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Candy y Terry habían llegado a Londres hacía una semana. Como lo había predicho el castaño, la rubia quiso quedarse un poco más con su hermana y sobrina, por suerte él había dejado todo arreglado para su ausencia en la textilera. El día de su llegada pasaron todo el día con la familia de la rubia, en especial con Annie y su nueva sobrina; el domingo, la pareja visitó al Duque de Granchester, más por petición de la rubia que del hijo de éste.
El día era agradable, aunque ya estaba sintiéndose el frío por el próximo cambio de estación, esa mañana en particular se sentía cálida, Candy y Annie estaban en la terraza que daba al jardín.
-Es hermosa. – Candy tenía en sus brazos a su sobrina.
-Me siento tan feliz Candy – miraba a su bebé con adoración. – Madeline llegó a ser lo más importante para mí.
-Me imagino, es parte de ti y del hombre que amas.
-Sí… bueno… para ser sincera - la miró lista para hacer una confesión – Cuando tuve a Madeline en mis brazos por primera vez, nada más me importó, ni siquiera Archie. – Candy trató de entender a qué se refería – ya no me interesa si Archie me ama o no, ni siquiera si se encuentra con esa mujer. – aclaró al ver que su hermana no entendía exactamente que quería decir.
-Annie…
-Durante mi embarazo, vi como Terry te cuidaba y se preocupaba por ti - la interrumpió - me dio un poco de envidia, sabes? - sonrió - yo quería algo así con mi esposo; pero no se puede forzar a nadie a que te quiera, es por eso que siempre estaba tan estresada y de mal humor, al no encontrar esa mirada en Archie, me daba rabia y de la nada buscaba pelear con él.
-Lo siento.
-No, no es tu culpa. – no era su intensión hacer sentir mal a su hermana con su confesión – ahora, sólo quiero lo mejor para mi hija, sólo me importa hacer todo para que ella sea feliz… quiero que me ame tanto como nosotras amamos a mamá.
-Serás una gran mamá Annie. – Candy miró nuevamente a su sobrina – Madeline es afortunada por tenerte a ti como madre, ella te amará mucho, ya lo verás.
-Gracias – sonrió esperando que aquello se cumpliera.
Las hermanas hablaron sobre sus recuerdos con su madre, cada una había compartido algo especial con ella, ninguna de las dos había olvidado a su madre y el amor que sintieron por ella aún seguía latente.
Terry y Archie estaban en el despacho de William, con una copa de whiskey cada uno. El castaño escuchaba a su amigo mientras éste le contaba la situación por la que pasaba.
-Sinceramente no sé qué decirte.
-No te preocupes, sólo quería que me escucharas. - miró su copa – ya conoces a Stear, él me regaña todo el tiempo, incluso peor que mi padre. – sonrió al recordar los sermones que siempre le daba su hermano – es por eso que últimamente no le cuento nada.
-Ya lo conoces, siempre nos criticó por nuestro comportamiento.
-Ahora imagínate como está, dice que debería cambiar y centrarme sólo en mi familia.
-Yo también creo que deberías hacer eso. – Archie lo miró – escucha, sé lo que sientes por Karen; pero ahora está tu hija de por medio.
-Terry… amo a Karen… - Terry sólo lo miraba – he intentado dejarla, durante el embarazo de Annie; pero cada día pensaba en ir a buscarla, sólo me detenía el riesgo en que pondría a mi hija. – miró con seriedad a su amigo - amo a mi hija, no te imaginas cuanto; pero también necesito a Karen.
-Fuiste a visitarla últimamente? – Archie asintió con la cabeza – y qué te dijo? Cómo te recibió?
-Me pidió que ya no regresara. – antes de que Terry cuestionara algo más continuó – pero no lo haré, imaginar que alguien más se acerque a ella me llena de celos.
-Y Annie?
-Hablaré con ella.
-Archie, piensa bien lo que harás. – pensó en que hubiera hecho él si no se hubiera enamorado de Candy – tienes una familia y tu hija apenas nació, no es correcto que quieras abandonarlas. – lo miró serio - piensa en Annie, su situación es muy diferente a la tuya, a ella la señalarán y criticarán, no seas injusto con ella.
-No pienso dejarla, sé muy bien lo que le harían si la abandono; pero quiero determinar muy bien nuestra situación.
-Espero que tomes la decisión correcta, no quiero juzgarte – aclaró – incluso, no hace mucho tal vez hubiera apoyado tu decisión; pero ahora pienso diferente, en ese aspecto Candy me cambió. – sonrió al recordar a su esposa – antes de pensar en ti mismo, piensa en tu familia e incluso en Karen.
-Lo haré. – aceptó - Sabes algo? Me alegro que te hayas enamorado de Candy, ella es una mujer muy dulce y bondadosa.
Terry solo asintió con la cabeza, no quería confirmar lo que sospechaba, pues Archie era su mejor amigo y no quería tener problemas con él.
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Los amigos se dirigían a la terraza, donde sabían estaban sus esposas, últimamente las jóvenes pasaban el tiempo ahí, desayunaban o almorzaban con aquella hermosa vista del jardín.
Cuando llegaron vieron a Candy con la bebé en brazos mientras reía de algo que había dicho Annie; en ese momento, Terry pensó que Candy se veía más hermosa que nunca.
-Llegaron – escuchó la voz de su cuñada – tardaron un poco.
-Bueno, tu padre tenía algunas cosas que decirnos. – contestó Archie. – y luego nos quedamos a platicar un poco.
-Todo bien? – cuestionó Candy a su esposo cuando se sentó junto a ella algo callado. Él solo asintió – quieren té?
-Yo aceptaré un poco – contestó Archie sentándose en medio de las mujeres, acarició la cabecita de su hija, quien en ese momento dormía.
-Es muy linda cuando duerme verdad?
-Es realmente preciosa. – Terry lo miró con seriedad, pues por un segundo imaginó que se lo había dicho a Candy y no a su hija, pero recordó lo que le había confesado en el despacho.
-Tendrás muchos problemas cuando crezca.
-Es posible, sólo espero que tarde demasiado. – miró a su amigo – ya quiero verte en mi lugar.
-Eso no pasará… nunca – dijo seguro, el corazón de Candy latió deprisa al oír a su esposo decir aquello, esperó a que añada algo más; pero en ese momento Anthony, Stear y Paty llegaron de visita.
Se quedaron parte de la tarde conversando con sus amigos, aunque Candy trataba de escuchar lo que decían, su mente estaba en la afirmación de su esposo, le dolió saber que él no quería tener hijos, cuando ella se moría por tener un hijo con su esposo.
-Sucede algo amor? – susurró Terry cerca de ella.
-No… nada, todo bien. – sonrió para convencerlo.
-Queremos darles una noticia. – escucharon a Stear. Después de ver una vez más a su esposa, Terry atendió a su amigo. – Paty y yo nos quedaremos en Londres de manera indefinida.
-En serio? – dijo feliz Annie acercándose a su amiga para abrazarla – que felicidad! Estaremos juntas nuevamente.
-Así es. – dijo una sonriente Patricia – además necesitaré tus consejos para cuando llegué mi bebé.
-Qué!?
-Stear y yo seremos padres!
Todos se pusieron de pie para felicitar a la pareja, estaban felices por sus amigos; pero la felicidad de Candy se vio opacada por un sentimiento de envidia, Anthony y Terry se dieron cuenta que la rubia no se mostró completamente feliz.
Los hombres brindaban por la próxima paternidad de Stear, estaban gastándole algunas bromas mientras sus esposas estaban con una taza de té conversando y felicitando a la próxima mamá.
-Estoy muy nerviosa… sinceramente tengo miedo.
-No lo estés Paty, todo saldrá bien.
-Pero… tu embarazo fue complicado… tengo miedo que me pase lo mismo.
-No te preocupes, lo mío viene de familia - Candy la miró sin entender – mamá también tuvo problemas durante sus embarazos, por eso papá ya no quiso tener más hijos.
-En serio?
-Eso me lo contó María. – también me dijo que lo mismo pasó con la abuela, ella casi pierde la vida al dar a luz a mamá.
-Entonces nosotras…
-Hermanita, no tengas miedo, yo siempre fue débil comparada contigo, estoy segura que a ti no te pasará nada de eso.
-Lamento haber sacado esta conversación – se disculpó Paty, pues fue claro la cara de miedo en Candy – es sólo que de verdad tengo miedo, mamá me dijo que el parto es doloroso y…
-Paty, es doloroso; pero créeme, vale la pena. – dijo Annie con una sonrisa.
-Mi madre me dijo lo mismo.
Las mujeres seguían en su conversación, sin notar que Terry había estado atento a lo que decían, no pasó desapercibido la información de Annie y eso lo mantuvo pensativo.
-Qué les parece si vamos a cenar para celebrar la noticia? – dijo Anthony.
-Espera, por qué nadie organizó o invitó una cena cuando se enteraron que sería padre? – se quejó Archie.
-No te quejes hermanito, yo no estaba en Londres cuando diste la noticia.
-Yo estaba en Escocia. – dijo Terry.
-Si hubieras organizado una reunión para informarnos te habríamos organizado una fiesta. – dijo Anthony embromando a su amigo.
-Todavía están a tiempo.
-Vamos Archie no le quites protagonismo a tu próximo sobrino.
Las parejas planearon la salida, se encontrarían a las 8 en punto en el hotel Savoy.
-Estás segura que quieres ir?
-Sí, por qué?
-No te veo muy animada. – se sentó junto a su esposa. – Candy… dime qué pasa? te vi rara en todo el día.
-No me pasa nada – desvió su mirada, Terry tomó entre sus dedos la barbilla de la rubia e hizo que lo mirara.
-Dime qué sucede cariño.
-Terry… tú… - bajó la mirada – no quieres tener hijos?
-Qué?
-Hoy lo dijiste… cuando Archie dijo que ya te quería verte en su lugar… tú dijiste que eso no pasaría y… nunca hablas de eso conmigo, jamás me propusiste tener hijos.
-Primero… - volvió a tomar su rostro entre sus manos para que lo viera mientras le decía lo que sentía – no sabía que ya querías tener hijos. Además, primero deberíamos casarnos, no crees? - trató de bromear, pero la rubia apenas hizo una débil mueca – segundo… cariño, no quiero tener hijos aún – los ojos de Candy se cristalizaron - escucha, quiero tenerte sólo para mí por un tiempo, cuando tengamos hijos ellos requerirán y buscarán tu atención todo el día, déjame disfrutar de tu compañía por un tiempo, sólo tú y yo, sí?.
-De acuerdo… - dijo cabizbaja y sin poder contenerse las lágrimas salieron de sus ojos.
-La principal razón… - añadió al ver la desilusión en la mirada de su esposa – es que tengo miedo que algo malo te pase durante el embarazo – confesó.
-Qué? - lo miró confundida.
-Mi padre me contó que tu madre casi muere al darte a luz… por eso tu padre decidió no tener más hijos.
-Terry…
-Hoy Annie te dijo lo que pasó con tu abuela y está lo que le pasó a ella… Candy no voy a arriesgar tu vida solo porque quiera ser padre.
-Terry no va a pasarme nada - ahora fue ella quien buscó su mirada – ya oíste a Annie, yo soy fuerte y…
-Tengo miedo Candy… no podría soportar si algo malo te pasara, te amo más que a nada en esta vida - la besó – y si algún día llegara a perderte… me moriría...
-Eso no pasará mi amor – apoyó su frente en la de Terry – no me pasará nada si me embarazo. Quiero tener a tu hijo, una parte tuya y mía.
-Sí prometes que nada te pasará… que estarás bien y que te cuidarás lo más posible - tenía los ojos cerrados – yo también quiero tener un hijo que tenga algo tuyo y mío.
-Entonces… - Candy abrió los ojos para verlo y asegurarse que había oído bien – tendremos un bebé?
-Me gustará mucho intentarlo. – también sonrió, le gustaba verla feliz.
-Entonces intentémoslo! – atrajo a Terry hacia ella mientras se recostaba en la cama haciendo que el castaño quedará sobre ella. Por primera vez en su vida, Terry llegaría tarde a una cita.
Esa cena con sus amigos fue la perfecta despedida de la pareja, pues al día siguiente Candy y Terry partirían a Escocia para preparar todo lo necesario para su boda.
Richard y William se sorprendieron cuando recibieron la noticia; pero estaban felices, muchas veces se habían cuestionado si hicieron bien al obligar a sus hijos a estar juntos; ahora, al oírlos decir que querían renovar sus votos, supieron que sus esposas tuvieron razón, sus hijos eran la pareja perfecta, se habían enamorado realmente y sabían que serían felices.
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A lo lejos ya se escuchaba el sonido del tren acercándose a la estación, donde Candy esperaba ansiosa la llegada de uno de sus pasajeros.
-Ya puedo ver el tren Terry! – dijo jalando la manga del abrigo de su esposo.
-Yo también lo veo mi amor. – dijo riendo bajito de la actitud de su esposa.
-Elisa! – gritó cuando el tren se hubo detenido y vio a su amiga bajar de éste. – Eli… aquí!- hacia ademanes para llamar su atención, Terry solo sonreía de la actitud infantil de la rubia.
-Candy! – la pelirroja la visualizó y haciendo el mismo escándalo corrió hacia su amiga para unirse en un abrazo.
-Finalmente llegaste…
-No iba a perderme tu boda.
-Candy… - la rubia observó a quien la llamaba y nuevamente sonrió al identificar al hombre.
-Tom! – saltó a sus brazos para abrazarlo como bienvenida; mas no se dio cuenta que la sonrisa de su esposo desaparecía. – qué gusto volver a verte!
-A mí también me da gusto volver a verte. – correspondía al abrazo.
-Tom, quiero presentarte a mi esposo – lo señalaba con a mano – Terry, él es mi amigo de la infancia, Tom.
-Mucho gusto - dijeron ambos con la mirada inquisitiva. Tom, porque Elisa le había hablado del castaño, y Terry, porque no confiaba en ningún hombre que esté cerca de su esposa.
Después de las presentaciones las parejas se dirigieron a la villa de los Granchester, pues Candy había preparado una cena para los recién llegados.
-Qué es eso Candy? – señaló la pelirroja al corral de Miena.
-Es la habitación de Miena y Clint.
-Miena?
-Recuerdas que te escribí que Terry y yo encontramos un corderito abandonado?
-Sí… pero…
-Pues la estamos criando. – dijo feliz.
-Ay Candy… – dijo negando con la cabeza – no me sorprende de ti; pero… de él? – dijo mirando adelante, Terry hablaba con Tom, estaban un poco más adelantados.
-Terry es muy bueno conmigo, me consiente algunas cosas.
-Debo reconocer que sí está enamorado de ti. – Candy sonrió ampliamente – la manera como te mira, lo atento que es contigo, y sobre todo, dejar que críes una oveja… - la rubia dejó escapar una carcajada, sabía que Elisa rechazaba lo último – creo que me siento un poquito culpable de haberte insistido tanto en mi última carta de que lo abandones.
-No te preocupes, hace mucho esa idea abandonó mi mente.
-Candy… – la detuvo – de verdad lo amas?
-Con todo mi corazón. – respondió inmediatamente.
-Ahj! – se llevó la mano a la frente - de verdad quería que te casarás con Albert; pero qué puedo hacer? Si Terry te hace feliz… ay! – cayó de rodillas, su gritó alertó a los hombres quienes se giraron para ver lo que pasaba.
-Miena! – con los acostumbrados saltitos Miena se acercó a su dueña, parecía feliz por su hazaña.
-Cariño, estás bien? – Tom ayudó a Elisa a ponerse de pie. Miena se preparaba para investir al joven.
-Miena basta! – la potente voz de Terry la detuvo, la pequeña se escondió detrás de la falda de su dueña – Candy, enciérrala en su corral. – aunque la voz del castaño era seria, no era dura, nunca lo era con su esposa.
-Elisa disculpa… por favor, ella es solo una cría y no sabe… - parecía mortificada.
-No te preocupes Candy, lo entiendo. – no, no lo entendía; pero ver la cara de preocupación de su amiga la conmovió. – pero por favor, aléjala de mí.
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Una fuerte carcajada se escuchaba en la habitación, Terry estaba saliendo del cuarto de baño secándose la cara con una toalla pequeña.
-No te rías, estoy avergonzada con Elisa. – se cubrió la cara.
- Lo sé mi amor – se acercó a ella – pero no puedes negar que fue gracioso cómo Miena la tiró al suelo.
-Terry, pudo lastimarla.
-No lo creo, Miena aún es pequeña y su golpe no es tan fuerte, si Elisa perdió el equilibrio, fue porque la golpeó justo detrás de las rodillas.
-Eso no importa, no creo que Elisa me visite nuevamente.
-No veo nada de malo en eso. – murmuró, pero Candy lo escuchó.
-Terry…
-Lo siento amor, pero sigo molesto con ella. Si te hubiera convencido en seguirla, no estarías aquí conmigo.
-No lo hizo por mala. – acarició su mejilla – recuerda que nuestra situación no era nada buena? – Candy le había contado que pretendía irse con Elisa a América; pero que no lo hizo porque se había enamorado de él.
-Aun así. – besó sus labios – no castigaremos a Miena.
-De acuerdo. – rodeó su cuello sonriendo, pues su esposo era muy rencoroso – pero debo disculparme adecuadamente con ella, vino por la boda y la recibimos de ese modo.
-Nuestra boda. – susurró cerca del oído de la rubia mientras lo besaba – ya sólo falta una semana y juraremos ante Dios estar juntos para siempre.
-Estás nervioso?
-No, estoy desesperado porque llegue la fecha y pueda demostrarte cuanto te amo.
-Ya lo hiciste, ya me demostraste cuánto me amas.
Se unieron en un beso apasionado dando rienda suelta a sus sentimientos, cada noche había una muestra de amor; palabras, frases e incluso poemas que Terry le recitaba, pues sabía bien que su esposa era muy romántica. Seguían buscando a ese bebé que anhelaban tanto y se hacía esperar.
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Finalmente el día había llegado. Ese 31 de diciembre, parado en el altar estaba Terry vestido elegantemente para la ocasión, su hermano estaba junto a él dándole su apoyo y tratando de calmar sus nervios, de pronto se escuchó la música que indicaba que su esposa entraría a la iglesia; pero antes serían las damas de honor quienes recorrerían aquel pasillo alfombrado. La primera fue Patricia, quien lucía una pequeña barriguita de cuatro meses, Stear la llevaba del brazo y al llegar al altar cada uno tomó su lugar. La segunda pareja en entrar fue Annie junto a su esposo y la última dama de honor, fue Elisa junto a su primo, Albert, quien al final estaba feliz por la pareja.
La música cambió por la marcha nupcial, claro indicio que la novia entraba a la iglesia, con un vestido de gaza en color perla, Candy caminaba del brazo de su padre, esta vez con una sonrisa en su rostro y las lágrimas que la acompañaban ya no eran de tristeza sino de completa felicidad.
-Estás hermosa - susurró Terry al tomar su mano.
-Gracias – la sonrisa no se perdía. La pareja escuchó cada una de las palabras pronunciadas por el sacerdote, eran conscientes del compromiso que asumían hasta el último de sus días.
-Candice – el primero en decir sus votos fue Terry, quien pidió escribirlos por sí mismo – aunque no tuvimos el mejor inicio, la convivencia me demostró que nunca encontraré una pareja mejor que tú para continuar mi camino; agradezco a Dios el que te haya destinado a ser mi compañera de por vida y sobre todo, te agradezco a ti por aceptarme y amarme por quien soy, sin importar mis defectos y resaltando mis pequeñas virtudes. Día a día me demuestras lo hermoso que es estar vivo y compartir todo, alegrías y tristezas, con quien amas. Prometo cuidarte y protegerte por el resto de mi vida; pero sobre todo amarte incluso en la eternidad.
Candy lo miraba con aquella sonrisa que no quería desaparecer de su rostro, sentía un nudo en la garganta por la emoción que le causaba aquellas palabras, no creía ser capaz de decir sus votos.
-Terruce… - le tembló la voz, pero la sonrisa de Terry le dio valor para continuar – es cierto, no tuvimos el mejor inicio, pero me demostraste que eras alguien distinto a quien conocí el primer día, cada día conocía una nueva faceta en ti, poco a poco llegaste a ocupar un lugar importante en mi corazón, llegaste a ser alguien indispensable en mi vida, ya no concibo imaginar un futuro sin ti, te amo… amo que la vida y Dios te hayan puesto en mi camino para recorrerla juntos, prometo amarte y respetarte hasta el último día de mi vida.
-La vida nos sorprende a cada momento – habló el sacerdote - pero Dios, nuestro padre tiene todo planificado para cada uno de nosotros; ustedes empezaron su camino obligados por las circunstancias; sin embargo es así como nuestro señor planificó que se encontraran, sus caminos estaban destinado a unirse y seguir su recorrido juntos; hablen cada vez que tengan una inquietud, nunca den por hecho algo sin comunicárselo a su pareja; pero sobre todo, ámense siempre, no olviden que esta unión es bendecida por nuestro señor, nunca nadie podrá romper el lazo que hoy los une. En nombre de Dios, nuestro señor, los declaro marido y mujer. Puede besar a la novia.
Fuertes aplausos se escucharon en la iglesia, las mujeres se limpiaban las lágrimas con sus pañuelos bordados, la ceremonia había terminado con una bendición particular y un beso sin igual. Vale aclarar que el sacerdote era tío de Terry, quien había preferido seguir a Dios y dejar el trono en manos de su hermano.
Sonrojada, la rubia escondió su rostro en el cuello de su esposo, Terry la había besado de una manera algo inapropiada para la época, sin embargo estaba feliz.
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Terry tenía en sus brazos a Candy, la llevaba a la habitación de aquella acogedora casita que habían hecho su hogar.
-Finalmente… - la puso en el suelo – nadie va a molestarnos aquí. – besó su cuello.
-Cuando hiciste esto? – miraba asombrada la habitación.
-Dorothy me ayudó.
-Está hermoso. – sonreía al ver pétalos de rosas rojas esparcidas en la cama y la habitación alumbrada solo por velas, todo era tan romántico que le daban ganas de llorar.
-Me alegra que te haya gustado. – murmuraba sobre su espalda, en ningún momento había dejado de besar su cuerpo – ahora Marquesa… - la giró - muestre a su vasallo su autoridad y poder.
Con una sonrisa cómplice, Candy lo despojó de la chaqueta y pasó a arrancarle la camisa, a Terry le gustaba esa parte juguetona y apasionada de su esposa, ya le había arruinado varias camisas, cuando llevada por la pasión arrancaba la prenda de su cuerpo haciendo que los botones volaran por la habitación y los ojales se rompieran.
-Mi Lady me comprará otra camisa?
-Por suerte… soy acreedora de una pequeña fortuna y podré comprarte un par de ellas – murmuró sobre el pecho masculino. – ahora complace a tu Marquesa como a ella le gusta.
Terry la tomó y la colocó sobre la cama y con besos desesperados recorrió su cuerpo, con delicadeza le quitó una a una sus prendas hasta tenerla completamente carente de estas. Candy lo miraba con la mirada oscurecida, ya quería sentirlo completamente suyo; pero lo conocía y sabía que le haría sufrir un poco más antes de darle lo que sabía él también ansiaba.
-Feliz año nuevo, mi amor. – murmuró sobre sus labios.
-Feliz año nuevo… - no la dejó terminar la frase, sus labios fueron más rápidos al aprisionar los de su amada esposa.
Así, la pareja comenzó su nueva vida, esta vez casados por decisión propia y esperando pronto agrandar su familia.
Terry agradecía a su padre haberlo obligado a casarse con Candy, aunque nunca se lo diría, internamente lo hacía. Y Candy, ella estaba feliz que las cosas hayan pasado de esa manera, conocer a Terry y enamorarse de él fue lo mejor que le había pasado ese año.
Fin…
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Disculpen la demora, espero que haya valido la pena.
Tengan una linda semana.
