se queda callado y se arregla todo.
Nami se quedó viendo a su hermana, casi se estaba arrepintiendo de seguir con la broma del novio. Un pequeño escalofrío agitó su espalda imaginando cómo sería compartir un beso con ese tipo.
–¿No os habéis besado aún? –preguntó Nojiko levantando ambas cejas.
Otra vez esa visión, la sangre, el olor a formol, esos ojos en botes. Nami parpadeó lentamente, intentando alejar esos pensamientos macabros de su cabeza.
–Obviamente no.
–Pues no sé a qué estás esperando, chica –se encogió de hombros.
–Poco a poco –mintió.
De lo único que tenía ganas era de saltar por la ventana y huir lo más lejos posible. Temía por su vida y por la de su hermana. De verdad que no quería acabar colgada en algún cuadro bizarro de su casa, expuesta como un trofeo disecado o algo parecido.
–Arréglate un poquito, ¿no? –la avisó, saliendo parcialmente del cuarto– Pero no lo hagas esperar mucho.
–Calla, que tú tienes a Ace –Nami le sacó la lengua mientras estaba mirando el armario y qué demonios ponerse.
–Touche.
Nojiko se marchó de la habitación entre risas y fue a hablar un poco con aquel hombre tan amable que la esperaba pacientemente en la calle, bastante ilusionada de que su hermana por fin había conocido a alguien.
La pelinaranja comenzó a sacar perchas y más perchas y lanzarlas a la cama, buscando algo que la convenciera lo suficiente. Sentía que debía estar exuberante, por alguna extraña razón.
–¿En serio me estoy arreglando para ver a un puto psicópata? –murmuraba colocándose una blusa blanca que resaltaba su figura y una falda negra algo ceñida– Bueno, esto lo hago por Nojiko. Ya hablaremos a solas e intentaré solucionarlo…
Se había calzado unas medias oscuras para tapar las heridas de la noche anterior y unas botas con algo de tacón. Se miró al espejo, se veía bien atractiva con esa ropa. Ahora el toque final. Corrector, pintalabios, un poco de eyeliner…
–Perfecta –se dijo a sí misma ante el espejo antes de irse.
Para bordar el mejor papel que haya fingido en toda mi vida.
Cuando Nami atravesó el umbral de la puerta, Nojiko y aquel tipo seguían charlando animadamente. Su hermana le daba algún golpecito amistoso y él le devolvía una amplia sonrisa. La chica entrecerró los ojos, no entendía muy bien sus intenciones.
–Y yo creía que a Nami no le gustaban los chicos –comenzó a reír– Pero me ha sorprendido verte, pensaba que eras otra de sus mentiras.
Trafalgar pensó para sus adentros que aquella mujer no estaba muy lejos de la verdad. Su falsa sonrisa se fugó al momento en que levantó la mirada y vio a esa chica caminar hacia ellos. Estaba más atractiva que la noche anterior. Y él pensaba que se limitaría a salir y mandarlo a paseo…
–Hola –saludó ella con el cuerpo tenso.
El hombre se había apoyado en su moto, cruzado de brazos. Vestía una camisa amarilla arremangada hasta los codos, llevaba los tres primeros botones desabrochados, mostrando parte de un gran tatuaje en el pecho y algunos en los brazos.
En conjunto con unos vaqueros oscuros, zapatos de cuero y aquel reloj digital que probablemente costase mucho dinero, denotaba un look con bastante confianza en sí mismo. Dos pendientes dorados decoraban cada lóbulo de su oreja, llevaba el pelo algo despeinado, y por el contrario, la barba arreglada junto a las patillas. Pero esas ojeras nunca se iban.
Sus ojos grises toparon con los marrones de Nami. Era una situación muy diferente a la de la noche anterior. Ahora no tenía ganas de salir huyendo, parecía un chico cualquiera con el que te encontrarías en una discoteca. En una pequeña parte de su cabeza pensó que no se veía tan mal con esa ropa, era atractivo. Se mordió el labio ante esa línea de pensamientos, cosa que no pasó para nada desapercibida para él.
–¿Y me vas a presentar a tu amiguito, Nami? –la picó su hermana mayor.
–Ah, sí –murmuró con un poco de desgana pero sin apartar la vista de aquel hombre, se acercó un poco a él– Nojiko, este es…
La pelinaranja se giró hacia el hombre, buscando una buena respuesta. Había sido tan torpe de no preguntarle el nombre en ningún momento, o cautelosa. Y encima ella le había mentido con el suyo, y obviamente ya lo sabía, porque él solo iba ampliando más y más esa estúpida sonrisa de tipo encantador.
–Law –se auto presentó– Trafalgar Law, señorita.
Nami cambió el peso de un pie a otro, nerviosa. Esperaba que su hermana no sospechase en exceso. Además, él parecía seguirle el royo, eso le daba un punto a favor en todo aquel circo.
–Encantada –le ofreció su mano para estrecharla pero Law se limitó a besar el dorso con cuidado, dejando a ambas mujeres pasmadas– Madre mía, qué educado.
¿Educado o pedante? Se preguntó la menor en su cabeza.
Pero antes de que añadiera nada más, el hombre la repasó de arriba abajo con la mirada e hizo un comentario que nadie se esperaba.
–Estás preciosa –halagó a Nami, que se quedó con los ojos abiertos como platos.
–Y encima romántico –añadió Nojiko, mirando a ambos, le dió una palmadita en la espalda a su hermana– Nami, te ha tocado la lotería…
Law soltó una risa suave y aterciopelada, de esas que provocaría un suspiro en cualquier mujer.
–Hermana querida, ¿tú no tienes un bar que atender? –preguntó la pelinaranja, señalando la acera de enfrente.
–Si, si, ya me voy –le quitó importancia a sus palabras, pero luego se dirigió al chico de nuevo– Pasadlo bien y cuídala por favor.
–Por supuesto.
Nojiko se alejó casi a zancadas. Nami tenía ganas de salir corriendo detrás de ella para escapar de ese hombre, pero ya era tarde. Estaba hasta arriba de mierda.
–Bueno, señorita Nami –arrastró a propósito su nombre, encendiendo el vehículo de su espalda– ¿Vamos a comer y hablamos de negocios?
–Teatrero –murmuró ella, subiendo al asiento y agarrando con timidez su camisa.
–A este paso también me vas a robar el corazón –se mofó de ella al notar la timidez con la que se aferraba a su cintura.
Law puso en marcha la motocicleta rumbo hacia algún local del centro donde poder almorzar y hablar de cosas importantes. Nami volvió a sentir ese olor a desinfectante de su ropa pero mezclado con una fragancia masculina más agradable que la sangre de la noche anterior.
