N/A: Hola a todos, ¿me extrañaron? Yo sé que lo hicieron, no sean tímidos en aceptarlo.
Después de todo, ha pasado más un año de mi última actualización en esta historia. El capítulo final de la primera temporada fue el 3 de septiembre del 2023.
He escrito este capítulo solo para demostrar que esta historia no está muerta. Es un especial que tenía en mente desde hace ya mucho tiempo e incluso algo escrito, pero no he podido terminarlos porque... pasaron cosas.
En fin, espero lo disfruten y que les recuerde la esencia de esta historia, el cómo comenzó todo y aquello que siempre me hizo sentir orgulloso de esta historia; la relación entre los personajes. Para mí, escribirla fue como una ducha fría y una cerveza fría en un día caluroso de domingo. Me recordó el porqué amo tanto escribir.
Y sin más preámbulos... Let's go!
Especial
El cumpleaños de una oveja
Diario de un recluta
Entrada # 271
A pesar de que aún faltaban más de siete meses para la graduación, yo lo sentía más cerca que nunca.
Han pasado dos años y medio desde que comenzó mi entrenamiento para convertirme en soldado, pero yo siento que ha pasado mucho más tiempo. Tantas cosas han ocurrido a lo largo de estos dos años que no podría plasmarlas todas en este diario, aunque quisiera.
Cosas buenas… Cosas malas…
En retrospectiva, debería de haber aprovechado más las cosas buenas. Y hacer de manera diferente las cosas malas. Sé que mi padre siempre me ha dicho que los errores que cometemos en el pasado son los que nos convierten en lo que somos hoy. Y que, gracias a ellos, podemos intentar hacer las cosas diferentes. Tenemos que intentar ser mejores. Debemos ser mejores.
Las buenas decisiones vienen de la experiencia, pero la experiencia viene de las malas decisiones.
¿Fue la decisión correcta ingresar al entrenamiento para convertirme en soldado?
¿Es la decisión correcta unirme a los Exploradores?
Y… ¿Es la decisión correcta esforzarme tanto para quedar entre los diez primeros y, en el futuro, transferirme a la Policía Militar?
Solo tengo 15 años, así que no tengo mucha experiencia para saber si las decisiones que he tomado o las que tomaré son o serán las correctas.
No he podido dormir bien estos últimos días debido estos pensamientos. Y aunque no entiendo por qué tengo tanta incertidumbre por el futuro, sé por qué he estado más reflexivo sobre mi pasado.
Después de todo, estamos por estas fechas, así que no puedo evitar sentirme nostálgico y melancólico.
Cuando el sol comenzó a alzarse en el horizonte, y como era costumbre en todas las mañanas, la campana comenzó a repiquetear para anunciar a los jóvenes reclutas que era hora de despertarse.
En el dormitorio masculino, sin desearlo, los chicos comenzaron a despertarse entre quejidos y gruñidos de queja.
Sabiendo que tenía que despertar a su compañero de litera, una acción que había sido rutinaria para él por más de dos años, Connie se volteó con los ojos entrecerrados debido al sueño, solo para no encontrar a nadie acostado cerca de él. No reflexionó mucho sobre ello debido a que tenía que prepararse para comenzar otro día de entrenamiento.
Exactamente cinco minutos después del último repiqueteo de la campana, la puerta principal del dormitorio se abrió y por ella entró el Instructor Shadis, tan severo e imponente como siempre.
— ¡Muy bien, reclutas, ya saben qué hacer! —bramó Shadis—. ¡Comiencen con veinte vueltas alrededor del campo! ¡Y no olviden sus mochilas con lastre!
Encontrándose en fila como todos los demás y listo para comenzar otro día de entrenamiento, Connie miró por todo el dormitorio buscando a su compañero de litera, pero no lo encontró por ningún lado.
—Eh... instructor Shadis—habló él, algo dubitativo—. Victor no está aquí.
— ¿El recluta Oveja? Él ya estaba corriendo por el campo mientras ustedes dormían y se rascaban las bolas. ¡Ahora, muévanse!
Siguiendo las órdenes de su instructor, los reclutas masculinos rápidamente salieron y agarraron las mochilas que ya habían sido colocadas en la puerta del dormitorio por los demás instructores.
Del otro lado de la torre de la campana, la puerta del dormitorio de chicas se abrió y ellas salieron vestidas para otro día de entrenamiento. Agarraron las mochilas con lastre y se unieron a los chicos para comenzar a correr por el campo.
Hubo unos ligeros murmullos de buenos días y saludos entre amigos y conocidos, pero todos estaban con una ligera somnolencia debido a que estaban dormidos hace menos de diez minutos.
Cuando salieron del árido campo de tierra e ingresaron al bosque, la sombra proporcionada por los árboles y el fresco aire del bosque fue bienvenido para los reclutas, despertando a quienes aún se encontraban algo somnolientos.
— ¿Uh? ¿Qué es eso? —preguntó Connie.
Más adelante en el camino, había una figura que avanzaba a una marcha constante. La mochila que llevaban, junto con el uniforme de soldado, lo identificaba como un recluta al igual que ellos.
— ¡Es Victor! —exclamó Krista, reconociendo aquel cabello negro y la baja estatura de chico.
Ella rápidamente aumentó el paso y se acercó a él. Detrás de ella, Ymir la siguió con un suspiro cansino.
— ¡Victor, buenos días! —saludó Krista animadamente cuando llegó a su lado.
Él volteó a mirarla y le dio una pequeña sonrisa
—Hey, Krista... —saludó él.
Krista parpadeó al verlo. A penas habían comenzado con el entrenamiento, pero Victor se veía cansado. Sudaba profusamente y daba respiraciones irregulares, pero aún mantenía el avanzar constante sin mostrar señales de detenerse.
—Oye, Oveja, ¿por qué demonios te ves tan cansado? —preguntó Ymir, colocándose junto a Krista mientras seguían trotando.
—He estado corriendo... desde antes de comenzar el entrenamiento—dijo él entre respiraciones.
—Pues te ves demasiado cansado para haber corrido solo un poco antes que nosotros.
—No... He estado corriendo desde antes del amanecer...
— ¡¿Qué?! —exclamó Krista, alarmada y preocupada—. ¡¿Por qué harías eso?!
—No podía dormir... —respondió Victor con simpleza.
Krista frunció el ceño con preocupación cuando vio sus ojeras. Tal parece que esto no era solo cosa de una noche.
A pesar de haber estado corriendo durante horas antes de comenzar el entrenamiento, Victor aún pudo terminar la carrera.
Cuando llegaron al pequeño claro del bosque que señalaba el final del recorrido, él se desplomó a la sombra de un árbol mientras recuperaba el aliento dando respiraciones profundas.
—Ten.
Él levantó la mirada para observar a Annie tenderle una cantimplora con agua. Ella no lo miraba mientras se recostaba en el árbol y mantenía la misma expresión apática en su rostro, pero sus acciones hablaban más que sus palabras o su mirada.
—Gracias, Annie.
Él aceptó la cantimplora y la bebió, sin importarle que se escurriera un poco por su barbilla.
—Sabes que no es necesario que te esfuerces tanto en el entrenamiento, ¿verdad? —inquirió ella—. Si simplemente deseas unirte a los Exploradores, no es necesario que sobresalgas en cada ejercicio. Basta con completarlos para poder graduarte.
Victor dejó de beber y se limpió los restos de agua de la boca.
—No lo hago por el entrenamiento... —respondió él, tendiéndole la cantimplora.
Annie lo recogió lo y bebió, sin importarle en lo más mínimo que él hubiera bebido de ella.
Después de todo, habían estado saliendo en secreto desde hace medio año. Los besos, abrazos y caricias eran algo frecuente entre ellos cuando estaban solos.
—Entonces, ¿por qué? —preguntó ella, curiosa.
—Me ayuda a... distraerme.
Annie volteó a mirarlo y arqueó levemente una ceja. Un parte de ella quería preguntarle a qué se refería, pero no insistiría, ni mencionaría el tema. Si él quería hablar con ella sobre lo que lo afligía, ella lo escucharía. Y si no quería hacerlo, ella lo comprendería. Esa había sido una de las bases de su relación y, en su opinión, la más importante y la que más apreciaba.
Cuando se sentía molesta o frustrada, Victor se percataba de ello, pero nunca lo mencionaba ni le interrogaba. En su lugar, simplemente estaba allí para ella, ofreciéndole su silencioso apoyo. Él siempre había respetado su privacidad, y ella el suyo. Y esa era una de las razones por las cuales le gustaba tanto y por qué su relación funcionaba.
—Ya veo—asintió ella—. Entonces... ¿Qué te parece si al atardecer tenemos un entrenamiento de combate cuerpo a cuerpo?
Él la miró y arqueó una ceja, confundido.
— ¿Acaso no entrenarás con Eren esta tarde? —inquirió él.
—Iba a hacerlo, pero ahora tengo otros planes. Si lo que quieres es distraerte, pudo pensar en... varias formas de hacerlo.
Una sonrisa comenzó a extenderse por el rostro de Victor al entender la implicancia de las palabras de Annie. Ella haría de lado un compromiso anterior solo para pasar tiempo junto a él.
—Gracias, Annie.
Ella lo observó de reojo. Observó su sonrisa. Esa maldita sonrisa que le causaba un hormigueo en la boca del estómago y un cálido sentimiento en el corazón.
Definitivamente, entrenar no sería lo único que harían esta tarde cuando estuvieran a solas. Y solo pensar en eso hacía que su corazón latiera con anticipación.
Cuando terminaron el entrenamiento matutino, los reclutas se dividieron para cumplir con sus deberes. Los deberes normalmente eran limpiar los baños, los dormitorios, darle mantenimiento a los EDM3D, ayudar en la cocina, actuar como vigías en las torres de vigilancia, etc. No era infrecuente que los reclutas se intercambiaban las tareas o cumplieron el turno de otro recluta. A Shadis no le importaba mientras los deberes se cumplieran y ningún recluta holgazaneara.
Algunos reclutas preferían unos deberes sobre otros. Jean e Ymir preferían los turnos de vigilancia en las torres porque podían holgazanear y nadie podría decirles nada debido a que estaban "cumpliendo con sus deberes designados". Armin, Eren y Marco preferían el deber de darle mantenimiento a los EDM3D, fascinados por el avanzado mecanismo. A Krista le gustaban los deberes de limpieza de dormitorio, aunque no el de los baños.
El deber de limpieza de los baños era más un castigo que los reclutas hacían todo lo posible para evitarlos. Y, debido a que eran un castigo, Connie y Sasha eran los reclutas más frecuentes en realizar esa tarea.
Sorprendentemente, el deber favorito de Mikasa era el de ayudar en la cocina. Un deber bastante hogareño y que contrastaba con la imagen que muchos tenían de Mikasa, aquella que era apodada la "Diosa de la Guerra" o "Diosa de las bufandas". Ambos apodos fueron dados por Victor, para la frustración de Mikasa.
Pero esa frustración no estaba presente mientras pelaba las cáscaras de patatas con una rapidez y precisión que eran solo superados por su compañero. Mikasa observó como Victor se demoraba tan solo unos pocos segundos en pelar una patata y pasar a la siguiente.
"Tal vez sea por su experiencia en la cocina" supuso, lo cual tenía sentido para ella, considerando que Victor le había dicho que antes de unirse aquí había sido él quien hacía todos los deberes en su hogar. "Es un amo de casa"
Aunque había algo más extraño cuando ella lo miraba. Victor estaba extrañamente silencioso. Incluso mientras pelaba las patatas, la mirada en su rostro reflejaba de que sus pensamientos no estaban en la tarea, sino en algún lugar muy lejano.
— ¿Victor? —llamó ella.
Él hizo un sonido con su garganta en señal de que estaba escuchando, sin apartar la mirada de la patata que estaba pelando.
— ¿Te encuentras bien?
— ¿Por qué lo dices? —cuestionó él, terminando de pelar la patata y agarrando otra.
—Es solo que te ves un poco... distraído.
Él se detuvo por un segundo, observando el cuchillo en su mano antes de continuar pelando la patata.
—Solo estoy... algo cansado. El entrenamiento ha sido muy duro estos días.
Mikasa asintió en señal de acuerdo, pero no estaba del todo convencida mientras seguía mirándolo de reojo, observando como pelaba las patatas con una mirada distante en su rostro.
Era extraño para ella. No fue hasta hace medio año que Victor no solo había cambiado su apariencia, sino también su fuerza, velocidad, resistencia y habilidades habían cambiado. En cuestión de meses, él se había posicionado por encima de los 307 reclutas, lo cual era inaudito para ellos porque antes él se encontraba entre los peores reclutas, aquellos que batallaban constantemente para no ser expulsado.
Todo eso la desconcertaba en sobremanera, pero si había algo que era extraño para ella, era que Victor actuaba... diferente. Si le preguntabas a alguien más como Jean, Krista o Ymir, sus amigos más cercanos, dirían que Victor actuaba exactamente igual. Siendo el mismo chico bromista, sarcástico y descarado. Pero Mikasa no lo veía de la misma manera. Desde hace medio año, él actuaba más... distante con ella. Y eso no le gustaba.
Para ella, Victor era una persona completamente diferente. Y todo comenzó cuando él y Krista fueron secuestrados por aquellos ladrones. Desde que... ella lo golpeó.
Mikasa frunció levemente el ceño al recordar aquel amargo recuerdo. Había arreglado las cosas con Victor. Ella reconoció su error, se disculpó y él aceptó sus disculpas. No había mala sangre entre ellos. Volvían a ser amigos.
Entonces, ¿por qué? ¿Por qué Victor ha estado tan distante con ellas estos últimos meses?
"Honestamente, no sé cómo es que llegaste a gustarle" las palabras de Krista resonaron en su mente.
Mikasa dejó de pelar las patatas.
¿Era por eso? ¿Él actuaba diferente debido a eso? Acaso... ¿sus sentimientos habían cambiado debido a lo que había ocurrido aquel día? ¿Debido a lo que ella hizo?
Rápidamente, hizo a un lado esos pensamientos. No quería pensar sobre ello. Seguramente, solo estaba pensando demasiado. Además, pensar sobre ello solo le provocaba una sensación de incomodidad en el corazón, junto con una gran confusión. Era la primera vez que se sentía de esa manera, y era un poco abrumador.
Ambos siguieron pelando patatas en un silencio incómodo. O al menos, así lo sintió Mikasa.
Fue entonces cuando ella escuchó unos murmullos a su espalda. Volteó y, escondidos detrás de una mesa, vio a Connie y Sasha, murmurando entre ellos. Mikasa arqueó una ceja, pero no les prestó atención y siguió pelando patatas.
Luego, escuchó como la madera crujía levemente a sus espaldas. Por el rabillo del ojo vio como Sasha se escondió del otro lado de la mesa. Mikasa se lo hubiera perdido si no hubiera estado prestando atención.
De manera lenta, pero constante, una mano se asomó sobre la mesa y comenzó a dirigirse hacia las patatas que Victor había estado pelando. Él no parecía haberse percatado de ello mientras seguía pelando la patata que tenía entre manos. Mikasa observó la mirada de creciente anticipación y hambre que tenía Sasha cuando finalmente agarró una patata y lentamente comenzó a retirar la mano... hasta que la mano de Victor se alzó y cayó bruscamente. Hubo un sonido de algo siendo clavado y un chillido de miedo que escapó de la boca de Sasha.
Mikasa pudo ver la expresión mortificada de miedo en el rostro de la chica cuando vio un cuchillo incrustarse en su mano y atravesarlo hasta la empuñadura, pero no había sangre. El cuchillo había pasado entre sus dedos y clavado la patata a la mesa.
—Mmm... parece ser que fallé—murmuró Victor, haciendo que Sasha retire la mano con rapidez y cayera sobre su trasero—. ¿Quieres volver a intentarlo, Sasha?
Ella alzó la mirada de manera temblorosa, viendo con miedo como Victor sacaba el cuchillo bruscamente.
— ¡Sasha, huye! —exclamó Connie.
Él salió abruptamente de su escondite y corrió hacia la salida, aunque agarró una patata pelada de la pila de Victor.
—Lo... ¡Lo siento mucho! —exclamó Sasha con pavor mientras se levantaba y salía corriendo de la cocina, siguiendo rápidamente a Connie.
Victor agarró un pequeño cuenco y lo arrojó hacia los dos reclutas que huían despavoridos. El cuenco fue y se estrelló contra la cabeza de Connie, haciendo que él tropezara y cayera al piso, soltando la patata que había tomado. Él se levantó e intentó recogerla, pero un cuchillo fue y se incrustó en la patata, clavándola en el piso. Connie retrocedió con miedo y volteó a mirar a Victor, quien había arrojado su cuchillo.
—Vuelve a intentarlo si tienes las bolas para hacerlo, pelón—retó él, entrecerrando los ojos en su dirección.
Connie no volvió a hacerlo y en su lugar salió corriendo hacia donde había ido Sasha.
— ¿No crees que fuiste un poco duro? —cuestionó Mikasa cuando Victor fue a recoger el cuenco y la patata aún clavada en el piso.
—Nadie roba en la cocina bajo mi guardia—fue la única respuesta que ella recibió cuando Victor usó un poco de agua para limpiar la tierra que había en la patata.
Mikasa frunció el ceño, había algo raro en Victor, especialmente hoy.
Cuando terminó el entrenamiento del día, todos los reclutas se encontraban relajándose antes de la cena.
En los dormitorios masculinos, Armin se encontraba leyendo con interés el libro que tenía en sus manos mientras estaba sentado en su litera. El libro que estaba leyendo era sobre las plantas que tenían usos medicinales, lo que más le parecía intrigante fueron las formas en las cuales fueron descubiertas.
— ¿Sabías que la planta belladona fue utilizada por las mujeres como maquillaje antes de ser usado como una planta medicinal? —le relataba Armin a Eren—. En un principio, las mujeres lo utilizaban para dilatar las pupilas y dar un rubor natural en las mejillas. Cuando los médicos estudiaron más a fondo sobre los efectos de esta planta, descubrieron que podía utilizarse para aliviar los dolores de estómago, para que una persona pueda respirar mejor e incluso para que el corazón funcione mejor... Aunque si lo usas en exceso puede provocar alucinaciones, desorientación e incluso puede llevarte a un estado de coma y después a la muerte. Es algo fascinante. ¿Tu papá sabía todo esto, Eren?
— ¿Hmm? Tal vez, no lo sé... —respondió él desinteresadamente mientras recostaba su rostro con la palma de su mano con una expresión algo hosca al observar por la ventana.
Armin arqueó una ceja ante la actitud de su amigo y volteó para mirar a Reiner, quien se encontraba jugando una partida de ajedrez con Bertolt.
—Oye, Reiner, ¿sabes por qué Eren está así?
Reiner movió su caballo para capturar al alfil del Bertolt, pero eso causó que él moviera su torre y pusiera a Reiner en una posición que amenazaba a su rey.
—Jaque—anunció Bertolt.
Reiner frunció el ceño, sin encontrar una salida inmediata.
—Creo que es porque Annie no quiso entrenar con él hoy—respondió Reiner, haciendo algo de tiempo mientras pensaba en una estrategia para poner a salvo a su rey.
Ante la mención de eso, Eren frunció el ceño con molestia.
—No entiendo por qué no quiso entrenar hoy—gruñó él—. ¡Estoy tan cerca de dominar ese movimiento suyo!
—Podrías pedirle para entrenar este fin de semana—sugirió Armin—. Mañana iremos a Trost para traer los suministros para los próximos meses, así que no tendremos entrenamiento.
—No, ella también se negó a entrenarme este fin de semana. Dijo que tenía algo importante que hacer.
Reiner y Bertolt compartieron una mirada, viéndose confundidos por qué Annie no les informó nada acerca de que ella haría algo importante este fin de semana.
La puerta del dormitorio se abrió y algunos se sorprendieron de ver a Victor, aun con su uniforme de entrenamiento lleno de raspones y tierra.
— ¿Victor? ¿Estuviste entrenando hasta tan tarde? —preguntó Armin.
— ¿Hm? —musitó él, distraídamente.
— ¿Qué si es que estuviste entrenando?
—Oh, sí... algo así— respondió él mientras iba a su litera donde tenía su cambio de ropa.
—Oye, Capitán Oveja, casi te pierdes la cena—comentó Connie.
—Y sería la primera vez—añadió Jean distraídamente mientras jugaba a las cartas con Marco—. Estás casi tan obsesionado con la comida como Sasha.
Una sonrisa estiró de los labios de Victor.
—Supongo... que el entrenamiento me distrajo demasiado—dijo él de manera críptica.
Ninguno de ellos entendió por qué sonrió de esa manera, pero decidieron ignorarlo.
Durante la cena, mientras todos estaban más enfrascados en comer, Krista observó que Victor casi no había tocado su sopa y su pan aún estaba intacto. Él parecía estar más interesado en escribir lo que parecía ser una carta y, a juzgar por el contenido, era bastante extensa.
— ¿A quién escribes, Victor? —preguntó ella con curiosidad.
—A mi padre y a mi hermano—respondió él, sin levantar la mirada mientras seguía escribiendo con una mano y con la otra le mostró otra carta ya sellada y lista para ser enviada—. Como mañana iremos a Trost para reabastecernos, será un buen momento para enviarlos.
— ¿Y sobre qué escribes?
Victor dejó de escribir, levantó la cabeza y le sonrió levemente.
—Un poco de todo. Ellos insisten en que les mantenga informado sobre cómo me va en los entrenamientos y las personas que conozco.
Ella sonrió animadamente.
—Oh, entonces estás escribiendo sobre nosotros.
—Siempre les escribo un poco sobre ti.
La sonrisa cálida que Victor le dio causó que Krista apartara la vista con timidez y un leve rubor.
Ymir frunció el ceño al ver eso.
—Oye, Oveja, solo porque tengas novia no te da derecho a coquetear con la mía—gruñó ella por lo bajo para que solo ellos escucharan.
—Lo siento—musitó él, esbozando una pequeña sonrisa triste antes de volver a escribir la carta.
Krista e Ymir se miraron la una a la otra, confundidas. Normalmente, Victor haría un comentario burlón o sarcástico y pelearía verbalmente con Ymir hasta que Krista interfiriera para detenerlos, haciendo el papel de pacificadora entre ellos. Esa era la interacción que los tres había tenido desde hace más de dos años.
—Victor... ¿estás bien? —preguntó Krista con delicadeza—. No actúas como de costumbre desde hace días.
Él la miró y arqueó una ceja con confusión.
— ¿A qué te refieres?
—Siempre estás ocupado en algo, actúas distraído... y por las ojeras que tienes puedo ver que no has estado durmiendo mucho. Si hay algo que te preocupa, siempre puedes decírnoslo. Somos tus amigas.
Victor se vio algo perplejo, pero también aprensivo mientras apartaba la mirada y apretaba ligeramente los labios. Era extraño para Krista verlo de esa manera. Él siempre se veía tan determinado, tan confiado. Y era esa misma confianza la que inspiraba a otros a confiar en él. Ella siempre lo supo y siempre lo admiró por eso.
Era algo desconcertante para ella ver Victor actuar de una manera tan cerrada hacia los demás.
Él suspiró y sus hombros se desplomaron.
—Mañana es mi cumpleaños—dijo él finalmente.
Krista parpadeó, sorprendida. ¿Era eso lo que parecía afligirlo tanto? Para ella, no tenía sentido.
— ¿Ah? ¿Solo es eso? —vociferó Ymir, de manera algo mordaz—. ¿Es por eso por lo que actúas como un perro apaleado?
— ¿Te sientes triste porque tu cumpleaños es mañana? —inquirió Krista con confusión—. ¡Pero es tu cumpleaños! Deberías de estar feliz y festejándolo. ¡Hay que hacerlo!
Victor negó con la cabeza con tristeza.
— ¿Saben qué fecha es la semana que viene? —preguntó él.
—Bueno... es la segunda semana de mayo—dijo Krista, viéndose confundida. Sentía que se estaba perdiendo algo importante. Victor no lo mencionaría si es que no lo fuera.
Él asintió y luego bajó la mirada de manera sombría.
— ¿Y qué fue lo que ocurrió en esas fechas hace cuatro años?
Krista pensó en ello, pero no encontró ninguna respuesta.
A su lado, ella pudo ver que Ymir abrió los ojos con entendimiento y miró a Victor con ligera compasión.
—La misión de recuperación de Wall Maria—dedujo ella en voz baja—. Fue cuando tu madre... falleció.
Krista abrió los ojos con sorpresa y horror. Ella miró como Victor apretó los labios y asintió de manera sombría.
Hace cuatro años, Wall Maria cayó. Y ese día la humanidad perdió 1/3 de su territorio, junto con la muerte miles de personas. Y, alrededor de un año después, fue su fallido intento de recuperar el territorio perdido. Esa misión de recuperación ocurrió por estos tiempos hace cuatro años. Y los que participaron en aquella misión...
Krista miró a Victor con pena y tristeza.
—Victor... Yo... Lo lamento—dijo ella de manera afligida.
—Está bien... Mi cumpleaños es solo unos días antes del aniversario de la muerte de mi mamá—él se rio con amargura—. Lo lamento si es que no me siento con muchas ganas de festejarlo. Es solo que yo... siento que no sería correcto.
Krista sintió pena por él. Con la manera en la que siempre parecía actuar, bromista y optimista, a veces se le olvidaba de que él, al igual que muchos otros, había sufrido pérdidas aquel día, sin importar que sea alguien de los muros interiores.
—No tienes que pasar por esto solo—le recordó ella, intentando confortarlo con una sonrisa comprensiva mientras tomaba su mano y le daba un ligero apretón—. Nos tienes a nosotros.
Ymir no dijo nada, pero el hecho de que no dijera nada para contradecir sus palabras demostraba que ella pensaba lo mismo, incluso si no lo admitiera en voz alta. Krista la conocía. Incluso con el ceño fruncido, había un ligero brillo de preocupación y simpatía en sus ojos mientras miraba a Victor.
Él las miró a ambas y, a pesar de que sus facciones se contorsionaron con tristeza y angustia, él les dio una pequeña sonrisa.
—Gracias...
Su voz salió algo ahogada y temblorosa, como si tuviera un nudo en la garganta. Pero sus palabras y su sonrisa, incluso si eran tristes, eran honestas.
Al día siguiente, mientras los reclutas recorrían la ciudad de Trost acarreando los suministros que necesitarían, Annie observó de reojo con asombro, y no por primera vez, como Victor llevaba en brazos cuatro cajas de madera llenas de suministros como si no pesaran nada. Incluso Reiner se esforzaba por cargar dos cajas, las cuales pesaban más de cincuenta kilos cada uno.
¿Cómo demonios él tenía tanta fuerza siendo tan pequeño? Ella no lo sabía. Su novio secreto no era normal.
Cuando ambos dejaron las cajas sobre uno de los carruajes, Annie soltó un ligero suspiro cansado mientras se secaba el sudor de la frente. Habían estado acarreando los suministros toda la tarde. Y considerando que eran más de 300 reclutas, los suministros que necesitaban para ellos no eran pocos.
—Puedes tomarte un descanso—sugirió Victor—. Ya casi terminamos.
—Lo haré—dijo ella, estaba harta de ser utilizada como un burro de carga.
Annie se recostó contra el carruaje y soltó un suspiro cansado a la vez que alzaba la vista al cielo. Dentro de poco, el sol ya comenzaría a ocultarse detrás de las paredes, pero aún era muy temprano. Aún podían estar un par de horas en Trost antes de volver al campamento.
Mirando de reojo a Victor, quien se tomó un breve descanso para tomar agua de una cantimplora, una idea apareció en su mente.
—Oye, Victor... ¿Quieres dar un paseo antes de volver al campamento? —sugirió ella—. Ir a comer uno de esos donuts que conseguiste la última vez.
Él volteó a mirarla, algo sorprendido de que fuera ella quien sugiriera algo así, pero no tardó en responder.
—Me encantaría—sonrió él.
Tal vez sea por la perspectiva de tener una "cita" con Annie o por el hecho de que ya no quedaban muchos suministros que cargar, pero Victor terminó llevando los que quedaban en un solo viaje más.
Ella se encontraba apoyándose sobre una columna de piedra con los brazos cruzados, observando como Victor ponía las últimas cinco cajas bajo la mirada atónita y boquiabierta de Eren, quien hacía un evidente esfuerzo en tan solo mover una caja.
Victor se sacudió las manos y se acercó a ella con una sonrisa en su rostro.
— ¿Nos vamos?
Annie simplemente asintió y lo siguió a la tienda donde se vendían aquellas donas que él había comprado en el pasado.
Ambos caminaron al lado del otro por las calles de Trost en silencio. A pesar de que el sol estaba por ocultarse detrás de los muros, los puestos de los comerciantes aún estaban bastante animados, ofreciendo sus productos a las personas que pasaban.
Sutilmente, Annie miraba de reojo los puestos, buscando algo que le llamara la atención, pero no encontró nada que sería adecuado para lo que tenía en mente.
Finalmente, llegaron a la tienda de donuts y Annie arqueó una ceja cuando vio una enorme dona sobre la puerta. Por un segundo, se preguntó si aquella dona era comestible y no una simple decoración. Aunque rápidamente descartó la idea debido a lo estúpido que sonaba.
Victor abrió la puerta, haciendo sonar una pequeña campana, e inmediatamente la nariz de Annie fue golpeada por el dulce olor que flotaba en la tienda, y sus ojos se posaron directamente en distintas mesas expositoras con vitrinas que permitía a los clientes ver la variedad de donuts que había.
— ¡Hola! —saludó cordialmente una chica que estaba detrás de un mostrador—. ¿Puedo ayudarlos en algo?
La chica parecía ser un par de años mayor que ellos, con cabello castaño ondulado, ojos ámbares y pecas que tenía en la nariz.
—Sí, me gustaría una docena de donuts para llevar, por favor—dijo Victor, devolviéndole la sonrisa—. De ser posible, me gustarían las recién hechas. Pagaré un poco más por ellas, si es necesario.
—Oh, no será necesario tal cosa, guapo. Con gusto te daré las más nuevas.
La chica le dio un guiño antes de ir a la parte trasera de la tienda, dejando un ambiente ligeramente tenso entre Victor y Annie.
— "Guapo", ¿eh? —musitó ella lentamente, mirándolo de reojo.
Victor le dio una sonrisa descarada.
—Bueno, no se equivoca.
Annie puso los ojos en blanco con ligera exasperación, pero había una pequeña sonrisa en sus labios y no negó sus palabras. Ninguna chica podía negar que Victor era atractivo, su personalidad era sarcástica y bromista, pero muy carismática. Todo eso sumando a que él parecía tener un aire de elegancia y nobleza, lo volvía un chico muy destacable entre los reclutas masculinos, lo que captaba la atención de muchas chicas. Annie había perdido la cuenta de las veces que las chicas cotilleaban sobre los chicos en el dormitorio, y en todas las conversaciones siempre aparecía el nombre de Victor, Reiner y, sorprendentemente, Armin.
La empleada volvió, cargando dos bolsas de papel que estaban cargadas de donuts.
—Gracias—dijo Victor, colocando las monedas sobre el mostrador.
—Un placer, guapo—la chica volvió a guiñarle el ojo—. Puedes venir cuando quieras.
La sonrisa cordial de Victor flaqueó un poco ante la coqueta sonrisa de la empleada, quien miró sobre el hombro del soldado y se tensó ligeramente al ver la sombría mirada que le daba Annie. Aunque cuando Victor volteó para salir, su expresión había vuelto a ser desinteresada y apática mientras salían de la tienda de donuts.
Luego de caminar por unos minutos, encontraron una pequeña plaza donde pudieron sentarse a comer las donuts. Solo comieron una bolsa, ya que la otra, Victor la compró para Ymir y Krista, para ligera molestia de Annie, pues solo pudo comer cuatro donuts.
Mientras ambos se encontraban en un cómodo silencio, observando a las personas ir y venir por la plaza, una sonrisa relajada estiró de los labios de Victor.
—Gracias, Annie—dijo él.
Ella lo miró de reojo, confundida.
— ¿Por qué?
—Por ayudarme.
—No sé a qué te refieres.
Annie intentó agarrar una dona, pero Victor la agarró primero, ganándose una mirada irritada de su novia.
—Me refiero... a intentar distraerme—dijo él, mirándola con seriedad—. No soy tonto, Annie. Has estado pasando más tiempo conmigo estos últimos días. Incluso llegando a intercambiar tus turnos en la cocina con Ymir para que coincida con los míos y cancelar tus entrenamientos con Eren por las tardes para poder entrenar conmigo.
—Quiero pasar tiempo contigo, esto es todo.
Ella agarró la dona que Victor tenía en su mano y le dio un mordisco.
A él no pareció importarle, ya que seguía mirándola con seriedad.
—Estás preocupada—dije él—. Lo sé. Y no tienes que estarlo, estoy bien.
—Pues no lo parece—dijo ella, dándole una mirada dura—. Te conozco, Victor. Más que cualquiera de los reclutas. Apenas duermes, te sobre esfuerzas en los entrenamientos y en tus tiempos libres lo único que haces es escribir en tu diario. Y no necesito mirarlo para saber por qué escribes. Por quién escribes.
Victor no respondió y miró al piso, perdido en sus pensamientos.
Sintiéndose algo culpable por sus duras palabras, Annie tomó su mano con suavidad, pero a la vez con firmeza.
—Sé que debe ser confuso y difícil para ti que tu cumpleaños y el aniversario del fallecimiento de tu madre estén tan cerca entre sí, pero dejar que te afecte de esta manera solo te perjudica.
Él alzó la mirada, levemente sorprendido.
—Annie... Cómo es que tú...
Ella le dio una pequeña sonrisa. Esas sonrisas que solo estaban reservadas para él.
—Te lo dije. Te conozco. Hace unos meses, en mi cumpleaños, tú me dijiste la fecha del tuyo. Y considerando lo que ocurrió hace cuatro años en la misma fecha, no es difícil juntar las piezas.
Victor volvió a bajar la mirada, negando con la cabeza mientras soltaba una risita sin humor.
—A veces olvido lo perspectiva que eres—murmuró él—. Tienes razón. Me siento confundido. Mamá era un Explorador y murió debido a eso. Y ahora, yo estoy buscando unirme a los Exploradores.
—Lo haces por una buena razón—replicó ella—. No lo haces por una absurda cruzada hacia los titanes, inspirado por un deseo de venganza como Eren. Lo haces por los demás. Es estúpido e ingenuo, pero... supongo que también es noble.
—Me pregunto si mi mamá pensaría lo mismo. ¿Se sentiría orgullosa o se molestaría?... Supongo que nunca lo sabré.
Annie apretó los labios en una fina línea a la vez que apartaba la mirada y su mano de la de Victor. Era su culpa. Debido a sus acciones hace cuatro años, cientos de personas habían perdido a sus familiares y seres queridos a manos de los titanes. Y ahora, frente a ella, se encontraba alguien que había perdido a su madre debido a ello. Incluso si no fue ella quien la mató, indirectamente su muerte pesaba en sus hombros, al igual que la muerte a manos de los titanes de todas aquellas personas luego de que destruyeran Wall Maria.
Ese era el pecado que cargaría por el resto de su corta vida. Un pecado imborrable e imperdonable.
Sus manos estaban irremediablemente manchadas de sangre inocente.
—Victor... tú... ¿Odias a los titanes? —preguntó ella, dubitativa.
— ¿Lo preguntas por mi mamá?
Ella asintió, sintiendo una creciente y extraña ansiedad crecer en su pecho.
Victor pareció pensar en la pregunta por unos segundos antes de responder:
—No... No los odio.
— ¿Qué...? ¿Por qué? —la sorpresa en la voz de Annie era clara—. ¿No odias a los titanes por lo que le hicieron a tu mamá?
Para su mayor sorpresa, Victor negó con la cabeza.
—Los titanes no tuvieron la culpa por lo que ocurrió con mi mamá—una expresión sombría adornó sus facciones—. Fue la monarquía y la nobleza. Esos malditos hijos de puta fueron quienes ordenaron la "Misión de Recuperación de Wall Maria" hace cuatro años. Pero todos saben la verdad, aunque nadie decida hablar sobre ella. Esa misión fue solo una excusa para deshacerse de la cantidad de bocas que alimentar. O al menos... esa es la verdad de los habitantes de Wall Rose. Hay una verdad aún más oculta detrás de eso.
Annie lo escuchó con detenimiento.
— ¿Y cuál es la verdad en Wall Sina?
Ella vio como Victor apretó los puños hasta que estos temblaron y sus nudillos se volvieron blancos.
—Que la "misión de recuperación" no fue para recuperar Wall Maria, ni siquiera para deshacerse del exceso de bocas que alimentar. Fue para que la monarquía y los nobles conservaran sus tierras. Si lo hubieran entregado, habría más tierra para cultivar alimentos y más espacio para que los refugiados no tengas que vivir en las calles mendigando un pedazo de pan. No digo que hubiera bastado para alimentar a todos los refugiados en Wall Rose, pero al menos no todos hubieran sido enviados a su muerte. Esas 250 mil personas fueron enviadas a morir para mantener el staus quo donde la monarquía y los nobles permanezcan en lo alto de la sociedad. Mi mamá murió para que ellos conservaran sus lujos... y eso es algo que yo nunca podré perdonárselos. Ellos fueron los causantes de su muerte, no los titanes. Son a ellos a quienes odio.
Annie permaneció en silencio. Supuso que esa era la lógica a la que Victor había llegado luego de años de pensarlo. Pero... ¿Pensaría diferente si descubriera la verdad? Si descubriera quién era ella... qué era ella... ¿La odiaría por lo que hizo? Pensar en ello le causaba incomodidad y un creciente pavor que hizo el esfuerzo de esconder.
Pero si sabía algo con certeza, era que no quería ver a Victor tan afligido. Incluso si nunca fue buena con las palabras, o relacionarse con la gente en general, ella haría el intento de ser un apoyo para Victor. Lo haría por él.
—Sé que... no debe de ser fácil para ti—comenzó ella, algo dubitativa—. Conciliar el hecho de que hoy es tu cumpleaños, un día que había sido motivo de celebración para ti y tu familia, y que en unos días es el aniversario de la muerte de tu madre. Supongo que ha sido así estos últimos años. Pero, ¿estás seguro de que así es como deberías de pasar todos tus cumpleaños de ahora en adelante? ¿Estando de luto por la pérdida de tu madre?
Victor mantuvo la cabeza gacha.
—Gracias por intentar animarme, Annie. En serio lo aprecio. Pero es solo que yo... no puedo. Antes de la caída de Wall Maria y de esa maldita misión, pasé cada uno de mis cumpleaños con mi familia, con mi mamá. Y ahora que ella ya no está, no encuentro razón para celebrarlo, aún más cuando el aniversario de su muerte es en tan solo unos días. Hacerlo sería como... faltarle el respeto a su muerte y olvidarme de ella.
—Creo que vivir tu vida lamentándote por su muerte es peor. Lo mejor es que vivas al máximo teniéndola a ella en tu memoria—Annie alzó la vista al cielo, viendo como el sol casi se escondió totalmente detrás de la muralla—. Al menos, así es como me gustaría que vivieran mi papá y tú cuando yo ya no esté aquí...
Victor la miró, sorprendido y desconcertado por sus palabras.
—Annie, ¿acaso tú...?
—Pero esto no se trata de mí, sino de ti—interrumpió ella, levantándose del banco—. Eres tú quien tiene que decidir cómo es que quieres vivir tu vida. ¿Qué elegirás? ¿Quedarte estancado en tu pasado o vivir el presente?
Victor se la quedó mirando por un rato, sus ojos abiertos demostraban la perplejidad que sentía.
—Maldición—gruñó él por lo bajo mientras se levantaba—. ¿Por qué siempre me empujas hacia adelante, ya sea para tomar una decisión o acción en algo?
—Lamento si lo que dije sonó insensible—dijo ella, apartando la mirada y sintiéndose algo angustiada.
Victor negó con la cabeza.
—No, está bien. Solo querías apoyarme—él miró a la ciudad de Trost con una mirada pensativa en su rostro—. Oye, Annie, yo... tengo algo que hacer. Tú adelántate y vuelve con los demás.
Antes de recibir una respuesta, Victor salió de la plaza y caminó por las calles de la ciudad, perdiéndose entre la multitud.
Annie se quedó observándolo irse con una expresión plana en el rostro.
"Bravo, Annie. Tenías que consolarlo, pero terminaste ahuyentando. Simplemente genial"
Ella volvió hacia donde los demás reclutas se reunieron para volver al campamento, maldiciéndose a sí misma.
Aquella noche, después de la cena, las chicas se encontraban en su cabaña mientras disfrutaban uno de los pocos tiempos libres que tenían durante el entrenamiento. Debido a que la mayoría estaban enfrascadas en las conversaciones que tenían o en sus propios asuntos, casi nadie escuchó el leve golpeteo que hubo en una de las ventanas. Las únicas que lo hicieron fueron Krista e Ymir y solo fue porque su litera estaba a un lado de la ventana.
Con ligera vacilación, Krista abrió la ventana y ambas se asomaron para ver a quién había golpeado.
—Victor—reconoció Krista, sorprendida.
Él se encontraba de cuclillas y miraba para todos lados, buscando por si había alguien en las cercanías.
—Hey, chicas, linda noche, ¿no? Aunque no tan linda como ustedes.
— ¿Qué demonios estás haciendo aquí? —cuestionó Ymir, frunciendo el ceño.
—Bueno, estaba dando un paseo nocturno y como estaba cerca decidí pasar a saludar.
Krista lo observó, incrédula y confundida. Ymir, en cambio, frunció el ceño con más fuerza.
—Ya déjate de estupideces—gruñó ella por lo bajo—. ¿Sabes lo que haría Shadis si te encontrara aquí?
—Probablemente, me daría una patada en las pelotas al pensar que vine aquí buscando tener algo de suerte con las chicas—dijo él.
—Si lo sabes, ¿entonces por qué estás aquí?
—He venido a decirles algo. Escuchen bien, una vez que todas se duerman, vayan al interior del bosque al lugar donde hago mi entrenamiento matutino con Annie.
— ¿Por qué haríamos eso? —preguntó Krista—. Es más, ni siquiera sabemos dónde entrenan ustedes dos.
—Annie les dirá. Después de todo, quiero que también le avisen a ella, Mikasa y Sasha para ir allí. Díganle que los chicos también estaremos allí. He preparado algo especial.
— ¿Algo especial? ¿Por qué?
Los ojos de Victor brillaron con picardía a la luz de la luna y sonrió de una manera críptica.
—Vengan si quieren averiguarlo.
Sin decir nada más, Victor se fue corriendo y desapareció detrás de la cabaña como si nunca hubiera estado allí.
Krista e Ymir se miraron, confundidas e intrigadas.
Luego de que las luces se apagaran y las demás reclutas durmieran, Krista e Ymir, acompañadas de Annie, Mikasa y Sasha salieron a hurtadillas por una de las ventanas y se escabulleron al bosque.
A Krista e Ymir no les tomó ningún esfuerzo en convencer a las demás en escabullirse al bosque en medio de la noche. Cuando escucharon la propuesta que Victor les había dicho, se vieron interesadas al instante. Sasha fue con la idea de comer algo, Mikasa aceptó cuando escuchó que los chicos irían, siendo lo más probable que Eren y Armin estén allí. Y Annie simplemente asintió sin decir nada y se dispuso a guiarlas por el camino del bosque hacia el lugar donde ella entrenaba con Victor.
Sasha y Mikasa se vieron confundidas cuando Annie aceptó acompañarlas y guiarlas por el bosque. Krista e Ymir, en cambio, lo entendían ahora que conocían la relación secreta que tenían Annie y Victor.
—Oigan, ¿por qué creen que Victor nos llamó? —preguntó Sasha, rompiendo el silencio.
—No lo sé, él no nos dijo nada—respondió Krista.
Ymir le lanzó una mirada de reojo a Annie.
— ¿Qué me dices tú, Annie? —inquirió ella—. ¿Sabes algo?
— ¿Por qué lo sabría? —replicó Annie.
—Nos llamó al lugar donde entrenas con él—señaló Mikasa, mirándola con sospecha.
—Pues no sé qué está planeando ese idiota. Él no me ha dicho nada.
Krista e Ymir compartieron una mirada. Si Annie no sabía, entonces Victor no se lo había dicho a nadie.
Finalmente, llegaron al pequeño claro donde Annie y Victor entrenaban por las mañanas y las chicas se sorprendieron con lo que vieron. Connie y Marco acarreaban troncos y los colocaban en medio del claro, donde una pequeña fogata era avivada por Jean y Eren, quienes discutían la mejor manera de encender el fuego.
—Ya llevas un buen rato con eso, déjamelo a mí—dijo Eren, intentando agarrar la vara que Jean usaba para avivar el fuego.
—Necesitas paciencia para encender un fuego, idiota—replicó Jean—. Tú no podrías encender una fogata, aunque tu vida dependiera de ello.
— ¡¿Qué dijiste, cara de caballo?!
— ¡Me escuchaste, bastardo suicida!
—Ya, ya, mejor enfoquémonos en encender el fuego—dijo Armin, intentando apaciguar a los dos—. Victor vendrá en cualquier momento para comenzar a cocinar, así que será mejor si tenemos todo listo cuando llegue.
— ¡¿Victor cocinará?! —preguntó Sasha con emoción, dando a conocer su llegada junto con las chicas.
—Oh, vinieron—dijo Jean.
— ¿De qué va todo esto? —preguntó Ymir.
Jean se encogió de hombros.
—Quién sabe. Victor dijo que viniéramos aquí porque tiene planeado algo especial.
—Eso fue lo que nos dijo a nosotras. ¿Qué estará planeando esa maldita Oveja?
—Tu suposición es tan buena como la mía.
Jean volvió intentar encender la fogata y, cuando finalmente lo logró, Victor llegó al claro acompañado de Reiner y Bertolt.
—Bien, no quemaron el bosque—comentó Victor—. Entonces puedo comenzar a cocinar.
A su lado, Reiner y Bertolt dejaron las otras cajas en el suelo con un gemido de cansancio.
— ¿Cómo demonios puede él cargar esas cajas como si no fueran nada con lo pequeño que es? —musitó Reiner, dejando las dos cajas.
—No lo sé... —respondió Bertolt, mirando con incredulidad como Victor dejaba las tres cajas como si no pesara nada.
— ¡¿Victor, vas a cocinar?! ¡Hurra! —exclamó Sasha, acercándose a él—. Dime, dime, ¿qué cocinarás?
Una sonrisa misteriosa estiró de los labios de Victor mientras sacaba diferentes utensilios de cocina y los colocaba frente a la fogata.
—Es un platillo que nunca antes han probado—dijo él, con una sonrisa críptica—. Eso se los puedo asegurar.
Sasha tragó.
—Estoy emocionada... y algo asustada—fue entonces cuando su nariz pareció captar un olor, ya que comenzó a olfatear—. ¿Mmm? Ese olor... lo conozco. Viene de una de esas cajas...
Sasha miró una de las cajas que Victor había traído, causando que él se tensara y una mirada alarmada apareciera en su rostro.
—Oh, no. Se dio cuenta... —dijo él.
—Ese olor... —musitó Sasha, con un brillo depredador en sus ojos y con baba escurriendo por sus labios—. ¡Carne!
— ¡Mikasa, sujétala! —exclamó Victor.
Sasha se abalanzó hacia una de las cajas como un animal salvaje, pero fue detenida por Mikasa, quien la atrapó en un fiero agarre.
—Sasha, contrólate—dijo Mikasa.
— ¡Pero, Mikasa, es carne! —protestó Sasha, intentando zafarse del agarre—. ¡Y no es cualquier carne! ¡Puedo olerlo!
—Tienes razón, Sasha—dijo Victor, sacando un gran bol de madera tapado de una de las cajas—. Esto no es carne normal. Y debido a eso... —él metió la mano dentro de la caja y sacó una cuerda enrollada—. Tendré que tomar medidas preventivas contigo.
Mikasa y Victor se miraron y asintieron simultáneamente. Todos vieron con incredulidad como Victor, con ayuda de Mikasa, ataron a Sasha a un árbol, quien se retorcía en un intento de liberarse e ir a devorar aquella carne.
— ¿No es algo excesivo? —cuestionó Krista, mirando preocupada a Sasha.
—No con la chica patata—dijo Ymir—. De hecho, aprieten más las cuerdas.
Cuando terminó de amarrar a Sasha al árbol, Victor volvió a su lugar junto al fuego y comenzó a sacar una larga plancha de hierro, el cual colocó sobre la fogata usando de base dos piedras que colocó en los extremos. Todos se acercaron con curiosidad y se sentaron en los troncos junto a la fogata. Observaron con atención a Victor echar una pequeña cantidad de líquido amarillento sobre la plancha de hierro y esparcirlo de manera uniforme con los dedos.
—Hmm... Victor—llamó Eren, mirando confuso las acciones de su amigo—. ¿Qué estás haciendo? ¿Qué es ese extraño líquido?
—Es aceite para cocinar, me ayudará a que la carne se cocine mejor—explicó él, terminando de untarlo—. No te preocupes, me lavé las manos antes de venir. Necesitaba hacerlo para poder cocinar. Annie, ¿te importaría ayudarme con el pan?
Ella asintió y fue a sentarse a su lado.
— ¿Qué quieres que haga? —preguntó.
—Solo necesito que los cortes en rodajas como si fueras a hacer un sándwich de ellos.
Mientras Annie sacó las barras de pan y comenzó a cortarlas en rodajas, Victor abrió el bol de madera y todos observaron con curiosidad la gran bola de carne molida. Miraron extrañados cuando Victor arrancó un pedazo de la bola de carne y comenzó a amasarlo en sus manos.
—He estado estudiando nuevas formas de cocinar la carne—dijo él, pasando la bola de carne de una mano a otra con rapidez—. Normalmente, solo cocinamos la carne al ponerlo al fuego y luego nos lo comemos, pero el sabor es algo insípido. Y aún más cuando dejas que se enfríe.
—Solo un chico de los muros interiores como tú llamaría insípido al sabor de la carne—señaló Jean con el ceño fruncido—. Ha pasado años desde la última vez que alguno de nosotros comió carne.
—Lo sé, es por eso que haré que nunca olviden el sabor de esta carne en particular. Después de todo, es una noche especial.
— ¿Especial? —inquirió Connie—. Acaso es el cumpleaños de alguien, ¿o algo así?
—Sip—respondió Victor, dejando de amasar la carne y colocándolo sobre una tabla de madera—. El mío.
Todos lo miraron sorprendidos por un segundo, a excepción de Krista, Ymir y Annie, quienes ya lo sabían. Lo que les sorprendió a ellas fue el hecho de que Victor había decidido celebrarlo.
Una vez superados su sorpresa, todos los reclutas se acercaron para desearles un feliz cumpleaños, dándole palmadas en la espalda de manera amistosa.
—Gracias, chicos, en serio—dijo Victor con una sonrisa, viéndose conmovido—. Es la primera vez que celebro mi cumpleaños con... amigos. Es agradable.
—Podríamos haberlo celebrado en el primer año de entrenamiento si nos hubieras dicho—dijo Reiner.
—Es verdad—coincidió Marco—. Habríamos celebrado los dos años anteriores todos juntos. ¿Por qué no nos lo dijiste antes?
Krista miró con preocupación a Victor apartar la mirada de manera afligida y agarrar otra porción de carne para amasarla.
—No celebré mis últimos cumpleaños debido a... ciertas razones—dijo él, vacilante—. No sentía que fuese lo correcto. Pero ahora es diferente. Las cosas han cambiado y debo adaptarme a ese cambio. Dejar de recordar lo que fue y aceptar lo que puede ser...
Los reclutas lo miraron, confundidos. El único sonido siendo el crepitar de las llamas de la fogata.
Victor se rio de manera nerviosa.
—Lo siento, no fue mi intención hacer de esta una noche deprimente. ¡Se supone que esto es una fiesta! ¡Oye, Armando, revisa esa caja de allí!
Armin se vio extrañado, pero hizo lo que le dijo. Cuando revisó la caja, se sorprendió cuando metió la mano dentro y sacó una guitarra.
— ¿Una guitarra? —inquirió él—. ¿Qué quieres que haga con esto?
Victor puso los ojos en blanco.
—Obviamente, le pegas en la cabeza a Eren con ella cuando empiece a gritar sobre matar titanes.
— ¡Oye! —exclamó Eren con molestia.
Los demás reclutas se rieron, divertidos por su indignación.
—Ya, en serio—dijo Victor—. Tienes que tocarla, Armin. Mikasa me dijo que sabes tocar la guitarra. Toca algo para ambientar el lugar.
Dudoso, Armin se sentó en un tronco y colocó la guitarra sobre su regazo. Todos lo miraron detenidamente de manera curiosa y expectante, lo que solo hizo que se viera más nervioso. Luego de una profunda respiración, él comenzó a rasguear las cuerdas con los dedos. El claro del bosque se llenó con una suave y tranquila melodía, acompañado con el crepitar de las llamas a la luz de la luna, dando una escena de ensueño.
—Vaya, es mucho mejor de lo que esperaba—comentó Victor, escuchándolo tocar.
—Supongo que tiene otro talento además de esa mente suya—dijo Annie.
—Sí... —Victor le dio una mirada de reojo—. Inteligente, algo atractivo, talentoso con la música... No te habrás enamorado de él, ¿o sí?
Una sonrisa aleteó de los labios de Annie ante los celos de Victor, pero pudo reprimirla.
—Tal vez si las cosas hubieras sido diferentes. Pero hubo un idiota descarado que se adelantó.
—Mmm... siento envidia por ese idiota.
—Es algo irónico sentir envidia por ti mismo.
Victor se rio entre dientes y ambos se dispusieron a continuar preparando la cena. Cuando Annie terminó de cortar el pan, se volteó para ayudar a Victor a amasar la carne, pero se detuvo cuando vio a alguien acercarse.
— ¿Mikasa? ¿Qué ocurre? —inquirió él, percatándose de su llegada.
—Déjame ayudarte—ofreció ella, sentándose a su lado.
—No es necesario que te ensucies las manos. Además, solo me falta la mitad.
—No me importa ensuciarme las manos, terminaremos más rápido si ambos lo hacemos. Además, es tu cumpleaños, no tienes que hacerlo todo tú solo.
—Está bien... —cedió Victor, entregándole una porción de carne—. ¿Sabes cómo hacerlo?
—Podrías... ¿enseñarme?
—Uh, claro.
Annie entrecerró los ojos cuando los vio a ambos amasar la carne, con Victor incluso yendo tan lejos como para tomar las manos de Mikasa y mostrarle como debe amasar la carne.
— ¿Uh, Annie? —habló Victor, confundido cuando la vio agarrar una porción de carne—. ¿Qué estás haciendo?
—Ayudándote a terminar con esto—respondió ella, amasando la carne—. Mientras más rápido terminemos, antes comeremos.
Hubo un tenso silencio entre los tres reclutas. Mikasa y Annie compartieron una mirada desafiante mientras amasaba la carne, compitiendo para ver quién terminaba primero. Al final, cuando terminaron, Mikasa y Annie habían amasado la misma cantidad y Victor puso la carne sobre la plancha de hierro. El sonido y el olor de la carne cocinándose llenó el claro del bosque, captando la atención de los reclutas. Armin incluso dejó de tocar y Sasha se retorció con más fuerza intentando liberarse, pero no lo consiguió.
—Vaya, huele muy bien—comentó Marco—. ¿Qué hiciste para que la carne huela tan bien?
—Veamos... Usé varias especias—dijo Victor, colocando todas las porciones de carne que tenían la forma de un disco sobre la plancha—. Molí la carne, lo condimenté usando ajo en polvo, perejil, pan rallado, claras de huevo, leche, sal y lo dejé reposar durante 3 horas en un lugar fresco. Y el resultado es lo que tienen ante ustedes.
Victor usó una espátula para dar vuelta la carne y todo observaron cómo se había cocinado de un lado. Cuando finalmente consideró que se había cocinado lo suficiente, agarró la carne con la espátula, la colocó sobre uno de los trozos de pan que Annie había cortado y colocó otro pan encima, simulando un sándwich.
— ¡Taran! —exclamó él—. Les presento la carne especial al estilo Victor. Y quien tendrá el honor de comer mi primer platillo original será... ¡mi hermosa Krista!
— ¿Yo? —Krista se señaló a sí misma.
— ¡Claro! ¡Dale un mordisco!
Krista agarró la carne entre medio del pan. Cuando le dio un mordisco, sus ojos se abrieron con sorpresa, deleitándose del sabor. Las especias que Victor había usado potenciaban el sabor de la carne de una manera en la que nunca antes había probado.
—Es... ¡delicioso! —exclamó ella, su hambre sobrepasando sus modales cuando volvió a darle otro bocado sin importarle que los demás estén viendo—. ¿¡Qué es esto?! ¡Nunca había probado una carne tan deliciosa!
Los demás se quedaron boquiabiertos ante la ferocidad con la que Krista devoró la comida.
— ¡Y-yo también quiero! —exclamó Jean, dando un paso al frente.
— ¡Oye, no te adelantes! —reprendió Eren, haciéndolo a un lado para quedar primero.
—Ya, ya, tranquilos. Hay suficiente para todos—apaciguó Victor.
Cuando recibieron su porción, todos coincidieron que era la carne más deliciosa que habían probado. Victor desató a Sasha bajo la promesa de que, si perdía el control, la volvería a atar al árbol y comería su porción de carne frente a ella.
Al final, todos se estaban divirtiendo. Armin volvió a agarrar la guitarra y volvió a rasgar las cuerdas con suavidad y tranquilidad, mientras los demás se reunieron a su alrededor, compartiendo una comida a la luz de la fogata, la luna y las estrellas.
—Buen trabajo—elogió Annie, sentándose al lado de Victor—. Supongo que te referías a esto cuando dijiste que tenías algo que hacer.
—Sí... lo siento por eso—dijo él, viéndose algo apenado.
—No tienes que disculparte. Después de todo, hiciste esto por nosotros.
—Fue gracias a ti. Si no fuera por ti, dudo que hubiera querido hacer esto.
—No hice nada—rechazó ella—. Fuiste tú quien lo decidió.
—Lo hice porque tú me incentivaste a hacerlo. No mentía cuando dije que siempre me empujas hacia adelante. Gracias a ti, soy una mejor persona.
Annie sintió la sangre subir a sus mejillas y apartó la mirada, sintiendo un cálido sentimiento inundar su corazón.
—Oye, Victor... —murmuró ella, algo dubitativa—. Ya que es tu cumpleaños, hay algo que quiero darte...
— ¡Hey, Victor! —llamó Reiner—. ¡¿Qué es todo esto?!
Todos voltearon a mirar a Reiner sacar varias botellas de vidrio oscuras que estaban en las cajas.
Una sonrisa estiró de los labios de Victor cuando se levantó y agarró una de las botellas para destaparlas.
— ¿Esto? Son botellas de vino producidas de uno de los viñedos más reconocidos de todo Wall Sina—explicó él, mostrando la etiquetada pegada a la botella—. Son codiciados por todos los nobles por ser uno de los vinos más dulces que se producen dentro de los muros interiores.
— ¿C-cómo es que tienes algo como eso? —preguntó Connie.
Victor se encogió de hombros.
—Solo digamos que mi hermano en los Exploradores conoce a alguien que es primo de alguien cuyo amigo es uno de los trabajadores del viñedo. Y consiguió esta caja de vinos y me lo envió por mi cumpleaños.
—Tu hermano sí que da regalos extraños—comentó Jean.
Victor deslizó sus lentes por el puente de su nariz.
—Ni que lo digas. Ahora... —él metió la mano dentro de las cajas y sacó varias tazas de aluminio—. ¿Quién quiere un poco?
Luego de unos segundos de vacilación, los reclutas se acercaron con una taza en mano, dispuestos a darle una oportunidad. Con el estómago lleno de comida, no les vendría mal algo para ayudar en la digestión.
Cuando todos tuvieron sus tazas llenas, se reunieron alrededor de la fogata. Victor se subió encima de un tronco y se aclaró la garganta.
—Bueno, como anfitrión de esta fiesta, me alegro de que todos hayan venido y lo estén disfrutando. Mi padre siempre dice que una comida es más deliciosa si la compartes con aquellos a quienes aprecias—él miró a cada uno de los presentes con una sonrisa en su rostro—. Y puedo decir con seguridad que esta ha sido la cena más deliciosa que tenido desde que comenzamos el entrenamiento hace ya más de dos años.
Sus palabras fueron recibidas por las sonrisas de todos los reclutas presentes.
Victor alzó su propia taza al aire
— ¡Por la Tropa 104°! —brindó él.
— ¡SALUD! —exclamaron todos, chocando sus tazas.
— ¡Por el cumpleañero, el capitán oveja! —brindó Connie.
— ¡SALUD!
— ¡Por la humanidad! —brindó Eren con pasión.
Algunos se miraron entre ellos, pero terminaron encogiéndose de hombros.
— ¡SALUD!
Al mismo tiempo, todos dieron un sorbo de su taza, deleitándose con el dulce sabor del vino.
—Vaya, es realmente dulce—comentó Krista.
—Cuidado, Krista—advirtió Victor—. Este vino es engañosamente dulce. Una sola botella basta para embriagar a un alcohólico empedernido. Antes de que te des cuenta, habrás terminado la botella y estarás ebria bailando la danza de la lluvia alrededor de la fogata.
— ¡Me gustaría ver eso! —se rio Ymir, empujando la taza sobre la boca de Krista, obligándola a beber—. ¡Bebe! ¡Bebe!
— ¡Ymir, basta! —la detuvo Sasha, apartando la taza de la boca de Krista, quien bebió más de la mitad del vino.
Ymir solo se rio y dio un profundo trago.
Victor miró a sus compañeros reclutas comenzar a beber. A juzgar por su expresión, se veía preocupado por lo que pasaría.
Cuando la luna se encontraba en lo alto del cielo, señalando la medianoche, la fiesta improvisada entre los reclutas de la Tropa 104° estaba en su apogeo.
Sorprendentemente, Ymir fue la primera en caer bajo los efectos del dulce y traicionero vino. Se reía de manera energética mientras uno de sus brazos estaba envuelto alrededor de la cintura de Krista, quien tenía un notable sonrojo en sus mejillas. Aunque Victor no estaba seguro si era por el vino o por la cercanía de su amante secreta. En su lugar, simplemente decidió darle otro sorbo a su propia taza.
—Oye, oye, incluso si eres el cumpleañero no debes acaparar la bebida solo para ti—dijo Ymir, agarrándolo por los hombros con su brazo libre y atrayéndolo hacia ella—. Sé un buen anfitrión y llena mi taza.
—Ymir, estás borracha—dijo Victor.
— ¿Acaso ese no es el objetivo de haber traído este dulce vino? ¡Esto es una fiesta! ¡Hay que divertirnos! —ella presionó más a Krista contra su cuerpo—. Aunque yo ya tengo una manera de divertirme esta noche...
El sonrojo en el rostro de Krista aumentó aún más y bebió de su taza en un intento de ocultarlo y causando que Ymir volviera a reír.
Victor se apartó de la pareja, dándoles un poco de privacidad y no queriendo escuchar más de su sugerente conversación.
Se acercó a los demás, quienes parecían tener una animada conversación alrededor de la fogata.
— ¡Reiner, prometiste que no lo contarías! —reprochó Bertolt a su amigo, quien se reía a carcajadas por su vergüenza.
— ¿Contar qué? —preguntó Victor, interesado mientras se sentaba al lado de Annie.
—Oh, es algo que le ocurrió a Bertolt en nuestro primer año—dijo Reiner—. ¿Sabías que una vez huyó de una abeja pensando que era una avispa?
Los reclutas rieron a carcajadas por la expresión indignada y avergonzada de Bertolt.
—Quién pensaría que el alto de Bertolt tendría miedo de una pequeña abeja—se rio Victor.
—Déjame en paz... —musitó él, quien hizo lo más posible para parecer pequeño—. Realmente me asusté en aquella ocasión.
—Descuida, amigo, todos tenemos momentos vergonzosos—consoló Reiner, dándole palmadas en la espalda a su alto amigo.
—Ah, ¿sí? ¿Qué me dices de ti, Reiner? —inquirió Victor—. ¿Algo que quieras compartir?
—No tengo ningún momento vergonzoso—proclamó él con orgullo.
Sorprendentemente, fue Annie quien habló:
— ¿Qué me dices de aquella vez que te lanzaste un fuerte gas enfrente mío?
Todos miraron perplejos a Annie por un segundo antes de estallar a carcajadas. El rostro de Reiner se enrojeció inmediatamente.
— ¡P-pensé que no había nadie en la habitación! —se defendió él.
—Oh, amigo, ¿en serio? ¿Un gas? —se burló Connie.
—Tú no eres el más adecuado para reírse de los problemas de gases, Connie—señaló Victor—. ¿O debería decir, Connie pedorro Springer?
— ¡Pedorro Springer! —Sasha se rio a carcajadas—. Esa es buena.
— ¡Eso no es verdad! —negó él con vehemencia—. ¡Yo no tengo problemas de gases!
—Los tienes—afirmó Jean.
—Definitivamente, los tienes—concordó Reiner.
—Tienes bastantes gases durante las noches, Connie—asintió Armin.
—Y una vez te lanzaste uno tan fuerte que tú mismo te despertaste—dijo Victor.
— ¡U-ustedes...! —refunfuñó Connie por lo bajo.
Esta vez fue el turno de Connie de ser el receptor de la risa de los reclutas.
Todo volvieron a rellenar sus tazas con vino. En estos momentos, había bebido casi seis botellas y todos ellos comenzaron a sentir el zumbido del alcohol, siendo algunos más que otros.
—Hombre, si mi madre me viera en este momento le daría un infarto—comentó Jean con diversión—. Jamás pensé que bebería mi primer trago de alcohol en un campamento de entrenamiento militar. Siempre pensé que lo haría cuando formara parte de la Policía Militar.
—No veo que te desagrade—señaló Marco.
Jean bufó, pero no negó su declaración cuando volvió a beber otro trago.
—Me pregunto si así es como Hannes comenzó... —reflexionó Eren, mirando fijamente el vino de su propia taza.
—Ten cuidado de no seguir sus pasos—aconsejó Armin con diversión.
—Por favor, como si fuese a convertirme en un alcohólico como él.
Después de decir eso, él bebió de su taza.
—Eren, no deberías sobrepasarte—advirtió Mikasa.
—Sí, Eren, no te sobrepases—dijo Jean en un tono burlón—. Esta bebida de hombres tal vez sea demasiado para un niño como tú.
— ¡¿A quién llamas niño?! —gruñó Eren, levantándose abruptamente. Lo cual no fue una buena idea, porque se tambaleó ligeramente debido a todo el alcohol que había bebido.
Jean se rio a carcajadas cuando lo vio tropezar.
— ¡Ves, te lo dije! —exclamó él, bebiendo de su taza—. ¡Eres un niño!
— ¡Te mostraré que tan niño soy!
Eren fue directo a iniciar una pelea con Jean, pero alguien se interpuso frente a él.
—Muy bien, tranquilo—dijo Victor—. No iniciemos una pelea cuando estamos bajo los efectos del alcohol.
— ¡Muévete, Victor! ¡Él se lo buscó! —protestó Eren—. ¡Voy a golpearlo en la cara para ver si así arreglo esa cara de caballo que tiene!
— ¿Uh? ¡Pues yo te daré una paliza para ver si así te doy un poco de sentido común! —gruñó Jean, también levantándose y plantándole cara.
— ¡Detengan esto! —ordenó Victor, colocándose en medio de ellos—. Si tanto quieren flexionar músculos, entonces háganlo de otra forma.
Jean y Eren miraron a Victor, curiosos.
— ¿Qué sugieres? —preguntó Eren.
Una sonrisa estiró de los labios de Victor.
—Un enfrentamiento de vencidas.
Ambos reclutas se vieron algo desconcertados, pero cuando se miraron mutuamente lo hicieron con desafío y asintieron.
Jean y Eren se colocaron cara a cara frente al tronco de un árbol tallado mientras se ponía en posición. Su duelo llamó la atención de los demás, quienes se acercaron con interés.
—Muy bien, yo supervisaré esto—anunció Victor, colocándose en medio—. Quiero un enfrentamiento limpio y sin trampas... aunque los insultos están permitidos.
—No vayas llorando junto a Mikasa cuando pierdas—se burló Jean, colocando su codo sobre el tronco.
Eren frunció el ceño y también se apoyó sobre el tronco.
—Voy a romper ese brazo tuyo—gruñó Eren.
—Oh, mira qué miedo... Mira como tiemblo...
—Bien... —Victor agarró las dos manos entrelazadas de Jean y Eren y verificó que estén en la posición correcta—. ¡Ahora!
Inmediatamente, los brazos de ambos reclutas se tensaron, sus rostros se arrugaron con esfuerzo mientras intentaban superar al otro.
— ¡Vamos, Jean! —animó Marco.
— ¡Tú puedes, Eren! —apoyó Armin a su amigo.
Después de casi un minuto, Jean comenzó a ceder terreno, para su desesperación.
— ¡No, no! —gruñó él con esfuerzo, intentando contrarrestar la fuerza de Eren.
Pero fue en vano. Con un grito de esfuerzo, Eren logró golpear el dorso de la mano de Jean contra el tronco, ganando el enfrentamiento.
— ¡Muy bien! —exclamó él, alzando los brazos en señal de victoria.
—Maldición... —se lamentó Jean, quien recibía palmadas en la espalda por Marco en un intento de consolarlo.
—Esto se ve interesante—comentó Reiner, sentándose en el lugar donde había estado Jean—. Creo que también participaré.
— ¿Eh, tú? —dijo Eren, sonando inseguro.
— ¿Qué pasa, Eren? ¿Tienes miedo?
Eren frunció el ceño y volvió a sentarse, mirando al fornido chico rubio con desafío.
— ¡Estoy listo! —bramó él seguridad.
—De acuerdo—dijo Victor, actuando nuevamente como supervisor—. ¡Ahora!
El encuentro no duró mucho. En cuestión de segundos, Eren se vio abrumado por la fuerza superior de Reiner, quien no hizo mucho esfuerzo en golpear el dorso de la mano de Eren contra el tronco.
—Arg, maldición... —gruñó Eren—. Perdí.
—Bueno, te enfrentabas a Reiner—dijo Armin—. Aunque creo que lo hiciste bastante bien.
Reiner se rio de manera triunfal mientras se palmeaba el bíceps.
—Estos músculos no son solo para presumir—exclamó él—. Miren con atención, ¡estos los músculos de un hombre!
Reiner tensó sus brazos y los exhibió con orgullo. Incluso envió un guiño en dirección a Krista.
Victor frunció el ceño y se paró frente a Reiner de manera desafiante.
—Estás muy orgulloso de esos músculos abultados tuyos, Reiner—dijo él, colocando su brazo sobre el tronco—. ¿Te importaría ponerlos a prueba?
Los reclutas miraron de manera expectante. En otra situación, no dudarían de que Reiner vencería a Victor sin ningún problema, considerando la notable diferencia de tamaño entre ambos reclutas. Pero Victor ha demostrado tener una fuerza que desmentía su tamaño, así que nadie negaría que el enfrentamiento sería interesante.
—Oh... —Reiner sonrió con desafío, sentándose y posicionándose—. ¿Estás seguro? No quiero lastimarte.
—Si te sientes tan seguro de ti mismo, entonces hagamos una apuesta—propuso Victor—. El ganador recibe un beso de Krista.
— ¡Trato hecho! —exclamó Reiner inmediatamente.
Las mejillas de Krista se tiñeron de rojo al escuchar la apuesta entre ambos.
— ¡Oye, no te atrevas a poner a mi dulce Krista como un premio! —se opuso Ymir fervientemente.
—Vamos, pecas, ten más confianza en mí—sonrió Victor—. No voy a perder contra este buey sobrealimentado. Y aún más cuando los labios de Krista están en juego.
Él le guiñó un ojo a Krista, quien se sonrojó aún más y apartó la mirada con vergüenza mientras bebía toda su taza de vino.
Por el rabillo del ojo, Victor vio que Ymir no era la única molesta por la apuesta. Su novia secreta de cabellera rubia le dio una mirada tan fría que sintió un escalofrío recorrer su espalda. Tal vez hacer esa apuesta no fue tan buena idea, pero el alcohol en su sangre hacía que su lengua esté aún más floja de lo normal.
—Bien, entonces yo seré el juez—dijo Armin, colocándose en medio de ellos y sosteniendo sus manos para ver que ambos estén en posición—. Listos... ¡Ya!
Muchos esperaban un fiero enfrentamiento entre ambos, considerando que eran dos de los chicos más fuertes entre todos los reclutas. Lo que definitivamente no se esperaban fue a Victor abrumar a Reiner con tal fuerza que no solo lo venció, sino que también pudieron escuchar un fuerte "crack", causando que todos quedaran estupefactos.
— ¡R-Reiner...! ¡Tu hombro...! —farfulló Bertolt.
El rostro de Reiner se puso pálido cuando miró su hombro, el cual se encontraba en una posición que no debería, antes de soltar un grito de pánico y dolor.
— ¡S-se lo dislocó! ¡La oveja le dislocó el hombro! — exclamó Ymir, riéndose a carcajadas con tal fuerza que tuvo que agarrarse el estómago.
Ymir no fue la única que encontró divertido el sufrimiento de su compañero recluta, ya que Annie se tapó la boca mientras apartaba la mirada, aunque el temblar de sus hombros delataba la diversión que sentía.
Jean y Bertolt fueron a ayudar a Reiner, causando que él soltara un gruñido de dolor cuando su hombro volvió a su lugar correcto.
—H-hey... lo siento por eso—se disculpó Victor, tendiéndole una botella de vino—. Ten, ayudará a adormecer el dolor.
Reiner aceptó la botella y bebió profundamente de ella.
—Descuida, fue una derrota absoluta—dijo él—. No esperaba que fueras tan fuerte.
—Nadie lo esperaba—señaló Jean.
Victor solo se rio de manera incómoda, sin saber cómo responder ante eso.
—Bueno, ya que he ganado, creo que tomaré mi premio—él volteó para mirar a Krista, quien dio un respingo.
El rubor en el rostro de Krista era notorio cuando él se paró delante de ella, aunque era desconocido si era por el alcohol que había ingerido o por la vergüenza de tener que ser besada frente a todos.
— ¡Beso! ¡Beso! ¡Beso! —corearon los chicos, aunque las chicas entrecerraron los ojos con disgusto por distintas razones.
Todos miraron de manera expectante cuando Victor la agarró suavemente por las mejillas y comenzó a acercar su rostro.
Krista cerró los ojos y se inclinó hacia él, lista para unir sus labios, pero abrió los ojos con sorpresa cuando los labios de Victor no hicieron contacto con los suyos, sino que plantó un casto beso en su frente.
Los demás reclutas gimieron con decepción, otros con celos, Las únicas excepciones era Ymir y Annie, quienes se relajaron de manera disimulada.
— ¡Muy bien, mi turno! —anunció Eren.
Victor volteó a mirarlo, confundido.
— ¿También quieres que te bese?
Un rubor se extendió por las mejillas de Eren.
— ¡¿Qué?! ¡No! ¡Quiero enfrentarme a ti!
—Eh... Eren, no creo que sea una buena idea—aconsejó Armin—. Si no pudiste vencer a Reiner, no creo que puedas vencer a Victor.
— ¡No lo sabré si no lo intento! —bramó él, antes de beber lo que quedaba en su taza y colocarse en posición—. ¡Estoy listo!
Victor suspiró, resignado. Eren no desistiría hasta conseguir lo que quiere, era terco como una mula. Y lo era aún más bajo los efectos del alcohol.
Se puso frente a él y estrecharon sus manos.
— ¿También quieres apostar algo? —preguntó Victor—. ¿Cómo besar a una chica o algo así?
El rostro de Eren se sonrojó ligeramente, pero sacudió la cabeza.
—Solo quiero vencerte—afirmó él.
—Mmm, eso es aburrido. ¿Qué tal esto? Si tú pierdes, beberás lo que sobra de la última botella que abrimos. Y si ganas...
—Me enseñarás un movimiento de lucha.
—Bien, me parece justo. Aburrido, pero justo.
Armin actuó nuevamente como juez y, cuando dio la señal para comenzar, Eren inmediatamente hizo la mayor fuerza posible para ganar, pero el brazo de Victor no se movió ni un solo centímetro. De hecho, parecía aburrido mientras veía a Eren aplicar tanta fuerza a su brazo hasta el punto en el que se le abultaron las venas de su cuello.
— ¡Oye, oveja, ya deja de humillarlo! —dijo Ymir, ganándose un par de risas entre los reclutas.
Victor suspiró y decidió terminar el partido. De manera súbita aplicó fuerza para abrumar a Eren en solo un segundo, aunque usó demasiada fuerza, ya que no solo estrelló el dorso de su mano contra el tronco, sino que envió a Eren a estrellarse contra el suelo.
—Ups... —dijo Victor.
—Maldición... perdí otra vez—gimió él, levantándose con un fuerte ceño fruncido en su rostro. Fue directo a la botella de vivo y bebió lo que quedaba de ella hasta vaciarla.
Victor se rio de él, pero su risa murió en su garganta cuando observó a la siguiente persona ponerse del otro lado del tronco, listo para desafiarlo.
—Mikasa... ¿Estás segura?
La única respuesta que recibió fue que ella entrecerrara los ojos en su dirección de manera desafiante y colocara su codo sobre el tronco, lista para el enfrentamiento. A juzgar por el leve rubor en su rostro, el alcohol también la había afectado.
— ¿Victor y Mikasa van a competir en las vencidas? —inquirió Sasha en un tono tembloroso—. E-esto será emocionante. ¡Apuesto por Mikasa!
— ¡Yo apuesto por Victor! —dijo Connie—. ¡Tengo fe en que nuestro capitán oveja saldrá victorioso!
— ¡O-obviamente, Mikasa ganará! —sentenció Jean, aunque se veía dudoso.
—Pero es Victor de quien estamos hablando... —reflexionó Marco.
— ¡Ja! ¡La oveja ganará! —declaró Ymir.
—Sí, él lo hará—coincidió Krista con un firme asentimiento.
— ¡Tú puedes, Mikasa! —apoyó Armin a su amiga.
— ¡Hazlo, Mikasa! —exclamó Reiner, sosteniendo su hombro—. ¡Véngame!
—Ya oíste al público—dijo Victor, colocándose en posición y estrechando su mano con la de Mikasa—. ¿También quieres apostar algo?
Mikasa lo observó detenidamente por unos segundos, como si estuviera considerando algo hasta que finalmente dijo:
—Si yo gano, tendrás que decirme tu apellido.
Hubo un tenso silencio en el claro luego de la declaración de Mikasa. El único sonido audible fue el crepitar de la fogata.
—Lo siento, pero no—rechazó Victor.
— ¿Por qué? —cuestionó Mikasa.
—Porque es algo personal.
—Solo es tu apellido.
—Podría decir lo mismo de tus medidas. ¿Me las dirás si gano?
Un leve rubor tiño las mejillas de Mikasa. Por alguna razón, sintió más consciente el hecho de tener su mano estrechada con la de Victor.
—Eso... es algo personal.
—Al igual que mi apellido.
Ella entrecerró los ojos en su dirección.
— ¿Por qué insistes tanto en ocultarlo?
— ¿Y tú por qué insistes tanto en querer saberlo?
— ¡Porque quiero saber más acerca de ti!
Victor definitivamente no se esperaba esa respuesta, y a juzgar por la expresión en el rostro de los demás, nadie lo hizo. Él miró a Armin, buscando una ayuda, pero el chico rubio se veía tan perdido como él. Eren se veía confundido. Jean frunció el ceño con molestia y celos. Krista se tapó la boca, como si estuviera emocionada, e Ymir tenía una mirada estupefacta en su rostro. Y Annie...
"Oh, carajo..."
Annie los estaba mirando fijamente con aquellos fríos ojos azules suyos mientras bebía de su taza. Victor sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—Escucha, Mikasa... —dijo él, mirándola directamente a los ojos—. No puedo... decirte eso. Algún día lo haré, te lo prometo, pero no hoy.
Mikasa lo miró por unos segundos detenidamente. Luego su mirada se deslizó hacia sus manos entrelazadas para después mirarlo a él.
—Entonces, si gano, tendrás que sentarte en la misma mesa que Eren, Armin y yo por una semana—dijo ella.
Victor se relajó y sonrió.
—Eso no suena tan mal—dijo él.
—Pero tendrás que compartir la mitad de tu almuerzo conmigo.
—Eso ya no suena tan bien...
—Y tendrás que cambiar turnos conmigo cuando tenga que limpiar los baños.
—Oye, eso ya es pasarse.
Una rara sonrisa burlona estiró de los labios de Mikasa.
— ¿Asustado de perder?
—Demonios, no. Muy bien entonces, acepto. Pero si yo gano... —una sonrisa maliciosa estiró de sus labios—. Tendrás que cantarme una canción. Armin me dijo que tienes una voz muy hermosa.
Mikasa abrió los ojos con sorpresa y volteó a mirar a Armin, quien apartó la vista.
—Trato hecho—aceptó ella, apretando fuertemente la mano de Victor—. No pienses que voy a contenerme.
—No esperaba que lo hicieras—respondió él, igualando la fuerza de su agarre—. Voy a patearte el trasero... figurativamente.
—Entonces... —Armin verificó que ambos estuvieran en posición—. ¿Listos?... ¡Ya!
Inmediatamente, ambos intentaron someter al otro, pero ninguno cedió. Sus brazos temblaban debido a la fuerza que aplicaban, pero ni siquiera se movieron.
— ¡Vamos, Mikasa! —apoyó Sasha.
— ¡Tú puedes, Victor! —exclamó Connie.
— ¡Mikasa, dislócale el hombro! —gruñó Reiner.
—Creo que eso es demasiado... —dijo Marco.
— ¡Ni se te ocurra perder, maldita oveja! —gritó Ymir.
Victor y Mikasa siguieron enfrentándose, apretando los dientes mientras intentaban someter al otro, pero era un punto muerto. Sus músculos se tensaron debajo de sus ropas y sus nudillos se volvieron blancos, pero ninguno cedió terreno.
—Esto no está avanzado... —musitó Armin, viendo a ambos.
Fue entonces cuando se le ocurrió una idea. Se acercó a Eren y le susurró algo al oído.
— ¿Qué quieres que diga qué? —cuestionó Eren.
— ¡Solo hazlo! —insistió Armin.
Eren se veía dudoso, pero aun así asintió.
— ¡Ve, Mikasa! ¡Puedes hacerlo! —gritó él—. ¡Yo creo en ti!
Los ojos de Mikasa se abrieron al escuchar como Eren la apoyó y aplicó aún más fuerza, causando que el brazo de Victor comenzara a caer.
— ¡Oh, Mikasa está ganando! —exclamó Sasha, emocionada—. ¡Ve, Mikasa!
— ¡No pierdas, Victor! —apoyó Krista a su amigo.
Ymir miró Krista de reojo y chasqueó la lengua.
—Esa maldita oveja perderá a este ritmo—murmuró ella—. Las cosas que hago por ese idiota...
Ella se acercó a Victor, quien estaba a mitad de camino de perder ante Mikasa, y le susurró algo al oído.
Inmediatamente, Victor abrió los ojos con sorpresa y, bajo la mirada asombrada de todos, lentamente comenzó a ganar terreno.
—Espera... ¿Está remontando? —dijo Reiner, incrédulo.
— ¡Ve, Victor! —apoyó Connie.
Con un gruñido de esfuerzo, Victor logró estampar el dorso de la mano de Mikasa contra el tronco, ganando el enfrentamiento.
— ¡JA! ¡Gané! —exclamó Victor, bebiendo todo el contenido de su taza antes de alzar los brazos con orgullo—. ¡Nadie vence a Victor! ¡Yo soy invisible!
—Se dice "Invencible", idiota—dijo Ymir, poniendo los ojos en blanco—. Y no lo eres. Solo eres un borracho.
—Borracho, pero vencedor.
Victor se rio con diversión, aunque se detuvo cuando Ymir y Krista se pararon a su lado y, con un asentimiento entre ambas, plantaron un casto beso en sus mejillas, causando un fuerte sonrojo en él.
—Joder... Este es el mejor regalo de cumpleaños que he recibido hasta ahora—dijo él, con una gran sonrisa en su rostro.
—Pues no te acostumbres—dijo Ymir.
—Maldición, ese idiota está recibiendo toda la atención de las chicas—murmuró Jean, sintiéndose celoso.
Mikasa observó su mano, sintiéndose frustrada por haber perdido. Armin se acercó y le dio palmadas en el hombro en un intento de consolarla.
—Está bien, Mikasa—dijo él—. Casi lo venciste.
—Pero quería vencerlo para que se sentara con nosotros... —musitó ella, bajando la mirada—. Para que pasara más tiempo con nosotros... conmigo... Ya casi no lo hace...
Armin la miró, sorprendió. ¿Quién hubiera pensado que Mikasa sería tan honesta y abierta con sus sentimientos cuando estaba bajo los efectos del alcohol?
—Estoy seguro de que si se lo dices, él lo hará—aseguró Armin.
Mikasa alzó la mirada con una mirada algo afligida, pero terminó asintiendo.
Fue en ese momento cuando Victor se acercó a ella y le rodeó a ambos con un brazo a cada lado.
—Bueno, Mikasa, creo que me debes una canción—dijo él.
Mikasa apartó la mirada mientras levantaba su bufanda en un intento de esconder el rubor de sus mejillas.
—Está bien si... ¿lo hago en otro momento? —inquirió ella en una extraña muestra de timidez que dejó desconcertado a Victor. Ella agregó en voz baja—. Y... solo a ti. No me sentiría cómoda si hay alguien más.
Aunque se sintió extrañado por su petición, Victor asintió.
—Está bien, será una promesa entre nosotros dos.
Una pequeña sonrisa estiró de los labios de Mikasa cuando ella asintió.
Cuando el ambiente tenso desapareció, dando paso nuevamente al ambiente fiestero. Los reclutas volvieron a beber las pocas botellas de vino que quedaba. Un par de tazas después, Victor sintió el llamado de la naturaleza y fue a atenderla. No fue el único en sentirlo, ya que Reiner y Jean también lo hicieron y acompañaron a Victor al bosque a fomentar el crecimiento del bosque al regar algún arbusto.
Cuando volvieron unos minutos después, Annie se percató de las expresiones algo conmocionadas de Reiner y Jean, lo que le pareció curioso, así que sutilmente se acercó a la conversación que estaban teniendo, simulando ir a servirse un poco más de vino.
—No puedo creerlo... —musitó Jean para sí mismo—. Y eso que ni siquiera estaba del todo despierto...
Mirándolo de reojo, Annie se percató de la mirada incrédula que Reiner le lanzó a Victor.
— ¿Cómo demonios puede tenerlo tan grande allí abajo cuando es tan bajo? —cuestionó Reiner.
Annie sintió como la bebida se le atoró en la garganta y casi lo escupió por la nariz, incapaz de creer lo que había escuchado. Los chicos la miraron extrañados, pero ella lo hizo pasar como un ataque de tos al toser varias veces y apartar la mirada, ocultando el sonrojo en sus mejillas.
—Annie, ¿estás bien? —preguntó Victor, acercándose a ella.
—S-sí, estoy bien... —farfulló ella, evitando su mirada, aunque no pudo evitar mirar de reojo su parte inferior, preguntándose qué tan cierto eran las declaraciones de los chicos.
A Victor le pareció extraño su comportamiento, pero no insistió y simplemente se encogió de hombros.
Armin volvió a agarrar la guitarra y, aunque estaba ligeramente bajo los efectos del alcohol, demostró tener el suficiente control sobre sí mismo para nuevamente ambientar el lugar bajo una suave melodía.
—Oye, Bertolt—Reiner codeó a su amigo—. Ahora tu oportunidad, amigo. Alguien se te adelantará si no haces algo.
— ¿Hacer qué?
Reiner inclinó la cabeza hacia Annie, quien estaba sentada a un lado de un Victor bastante borracho que le contaba la historia de cómo un día él y su madre había llegado a casa para encontrar a su hermano y su novia en una situación bastante comprometedora en el sofá de la sala de estar.
—Se apresuró tanto en vestirse que tropezó con sus propios pantalones y cayó al suelo con el culo al aire—relató Victor—. Mi madre lo regañó durante horas por eso.
—Debió haber sido divertido—comentó Annie, bebiendo de su taza.
—Tal vez para ti. Durante un mes entero no pude quitarme de la mente la imagen del trasero de mi hermano y su pene.
Incluso si Annie no estallaba a carcajadas por la hilarante historia, la pequeña sonrisa estiró de sus labios y la manera en la cual sus hombros temblaron ligeramente demostró lo divertido que le resultaba.
— ¿Ves a qué me refiero? ¡Tienes que hacer algo o Victor se te adelantará! —insistió Reiner a Bertolt—. Solo tienes que ir y hablarle a Annie. Ella ha estado bebiendo, así que será más abierta.
—N-no estoy seguro... —farfulló Bertolt.
—Vamos, hombre—Reiner le palmeó el hombro con fuerza—. Es ahora o nunca. Solo ve y dile algo.
Bertolt aún se veía muy inseguro y pálido. Pero cuando escuchó a Annie reírse por lo bajo por algo que Victor le había dicho, pareció tomar una decisión. Bebió todo el contenido de su taza buscando envalentonarse y fue directo hacia ellos.
—H-hey, Annie... —farfulló Bertolt con voz temblorosa—. L-la... fiesta está agradable, ¿no crees? ¿Qué tal te ha parecido?
Annie lo miró, todo pequeño rastro de diversión desapareció de su rostro.
—No está mal—dijo ella—. ¿Por qué preguntas?
—Oh, pues... s-solo quería saber si te la estás pasando bien.
—Lo hago—ella levemente una ceja—. ¿Te sientes bien?
— ¿P-por qué preguntas? —habló rápidamente Bertolt.
—Amigo, te ves muy pálido—señaló Victor—. ¿Seguro que estás bien?
Bertolt iba a responder que sí lo estaba, pero cuando abrió la boca no salieron palabras, sino todo el contenido de su estómago. Y por si eso no fuera lo suficientemente malo, lo había hecho sobre las piernas de Annie, empapando sus pantalones con vómito.
Bertolt se puso aún más pálido y comenzó a farfullar una disculpa de manera incomprensible. Los demás reclutas miraron conmocionados lo que acababa de suceder. Y cuando se percataron de la expresión iracunda en el rostro de Annie, todos pensaron lo mismo.
"Mierda. Ella va a matarlo"
Sorprendentemente, no lo hizo. Annie se levantó sin decir una palabra si se adentró al bosque con la intención de ir a limpiar sus pantalones.
— ¡Annie!
Ella volteó para ver a Victor acercarse a ella dando tumbos. A juzgar por la expresión de su rostro, el alcohol lo había afectado bastante.
— ¿Qué quieres, Victor? —dijo ella, intentando controlar la molestia en su voz—. Tengo que ir a limpiarme. No iré a los dormitorios oliendo a vómito.
—Ten, usa esto—él le dio un cepillo de ropa—. Lo traje en caso de emergencias. A decir verdad, no pensé que lo usaría.
Ella aceptó el cepillo. Sería mucho más útil en lugar de fregar sus pantalones sobre la hierba a alguna roca.
—Gracias.
—Puedes limpiar tus pantalones en el pequeño arroyo que hay más adelante.
—Lo sé, allí es a donde me dirigía.
— Uh... ¿Necesitas ayuda? Soy bueno limpiando ropa.
Annie le dio una mirada plana.
—Victor, voy a tener que quitarme los pantalones para limpiarlos.
Él asintió.
—Bueno, tendrás que hacerlo si quieres limpiarlos bien.
—No voy a tener los pantalones puestos—aclaró ella.
Victor arqueó una ceja.
—Pues claro, los estarás limpiando—dijo él con obviedad.
Annie puso los ojos en blanco.
"Dios, el alcohol lo hace aún más tonto de lo normal"
—Lo que intento decir que es voy a estar en bragas.
—Oh... —Victor abrió los ojos con comprensión, pero luego sonrió de manera pícara—. ¿Y segura que no quieres mi ayuda?
—No—dijo ella de manera rotunda—. No quiero que me veas limpiar el vómito de otra persona de mis pantalones mientras estoy en bragas. No hay nada sensual en eso.
—Annie, estoy bastante seguro de que serías sensual, incluso si fueses un titán de catorce metros.
Ella se tensó por un segundo, pero cuando escuchó a Victor reírse para sí mismo simplemente lo hizo pasar como las divagaciones de un borracho.
—Es tu fiesta de cumpleaños, ve y disfrútalo—dijo ella—. Volveré en un minuto.
Victor frunció el ceño de manera pensativa, como si estuviera ordenando sus difusos pensamientos.
—Está bien... —aceptó él.
Annie lo observó volver al claro. Una pequeña sonrisa divertida estiró de sus labios.
"Es un tonto... Pero un tonto lindo"
Camino por el bosque hasta encontrar el pequeño arroyo. La luna brillaba con una luz plateada en lo alto del oscuro cielo y era reflejada por la superficie del agua.
"Esto es humillante" pensó ella, sacándose los pantalones y comenzando a fregarlos con el cepillo "Maldito seas, Bertolt."
Le tomó varios minutos de intensa fregada para deshacerse del vómito en sus pantalones. Con un poco de suerte, el olor también se iría al remojarlo, aunque tendría que aguantar la sensación húmeda al volver a ponérselos antes de cambiarse al volver al dormitorio.
Luego de estrujar sus pantalones y volver a ponérselos, ignorando la sensación húmeda y desagradable, ella volvió al claro donde pudo ver que la mayoría de los reclutas apenas y podían formar una palabra coherente. Jean se había tumbado en el suelo con la planta de su pie estampada en la cara de Eren, quien también había caído.
—Bastardo suicida... —balbuceó Jean, empujándolo con el pie.
—Cara de caballo... —respondió Eren de igual manera, lanzándole la taza que sostenía y golpeándolo en la cabeza.
—Están completamente borrachos—comentó Reiner al ver a ambos, siendo uno de los que aún se encontraba en sus cinco sentidos.
—Les dije que no fue buena idea ese duelo de bebidas—dijo Armin con un suspiro mientras bebía de una taza, aunque esta solo tenía agua. Esa había sido su manera de que el vino no lo afectara tanto.
—Supongo que la fiesta ha terminado—declaró Marco—. Será mejor que volvamos a nuestros dormitorios.
Hubo asentimientos en señal de acuerdo entre los reclutas. O al menos, de aquellos que podían responder. Marco levantó a Jean y lo ayudó a caminar hacia los dormitorios. Eren fue ayudado por Armin, quien hizo un esfuerzo en llevar a su mejor amigo.
—Vamos, amigo, volvamos a los dormitorios—le dijo Reiner a Bertolt, quien se encontraba abrazando sus rodillas en un lugar apartado.
—Nunca volveré a beber... —musitó Bertolt, escondiendo su rostro—. No puedo creer lo que hice...
Reiner le palmeó el hombro.
—Ya, tranquilo. Seguramente Annie lo olvidará a la mañana siguiente.
"Ten por seguro que no lo haré" pensó ella cuando vio a Reiner acompañar a Bertolt hacia los dormitorios masculinos.
—Sasha, levántate—dijo Mikasa, observando a la chica tirada en el piso.
—No~... No quiero que la fiesta termine—se quejó ella—. Quiero seguir comiendo y bebiendo~
—Has comido y bebido demasiado—ella agarró a Sasha y lo alzó sobre sus hombros como un costal de papas—. Es hora de irnos.
—No~... Victor, sálvame~
Victor no pareció escucharla, ya que siguió sentado en un tronco mientras bebía la última botella de vino que quedaba y cantaba una canción en voz baja sobre entregar tu corazón.
—Oye, amigo, es hora de irnos—dijo Connie, acercándose a él.
Victor alzó la mirada, sus parpados estaban caídos y tenía una expresión desorientada en su rostro.
— ¿Uh? ¿Ir...? ¿Ir a dónde...? —cuestionó él, arrastrando las palabras.
—A los dormitorios, hombre. Tenemos que dormir.
—No voy a dormir contigo, no soy gay...
— ¡No me refería a eso! Anda, vamos.
Connie lo agarró y lo obligó a ponerse de pie, pero Victor lo empujó.
—Suéltame, maldito homosexual... Carajo, ¿por qué los gays andan detrás de mí? Primero Eren quiere besarme... luego Reiner y Jean me miran el pene de manera descarada... y ahora tú quieres dormir conmigo...
— ¡Que no me refería a eso, maldita sea!
—Déjalo—dijo Annie acercándose a ellos—. Yo me encargo.
— ¿Annie? ¿Estás segura? —inquirió Connie.
Ella le dio una mirada dura y fría.
—Dije que yo me encargo.
Connie se tensó y sabiamente decidió irse.
Annie miró a Victor, quien había vuelto a sentarse y beber de la botella.
—Hey, Victor—dijo ella con una voz más suave—. Tenemos que irnos.
—No puedo... —dijo él—. Yo... estoy esperando a alguien...
— ¿A quién? —Annie miró por el claro, ellos dos eran los únicos que aún quedaban—. ¿Ymir y Krista?
—Ymir y Krista... pecas y el ángel... Jeje... No, ellas ya se fueron—Victor miró por los alrededores, verificando que no hubiera nadie antes de hacer un gesto para que Annie se acerca y susurrarle—. Creo... creo que fueron a follarse la una a la otra. Espero que usen protección, sería malo si alguna de ellas se embaraza...
Annie lo miró como si estuviera loco, pero no, solo estaba borracho.
—Si no estás esperándolas a ellas, ¿entonces a quién?
—Estoy... esperando a Annie. Dijo que volvería en cualquier momento...
Ella suspiró. Esto sería más difícil de lo que pensaba.
—Annie ya se fue—dijo ella—. Y me pidió que te llevara al dormitorio. Ella... se preocupa por ti.
Victor se rio por lo bajo.
—Sí... sé que lo hace. Es una chica dulce en el interior, ¿sabes? Es solo que lo esconde debajo de esa capa de frialdad y apatía hacia todo y todos. Pone esta... muralla a su alrededor para alejar a todos... incluso a mí.
— ¿Por qué crees eso? —preguntó Annie, sentándose a su lado.
—Puedo verlo... Veo que ella esconde algo y no quiere decírmelo porque tiene... tiene miedo. Ella tiene miedo de que, si me lo dice, todo será diferente...
Ella apretó los labios en una fina línea. Victor tenía toda la razón. Ella tenía miedo. Sabía cómo todos reaccionarían si llegaran a saber la verdad. La tacharían de traidora, la odiaría, tal vez incluso intentarían matarla. Y, si era honesta consigo misma, no le importaba. Estaba dispuesta a hacerse enemiga de todo el mundo si fuera necesario para volver a su hogar junto a su padre. Si fuera solo por ellos, no viviría con miedo. Pero...
Annie miró a Victor de reojo. Él era la única persona en todo el mundo que le provocaba ese miedo debido a que no sabía cómo reaccionaría al descubrir la verdad. ¿La odiaría e intentaría matarla? ¿Buscaría comprenderla y entender la razón por la cual hizo lo que hizo? ¿La... aceptaría e intentaría convencerla de unirse a ellos?
Ella no lo sabía y era ese mismo desconocimiento, esa incertidumbre, lo que la asustaba tanto.
—Tal vez... ella no quiere que las cosas sean diferentes—dijo finalmente—. Tal vez ella solo quiere que... que todo esto dure un poco más...
—Puede que tengas razón... Yo también lo quiero. Quiero que lo nuestro dure mucho... mucho más... —la botella se deslizó de sus dedos y él terminó recostándose en el hombro de Annie—. Amo a Annie... Ella es fuerte y la vez tan suave... Tiene un par de... ojos muy lindos y también... ella es tan hermosa...
Annie abrió los ojos, perpleja. Sus mejillas se tiñeron de rojo cuando volteó a verlo.
—Victor, yo...
—Shhh—él le puso un dedo sobre sus labios—. No se lo digas...
Una suave sonrisa estiró de los labios de Annie cuando ella tomó la mano de Victor.
—Está bien...
Cuando él volvió a recostarse sobre su hombro y cerrar los ojos, Annie metió la mano dentro de su sudadera y sacó un reloj de bolsillo. Lo observó por unos segundos antes de guardarlo en el bolsillo delantero del chaleco de Victor y amarrar la cadena a uno de los botones.
—Feliz cumpleaños.
Ella se recostó en él sin soltar su mano, disfrutando de la calidez que sentía al tener sus dedos entrelazados. Sabía que tenía que llevarlo al dormitorio, pero quería tenerlo solo para ella este momento. Disfrutar este efímero momento solo un poco más.
Después de todo, Annie era alguien egoísta.
...
..
.
Y eso es todo por ahora, mis adorables lectores
Espero les haya gustado. Este capítulo fue escrito desde el punto de vista de varios personajes, pero no de Victor. Quería hacer algo diferente. Plasmar la forma en la cual otros personajes lo ven a él.
Siento que, más que la historia intrigante y aún desconocida de Victor, lo que hace especial esta historia para mí es el desarrollo de la relación que él tiene entre los personajes. Es algo de lo que siempre estaré orgulloso y este capítulo expresa eso mejor que cualquier otro capítulo que he escrito.
Espero les haya gustado.
Solo tengo una pregunta final para ustedes...
¿Quieren que comience la segunda temporada?
Ya he demostrado, con este largo capítulo, que no he abandonado esta historia. Ahora es vuestro turno de demostrarlo. ¡Revienten la sección de reseñas!
Y sin nada más que decir... ¡Hasta la próxima, guapos y guapas!
