REY DE LOS DEMONIOS
¡Hola! Como lo prometí aquí una nueva actualización. :)
- Carli89: Es cierto, el apoyo de Inu es invaluable en estos momentos y también amo la relación que mantienen a pesar de todo. Ya veremos qué pasará más adelante ¡Gracias por leer! Espero que disfrutes de este cap.
- Guest: ¡Gracias por el apoyo! No sabes lo mucho que significa para mí que la historia te esté gustando tanto.
Y bueno, hoy es domingo, nuevo capítulo. Solo diré que preparen sus corazoncitos al final. :( ¡Gracias a todos por el apoyo! Y no olviden decirme qué les pareció el cap.
¡Nos vemos!
PD: Estos días tuve tiempo por eso actualicé seguido, sin embargo, no sé cómo me irá esta semana, de todas formas, prometo traer una actualización el domingo.
Atte. XideVill
Disclaimer: Los personajes de esta historia son de Rumiko Takahashi.
CAPÍTULO 23.
KAGOME
–¿Tessaiga? – repetí – ¿la espada de las historias que nos contaban de niños? – Asintió – ¿Cómo sabes que existe?
–No lo sé.
Entonces lo miré expectante.
–Pero he estado averiguando – agregó – Planeo reunirme con Myoga, siento que él puede saber algo del paradero de esa antigua espada.
–¿Y si solo es una historia más? ¿Y si la espada no existe en realidad? ¿Entonces qué pasará?
Sabía que Inuyasha podía ver la preocupación e incertidumbre en mi mirada.
–Si lo que quieres saber es si tomaré a alguna de tus damas para que me dé un heredero la respuesta es no. No lo haré.
–Pero no dejarán de insistir – solté.
–Me importa un carajo lo que esos ancianos piensen.
Traté de contener una sonrisa, pero se me hizo imposible al ver sus ojos.
–Y si mejor hacemos otro intento en vez de estar perdiendo el tiempo hablando de tonterías – repuso con aquella característica sonrisa ladina que yo correspondí de inmediato.
–Te amo… – le dije en un susurro.
Se acercó y dejó un beso sobre mis labios.
–Y yo a usted mi Reina.
Me levantó para dejarme sobre la cama, no tardó mucho en asaltar mis labios y yo disfruté de cada caricia suya.
–Inuyasha… – jadeé – ¿Qué pasa si alguien entra?
Se detuvo solo para deshacerse de mi ropa.
–Mataré al primero que lo intente.
Sonreí antes de volver a reclamar sus labios. Mis manos recorrieron su perfecto abdomen antes de detenerse en el inicio de su pantalón, entonces lo miré.
Sus ojos dorados, ahora envueltos en fuego, me miraron con ansias.
–¿Por qué paras?
Sonreí y continué con mi objetivo.
–¿Por qué tan ansioso Majestad? – Me burlé y él sonrió antes de atacar mis labios.
–Haré que borres esa hermosa sonrisa – dijo y de inmediato cumplió con su amenaza haciendo que soltara un gemido.
Lo miré y al parecer disfrutaba haciéndome sufrir, pero a quién engañaba, esto para nada era sufrimiento, era placer, una inmensa satisfacción.
Olvidé la cantidad de veces que había tenido que ocultar mi cara en la almohada para callar mi voz mientras que Inuyasha hacía de las suyas. Me encontraba en el punto de ya no poder seguir por mucho más tiempo, cuando de pronto alguien llamó a la puerta.
–Mierda… – maldijo Inuyasha deteniéndose de inmediato – ¡Mas te vale que sea importante!
Nuestras respiraciones agitadas se mezclaron en el ambiente.
–Majestad, llegó la carta de Koga, el Rey de los Okami.
Era Miroku, quise ir por mi ropa, pero Inuyasha me lo impidió.
–Déjala en la sala de reuniones.
–Pero Majestad…
–¡Maldición Miroku estoy en medio de algo importante con mi mujer!
Aquella exclamación me tomó desprevenida y de inmediato sentí la vergüenza apoderarse de mis mejillas.
No sé escuchó nada más del otro lado por lo que supuse que Miroku se había ido.
–Ahora sí ¿En qué estábamos?
–Inu…
No esperó a que terminara la frase para volver a reclamar mis labios. Aquello fue un estímulo suficiente para volver a sentir el placer recorrer todo mi cuerpo.
Con cada movimiento, con cada caricia suya sentía que me empujaba al borde de la locura.
–Kagome… – gruñó.
Me aferré a su espalda y me dejé absorber por el exquisito calor de su cuerpo. Agarró mis caderas con posesión antes de soltar pequeños temblores que me hicieron sentir que moriría.
Nos dejamos caer sobre la cama mientras recuperábamos el aliento, definitivamente no me cansaría de esto jamás. Volteé para verlo y me sorprendió ver su perfecto rostro cubierto de sudor. Sonreí antes de secar su frente y quitar un mechón de su cabello plateado.
–Así que mujer – solté al aire.
Vi cómo se dibujaba una sonrisa en sus labios antes de mirarme con ese par de hermosos ojos.
–¿Desde cuándo tan posesivo?
–Eres mi mujer ¿qué tiene de malo decirlo?
–Nada – dije sujetando un mechón de su cabello para hacer que no dejara de mirarme – Solo me pareció extraño que lo dijeras justo después de escuchar el nombre del Rey de los Okami.
Como lo sospechaba quiso esquivar mi mirada, pero le fue imposible.
–Ese idiota… – murmuró y yo reí.
–Inuyasha ¿Aún lo odias tanto? ¿A pesar de que ya descubrimos que su padre no fue el culpable de la muerte de Izayoi?
–Lo odio por otros motivos.
–¿Así? –insistí – ¿Por qué?
No dijo nada, pero reclamó mis labios con fingido enojo. Sonreí entre el beso y aquello pareció avivar aún más sus ansias por tenerme entre sus brazos.
—Y bien, dime, qué averiguaste.
Mi amiga se sentó frente a mí y negó con la cabeza.
–Nada bueno.
–¿A qué te refieres?
–Recuerdas que Miyu dijo que Kikyo se veía a escondidas con un mercader – Asentí – Pues resultó ser solo eso. Creo que mantienen una relación o algo así.
–¿Viste algo?
–La seguí como me pediste y cuando se encontró con ese hombre se perdieron dentro de su tienda. Tardó un poco en salir así que me preocupé, fui a ver si aún estaba ahí y la encontré sentada en su regazo mientras le susurraba algo en el oído.
–¿Qué cosa?
–No lo sé, no escuché.
–¿Te vieron?
–No lo creo.
–¿Cómo era ese hombre?
Mi amiga intentó recordarlo, pero negó al instante.
–Eso es lo que me tiene intranquila.
–¿Qué?
–No logré verle el rostro, todo el tiempo estuvo cubierto por una capa de pelaje blanco.
–Qué extraño… – murmuré.
Recordaba que le había preguntado a Kikyo el día de mi boda que si estaba en una relación y ella negó rotundamente aquella suposición. Por lo que me parecía extraño que ahora se dejara ver con un hombre.
Solté un suspiro, pero qué más daba si mi dama mantenía amoríos con alguien. De todas formas, era su vida y no tenía por qué entrometerme en ella.
–Y ¿Te sientes mejor?
–¿Eh? – La miré distraída.
–Tu cabeza ¿Ya no te duele? Creo que has dejado de tener mareos.
Asentí.
–Sí, al parecer los consejos de Miyu funcionaron.
Era cierto desde que había dejado de tomar el jugo de frutos y té, ya no me sentía así. Claro que aquella idea le había disgustado a Kikyo, porque de alguna forma se sentía especial al preparar algo tan exclusivo para mí.
–¿Y sobre…?
–Si vas a preguntar por si aún pienso en la posibilidad de ser madre, sí Sango – bajé la cabeza – Aún lo pienso. Pero creo que es mejor aceptar que ese anhelo no se hará realidad.
Sango llevó una mano sobre la mía y me miró con ternura.
–No te desanimes, ya verás que cuando menos te lo esperes pasará.
Traté de sonreírle, pero aquello no pasó de ser solo una pobre mueca.
–Mejor no hablemos de eso – pedí – Escuché que el joven Miroku aún no se rinde contigo – dije en tono divertido.
–Ese idiota. Puedes creer que me propuso ser su mujer. Pero ¿quién se cree?
–Hay vamos – golpeé su hombro – Sé muy bien que también te atrae.
–Prefiero estar casada con una piedra antes que con ese libidinoso.
Reí.
–Una piedra no podría darte los placeres que te da un matrimonio amiga – La miré cómplice – Sé de lo que hablo.
Ambas reímos y me dejé envolver en la calma que me transmitía su amistad.
INUYASHA
Los días pasaban y cuando menos me di cuenta ya habían pasado semanas desde la última vez que había recibido la carta en respuesta de Koga.
La leí como décima vez en lo que iba del día y ahora que la noche había caído, aún buscaba en ella algo que me ayudara a descifrar el misterio del paradero de Tessaiga. Myoga había venido a hablar sobre eso hace unos días, pero no obtuve más de lo que esperaba, solo una vaga afirmación de su paradero en un mundo donde solo los muertos tenían acceso.
Me dejé caer cansado sobre la silla y dejé a un lado la carta para frotar mis ojos, cuando de pronto escuché la puerta abrirse.
–Cariño ¿Qué haces despierta?
–Soy yo Inuyasha.
Enfoqué con dificultad mi vista a la mujer que estaba parada frente a mí.
–Ah, Kikyo, perdón, creí que eras mi esposa.
Me llevé una gran sorpresa al verla solo con una bata semitransparente que terminó por hacer que desviara la mirada hacia la puerta.
–¿Qué es lo que quieres?
Caminó hacia mí y de inmediato me puse de pie.
–Inuyasha, te ves cansado – dijo en tono seductor.
–El trabajo de Rey no es sencillo.
Para entonces solo nos separaba la mesa en donde había dejado la carta.
–Si deseas puedo hacer algo para que te sientas mejor – propuso.
No entendía el porqué de su tono tan sugerente. Rodeó la mesa y se pegó a mi cuerpo.
–Inuyasha… – me susurró de cerca– Te deseo.
Parpadeé un par de veces antes de tomarla de los hombros y apartarla de mí lado.
–Kikyo ¿Qué haces?
–Me estoy entregando a ti – Se deshizo de su bata – Tómame Inuyasha.
–Por favor vístete – Le dije volviendo a cubrirla y arrastrándola rumbo a la puerta, pero se detuvo antes de llegar.
–¡No! Si tu mujer no puede yo te daré todos los hijos que quieras.
Iba a refutar, pero se lanzó sobre mí y terminó besándome de pronto.
–Inuyasha…
La aparté de mi cuerpo tan rápido como pude solo para ver la figura confundida de Kagome mirándonos desde la puerta.
Continuará...
