Capítulo 11

Kiritsugu se quedó un buen rato acostado en el sofá mirando el techo, todo gramo de alcohol se fue de su sistema después de media hora. Hasta ese momento, creía que aún podría salvar su matrimonio, que todavía había esperanzas, pero con lo que se acababa de enterar, ya no lo creía posible, Iris le había confesado que estaba enamorada de otra persona, ¿Quién era? No lo sabía y no sabía si era buena idea descubrirlo, por eso fingió dormir, ya no quería seguir escuchándola, lo lastimaba con sus palabras.

¿Qué debes hacer cuando la mujer de tu vida te dice que ya no te ama como antes, que ama a otra persona, pero que seguirá contigo solo por la amistad que tuvieron? ¿Debería sentirse feliz o miserable?

Con esas preguntas en mente, se puso de pie y se dirigió a la habitación que compartía con su esposa a paso calmo. Cuando llego a la puerta, esta estaba entre-abierta, cosa que agradeció internamente, se inclinó un poco para poder divisar la silueta de su esposa recostada de lado en la cama, en la posición que estaba se podía divisar a la perfección sus facciones con la ayuda de la luz de la luna, su expresión se veía apacible, como si nada pudiera perturbarle en ese momento, su cuerpo perfecto cubierto por esa delgada sabana, Kiritsugu vio esa imagen deseando que quedara grabada en su mente, de pronto algo cambio, una sonrisa ligera pero que denotaba alegría e ilusión nació en los labios de la platinada, el pelinegro sintió un nudo formarse en su garganta, esa sonrisa era la más hermosa que Iris podía ofrecer, pero le dolía saber que no era por él que sonreía, que hace mucho dejo de ser por él, incluso antes de que la otra persona apareciera. Fue a la sala y de nuevo se acostó en el sofá.

Ahora que pensaba lo que era su relación, se daba cuenta que las cosas entre ellos estaban mal desde antes de casarse, para ser más exactos desde que empezó a trabajar con Shinji, y todo porque le dedicaba más tiempo al trabajo que a la que, en ese tiempo, era su novia, las discusiones iniciaron y todas por la misma razón, ella reclamando el hecho de que ya no pasaran tanto tiempo juntos como antes, y él defendiéndose, con el hecho de que la única razón por la que trabajaba tanto era para darle la vida que se merece, pero al final la cosa quedo en nada. Las discusiones cesaron y ellos empezaron a vivir en una especie de monotonía, del trabajo a la casa, de la casa al trabajo, y sexo solo porque toca. Con el tiempo se dio cuenta que Iris estaba empezando a cansarse de eso, lo cual le hizo preocuparse, por eso le propuso matrimonio y se dispuso a cambiar su situación, trataba de pasar más tiempo con ella, de escucharla, sin embargo ya era tarde, aun cuando vio que Iris también ponía de su parte, sabía que algo entre ellos ya no era igual que antes, y ese sentimiento se extendió después de casarse, pero se mentía a si mismo diciéndose que solo eran paranoias suyas, ahora la verdad le caía como un baldazo de agua fría. Un poco cansado de todo, tomo su celular y marco un número, que esperaba le ayudara con este dilema.*

Al día siguiente, Arturia estaba fuera de la tienda acomodando unas macetas en su auto, cuando sintió la presencia de alguien a su espalda.

- Shiro – nombro sorprendida al verlo.

- Dime que no eres tú – pidió Shiro con seriedad.

- ¿Qué no soy qué? – pregunto extrañada.

- Kiritsugu no lo sabe, Iris no dijo quien, pero me lo imagino, solo dime que estoy equivocado – siguió pidiendo, deseando que lo negara todo, pues una amistad se había formado entre ellos y no quería creer que Arturia fuera capaz de caer tan bajo.

- … – Arturia no pudo contestar, sabía a lo que se refería, pero no tenía el valor de admitirlo. Para Shiro su silencio fue la respuesta, y de su interior nació la rabia mezclada con decepción.

- Eres una maldita – declaro mirándola con enojo.

- Cállate, tú no sabes nada – dijo cortante, para después entran a la tienda con paso apresurado.

- ¿Callarme? – pero el no iba dejarla tan fácil, aun había muchas cosas que quería decirle, así que la siguió – su esposo, su pobre esposo me llama a mitad de la noche ¿sabes cómo estaba? Destrozado – la rubia suspiro antes de encararlo.

- No quiero escucharte –

- ¿Qué fue lo que dijiste? – Le corto el rubio – "nunca separaría una pareja, no les causaría sufrimiento jamás" – repitió lo que le había dicho aquella noche – en realidad no lo cumples ¿o sí? – termino de decir.

- … – Arturia no podía defenderse, pues Shiro tenía razón. Al verla callada, el rubio dio media vuelta y salió de ahí, dejándola sola con sus pensamientos y culpas.

La rubia quedo en su lugar sin moverse, las cosas se estaban saliendo de control, mucho más ahora que Kiritsugu sabía, al menos en parte, lo que había ocurrido entre Iris y ella. Todo se estaba complicando, suspiro y una idea se le vino a la mente, no sabía si era la correcta, pero era lo mejor por ahora.

- No hay problema, lo entiendo… – la voz aniñada de Illya se escuchaba en la casa de los señores Einzbern, mientras la niña hablaba por teléfono – sí, gracias… está bien, cuídate – luego de eso colgó y se dirigió a la mesa familiar, donde la esperaban sus padres junto con su hermana y Kiritsugu. Ese día era el cumpleaños de Iris. Naomi le había regalado un libro de cocina.

- Gracias mamá – dijo Iris, aparentando tranquilidad. Le preocupaba Kiritsugu, quien desde que llegaron se había mantenido callado.

- Mira tiene una linda sección "cocinando con tus hijos" – Naomi seguía aprovechando para "sutilmente" implantar la idea de que le den sus ansiados nietos.

- ¿Quién te llamo nena? – pregunto Iris a su pequeña hermana.

- Arturia, se supone que me llevaría con mi novio al museo, pero no ira – respondió Illya. Iris sintió un estremecimiento al escuchar de nuevo ese nombre, pero lo disimulo bien.

- Ara, tal vez en otro momento –

- No por un tiempo, se ira a unas vacaciones muy largas – informo Illya.

- ¿En serio? – pregunto Iris mientras una mueca de preocupación se formaba en su rostro, ¿y si no regresaba? O peor ¿si volvía con otra chica, declarándole a todo el mundo que ahora era ella el amor de su vida? No podría soportarlo, pero ya nada podía hacer, ella sabía cuáles serían las consecuencias de su decisión, así que aunque quiera, no podría detenerla.

- ¿Cuándo fue la última vez que tomamos vacaciones? – pregunto Naomi en voz alta.

- Verano del 94, la gran barrera de arrecifes, asustaste a los tiburones – respondió Kenta para después ponerse de pie e ir por el pastel. Afortunadamente para Iris, ni su padre, ni su madre, ni su hermana se dieron cuenta de su preocupación, pero esto no pasó desapercibido para Kiritsugu quien empezaba a atar cabos.

- ¿No te lo menciono la otra noche? – pregunto el pelinegro.

- Dijo algo, pensándolo bien – le contesto Iris.

- Nos podrías llevar al museo y a Kiritsugu también – pidió Illya.

- Por supuesto – acepto Iris con una sonrisa.

Después de eso Kenta apareció con el pastel en sus manos y empezó a cantar el cumpleaños feliz, siendo seguido por su esposa e hija menor.

El pelinegro miro a la nada, no le fue difícil encajar las piezas. Así que era Arturia quien se había robado a su esposa, por poco se suelta a reír de lo irónico que sonaba eso, pues había sido él quien insistió en que fueran amigas, pero como iba a saber que eso podía llegar a pasar, hasta donde sabia Iris nunca tuvo interés o curiosidad por experimentar con su mismo género, por eso pensó que no podría pasar nada entre ellas. ¿Cómo se supone que debería reaccionar ahora sabiendo esto? ¿Debería odiar a Arturia? No, su conciencia le decía que no, pues al fin y al cabo no era enteramente su culpa, él también había aportado para que las cosas llegaran a este punto. Suspiro, mientras su conciencia le seguía hablando, para finalmente llegar a una conclusión.

- No puedo con esto – razono en voz alta. Luego se puso de pie y se dirigió a la salida.

- Kiritsugu espera – pero Iris se interpuso en su camino, evitando su huida, quedando así, frente a frente aun lado de ellos que todavía tenía el pastel en las manos.

- No puedo, creí que podría, pero no – Kiritsugu miro a los ojos de su esposa con dolor.

- Apaga las velas cariño – pidió Kenta.

- ¿Qué está pasando? – pregunto Naomi, al no entender el extraño proceder de los jóvenes esposos.

- Me voy – respondió el pelinegro.

- Esta delicioso, tu madre saco la receta del libro antes de envolverlo – Kenta seguía pensando en el pastel.

- No voy a dejarte – le dijo Iris en un susurro para no llamar la atención de su madre.

- Si me respetas, es exactamente lo que harás – contesto Kiritsugu.

- ¿De qué están hablando? – volvió a hablar Naomi.

- ¿Por qué Kiritsugu esta triste? – pregunto Illya con inocencia.

- El que me dejes no me va matar, sino el que estés conmigo amando a alguien más – Kiritsugu siguió hablando sin prestar atención a los demás. Iris se quedó callada ante eso.

- Siento interrumpir, pero la cera de las velas arruinara la creación de tu madre – dijo Kenta queriendo calmar la tensión.

- Podrías olvidar las malditas velas – regaño Naomi.

Kiritsugu casi rió ante eso, luego salió de la casa Einzbern sin mirar atrás, Iris se quedó en su lugar sin poder moverse por unos segundos, pero cuando reacciono siguió inmediatamente a quien seguía siendo su esposo.

- No, no vas a abandonarme – exigió cuando logro alcanzarlo.

- Sigue diciendo eso, pretenderé que es mi elección – respondió Kiritsugu sin detener su marcha hacia su auto.

- ¿A qué te refieres? –

- Vamos, ambos sabemos que me dejaras al final –

- Eso no es cierto –

- ¡Claro que sí! – el pelinegro subió la voz deteniendo sus pasos. Se dio la vuelta para encarar a Iris, que también se detuvo ante su grito – lo será… quiero que seas feliz… y más que nada yo quería ser la causa de tu felicidad – se acercó a su amada con una mirada dolida pero decidida – pero si no lo soy… no me interpondré, entiendes – con su mano, coloco un rebelde mechón de su cabello platinado tras su oreja, Iris solo lo observaba con arrepentimiento – porque lo que sientes Iris es la fuerza incontenible… y significa que me debo ir – finalizo dándole un rápido pero profundo beso en la frente. Después volvió su andar hasta su auto, al cual se subió para luego salir de esa propiedad.

Iris se quedó en el mismo sitio viéndolo irse. No sabía que sentir acerca de esto, no sabía si debía estar feliz porque ahora tendría la libertad de estar con Arturia, o triste por haber lastimado a su gran amigo.

Dentro de la casa Einzbern todo estaba en silencio, ninguno se atrevía a hablar luego que Iris regresara y se sentara en el sofá con expresión imperturbable.

- Cariño, ¿Qué significa lo que dijo Kiritsugu? ¿Amas a alguien más? – solo Naomi tuvo el valor de preguntar lo que todos deseaban saber.

- Amo a alguien más – respondió Iris sin inmutarse.

- Shiro, ese loco se acostaría con cualquiera – razono Naomi con enojo.

- No él – aclaro Iris.

- Entonces… ¿a quién? ¿Cómo se llama? – siguió Naomi.

- ¿Quién es el suertudo? – pregunto esta vez Kenta, con una sonrisa. Iris se debatía internamente entre decirles la verdad o no, pero después de pensarlo, razono en que no tendría caso ocultarlo.

- Su nombre… es Arturia – respondió con cautela esperando la reacción de sus padres.

- ¿Arturia? – Repitió Naomi creyendo que había escuchado mal; Iris simplemente asintió – es mujer… y tú eres mujer – dejo en claro Naomi.

- Así es – dijo Iris.

- Entonces son… lesbia-migas – siguió Naomi aun sin poder creérselo.

- No importa cómo le digas eso no pasara, no después de esto – aclaro Iris con lastima.

- Así es – exclamo Naomi con alivio. Pero para Kenta esto no podía quedar así.

- Puedo decir algo – hablo con calma para después sentarse al lado de su hija – cuando conocí a tu madre, en la guerra de Troya – ante eso Naomi rolo los ojos con fastidio – me enamore de ella, de inmediato – prosiguió Kenta con ojos que cargaban sentimiento – y aunque ella me amaba y se casó conmigo, de alguna forma siempre supe que yo… no era suficiente – Naomi arqueo sus cejas en señal de confusión – nos llevamos bien, pasamos muchos años, pero jamás dude de que si ella conocía a alguien y se enamoraba… quien la hiciera sentir lo que era el verdadero amor, ella me dejaría sin pensarlo y yo tendría que dejarla ir – Naomi sintió que sus ojos empezaban a humedecerse – ¿Cómo discutir eso?... No importa lo que decidas hacer, te apoyaremos, siempre será así, pero por favor cariño sigue tu corazón – Iris se quedó en silencio por unos segundos.

- ¿Me prestas tu auto? – pidió con alegría.

- Yo te llevo – respondió Kenta.

Lectores anónimos: Muchas gracias

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